domingo, 12 de abril de 2015

Domingo de la Divina Misericordia


LA MISERICORDIA DIVINA

¡Feliz Pascua de Resurrección! El Señor ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho, alegrémonos y regocijémonos todos, porque reina para siempre. ¡Aleluya! 

Nuestro Señor pidió a Santa Faustina, rezar y trabajar para establecer la Fiesta de la Divina Misericordia el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección. El le dijo: 

“Ese día, la plenitud de Mi tierna Misericordia estará abierta. Verteré un océano de gracias sobre las almas que se acerquen a la Fuente de Mi Misericordia. El alma que se confiese y comulgue obtendrá completo perdón de sus pecados y del castigo merecido” (Diario de Santa Faustina, 699)

Es un día en que la Iglesia celebra el Misterio Pascual enfocándonos en el pacto de misericordia de Dios. Un día de completo olvido y perdón, como el día de expiación del Antiguo Testamento (Levítico 16): todas nuestras culpas y el castigo merecido será expiado. 

Nosotros podemos celebrar este Domingo de Misericordia confesándonos (preferentemente antes del Domingo) y comulgando ese día. Hagamos honor a la Misericordia del Señor mediante obras de misericordia y rezando con la “Coronilla”: 

“Padre Eterno, yo te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, en expiación por nuestros pecados y los del mundo entero. Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”. 

Con Cristo y María, ¡Paz y Alegría! 


Reflexión: La Misericordia Divina

San Pablo llama a Dios Padre de las misericordias (Corintios 1, 1-7), llamando a nuestra atención su infinita compasión por los hombres, a quienes ama entrañablemente.

La Sagrada Escritura nos enseña que la misericordia de Dios es eterna, es decir, sin límites en el tiempo (Salmo 100); es inmensa, sin límites de lugar ni espacio; es universal, pues no se reduce a un pueblo o a una raza, y es tan extensa y amplia como son las necesidades del hombre.

La Encarnación del Verbo, del Hijo de Dios, es prueba de esta misericordia divina.

Vino a perdonar, a reconciliar a los hombres entre sí y con su Creador.

La bondad de Jesús con los hombres, con todos nosotros, supera las medidas humanas.

Debemos acudir delante del Sagrario y decirle: Jesús, ten misericordia de mí.

De modo particular el Señor ejerce su misericordia a través del sacramento del Perdón porque allí es donde nos limpia los pecados, nos cura, lava nuestras heridas, nos alivia... nos sana plenamente y recibimos nueva vida.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5, 7).

Hay una especial urgencia de Dios para que sus hijos tengamos esa actitud con nuestros hermanos, y nos dice que la misericordia con nosotros guardará proporción con la que nosotros ejercitamos.

Pero si nuestro corazón se endurece ante las miserias y flaquezas ajenas, más difícil y estrecha será la puerta para entrar en el Cielo y para encontrar al mismo Dios. 


La misericordia es la plenitud de la justicia, según enseña Santo Tomás de Aquino en su obra “Suma Teológica”, porque cuando se actúa con misericordia se hace algo que está por encima de la justicia: después de dar a cada cual lo suyo, lo que por justicia le pertenece, la actitud misericordiosa nos lleva mucho más lejos, como -por ejemplo- a perdonar con prontitud a quienes nos ofenden. 

La misericordia es, como dice su etimología, una disposición del corazón que lleva a compadecerse, como si fueran propias, de las miserias que encontramos cada día.

Un corazón compasivo y misericordioso se llena de alegría y de paz porque “hay más gozo en dar que en recibir” (Hechos 20, 35).

Así alcanzamos esa misericordia que tanto necesitamos, y se lo debemos a aquellos que nos han dado la oportunidad de hacer algo por ellos mismos y por el Señor.


Acudamos a nuestra Madre, pues Ella “es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina. Sabe su precio y sabe cuán alto es. 

En este sentido la llamamos también Madre de la Misericordia” (Juan Pablo II).





Fuente: adorasi.com

Santa Faustina Kowalska

Domingo 22 de febrero de 1931 en el convento de Plock, Polonia


"Al anochecer, estando yo en mi celda -escribe en el Diario - vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. Después de un momento, Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma Jesús, en Ti confío (Diario, 47). Quiero que esta imagen sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia"(Diario, 49).
Extracto del libro: "la Divina Misericordia en mi alma", por Santa Faustina Kowalska.

Santa Faustina Kowalska, Apóstol de la Divina Misericordia, Nacida el 25 de agosto de 1905 y fallecida el 5 de octubre de 1938. Fue canonizada el 30 de abril del 2000, año jubilar.



Coronilla de la Divina Misericordia



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