"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"
viernes, 1 de febrero de 2013
jueves, 31 de enero de 2013
Fiesta de San Juan Bosco: 31 de enero
San Juan Bosco
Presbítero y Fundador de los Salesianos
e Hijas de María Auxiliadora
San Juan Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Castelnuovo de Asti, y recibió de su madre Margarita Occhiena una sólida educación cristiana y humana. Dotado de inteligencia, memoria, voluntad y agilidad física no comunes, desde niño fue seguido por sus coetáneos, a quienes organizaba juegos que interrumpía al toque de las campanas para llevarlos a la iglesia. Fue ordenado sacerdote en Turín en 1841, y allí comenzó su actividad pastoral con San José Cafasso.
Su programa, o mejor, su pasión era la educación de los jóvenes, los más pobres y abandonados. Reunió un grupito que llevaba a jugar, a rezar y a menudo a comer con él. La incómoda y rumorosa compañía de Don Bosco (así se lo llamaba y se lo llama familiarmente) tenía que estar cambiando de lugar continuamente hasta que por fin encontró un lugar fijo bajo el cobertizo Pinardi, que fue la primera célula del Oratorio.
Con la ayuda de mamá Margarita, sin medios materiales y entre la persistente hostilidad de muchos, Don Bosco dio vida al Oratorio de San Francisco de Sales: era el lugar de encuentro dominical de los jóvenes que quisieran pasar un día de sana alegría, una pensión con escuelas de arte y oficios para los jóvenes trabajadores, y escuelas regulares para los estudios humanísticos, según una pedagogía que sería conocida en todo el mundo como “método preventivo” y basada en la religión, la razón y el amor. “La práctica del método preventivo se base toda en las palabras de San Pablo que dice: "La caridad es benigna y paciente; sufre todo, pero espera todo y aguanta todo”.
Para asegurar la continuidad de su obra, San Juan Bosco fundó la Pía Sociedad de San Francisco de Sales (los Salesianos) y Hijas de María Auxiliadora (las Salesianas). Fue un fecundísimo escritor popular, fundó escuelas tipográficas, revistas y editoriales para el incremento de la prensa católica, la “buena prensa”. Aunque ajeno a las luchas políticas, prestó su servicio como intermediario entre la Santa Sede, el gobierno italiano y la casa Saboya.
Fue un santo risueño y amable, se sentía “sacerdote en la casa del pobre; sacerdote en el palacio del Rey y de los Ministros”. Buen polemista contra la secta de los Valdeses, según la mentalidad del tiempo, nunca se avergonzó de sus amistades con los protestantes y los hebreos de buena voluntad: “Condenamos los errores, escribió en el “Católico”, pero respetamos siempre a las personas”.
San Juan Bosco murió el 31 de enero de 1888 y fue canonizado por Pío XI en 1934.
Sueños proféticos, milagros y anécdotas de Don Bosco
Lo invitaron a predicar al pueblo de Montemagno, donde desde hacía tres meses no caía una gota de agua, y la gente estaba pasando por una situación de pobreza, de hambre y de sequía desesperante. Habían hecho varias rogativas y el cielo no daba ni la mínima señal de próximas lluvias. Los sermones que San Juan Bosco debía predicar eran nueve. Tres cada día.
Y en el primer sermón, con la iglesia totalmente colmada de gente , el Santo dijo con poderosa voz : “Si asistís a la predicación de estos tres días, si os reconciliáis con Dios haciendo una buena confesión, si os preparáis de tal manera que el próximo 15 de agosto, Fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen, todos comulguéis, YO OS PROMETO EN NOMBRE DE NUESTRA SEÑORA UNA LLUVIA ABUNDANTE QUE VENDRÁ A REFRESCAR VUESTROS CAMPOS.
Al terminar el sermón, los demás sacerdotes le decían: “Se necesita mucho valor para prometer lluvias para dentro de tres días, en medio de este verano tan espantoso en que estamos”.
-¿Pero si yo no he dicho esto? – respondió el santo.
-Sí, sí, le contestaron todos. Así lo dijo –. Y llamando a unos campesinos les preguntaron:
-¿Qué les dijo Don Bosco en su sermón?
- Pues nos dijo que si veníamos a los sermones y comulgamos, él nos promete en nombre de la Virgen María que nos llegará una provechosa lluvia.
La gente tomó totalmente en serio la promesa. Todos asistieron a los sermones. Todos, todos se confesaron. No bastaban los varios sacerdotes para confesar a tanta gente. Día y noche estaban confesando.
Y Don Bosco seguía predicando, mientras la gente pensaba y se preguntaba: "¿Y la lluvia, ¿sí vendrá?"
-Alejaos de vuestros pecados y la lluvia vendrá- respondía el santo.
Llegó el día de la Asunción de la Virgen. La comunión fue tan numerosa como nunca se había visto en aquel pueblo (años después todavía los sacerdotes comentaban que nunca más habían tenido que confesar ni repartir comunión a tanta gente como en aquella ocasión). Pero llegó el mediodía y ni rastro de lluvias. El sol brillaba más fuerte que nunca.
Don Bosco se levantó antes que los demás del almuerzo. Estaba preocupado. La gente había hecho todo lo que él les había aconsejado. ¿Y ahora, la lluvia? Apoyado en una ventana miraba hacia el horizonte y parecía interrogar al cielo. Pero la respuesta era negativa. El calor era sofocante.
Suenan las campanas para el último sermón.
Son las tres de la tarde. La gente suda a chorros. Don Bosco se dirige a la iglesia. El Marqués Fossati le dice: “-Don Bosco: esta vez si va a quedar muy mal con sus promesas. Nos prometió lluvias y mire como suda la gente con este solazo”.
Don Bosco manda al sacristán: “-asómese a la altura cercana y mire si hay esperanzas de lluvia-“.
El sacristán regresa: -Nada. Cielo despejadísimo. Sólo una nubecita muy pequeña en la lejanía.
-Bien, bien- responde el Santo, y sube a predicar. Mientras va al sitio de la predicación dice interiormente a la Santísima Virgen:
“Señora: no es mi buena fama lo que está en juego en este momento. Es tu buen nombre. Tú verás si me haces quedar mal. Esta pobre gente ha hecho todo lo posible por agradarte. Tú verás si los dejas partir desilusionados.
Empezó su sermón haciendo que todo el pueblo cantara el Himno de acción de gracias compuesto por la misma Santísima Virgen: “El Señor hizo en Mí maravillas, gloria al Señor”!
Un gentío inmenso le escucha, con los ojos fijos en él.
Todos rezan: “Acordaos oh Madre Santa -que jamás se oyó decir- que alguno haya implorado- sin tu auxilio recibir…“ y empieza a hablar de las maravillas del poder de la Madre de Dios.
Han pasado cinco minutos de sermón. El sol empieza a oscurecerse. Un retumbar inmenso se oye en el firmamento: un trueno poderoso, otro y otro. En el tejado de la Iglesia se escuchan caer gruesas goteras. Un murmullo de alegría recorre todo el templo. Don Bosco se calla por un momento. Un gran aguacero se siente caer. Los ventanales de la Iglesia retumban ante las ondas de viento cargadas de refrescante lluvia.
Don Bosco sigue su sermón: un “Gracias” a la Madre de Cielo. Está emocionado. Tiene que secar con el pañuelo las lágrimas de gratitud que brotan de sus ojos. Y muchos de aquellos rudos campesinos, sienten aflojar también ante sus ojos calurosos lágrimas de acción de gracias.
El santo agradecido termina recordando a todos la famosa frase que más tarde hará grabar sobre las campanas de la Iglesia de María Auxiliadora:
“CUANDO MARÍA RUEGA
TODO SE OBTIENE. NADA SE NIEGA”
Ayuda inesperada
Don Bosco no tuvo una vida fácil. A los dos años quedó huérfano de padre. Pero se constituyó en padre de numerosos huérfanos. Y millares de jóvenes de toda raza y nación, lo aclaman como “Padre y maestro de la juventud”. Su vida transcurrió en la pobreza, pero dedicó sus mejores energías a la juventud indigente y necesitada. El mismo refiere algunas de las persecuciones que sufrió.
“Era una noche lluviosa y volvía yo de la ciudad, cuando observo en un lugar desierto a dos hombres que marchan delante de mí, acelerando o disminuyendo el paso, conforme andaba yo. Quise cambiar de vereda, pero no me dieron lugar, echáronse atrás y en el mayor silencio me arrojaron un manto a la cara. Uno me ciñó la boca con un pañuelo, para que no gritase. En ese momento apareció un perro enorme y, gruñendo como un oso, plantó las zarpas en el rostro de uno y el hocico en el del otro, obligados así a atender al perro antes que a mí. —¡Llame a su perro!, me gritaron aterrados. —Sí, lo llamaré, pero déjenme libre.
—¡Pronto, llámelo! El perro seguía rugiendo como lobo rabioso. Los asaltantes huyeron y el perro se me puso al lado y me acompañó hasta el hospital Cottolengo, a donde me dirigía”.
Dios lo protegió repetidas veces en forma prodigiosa. Don Bosco, el santo turinés, leía las conciencias, revelaba el fin de la vida de sus alumnos. Anunciaba, a través de revelaciones nocturnas, el futuro de la Iglesia y de la Congregación Salesiana. Por la intercesión del santo, personas atacadas de diversas enfermedades se curaron milagrosamente. Y hubo hasta multiplicación de panecillos, hostias y avellanas. Todos estos dones y su vida entera los consagró a sus queridos jóvenes.
Padre Natalio
“Imponte una pequeña privación,
y el pan que te sobra dalo a un necesitado,
porque detrás de la mano del pobre
está la mano invisible del Señor,
que acepta la limosna como si a Él mismo se hiciera”
San Juan Bosco
PROFECIAS DE SAN JUAN BOSCO
«La Iglesia deberá pasar tiempos críticos y sufrir grandes daños, pero al final el Cielo mismo intervendrá para salvarla.»
Las dos columnas
El 30 de Mayo de 1862, Don Bosco cuenta un sueño profético a sus alumnos, que había tenido unos días antes: "Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder. Los enemigos de la Iglesia intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto: devoción a María, frecuencia de Sacramentos, comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros, y para hacerlos practicar a los demás, siempre y en todo momento".
El 30 de mayo de 1862, por la noche, Don Bosco, sacerdote turinés fundador de la gran familia salesiana, les contó a sus jóvenes un relato, como ya les había prometido: «Os quiero contar un sueño... Es cierto que el que sueña no razona; con todo, yo, que os contaría a vosotros hasta mis pecados, si no temiese que salieseis huyendo asustados o que se cayese la casa, os lo voy a contar para vuestro bien espiritual. Este sueño lo tuve hace algunos días.»
«Figuraos que estáis conmigo sobre un escollo aislado, en el mar, desde el cual no ya no divisáis más tierra que la que tenéis debajo de los pies. En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro, a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello con lo que choca.»
«Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros. Y se dirigen contra otra embarcación majestuosa, mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, o incendiarla; o por lo menos hacerle el mayor daño posible.»
«A esta majestuosa nave provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que reciben órdenes de ella, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos. En medio de la inmensidad del mar se levantan sobre las olas dos gruesas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra: Una coronada por la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con la inscripción: Auxilium Christianorum. Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium.»
«El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir. Todos los pilotos suben a la nave capitana y se congregan alrededor del Papa. Celebran consejo, pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas. Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso, pero la borrasca se torna nuevamente espantosa.»
«El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas. Las naves enemigas se disponen a asaltar la majestuosa nave, haciendo lo posible por detener su marcha, y por hundirla. Unas con escritos, otras con libros, o con materiales incendiarios, que intentan arrojar a bordo; otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se torna cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra la majestuosa nave violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino.»
«Y aunque por los muchos ataques, muestra en sus flancos largas y profundas hendiduras (heridas), apenas producido el daño, sopla un viento suave desde las dos columnas, y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen. Los cañones de los asaltantes disparan, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones. Muchas naves se parten y se hunden en el mar.»
«Entonces los enemigos, encendidos de furor, comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate. ... El Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan. El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible. Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente, de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor.»
Los enemigos comienzan a desanimarse. El nuevo Pontífice, superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia. Con otra cadena, que pende de la popa, la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.
Entonces se produce una gran confusión. Todas las naves que habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen. Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas. Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos.»
«Al desaparecer en los abismos del mar las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas, y allí permanecen tranquilas y seguras en compañía de la nave capitana ocupada por el papa. En el mar reina una calma absoluta.»
«Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros. Y se dirigen contra otra embarcación majestuosa, mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, o incendiarla; o por lo menos hacerle el mayor daño posible.»
«A esta majestuosa nave provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que reciben órdenes de ella, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos. En medio de la inmensidad del mar se levantan sobre las olas dos gruesas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra: Una coronada por la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con la inscripción: Auxilium Christianorum. Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium.»
«El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir. Todos los pilotos suben a la nave capitana y se congregan alrededor del Papa. Celebran consejo, pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas. Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso, pero la borrasca se torna nuevamente espantosa.»
«El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas. Las naves enemigas se disponen a asaltar la majestuosa nave, haciendo lo posible por detener su marcha, y por hundirla. Unas con escritos, otras con libros, o con materiales incendiarios, que intentan arrojar a bordo; otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se torna cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra la majestuosa nave violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino.»
«Y aunque por los muchos ataques, muestra en sus flancos largas y profundas hendiduras (heridas), apenas producido el daño, sopla un viento suave desde las dos columnas, y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen. Los cañones de los asaltantes disparan, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones. Muchas naves se parten y se hunden en el mar.»
«Entonces los enemigos, encendidos de furor, comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate. ... El Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan. El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible. Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente, de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor.»
Los enemigos comienzan a desanimarse. El nuevo Pontífice, superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia. Con otra cadena, que pende de la popa, la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.
Entonces se produce una gran confusión. Todas las naves que habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen. Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas. Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos.»
«Al desaparecer en los abismos del mar las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas, y allí permanecen tranquilas y seguras en compañía de la nave capitana ocupada por el papa. En el mar reina una calma absoluta.»
Al llegar a este punto del relato, Don Bosco preguntó a Don Rua: — ¿Qué piensas de esta narración?
Don Rua contestó: "Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza; las otras naves representan a los hombres, y el mar representa al mundo. Los que defienden a la embarcación del pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros son sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla. Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima, y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía."
Don Rua no hizo referencia al Papa caído y muerto, y Don Bosco nada dijo tampoco. Don Bosco añadió solamente: «Has dicho bien. Las naves de los enemigos son las persecuciones: "Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder. Los enemigos de la Iglesia intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto: Devoción a María, frecuencia de Sacramentos, comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros, y para hacerlos practicar a los demás, siempre y en todo momento. ¡Buenas noches!"»
Las conjeturas que hicieron los jóvenes fueron muchísimas, especialmente en lo referente al Papa. Consideraron este sueño como una visión profética. Pero Don Bosco no añadió nada más. Cuarenta y ocho años después -en 1907, el alumno canónigo Juan María Bourlot, recordaba perfectamente las palabras de Don Bosco.
La fórmula segura para ganarse la lotería
En el siglo pasado vivió uno de los hombres mas famosos por sus milagros y sus profecías: San Juan Bosco. Su fama se esparcía por todos lados. A unos les anunciaba cuantos años iban a vivir, a otros les decía lo que iban a ser en el futuro, y a muchos les leía los pecados ante que se los dijeran en el confesionario. En total hizo más de ochocientos milagros.
Un hombre pobre oyó hablar de las maravillas que hacía este humilde sacerdote y corrió en su busca para preguntarle algo muy importante: La fórmula para sacarse la lotería. Quería que el santo le dijera qué números debía escoger al comprar el billete.
San Juan Bosco meditó un rato y luego le contestó con plena seguridad: "los números mágicos para que Ud. Se saque la lotería son estos: 10 -7- 14. Puede conseguirlos en cualquier orden y se la sacará".
El hombre se llenó de alegría y ya se despedía para salir corriendo a comprar el billete, cuando el santo, tomándolo del brazo le dijo sonriente: "un momento, que todavía no le he explicado bien los números ni le he dicho de qué clase de lotería se trata. Mire: estos números significan lo siguiente: "10" significa que usted debe cumplir los Diez Mandamientos; "7" significa que usted debe recibir con frecuencia los sacramentos; "14" significa que usted debe practicar las 14 obras de misericordia, tanto las corporales como las espirituales. Si usted cumple estas tres condiciones: observar los mandamientos, recibir bien los sacramentos y practicar las obras de misericordia, se va a sacar la más estupenda de todas las loterías: la gloria eterna del cielo".
El hombre comprendió y en vez de irse a buscar al lotero, fue al asilo a llevar una limosna.
Invierte todo tu corazón en esos números y serás verdaderamente feliz aquí en la tierra y en el cielo.
SECRETOS PARA OBTENER TRIUNFOS: REVELADOS POR LA VIRGEN EN EL SUEÑO DEL ROSAL
Cuenta Don Bosco: “Un día del año 1847 se me apareció la Reina del Cielo y me condujo a un jardín encantador; era un inmenso rosal. Para no dañar las rosas me quité los zapatos, y empecé a andar. Pero las rosas tenían terribles espinas que me destrozaban los pies. Viendo que no podría continuar así, Nuestra Señora me aconsejó que me volviera a poner el calzado. Así lo hice. Muchas personas me seguían, pero apenas empezaban a sentir las fuertes punzadas de las rosas, se devolvían. Había rosas a la derecha, a la izquierda, en el suelo, y sobre la cabeza de los que caminábamos. Pero todas con espinas muy agudas y algunas nos daban punzadas tan terribles que producían espasmos.
La gente desde la orilla del rosal decía: “Mire qué sabroso viaja Don Bosco: caminando sobre rosas y todo es fácil para él”, pero no sabían qué tan dolorosos pinchazos estaba yo sintiendo en los pies, en la cabeza, en los brazos y en las espaldas.
Muchos religiosos que me habían seguido, al sentir tantos dolores exclamaban: “Nos engañaron, esto es muy duro”. Y yo les contestaba: “el que sólo desea gozar, sin sufrir, que se devuelva. Pero los que desean triunfos a costa del propio sufrimiento, que me sigan”. Muchos abandonaron la vía y se devolvieron.
Algunos me seguían todavía. De vez en cuando alguien se desanimaba y se devolvía, pero unos cuantos valientes seguían por el camino de rosas aguantando las dolorosas heridas.
Al final nos encontramos en un precioso jardín. Todos íbamos heridos, sudorosos y sangrantes. Pero luego sopló un suave viento y quedamos curados.
Vi que los que me acompañaban pertenecían a muchas naciones y muchas razas.
Luego llegamos a un edificio de una hermosura inenarrable. Allí nos esperaba la Virgen María, la cual nos dio esta explicación:
El rosal es el camino que debe seguir quien se dedica a educar la juventud. Las espinas son los muchos sufrimientos que hay que soportar para poder educar bien: Las rosas significan que para ser buen educador hay que tener mucha caridad. El ponerse el calzado para atravesar el rosal significa que hay que usar el “calzado de la mortificación”.
Mortificar las simpatías y las antipatías. Porque quien se deja llevar de las simpatías o antipatías paraliza su apostolado y no logra conseguir los debidos frutos para la vida eterna”.
“Hay que recordar a todos que después de un poco de tiempo de sufrimientos educando a la juventud, se llegará a la Casa del Padre en el Cielo, donde cada uno recibirá su premio, según hayan sido sus obras”.
“Con mucha caridad y mucha mortificación se llegará al cielo, en donde ya no habrá sino rosas, sin espinas”.
“Apenas la Santísima Virgen terminó de hablar, me desperté”. MB 3,32.
ESTE SUEÑO LO TUVO DON BOSCO EN UNA ÉPOCA MUY DURA PARA ÉL:
Ya llevaba seis años tratando de conseguir colaboradores para educar a sus jóvenes, pero todos se le iban: sacerdotes, seminaristas, profesores: todos se cansaban: la vida del Oratorio de Don Bosco era muy dura: la comida mala.
El trabajó mucho. La pobreza grande, y los jovencitos, por ser de las clases más abandonadas, eran toscos y groseros (sobretodo al principio). Pero desde que la Virgen le hizo las revelaciones de este Sueño, ya Don Bosco aprendió el REMEDIO PARA OBTENER TRIUNFOS: recordar sin cesar a sus colaboradores el gran premio que les esperaba en el cielo. “Un pedacito de cielo lo arregla todo” le había dicho San Benito Cotolengo.
Y a base de hacer presente el futuro maravilloso que les esperaba en la eternidad, se fue consiguiendo colaboradores fijos, que a pesar de tantas espinas de la vida, perseveraron en su compañía y llegaron a formar la poderosa Comunidad Salesiana, que tantos jóvenes educa en el mundo.
Las espinas no han dejado de atormentar, pero la esperanza en el Reino Eterno del Cielo tampoco ha perdido su fuerza maravillosa de animación.
Película de Don Bosco completa en español: clic aquí.
La fórmula segura para ganarse la lotería
De San Juan Bosco
Un hombre pobre oyó hablar de las maravillas que hacía este humilde sacerdote y corrió en su busca para preguntarle algo muy importante: La fórmula para sacarse la lotería. Quería que el santo le dijera qué números debía escoger al comprar el billete.
San Juan Bosco meditó un rato y luego le contestó con plena seguridad: "los números mágicos para que Ud. Se saque la lotería son estos: 10 -7- 14. Puede conseguirlos en cualquier orden y se la sacará".
El hombre se llenó de alegría y ya se despedía para salir corriendo a comprar el billete, cuando el santo, tomándolo del brazo le dijo sonriente: "un momento, que todavía no le he explicado bien los números ni le he dicho de qué clase de lotería se trata. Mire: estos números significan lo siguiente: "10" significa que usted debe cumplir los Diez Mandamientos; "7" significa que usted debe recibir con frecuencia los sacramentos; "14" significa que usted debe practicar las 14 obras de misericordia, tanto las corporales como las espirituales. Si usted cumple estas tres condiciones: observar los mandamientos, recibir bien los sacramentos y practicar las obras de misericordia, se va a sacar la más estupenda de todas las loterías: la gloria eterna del cielo".
El hombre comprendió y en vez de irse a buscar al lotero, fue al asilo a llevar una limosna.
Invierte todo tu corazón en esos números y serás verdaderamente feliz aquí en la tierra y en el cielo.
SECRETOS PARA OBTENER TRIUNFOS: REVELADOS POR LA VIRGEN EN EL SUEÑO DEL ROSAL
Cuenta Don Bosco: “Un día del año 1847 se me apareció la Reina del Cielo y me condujo a un jardín encantador; era un inmenso rosal. Para no dañar las rosas me quité los zapatos, y empecé a andar. Pero las rosas tenían terribles espinas que me destrozaban los pies. Viendo que no podría continuar así, Nuestra Señora me aconsejó que me volviera a poner el calzado. Así lo hice. Muchas personas me seguían, pero apenas empezaban a sentir las fuertes punzadas de las rosas, se devolvían. Había rosas a la derecha, a la izquierda, en el suelo, y sobre la cabeza de los que caminábamos. Pero todas con espinas muy agudas y algunas nos daban punzadas tan terribles que producían espasmos.
La gente desde la orilla del rosal decía: “Mire qué sabroso viaja Don Bosco: caminando sobre rosas y todo es fácil para él”, pero no sabían qué tan dolorosos pinchazos estaba yo sintiendo en los pies, en la cabeza, en los brazos y en las espaldas.
Muchos religiosos que me habían seguido, al sentir tantos dolores exclamaban: “Nos engañaron, esto es muy duro”. Y yo les contestaba: “el que sólo desea gozar, sin sufrir, que se devuelva. Pero los que desean triunfos a costa del propio sufrimiento, que me sigan”. Muchos abandonaron la vía y se devolvieron.
Algunos me seguían todavía. De vez en cuando alguien se desanimaba y se devolvía, pero unos cuantos valientes seguían por el camino de rosas aguantando las dolorosas heridas.
Al final nos encontramos en un precioso jardín. Todos íbamos heridos, sudorosos y sangrantes. Pero luego sopló un suave viento y quedamos curados.
Vi que los que me acompañaban pertenecían a muchas naciones y muchas razas.
Luego llegamos a un edificio de una hermosura inenarrable. Allí nos esperaba la Virgen María, la cual nos dio esta explicación:
El rosal es el camino que debe seguir quien se dedica a educar la juventud. Las espinas son los muchos sufrimientos que hay que soportar para poder educar bien: Las rosas significan que para ser buen educador hay que tener mucha caridad. El ponerse el calzado para atravesar el rosal significa que hay que usar el “calzado de la mortificación”.
Mortificar las simpatías y las antipatías. Porque quien se deja llevar de las simpatías o antipatías paraliza su apostolado y no logra conseguir los debidos frutos para la vida eterna”.
“Hay que recordar a todos que después de un poco de tiempo de sufrimientos educando a la juventud, se llegará a la Casa del Padre en el Cielo, donde cada uno recibirá su premio, según hayan sido sus obras”.
“Con mucha caridad y mucha mortificación se llegará al cielo, en donde ya no habrá sino rosas, sin espinas”.
“Apenas la Santísima Virgen terminó de hablar, me desperté”. MB 3,32.
ESTE SUEÑO LO TUVO DON BOSCO EN UNA ÉPOCA MUY DURA PARA ÉL:
Ya llevaba seis años tratando de conseguir colaboradores para educar a sus jóvenes, pero todos se le iban: sacerdotes, seminaristas, profesores: todos se cansaban: la vida del Oratorio de Don Bosco era muy dura: la comida mala.
El trabajó mucho. La pobreza grande, y los jovencitos, por ser de las clases más abandonadas, eran toscos y groseros (sobretodo al principio). Pero desde que la Virgen le hizo las revelaciones de este Sueño, ya Don Bosco aprendió el REMEDIO PARA OBTENER TRIUNFOS: recordar sin cesar a sus colaboradores el gran premio que les esperaba en el cielo. “Un pedacito de cielo lo arregla todo” le había dicho San Benito Cotolengo.
Y a base de hacer presente el futuro maravilloso que les esperaba en la eternidad, se fue consiguiendo colaboradores fijos, que a pesar de tantas espinas de la vida, perseveraron en su compañía y llegaron a formar la poderosa Comunidad Salesiana, que tantos jóvenes educa en el mundo.
Las espinas no han dejado de atormentar, pero la esperanza en el Reino Eterno del Cielo tampoco ha perdido su fuerza maravillosa de animación.
Película de Don Bosco completa en español: clic aquí.
María Auxilum Chistianorum Ora Pro Nobis