sábado, 22 de octubre de 2016
Dominus Flevit
Monte de los Olivos - Jerusalén
DOMINUS FLEVIT
(El Señor lloró)
Reproche de Jesús a Jerusalén: Lucas 13, 34-35
23:37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!
23:38 Por eso, a ustedes la casa les quedará desierta.
23:39 Les aseguro que ya no me verán más, hasta que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"
Pocos santuarios han respetado y ha interpretado con tanto esmero la escenificación religiosa del hecho evangélico y la fidelidad al sentimiento de Cristo a su ciudad del alma. Se puede percibir, a poco que nos asista un mínimo de concentración piadosa y sana evocación, la presencia herida de Cristo, al centro mismo de ambos Testamentos, vaticinando, desde un inevitable desgarramiento interior, la ruina de la ciudad ingrata. Desde su privilegiada visión, contempla ya por adelantado el derrocamiento del magnífico templo, signo caduco ya entonces de una fe mesiánica traicionada, desvanecida en su propia oscuridad, que hasta se siente incapaz de adivinar comprobar y palpar la presencia manifiesta de Dios en el mismo Cristo esperado, la ue van a matar. Desde la anticipación, el momento no puede antojársele a Jesús más crucial ni más dramático.
Jesús ama como nadie al pueblo elegido, su pueblo de siempre en los designios del Padre, el pueblo que gozó el supremo privilegio de recibir de Dios , por escrito, la expresión minuciosa de su voluntad. El mismo que había consagrado para él la eminencia de un monte, señalándolo con la magnificiencia y la singularidad de un templo único, cuyo esplendor sobrecogía a propios y extraños: justificado orgullo de Jerusalén, en torno al cual venían los fieles disputándose su proximidad apretada y respetuosamente Sólo que entre la ciudad, atascada en su pasado y enajenada de un futuro espléndido, que pudo y no supo alcanzar el Reino de Dios, Jesús, que es su Hijo, no tiene opción: ha de prevalecer el Reino. Y llora, Jerusalén al frente.
Fuente: libro "Peregrinación a Tierra Santa" -pág. 197-, Padres Franciscanos. Autores: Carlos Sáez, Teodoro López y Ángel Martín.
Alguien que escucha podría decir: el significado de estas palabras es evidente. Ellas se han cumplido en lo referente a Jerusalén: el ejército romano la asedió y saqueó hasta llegar a destruirla y llegará un tiempo en que no quedará de ella piedra sobre piedra. Yo no niego absolutamente que aquella Jerusalén haya sido destruida como consecuencia de los delitos de sus habitantes; pero me pregunto si estas lágrimas no se refieran también a nuestra Jerusalén; somos nosotros evidentemente la Jerusalén sobre la cual Jesús lloró, nosotros que creemos tener el alto conocimiento de los misterios.
(Orígenes, Homilía 38, 3 sobre Lucas)
Fuente: es.custodia.org
Lamentación de Jesús sobre Jerusalén: Lucas 19, 41-44
19:41 Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella,
19:42 diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
19:43 Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.
19:44 Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".
Alguien que escucha podría decir: el significado de estas palabras es evidente. Ellas se han cumplido en lo referente a Jerusalén: el ejército romano la asedió y saqueó hasta llegar a destruirla y llegará un tiempo en que no quedará de ella piedra sobre piedra. Yo no niego absolutamente que aquella Jerusalén haya sido destruida como consecuencia de los delitos de sus habitantes; pero me pregunto si estas lágrimas no se refieran también a nuestra Jerusalén; somos nosotros evidentemente la Jerusalén sobre la cual Jesús lloró, nosotros que creemos tener el alto conocimiento de los misterios.
(Orígenes, Homilía 38, 3 sobre Lucas)
Oración
Guía: Dios, rico en misericordia, no cesa de visitar a su pueblo e invitarlo a la conversión. Invoquémoslo por nosotros, por la Iglesia, por esta ciudad y por el mundo entero.
Todos: Escúchanos, Señor.
1. Por la Iglesia santa y siempre necesitada de purificación, para que el llanto de Jesús suscite en todos nosotros propósitos y obras de verdadera conversión. Oremos.
2. Por los pueblos oprimidos por la guerra y por las injusticias sociales para que sean socorridos por la solidaridad internacional y para que en medio de ellos surjan profetas de paz y reconciliación. Oremos.
3. Por los habitantes de Jerusalén para que sepan comprender la vocación de esta ciudad en la historia de la salvación. Oremos.
4. Por nosotros y por todos los peregrinos de Tierra Santa para que, iluminados por el Espíritu, sepamos recoger el mensaje del Señor en nuestras propias vidas y en los acontecimiento de la Iglesia y del mundo. Oremos.
5. Por cuantos han llegado al final de su peregrinación en este mundo y por todos los difuntos de este Valle de Josafat para que sean partícipes de la gloria de la Jerusalén celestial. Oremos.
Guía: Dios, grande y misericordioso que en el llanto de tu Hijo dilecto sobre Jerusalén nos revelas las ternuras de tu amor, conviértenos definitivamente a ti y muéstranos lo que conviene a nuestra paz. Por Cristo nuestro Señor. Todos: Amen.
Fuente: es.custodia.org