jueves, 30 de noviembre de 2017
miércoles, 29 de noviembre de 2017
29 de noviembre: Stella Maris (Estrella del Mar): Patrona de los Navegantes -Entrada dedicada a los 44 tripulantes del ARA "San Juan"
Por los 44 Tripulantes del ARA "San Juan"
Nuestra Señora STELLA MARIS (Estrella del Mar) PATRONA de la Armada y Prefectura Naval Argentina.
STELLA MARIS PATRONA DE LA ARMADA ARGENTINA
Las primeras imágenes de Nuestra Señora “Stella Maris” debieron llegar al Río de la Plata con los descubridores. No transcurriría mucho tiempo sin que en cada puerto civil o militar hubiese una, a la que acudían los que iban a embarcarse.
Pero más allá de la devoción a Ella, no comenzaría a difundirse sino mucho después, al iniciarse la actividad pesquera en la costa atlántica.
Stella Maris (Estrella del Mar)
Como no podía ser menos, teniendo por jefes al Almirante Brown, que jamás descuidaba el rezo del Rosario, y a Juan Bautista Azopardo, que solía orar ante una imagen de María que trajera desde Cádiz. El culto se extendió a los hombres que compusieron las dotaciones de las primeras naves de guerra argentinas, en la lucha por la independencia.
Stella Maris (Estrella del Mar)
POR DECRETO OFICIAL FIRMADO POR EL PRESIDENTE AGUSTÍN P. JUSTO, FECHADO EN BUENOS AIRES EL 18 DE AGOSTO DE 1937, LA VIRGEN MARÍA, BAJO LA ADVOCACIÓN DE “STELLA MARIS” (ESTRELLA DEL MAR), HA SIDO DECLARADA PATRONA DE LA ARMADA ARGENTINA.
En el primer considerando de dicho decreto se expresa que
“La advocación de Nuestra Señora “Stella Maris” tiene singular significado para los hombres de mar, y que su culto es particular y profundamente grato al personal de nuestra Marina de Guerra”.
Si bien su festividad se celebra en la Armada Argentina el 18 de agosto, para los marinos, cada día es bueno para encomendarse a Ella y agradecerle tantas gracias recibidas.
Stella Maris bajo el agua
POESÍA DE LOPE DE VEGA (1562-1635)
Salve, del mar Estrella,
Salve, Madre sagrada
De Dios y siempre Virgen,
Tomando de Gabriel
El Ave, Virgen alma,
Mudando el nombre de Eva,
Paces divinas trata.
La vista restituye,
Las cadenas desata,
Todos los males quita,
Todos los bienes causa.
Muéstrate Madre, y llegue
Por Ti nuestra esperanza
A quien, por darnos vida,
Nació de tus entrañas.
Entre todas piadosa,
Virgen, en nuestras almas,
Libres de culpa, infunde
Virtud humilde y casta.
Vida nos presta pura,
Camino firme allana;
Que quien a Jesús llega,
Eterno gozo alcanza.
Al Padre, al Hijo, al Santo
Espíritu alabanzas;
Una a los tres le demos,
Y siempre eternas gracias.
Presente siempre en los navegantes cristianos y en los marinos de antaño, la Estrella del Mar y su representación como Stella Maris surgió de estos mismos corazones. Fue así que en 1908 se colocó la piedra fundamental de la capilla en Mar del Plata.
La imagen de Stella Maris se encuentra entronizada en todas las embarcaciones y destinos en tierra de la Armada Argentina, además de la Prefectura y de la Marina Mercante.
Así como los antiguos navegantes miraban el curso de las estrellas para guiarse a buen puerto en medio del mar, también los hombres y mujeres de la Armada viven y trabajan confiando su protección espiritual a la “Estrella del Mar” que los orienta.
Prefectura naval Argentina - Stella Maris (Estrella del Mar)
Nuestra Señora del Carmen (Stella Maris)
ruega por los cuarenta y cuatro tripulantes
del submarino ARA "SanJuan",
para que sean encontrados
sanos y salvos,
según la Voluntad de Dios.
"Porque no hay nada imposible para Dios"
domingo, 26 de noviembre de 2017
Cristo Rey del Universo
26 DE NOVIEMBRE
SOLEMNIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO
Venga a nosotros tu reino
Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, sobre la oración
Cap 25
Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí, sino que el reino de Dios está dentro de nosotros, pues la palabra está cerca de nosotros, en los labios y en el corazón, sin duda, cuando pedimos que venga el reino de Dios, lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando. Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella, junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a él y haremos morada en él.
Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue a Dios Padre su reino, y así Dios lo será todo para todos. Por esto, rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino.
Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la luz con las tinieblas, ni la justicia con la maldad, ni pueden estar de acuerdo Cristo y el diablo, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.
Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos todo lo terreno que hay en nosotros y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.
Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros, y el último enemigo, la muerte, puede ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en nosotros:
"¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?"
Ya desde ahora este nuestro ser, corruptible, debe vestirse de santidad y de incorrupción, y este nuestro ser, mortal, debe revestirse de la inmortalidad del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así, reinando Dios en nosotros, comencemos a disfrutar de los bienes de la regeneración y de la resurrección.