viernes, 20 de abril de 2018
jueves, 19 de abril de 2018
El corazón del Padre Pío en la Argentina
Todo listo para recibir el corazón del Padre Pío en la Argentina
Buenos Aires (AICA): El corazón de San Pío de Pietrelcina recorrerá la Argentina del 19 al 25 de abril. Se prevé que miles de fieles y devotos se acercarán a venerar la reliquia santo, en el marco del 50º aniversario de la muerte del santo y del centenario de la aparición de los estigmas de la Pasión de Jesucristo en su cuerpo.
Devotos y fieles se preparan para recibir el corazón de San Pío de Pietrelcina que llegará a la Argentina desde san Giovanni Rotondo, Italia, el jueves 19 de abril.
La reliquia, que será expuesta a la veneración hasta el 25 de abril, recorrerá diferentes lugares, en el marco del 50º aniversario de la muerte del santo y del centenario de la aparición de los estigmas de la Pasión de Jesucristo en su cuerpo.
A continuación el cronograma:
Desde su llegada y hasta el 20 de abril, la reliquia permanecerá en la catedral metropolitana de la Santísima Trinidad, en Buenos Aires. El jueves 19 será recibida con una misa a las 12.30. A las 16 se rezará el rosario con meditaciones del Padre Pío y, luego, a las 17.30, misa por los enfermos. El viernes 20 se celebrarán misan a las 7.45, 8.30, 12.30 y 17.30, con rosario meditado a las 16.
El sábado 21 será expuesta en la basílica y santuario nacional Nuestra Señora de Luján. Será recibido con la celebración de la misa a las 10. Se podrá venerar en el altar del Sagrado Corazón. Se celebrarán misas a las 11, a las 15 y a las 17, de despedida. Al mediodía habrá bautismos y, a las 16, el rosario meditado.
El domingo 22 de abril, el corazón del Padre Pío llegará al santuario Nuestra Señora del Rosario de Pompeya (avenida Sáenz y Esquiú). Se celebrarán misas a las 10, 11.30, 17.30. El rosario con meditaciones del Padre Pio se rezará a las 16.30.
El lunes 23 estará expuesto en la basílica Nuestra Señora de la Piedad (Bartolomé Mitre 1524). Será recibido a las 9 con una misa. A las 10, se realizará una “plática para niños”, a cargo de la Animación Argentina de los grupos de oración del Padre Pío. Luego, se celebrarán misas a las 12 y las 19, y se rezará el rosario, a las 18.
El martes 24 de abril la reliquia visitará la capilla Divino Niño del hospital de Pediatría “Profesor Doctor Juan Pedro Garrahan”, en la ciudad de Buenos Aires. Habrá misas a las 10, 12 y 17 y una “plática para niños” a las 11, a cargo de la Animación nacional, y una “plática para las familias”, a las 16, a cargo de Fray Carlos María Laborde OFMCap.
Finalmente, el miércoles 25, último día de su estadía en el país, volverá a la catedral de Buenos Aires, donde se celebrarán misas a las 7.45, 8.30, 12.30 y 17.30, y se rezará el rosario meditado a las 16.
Sobre la reliquia que visitará la Argentina
La reliquia del corazón del Santo, una parte del miocardio venerado por separado desde la visita papal de Benedicto XVI a San Giovanni Rotondo, tiene un significado especial porque recuerda el fenómeno místico de transverberación, experimentado por San Pío en 1918.
El religioso sintió que su corazón fue traspasado por un dardo encendido que dejó una "herida de amor", que fue el preludio de los estigmas.
"Estaba yo confesando a nuestros muchachos en la tarde del día cinco, cuando, de repente, me sentí dominado por un extremo terror a la vista de un personaje celeste que se me presentaba ante la vista de la inteligencia", relató el Santo en su epistolario. "Tenía en su mano una especie de arnés, instrumento semejante a una larga lámina de hierro, con una punta muy afilada y que parecía que de esta punta saliese fuego. Ver todo esto y observar cómo dicho personaje lanzaba dicho arnés con gran violencia sobre el alma, fue todo una misma cosa. Lancé un muy apurado lamento; me sentí morir. Dije al niño que en aquellos momentos estaba confesando, que se retirase porque me sentía mal y no podía seguir las confesiones".
San Pío de Pietrelcina, recordado devotamente como "Padre Pío", nació en Pietrelcina, Italia, el 25 de mayo de 1887. Vivió una vida religiosa discreta como capuchino, pero las manifestaciones sobrenaturales de diversos dones atrajeron numerosos fieles a quienes servía sobre todo en el Sacramento de la penitencia. Sufrió graves incomprensiones y acusaciones, pero finalmente la Iglesia reconoció la veracidad de sus dones. Su fiesta se celebra el 23 de septiembre.
La reliquia será traída por el padre guardián de san Giovanni Rotondo, Fray Carlos María Laborde OFMCap.
Los grupos del Padre Pío
Estos grupos están en la Argentina desde hace 20 años. Se reúnen al menos una vez al mes para orar ante el Santísimo Sacramento por la Iglesia, el Santo Padre, los sacerdotes, las vocaciones, los enfermos y dolientes, por la Argentina y las intenciones de quienes se encomiendan por diversas vías.
Informes, pedidos de oración y orientación para la formación de nuevos grupos a santopadrepio23@gmail.com o a través de la página de Facebook “Reliquias Padre Pio”. Página de internet: www.san-pio.org.+
Fuente: AICA
lunes, 16 de abril de 2018
Santa Bernardita Soubirous
Festividad: 16 de abril
18 de febrero (Culto local)
Santa Bernardita Soubirous
(1879)
Santa Bernardette nació en Lourdes (Francia) en 1844. Hija de padres supremamente pobres. En el bautismo le pusieron por nombre María Bernarda (nombre que ella empleará después cuando sea religiosa) pero todos la llamaban Bernardita.
Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital. La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba. En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los diez años la enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración.
Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas palabras de Jesús: "Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda (con sufrimientos) para que produzca más frutos" (Jn. 15).
En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo: "Dios escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del mundo". Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir ni había hecho la Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira. Un día ve unas ovejas con una mancha verde sobre la lana y pregunta al papá: ¿Por qué tienen esa mancha verde? El papá queriendo chancearse, le responde: "Es que se indigestaron por comer demasiado pasto". La muchachita se pone a llorar y exclama: "Pobres ovejas, se van a reventar". Y entonces el señor Soubirous le dice que era una mentirilla. Una compañera le dice: "Es necesario ser muy tonta para creer que eso que le dijo su padre era verdad". Y Bernardita le responde: ¡Es que como yo jamás he dicho una mentira, me imaginé que los demás tampoco las decían nunca!
Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año, la Sma. Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Las apariciones las podemos leer en detalle en el día 11 de febrero. Nuestra Señora le dijo: "No te voy a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra". Y así sucedió . La vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades, penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo.
Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada. Nuestra Señora le había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a nadie. Se conservó siempre muy pobre y apartada de toda exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos tenían un brillo que admiraba a todos.
Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que ella había visto. Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se estremecía y a veces se echaba a llorar. "Vaya ", le decía la señora, ¡tenga valor! Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara ningún sacrificio.
Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el sr. alcalde le dijo: ¿Es que la confundieron con una ternera? Y la niña le respondió: ¿Señor alcalde, a usted si le sirven lechugas en el almuerzo? "Claro que sí" ¿Y es que lo confunden con un ternero? Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde pero no era tonta.
Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero al fin la admitieron. A los 4 meses de estar en la comunidad estuvo a punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos, pero enseguida curó.
En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad. Cuando le llegaban los más terribles ataques exclamaba: "Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Sma. Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores".
Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total y casi todo lo que ella hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco. Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había dado la Madre de Dios: "No te haré feliz en esta vida, pero sí en la otra".
Duró quince años de religiosa. Los primeros 6 años estuvo trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros 9 años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir.
Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a visitar la Gruta por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía: "Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una vez a la Sma. Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de volverla a ver. Tan bella es".
Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto en el cielo.
Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente. Bernardita, con mano temblorosa, escribe: "Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma". A vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre.
El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: "Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi ¡Que hermosa era!" Y después de unos momentos de silencio exclamó emocionada: "Ruega Señora por esta pobre pecadora", y apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Tenía apenas 35 años.
A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios en favor de los que le pedían su ayuda. Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío Once la declaró santa.
Cada año cinco millones de personas peregrinan a Lourdes, pero "sólo" medio millón lo hacen también -o, sencillamente, lo hacen- al convento de las Hermanas de la Caridad y la Instrucción Cristiana en Nevers, el el corazón geográfico de Francia.
Bernadette buscó en ese convento alejarse del protagonismo que indudablemente habría rodeado su vida en la aldea donde nació y donde, entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, vio dieciocho veces a Nuestra Señora. Aun siendo ya el siglo del ferrocarril, en el siglo XIX los setecientos kilómetros de distancia entre ambos enclaves eran lo bastante disuasorios para quien buscaba la soledad del amor de Dios. A pesar de lo cual miles de personas acudieron a visitarla en vida bajo su nueva condición de consagrada.
Bernardita llegó a Nevers en 1866 y nunca regresó a su tierra, muriendo el 16 de abril de 1879 a los 35 años de edad. La escritora católica Marcelle Auclair, al redactar la biografía de la Santa a partir de sus testimonios y escritos, compuso el que se conoce como su testamento espiritual (ver abajo). Lo es en la medida en que refleja su alma sencilla y las huellas del sufrimiento que en ella dejaron la miseria y el hambre, las afrentas e incomprensiones, no menores entre algunas compañeras de convento que las que había conocido cuando empezó a anunciar que la Santísima Virgen se le aparecía.
Santa Bernardette, ya como Hermana María Bernarda, sólo habló ante sus hermanas una vez de las apariciones, y la superiora no consintió que el tema volviera a salir en las conversaciones del claustro, con objeto de no distraer la vida conventual y, sobre todo, de permitir a la joven novicia continuar en paz su camino hacia el Señor. En 1867 profesó como religiosa, y pasó los años de su vocación en todo tipo de trabajos, en ocasiones los más duros, de limpieza y enfermería, minada por el asma y la tuberculosis.
La exhumación
Cuando se abrió el féretro en 1909, treinta años después de su muerte, los forenses lo encontraron incorrupto. Lo mismo sucedió en 1919 y en 1929. El rosario que anudaba sus manos se había podrido y oxidado, y el hábito aparecía deshecho, y sin embargo el hígado, uno de los órganos que primero se descomponen, estaba intacto al cabo de tres décadas de su muerte, e intactos aparecían también los dientes y las uñas. Incluso en su organismo se encontraron líquidos...
Así describieron los doctores David y Jordan lo que se encontraron en la primera exhumación:
"Se abrió el féretro. No percibimos ningún olor. El cuerpo estaba revestido por los hábitos de la Orden, bastante húmedos. Sólo el rostro, las manos y parte de los antebrazos estaban descubiertos. La cabeza estaba inclinada a la izquierda, el rostro era de un blanco pálido. La piel, pegada a los músculos, y los músculos pegados a los huesos. Los párpados, hundidos, cubrían los ojos. La nariz estaba apergaminada y afilada. La boca, ligeramente abierta, dejaba ver los dientes todavía juntos. Las manos, cruzadas sobre el pecho y perfectamente conservadas junto con las uñas, apretaban un rosario comido por el óxido. En los antebrazos se veía el relieve de las venas. También los pies, como las manos, habían conservado totalmente las uñas. Después de haberle quitado el hábito y el velo de la cabeza, se vio todo el cuerpo apergaminado, rígido y sonoro en todas sus partes. Se constató que el cabello, corto, estaba aún en el cráneo y unido al cuero cabelludo; que las orejas estaban en perfecto estado de conservación; que el lado izquierdo del cuerpo, desde la cadera, era más alto que el derecho. Las partes inferiores del cuerpo estaban un poco ennegrecidas. Esto parece deberse al carbono que se encontró en gran cantidad en el féretro".
En 1925 empezó a exponerse públicamente el cuerpo, primero en un jardín del convento y posteriormente en la capilla. Las manos y el rostro aparecen recubiertos por una fina capa de cera que se le aplicó ese año para paliar su decoloración. El aspecto de la santa impresiona por la dulzura del gesto y la cercanía de una imagen de María, compañía en la estancia ahora que su alma ya anda en coloquios cotidianos con la Señora, como aquellas dieciocho veces hace 157 años, que tan a poco le supieron.
Te doy gracias, Dios mío, por el fiscal y por el comisario, por los gendarmes y por las duras palabras del padre Peyramale...
No sabré cómo agradecerte, si no es en el paraíso, por los días en que viniste, María, y también por aquellos en los que no viniste. Por la bofetada recibida y por las burlas y ofensas sufridas, por aquellos que me tenían por loca, y por aquellos que veían en mí a una impostora; por aquel que trataba de hacer un negocio... te doy gracias, Madre.
Por la ortografía que jamás aprendí, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y por mi estupidez, te doy las gracias.
Te doy las gracias porque si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido, tú lo hubieses escogido.
Porque mi madre haya muerto lejos. Por el dolor que sentí cuando mi padre, en vez de abrazar a su pequeña Bernardita, me llamó "Hermana María Bernarda"... te doy las gracias.
Te doy las gracias por el corazón que me has dado, tan delicado y sensible, y que colmaste de amargura.
Porque la Madre Josefa anunciase que no sirvo para nada, te doy las gracias. Por el sarcasmo de la madre maestra, por su dura voz, por sus injusticias, por su ironía y por el pan de la humillación... te doy las gracias.
Gracias por haber sido como soy, por que la Madre Teresa pudiese decir de mí: "Jamás le cedáis lo suficiente".
Doy las gracias por haber sido una privilegiada en la indicación de mis defectos y que otras hermanas pudieran decir: ¡Qué suerte que no soy Bernardita!
Agradezco haber sido la Bernardita a la que amenazaron con llevar a la cárcel porque te vi a ti, Madre... Agradezco que fui una Bernardita tan pobre y tan miserable que, cuando me veían, la gente decía: "¿Esa cosa es ella?". La Bernardita que la gente miraba como si fuese el animal más exótico.
Por el cuerpo que me diste, digno de compasión y putrefacto... por mi enfermedad que arde como el fuego y quema como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores agudos y sordos que siento... te doy las gracias, Dios mío.
Y por el alma que me diste, por el desierto de mi sequedad interior, por tus noches y tus relámpagos, por tus rayos... por todo. Por ti mismo, cuando estuviste presente y cuando faltaste... te doy las gracias, Jesús...
Bernardita: tú que tuviste la dicha de ver a la Sma. Virgen aquí en la tierra, haz que nosotros tengamos la dicha de verla y acompañarla para siempre en el cielo.
Nevers, el «otro» Lourdes: allí Bernadette
vivió sus últimos años
En Nevers descansa el cuerpo incorrupto de Bernadette...
pasa medio millón de peregrinos al año
Cada año cinco millones de personas peregrinan a Lourdes, pero "sólo" medio millón lo hacen también -o, sencillamente, lo hacen- al convento de las Hermanas de la Caridad y la Instrucción Cristiana en Nevers, el el corazón geográfico de Francia.
Bernadette buscó en ese convento alejarse del protagonismo que indudablemente habría rodeado su vida en la aldea donde nació y donde, entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, vio dieciocho veces a Nuestra Señora. Aun siendo ya el siglo del ferrocarril, en el siglo XIX los setecientos kilómetros de distancia entre ambos enclaves eran lo bastante disuasorios para quien buscaba la soledad del amor de Dios. A pesar de lo cual miles de personas acudieron a visitarla en vida bajo su nueva condición de consagrada.
Bernardita llegó a Nevers en 1866 y nunca regresó a su tierra, muriendo el 16 de abril de 1879 a los 35 años de edad. La escritora católica Marcelle Auclair, al redactar la biografía de la Santa a partir de sus testimonios y escritos, compuso el que se conoce como su testamento espiritual (ver abajo). Lo es en la medida en que refleja su alma sencilla y las huellas del sufrimiento que en ella dejaron la miseria y el hambre, las afrentas e incomprensiones, no menores entre algunas compañeras de convento que las que había conocido cuando empezó a anunciar que la Santísima Virgen se le aparecía.
El convento de St Gildard en Nevers,
donde pasó la santa sus últimos trece años de vida.
La exhumación
Cuando se abrió el féretro en 1909, treinta años después de su muerte, los forenses lo encontraron incorrupto. Lo mismo sucedió en 1919 y en 1929. El rosario que anudaba sus manos se había podrido y oxidado, y el hábito aparecía deshecho, y sin embargo el hígado, uno de los órganos que primero se descomponen, estaba intacto al cabo de tres décadas de su muerte, e intactos aparecían también los dientes y las uñas. Incluso en su organismo se encontraron líquidos...
Así describieron los doctores David y Jordan lo que se encontraron en la primera exhumación:
"Se abrió el féretro. No percibimos ningún olor. El cuerpo estaba revestido por los hábitos de la Orden, bastante húmedos. Sólo el rostro, las manos y parte de los antebrazos estaban descubiertos. La cabeza estaba inclinada a la izquierda, el rostro era de un blanco pálido. La piel, pegada a los músculos, y los músculos pegados a los huesos. Los párpados, hundidos, cubrían los ojos. La nariz estaba apergaminada y afilada. La boca, ligeramente abierta, dejaba ver los dientes todavía juntos. Las manos, cruzadas sobre el pecho y perfectamente conservadas junto con las uñas, apretaban un rosario comido por el óxido. En los antebrazos se veía el relieve de las venas. También los pies, como las manos, habían conservado totalmente las uñas. Después de haberle quitado el hábito y el velo de la cabeza, se vio todo el cuerpo apergaminado, rígido y sonoro en todas sus partes. Se constató que el cabello, corto, estaba aún en el cráneo y unido al cuero cabelludo; que las orejas estaban en perfecto estado de conservación; que el lado izquierdo del cuerpo, desde la cadera, era más alto que el derecho. Las partes inferiores del cuerpo estaban un poco ennegrecidas. Esto parece deberse al carbono que se encontró en gran cantidad en el féretro".
En 1925 empezó a exponerse públicamente el cuerpo, primero en un jardín del convento y posteriormente en la capilla. Las manos y el rostro aparecen recubiertos por una fina capa de cera que se le aplicó ese año para paliar su decoloración. El aspecto de la santa impresiona por la dulzura del gesto y la cercanía de una imagen de María, compañía en la estancia ahora que su alma ya anda en coloquios cotidianos con la Señora, como aquellas dieciocho veces hace 157 años, que tan a poco le supieron.
Testamento espiritual de Santa Bernadette en Nevers, redactado por Marcelle Auclair
Por la pobreza en la que vivieron papá y mamá, por los fracasos que tuvimos, porque se arruinó el molino, por haber tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y ovejas y por mi constante cansancio... te doy gracias, Jesús.Te doy gracias, Dios mío, por el fiscal y por el comisario, por los gendarmes y por las duras palabras del padre Peyramale...
No sabré cómo agradecerte, si no es en el paraíso, por los días en que viniste, María, y también por aquellos en los que no viniste. Por la bofetada recibida y por las burlas y ofensas sufridas, por aquellos que me tenían por loca, y por aquellos que veían en mí a una impostora; por aquel que trataba de hacer un negocio... te doy gracias, Madre.
Por la ortografía que jamás aprendí, por la mala memoria que siempre tuve, por mi ignorancia y por mi estupidez, te doy las gracias.
Te doy las gracias porque si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y estúpido, tú lo hubieses escogido.
Porque mi madre haya muerto lejos. Por el dolor que sentí cuando mi padre, en vez de abrazar a su pequeña Bernardita, me llamó "Hermana María Bernarda"... te doy las gracias.
Te doy las gracias por el corazón que me has dado, tan delicado y sensible, y que colmaste de amargura.
Porque la Madre Josefa anunciase que no sirvo para nada, te doy las gracias. Por el sarcasmo de la madre maestra, por su dura voz, por sus injusticias, por su ironía y por el pan de la humillación... te doy las gracias.
Gracias por haber sido como soy, por que la Madre Teresa pudiese decir de mí: "Jamás le cedáis lo suficiente".
Doy las gracias por haber sido una privilegiada en la indicación de mis defectos y que otras hermanas pudieran decir: ¡Qué suerte que no soy Bernardita!
Agradezco haber sido la Bernardita a la que amenazaron con llevar a la cárcel porque te vi a ti, Madre... Agradezco que fui una Bernardita tan pobre y tan miserable que, cuando me veían, la gente decía: "¿Esa cosa es ella?". La Bernardita que la gente miraba como si fuese el animal más exótico.
Por el cuerpo que me diste, digno de compasión y putrefacto... por mi enfermedad que arde como el fuego y quema como el humo, por mis huesos podridos, por mis sudores y fiebre, por los dolores agudos y sordos que siento... te doy las gracias, Dios mío.
Y por el alma que me diste, por el desierto de mi sequedad interior, por tus noches y tus relámpagos, por tus rayos... por todo. Por ti mismo, cuando estuviste presente y cuando faltaste... te doy las gracias, Jesús...