Santa María Destello Celestial

sábado, 20 de abril de 2019

Sábado Santo


"Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección (Circ 73).

Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro.Callan las campanas y los instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en voz baja. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.

La Cruz sigue entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad.

Es el día de la ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por qué me has abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro.Descansa: "consummatum est", "todo se ha cumplido".

Pero este silencio se puede llamar plenitud de la palabra. El anonadamiento, es elocuente. "Fulget crucis mysterium": "resplandece el misterio de la Cruz."

El Sábado es el día en que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: "nosotros esperábamos... ", decían los discípulos de Emaús.

Es un día de meditación y silencio. Algo parecido a la escena que nos describe el libro de Job, cuando los amigos que fueron a visitarlo, al ver su estado, se quedaron mudos, atónitos ante su inmenso dolor: "se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande" (Job. 2, 13).

Eso sí, no es un día vacío en el que "no pasa nada". Ni un duplicado del Viernes. La gran lección es ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre María, está la Iglesia, la esposa. Callada, como él.

El Sábado está en el corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte del Viernes y la resurrección del Domingo nos detenemos en el sepulcro. Un día puente, pero con personalidad. Son tres aspectos - no tanto momentos cronológicos - de un mismo y único misterio, el misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado:

"...se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo...se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, es decir conociese el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero".

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viernes, 19 de abril de 2019

Viernes Santo ¿Por qué la cruz?


"Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre" (Mt 24,30). La cruz es el símbolo del cristiano, que nos enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos.

Hoy parecemos asistir a la desaparición progresiva del símbolo de la cruz. Desaparece de las casas de los vivos y de las tumbas de los muertos, y desaparece sobre todo del corazón de muchos hombres y mujeres a quienes molesta contemplar a un hombre clavado en la cruz. Esto no nos debe extrañar, pues ya desde el inicio del cristianismo San Pablo hablaba de falsos hermanos que querían abolir la cruz: "Porque son muchos y ahora os lo digo con lágrimas, que son enemigos de la cruz de Cristo" (Flp 3, 18).

Unos afirman que es un símbolo maldito; otros que no hubo tal cruz, sino que era un palo; para muchos el Cristo de la cruz es un Cristo impotente; hay quien enseña que Cristo no murió en la cruz. La cruz es símbolo de humillación, derrota y muerte para todos aquellos que ignoran el poder de Cristo para cambiar la humillación en exaltación, la derrota en victoria, la muerte en vida y la cruz en camino hacia la luz.
Jesús, sabiendo el rechazo que iba producir la predicación de la cruz, "comenzó a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho... ser matado y resucitar al tercer día. Pedro le tomó aparte y se puso a reprenderle: '¡Lejos de ti, Señor, de ningún modo te sucederá eso!' Pero Él dijo a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás!¡...porque tus pensamientos no son de Dios, sino de los hombres!" (Mt 16, 21-23). 

Pedro ignoraba el poder de Cristo y no tenía fe en la resurrección, por eso quiso apartarlo del camino que lleva a la cruz, pero Cristo le enseña que el que se opone a la cruz se pone de lado de Satanás.

Satanás el orgulloso y soberbio odia la cruz porque Jesucristo, humilde y obediente, lo venció en ella "humillándose a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz", y así transformo la cruz en victoria: "...por lo cual Dios le ensalzó y le dio un nombre que está sobre todo nombre" (Flp 2, 8-9).


Algunas personas, para confundirnos, nos preguntan: ¿Adorarías tú el cuchillo con que mataron a tu padre?

¡Por supuesto que no!

1º. Porque mi padre no tiene poder para convertir un símbolo de derrota en símbolo de victoria; pero Cristo sí tiene poder. ¿O tú no crees en el poder de la sangre de Cristo? Si la tierra que pisó Jesús es Tierra Santa, la cruz bañada con la sangre de Cristo, con más razón, es Santa Cruz.  

2º. No fue la cruz la que mató a Jesús sino nuestros pecados. "Él ha sido herido por nuestras rebeldías y molido por nuestros pecados, el castigo que nos devuelve la paz calló sobre Él y por sus llagas hemos sido curados". (Is 53, 5). ¿Cómo puede ser la cruz signo maldito, si nos cura y nos devuelve la paz?

3º. La historia de Jesús no termina en la muerte. Cuando recordamos la cruz de Cristo, nuestra fe y esperanza se centran en el resucitado. Por eso para San Pablo la cruz era motivo de gloria (Gál 6, 14).


Nos enseña quiénes somos

La cruz, con sus dos maderos, nos enseña quiénes somos y cuál es nuestra dignidad: el madero horizontal nos muestra el sentido de nuestro caminar, al que Jesucristo se ha unido haciéndose igual a nosotros en todo, excepto en el pecado. ¡Somos hermanos del Señor Jesús, hijos de un mismo Padre en el Espíritu! El madero que soportó los brazos abiertos del Señor nos enseña a amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Y el madero vertical nos enseña cuál es nuestro destino eterno. No tenemos morada acá en la tierra, caminamos hacia la vida eterna. Todos tenemos un mismo origen: la Trinidad que nos ha creado por amor. Y un destino común: el cielo, la vida eterna. La cruz nos enseña cuál es nuestra real identidad.

Nos recuerda el Amor Divino

"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna". (Jn 3, 16). Pero ¿cómo lo entregó? ¿No fue acaso en la cruz? La cruz es el recuerdo de tanto amor del Padre hacia nosotros y del amor mayor de Cristo, quien dio la vida por sus amigos (Jn 15, 13). El demonio odia la cruz, porque nos recuerda el amor infinito de Jesús. Lee: Gálatas 2, 20.

Signo de nuestra reconciliación

La cruz es signo de reconciliación con Dios, con nosotros mismos, con los humanos y con todo el orden de la creación en medio de un mundo marcado por la ruptura y la falta de comunión.

La señal del cristiano

Cristo, tiene muchos falsos seguidores que lo buscan sólo por sus milagros. Pero Él no se deja engañar, (Jn 6, 64); por eso advirtió: "El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí" (Mt 7, 13).

Objeción: La Biblia dice: "Maldito el que cuelga del madero...".

Respuesta: Los malditos que merecíamos la cruz por nuestros pecados éramos nosotros, pero Cristo, el Bendito, al bañar con su sangre la cruz, la convirtió en camino de salvación.

El ver la cruz con fe nos salva

Jesús dijo: "como Moisés levantó a la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado (en la cruz) el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna" (Jn 3, 14-15). Al ver la serpiente, los heridos de veneno mortal quedaban curados. Al ver al crucificado, el centurión pagano se hizo creyente; Juan, el apóstol que lo vio, se convirtió en testigo. Lee: Juan 19, 35-37.



Fuerza de Dios
"Porque la predicación de la cruz es locura para los que se pierden... pero es fuerza de Dios para los que se salvan" (1 Cor 1, 18), como el centurión que reconoció el poder de Cristo crucificado. Él ve la cruz y confiesa un trono; ve una corona de espinas y reconoce a un rey; ve a un hombre clavado de pies y manos e invoca a un salvador. Por eso el Señor resucitado no borró de su cuerpo las llagas de la cruz, sino las mostró como señal de su victoria. Lee: Juan 20, 24-29.

Síntesis del Evangelio
San Pablo resumía el Evangelio como la predicación de la cruz (1 Cor 1,17-18). Por eso el Santo Padre y los grandes misioneros han predicado el Evangelio con el crucifijo en la mano: "Así mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos (porque para ellos era un símbolo maldito) necedad para los gentiles (porque para ellos era señal de fracaso), mas para los llamados un Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1Cor 23-24).

Hoy hay muchos católicos que, como los discípulos de Emaús, se van de la Iglesia porque creen que la cruz es derrota. A todos ellos Jesús les sale al encuentro y les dice: ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria? Lee: Lucas 24, 25-26. La cruz es pues el camino a la gloria, el camino a la luz. El que rechaza la cruz no sigue a Jesús. Lee: Mateo 16, 24
Nuestra razón, dirá Juan Pablo II, nunca va a poder vaciar el misterio de amor que la cruz representa, pero la cruz sí nos puede dar la respuesta última que todos los seres humanos buscamos: «No es la sabiduría de las palabras, sino la Palabra de la Sabiduría lo que San Pablo pone como criterio de verdad, y a la vez, de salvación» (JP II, Fides et ratio, 23).




  • Viernes Santo
  • Ayuno y abstinencia
  • Meditación de las 7 palabras de Jesús en la Cruz
  • Gloriémonos en la Cruz de Cristo
  • La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
  • ¿Por qué la cruz?
  • Examen forense al “cuerpo” de Jesús
  • Exposición dogmática
  • Exposición histórica
  • Exposición litúrgica

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jueves, 18 de abril de 2019



  • Primer día de la Novena a la Divina Misericordia
  • Segundo día de la Novena a la Divina Misericordia
  • Tercer día de la Novena a la Divina Misericordia
  • Cuarto día de la Novena a la Divina Misericordia
  • Quinto día de la Novena a la Divina Misericordia
  • Sexto día de la Novena a la Divina Misericordia
  • Séptimo día de la Novena a la Divina Misericordia
  • Octavo día de la Novena a la Divina Misericordia
  • Noveno día de la Novena a la Divina Misericordia
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Jueves Santo: Soy lo que rezo

YO SOY LO QUE REZO

Nos situamos en este día de jueves santo: celebramos el día del Amor fraterno  que quedará reflejado en la celebración en el gesto del ofertorio. También es el día de servicio, como veremos en el lavatorio de los pies.  Es un día lleno de contenido, como lo son todos los de la Semana Santa pero es ciertamente el día que tenemos, por eso quiero llamarlo el día del Amén.

Decir «amén» es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con miras a ratificar una proposición o a unirse a una plegaria. Por eso, expresado en forma conjunta o grupal en el ámbito de un servicio divino u oficio religioso también significa ‘estar de acuerdo’ con lo expresado en tal ocasión.

Para el cristiano decir amén es confirmar y comprometerse, es responder a la pregunta de Dios de manera positiva y resuelta.

Para llegar a ese Amén pronunciado por Jesús con su vida entera, y de manera más expresa con su “hágase tu Voluntad y no la mía” en Getsemaní, hemos de hacer un camino, un camino que pasa ineludiblemente por el camino de la oración.

¿Hacia dónde mira Jesús a lo largo de su vida?  ¿A quién mira desde niño? Nuestra mirada ha de ser como la de Jesús, claramente como la de él. Solo así podremos hacer que nuestro discipulado sea tan auténtico que emanemos entrega y respuesta.

Jesús mira al Padre, siempre. Desde niño lo encontramos “ocupado en las cosas de su Padre”, cuando su madre le busca responde de manera adulta: “¿por qué me buscabais? No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” (Lc 2,49). La primera vez que se sabe buscado está ocupado en la oración. Más adelante, en Getsemaní, cuando los soldados le buscan, otra vez, también está ocupado en la oración.  Su vida oculta en el silencio de Nazaret, desapercibido, fecundó su corazón dócil a la mirada contemplativa, esa que desnuda corazones y remueve espíritus. Jesús ve el corazón humano porque primero ha entrado en el nivel más profundo del suyo propio y se ha hecho uno con Dios. Solo así pudo Cristo amar hasta el extremo, solo así pudo vencer las tentaciones del poder, de la soberbia, la ambición y del éxito. Solo así pudo morir gritando en una cruz. Sencillamente porque pronunció un amén que había sido tatuado en el alma.

Este Jesús que nos apasiona pero al que nos cuesta decir que sí, por si nos pide caminos que no deseamos seguir, era profundamente libre y profundamente claro. Para poder darse a los demás, era necesario darse primero al Padre, por eso buscaba tiempos largos de oración. Los sarmientos solo pueden dar fruto si fluye de ellos la fuerza de la vida (Jn. 15,1-5). En los tres años de vida pública Jesús, además de sanar, enseñar y tratar con fariseos, se reservaba muchos tiempos de soledad y silencio para dedicarlos a la oración, y así procuraba enseñarles a sus discípulos. Acudía a descampados, montañas, también al templo o a la sinagoga. En cuanto podía buscaba espacios para entrar en lo secreto. Y así les enseñaba a sus discípulos. Tras un tiempo de misión les dice:

“Venid vosotros a solas a un lugar deserto a descansar un poco” (Mc6,30-31), como queriendo bajarles los humos, “mirad al Padre, mirad al Padre!”

La oración, esa relación íntima y personal con su Padre es lo que hace de Jesús un hombre auténtico, un hombre libre, un hombre creyente. En la oración no busca solucionar problemas, solventar dificultades, no, busca encontrarse con su Padre, solo. Lo demás vendrá por añadidura.

Es su mirada dirigida a Dios la que permite que Jesús, en Getsemaní, no se dé la media vuelta y rechace lo que viene. Podía haber dicho hasta aquí, si muero, si sigo lo que me pides ¿qué harán estos sin mí?, tantos enfermos, tanta gente necesitada…

Pero no, una vez más, Jesús mira a su Padre:”Amén, que se haga lo que tú quieres. Confío”. En los momentos más duros el maestro se vuelve discípulo de nuevo y grita en la oración, no discierne con la cabeza, no hace una lista de pros y contras. Vuelve su corazón al corazón de su Padre buscando latir al mismo ritmo para poder seguir adelante. Solo ahí está la fuerza y la esperanza.

Por eso, ahora, hoy,… ¿hacia dónde dirijo mi mirada en este jueves santo?, ¿hacia quién la dirijo habitualmente?  En los momentos duros de la vida, o en los que te sientes más bendecido, ¿hacia dónde se dirige tu alma?

¿Es Jesús el único Señor de tu historia?

Quienes seguimos a Cristo, tú también, estamos llamados a desnudar nuestra alma ante la mirada tierna de Dios. No pierdas tiempo exponiendo todas tus limitaciones todos tus errores.  Jesús murió (mañana lo viviremos de nuevo) con los brazos extendidos para acoger todo eso. Suelta tus cobardías e incertidumbres. Levántate, camina de nuevo hacia él, hazlo mil veces, todos los días. Levántate pronunciando amén.

Para no dar vueltas sobre ti mismo necesitas tener tiempos encuentros largos en silencio con Dios. No tengas miedo, no esperes intuiciones mágicas o respuestas urgentes. Jesús trabaja en tu interior a su ritmo, dale tiempo, espérale, póstrate ante él como en Getsemaní, ten paciencia, está construyendo en ti un alma hermosa. Pero… pronuncia Amén.

A veces la oración es sencillamente un tiempo de espera. Lo sembrado dará fruto, pero tan importante es el tiempo de la siembra como el de la espera en el silencio y la oscuridad. Cuando parece que no hay nada, como en Getsemaní, algo se está gestando. Pronuncia Amén.

No podemos seguir a Jesús si no somos personas orantes. Recuerda esto: eres lo que rezas.

Repito, Jesús no habría podido traspasar el momento de Getsemaní y los acontecimientos posteriores si su vida no hubiera estado enraizada en Dios. En esa noche de absoluta oscuridad, cuando Jesús no ve nada es cuando vuelve con mayor intensidad su mirada hacia su padre buscando compañía y consuelo (“si me acuesto en el abismo allí te encuentro”, dice el salmista). En ese momento de profunda debilidad Jesús es más él mismo, y se produce el milagro del encuentro absoluto entre el Padre y el Hijo. Y pronuncia Amén.

No estamos exentos de esa vivencia nosotros, siempre y cuando la fuente de toda nuestra vida sea Dios.

Seguimos a un Hombre que, en los estertores de la muerte, su última acción es rezar con el pecho abierto a la humanidad:”Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.



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miércoles, 17 de abril de 2019

Miércoles Santo: “¡Ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!”

Evangelio: Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El contesto: Id a casa de Fulano y decidle: “El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos consternados se pusieron a preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, Señor? El respondió: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del Hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le valdría no haber nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¡Soy yo acaso, Maestro? El respondió: Así es.

Aquí puede leer las demás Lecturas del día


Reflexión:

Van tres días donde vamos escuchando en el Evangelio, además de la vida de Jesucristo, a otro personaje en común: Estamos escuchando acerca de Judas. ¿Porque la liturgia de la Iglesia antes de comenzar a celebrar los misterios centrales de nuestra fe nos habla tanto de la vida de este personaje de triste memoria?

En primer lugar, es importante señalar que Judas no estaba predestinado a traicionar al Señor, por si acaso este no era su llamado. Su llamado era ser apóstol, Jesús lo escogió para una misión de bien. Es más, el Señor vio en él probablemente muchas cosas buenas. Él estaba en la capacidad de responderle al Señor, de ser santo. Sin embargo, traiciona a Jesús porque quiere. Haciendo una opción clara, libre y explicita por el mal.

Y aunque no nos guste aceptarlo, en algo quizás nos podríamos estar pareciendo a él. El día de hoy tenemos que contrastarnos porque el problema de Judas es que se sintió defraudado por Jesús: el Señor no respondió a sus expectativas. Se había hecho otra idea del Señor. Estaba dispuesto a seguirlo, parece que sí, pero siempre y cuando sea un Dios ajustado a su medida. ¿No nos hemos sentidos nosotros a veces defraudados por el Señor porque las cosas no son como habíamos pensado? ¿Porque el camino se ha hecho más estrecho de lo que quizá habíamos calculado? ¿O porque las pruebas son más largas de lo que pensábamos?

Hoy recordemos que hay que seguir a Jesús de manera incondicional. Recordemos que, al igual que Judas, Jesús nos ha llamado a nosotros. A estas alturas de la vida quizá hayamos visto muchas de las maravillas que Jesús ha obrado en nuestras vidas, pero aun así quizás no le creemos del todo. Todavía dudamos de él.

También nosotros podemos traicionar, quizá no sea de una manera tan escandalosa como la de Judas pero podemos caer en la desgracia de cambiar a Jesús por otros caminos, que podrían parecer más eficaces, menos difíciles y más aceptables a los ojos del mundo. Porque la traición de Judas está en que habiendo conocido la verdad, escogió otros caminos. Algo de esto también nos puede pasar a nosotros de una manera muy sutil. También y con mucha razón podemos preguntarle a Jesús: ¿Seré yo acaso Señor? Mientras estamos haciendo fila también para recibir la eucaristía oír: El que ha mojado en la misma fuente que yo, ese me va a entregar. Algo de eso también podríamos tener nosotros

Así pues, acerquémonos a Jesús. Él sólo quiere darnos su misericordia, como decíamos ayer, frente a la traición Jesús lo llama amigo. “¿Amigo, con un beso entregas al hijo del hombre?”. Le dice amigo para que entienda que su amistad es incondicional. Que él está dispuesto a entregarle todo para que no se desesperance. Siempre hay una luz, pero estaba tan metido este pobre hombre en su visión personal de Dios, que no cabía en ella un Dios misericordioso.

Vivamos bien esta semana santa entonces. Y recordemos en estos días que Dios ya lo ha hecho todo para que nos acerquemos a Él. Nos ha amado, nos ha perdonado. Y todo esto porque nos quiere demostrar su amor de amigo fiel.

Fuente: Aciprensa
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martes, 16 de abril de 2019

El Martes Santo

La Pasión de Jesús

El martes santo
La Pasión de Jesús. El martes acude al Templo por el camino tantas veces recorrido.


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net 



El día de las grandes controversias
La noche del lunes fue como la del domingo: enseñanzas a los discípulos y mucha oración. Jesús está en máxima tensión. El ambiente de paz de Betania ayuda a relajar los espíritus, pero Jesús no cede en su lucha y necesita rezar.

El martes acude al Templo por el camino tantas veces recorrido. Los rostros de los que le acompañan están serios; ya no hay vítores de los acampados alrededor de Jerusalén, ni en la misma ciudad. Pero muchos quieren oír y ver al Maestro, al Hijo de David, al que resucitó a Lázaro, al que se ha proclamado Hijo del Padre eterno. Este día todos los grupos que se oponen a Jesús se van a unir y emplear sus armas dialécticas para destruirle. "Siguieron observando y le enviaron espías que simulaban ser justos para cogerle en alguna palabra y entregarlo al poder y jurisdicción del gobernador"(Lc). Muchas cosas van a quedar claras en este día y mucha va a ser la luz para los de mente y corazón abiertos.

El pago del tributo al César

Los fariseos se habían enfrentado con Jesús tanto el domingo como el lunes y estaban avergonzados. Ahora van a enviar discípulos camuflados para cogerle en una palabra comprometida; le preparan una pregunta que creen sin solución, o mejor, con todas las soluciones posibles negativas para Jesús: es la cuestión de la relación de la esfera religiosa con la autoridad política, gran tema de todos los tiempos y que tantos problemas ha llevado consigo. Acuden con retorcimiento mental, con adulación y falsedad y acompañados de los herodianos, que eran partidarios del poder de los romanos y de Herodes.

La cuestión se plantea así: "Entonces los fariseos se retiraron y tuvieron consejo para ver cómo podían cazarle en alguna palabra. Y le enviaron sus discípulos, junto a los herodianos, a preguntarle: Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas de verdad el camino de Dios, y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas"(Mt). La suavidad de las palabras esconde la malicia. Ciertamente Jesús es veraz, pero a ellos no les interesa la verdad, sino atraparle y entregarlo como prisionero. Por eso plantean la cuestión que les parece insoluble. "Dinos, por tanto, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César, o no?". El tema aparente es sólo el del impuesto, pero detrás lleva mucha más carga. Si responde que no se pague tributo al Cesar se hace reo de rebelión y puede ser tomado preso por los herodianos o los romanos. Si dice que se pague el tributo se hace colaboracionista, y acepta el yugo gentil sobre el pueblo elegido, algo intolerable para muchos. No parece haber más salidas. El nivel más profundo del tema es el de la relación de lo religioso y lo político. ¿Tiene que regirse el pueblo por las leyes de Dios y ser gobernando por los sacerdotes? ¿O acaso debe tomar la dirección de lo religioso el poder político? En la historia se han dado las dos soluciones con malos frutos casi siempre. Ciertamente la cuestión es compleja.


Jesús no rehuye el problema del momento, ni el más profundo, y va a dar una solución que recorrerá la historia a partir de entonces. "Conociendo Jesús su malicia, respondió: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Enseñadme la moneda del tributo. Y ellos le mostraron un denario. Jesús les preguntó: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César. Entonces les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"(Mt). La solución sorprende a todos. Toda autoridad viene de Dios, pues la sociedad necesita de la autoridad para no caer en el caos y en la anarquía. Se debe obedecer a esa autoridad en sus mandatos justos y en las leyes que no sean inmorales; pero lo político es autónomo de lo religioso. Por tanto es lícito pagarle el tributo al César que lo necesita para su función, pero siempre dando a Dios todo el corazón que es lo suyo propio. "Al oírlo se quedaron admirados y dejándole se marcharon"(Mt). "Y no pudieron acusarle por sus palabras ante el pueblo y, admirados de su respuesta se callaron"(Lc). Los siglos siguientes contemplan esta respuesta como un giro importante en una cuestión difícil, y casi nunca bien resuelta.

El primer mandamiento de la ley

En el movimiento de los grupos surge una pregunta de uno que ha quedado cautivado por las palabras del Señor. "Se acercó uno de los escribas, que había oído la discusión y, al ver lo bien que les había respondido, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?"(Mc). Muchos eran los preceptos que se atribuían a la Ley. Unidos los de la sagrada Escritura y los de las diversas tradiciones rabínicas eran más de seiscientos. Su cumplimiento parecía imposible para los hombres de buena voluntad. Por otra parte parecía difícil, si no imposible, ordenarlos según su importancia. La luz de las palabras de Jesús ante las cuestiones anteriores ilumina el alma del escriba de buena voluntad, y sin consultarlo con otros, se lanza a preguntar con auténtico deseo de saber, no para atacar al Señor con astucias.

Jesús respondió con palabras conocidas por todos los israelitas, con palabras del “shemá Israel” que recitaban todos los días tres veces.

Jesús descubre el pecado de los fariseos y los escribas

El ambiente es tenso y expectante. Jesús vive con intensidad el momento. Quiere dejar algo muy importante a los que le escuchan. No se trata sólo de sus discusiones con los escribas, los fariseos y los saduceos. Se trata de denunciar la raíz del pecado en los corazones de los hombres. Sólo cuando se descubre el rostro de la soberbia, se puede vencer y vivir la vida de amor tantas veces anunciada, pero siempre lejana. Por eso Jesús manda que se reúnan los más posibles, también sus enemigos. Cuando, de pronto, Jesús eleva la voz para ser oído por todos, y con fuerza expresa de modo fuerte verdades que pueden doler, pero que pueden curar. Va denunciar el pecado interno de los escribas y de los fariseos que es actuar "para ser vistos", no guiados por el amor. La soberbia espiritual lleva al engreimiento ante la propia perfección y su primer fruto es hacer las cosas para ser alabados por los hombres. La gloria y el amor de Dios se desdibujan, la humildad se hace imposible y, en una pendiente difícil de controlar, se deslizan una serie de abusos cada vez más notorios. No denuncia Jesús la doctrina de los escribas y fariseos pues dice "haced lo que dicen" sino las motivaciones de sus corazones. Sus palabras, sus gritos más bien, van a resonar en el templo como latigazos que intentan convertir a los duros de corazón. La cólera de Dios se hace manifiesta como en el Sinaí.

El ataque inicial es contra los escribas

"Guardaos de los escribas, que les gusta pasear con vestidos lujosos y que los saluden en las plazas, y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; que devoran las casas de las viudas mientras fingen largas oraciones. Estos recibirán un juicio más severo"(Mc).

Después reúne en su crítica a fariseos y escribas; es decir, a los que presumen de cumplir la ley, tanto si son doctos como si no lo son. "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no hagáis según sus obras, pues dicen pero no hacen. Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre los hombros de los demás, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; ensanchan sus filacterias y alargan sus franjas. Apetecen los primeros puestos en los banquetes, los primeros asientos en las sinagogas y los saludos en las plazas, y que la gente les llame Rabí. Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar Rabí, porque sólo uno es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. A nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre, el celestial. Tampoco os hagáis llamar doctores, porque vuestro Doctor es uno sólo: Cristo. El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se ensalce a sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado"(Mt)

No niega la autoridad de unos y de otros; desvela el fondo de sus intenciones que se manifiesta en vanidades que alcanzan el ridículo. El amor verdadero es humilde, y busca servir más que servirse. La humildad no tiene fuerzas para decir que es humilde, pues sería orgullo espiritual, pero se advierte en que sirve a todos; entonces Dios da gloria en lo más íntimo del alma y cuando conviene en lo exterior, pues ya nada puede hacer daño al que nada busca en las vanidades humanas.


Invectivas contra los escribas y fariseos

Hasta este momento el Señor se ha dirigido a discípulos suyos para que corrijan la soberbia que corrompe hasta lo religioso si entra en el alma. Los escribas y fariseos se agitan molestos. No aceptan la corrección. Murmuran. Jesús los mira con indignación; sus ojos llamean, el tono de su voz se eleva, golpea aquellas almas para que se les abran los ojos. El látigo de su lengua se agita en el aire, golpea las conciencias, y surgen otros siete ayes parecidos a los que en un pequeño grupo ya había dicho Jesús. Pero ahora la denuncia va a ser dicha en público y en el Templo de Dios. La justicia se hace voz que denuncia.

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que entrarían"(Mt)

La palabra hipócritas llena el ambiente. Hombres de dos caras y de sentimientos retorcidos. Y ataca la actitud de cerrar el reino de los cielos a los humildes. Ni entran, ni dejan entrar. Han perdido la llave de la salvación al perder el sentido del amor que todo lo ilumina. Los cumplimientos externos no bastan si falta esa actitud del corazón, de la voluntad y de la mente.

"Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que vais dando vueltas por mar y tierra para hacer un solo prosélito y, una vez convertido, le hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros"(Mt).

El proselitismo para acercar almas a Dios es bueno, y se debe vivir con celo. Pero una vez dentro ¿que se les da? lo mismo que ellos viven. Su celo es movido por falta de rectitud de intención y los que entran se encuentran con desorientación y con pecado. De poco valió el proselitismo.

"Ay de vosotros, guías de ciegos!, que decís: El jurar por el Templo no es nada; pero si uno jura por el oro del Templo, queda obligado. ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el Templo que santifica al oro? Y el jurar por el altar no es nada; pero si uno jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado. ¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? Por tanto, quien ha jurado por el altar, jura por él y por todo lo que hay sobre él. Y quien ha jurado por el Templo, jura por él y por Aquel que en él habita. Y quien ha jurado por el Cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que en él está sentado"(Mt).

Pervierten el sentido de lo sagrado. Usan a Dios y abusan de su santo nombre. Por eso son ciegos que no ven que la santidad del juramento la da Dios mismo con su grandeza y poder.

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que pagáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, pero habéis abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. estas últimas había que hacer, sin omitir aquéllas. ¡Guías de ciegos!, que coláis un mosquito y os tragáis un camello"(Mt).

Cuidan cosas pequeñas e insignificantes, y descuidan las grandes. Bueno es cuidar lo mínimo, pero a condición de que lo grande sea tratado con esmero y delicadeza. Esa es la verdadera piedad.

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro quedan llenos de carroña e inmundicia. Fariseo ciego, limpia primero el interior de la copa, para que luego llegue a estar limpio también el exterior"(Mt).


Las apariencias pueden llevara pensar en que son santos y perfectos. Pero a Dios nadie le puede engañar. Los malos deseos y los pensamientos desbordados es lo que deben cuidar, después vendrá lo exterior como fruto que nace de buena raíz.

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda podredumbre. Así también vosotros por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e indignidad"(Mt).

La imagen del sepulcro blanqueado ha cristalizado como señal de la hipocresía, la verdad y la sinceridad ante Dios puede llevar a superar esa corrupción.

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis las tumbas de los justos, y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así, pues, atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. Y vosotros, colmad la medida de vuestros padres"(Mt).

Esta es la denuncia fundamental. Jesús revela lo que en aquellos momentos está en sus corazones: el odio hasta la muerte contra toda justicia. Quieren matar al inocente, porque no aman a Dios. Son hijos de Caín que odia al inocente Abel porque sus obras eran malas y la vida del justo es un reproche inocente. Jesús advierte su irritación, pero no cede.

"¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podréis escapar de la condenación del infierno? Por eso he aquí que voy a enviar a vuestros profetas, sabios y escribas; a unos mataréis y crucificaréis, y a otros los flagelaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad, para que caiga sobre vosotros toda sangre inocente que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que matasteis entre el Templo y el altar. En verdad os digo: todo esto caerá sobre esta generación"(Mt).

El enfrentamiento cada vez es más total. Jesús quiere enderezar a aquellos hombres de su conducta desviada con la fuerza del profeta. Pero lo que consigue es que su odio llegue al máximo y pongan todos los medios para matarle.


Especial de Semana Santa

Fuente: Catholic.net
Del Rosario en 19:02 No hay comentarios:
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lunes, 15 de abril de 2019

Lunes Santo: “María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies”

Evangelio: Juan 12, 1-11

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando) Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. Una muchedumbre de Judíos se enteró de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Aquí puede leer las demás Lecturas del día

Reflexión: 

Durante estos días que comenzamos la Semana Santa vamos a ir escuchando en la Primera Lectura los cuatro cánticos del siervo sufriente.

Son profecías  que nos van anunciando quién es el Señor y nos van describiendo también cómo es su corazón, qué hay en el corazón del Señor y nos van a evidenciar el día de hoy una de las características más importantes del Señor, su misericordia.

Jesús no ha venido a condenar, sino ha venido a salvar lo que estaba perdido. Dice la Primera Lectura: “no quebrará la caña resquebrajada, la mecha humeante no la apagará”. Y es que Jesús no ha venido a condenar al pecador, no ha venido a  señalar al que se ha caído. Más bien ha venido a perdonar.

La mecha que ya está casi por apagarse, no ha venido a terminar de extinguirla. Sino por el contrario, ha venido a darle esperanza y a encenderla nuevamente con su misericordia. La caña resquebrajada no ha venido a terminar de romperla apoyando su peso sobre ella, sino ha venido a curarla.

Jesús con su misericordia ha venido a traernos la esperanza, a enseñarnos que podemos confiar en Él. Por eso dice el salmo que hemos leído hoy: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?”.

Eso es lo que María ha experimentado el día de hoy en el Evangelio que hemos leído. Ha experimentado el amor, la misericordia y la condescendencia de Dios.

Hace muy pocos días, Jesús acaba de resucitar a su hermano Lázaro y en muestra de gratitud invitan a Jesús a su casa a cenar y María realiza un gesto realmente hermoso. Unge con un perfume carísimo los pies del Señor. “Un valor de trescientos denarios”, dice Judas.

Es decir, esto era el salario de todo un año debido a un obrero y digo que es bellísimo porque expresa lo grande e infinita que es la misericordia de Dios. Realmente vemos que no tiene precio.

Cuando alguien ha experimentado la grandeza de su amor, descubre que es una medida que sobrepasa todo lo humano. Probablemente en la memoria de María resonaban  las palabras del salmista: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”.

No hay medida, ¿cómo podré pagárselo al Señor? Humanamente no hay medida que sea suficiente. Su misericordia es infinita. En esta Semana Santa tengamos como María también  un corazón agradecido. Que la gratitud a Dios inflame el amor de nuestro corazón.

Ofrezcámosle también al Señor el buen perfume de nuestras obras buenas, de nuestra caridad, de nuestra misericordia y que este amor inunde también con su fragancia toda la habitación a todas las personas que están con nosotros.
Del Rosario en 17:02 No hay comentarios:
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