sábado, 16 de noviembre de 2024

16 de noviembre: Santa Margarita de Escocia

 Santa Margarita de Escocia

Reina y patrona de Escocia


Santa Margarita es recibida por el rey Malcolm III de Escocia, su futuro esposo


Por maravillosos designios de Dios, llegó al trono de Escocia. Perfeccionó el esplendor de las iglesias y de la corte, aliando admirablemente una profunda piedad con mucha firmeza.


Plinio María Solimeo


Cuando el rey de Inglaterra Edmundo II fue asesinado en 1017, Canuto II, el Grande, rey de Dinamarca, aprovechó la ocasión para tratar de concluir la conquista de ese país, del cual ya ocupaba algunas provincias. Envió a los dos hijos del fallecido rey, Edmundo y Eduardo, a Suecia con la intención de que allí encontraran la muerte. Pero el rey sueco no quiso manchar sus manos con sangre inocente y mandó a los dos huérfanos a Hungría, donde reinaba el gran San Esteban. Éste los recibió con gran afecto y se encargó de darles una educación acorde con su cuna. Edmundo murió sin sucesión, pero Eduardo, llamado “de Ultramar” o “el Proscrito”, se casó con Agata, sobrina del Emperador San Enrique y hermana de Gisela, esposa del rey San Esteban. De ese matrimonio nacieron tres hijos: Edgard, Cristina y Margarita, ésta en 1046.

En 1041 sube al trono de Inglaterra San Eduardo III, el Confesor. Tan pronto se afirmó en el trono, sabiendo que su pariente vivía exiliado en la corte de Hungría, lo invitó a volver con su familia a Inglaterra. Volvieron en 1054, siendo recibidos con pruebas de estima y afecto.

La princesa Margarita, entonces en la albor de la adolescencia, encantó a todos por su piedad y modestia. Era devotísima de la Santa Madre de Dios y extremadamente caritativa con los pobres y necesitados.

Designio de la Divina Providencia

El padre de la santa falleció en 1057, y su hermano Edgard se convirtió en heredero directo del santo rey, que no tenía descendientes. Siendo aún menor de edad y habiendo nacido en tierra extranjera, colocaron en su lugar al conde Haroldo. Guillermo, el Conquistador, atravesó el Canal de la Mancha en 1066 e invadió Inglaterra. En la batalla de Hastings, mató a Haroldo y se apoderó del trono inglés. Para escapar de la tiranía del conquistador, Edgard y Margarita, ésta con 20 años de edad, huyeron en una embarcación, pretendiendo llegar a Hungría, donde sabían que serían bien recibidos. Pero otro era el designio de la Providencia, y durante una tempestad el barco fue lanzado a las costas de Escocia.

En ese país fueron bien recibidos por el rey Malcolm III que, encantado con las cualidades de Margarita, le propuso matrimonio. Ésta desde hacía mucho tiempo alimentaba el deseo de hacerse religiosa como su hermana Cristina. Pero su confesor le hizo ver que podría auxiliar más a la religión subiendo al trono. Así, se realizó en el año de 1070 el matrimonio y la coronación de Margarita como reina de Escocia. A los 24 años de edad, era reconocida como la más hermosa princesa de su siglo.

Una reina que aliaba piedad y firmeza

Aunque Malcolm era un tanto rudo, tenía muy buena índole y disposición para la virtud. Sobre todo amaba tiernamente a la reina y tenía por ella una confianza sin límites. Así, Margarita, por una conducta llena de respeto y condescendencia, se hizo dueña de su corazón; y se sirvió del ascendiente que tenía sobre el rey para hacer florecer la religión y la justicia, procurar la felicidad de sus súbditos e inspirar a su marido los sentimientos que lo volvieron uno de los más virtuosos reyes de Escocia. Amenizó su carácter, cultivó su espíritu, pulió sus maneras y lo inflamó de amor hacia la práctica de las máximas evangélicas. La reina se empeñaba en ese apostolado, pues no dudaba que la transformación y mejora de las costumbres del pueblo dependían en gran medida del ejemplo del rey y de la corte. Así, toda Escocia progresó, haciendo del reinado de Malcolm uno de los más felices y prósperos de Escocia.

En suma, Margarita era una reina “piadosa y varonil al mismo tiempo. Cabalgaba gentilmente entre los magnates, tejía y bordaba entre las damas, rezaba entre los monjes, discutía entre los sabios, y entre los artistas, planeaba proyectos de catedrales y monasterios”.1

Dios bendijo sus matrimonio con ocho hijos, seis hombres y dos mujeres, habiendo seguido todos la senda de su madre. Dos de ellos —una hija, también llamada Margarita, casada con el rey de Inglaterra, y un hijo, David I, rey de Escocia— fueron elevados a la honra de los altares.

Santa Margarita compra la libertad de algunos prisioneros

Celo por el esplendor tanto en la casa de Dios y como en la corte

Uno de los cuidados de Margarita fue el de establecer en todo el reino sacerdotes virtuosos y predicadores celosos. Fue convocado así un sínodo, y las más importantes reformas instituidas en él fueron la regulación del ayuno durante la Cuaresma y la observancia de la comunión pascual, entonces casi olvidados, y la remoción de ciertos abusos concernientes al matrimonio dentro de los grados de parentesco prohibidos.

La reina procuró también organizar la Iglesia en Escocia. En consecuencia, por sus consejos, el reino fue dividido en diócesis, con una demarcación claramente determinada. Fueron creados cabildos en las catedrales, con su correspondiente clero, y establecidas parroquias. Atrajo a las órdenes religiosas, principalmente de Francia y de Inglaterra, con miras a contribuir eficazmente al incremento de la vida litúrgica, pues deseaba el esplendor en la casa de Dios. Para eso, construyó magníficas iglesias y restauró otras, dotándolas con lo que había de mejor para el servicio divino. Aunque era poco exigente hacia su propia persona, la reina quería que la corte fuese espléndida, a fin de valorizar la autoridad real; que la nobleza se vistiera muy bien, y que los reyes se ataviasen con pompa. Protegió también las ciencias y las artes y fundó diversos establecimientos de cultura.

“Oh reina santa, socorrednos”, “Oh madre nuestra, asistidnos”

Sobresalió también por la caridad hacia el prójimo. En nuestra época, en que se hace tanta demagogia y poco de concreto por los pobres, el ejemplo de Margarita de Escocia es paradigmático.

Servía diariamente con sus propias manos la comida a nueve niñas huérfanas y a 24 ancianos. Durante el Adviento y la Cuaresma, atendía con el rey —ambos de rodillas por respeto a Nuestro Señor Jesucristo en sus miembros padecientes— a 300 pobres, sirviéndoles la comida en la mesa real. También todos los días la reina salía por las calles, siendo rodeada por innumerables huérfanos, viudas y necesitados de toda especie, que clamaban: “Oh reina santa, socorrednos”“Oh madre nuestra, asistidnos”.

Y ella a todos socorría, aunque para eso tuviese que pedir a los miembros de su comitiva algo con que asistir a aquella gente. Regularmente visitaba los hospitales para socorrer a los enfermos pobres. Los deudores insolventes encontraban en ella su auxilio. Rescataba a cautivos, no sólo escoceses, sino también de otras nacionalidades. En fin, no hubo miseria física o moral que ella no hubiese socorrido.

Profundamente humilde y austera

Santa Margarita, como todos los santos, tenía una profunda humildad. Pedía frecuentemente a su confesor que la advirtiese de cualquier falta que la viese practicar. Y le reclamaba —pues éste no encontraba qué advertir— alegando que no estaba cumpliendo su misión.

Dormía poco y rezaba mucho. Su alimentación era tan parca, que se restringía apenas a lo necesario. Comenzó a sentir el organismo minado, con terribles dolores de estómago. Se privaba de todo pasatiempo fútil y huía de todo cuanto pudiese alimentar la sensualidad. Poseía también un vivo espíritu de compunción y tenía el don de las lágrimas. Guardaba silencio absoluto en la iglesia, por respeto a la Presencia Real, y bastaba verla rezar para conocer cómo es que se practica la oración.

Margarita observaba dos Cuaresmas, la de Navidad y la de Pascua, aumentando aún más sus austeridades.

Su confesor y biógrafo dice que no es necesario constatar si practicó milagros, pues su vida entera fue un prodigio.

Ultima privación y santa muerte

Cuando la reina estaba en cama durante su última enfermedad, tuvo que pasar por una prueba durísima. Habiendo el rey Guillermo, el Rojo, de Inglaterra, invadido la Northumbria escocesa, Malcolm organizó un ejército para reconquistarla. La reina le insistió en que no fuese personalmente a esa campaña, pero él resolvió ir con sus hijos Eduardo y Edgard, juzgando que el temor de la reina se debía a la bondad de su corazón.

Capilla de Santa Margarita en el castillo de Edimburgo

Cuatro días antes de su muerte, ella dijo a los presentes: “Hoy tal vez haya sucedido una gran infelicidad para Escocia, como ella no veía hace muchos años”. Entretanto su hijo Edgard regresó de la guerra, y ella le pidió noticias de su padre y de su hermano. Temiendo que la verdad le fuese fatal, el joven respondió que estaban bien. “¡Ah! Hijo mío, sé muy bien lo que ha pasado; por eso no tienes que negarme la verdad”, respondió ella. Edgard entonces relató la muerte de su padre y hermano en una emboscada durante la campaña. Margarita, elevando los ojos al cielo exclamó: “Dios todopoderoso, os agradezco por haberme enviado tan grande aflicción en los postreros momentos de mi vida. Espero que, con vuestra misericordia, servirá para purificarme de mis pecados”.

Por fin, su alma quedó libre de los lazos del cuerpo el día 16 de noviembre de 1093, a los 47 años de edad. Se volvió así patrona de Escocia.

Algún tiempo después, al caer este país en la herejía protestante, los católicos recogieron secretamente las reliquias de la reina santa y de su esposo, a quien también consideraban santo, y las enviaron al rey Felipe II de España, quien les dio refugio seguro en el monasterio de El Escorial, que acababa de construir en las cercanías de Madrid.2     


Oración por las familias a Santa Margarita de Escocia

Santa Margarita de Escocia, alma virtuosa, que amando tanto a Jesús fuiste misericordiosa con los que menos tenían y te ocupaste personalmente de sus necesidades con tanto amor. Este fervoroso amor por Dios hizo que fueras ejemplo para tu esposo y tus hijos como también para el pueblo que te conoció. Cambiaste sus corazones, los hiciste blandos y llenos de amor, transformaste sus vidas y llevaste la paz verdadera a tu familia. Haz que por tu intercesión nuestro Señor me dé la gracia de amar como tu amaste, dando testimonio con el ejemplo, que no es más que dedicar mi vida a amar a Dios y a todos mis hermanos. Llena de paz y conocimiento de Dios a todos las almas de mi familia, para que todos hagamos  su voluntad y podamos dar gloria a Dios por los siglos de los siglos en el cielo. Amén.

viernes, 15 de noviembre de 2024

15 de noviembre: San Alberto Magno



 San Alberto Magno (1200-1280).

Fiesta: 15 de noviembre, (memoria opcional)
Etim: Alberto: "de buena familia" (Al = familia.  Bert = buena)

 Dominico; Doctor de la Iglesia, Ver: DoctoresObispo de Regensburgo; Patrón de las ciencias naturales; llamado "Doctor Universallis";  "Doctor Expertus". 

Explicó con argumentos sólidos que la tierra es redonda.


Breve: Nació en Lauingen (Alemania), cerca del Danubio, alrededor del año 1206; hizo sus estudios en Padua y en París. Ingresó en la Orden de Predicadores, en la que ejerció con éxito el profesorado en varios lugares. Ordenado obispo de Ratisbona, puso todo su empeño en pacificar pueblos y ciudades. Es autor de muchas e importantes obras de teología, como también de ciencias naturales. Murió en Colonia el año 1280.


De su comentario sobre San Lucas: Pastor y doctor para la edificación del cuerpo de Cristo


Los propios contemporáneos de San Alberto, fueron quienes le dieron el título de "Magno".  Por la profundidad y amplitud de sus conocimientos, solían llamarle también "el Doctor Universal" pues sus conocimientos en todos los campos eran extraordinarios. El monje Rogelio Bacon le consideraba como "una autoridad" y calificaba sus obras de "fuentes originales". 

San Alberto fue el maestro de Santo Tomás de Aquino, el mas importante de los teólogos de todos los tiempos, pero Alberto es un hombre grande por sí mismo.  De origen suabo, pertenecía a la familia Bollstädt; nació en el castillo de Lauingen, a orillas del Danubio, en 1206.

Lo único que sabemos sobre su juventud, es que estudió desde los 16 años en la Universidad de Padua donde vivía su tío. Allí encontró en 1222, al Beato Jordán de Sajonia, segundo maestro general de la orden de Santo Domingo, quién lo dirigió en la vida religiosa y escribió desde Padua a la Beata Diana de Andelo, que estaba en Bolonia, anunciándole que había admitido en la orden a diez postulantes, "y dos de ellos son hijos de condes alemanes".  Uno era Alberto.

Cuando el conde de Bollstädt se enteró de que su hijo vestía el hábito de los frailes mendicantes, se enfureció sobremanera y habló de sacarlo por la fuerza de la orden. Pero los superiores de Alberto le enviaron discretamente a otro convento, probablemente el de Colonia, Alemania donde estaba la escuela mas importante de la orden y la cosa paró ahí. El hecho es que Alberto enseñaba en Colonia en 1228 y en 1229 vistió el hábito de los frailes predicadores. Más tarde, fue prefecto de estudios y profesor en Hildesheim, Friburgo de Brisgovia y Estrasburgo. Cuando volvió a Colonia, era ya famoso en toda la provincia alemana. 

Como París era entonces el centro intelectual de Europa occidental, Alberto pasó ahí algunos años como maestro subordinado, hasta que obtuvo el grado de profesor.  La concurrencia de estudiantes a sus famosas clases fue tan grande que debió enseñar en la plaza pública, la cual, aunque pocos lo saben, lleva su nombre. Se trata de la Plaza Maubert, nombre que viene de "Magnus Albert".

Elegido superior provincial de Alemania, abandonó la cátedra de París y estuvo constantemente presente en las comunidades que gobernaba, recorriendo a pie la región, mendigando por el camino el alimento y el hospedaje para la noche.

En 1248, los dominicos determinaron abrir una nueva Universidad ("studia generalia") en Colonia y nombraron rector a San Alberto. Desde entonces hasta 1252, tuvo entre sus discípulos a un joven fraile llamado Tomás de Aquino. 

En aquella época, la filosofía comprendía las principales ramas del saber humano accesibles a la razón natural: la lógica, la metafísica, las matemáticas, la ética y las ciencias naturales.  Entre los escritos de San Alberto, que forman una colección de treinta y ocho volúmenes in-quarto, hay obras sobre todas esas materias, por no decir nada de los sermones y de los tratados bíblicos y teológicos.  La figura de San Alberto y la de Rogelio Bacon se destacan en el campo de las ciencias naturales, cuya finalidad, según dice el santo, consiste en "investigar las causas que operan en la naturaleza". Algunos autores llegan incluso a decir que San Alberto contribuyó aún más que Bacon al desarrollo de la ciencia. En efecto, fue una autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, alquimia (es decir, química) y biología, por lo cual nada tiene de sorprendente que la leyenda le haya atribuido poderes mágicos. En sus tratados de botánica y fisiología animal, su capacidad de observación le permitió disipar leyendas como la del águila, la cual, según Plinio, envolvía sus huevos en una piel de sorra y los ponía a incubar al sol. También han sido muy alabadas las observaciones geográficas del santo, ya que hizo mapas de las principales cadenas montañosas de Europa, explicó la influencia de la latitud sobre el clima y, en su excelente descripción física de la tierra demostró que ésta es redonda.

Pero el principal mérito científico de San Alberto reside en que, al caer en la cuenta de la autonomía de la filosofía y del uso que se podía hacer de la filosofía aristotélica para ordenar la teología, re-escribió, por decirlo así, las obras del filósofo para hacerlas aceptables a los ojos de los críticos cristianos. Por otra parte, aplicó el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, por lo que fue el iniciador del sistema escolástico, que su discípulo Tomás de Aquino había de perfeccionar. Así pues, fue San Alberto el principal creador del "sistema predilecto de la Iglesia".  El reunió y seleccionó los materiales, echó los fundamentos y Santo Tomás construyó el edificio. Al mismo tiempo se mantenía humilde y rezaba así: "Señor Jesús pedimos tu ayuda para no dejarnos seducir de las vanas palabras tentadoras sobre la nobleza de la familia, sobre el prestigio de la Orden, sobre lo que la ciencia tiene de atractivo". 

San Alberto escribió durante sus largos años de enseñanza y no dejó de hacerlo cuando se dedicó a otras actividades. Como rector del "studium" de colonia, se distinguió por su talento práctico, de suerte que de todas partes le llamaban a arreglar las dificultades administrativas y de otro orden. En 1254, fue nombrado provincial en Alemania. Dos años más tarde, con su alto cargo asistió al capítulo general de la orden en París, donde se prohibió a los dominicos que aceptasen en las universidades el título de "maestro" o "doctor" o cualquier otro tratamiento que no fuera el de su propio nombre. Para entonces, ya se le llamaba a San Alberto "el doctor universal", y el prestigio de que gozaba había provocado la envidia de los profesores laicos contra los dominicos. En vista de esa dificultad, que había costado a Santo Tomás y a San Buenaventura un retraso en la obtención del doctorado, San Alberto fue a Italia a defender a las órdenes mendicantes contra los ataques de que eran objeto en París y otras ciudades. Guillermo de Saint-Amour se había hecho eco de dichos ataques en su panfleto "Sobre los peligros de la época actual". Durante su estancia en Roma, San Alberto desempeñó el cargo de maestro del sacro palacio, es decir, de teólogo y canonista personal del Papa. Por entonces, predicó en las diversas iglesias de la ciudad. 

Obispo de Regensburgo

En 1260, el Papa le ordenó obispo de la sede de Regensburgo, la cual, según se le informó, era "un caos, tanto en lo espiritual como en lo material". San Alberto fue obispo de Regensburgo menos de dos años, pues el Papa Urbano IV aceptó su renuncia, permitiéndole regresar a la vida de comunidad en el convento de Würzburg y a enseñar en Colonia. Pero en ese breve período hizo mucho por remediar los problemas de su diócesis. Su humildad y pobreza eran ejemplares. Desgraciadamente, los intereses creados y la persistencia de ciertos abusos no permitieron al santo terminar la obra comenzada. Para gran gozo del maestro general de los dominicos, Beato Humberto de Romanos, que había tratado en vano de impedir que Alejandro le consagrase obispo, San Alberto volvió al "studium" de Colonia. Pero al año siguiente, el santo recibió la orden de colaborar en la predicación de la Cruzada en Alemania con el franciscano Bertoldo de Ratisbona.   

Una vez terminada esa tarea, San Alberto volvió a Colonia, donde pudo dedicarse a escribir y enseñar hasta 1274, cuando se le mandó asistir al Concilio Ecuménico de Lyon. En víspera de partir, se enteró de la muerte de su querido discípulo, Santo Tomás de Aquino (según se dice, lo supo por revelación divina). A pesar de esta impresión y de su avanzada edad, San Alberto tomó parte muy activa en el Concilio, ya que, junto con el Beato Pedro de Tarantaise (Inocencio X) y Guillermo de Moerbeke, trabajó ardientemente por la reunión de los griegos, apoyando con toda su influencia la causa de la paz y de la reconciliación.

Defiende la obra de Santo Tomás 

Probablemente, la última aparición que hizo en público tuvo lugar tres años más tarde, cuando el obispo de París, Esteban Tempier, y otros personajes, atacaron violentamente ciertos escritos de Santo Tomás. San Alberto partió apresuradamente a París para defender la doctrina de su difunto discípulo, que coincidía en muchos puntos con la suya, y propuso a la Universidad que le diese la oportunidad de responder personalmente a los ataques; pero ni aun así consiguió evitar que se condenasen en París ciertos puntos. 

La Virgen lo había preparado 

En 1278, cuando dictaba una clase, le falló súbitamente la memoria y perdió la agudeza de entendimiento.  

La visión de la escalera.  San Alberto había dicho que, de joven, le costaban los estudios y que por eso una noche dispuso huir del colegio donde estudiaba.  Pero al tratar de huir por una escalera colgada de una pared, cuando llegó a la parte de arriba se encontró con Nuestra Señora la Virgen María que le dijo: "Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a mí que soy 'Causa de la Sabiduría'?  Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. Y para que sepas que sí fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías".  Aquello sucedió como la Virgen le dijo.  

Santa muerte

Dos años después, a los 74 años, murió apaciblemente, sin que hubiese padecido antes enfermedad alguna, cuando se hallaba sentado conversando con sus hermanos en Colonia.  Era el 15 de noviembre de 1280.  Se había mandado a construir su propia tumba, ante la cual todos los días iba a rezar el Oficio de Difuntos.

No fue beatificado sino hasta 1622, y aunque se le veneraba ya mucho, especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía.  En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero al parecer, fracasaron.  Finalmente, el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia lo que equivalía a la canonización e imponía a toda la Iglesia de occidente la obligación de celebrar su fiesta. San Alberto, según dijo el sumo Pontífice, poseyó en el más alto grado el don raro y divino del espíritu científico . . . Es exactamente el tipo de santo que puede inspirar a nuestra época, que busca con tantas ansias la paz y tiene tanta esperanza en sus descubrimientos científicos".  San Alberto es el patrono de los estudiantes de ciencias naturales.

Bibliografía

Butler; Vida de los Santos
Sálesman, P. Eliécer, Vidas de los Santos  # 4  - 
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini; Un Santo Para Cada Día 


Oración de San Alberto Magno

VIAJE APOSTÓLICO A LA REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA

PLEGARIA DE JUAN PABLO II
ANTE LA TUMBA DE SAN ALBERTO MAGNO


Iglesia de San Andrés, Colonia
Sábado 15 de noviembre de 1980

 

¡Oh Dios, eres admirable en tus santos!

Constituido por Ti Supremo Pastor de la Iglesia de Jesucristo, humildemente doblo la rodilla hoy como peregrino ante la tumba de San Alberto, para enaltecerte con todos los creyentes en la celebración del VII centenario de su muerte y agradecerte las obras de su vida por las que Tú lo has erigido en maestro de la fe y ejemplo de vida cristiana para tu Iglesia.

Oh Dios, creador nuestro, autor y luz del espíritu humano, tú has enriquecido a San Alberto en el fiel seguimiento de Jesucristo, nuestro Señor y Maestro, con un profundo conocimiento de la fe. La creación misma era para él revelación de tu omnipotente bondad, mientras iba aprendiendo a conocerte y a amarte más profundamente en las criaturas. Asimismo investigó las obras de la sabiduría humana, como también los escritos de los filósofos no cristianos, que le abrieron paso hacia un encuentro con tu gozoso mensaje. Especialmente lo capacitaste con el don del discernimiento para defenderse del error, profundizar en la verdad y difundirla entre los hombres. Por eso, lo has constituido en maestro de la Iglesia y de todos los hombres.

Hermanados en la intercesión de San Alberto, imploramos tu misericordia:

— Envía a tu Iglesia, también en nuestro tiempo, maestros de la verdad, capaces de interpretar y anunciar oportunamente a los hombres tu alegre mensaje con la palabra y el testimonio de una vida santa: Te rogamos, óyenos.

— Abre los corazones de los hombres con la gracia de una fe viva, para que descubran la presencia de Dios en la creación y en sus propias vidas, y correspondan plenamente a su santa voluntad: Te rogamos, óyenos.

— Acompaña e ilumina con tu Santo Espíritu el servicio de los investigadores y profesores, presérvalos del orgullo y vanidad, y da a los estudiosos de la naturaleza responsabilidad en el contacto con los dones de tu creación: Te rogamos, óyenos.

— Da a los responsables de los Estados y de la sociedad inteligencia y conciencia de responsabilidad a fin de que utilicen las conquistas de la ciencia y de la técnica para la paz y el progreso de los pueblos, y no para su perjuicio o completa aniquilación: Te rogamos, óyenos.

— Ayúdanos a todos a encontrar siempre la verdad en medio de los múltiples peligros y errores de nuestro tiempo y a servirte con fidelidad por medio de una atrayente vida de fe: Te rogamos, óyenos.

— Bendice, por la intercesión de San Alberto, a todos los ciudadanos de este país, da paz y unidad al pueblo alemán y haz que siempre tenga presente su responsabilidad en la comunidad internacional: Te rogamos, óyenos.

Acompaña con especial bendición y asistencia esta mi visita pastoral a la República Federal Alemana, fortalece a todos los creyentes en su amor a Cristo y a su Iglesia, para que a través de su testimonio de vida cristiana en la verdad sea también glorificado tu nombre en el mundo de hoy: Te rogamos, óyenos.

San Alberto, ruega por nos, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Oremos: Oh Dios, consuelo y fortaleza nuestra, Tú has dado a San Alberto, Obispo y Doctor de la Iglesia, el coraje para subordinar el humano saber a la sabiduría eterna. Fortalece y protege con su intercesión nuestra fe en la desorientación espiritual de nuestros días. Danos la grandeza de su alma, para que el progreso de las ciencias nos ayude también a nosotros a conocerte más profundamente y a acercarnos más a ti. Haznos crecer en el conocimiento de la verdad, que eres Tú mismo, para que un día en unión con todos los santos podamos contemplarte cara a cara. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.

Amén.


lunes, 4 de noviembre de 2024

4 de noviembre: San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán y Cardenal

 


Quienes se encuentran a la orilla del Lago Mayor, la ven inmediatamente: es la estatua de san Carlos Borromeo que domina las aguas de Arona. De treinta y cinco metros de altura, incluyendo la base, construida en el siglo XVII, la escultura representa al Arzobispo de Milán en el momento de bendecir al pueblo. Pero este monumento tiene una particularidad: se puede visitar desde dentro gracias a una larga escalera. Desde lo alto se puede admirar el espléndido panorama a través de dos orificios hechos justo en correspondencia con los ojos de la estatua. Y aquí está la enseñanza que dejó este santo: mirar al mundo con los ojos de la caridad y de la humildad de Cristo, del Buen Pastor, como hizo él.

De "obispo precoz" a "gigante de la santidad"

Carlos nació el 2 de octubre de 1538 en Arona, en el seno de la rica, noble y muy influyente familia Borromeo. Fue el segundo hijo de Gilberto y Margarita y, a tan sólo 12 años recibió el título de "Comendador" de una Abadía benedictina local. El título honorífico le reportó una renta considerable, pero ya desde entonces Carlos decidió dedicar sus bienes a obras de caridad hacia los pobres. A los 22 años su tío, el Papa Pio IV lo nombró cardenal, y pocos años después también fue nombrado obispo y arzobispo a una edad insólita.


El Concilio de Trento

Estudió derecho canónico y derecho civil en Pavía y en 1559, a la edad de 21 años, se convirtió en doctor in utroque jure. Unos años después murió su hermano mayor Federico. Muchos le aconsejaron que dejara los encargos eclesiásticos para ocuparse mejor de los intereses de la familia. Carlos sintió en cambio que su vocación era la de servir a sus hermanos mediante el ministerio sacerdotal: en 1563, a la edad de 25 años, fue ordenado sacerdote e inmediatamente después consagrado obispo. Luego, con tal autoridad eclesiástica, participó con gran competencia en las etapas finales del Concilio de Trento (1562-1563), convirtiéndose en uno de los principales promotores de la llamada "Contrarreforma" y colaborando en la redacción del "Catecismo Tridentino".


Arzobispo de Milán a sólo 27 años de edad

Para poner inmediatamente en práctica las indicaciones del Concilio, que exigía que los Pastores residieran en sus respectivas diócesis, en 1565, a la edad de sólo 27 años, Carlos tomó posesión de la Arquidiócesis de Milán, de la que había sido nombrado Arzobispo. Su dedicación a la Iglesia Ambrosiana fue total: hizo tres visitas pastorales a todo el vastísimo territorio, organizándolo en distritos. Fundó seminarios para ayudar a reformar a los sacerdotes, construyó iglesias, escuelas, colegios, hospitales, estableció la Congregación de los Oblatos, sacerdotes seculares, y donó su patrimonio familiar a los pobres.


"Las almas se conquistan de rodillas"

Al mismo tiempo, Carlos se dedicó a unir la acción y la contemplación para reformar profundamente la Iglesia desde dentro. Después del cisma provocado por la Reforma luterana, la Iglesia católica se hallaba en un período particularmente crítico. El joven arzobispo no tuvo miedo de defender la Iglesia contra la interferencia de los poderosos, ni tampoco le faltó valor para renovar las estructuras eclesiales, sancionando y corrigiendo algunas de sus deficiencias. Consciente de que la reforma de la Iglesia, para ser creíble, debía partir precisamente del testimonio de sus Pastores, Borromeo animó a los sacerdotes, religiosos y diáconos a experimentar la fuerza de la oración y de la penitencia, transformando sus vidas en un verdadero camino de santidad. "Las almas", repetía a menudo, "se conquistan de rodillas".


"Que los pastores sean siervos de Dios y padres del pueblo"

Su intensa acción pastoral, profundamente estimulada por el amor de Cristo, no le ahorró hostilidades y resistencias. Los llamados "Humillados" -que se oponían a las reformas- organizaron un ataque armado contra él: le dispararon por la espalda con un arcabuz, mientras Carlos estaba recogido en oración. Por fortuna, el ataque fracasó y Carlos continuó su misión, porque "deseaba que los pastores fueran siervos de Dios y padres del pueblo, especialmente de los pobres" (Papa Francisco, Audiencia a la Comunidad del Pontificio Seminario Lombardo en Roma, 25.01.2016).


La peste de Milán

En la década de 1570, la plaga de la peste se extendió tanto que las ciudades de Venecia, Trento y Milán estaban doblegadas por la epidemia y la hambruna, y sólo podían contar con la ayuda de su arzobispo. Y Carlos no se amedrentó: fiel a su lema episcopal, "Humilitas", entre 1576 y 1577 suspendió las peregrinaciones y visitó, consoló y gastó todos sus bienes para ayudar a los enfermos. Su presencia entre la gente fue constante, hasta el punto de que el período histórico será recordado como el tiempo de la "peste de san Carlos" y siglos más tarde incluso Alejandro Manzoni hablará de ello en el capítulo XXXI de su famosa novela "Los Novios".


En peregrinación a la Sábana Santa

El arzobispo de Milán era muy devoto del Santo Sudario o Sábana Santa, y desempeñó un papel fundamental para que fuera trasladada de Francia a Italia. En efecto, para evitar que Borromeo, ya muy enfermo, tuviera que ir a Francia, fueron los Duques de Saboya, en 1578, quienes accedieron a transportar la Sábana Santa desde el Castillo de Chambéry, en Francia, a Turín, donde se halla desde entonces. De todos modos, Borromeo hizo una peregrinación a pie caminando durante cuatro días desde Milán hasta Turín, ayunando y rezando, para orar ante la imagen impresa en la Síndone.


El "Sepulcro" en la Catedral de Milán

Agotado por los grandes esfuerzos afrontados en sus duros viajes y por las diversas pruebas que tuvo que superar en su trabajo pastoral, poco a poco su físico comenzó a ceder y en noviembre de 1584 se rindió: Carlos murió a sólo 46 años, pero dejó un inmenso legado moral y espiritual. Fue beatificado en 1602 por Clemente VIII y luego canonizado en 1610 por Pablo V. Desde entonces, sus restos descansan en la cripta del Duomo de Milán, en un sepulcro cubierto con sutiles paneles de plata que retratan algunos episodios de su vida.

domingo, 3 de noviembre de 2024

3 de noviembre: San Martín de Porres

 

Religioso Dominico
Fiesta: 3 de noviembre

«Martín de la caridad» -Homilía de S.S. Juan XXIII en su canonización


San Martín de Porres
-Vida de los Santos de BUTLER. Adaptada por el Padre Jordi Rivero

SAN MARTIN DE PORRES fue un mulato, nacido en Lima, capital del Perú, en el 9 de diciembre de 1579. En el libro de bautismo fue inscrito como "hijo de padre desconocido". Era hijo natural del caballero español Juan de Porres (o Porras según algunos) y de una india panameña libre, llamada Ana Velásquez. Martín heredó los rasgos y el color de la piel de su madre, lo cual vio don Juan de Porres como una humillación

Vivió pobremente hasta los ocho años en compañía de la madre y de una hermanita que nació dos años después.  Estuvo un breve tiempo con su padre en el Ecuador ya que este llegó a reconocerlo y también a la hermanita.  Nuevamente quedó separado del padre le mandaba lo necesario para hacerle terminar los estudios.

Martín era inteligente y tenía inclinación por la medicina. Había aprendido las primeras nociones en la droguería-ambulatorio de dos vecinos de casa. La profesión de barbero en aquella época estaba ligada con la medicina.  Así adquirió conocimientos de medicina y durante algún tiempo, ejerció esta doble carrera.

Sintiendo grandes deseos de perfección, pidió ser admitido como donado en el convento de los dominicos del Rosario en Lima. Su misma madre apoyó la petición del santo y éste consiguió lo que deseaba cuando tenía unos quince años de edad.

En el convento su vida de heroica virtud fue pronto conocida de muchos. Fue admitido sólo como "donado", es decir, como terciario y le confiaron los trabajos más humildes de la comunidad. Martín es recordado con la escoba, símbolo de su humilde servicio.  Su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que recibía, incluso alguna vez de parte de otros religiosos dominicos, como uno que, enfermo e irritado, lo trató de perro mulato. En una ocasión, cuando el convento estaba en situación económica muy apurada, Fray Martín, espontáneamente se ofreció al Padre Prior para ser vendido como esclavo, ya que era mulato, a fin de remediar la situación.

Advirtiendo los superiores de Fray Martín su índole mansa y su mucha caridad, le confiaron, junto con otros oficios, el de enfermero, en una comunidad que solía contar con doscientos religiosos, sin tomar en consideración a los criados del convento ni a los religiosos de otras casas que, informados de la habilidad del hermano, acudían a curarse a Lima.

Bastante trabajo tenía el joven hermano, pero no por eso limitaba su compasión a los de su orden, sino que atendía a muchos enfermos pobres de la ciudad. El día 2 de junio de 1603, después de nueve años de servir a la orden como donado, le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad.

Juntaba a su abnegada vida una penitencia austerísima, se maltrataba con dormir debajo de una escalera unas cuantas horas y con apenas comer lo indispensable. Pasaba la mitad de la noche rezando a un crucifijo grande que había en su convento iba y le contaba sus penas y sus problemas, y ante el Santísimo Sacramento y arrodillado ante la imagen de la Virgen María pasaba largos tiempos rezando con fervor. Añadía a esto un espíritu de oración y unión con Dios que lo asemejaba a otros grandes contemplativos.

Dios quiso que su santidad se conociera fuera de las paredes del monasterio, por los extraordinarios carismas con que lo había enriquecido, entre ellos, la profecía, éxtasis y la bilocación. Sin salir de Lima, fue visto en África, en China y en Japón, animando a los misioneros que se encontraban en dificultad.  Mientras permanecía encerrado en su celda lo veían llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos.  En ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, respondía: "Yo tengo mis modos de entrar y salir".

Se le vio repetidas veces en éxtasis y, algunas levantado en el aire muy cerca de un gran crucifijo que había en el convento. A el acudían teólogos, obispos y autoridades civiles en busca de consejo. Más de una vez el mismo virrey tuvo que esperar ante su celda porque Martín estaba en éxtasis.

Llegaron los enemigos a su habitación a hacerle daño y él pidió a Dios que lo volviera invisible y los otros no lo vieron.

Durante la epidemia de peste, curó a cuantos acudían a él, y curó milagrosamente a los sesenta cohermanos. Los frailes se quejaban de que Fray Martín quería hacer del convento un hospital, porque a todo enfermo que encontraba lo socorría y hasta llevaba a algunos más graves y pestilentes a recostarlos en su propia cama cuando no tenía más donde se los recibieran.

Con la ayuda de varios ricos de la ciudad fundó el Asilo de Santa Cruz para reunir a todos los vagos, huérfanos y limosneros y ayudarles a salir de su penosa situación.

Sorprendió a muchos con sus curaciones instantáneas, como la del novicio Fray Luis Gutiérrez que se había cortado un dedo casi hasta desprendérselo; a los tres días tenía hinchados la mano y el brazo, por lo que acudió al hermano Martín, quien le puso unas hierbas machacadas en la herida. Al día siguiente, el dedo estaba unido de nuevo y el brazo enteramente sano. En cierta ocasión, el arzobispo Feliciano Vega, que iba a tomar posesión de la sede de México, enfermó de algo que parece haber sido pulmonía y mandó llamar a Fray Martín. Al llegar éste a la presencia del prelado enfermo, se arrodilló, mas él le dijo: "levántese y ponga su mano aquí, donde me duele". ¿Para qué quiere un príncipe la mano de un pobre mulato?, preguntó el santo. Sin embargo, durante un buen rato puso la mano donde lo indicó el enfermo y, poco después, el arzobispo estaba curado.

Otras veces, a la curación añadía la prontitud con que acudía al enfermo, pues bastaba que éste tuviera deseo de que el santo llegara, para que éste se presentase a cualquier hora. Muchas veces, entraba por las puertas cerradas con llave, como pudo comprobarlo el maestro de novicios, quien personalmente guardaba la llave del noviciado, pues, habiendo estado Fray Martín atendiendo a un enfermo, salió del noviciado y volvió a entrar sin abrir las puertas. El asombrado maestro comprobó que estaban perfectamente cerradas. Alguien le preguntó: "¿Cómo ha podido entrar?" El santo respondió: "Yo tengo modo de entrar y salir".

El enfermero al mismo tiempo que hortelano herbolario, cultivaba las plantas medicinales de que se valía para sus obras de caridad y también desempeñaba el oficio de distribuidor de las limosnas que algunas veces recogía, en cantidades asombrosas, parte para socorrer a sus propios hermanos en religión y parte para los menesterosos de toda clase que había en la ciudad.

Su amabilidad se extendía hasta los animales; hay en su biografía escenas semejantes a las que se narran de San Francisco y de San Antonio de Padua. Por ejemplo, cuando después de disciplinarse, los mosquitos lo atormentaban con sus picaduras e iba a que Juan Vázquez lo curase, éste le decía: "Vámonos a nuestro convento, que allí no hay mosquitos". Y Fray Martín respondía: "¿Cómo hemos de merecer, si no damos de comer al hambriento?" __"¡Pero hermano, estos son mosquitos y no gente!__ "Sin embargo, se les debe dar de comer, que son criaturas de Dios", respondió el humilde fraile.

Es típico el caso de los ratones que infestaban la ropería y dañaban el vestuario. El remedio no fue ponerles trampas, sino decirles: "Hermanos, idos a la huerta, que allí hallaréis comida". Los ratones obedecieron puntualmente, y Fray Martín cuidaba de echarles los desperdicios de la comida. Y si alguno volvía a la ropería, el santo lo tomaba por la cola y lo echaba a la huerta, diciendo: "Vete adonde no hagas mal".  Loa animales le seguían en fila muy obedientes. En una misma cacerola hacía comer al mismo tiempo a un gato, un perro y varios ratones.

Sus conocimientos no eran pocos para su época y, cuando asistía a los enfermos, solía decirles: "Yo te curo y Dios te sana".  Todas las maravillas en la vida del santo hay que entenderlas asociadas con el profundo amor a Dios y al prójimo que lo caracterizaban.

Se sabe que Fray Martín y Santa Rosa de Lima, terciaria dominica, se conocieron y trataron algunas veces, aunque no se tienen detalles históricamente comprobados de sus entrevistas.

A los sesenta años, después de haber pasado 45 en religión, Fray Martín se sintió enfermo y claramente dijo que de esa enfermedad moriría. La conmoción en Lima fue general y el mismo virrey, conde de Chichón, se acercó al pobre lecho para besar la mano de aquél que se llamaba a sí mismo perro mulato. Mientras se le rezaba el Credo, Fray Martín, al oír las palabras "Et homo factus est", besando el crucifijo expiró plácidamente.

Murió el 3 de noviembre de 1639. Toda la ciudad acudió a su entierro y los milagros por su intercesión se multiplicaron.

Fue beatificado en 1837 por Gregorio XVI y canonizado el 6 de mayo de 1962 por el Papa Juan XXIII. En 1966 Pablo VI lo proclamó patrono de los peluqueros de Italia, porque en su juventud aprendió el oficio de barbero-cirujano, que luego, al ingresar en la Orden de Predicadores, ejerció ampliamente en favor de los pobres.

En la actualidad todavía se lo invoca contra la invasión de los ratones.

Notas: ……….El Beato Martín es, en los Estados Unidos y en otros países, el patrono de las obras que promueven la armonía entre las razas y la justicia interracial; por ello existen varias biografías de tipo popular,……….

BIBLIOGRAFÍA
Butler; Vida de los Santos
Sálesman, Eliecer, Vidas de Santos 4
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini; Un Santo Para Cada Día

TODO EL QUE SE HUMILLA SERA ENALTECIDO

Fuente: Corazones.org


ORACIÓN A SAN MARTÍN DE PORRES

Señor Nuestro Jesucristo, que dijiste "pedid y recibiréis", humildemente te suplicamos que, por la intercesión de San Martín de Porres, escuches nuestros ruegos.

Renueva, te suplicamos, los milagros que por su intercesión durante su vida realizaste, y concédenos la gracia que te pedimos si es para bien de nuestra alma. Así sea.

__________

PARA PEDIR UN FAVOR 

En esta necesidad y pena que me agobia acudo a ti, mi protector San Martín de Porres.

Quiero sentir tu poderosa intercesión. Tú, que viviste sólo para Dios y para tus hermanos, que tan solícito fuiste en socorrer a los necesitados, escucha a quienes admiramos tus virtudes.

Confío en tu poderoso valimiento para que, intercediendo ante el Dios de bondad, me sean perdonados mis pecados y me vea libre de males y desgracias.

Alcánzame tu espíritu de caridad y servicio para que amorosamente te sirva entregado a mis hermanos y a hacer el bien.

Padre celestial, por los méritos de tu fiel siervo San Martín, ayúdame en mis problemas y no permitas que quede confundida mi esperanza.

Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

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DEPRECACIONES
EN LOS CASOS MAS APREMIANTES

Por el deseo ardiente de martirio que tuviste y por tu celo por la propagación de la fe y bien de las almas, alcánzame, Padre mío Martín, la gracia que te pido. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

Por la esperanza heroica que tuviste en alcanzar la felicidad del cielo por los méritos de la sangre de Cristo, obténme de nuestro buen Dios el favor que te pido, Padre mío Martín. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

Por la caridad con que amaste a Dios, sobre todas las cosas y socorriste en cualquier necesidad al prójimo, no me dejes desconsolado en esta aflicción, Padre mío Martín.Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

Por las austerísimas penitencias con que discretamente mortificaste tu alma y cuerpo y por las extraordinarias gracias con que Dios te auxilió en este ejercicio, consígueme lo que solicito, amado Padre mío Martín. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

Por la oración con que salvaste la vida de tres reos fugitivos y por el celo con que exhortaste a enmendar su conducta, acógeme bajo tu amparo, amado Padre mío Martín. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

Por la compasión con que protegiste a veinte jóvenes pobres y virtuosas, dotándolas con cuatro mil pesos cada una y por el premio que alcanzaste de Dios para tu devoto don Mateo, bendiciendo y aumentando sus riquezas, socórreme, amado Padre mío Martín. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.

Por el regalo grande que te hizo el Señor Crucificado en la oración, en el capítulo del convento, elevándote arrodillado hasta besar la llaga de su costado, dame espíritu de compunción; no me olvides en la presencia de Dios y concédeme la gracia que solicito en estas deprecaciones. Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.


SAN MARTIN DE PORRES
1579-1639
NOVENA 

 Páginas: 1. Oraciones | 2. Novena | 3. Triduo



Escena de San Martín atendiendo a los necesitados]ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Dios misericordioso, que nos disteis en el Bienaventurado Martín un modelo perfecto de humildad, de mortificación y de caridad; y sin mirar a su condición, sino a la fidelidad con que os servía, le engrandecisteis hasta glorificarle en vuestro Reino, entre los coros de los ángeles! Miradnos compasivo y hacednos sentir su intercesión poderosa.

Y tú, beatísimo Martín, que viviste sólo para Dios y para tus semejantes; tú, que tan solícito fuiste siempre en socorrer a los necesitados, atiende piadoso a los que, admirando tus virtudes y reconociendo tu poder, alabamos el Señor, que tanto te ensalzó. Haznos sentir los efectos de tu gran caridad, rogando por nosotros al Señor, que tan fielmente premió tus méritos con la eterna gloria. Amén.

Rezar a continuación la meditación y la oración del día que corresponda:

DÍAS
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9


DÍA PRIMERO
ORIENTACIÓN

Al instruirse el niño Martín en las primeras nociones propias de su edad, comenzaba también a conocer a Dios que ya desde entonces vino a ser la razón y divisa de su conducta. Púsose luego bajo la enseñanza de un maestro que era barbero-cirujano, que en aquel tiempo no sólo sabían el arte propio de la barbería, sino también el de curar las enfermedades más Corrientes... Preveía Martín el bien que podía prestar a sus prójimos, y así gustaba de tal oficio gozoso de poder ser un día útil a sus semejantes. Donde se ve, cómo la Divina Providencia iba orientando a su Siervo, preparándolo para los fines a que lo destinaba.


Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh feliz Martín, que, contento en tu condición de hijo de una esclava, te dejabas guiar por la mano de Dios ya en tu niñez; haz que nos resignemos en todo a los designios de la Providencia! A imitación tuya aceptamos gustosos la voluntad del Señor y sus designios sobre nosotros. Tú nos enseñas que si somos buenos con Él, Él será generoso con nosotros; he aquí que queremos servirle fielmente. Ayúdanos tú, Martín bondadoso, y ruega por nosotros a tu amado Jesús, Dios verdadero, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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DÍA SEGUNDO
FE EN DIOS

Era tan firme la fe de fray Martín, que suspiraba pidiendo a Dios la gracia de morir por defenderla. Por su parte empleaba el tiempo que le quedaba libre, en enseñar la doctrina cristiana a los indios y negros en Lima; luego se iba a Limatambo, distante media legua de la ciudad, y a otras haciendas vecinas, donde enseñaba a los humildes trabajadores y esclavos, consolándolos en sus trabajos y enfermedades, e inspirándolos amor a la Cruz. Hubiera querido multiplicarse, para llevar a todas partes el conocimiento de Dios. El Señor le concedió la gracia especialísima, de actuar al parecer a la vez en dos lugares en cuya virtud, le vemos instruyendo y consolando a los sufridos negros en el Africa y otros lugares apartados.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh glorioso fray Martín, que desde tus primeros años aprendiste a andar por los caminos del Señor, firme siempre tu fe en Dios, celoso por su gloria y salvación de las almas; haz que vivamos esa misma fe, como hijos de Dios que somos! Ruega por nosotros, para que te imitemos en la fidelidad, y alcánzanos las gracias particulares que sabes necesitamos, ya que tanto puedes ante nuestro Rey Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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DÍA TERCERO
MORTIFICACIÓN

Fray Martín, no obstante el conservarse en la gracia bautismal, se consideraba el peor de los nacidos, e indigno del hábito que llevaba; y a imitación de su Santo Patriarca, oraba casi toda la noche, disciplinándose hasta por tres veces de un modo cruel. No perdía ocasión de humillarse, gozando cuando se veía despreciado o insultado. Cuando le honraban personas distinguidas, corría a un lugar oculto, y se disciplinaba duramente; si no se le proporcionaba lugar a propósito, se abofeteaba diciendo:

-Pobre infeliz ¿cuando mereciste?.., No seas soberbio; bien conoces que eres un ruin, que naciste para esclavo de estos señores, y que sólo por amor a Dios pueden sufrirte tantos religiosos santos.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh Dios misericordioso, que nos diste al humilde fray Martín, como ejemplo de penitencia y mortificación; sednos propicio y olvidad nuestras infidelidades! Y tú, purísimo Martín, que no sólo sufrías resignado tus trabajos y enfermedades, sino que mortificabas duramente tu inocente cuerpo; alcánzanos del Señor el espíritu de penitencia, con el cual, al menos, suframos con alegría les mortificaciones de nuestros semejantes y nuestros propios males, para que, purificados de nuestros pecados, seamos aceptables a Dios y acreedoras a tu poderosa protección. Amén.

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DÍA CUARTO
EL TAUMATURGO

Eran continuos los prodigios del bienaventurado Martín socorriendo necesitados y curando enfermos. Algunos eran remediados al invocarle estando ausente, y otros con sólo tocar su ropa. Entre éstos, sucedió que visitando a don Mateo Pastor, que le ayudaba en el socorro de los pobres, se hallaba su señora, doña Francisca Vélez, con un agudísimo dolor de costado sin conseguir aliviarse con ninguna medicina. Al llegar el Siervo de Dios, tomó el borde de su capa y lo acercó a la parte dolorida, sintiéndose enteramente sana. Atónita exclamó:

- ¡ Ah! Gran Siervo de Dios es fray Martín pues el solo contacto de su ropa me ha sanado.

Confundido fray Martín, le dijo:

-Dios sólo ha hecho esto, señora. Dé las gracias a Dios, pues yo soy un miserable y el mayor pecador del mundo, Dios sea bendito, que toma tan vil instrumento para consolarla a usted, y para que no pierda su valor el hábito de mi padre Santo Domingo, aunque lo lleve tan gran pecador como yo.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh glorioso San Martín; bendecimos al Señor por el gran poder que se dignó otorgarte concediéndote dominio sobre la vida y la muerte! Animados por la generosidad con que derramas los dones de Dios, recurrimos a Ti con la mayor confianza. Pide para nosotros más fe, más amor a Dios y les gracias que necesitamos. ¡Todo lo esperamos de tu intercesión! y por los méritos de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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DÍA QUINTO
PADRE DE LOS POBRES

Por la prontitud con que socorría fray Martín a los necesitados, le llamaban Padre de los Pobres. En multitud de casos acudió milagrosamente al que le llamaba, enfermo o necesitado. Entre otros, una pobre a la que él solía socorrer, se vio necesitada, con urgencia, de cierta cantidad. No pudiendo ir a encontrarse con el Siervo de Dios, clamó en estos términos, repetidas veces.
-Hermano fray Martín, tu socorro me falta, y no puedo participarte la gran aflicción en que me hallo.

Al cabo de una hora se presenta el caritativo bienhechor, precisamente con la cantidad que ella necesitaba, diciéndole que no se afligiese pues Dios conocía las necesidades de los pobres y sabía remediarlas.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

Glorioso San Martín, siempre compasivo, padre de los pobres y necesitados; míranos con piedad y ruega siempre por nosotros, que te invocamos con fe absoluta en tu bondad y en tu poder. No nos olvides ante este Dios, a quien siempre serviste y adoraste. Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien nosotros también queremos servir y adorar ahora y por toda la Eternidad. Amén.

__________

DÍA SEXTO
AMOR DE DIOS

Todo cuanto fray Martín hacía en sus prácticas y obligaciones y en relación con sus semejantes, era efecto de su amor a Dios. Cuando oraba, pues, se hallaba como en su centro: con frecuencia perdía el uso de los sentidos, quedando largo rato en éxtasis. Muchos testigos dieron testimonio, de haberle visto repetidas veces elevado algunas varas sobre el suelo, en su celda, en la Iglesia, y en la sala capitular conversando con la imagen de Cristo Crucificado. Si a esto añadimos la sublimidad del momento en que recibía a Jesús Sacramentado en que se sentía como en una gloria anticipada, conversando íntimamente con su Dios, no nos extrañará el que, aceptando Dios tan grande amor, hiciera tan poderoso a su fiel y amante Siervo.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh Dios mío, que tan generoso sois con quien os ama con sinceridad de corazón; os amarnos, pero deseamos amaros más y más! Haced que por intercesión de San Martín, aumente nuestro amor a Vos. Y tú, Martín benditísimo, ruega por nosotros, alcánzanos el amor puro de Dios, que nos hará dulce el vivir según su ley. Consíguenos también las demás gracias que sabes necesitamos y esperáramos por tu intercesión poderosa y los méritos de Nuestro Señor. Amén.

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DÍA SÉPTIMO
AL CIELO

Reveló Dios al bienaventurado Martín el día y hora de su muerte mostrándose él, desde entonces, más jovial y contento.

Cayó enfermo, y ya no pensó más que en su Dios, sobre todo después de recibir el Santo Viático, sin engreírle las visitas que llegaban a su penitente lecho de tablas. Autoridades, prelados, dignidades eclesiásticas y hasta el mismo Virrey Don Luis Fernández de Bobadilla, iban a dar sus últimos encargos para el Cielo a aquel humildísimo siervo fiel, que con frecuencia estaba en éxtasis, arrobado en el amor de Dios, a quien siempre había servido.

Se cantó el credo y al decir aquellas palabras "se encarnó por el Espíritu Santo de la Virgen María y se hizo hombre", acercó al pecho el Crucifijo que tenía en sus manos, y cerró suavemente los ojos. Todos lloraban.. El Arzobispo exclamó: Aprendamos a morir.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh dichoso San Martín, que viste coronados tus trabajos, tus mortificaciones, tu caridad y tu amor a Dios con una muerte feliz!, ¡ten compasión de nosotros! Todos te lloran. Los necesitados y enfermos creen perder un padre compasivo y el remedio de sus males, y dan rienda a su dolor llorando tu muerte; pero luego ven que tú no los abandonas; te llaman y tú sigues socorriéndolos y aliviando sus males. El estar más cerca del Señor, glorioso San Martín ha aumentado tu poder. Oye, pues, también nuestras humildes súplicas, pidiendo al Señor por nosotros para que atienda nuestros ruegos. Y que nuestra muerte sea la de los justos por tu intercesión y los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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DÍA OCTAVO
DESPUÉS DEL TRANSITO

Después de la muerte de fray Martín, los milagros se multiplican. El propio Notario del proceso, don Francisco Blanca, se hallaba con una llega en un pie, con gran hinchazón en la pierna y grandes dolores. Tenía que actuar al día siguiente. Invocó al Santo y al momento quedóse dormido; al amanecer se halló perfectamente bien, sin hinchazón, y la llaga seca y sana.

Entre otros prodigios, fueron muchos los casos de señoras que, no pudiendo naturalmente dar a luz lo consiguieron con felicidad al encomendarse al Siervo de Dios fray Martín. Así aconteció a una esclava de doña Isabel Ortiz de Torres, a doña María Beltrán, otra señora de Arequipa, desahuciada de los médicos, a la que aplicaron una carta de fray Martín, y particularmente, a doña Graciana Farfán de los Godos, a quien libró de una infección y muerte segura.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh bienaventurado Martín! Si, en la tierra vivías sólo para Dios y para tus semejantes, hoy, que te hallas ya junto al trono de la bondad y la misericordia, puedes disponer mejor de sus tesoros. Si aquí conocías donde estaba la necesidad para remediarla, mejor la ves desde el Cielo donde moras. Mira, pues, Martín bondadoso, a los que a ti acudimos con la segura confianza de ser oídos. No defraudes las esperanzas de los que nos gozamos en verte ensalzado en la tierra, como Dios te ensalzó llevándote a su gloria.

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DÍA NOVENO
APOTEOSIS

Examinada en Roma la portentosa vida del Siervo de Dios fray Martín y a instancia del Rey Felipe IV y de todos los elementos vitales de la ciudad de Lima, envió el Pontífice las cartas remisoriales, nombrando jueces apostólicos para formar el proceso solemne. Se comunicó a la ciudad tan fausta noticia en la Catedral, en solemne función, con asistencia del Virrey, Arzobispo, demás autoridades civiles, militares y eclesiásticas e inmensidad de público que no cabía en el gran templo; todos derraman copiosas lágrimas de gozo, pues se acercaba el tiempo de ver beatificado y canonizado a su querido fray Martín. Unos y otros referían sus virtudes y los milagros obrados por Dios para confirmar el concepto de Santo en que todos le tenían.

Hecho el proceso, y firmado por más de ciento sesenta testigos de hechos milagrosos, se cerró y selló ante el pueblo. Emocionado el Arzobispo derramando abundantes lágrimas, dijo: Así honra Dios a este hombre de color que supo servirle y amarle de corazón.

El 29 de octubre de 1837 fue beatificado por el Papa Gregorio XVI.
La gloriosa canonización ha sido el digno remate de un laborioso trabajo intensificado en los últimos treinta años. S. S. Juan XXIII inscribió en el catálogo de los santos a fray Martín, el 6 de mayo de 1962.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh Dios, que tan gloriosamente levantas a los abatidos y humildes, y tan generosamente premias el sufrimiento y la caridad! Miradnos postrados ante Vos y glorificad a vuestro humilde siervo San Martín, atendiéndonos en nuestras súplicas. Y tú, hermano nuestro benditísimo, que ya te ves glorificado ante el trono del Señor, ruégale por nosotros, tanto más dignos de compasión cuanto más necesitados. Consíguenos las gracias que te pedimos, y que un día logremos la gloria del cielo, donde vives bendiciendo a Dios en compañía de los Angeles y Santos por toda la eternidad. Amén.


1. El autor de esta novena es E. Pérez Hermida y fue publicada en un folleto por el "Secretariado Martín de Porres" de Palencia. (España).