«Ambos no han querido saberlo para no influenciarse. Es la tercera parte del Mensaje de Nuestra Señora, (TERCER SECRETO), que aún permanece secreto hasta esa fecha de 1960. Dígales, Padre, que la Santísima Virgen, repetidas veces, tanto a mis primos Francisco y Jacinta, como a mí, nos dijo, que muchas naciones de la tierra desaparecerán sobre la faz de la misma, que Rusia sería el instrumento del castigo del Cielo para todo el mundo, si antes no alcanzábamos la conversión de esa pobrecita Nación (...).»
Sor Lucía me decía también:
Padre, el demonio está librando una batalla decisiva contra la Virgen; y como sabe qué es lo que más ofende a Dios y lo que, en menos tiempo, le hará ganar mayor número de almas, está tratando de ganar a las almas consagradas a Dios, ya que de esta manera también deja el campo de las almas desamparado, y (el demonio) más fácilmente se apodera de ellas.»
«Dígales también, Padre, que mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron porque vieron siempre a la Santísima Virgen muy triste en todas sus apariciones. Nunca se sonrió con nosotros, y esa tristeza y angustia que notábamos en la Santísima Virgen, a causa de las ofensas a Dios y de los castigos que amenazaban a los pecadores, nos llegaban al alma; y no sabíamos qué idear para encontrar en nuestra imaginación infantil medios para hacer oración y sacrificio (...).
Lo segundo que santificó a los niños fue la visión del infierno (...). Por esto, Padre, no es mi misión indicarle al mundo los castigos materiales que ciertamente vendrán sobre la tierra si el mundo antes no hace oración y penitencia. No. Mi misión es indicarles a todos el inminente peligro en que estamos de perder para siempre nuestra alma si seguimos aferrados al pecado.»
«Padre —me decía Sor Lucía—, no esperemos que venga de Roma una llamada a la penitencia, de parte del Santo Padre, para todo el mundo; ni esperemos tampoco que venga de parte de los señores Obispos cada uno en su diócesis; ni siquiera tampoco de parte de las Congregaciones Religiosas. No; ya Nuestro Señor usó muchas veces estos medios, y el mundo no le ha hecho caso.
Por eso, ahora que cada uno de nosotros comience por sí mismo su reforma espiritual; que tiene que salvar no sólo su alma, sino salvar a todas las almas que Dios ha puesto en su camino... Padre, la Santísima Virgen no me dijo que nos encontramos en los ULTIMOS TIEMPOS del mundo, pero me lo dió a demostrar por tres motivos:
El primero, porque me dijo que el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen y una batalla decisiva, es una batalla final en donde se va a saber de qué partido es la victoria, de qué partido es la derrota. Así que ahora, o somos de Dios, o somos del demonio; no hay término medio.
Lo segundo, porque me dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo; el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María. Y, al ser los últimos remedios, quiere decir que son los últimos, que ya no va a haber otros.
Y tercero, porque siempre en los planos de la Divina Providencia, cuando Dios va a castigar al mundo, agota antes todos los demás medios; y cuando ha visto que el mundo no le ha hecho caso a ninguno de ellos, entonces, como si dijéramos a nuestro modo imperfecto de hablar, nos presenta con cierto temor el último medio de salvación, su Santísima Madre.
Si despreciamos y rechazamos este último medio, ya no tendremos perdón del cielo; porque hemos cometido un pecado, que en el Evangelio suele llamarse pecado contra el Espíritu Santo; que consiste en rechazar abiertamente, con todo conocimiento y voluntad, la salvación que se presenta en las manos.
Y también porque Nuestro Señor es muy buen hijo... y no permite que ofendamos y despreciemos a su Santísima Madre, teniendo como testimonio patente la historia de varios siglos de la Iglesia que, con ejemplos terribles, nos indica cómo Nuestro Señor siempre ha salido en defensa del honor de su Santísima Madre.»
«Dos son los medios para salvar al mundo, me decía Sor Lucía de Jesús: la oración y el sacrificio (...) Y luego, el Santo Rosario. Mire Padre, la Santísima Virgen, en estos ULTIMOS TIEMPOS en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario. De tal manera que ahora no hay problema, por más difícil que sea, sea temporal o sobre todo espiritual, que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros; o a la vida de nuestras familias, sean familias del mundo o Comunidades Religiosas; o la vida de los pueblos y naciones.
No hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario.
Con el Santo Rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas. Y luego, la devoción al Corazón Inmaculado de María, Santísima Madre, poniéndonosla como sede de la clemencia, de la bondad y el perdón; y como puerta segura para entrar al cielo. Esta es la primera parte del Mensaje referente a Nuestra Señora de Fátima; y la segunda parte, que, aunque es más breve, no es menos importante, se refiere al Santo Padre.»
Texto extraído de "La verdad sobre el Secreto de Fátima, Fátima sin mitos", libro del Padre Joaquín Alonso, sacerdote Claretiano muy erudito, nombrado archivero oficial de Fátima e investigador de los hechos. Monseñor João Venancio, obispo de Fátima, le encargó en 1966 relatar una historia crítica y completa de las REVELACIONES, para defenderlas de los ataques y escepticismos modernistas.
El Padre Alonso, estudió los archivos, habló con Sor Lucia, y testificó públicamente que las "Declaraciones de Sor Lucia al P. Agustín Fuentes", en 1957, eran auténticas y verídicas. En 1975, terminado su estudio sobre las REVELACIONES, "Textos y estudios críticos de Fátima", con 5.396 documentos, listo ya para la impresión, el nuevo obispo de Fátima, Msr. do Amaral, lo archivó.
Antes de su fallecimiento el 12.12.1981, el Padre Alonso publicó algunos folletos sobre el mensaje de Fátima, y el libro.
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