sábado, 16 de noviembre de 2024

16 de noviembre: Santa Margarita de Escocia

 Santa Margarita de Escocia

Reina y patrona de Escocia


Santa Margarita es recibida por el rey Malcolm III de Escocia, su futuro esposo


Por maravillosos designios de Dios, llegó al trono de Escocia. Perfeccionó el esplendor de las iglesias y de la corte, aliando admirablemente una profunda piedad con mucha firmeza.


Plinio María Solimeo


Cuando el rey de Inglaterra Edmundo II fue asesinado en 1017, Canuto II, el Grande, rey de Dinamarca, aprovechó la ocasión para tratar de concluir la conquista de ese país, del cual ya ocupaba algunas provincias. Envió a los dos hijos del fallecido rey, Edmundo y Eduardo, a Suecia con la intención de que allí encontraran la muerte. Pero el rey sueco no quiso manchar sus manos con sangre inocente y mandó a los dos huérfanos a Hungría, donde reinaba el gran San Esteban. Éste los recibió con gran afecto y se encargó de darles una educación acorde con su cuna. Edmundo murió sin sucesión, pero Eduardo, llamado “de Ultramar” o “el Proscrito”, se casó con Agata, sobrina del Emperador San Enrique y hermana de Gisela, esposa del rey San Esteban. De ese matrimonio nacieron tres hijos: Edgard, Cristina y Margarita, ésta en 1046.

En 1041 sube al trono de Inglaterra San Eduardo III, el Confesor. Tan pronto se afirmó en el trono, sabiendo que su pariente vivía exiliado en la corte de Hungría, lo invitó a volver con su familia a Inglaterra. Volvieron en 1054, siendo recibidos con pruebas de estima y afecto.

La princesa Margarita, entonces en la albor de la adolescencia, encantó a todos por su piedad y modestia. Era devotísima de la Santa Madre de Dios y extremadamente caritativa con los pobres y necesitados.

Designio de la Divina Providencia

El padre de la santa falleció en 1057, y su hermano Edgard se convirtió en heredero directo del santo rey, que no tenía descendientes. Siendo aún menor de edad y habiendo nacido en tierra extranjera, colocaron en su lugar al conde Haroldo. Guillermo, el Conquistador, atravesó el Canal de la Mancha en 1066 e invadió Inglaterra. En la batalla de Hastings, mató a Haroldo y se apoderó del trono inglés. Para escapar de la tiranía del conquistador, Edgard y Margarita, ésta con 20 años de edad, huyeron en una embarcación, pretendiendo llegar a Hungría, donde sabían que serían bien recibidos. Pero otro era el designio de la Providencia, y durante una tempestad el barco fue lanzado a las costas de Escocia.

En ese país fueron bien recibidos por el rey Malcolm III que, encantado con las cualidades de Margarita, le propuso matrimonio. Ésta desde hacía mucho tiempo alimentaba el deseo de hacerse religiosa como su hermana Cristina. Pero su confesor le hizo ver que podría auxiliar más a la religión subiendo al trono. Así, se realizó en el año de 1070 el matrimonio y la coronación de Margarita como reina de Escocia. A los 24 años de edad, era reconocida como la más hermosa princesa de su siglo.

Una reina que aliaba piedad y firmeza

Aunque Malcolm era un tanto rudo, tenía muy buena índole y disposición para la virtud. Sobre todo amaba tiernamente a la reina y tenía por ella una confianza sin límites. Así, Margarita, por una conducta llena de respeto y condescendencia, se hizo dueña de su corazón; y se sirvió del ascendiente que tenía sobre el rey para hacer florecer la religión y la justicia, procurar la felicidad de sus súbditos e inspirar a su marido los sentimientos que lo volvieron uno de los más virtuosos reyes de Escocia. Amenizó su carácter, cultivó su espíritu, pulió sus maneras y lo inflamó de amor hacia la práctica de las máximas evangélicas. La reina se empeñaba en ese apostolado, pues no dudaba que la transformación y mejora de las costumbres del pueblo dependían en gran medida del ejemplo del rey y de la corte. Así, toda Escocia progresó, haciendo del reinado de Malcolm uno de los más felices y prósperos de Escocia.

En suma, Margarita era una reina “piadosa y varonil al mismo tiempo. Cabalgaba gentilmente entre los magnates, tejía y bordaba entre las damas, rezaba entre los monjes, discutía entre los sabios, y entre los artistas, planeaba proyectos de catedrales y monasterios”.1

Dios bendijo sus matrimonio con ocho hijos, seis hombres y dos mujeres, habiendo seguido todos la senda de su madre. Dos de ellos —una hija, también llamada Margarita, casada con el rey de Inglaterra, y un hijo, David I, rey de Escocia— fueron elevados a la honra de los altares.

Santa Margarita compra la libertad de algunos prisioneros

Celo por el esplendor tanto en la casa de Dios y como en la corte

Uno de los cuidados de Margarita fue el de establecer en todo el reino sacerdotes virtuosos y predicadores celosos. Fue convocado así un sínodo, y las más importantes reformas instituidas en él fueron la regulación del ayuno durante la Cuaresma y la observancia de la comunión pascual, entonces casi olvidados, y la remoción de ciertos abusos concernientes al matrimonio dentro de los grados de parentesco prohibidos.

La reina procuró también organizar la Iglesia en Escocia. En consecuencia, por sus consejos, el reino fue dividido en diócesis, con una demarcación claramente determinada. Fueron creados cabildos en las catedrales, con su correspondiente clero, y establecidas parroquias. Atrajo a las órdenes religiosas, principalmente de Francia y de Inglaterra, con miras a contribuir eficazmente al incremento de la vida litúrgica, pues deseaba el esplendor en la casa de Dios. Para eso, construyó magníficas iglesias y restauró otras, dotándolas con lo que había de mejor para el servicio divino. Aunque era poco exigente hacia su propia persona, la reina quería que la corte fuese espléndida, a fin de valorizar la autoridad real; que la nobleza se vistiera muy bien, y que los reyes se ataviasen con pompa. Protegió también las ciencias y las artes y fundó diversos establecimientos de cultura.

“Oh reina santa, socorrednos”, “Oh madre nuestra, asistidnos”

Sobresalió también por la caridad hacia el prójimo. En nuestra época, en que se hace tanta demagogia y poco de concreto por los pobres, el ejemplo de Margarita de Escocia es paradigmático.

Servía diariamente con sus propias manos la comida a nueve niñas huérfanas y a 24 ancianos. Durante el Adviento y la Cuaresma, atendía con el rey —ambos de rodillas por respeto a Nuestro Señor Jesucristo en sus miembros padecientes— a 300 pobres, sirviéndoles la comida en la mesa real. También todos los días la reina salía por las calles, siendo rodeada por innumerables huérfanos, viudas y necesitados de toda especie, que clamaban: “Oh reina santa, socorrednos”“Oh madre nuestra, asistidnos”.

Y ella a todos socorría, aunque para eso tuviese que pedir a los miembros de su comitiva algo con que asistir a aquella gente. Regularmente visitaba los hospitales para socorrer a los enfermos pobres. Los deudores insolventes encontraban en ella su auxilio. Rescataba a cautivos, no sólo escoceses, sino también de otras nacionalidades. En fin, no hubo miseria física o moral que ella no hubiese socorrido.

Profundamente humilde y austera

Santa Margarita, como todos los santos, tenía una profunda humildad. Pedía frecuentemente a su confesor que la advirtiese de cualquier falta que la viese practicar. Y le reclamaba —pues éste no encontraba qué advertir— alegando que no estaba cumpliendo su misión.

Dormía poco y rezaba mucho. Su alimentación era tan parca, que se restringía apenas a lo necesario. Comenzó a sentir el organismo minado, con terribles dolores de estómago. Se privaba de todo pasatiempo fútil y huía de todo cuanto pudiese alimentar la sensualidad. Poseía también un vivo espíritu de compunción y tenía el don de las lágrimas. Guardaba silencio absoluto en la iglesia, por respeto a la Presencia Real, y bastaba verla rezar para conocer cómo es que se practica la oración.

Margarita observaba dos Cuaresmas, la de Navidad y la de Pascua, aumentando aún más sus austeridades.

Su confesor y biógrafo dice que no es necesario constatar si practicó milagros, pues su vida entera fue un prodigio.

Ultima privación y santa muerte

Cuando la reina estaba en cama durante su última enfermedad, tuvo que pasar por una prueba durísima. Habiendo el rey Guillermo, el Rojo, de Inglaterra, invadido la Northumbria escocesa, Malcolm organizó un ejército para reconquistarla. La reina le insistió en que no fuese personalmente a esa campaña, pero él resolvió ir con sus hijos Eduardo y Edgard, juzgando que el temor de la reina se debía a la bondad de su corazón.

Capilla de Santa Margarita en el castillo de Edimburgo

Cuatro días antes de su muerte, ella dijo a los presentes: “Hoy tal vez haya sucedido una gran infelicidad para Escocia, como ella no veía hace muchos años”. Entretanto su hijo Edgard regresó de la guerra, y ella le pidió noticias de su padre y de su hermano. Temiendo que la verdad le fuese fatal, el joven respondió que estaban bien. “¡Ah! Hijo mío, sé muy bien lo que ha pasado; por eso no tienes que negarme la verdad”, respondió ella. Edgard entonces relató la muerte de su padre y hermano en una emboscada durante la campaña. Margarita, elevando los ojos al cielo exclamó: “Dios todopoderoso, os agradezco por haberme enviado tan grande aflicción en los postreros momentos de mi vida. Espero que, con vuestra misericordia, servirá para purificarme de mis pecados”.

Por fin, su alma quedó libre de los lazos del cuerpo el día 16 de noviembre de 1093, a los 47 años de edad. Se volvió así patrona de Escocia.

Algún tiempo después, al caer este país en la herejía protestante, los católicos recogieron secretamente las reliquias de la reina santa y de su esposo, a quien también consideraban santo, y las enviaron al rey Felipe II de España, quien les dio refugio seguro en el monasterio de El Escorial, que acababa de construir en las cercanías de Madrid.2     


Oración por las familias a Santa Margarita de Escocia

Santa Margarita de Escocia, alma virtuosa, que amando tanto a Jesús fuiste misericordiosa con los que menos tenían y te ocupaste personalmente de sus necesidades con tanto amor. Este fervoroso amor por Dios hizo que fueras ejemplo para tu esposo y tus hijos como también para el pueblo que te conoció. Cambiaste sus corazones, los hiciste blandos y llenos de amor, transformaste sus vidas y llevaste la paz verdadera a tu familia. Haz que por tu intercesión nuestro Señor me dé la gracia de amar como tu amaste, dando testimonio con el ejemplo, que no es más que dedicar mi vida a amar a Dios y a todos mis hermanos. Llena de paz y conocimiento de Dios a todos las almas de mi familia, para que todos hagamos  su voluntad y podamos dar gloria a Dios por los siglos de los siglos en el cielo. Amén.

viernes, 15 de noviembre de 2024

15 de noviembre: San Alberto Magno



 San Alberto Magno (1200-1280).

Fiesta: 15 de noviembre, (memoria opcional)
Etim: Alberto: "de buena familia" (Al = familia.  Bert = buena)

 Dominico; Doctor de la Iglesia, Ver: DoctoresObispo de Regensburgo; Patrón de las ciencias naturales; llamado "Doctor Universallis";  "Doctor Expertus". 

Explicó con argumentos sólidos que la tierra es redonda.


Breve: Nació en Lauingen (Alemania), cerca del Danubio, alrededor del año 1206; hizo sus estudios en Padua y en París. Ingresó en la Orden de Predicadores, en la que ejerció con éxito el profesorado en varios lugares. Ordenado obispo de Ratisbona, puso todo su empeño en pacificar pueblos y ciudades. Es autor de muchas e importantes obras de teología, como también de ciencias naturales. Murió en Colonia el año 1280.


De su comentario sobre San Lucas: Pastor y doctor para la edificación del cuerpo de Cristo


Los propios contemporáneos de San Alberto, fueron quienes le dieron el título de "Magno".  Por la profundidad y amplitud de sus conocimientos, solían llamarle también "el Doctor Universal" pues sus conocimientos en todos los campos eran extraordinarios. El monje Rogelio Bacon le consideraba como "una autoridad" y calificaba sus obras de "fuentes originales". 

San Alberto fue el maestro de Santo Tomás de Aquino, el mas importante de los teólogos de todos los tiempos, pero Alberto es un hombre grande por sí mismo.  De origen suabo, pertenecía a la familia Bollstädt; nació en el castillo de Lauingen, a orillas del Danubio, en 1206.

Lo único que sabemos sobre su juventud, es que estudió desde los 16 años en la Universidad de Padua donde vivía su tío. Allí encontró en 1222, al Beato Jordán de Sajonia, segundo maestro general de la orden de Santo Domingo, quién lo dirigió en la vida religiosa y escribió desde Padua a la Beata Diana de Andelo, que estaba en Bolonia, anunciándole que había admitido en la orden a diez postulantes, "y dos de ellos son hijos de condes alemanes".  Uno era Alberto.

Cuando el conde de Bollstädt se enteró de que su hijo vestía el hábito de los frailes mendicantes, se enfureció sobremanera y habló de sacarlo por la fuerza de la orden. Pero los superiores de Alberto le enviaron discretamente a otro convento, probablemente el de Colonia, Alemania donde estaba la escuela mas importante de la orden y la cosa paró ahí. El hecho es que Alberto enseñaba en Colonia en 1228 y en 1229 vistió el hábito de los frailes predicadores. Más tarde, fue prefecto de estudios y profesor en Hildesheim, Friburgo de Brisgovia y Estrasburgo. Cuando volvió a Colonia, era ya famoso en toda la provincia alemana. 

Como París era entonces el centro intelectual de Europa occidental, Alberto pasó ahí algunos años como maestro subordinado, hasta que obtuvo el grado de profesor.  La concurrencia de estudiantes a sus famosas clases fue tan grande que debió enseñar en la plaza pública, la cual, aunque pocos lo saben, lleva su nombre. Se trata de la Plaza Maubert, nombre que viene de "Magnus Albert".

Elegido superior provincial de Alemania, abandonó la cátedra de París y estuvo constantemente presente en las comunidades que gobernaba, recorriendo a pie la región, mendigando por el camino el alimento y el hospedaje para la noche.

En 1248, los dominicos determinaron abrir una nueva Universidad ("studia generalia") en Colonia y nombraron rector a San Alberto. Desde entonces hasta 1252, tuvo entre sus discípulos a un joven fraile llamado Tomás de Aquino. 

En aquella época, la filosofía comprendía las principales ramas del saber humano accesibles a la razón natural: la lógica, la metafísica, las matemáticas, la ética y las ciencias naturales.  Entre los escritos de San Alberto, que forman una colección de treinta y ocho volúmenes in-quarto, hay obras sobre todas esas materias, por no decir nada de los sermones y de los tratados bíblicos y teológicos.  La figura de San Alberto y la de Rogelio Bacon se destacan en el campo de las ciencias naturales, cuya finalidad, según dice el santo, consiste en "investigar las causas que operan en la naturaleza". Algunos autores llegan incluso a decir que San Alberto contribuyó aún más que Bacon al desarrollo de la ciencia. En efecto, fue una autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, alquimia (es decir, química) y biología, por lo cual nada tiene de sorprendente que la leyenda le haya atribuido poderes mágicos. En sus tratados de botánica y fisiología animal, su capacidad de observación le permitió disipar leyendas como la del águila, la cual, según Plinio, envolvía sus huevos en una piel de sorra y los ponía a incubar al sol. También han sido muy alabadas las observaciones geográficas del santo, ya que hizo mapas de las principales cadenas montañosas de Europa, explicó la influencia de la latitud sobre el clima y, en su excelente descripción física de la tierra demostró que ésta es redonda.

Pero el principal mérito científico de San Alberto reside en que, al caer en la cuenta de la autonomía de la filosofía y del uso que se podía hacer de la filosofía aristotélica para ordenar la teología, re-escribió, por decirlo así, las obras del filósofo para hacerlas aceptables a los ojos de los críticos cristianos. Por otra parte, aplicó el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, por lo que fue el iniciador del sistema escolástico, que su discípulo Tomás de Aquino había de perfeccionar. Así pues, fue San Alberto el principal creador del "sistema predilecto de la Iglesia".  El reunió y seleccionó los materiales, echó los fundamentos y Santo Tomás construyó el edificio. Al mismo tiempo se mantenía humilde y rezaba así: "Señor Jesús pedimos tu ayuda para no dejarnos seducir de las vanas palabras tentadoras sobre la nobleza de la familia, sobre el prestigio de la Orden, sobre lo que la ciencia tiene de atractivo". 

San Alberto escribió durante sus largos años de enseñanza y no dejó de hacerlo cuando se dedicó a otras actividades. Como rector del "studium" de colonia, se distinguió por su talento práctico, de suerte que de todas partes le llamaban a arreglar las dificultades administrativas y de otro orden. En 1254, fue nombrado provincial en Alemania. Dos años más tarde, con su alto cargo asistió al capítulo general de la orden en París, donde se prohibió a los dominicos que aceptasen en las universidades el título de "maestro" o "doctor" o cualquier otro tratamiento que no fuera el de su propio nombre. Para entonces, ya se le llamaba a San Alberto "el doctor universal", y el prestigio de que gozaba había provocado la envidia de los profesores laicos contra los dominicos. En vista de esa dificultad, que había costado a Santo Tomás y a San Buenaventura un retraso en la obtención del doctorado, San Alberto fue a Italia a defender a las órdenes mendicantes contra los ataques de que eran objeto en París y otras ciudades. Guillermo de Saint-Amour se había hecho eco de dichos ataques en su panfleto "Sobre los peligros de la época actual". Durante su estancia en Roma, San Alberto desempeñó el cargo de maestro del sacro palacio, es decir, de teólogo y canonista personal del Papa. Por entonces, predicó en las diversas iglesias de la ciudad. 

Obispo de Regensburgo

En 1260, el Papa le ordenó obispo de la sede de Regensburgo, la cual, según se le informó, era "un caos, tanto en lo espiritual como en lo material". San Alberto fue obispo de Regensburgo menos de dos años, pues el Papa Urbano IV aceptó su renuncia, permitiéndole regresar a la vida de comunidad en el convento de Würzburg y a enseñar en Colonia. Pero en ese breve período hizo mucho por remediar los problemas de su diócesis. Su humildad y pobreza eran ejemplares. Desgraciadamente, los intereses creados y la persistencia de ciertos abusos no permitieron al santo terminar la obra comenzada. Para gran gozo del maestro general de los dominicos, Beato Humberto de Romanos, que había tratado en vano de impedir que Alejandro le consagrase obispo, San Alberto volvió al "studium" de Colonia. Pero al año siguiente, el santo recibió la orden de colaborar en la predicación de la Cruzada en Alemania con el franciscano Bertoldo de Ratisbona.   

Una vez terminada esa tarea, San Alberto volvió a Colonia, donde pudo dedicarse a escribir y enseñar hasta 1274, cuando se le mandó asistir al Concilio Ecuménico de Lyon. En víspera de partir, se enteró de la muerte de su querido discípulo, Santo Tomás de Aquino (según se dice, lo supo por revelación divina). A pesar de esta impresión y de su avanzada edad, San Alberto tomó parte muy activa en el Concilio, ya que, junto con el Beato Pedro de Tarantaise (Inocencio X) y Guillermo de Moerbeke, trabajó ardientemente por la reunión de los griegos, apoyando con toda su influencia la causa de la paz y de la reconciliación.

Defiende la obra de Santo Tomás 

Probablemente, la última aparición que hizo en público tuvo lugar tres años más tarde, cuando el obispo de París, Esteban Tempier, y otros personajes, atacaron violentamente ciertos escritos de Santo Tomás. San Alberto partió apresuradamente a París para defender la doctrina de su difunto discípulo, que coincidía en muchos puntos con la suya, y propuso a la Universidad que le diese la oportunidad de responder personalmente a los ataques; pero ni aun así consiguió evitar que se condenasen en París ciertos puntos. 

La Virgen lo había preparado 

En 1278, cuando dictaba una clase, le falló súbitamente la memoria y perdió la agudeza de entendimiento.  

La visión de la escalera.  San Alberto había dicho que, de joven, le costaban los estudios y que por eso una noche dispuso huir del colegio donde estudiaba.  Pero al tratar de huir por una escalera colgada de una pared, cuando llegó a la parte de arriba se encontró con Nuestra Señora la Virgen María que le dijo: "Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a mí que soy 'Causa de la Sabiduría'?  Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. Y para que sepas que sí fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías".  Aquello sucedió como la Virgen le dijo.  

Santa muerte

Dos años después, a los 74 años, murió apaciblemente, sin que hubiese padecido antes enfermedad alguna, cuando se hallaba sentado conversando con sus hermanos en Colonia.  Era el 15 de noviembre de 1280.  Se había mandado a construir su propia tumba, ante la cual todos los días iba a rezar el Oficio de Difuntos.

No fue beatificado sino hasta 1622, y aunque se le veneraba ya mucho, especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía.  En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero al parecer, fracasaron.  Finalmente, el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia lo que equivalía a la canonización e imponía a toda la Iglesia de occidente la obligación de celebrar su fiesta. San Alberto, según dijo el sumo Pontífice, poseyó en el más alto grado el don raro y divino del espíritu científico . . . Es exactamente el tipo de santo que puede inspirar a nuestra época, que busca con tantas ansias la paz y tiene tanta esperanza en sus descubrimientos científicos".  San Alberto es el patrono de los estudiantes de ciencias naturales.

Bibliografía

Butler; Vida de los Santos
Sálesman, P. Eliécer, Vidas de los Santos  # 4  - 
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini; Un Santo Para Cada Día 


Oración de San Alberto Magno

VIAJE APOSTÓLICO A LA REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA

PLEGARIA DE JUAN PABLO II
ANTE LA TUMBA DE SAN ALBERTO MAGNO


Iglesia de San Andrés, Colonia
Sábado 15 de noviembre de 1980

 

¡Oh Dios, eres admirable en tus santos!

Constituido por Ti Supremo Pastor de la Iglesia de Jesucristo, humildemente doblo la rodilla hoy como peregrino ante la tumba de San Alberto, para enaltecerte con todos los creyentes en la celebración del VII centenario de su muerte y agradecerte las obras de su vida por las que Tú lo has erigido en maestro de la fe y ejemplo de vida cristiana para tu Iglesia.

Oh Dios, creador nuestro, autor y luz del espíritu humano, tú has enriquecido a San Alberto en el fiel seguimiento de Jesucristo, nuestro Señor y Maestro, con un profundo conocimiento de la fe. La creación misma era para él revelación de tu omnipotente bondad, mientras iba aprendiendo a conocerte y a amarte más profundamente en las criaturas. Asimismo investigó las obras de la sabiduría humana, como también los escritos de los filósofos no cristianos, que le abrieron paso hacia un encuentro con tu gozoso mensaje. Especialmente lo capacitaste con el don del discernimiento para defenderse del error, profundizar en la verdad y difundirla entre los hombres. Por eso, lo has constituido en maestro de la Iglesia y de todos los hombres.

Hermanados en la intercesión de San Alberto, imploramos tu misericordia:

— Envía a tu Iglesia, también en nuestro tiempo, maestros de la verdad, capaces de interpretar y anunciar oportunamente a los hombres tu alegre mensaje con la palabra y el testimonio de una vida santa: Te rogamos, óyenos.

— Abre los corazones de los hombres con la gracia de una fe viva, para que descubran la presencia de Dios en la creación y en sus propias vidas, y correspondan plenamente a su santa voluntad: Te rogamos, óyenos.

— Acompaña e ilumina con tu Santo Espíritu el servicio de los investigadores y profesores, presérvalos del orgullo y vanidad, y da a los estudiosos de la naturaleza responsabilidad en el contacto con los dones de tu creación: Te rogamos, óyenos.

— Da a los responsables de los Estados y de la sociedad inteligencia y conciencia de responsabilidad a fin de que utilicen las conquistas de la ciencia y de la técnica para la paz y el progreso de los pueblos, y no para su perjuicio o completa aniquilación: Te rogamos, óyenos.

— Ayúdanos a todos a encontrar siempre la verdad en medio de los múltiples peligros y errores de nuestro tiempo y a servirte con fidelidad por medio de una atrayente vida de fe: Te rogamos, óyenos.

— Bendice, por la intercesión de San Alberto, a todos los ciudadanos de este país, da paz y unidad al pueblo alemán y haz que siempre tenga presente su responsabilidad en la comunidad internacional: Te rogamos, óyenos.

Acompaña con especial bendición y asistencia esta mi visita pastoral a la República Federal Alemana, fortalece a todos los creyentes en su amor a Cristo y a su Iglesia, para que a través de su testimonio de vida cristiana en la verdad sea también glorificado tu nombre en el mundo de hoy: Te rogamos, óyenos.

San Alberto, ruega por nos, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

Oremos: Oh Dios, consuelo y fortaleza nuestra, Tú has dado a San Alberto, Obispo y Doctor de la Iglesia, el coraje para subordinar el humano saber a la sabiduría eterna. Fortalece y protege con su intercesión nuestra fe en la desorientación espiritual de nuestros días. Danos la grandeza de su alma, para que el progreso de las ciencias nos ayude también a nosotros a conocerte más profundamente y a acercarnos más a ti. Haznos crecer en el conocimiento de la verdad, que eres Tú mismo, para que un día en unión con todos los santos podamos contemplarte cara a cara. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.

Amén.