jueves, 24 de noviembre de 2016

NOVENA A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA POR LA PAZ DEL MUNDO - Sexto día



DÍA SEXTO

Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa por la paz de Cristo en el mundo y en cada hogar.

Únete en oración conjunta de reparación a fin de que esta plegaria aplaque la justa ira de Dios, disminuya la tristeza de Nuestro Señor Jesucristo y nos conceda un corazón nuevo que no recuerde nigún mal y no olvide ningún bien, por medio de María, Dulcísima Madre nuestra y Santísima Omnipotencia Suplicante.    

Nos consagramos al Inmaculado Corazón de María:

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA


Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios. Yo os prometo, virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor. Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. 
Amén.

DÍA SEXTO

Por la señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos Señor Dios Nuestro. 

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

Acto de contricción: Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén.

Acto de reparación: Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan ni te aman.

 Jaculatoria: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!

Invocación: Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestro socorro y reclamado vuestra asistencia haya sido abandonado de Vos. Con esta confianza a Vos acudimos, oh Virgen de las vírgenes; y aunque gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, nos postramos ante tu presencia soberana.  Oh dulce Madre del Verbo, no despreciéis nuestras súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.


Confiemos en María Inmaculada, 
que siempre nos protege.

Si María es omnipotente por la gracia como lo es Jesucristo por naturaleza; si sus amorosas entrañas de Madre no sufren un infortunio en sus hijos sin tratar de remediarlo; si tiene en el cielo perfecto conocimiento de lo que ocurre en la tierra, ¿cómo no hemos de estar seguros de su protección? ¿No acredita la experiencia de veinte siglos de cristianismo que la ha ejercido admirablemente en todos los países y con toda clase de personas? Desde el tiempo de los Apóstoles hasta hoy, ¿no ha sido siempre María la que ha alentado cuantas empresas redundan en gloria de Dios? ¿No ha fortalecido a los mártires, iluminado a los apologistas, sostenido la virtud de confesores y vírgenes, combatido todas la herejías e impiedades? ¿No ha sido siempre el consuelo de los afligidos, la salud de los enfermos, el remedio de todas las desgracias? ¿Y no acredita la historia de la Medalla Milagrosa que continúa nuestra Madre mostrándose tan pródiga en favor nuestro como en favor de nuestros mayores?. ¡Oh cuánta razón tenemos para repetir llenos de confianza la frase de San Buenaventura!: "Sirvamos siempre a esta celestial Reina, que jamás desatiende a los que en Ella confían."


Meditemos lo dicho y, con entera confianza en la Santísima Virgen, pidamos por las intenciones de esta Novena y la gracia particular que cada uno desea obtener mediante su intercesión.

Súplicas: Oh Madre del amor hermoso, purísima María, por la manifestación de vuestra santa Medalla, inflamad nuestros corazones en el amor divino para que, insensibles a las cosas terrenas, solo suspiren por las celestiales y eternas.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Oh refugio de pecadores, poderosísima María, por la manifestación de vuestra santa Medalla, tened piedad de nuestras culpas y miserias y alcanzadnos la gracia de morir en la Divina Misericordia de Jesucristo.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Oh puerta del paraíso, dulcísima María, por la manifestación de vuestra santa Medalla, concedednos la perseverancia en el bien morir santamente y participar de vuestra gloria en los cielos.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Ofrecimiento: Oh Milagrosa Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, prosternados a vuestras plantas os encomendamos nuestros corazones, nuestros afectos, nuestros intereses, la salud de nuestros cuerpos, la salvación de nuestras almas, la paz de nuestras familias y el bienestar de nuestro pueblo. Velad por nosotros desde los cielos, apartadnos de todo peligro, endulzad nuestros pesares, santificad nuestros trabajos y colmadnos de vuestras gracias y virtudes, oh siempre Virgen y siempre Madre y siempre buena, María.

V. Oh María sin pecado concebida
R. Rogad por nosotros que recurrimos a Vos.

Oración Final: Jesús, Dios nuestro, que quisiste esclarecer a tu bienaventurada Madre, la Virgen María, Inmaculada ya desde su origen, con multitud de milagros: Concédenos que por la invocación constante de su patrocinio consigamos las eternas alegrías del cielo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.





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