sábado, 25 de marzo de 2017

La Anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen María

“Lo que guió a María hacia el ideal de la virginidad fue una inspiración excepcional del mismo Espíritu Santo - Juan Pablo II
P. Félix López, S.H.M.
anunciacion
El Cordero de Dios nace virginalmente de María por obra del Espíritu Santo, dando comienzo la plenitud de los tiempos.

Resulta para todos conocido el célebre pasaje de la Anunciación del ángel Gabriel a María, que recoge S. Lucas en el primer capítulo de su evangelio. Por su riqueza de contenidos teológicos y espirituales, la literatura sobre el tema es inmensa.
Digamos en primer lugar que S. Lucas utiliza la técnica del paralelismo entre la anunciación a Zacarías y el anuncio a María. Existen semejanzas y diferencias entre los dos pasajes, pero el paralelismo es obvio. Con el nacimiento de Juan Bautista se cumplen los tiempos de la preparación de la intervención definitiva de Dios a favor de su pueblo. Juan es el último profeta del Antiguo Testamento, el Precursor, que señalará con su mano al Cordero de Dios ya presente entre los hombres. Ese Cordero nace virginalmente de María por obra del Espíritu Santo, dando comienzo la plenitud de los tiempos.
Sobre el género literario del pasaje de la Anunciación, los autores se dividen. Algunos sostienen que se trata de un anuncio de nacimiento milagroso, que enlaza con los anuncios de nacimiento del Antiguo Testamento. Otros piensan que se trata de un relato de vocación o de un relato de alianza. Parece que es claro el sentido de vocación, donde María es invitada a tomar parte en el plan de salvación querido por Dios. 
Todo el pasaje está entretejido de referencias a citas del Antiguo Testamento, que anuncian la venida de Cristo, o la realización del plan salvífico de Dios. La escena se abre con una sencilla presentación de los personajes: María, una virgen (parthenos) desposada y el arcángel Gabriel. 
El ángel dirige una palabra a María: cai-re (jaire). Aunque algunos autores ven en esta palabra un saludo corriente, actualmente la mayoría reconocen en ella un sentido teológico profundo, y la traducen por alégrate. Tiene como raíz cara, (alegría) y S. Lucas une la alegría al anuncio del nacimiento (Lc 1, 14; 2, 10). Pero la razón más seria a favor de la traducción alégrate es de tipo estructural, ya que el relato presenta resonancias de una serie de profecías relacionadas todas en lo esencial: Sof 3, 14-17; Joel 2, 21-27; Zac 9, 9-10. Los tres textos se dirigen a la Hija de Sión y tienen por objeto el anuncio de la alegría mesiánica, porque Yahvé va a residir en medio de su pueblo como Rey y salvador. En todas ellas aparece como centro del anuncio la palabra alégrate, seguida de una palabra de ánimo: no temas. 
El paralelismo con el pasaje de Sofonías nos permite identificar a María con la Hija de Sión y a Jesús con Yahvé, Rey Salvador. En las entrañas de María, la Hija de Sión, se hará presente Dios mismo. Con este saludo comienza el evangelio, y su primera llamada es una llamada a la alegría, la nueva alegría que procede de Dios y es anunciada a la nueva Hija de Sión, la Iglesia naciente, María. 
La segunda palabra que el mensajero divino dirige a María es también tremendamente rica en contenido. Es la palabra kecaritome,nh (kejaritoméne). Esta palabra tiene su origen en un verbo que aparece sólo otra vez en el Nuevo Testamento en Ef 1, 6. La afinidad filológica entre los términos cai-re y kecaritome,nh hace pensar que la alegría  y la gracia provienen de una misma raíz. Allí donde irrumpe la gracia salvadora de Dios se encuentra la verdadera alegría.
Los autores, a lo largo de los siglos, han dado diversas traducciones al término kejaritoméne. Unas resaltan la gracia de la misión que Dios encomienda a la Virgen, y otras interpretan el término en el sentido de la gracia santificante que ha sido instaurada en el alma de María como una cualidad permanente. Juan Pablo II aúna los dos sentidos de la palabra: “Si el saludo y el nombre llena de gracia significa todo esto, en el contexto del anuncio del ángel se refieren ante todo a la elección de María como Madre del Hijo de Dios. Pero, al mismo tiempo, la plenitud de gracia indica la dádiva sobrenatural de la que se beneficia María, porque ha sido elegida y destinada a ser Madre de Cristo”(Redemptoris Mater, 7). 
Los estudiosos de la Escritura nos proporcionan algunos otros datos interesantes que nos ayudan a comprender el sentido del término que estudiamos. Procede del verbo carito,w (jaritóo). En griego, los verbos terminados en –o,w son causativos. Así, jaritóo indica la acción que produce la gracia en el sujeto que lo recibe. Como está en pasiva indica el efecto de la acción de Dios en su Sierva, no la acción de Dios en sí misma. Además, el verbo se encuentra en tiempo perfecto pasivo, indicando así una acción pasada pero que perdura en el tiempo. De ahí podemos deducir que la presencia de la gracia en María es una realidad antes de la anunciación.
La tradición de la Iglesia ha leído el término kejaritoméne en el sentido de plenitud de gracia. En este término encuentra su fundamento bíblico la Inmaculada Concepción de María, puesto que la única plenitud que corresponde a la dignidad de Madre de Dios, es aquella que se tiene desde el primer instante de la existencia, una santidad total que abarca toda su vida.


Parte II
Continuando con el comentario del pasaje de la Anunciación del ángel a María, recogido en el capítulo primero de S. Lucas, fijamos ahora nuestra atención en las palabras: El Señor es contigo (Lc 1, 30).
Estas palabras aparecen en otros lugares de la Escritura dirigidas a aquellas personas que reciben una misión especial en el plan salvador de Dios. Así puede verse en el caso de Isaac (Gen 26, 24), Jacob (Gen 28, 13), Moisés (Ex 3, 11-12), Gedeón (Jue 6, 12) o David (2 Sam 7, 9). En el Nuevo Testamento, Jesús promete su presencia a los discípulos cuando les encarga anunciar el Evangelio a todas las naciones (Mt 28, 20). A través de esta expresión, se promete la presencia dinámica de Dios en apoyo del hombre en situaciones especialmente difíciles o para llevar a cabo acciones que requieren necesariamente la ayuda de Dios. 
La expresión indica la iniciativa salvífica de Dios dirigida a una persona particular que ha sido elegida como mediadora de la salvación que viene del Señor en favor de su pueblo. La persona llamada es invitada a responder, a pesar de su pequeñez, con su consentimiento libre.


En María, estas palabras del ángel destacan la iniciativa de Dios en la misión encomendada, y su presencia activa para ayudarla a realizar su vocación del todo singular.
La turbación de María proviene de escuchar el mensaje completamente desconcertante que el ángel le ha transmitido, especialmente el saludo kejaritoméne que la Vulgata traduce por gratia plena (llena de gracia). Según la estructura de la frase, el término kejaritoméne ocupa el lugar que correspondería al nombre de la persona.Refuerza esta opinión el hecho de que aparezca sin artículo, como suele hacerse con los nombres propios. Parece tratarse del nombre nuevo que Dios mismo impone a María. En toda la tradición bíblica, el cambio de nombre es algo frecuente (Abram por Abraham, Simón por Pedro, etc.) e indica la novedad de una misión.
El ángel invita a María a dejar toda preocupación: No temas. Y aduce el motivo: porque has hallado gracia ante Dios. Esta expresión se dirige en el Antiguo Testamento a un grupo o a todo el Pueblo de Israel. La gracia a la que se refiere es un comportamiento especial de favor, de ayuda, de benevolencia. Noé, Moisés y David han hallado gracia ante Dios en conexión con su elección y vocación divina (Gen 6, 8; Ex 33, 12; Hc 7, 46). Dios concede siempre la gracia necesaria para que la persona elegida pueda llevar a cabo la misión que Él la confía.


En el v. 31 aparece una afirmación que es digna de estudio: concebirás en tu seno (e,n gastri.). El ángel le comunica a María el nacimiento de Jesús con la típica fórmula de tres miembros: concebirás, darás a luz, le impondrás el nombre. El texto de S. Lucas afirma: concebirás en tu seno. Esta expresión es un pleonasmo, es decir, una redundancia, puesto que se sobreentiende que la concepción tendrá lugar en el seno. Algunos estudiosos descubren aquí una referencia a un tema veterotestamentario: la presencia de Dios en el seno (en medio) de su pueblo. Esta opinión se refuerza si tenemos en cuenta que S. Lucas no usa la expresión e,n gastri (en gastrí) al hablar de la concepción que se va a realizar en Isabel (Lc 1, 13.24.36). Parece que S. Lucas usó intencionadamente estas palabras indicando que la presencia de Dios en medio de su pueblo que se había realizado por la Alianza como un anuncio, ha alcanzado ahora plenitud, su realidad completa.


Puede verse un paralelismo entre Is 16, 6 y el texto que nos ocupa: “¡Gritad de gozo y alegría, habitantes de Sión! Porque ha exultado en tu seno el santo de Israel”. Aparece nuevamente el tema de la Hija de Sión, que debe alegrarse porque Dios está en medio de su pueblo, en su seno. La presencia de Yahvé en el arca de la Alianza (Ex 33, 3), se trasforma en anuncio de plenitud futura en Sofonías 3, 15-17. En la nueva Sión, Yahvé habitará de nuevo. S. Lucas ve cumplida en la concepción de María esta promesa. Yahvé habitará en medio de Sión como salvador y el nombre que María debe imponer al niño es Jesús (Salva, ¡oh Yahvé!).
Parte III
Continuamos estudiando el rico pasaje de la Anunciación del ángel Gabriel a María. Los vv. 32-33 describen al niño que va a nacer con títulos claramente mesiánicos: Hijo del Altísimo y sucesor de David en un reino mesiánico perpetuo. Son profecías contenidas en el Antiguo Testamento que comienzan con el oráculo de Natán (2 Sam 7, 9-16) y que poseen una gran riqueza cristológica.
Vamos a estudiar detenidamente la afirmación del v. 34: ¿cómo puede ser esto si no conozco varón? Algunos autores piensan que esta afirmación es una interpolación añadida al relato original. Pero esta hipótesis se ha demostrado altamente improbable según la opinión de los estudiosos, ya que el versículo está perfectamente integrado en la estructura del relato. San Lucas nos presenta una mujer pensativa tras el saludo y que se pregunta por el significado de las palabras del ángel. Después formula la pregunta en voz alta. La expresión no conozco varón equivale a la exclusión de las relaciones sexuales. Por tanto, la pregunta que hace María tiene sentido, aunque se trate de una joven desposada.
Aunque el texto ha recibido diversas interpretaciones, la más extendida en la antigüedad, iniciada al parecer por S. Gregorio de Nisa y seguida después por S. Ambrosio y S. Agustín, interpreta el texto en el sentido de que María es virgen y tiene voto o propósito de virginidad. A esta interpretación se suele objetar que tal voto o propósito de virginidad es incomprensible en el ámbito judío de la época, que concebía la fecundidad como don de Dios y su carencia como una desgracia. Hay que decir, sin embargo, que en el ambiente que precede inmediatamente a la era cristiana, en algunos ambientes judíos se comienza a manifestar una orientación positiva hacia la virginidad. Por ejemplo, los esenios, de los que se han encontrado numerosos e importantes testimonios históricos en Qumrán,vivían en el celibato o limitaban el uso del matrimonio, a causa de la vida común y para buscar una mayor intimidad con Dios. Filón de Alejandría habla de una comunidad de mujeres conocidas con el nombre de Terapeutas que vivían en Egipto y guardaban la continencia para buscar la sabiduría.
Juan Pablo II en sus catequesis marianas ha afirmado que “la extraordinaria historia de la Virgen de Nazaret no debe, sin embargo, hacernos caer en el error de vincular completamente sus disposiciones íntimas a la mentalidad del ambiente, subestimando la unicidad del misterio acontecido en ella. En particular, no debemos olvidar que María había recibido, desde el inicio de su vida, una gracia sorprendente, que el ángel le reconoció en el momento de la Anunciación. María, llena de gracia (Lc 1, 28), fue enriquecida con una perfección de santidad que, según la interpretación de la Iglesia, se remonta al primer instante de su existencia: el privilegio único de su Inmaculada Concepción influyó en todo el desarrollo de la vida espiritual de la joven de Nazaret” (24-7-96).

Según el Pontífice, se debe afirmar que “lo que guió a María hacia el ideal de la virginidad fue una inspiración excepcional del mismo Espíritu Santo que, en el decurso de la historia de la Iglesia, impulsaría a tantas mujeres a seguir el camino de la consagración virginal. La presencia singular de la gracia en la vida de María lleva a la conclusión de que la joven tenía un compromiso de virginidad. Colmada de dones excepcionales del Señor desde el inicio de su existencia, está orientada a una entrega total, en alma y cuerpo, a Dios en el ofrecimiento de su virginidad” (Ib).

Fuente: Hogardelamadre.org

lunes, 20 de marzo de 2017

Novena a San Martin de Porres

SAN MARTIN DE PORRES
1579-1639



ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Dios misericordioso, que nos disteis en el Bienaventurado Martín un modelo perfecto de humildad, de mortificación y de caridad; y sin mirar a su condición, sino a la fidelidad con que os servía, le engrandecisteis hasta glorificarle en vuestro Reino, entre los coros de los ángeles! Miradnos compasivo y hacednos sentir su intercesión poderosa.

Y tú, beatísimo Martín, que viviste sólo para Dios y para tus semejantes; tú, que tan solícito fuiste siempre en socorrer a los necesitados, atiende piadoso a los que, admirando tus virtudes y reconociendo tu poder, alabamos el Señor, que tanto te ensalzó. Haznos sentir los efectos de tu gran caridad, rogando por nosotros al Señor, que tan fielmente premió tus méritos con la eterna gloria. Amén.

Rezar a continuación la meditación y la oración del día que corresponda:


DÍA PRIMERO
ORIENTACIÓN


Al instruirse el niño Martín en las primeras nociones propias de su edad, comenzaba también a conocer a Dios que ya desde entonces vino a ser la razón y divisa de su conducta. Púsose luego bajo la enseñanza de un maestro que era barbero-cirujano, que en aquel tiempo no sólo sabían el arte propio de la barbería, sino también el de curar las enfermedades más Corrientes... Preveía Martín el bien que podía prestar a sus prójimos, y así gustaba de tal oficio gozoso de poder ser un día útil a sus semejantes. Donde se ve, cómo la Divina Providencia iba orientando a su Siervo, preparándolo para los fines a que lo destinaba.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh feliz Martín, que, contento en tu condición de hijo de una esclava, te dejabas guiar por la mano de Dios ya en tu niñez; haz que nos resignemos en todo a los designios de la Providencia! A imitación tuya aceptamos gustosos la voluntad del Señor y sus designios sobre nosotros. Tú nos enseñas que si somos buenos con Él, Él será generoso con nosotros; he aquí que queremos servirle fielmente. Ayúdanos tú, Martín bondadoso, y ruega por nosotros a tu amado Jesús, Dios verdadero, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.



DÍA SEGUNDO
FE EN DIOS


Era tan firme la fe de fray Martín, que suspiraba pidiendo a Dios la gracia de morir por defenderla. Por su parte empleaba el tiempo que le quedaba libre, en enseñar la doctrina cristiana a los indios y negros en Lima; luego se iba a Limatambo, distante media legua de la ciudad, y a otras haciendas vecinas, donde enseñaba a los humildes trabajadores y esclavos, consolándolos en sus trabajos y enfermedades, e inspirándolos amor a la Cruz. Hubiera querido multiplicarse, para llevar a todas partes el conocimiento de Dios. El Señor le concedió la gracia especialísima, de actuar al parecer a la vez en dos lugares en cuya virtud, le vemos instruyendo y consolando a los sufridos negros en el Africa y otros lugares apartados.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh glorioso fray Martín, que desde tus primeros años aprendiste a andar por los caminos del Señor, firme siempre tu fe en Dios, celoso por su gloria y salvación de las almas; haz que vivamos esa misma fe, como hijos de Dios que somos! Ruega por nosotros, para que te imitemos en la fidelidad, y alcánzanos las gracias particulares que sabes necesitamos, ya que tanto puedes ante nuestro Rey Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.



DÍA TERCERO
MORTIFICACIÓN



Fray Martín, no obstante el conservarse en la gracia bautismal, se consideraba el peor de los nacidos, e indigno del hábito que llevaba; y a imitación de su Santo Patriarca, oraba casi toda la noche, disciplinándose hasta por tres veces de un modo cruel. No perdía ocasión de humillarse, gozando cuando se veía despreciado o insultado. Cuando le honraban personas distinguidas, corría a un lugar oculto, y se disciplinaba duramente; si no se le proporcionaba lugar a propósito, se abofeteaba diciendo:

-Pobre infeliz ¿cuando mereciste?.., No seas soberbio; bien conoces que eres un ruin, que naciste para esclavo de estos señores, y que sólo por amor a Dios pueden sufrirte tantos religiosos santos.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh Dios misericordioso, que nos diste al humilde fray Martín, como ejemplo de penitencia y mortificación; sednos propicio y olvidad nuestras infidelidades! Y tú, purísimo Martín, que no sólo sufrías resignado tus trabajos y enfermedades, sino que mortificabas duramente tu inocente cuerpo; alcánzanos del Señor el espíritu de penitencia, con el cual, al menos, suframos con alegría les mortificaciones de nuestros semejantes y nuestros propios males, para que, purificados de nuestros pecados, seamos aceptables a Dios y acreedoras a tu poderosa protección. Amén.



DÍA CUARTO
EL TAUMATURGO


Eran continuos los prodigios del bienaventurado Martín socorriendo necesitados y curando enfermos. Algunos eran remediados al invocarle estando ausente, y otros con sólo tocar su ropa. Entre éstos, sucedió que visitando a don Mateo Pastor, que le ayudaba en el socorro de los pobres, se hallaba su señora, doña Francisca Vélez, con un agudísimo dolor de costado sin conseguir aliviarse con ninguna medicina. Al llegar el Siervo de Dios, tomó el borde de su capa y lo acercó a la parte dolorida, sintiéndose enteramente sana. Atónita exclamó:

- ¡ Ah! Gran Siervo de Dios es fray Martín pues el solo contacto de su ropa me ha sanado.

Confundido fray Martín, le dijo:

-Dios sólo ha hecho esto, señora. Dé las gracias a Dios, pues yo soy un miserable y el mayor pecador del mundo, Dios sea bendito, que toma tan vil instrumento para consolarla a usted, y para que no pierda su valor el hábito de mi padre Santo Domingo, aunque lo lleve tan gran pecador como yo.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh glorioso San Martín; bendecimos al Señor por el gran poder que se dignó otorgarte concediéndote dominio sobre la vida y la muerte! Animados por la generosidad con que derramas los dones de Dios, recurrimos a Ti con la mayor confianza. Pide para nosotros más fe, más amor a Dios y les gracias que necesitamos. ¡Todo lo esperamos de tu intercesión! y por los méritos de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.



DÍA QUINTO
PADRE DE LOS POBRES


Por la prontitud con que socorría fray Martín a los necesitados, le llamaban Padre de los Pobres. En multitud de casos acudió milagrosamente al que le llamaba, enfermo o necesitado. Entre otros, una pobre a la que él solía socorrer, se vio necesitada, con urgencia, de cierta cantidad. No pudiendo ir a encontrarse con el Siervo de Dios, clamó en estos términos, repetidas veces.
-Hermano fray Martín, tu socorro me falta, y no puedo participarte la gran aflicción en que me hallo.

Al cabo de una hora se presenta el caritativo bienhechor, precisamente con la cantidad que ella necesitaba, diciéndole que no se afligiese pues Dios conocía las necesidades de los pobres y sabía remediarlas.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

Glorioso San Martín, siempre compasivo, padre de los pobres y necesitados; míranos con piedad y ruega siempre por nosotros, que te invocamos con fe absoluta en tu bondad y en tu poder. No nos olvides ante este Dios, a quien siempre serviste y adoraste. Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien nosotros también queremos servir y adorar ahora y por toda la Eternidad. Amén.


DÍA SEXTO
AMOR DE DIOS


Todo cuanto fray Martín hacía en sus prácticas y obligaciones y en relación con sus semejantes, era efecto de su amor a Dios. Cuando oraba, pues, se hallaba como en su centro: con frecuencia perdía el uso de los sentidos, quedando largo rato en éxtasis. Muchos testigos dieron testimonio, de haberle visto repetidas veces elevado algunas varas sobre el suelo, en su celda, en la Iglesia, y en la sala capitular conversando con la imagen de Cristo Crucificado. Si a esto añadimos la sublimidad del momento en que recibía a Jesús Sacramentado en que se sentía como en una gloria anticipada, conversando íntimamente con su Dios, no nos extrañará el que, aceptando Dios tan grande amor, hiciera tan poderoso a su fiel y amante Siervo.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh Dios mío, que tan generoso sois con quien os ama con sinceridad de corazón; os amarnos, pero deseamos amaros más y más! Haced que por intercesión de San Martín, aumente nuestro amor a Vos. Y tú, Martín benditísimo, ruega por nosotros, alcánzanos el amor puro de Dios, que nos hará dulce el vivir según su ley. Consíguenos también las demás gracias que sabes necesitamos y esperáramos por tu intercesión poderosa y los méritos de Nuestro Señor. Amén.


DÍA SÉPTIMO
AL CIELO


Reveló Dios al bienaventurado Martín el día y hora de su muerte mostrándose él, desde entonces, más jovial y contento.

Cayó enfermo, y ya no pensó más que en su Dios, sobre todo después de recibir el Santo Viático, sin engreírle las visitas que llegaban a su penitente lecho de tablas. Autoridades, prelados, dignidades eclesiásticas y hasta el mismo Virrey Don Luis Fernández de Bobadilla, iban a dar sus últimos encargos para el Cielo a aquel humildísimo siervo fiel, que con frecuencia estaba en éxtasis, arrobado en el amor de Dios, a quien siempre había servido.

Se cantó el credo y al decir aquellas palabras "se encarnó por el Espíritu Santo de la Virgen María y se hizo hombre", acercó al pecho el Crucifijo que tenía en sus manos, y cerró suavemente los ojos. Todos lloraban.. El Arzobispo exclamó: Aprendamos a morir.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh dichoso San Martín, que viste coronados tus trabajos, tus mortificaciones, tu caridad y tu amor a Dios con una muerte feliz!, ¡ten compasión de nosotros! Todos te lloran. Los necesitados y enfermos creen perder un padre compasivo y el remedio de sus males, y dan rienda a su dolor llorando tu muerte; pero luego ven que tú no los abandonas; te llaman y tú sigues socorriéndolos y aliviando sus males. El estar más cerca del Señor, glorioso San Martín ha aumentado tu poder. Oye, pues, también nuestras humildes súplicas, pidiendo al Señor por nosotros para que atienda nuestros ruegos. Y que nuestra muerte sea la de los justos por tu intercesión y los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.


DÍA OCTAVO
DESPUÉS DEL TRANSITO


Después de la muerte de fray Martín, los milagros se multiplican. El propio Notario del proceso, don Francisco Blanca, se hallaba con una llega en un pie, con gran hinchazón en la pierna y grandes dolores. Tenía que actuar al día siguiente. Invocó al Santo y al momento quedóse dormido; al amanecer se halló perfectamente bien, sin hinchazón, y la llaga seca y sana.

Entre otros prodigios, fueron muchos los casos de señoras que, no pudiendo naturalmente dar a luz lo consiguieron con felicidad al encomendarse al Siervo de Dios fray Martín. Así aconteció a una esclava de doña Isabel Ortiz de Torres, a doña María Beltrán, otra señora de Arequipa, desahuciada de los médicos, a la que aplicaron una carta de fray Martín, y particularmente, a doña Graciana Farfán de los Godos, a quien libró de una infección y muerte segura.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final

¡Oh bienaventurado Martín! Si, en la tierra vivías sólo para Dios y para tus semejantes, hoy, que te hallas ya junto al trono de la bondad y la misericordia, puedes disponer mejor de sus tesoros. Si aquí conocías donde estaba la necesidad para remediarla, mejor la ves desde el Cielo donde moras. Mira, pues, Martín bondadoso, a los que a ti acudimos con la segura confianza de ser oídos. No defraudes las esperanzas de los que nos gozamos en verte ensalzado en la tierra, como Dios te ensalzó llevándote a su gloria.


DÍA NOVENO
APOTEOSIS



Examinada en Roma la portentosa vida del Siervo de Dios fray Martín y a instancia del Rey Felipe IV y de todos los elementos vitales de la ciudad de Lima, envió el Pontífice las cartas remisoriales, nombrando jueces apostólicos para formar el proceso solemne. Se comunicó a la ciudad tan fausta noticia en la Catedral, en solemne función, con asistencia del Virrey, Arzobispo, demás autoridades civiles, militares y eclesiásticas e inmensidad de público que no cabía en el gran templo; todos derraman copiosas lágrimas de gozo, pues se acercaba el tiempo de ver beatificado y canonizado a su querido fray Martín. Unos y otros referían sus virtudes y los milagros obrados por Dios para confirmar el concepto de Santo en que todos le tenían.

Hecho el proceso, y firmado por más de ciento sesenta testigos de hechos milagrosos, se cerró y selló ante el pueblo. Emocionado el Arzobispo derramando abundantes lágrimas, dijo: Así honra Dios a este hombre de color que supo servirle y amarle de corazón.

El 29 de octubre de 1837 fue beatificado por el Papa Gregorio XVI.
La gloriosa canonización ha sido el digno remate de un laborioso trabajo intensificado en los últimos treinta años. S. S. Juan XXIII inscribió en el catálogo de los santos a fray Martín, el 6 de mayo de 1962.

Pídase la gracia que se desea.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.

Oración final


¡Oh Dios, que tan gloriosamente levantas a los abatidos y humildes, y tan generosamente premias el sufrimiento y la caridad! Miradnos postrados ante Vos y glorificad a vuestro humilde siervo San Martín, atendiéndonos en nuestras súplicas. Y tú, hermano nuestro benditísimo, que ya te ves glorificado ante el trono del Señor, ruégale por nosotros, tanto más dignos de compasión cuanto más necesitados. Consíguenos las gracias que te pedimos, y que un día logremos la gloria del cielo, donde vives bendiciendo a Dios en compañía de los Angeles y Santos por toda la eternidad. Amén.

El autor de esta novena es E. Pérez Hermida y fue publicada en un folleto por el "Secretariado Martín de Porres" de Valencia. (España)




domingo, 19 de marzo de 2017

19 de marzo festividad de San José

Virtudes de San José




Escrito por Rodrigo Rojas   


¿Qué nos enseña San José para nuestra Vida Cristiana?

Tratar de ahondar en las virtudes de San José como modelo de Vida Cristiana y acercarnos a su "fisonomía espiritual" requiere de un trabajo difícil y extenso. Esta página tan sólo pretende esbozar brevemente las virtudes que brotan de San José para nuestra vida cristiana. 

No es un simple aplicar las virtudes que consideramos debe tener un gran santo, es profundizar en el "en sí" de su realidad, basados siempre en las luces que nos ofrecen la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia.

Aprendamos pues algunas de las virtudes de este gran santo y cómo aplicarlas para nuestra vida cristiana: 
  
No Hace Juicios Temerarios 

Indiscutiblemente, San José durante toda su vida se vio enfrentado a situaciones que lo desbordaban, que no entendía por completo; sin embargo su actitud lejos de ser soberbia es, por el contrario, humilde y reverente.

Si bien no comprende todo lo que está pasando, San José no hace juicios temerarios ni reproches; no recrimina nunca a Dios por no esclarecerle todo lo que estaba ocurriendo, no se siente con "derecho" de pedir explicaciones. Su actitud es más bien todo lo contrario: el santo varón confía, y ¡cómo lo hace!, ante las situaciones misteriosas que obviamente lo sobrepasan José se muestra confiado, pues él sabe en Quien ha puesto su confianza.

Ante el hecho de la encarnación virginal de María, José no lanza juicios inculpatorios, su confianza en María es plena, cayendo más bien al inicio en la indecisión, en la sorpresa, en el desconcierto, antes de realizar algún juicio contra María. Busca la salida apropiada, pero no a costa de María, ni de su propia integridad, una salida justa que busca prudencia en el juicio, y la objetividad.

San José es pues para todos nosotros un modelo de hombre prudente; no juzga las situaciones que no entiende, no da lugar en su interior a cavilaciones inútiles, ni trata de abarcar con su entendimiento todo lo que esta ocurriendo. Y es que, indiscutiblemente, José no mide la realidad de acuerdo a los criterios del mundo; todo lo contrario, estaba siempre abierto al plan de Dios y confiaba plenamente en él. Es modelo de respeto a la persona, a la honra ajena. Es un modelo para todos los hombres de hoy, en especial para los matrimonios que tan frecuentemente se ven sumergidos en tantas inútiles y no pocas veces absurdas contiendas que resquebrajan e hieren la confianza, que hieren la dignidad de uno de los cónyuges, que levantan una polvareda que va dando un testimonio desastroso ante los hijos. 
  

Un Hombre de Fe Ejemplar 

Cuando nos acercamos a la figura de San José nos encontramos indudablemente ante un hombre de fe, un hombre que durante toda su vida confió siempre en el Señor.

Ante las palabras del ángel, en lo que el Papa Juan Pablo II llama la "anunciación nocturna", José no vacila, sino que, movido por su fe inquebrantable, se lanza a la inmensa aventura de hacer lo que Dios le pedía. San José es pues, al lado de nuestra madre María, un modelo de fe, que nos muestra como ésta es un camino de realización personal y de plenitud. Toda su vida y sus conductas se basan en esta virtud.

El santo varón nos enseña también como la fe es un don al que hay que acoger con reverencia; su cercanía al Señor Jesús y a Santa María lo van educando en la fe durante toda su vida, educación que el Santo custodio del Señor sabe acoger en su corazón mediante el silencio y la escucha reverente.

Profundizando en la fe de José, vemos que ésta no se queda en una mera adhesión teórica o racional, tampoco en un puro sentimiento, ni en un quehacer sin ninguna referencia a lo trascendente. La vivencia de la fe en San José nos muestra cómo la fe auténtica es una fe de mente, de corazón y de acción; por todo esto San José es pues, para nosotros los cristianos, un modelo de fe integral. 
   
Obediencia Paradigmática 

"En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras".

Si bien estas palabras fueron dichas por el Señor Jesús dirigiéndose a Pedro, al ver la actitud obediente de San José nos encontramos con un hombre que supo también vivirlas con total radicalidad. José, por encima de sus propios planes, busca entregarse totalmente al Plan de Dios, "extiende" sus manos y se pone en las manos del Padre.

La obediencia de San José es un modelo para todos nosotros: permaneciendo atento al plan de Dios, acoge lo que el ángel le anuncia y pronuncia su propio "sí". La obediencia lo lleva también a partir con prontitud a Egipto en medio de la noche y las dificultades, también la vivencia de esta virtud lo mantiene durante toda su vida fiel al Plan del Padre, atento a salir al encuentro de todas las necesidades de Santa María y del Señor Jesús.

José es pues, un modelo paradigmático de obediencia, de entrega sin medida a Dios, de donación total. San José nos muestra a los hombres de este siglo, instalados en falsas seguridades y cerrados sobre nuestros propios caprichos, que la obediencia vivida con prontitud y generosidad es un camino que plenifica y dignifica a quien lo sigue y que todos estamos llamados a recorrer. 
  

Plena Disponibilidad 

Es realmente cuestionante ver la prontitud y la disponibilidad con las cuales San José responde al mensajero del Padre en todas las circunstancias de su vida. Es también muy elocuente ver cómo la Escritura no nos narra ninguna palabra de este Santo Varón.

Al acercarnos a los pasajes del evangelista San Mateo vemos que, al referirse a San José, nos muestra su plena disponibilidad narrándonos sus actitudes: "Despertado José del sueño, hizo lo que el Ángel del Señor le había mandado..." (Mt. 1, 24); "El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto" (Mt. 2, 14); "El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel" (Mt. 2, 21). Así, pues, es tan grande su disponibilidad que el Papa Juan Pablo ll la asemeja a la de María.

Sin embargo esta disponibilidad de José no nace de la noche a la mañana, no es algo que surge de un día para otro. Por el contrario, San José durante toda su vida va educándose en la libertad, despojándose de todo lo que lo pudiera atar o limitar para cumplir con santa eficacia el designio divino.

Mirando, pues, a San José nos damos cuenta cómo la disponibilidad es una actitud que estamos todos llamados a vivir, sin importar cuál sea nuestra vocación particular. 
  

San José: Un Varón Justo 

El término justo en el lenguaje bíblico tiene una amplia connotación, la cual se refiere a una persona que vive su vida en torno a Dios, confiando en Él. Un varón justo es aquel que cumple los preceptos de Dios, los preceptos religiosos, que más que un legalismo civil son unos medios para adherirse a Dios y ser fiel a Él.

Los sacrificios, las obligaciones, y las virtudes propias del hombre Judío deben llevarlo a un encuentro con Dios. Durante la historia del pueblo de Israel, los hombres estuvieron esperando la realización de la promesa de Dios, especialmente cuando la promesa se concreta en la espera del Mesías. Los hombres justos eran aquellos respetuosos de Dios, temerosos de Dios, que cumplían en todo su Plan, y vivían expectantes esperando la manifestación de Dios.

Cuando el evangelio habla de San José como un varón justo, este adjetivo engloba toda su realidad, San José es un hombre Justo. "Justo" vendría a ser como el nombre que expresa su más profunda realidad, así como el Ángel le dice a María "llena de gracia", expresando la mismidad de la doncella de Nazaret.Al decir que San José es un hombre justo se refiere a que es cumplidor de la palabra de la Dios, obedece los preceptos, está atento a las mociones de Dios, y obedece con prontitud a ellas. Tal como Simeón, debía esperar la manifestación de Dios, la encarnación del Mesías. Era un hombre virtuoso. Las virtudes que contemplamos en San José esposo de María y Padre de Jesús no son gratuitas, el ejercicio de su libertad lo fue realizando a través de toda su vida, preparándose a lo largo de ella para esa magna misión.

Para comprender mejor, podríamos asemejar la palabra justo con santo: justicia es santidad. 

Esto nos permite iluminar el hecho de la inicial intención de José de separarse en secreto de María. Al estar ella en cinta, y siendo el fruto de su vientre de un origen divino, José decide separarse para no intervenir en la acción de Dios. Ésa es la actitud –por cierto respaldada en una antigua tradición– que parece estar más de acuerdo con la fisionomía espiritual del justo varón, pareciendo poco probable la hipótesis de que San José decidió separarse de María por dudar de ella al haber concebido un hijo, lo cual no parecería coincidir con la "justicia" de José, pues en tal caso –como fiel cumplidor de la ley– hubiera tenido que denunciarla.

San José nos enseña a vivir la vida en Dios, a tener una visión de eternidad, una visión sobrenatural de las cosas, así como é,l la actitud de cumplir siempre la voluntad de Dios. 
  

Sabe vivir ejemplarmente el silencio activo 

Los pocos pasajes que nos hablan de José en las Sagradas Escrituras lo muestran como un hombre silencioso. El silencio que vive José es un recto ordenamiento de sus facultades que le permite estar atento a las disposiciones del Señor y acogerlas. José está atento a lo que Dios quiere, acoge su palabra, y vive en consecuencia con lo que ha escuchado.

En los dramáticos momentos de la incertidumbre ante la concepción virginal de María, y su papel en el Plan de Dios lo vemos silencioso, dócil a las mociones del Espíritu. Ante la inmensa alegría de la encarnación del Mesías, tampoco lo vemos en una actitud jubilosa de salir a proclamarlo, a contarle a todos, sino que asume silenciosamente su misión de Padre y esposo.

En el momento de la pérdida del niño no lo vemos angustiado, haciendo escándalo, ante el misterio que no comprende; lo acoge, y, tal como María, atesora todo ello en su corazón. 

El silencio de acogida de José lo lleva a escuchar atentamente al Señor a través de su Ángel, y a actuar de manera rápida ante lo que le pide. Ese silencio no lo lleva a tener un papel pasivo en la vida de Jesús y de María, por el contrario, lo lleva a asumir fielmente su papel de Padre y protector, descubriendo el Plan de Dios en cada circunstancia, acogiéndolo y obrando en consecuencia. Por ello se le aplican las palabras del Evangelio referidas a María: "Dichoso aquel que escucha la palabra de Dios y la pone por obra".

Por último, el silencio de San José nos habla de una profunda vida interior, de una profunda relación con el Señor en todos los momentos de su vida, de una permanente presencia de Dios.

Ante los tiempos actuales, tiempo del ruido, de la superficialidad, de la poca escucha, San José surge como modelo para todos los hombres enseñándonos cómo el silencio es una camino para alcanzar el señorío de sí, el recto ordenamiento de nosotros mismos, es una pedagogía de la voluntad. 
  

Modelo de Desprendimiento 

Ante el llamado de Dios, José actúa con prontitud. Todos los proyectos, los planes que tiene en su vida, ceden ante la misión a la que Dios lo invita. José acoge con alegría los planes del Señor, sabiendo que la grandeza de su vida no está en sus planes y logros humanos, sino en la grandeza de la causa a la cual sigue.

La docilidad con que acoge José las mociones del Señor en cada circunstancia y la confianza plena con que Dios lo proveerá lo llevarán a desprenderse de sus proyectos, de sus humanas seguridades, y a entregarse con toda la generosidad de su corazón al seguimiento del camino por el que el Señor lo convoca. Así lo vemos al acoger la invitación del Señor de ser el casto esposo de María; también al partir para Egipto, para regresar unos años después, viviendo el desapego a las comodidades, a la estabilidad de quien planea minuciosamente su vida, por la docilidad de aquel que obedece los designios de Dios. 
  

Modelo de Pureza y Castidad 

En la misma línea del desprendimiento ocupa un lugar privilegiado la castidad perfecta vivida por San José.

El horizonte al cual lo convoca Dios lo lleva a vivir la pureza y la continencia, así como la templanza. La vocación de custodio del Señor y de la virginidad de María, dentro del matrimonio, siendo padre y esposo, es una invitación a vivir también él una castidad perfecta, enmarcada en su relación donal hacia Jesús y María. Esa castidad perfecta de San José es custodia permanente del tesoro de la virginidad de María.

San José renuncia por un amor virginal incomparable al natural amor que constituye y alimenta el matrimonio. En la castidad de San José, fundamentada en la generosa y total entrega a Dios, descubrimos el horizonte de la vida célibe, la cual es disposición y libertad de entregarse plenamente por amor a Dios y su Plan. Además, el horizonte de la vida casta en el matrimonio; castidad que es donación, respeto a la otra persona, castidad plenificante que inscribe el amor de los esposos en el amor de Dios.

San José con su modélica castidad nos señala a todos los hombres, cada uno según su llamado, el plenificante camino de la castidad que nos lleva a entregarnos, por amor, a Dios y a los hombres. 
  

Auténtica Paternidad 

Ante el miedo experimentado por José al conocer el milagro de la anunciación-encarnación, y el deseo de apartarse para no entorpecer los planes del Señor, Dios lo confirma como esposo de María, y le encomienda la misión de ser Padre putativo de Jesús, lo cual quiere decir que es considerado como Padre, no siéndolo por la carne, sino por la caridad, tal como dice San Agustín.

San José es plenamente Padre de Jesús, no sólo por ser el esposo de María, sino porque Dios le señala que ha de ponerle el nombre al niño por nacer, dándose con ello, según la costumbre judía, la responsabilidad paterna. Y asume de tal manera la responsabilidad de Padre, que tal como nos narra San Lucas, "Para todos era hijo de José" (Lc. 3,23).

San José asume con total responsabilidad su vocación, cuidando de Jesús y de María, educando a Jesús, y manteniendo el hogar de Nazaret. Como dice el Papa León XIII, "José se convirtió en el custodio legal, administrador y defensor de la Sagrada Familia que estaba bajo su tutela. Y durante toda su vida cumplió plenamente con esas responsabilidades y deberes". (Quamquam Pluries, 3).

La paternidad que San José ejerce con Jesús se nutre del respeto y auténtica reverencia hacia su Hijo (como se muestra en la escena de la pérdida y hallazgo en el templo), así como de todo el amor que el corazón de un Padre puede tener. 
  

Padre Trabajador 

Vinculado al tema de la paternidad está el de sustentador del hogar. Por medio del trabajo hace lo necesario para el sustento de la familia a él encomendada.

La vida cotidiana de San José en Nazaret estuvo dedicada al trabajo. La vivencia del trabajo de San José es modélica para todos los trabajadores; de ahí que sea considerado el patrono de todos ellos. En medio del trabajo tuvo la oportunidad de ejercitarse en múltiples virtudes como la humildad, la fidelidad en las cosas simples y pequeñas, adquirir la conciencia del origen divino de los bienes, así como la profunda reverencia hacia las personas para quienes trabajaba.

San José hacía de su vida cotidiana una liturgia continua; para él, el trabajo era una excelente ocasión para orar. En medio del trabajo, y por medio de él se mantenía en una constante presencia de Dios. La profunda vida interior de San José se desarrolló en su vida cotidiana, en el hogar y en el trabajo.

En San José se muestra la dignidad del trabajo por más simple que sea, así como el horizonte de santificación en la vida cotidiana para todos los hombres, cada uno según la vocación particular a la cual ha sido llamado. 
  

El Amor a Dios, la Unión con Jesús y Santa María. 
El Amor a Todos 

San José amó a Dios tanto como pudo amar. Es ese amor a Dios el que sostiene toda su vida. Ese profundo amor se descubre en la docilidad a las mociones de Dios, en el silencio y reverencia con que las escucha y acoge. En la obediencia plena, total, hasta el último momento a la misión a la que era convocado. En la profunda alegría que se descubre en el cumplimiento de su misión. En la constante presencia de Dios, en la adhesión a sus designios. Incluso la tradición que habla de la voluntad de San José de consagrarse a Dios muestra más ese profundo amor. Esa profunda relación amorosa con Dios lo ayuda así a cumplir con su vocación de ser la sombra del Padre.

La unión amorosa con Jesús se muestra a través de su reverente paternidad, la cual según palabras del Papa Juan Pablo II influye en el amor filial de Jesús, y éste a su vez influye en el amor paterno de José, originándose una profunda y misteriosa relación de amor entre ambos.

La unión de José y María fue total. El vínculo matrimonial une de una manera misteriosa a ambos cónyuges. Su unión espiritual es sólo perceptible por la unión de cada uno de ellos, desde su propia realidad, en la participación de los extraordinarios misterios de Dios que les fueron comunicados y a cuya realización, cada uno según su propio llamado, fueron invitados a cooperar viviendo la primicia de la fe. La unidad de José y María lleva a éste a participar de la vida de María, del misterio de la encarnación, y de todas las virtudes suyas.

La vida de amor de San José, por su perfección misma, se prolonga a todos los hombres, en particular dada la definitiva universalidad del gran Misterio de Amor del que se le invita a ser eximio y singular cooperador, luego de Santa María virgen.

Así como San José es padre del Señor y Custodio de la Familia de Nazaret por amor, ese mismo amor que se extiende a todo el género humano, va a extenderse sobre toda la Iglesia bajo la forma de su paternidad. San José es Patrono de la Iglesia, y protector de ella, como dice el Papa León XIII "Es, por ello, conveniente y corresponde que así como San José atendió a todas las necesidades de la familia de Nazaret y concedió su protección, cubra ahora con el manto de su celeste patrocinio y defienda a la Iglesia de Jesucristo". (Quamquam Pluries, 3).