jueves, 7 de febrero de 2013

Medjugorje - Mensaje de la Virgen: "Consagradme vuestros corazones"


Nuevamente la Santísima Virgen María nos pide la consagración a su Inmaculado Corazón; ayuno y oración por los sacerdotes.



Mensaje del 2 de Febrero de 2013

“Queridos hijos, el amor me trae a vosotros, el amor que también os deseo enseñar a vosotros: el amor verdadero. El amor que mi Hijo os ha mostrado, cuando murió en la cruz, desde el amor, por vosotros. El amor que siempre está dispuesto a perdonar y pedir perdón. ¿Cuán grande es el amor vuestro? Mi corazón materno está triste mientras está buscando el amor en vuestros corazones. No estáis dispuestos a someter, desde el amor, vuestra voluntad a la voluntad de Dios. No podéis ayudarme a que, aquellos que no han conocido el amor de Dios lo conozcan, porque vosotros no tenéis el verdadero amor. Consagradme vuestros corazones y yo os guiaré. Os enseñaré a perdonar, a amar al enemigo y a vivir según mi Hijo. No tengáis miedo por vosotros mismos. Mi Hijo no olvida, en las desgracias, a aquellos que aman. Yo estaré con vosotros. Oraré al Padre Celestial que os ilumine con la luz de la eterna verdad y del amor. Orad por vuestros pastores, para que, a través de vuestro ayuno y oración, puedan guiaros en el amor. ¡Os doy las gracias!”

miércoles, 6 de febrero de 2013

Medios para sacar almas del Purgatorio


Vía Crucis 

Jesús hizo estas hermosas promesas a María Marta Chambon, entre otras:

"Cada vez que miren al divino crucificado con un corazón puro, obtendrán la libertad de cinco almas del purgatorio: una en cada fuente (cada Llaga de las manos, pies y el costado)".

"Obtendrán también, si el corazón de vosotros es puro y desprendido, el mismo favor en cada estación, por los méritos de cada una de mis Llagas".

Se trata de que cuando miramos con amor a Jesús Crucificado, y estamos en gracia de Dios, liberamos cinco almas del Purgatorio.

Y también que en el Vía Crucis que hacemos con piedad, pureza y desprendimiento, liberamos cinco almas en cada estación del mismo.

Y recordemos que para rezar el Vía Crucis no es necesario decir oraciones o hacer meditaciones, sino simplemente con recorrer física o mentalmente las estaciones, pensando un poco en todo lo que sufrió Nuestro Señor, y también su Madre; y si queremos podemos rezar en cada estación un Avemaría, pero no es necesario. Lo que sí es necesario es poner mucho amor y compasión al contemplar a Jesús que va camino al Calvario y entonces muchas almas del Purgatorio serán liberadas por nosotros, con el consiguiente bien para ellas, y también para nosotros, ya que las tendremos como intercesoras ante Dios, y ellas nos obtendrán tanta cantidad de favores y tan importantes gracias, incluso materiales, que no podemos menos de hacer el propósito de rezar cada día un Vía Crucis, sin esperar al tiempo de Cuaresma, porque, además, el meditar en la Pasión del Señor, nos atrae un cúmulo tan grande de bienes a nosotros, para vivir bien nuestra vida y llevar bien nuestra cruz, que es una devoción que, junto con el Rosario, debería ser cotidiana.

Las Benditas Almas del Purgatorio son muy agradecidas con quienes las alivian. Hagamos mucho por ellas, y veremos la recompensa que ellas saben dar a sus benefactores.

Fuente: Almas del Purgatorio - Santísima Virgen




¡Que bella fiesta! Es como si todos los Santos y Bienaventurados se celebraran en una sola fiesta. De un lado, la Iglesia militante, sobre la tierra, ruega a la Iglesia triunfante del cielo, y por otro lado, ruega por la Iglesia purgante del purgatorio. Y las tres Iglesias son una única Iglesia.


La caridad, más fuerte que la muerte, las une del cielo a la tierra y de la tierra al purgatorio. Y es por el mismo sacrificio que agradecemos a Dios, la gloria con la cual llena los santos del cielo e imploramos la misericordia para los santos del purgatorio, santos todavía no perfectos.

La Iglesia triunfante del cielo, la Iglesia militante de la tierra y la Iglesia purgante del purgatorio, paciente, son sólo una misma Iglesia; que la caridad, más fuerte que la muerte las une del cielo a la tierra y de la tierra al purgatorio. Son como tres partes de una sola y misma procesión de santos, procesión que avanza de la tierra al cielo.



Las almas del purgatorio participarán de aquella procesión algún día. Sí, porque todavía no tienen bien blanca la vestimenta para la fiesta, la ropa nupcial todavía tiene manchas, aquellas manchas que sólo el sufrimiento limpia.


Entonces, como los contemporáneos de Noé, aquéllos que hicieron penitencia solamente en el momento del diluvio, fueron encerrados en prisiones subterráneas, hasta que Jesucristo les apareció, anunciándoles la libertad, cuando fue su descenso a los infiernos.

Como los fieles de la Iglesia triunfante, los fieles de la Iglesia militante y los fieles de la Iglesia purgante y paciente, son miembros de un mismo cuerpo – que es Jesucristo – y tanto unos como los otros participan, se interesan, se entristecen por la gloria, por los peligros, por los sufrimientos de unos y de otros, así como los miembros del cuerpo humano. Veamos un ejemplo: el pie está en peligro de salud y sufre dolores: todos los miembros del cuerpo sufren la conmoción. Los ojos lo miran, las manos lo protegen, la voz pide auxilio, para apartar el mal o el peligro. Una vez apartados del mal, se alegran todos los miembros.

Lo mismo ocurre con el cuerpo vivo de la Iglesia universal. Y vemos a los héroes de la Iglesia militante, a los ilustres Macabeos, asistidos por los ángeles de Dios y por los santos de Dios, especialmente por el gran sacerdote Onias y por el profeta Jeremías, rogar y ofrecer sacrificios por esos hermanos que murieron por amor a Dios, pero que tenían uno o varios pecados.

Al día siguiente, después de una victoria, Judas Macabeo y los suyos aparecieron para retirar a los muertos y depositarlos en el sepulcro de sus antepasados y encontraron sobre las túnicas de los que estaban muertos cosas que habían sido consagradas a los ídolos de Jamnia, que la ley prohibía tocar a los judíos. Por esto, fue manifestado a todos que por eso habían sido muertos. Y todos alabaron el justo juicio del Eterno, que descubre lo que esta escondido y le suplicaron que fuese olvidado el pecado cometido.

Judas exhortó al pueblo a que se preservase del pecado, teniendo ante sus ojos y recordando cómo habían sucumbido los que habían pecado. Y, después de haber hecho una colecta, envió a Jerusalén dos mil dracmas de plata, para que fuese ofrecido un sacrificio por los pecados de los muertos, actuando muy bien, pensando que estaba en la resurrección. Pues si no tuviese esperanza que los que habían sucumbido resucitarían un día, sería superfluo y necio rogar por los muertos.

Judas, sin embargo, consideraba que una gran misericordia estaba reservada a los que duermen en la piedad. ¡Santo y piadoso pensamiento! Fue por esto que ofreció un sacrificio de expiación por los difuntos, para que fuesen libres de los pecados.

Estas son las palabras y reflexiones de la Sagrada Escritura, según el texto griego y las mismas, más o menos, en el latino.

Nuestro Señor mismo advirtió, con toda claridad, que hay un purgatorio, cuando nos recomienda en San Mateo y San Lucas: “Conciliaos con vuestros enemigos (a la ley de Dios y la conciencia) en cuanto estés en el camino para ir al príncipe, no sea que este enemigo os entregue al juez, juez y verdugo, y que seas sometido a una prisión. En verdad os digo, de ella no saldréis, mientras no paguéis hasta la última donación”.

Según estas palabras, queda claro que hay una prisión de Dios, donde se es arrojado por deudas con su justicia, y donde no se sale – sino cuando todo estuviera pagado.

Nuestro Señor, en San Mateo, también nos dice: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, sin embargo, la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada, ni en este siglo ni en el futuro.” Donde vemos que otros pecados pueden ser perdonados en este siglo y no en el futuro, como el libro de los Macabeos lo dice expresamente, los pecados de aquellos que murieron por la causa de Dios.

Del mismo modo, en el sacrificio de la misa, la Santa Iglesia de Dios recuerda a los santos que reinan con Él en el cielo, con el fin de agradecer por la gloria y encomendarnos a su intercesión. Por otro lado, suplica a Dios que se acuerde de los servidores y servidoras que nos precedieron en el otro mundo con el sello de la fe y les permita permanecer en el refresco de la luz y la paz.



La creencia del purgatorio y oración por los muertos se encuentra en todos los doctores de la Iglesia, así como en el acta de los mártires, especialmente en las actas de San Perpetuo, escritas por él mismo.


Todos los santos oraron por los muertos. San Odilon, abad de Cluny, en el siglo XI, tenía un celo particular sobre lo que respecta a la restauración de las almas del purgatorio. Fue movido por la compasión, pensando en los sufrimientos de las almas del purgatorio que, adelantándose a la Iglesia, ordenó rezar por las almas, habiendo destinado para ese fin un día especial. Así es como San Odilon alentó tal institución, comenzando por las tierras que simpatizaban con el sacerdocio. (…)

En cuanto al purgatorio, nada se conoce con seguridad. Sin embargo, lo que se lee en las revelaciones de Santa Francisca de Roma, revelaciones que la Iglesia autoriza creer, sin entretanto, ser obligatorias.

En una visión, la santa fue conducida al infierno y al purgatorio, que igualmente está dividido en tres zonas o esferas, una sobre la otra.

Al entrar, Santa Francisca leyó esta inscripción:

Aquí es el purgatorio, lugar de esperanza, donde se hace un intervalo.

La zona inferior es toda de fuego, diferente al infierno, que es negro y tenebroso. Esta zona tiene llamas grandes, muy grandes y rojas. Y las almas allí son iluminadas interiormente por la gracia. Porque conocen la verdad, así como la determinación del tiempo.

Aquellos que tienen pecados graves son enviados a este fuego por los ángeles y se quedan ahí conforme al tamaño de los pecados que cometieron.

La santa dijo que, por cada pecado mortal no expiado, en aquel fuego el alma se quedaría por siete años.

A pesar que en esta zona o esfera inferior las llamas de fuego envuelven todas las almas, atormentan sin embargo a unas más que a otras, según sean más graves o más leves los pecados.

Fuera de ese lugar del purgatorio, a la izquierda, están los demonios que hicieron que aquellas almas cometiesen los pecados que ahora expían. Criticándolas, pero no infligen cualquier otro tipo de tormento.

¡Pobres almas! Las hace sufrir más, mucho más, la visión de esos demonios que el propio fuego que las envuelve. Y, con tal sufrimiento, gritan y lloran, sin que, en este mundo, alguien pueda hacerse esa idea. Lo hacen, entretanto, humildemente, porque saben que lo merecen, que la justicia divina está con razón. Son gritos como que afectuosos y que les traen algún consuelo. No porque sean apartados del fuego. No, la misericordia de Dios, tocada por aquella resignación de las almas que sufren, les lanza una mirada favorable, mirar que les alivia el sufrimiento y les deja entrever la gloria de la bienaventuranza, a donde pasarán.



Santa Francisca Romana vio un ángel glorioso conducir a aquel lugar a un alma que le había sido confiada a su protección y esperarla afuera a la derecha. Y que los sufragios y las buenas obras que los parientes, amigos, o quien sea hacían especialmente por la intención de esa alma, movidos por la caridad, son presentadas por los ángeles de la guarda a la divina majestad. Y los ángeles, comunicando lo que por ellas hacemos, se alivian, alegran y confortan. Los votos y las buenas obras que hacen los amigos, por caridad, especialmente por los amigos del purgatorio, beneficia especialmente a quien los hace, debido a la caridad. Y ganan las almas y ganamos nosotros.


Las oraciones, los sufragios y las limosnas hechas caritativamente por las almas que ya están en la gloria y que ya no las necesitan, se revierten a las almas que todavía están necesitadas, beneficiando a nosotros también.

¿Y los sufragios que se hacen a las almas que se encuentran en el infierno? No aprovechan ni a uno ni a otro – ni a las del infierno, ni a las del purgatorio, únicamente a quien los hace.

La zona o región media del purgatorio está dividida en tres partes: la primera, llena de una nieve excesivamente fría; la segunda, de brea fundida, mezclada con aceite hirviendo; la tercera, de ciertos metales fundidos, como oro y plata, transparentes. Treinta y ocho ángeles reciben allí las almas que no cometieron pecados tan graves como para merecer la región inferior. Las reciben y las transportan de un lugar a otro con gran caridad: no son los ángeles de la guarda, son otros, que para tal efecto, fueron obligados por la divina misericordia.

Santa Francisca no habla, o no fue autorizada a decirlo por su superior, sobre la parte más elevada del purgatorio.

En los cielos, los ángeles fieles tienen jerarquía: tres filas y nueve coros. Las almas santas, que se elevan de la tierra, ocupan en los coros y las órdenes que Dios les indica, según sus méritos. Es una fiesta para toda la milicia celestial, pero especialmente para el coro donde el alma deberá regocijarse eternamente en Dios.

Lo que Santa Francisca vio en la bondad de Dios la dejó profundamente impresionada, sin que pudiese hablar de la alegría que había en su corazón. Frecuentemente, en los días de fiesta, sobre todo después de la comunión, cuando meditaba sobre el misterio del día, su espíritu, arrebatado al cielo, veía el mismo misterio celebrado por los ángeles y por los santos.

Todas las visiones que tenía Santa Francisca Romana, las sometió a la Santa Madre Iglesia. Y, por la misma madre – la Iglesia – fue Francisca canonizada, sin que nada censurable se encontrara en las visiones que tuvo.

Nosotros os saludamos, almas que os purificáis en las llamas del purgatorio. Compartimos vuestros dolores, el sufrimiento, principalmente aquel dolor inmenso y torturante de no poder ver a Dios.

¡Ay de nosotros! Sin duda que hay entre vosotros parientes y amigos nuestros: sufrirán, talvez por nuestra culpa. ¿Quién dirá que no les hemos dado, en ésta o aquella ocasión, motivos para pecar? Les falta poco tiempo para ser completamente puras. ¿Qué pasará con nosotros que velamos tan poco por nosotros mismos? Almas santas y sufridoras, ¡que Dios nos libre de nunca olvidaros!

Todos los días, en la misa y en las oraciones, nos acordaremos de todas ustedes. Acordáos, pues, también de nosotros. Acordáos especialmente cuando estuvieres en el cielo. ¡Allá os deseamos ver! ¡Como en el cielo deseamos vernos con ustedes! Así sea.

(Vida de los Santos, Padre Rohrbacher, Volumen XVIII, Pág. 111 a 118 y 129 a 137)

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¿Qué misterioso paraje es este, entre la tierra y el Cielo, cuyos “habitantes” piden vehementemente nuestra ayuda y también pueden beneficiarnos?
Carlos Werner Benjumea

Muéstrate conciliador con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel.

“Te lo aseguro: no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo” (Mt 5, 25-26).

Jesús hablaba a los apóstoles acerca de los castigos que esperan a los pecadores después de la muerte. Antes se había referido al fuego de la gehena –el Infierno–, una prisión eterna. Pero aquí habla de una cárcel de la que se puede salir, siempre que se haya pagado la deuda hasta el último céntimo.


Esa prisión temporal –un estado de purificación para los que mueren cristianamente sin alcanzar la perfección– es el Purgatorio. Prisión misteriosa y temible, pero donde reina la esperanza y los quejidos de dolor se mezclan con himnos de amor a Dios.


La fiesta de difuntos

El 2 de noviembre, la sagrada liturgia se acuerda de forma especial de los fieles difuntos. Después de regocijarse el día anterior, en la fiesta de Todos los Santos, por el triunfo de sus hijos que ya alcanzaron la Gloria del Cielo, la Iglesia dedica su maternal desvelo a los que sufren en el Purgatorio y claman con el salmista: “Saca mi alma de la cárcel para que pueda alabar tu nombre. Me rodearán los justos en corona cuando te hayas mostrado propicio a mí” (Sal 141, 8).

La génesis de esta fiesta está en la orden benedictina de Cluny, cuando su quinto abad san Odilón, instituyó en el calendario litúrgico cluniacense la “Fiesta de los Muertos”, dando a sus monjes la ocasión de interceder por los difuntos y ayudarlos a entrar en la bienaventuranza.

A partir de Cluny esta fiesta se fue extendiendo entre los fieles hasta su inclusión en el Calendario Litúrgico de la Iglesia, volviéndose una devoción habitual del mundo católico.

Quizás el lector, como gran número de fieles, acostumbrará visitar el cementerio en aquel día, para recordar y elevar una plegaria por familiares y amigos fallecidos. Sin embargo, muchos cristianos no dan oídos a la llamada de su corazón, que los mueve a sentir añoranza de sus seres queridos y aliviarlos con una oración. Ya sea por falta de cultura religiosa o de quien las incentive y oriente, muchas personas ni siquiera ven la necesidad de rezar por las almas de los fallecidos.

A muchas otras la realidad del Purgatorio les causa extrañeza y antipatía.

Pues bien, por amor a las almas que esperan verse libres de sus manchas para entrar al Paraíso, para estimular en nosotros la caridad hacia estos hermanos necesitados de nuestra intercesión y también para nuestro provecho, indaguemos el “por qué” y “para qué” de la existencia del Purgatorio.

Purificación necesaria para entrar al Cielo

Sabemos que la Iglesia Católica es una. Lo confesamos en el Credo.

Sin embargo, sus miembros están en lugares diversos, como enseña el Concilio Vaticano II. Algunos “peregrinan en la tierra, otros, ya difuntos, se purifican, mientras otros son glorificados” (Lumen Gentium, 49).

Entre la tierra y el Cielo puede tener cabida, en el itinerario del alma fiel, una estación intermediaria de purificación. El Catecismo de la Iglesia nos enseña que por ella pasan los que “mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados”.


En virtud de lo cual “sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el Cielo” (CIC, n. 1030).


Este estado de purificación nada tiene que ver con el castigo de los condenados al Infierno. Pues las almas del Purgatorio tienen la certeza de haber conquistado el cielo, aunque su entrada en él sea aplazada en virtud de los residuos del pecado.

La primera epístola a los Corin­tios hace referencia al examen a que serán sometidos los cristianos, los que, habiendo recibido la fe, deben continuar en sí mismos la obra de su santificación. Cada uno será medido respecto de la perfección que haya logrado: “Si sobre este cimiento uno edifica con oro, plata, piedras preciosas o madera, heno, paja, su obra quedará de manifiesto; pues en su día el fuego lo revelará y probará cuál fue la obra de cada cual. Aquel cuya obra subsista recibirá la recompensa, y aquel cuya obra sea consumida sufrirá el daño. Él, no obstante, se salvará, pero como quien pasa a través del fuego” (1 Cor 3, 12-15).

“Se salvará”, dice el apóstol, excluyendo el fuego infernal, del que ya nadie puede salvarse, y refiriéndose al fuego temporal del purgatorio.

Haciendo mención de este y otros trechos de la Escritura, la Tradición de la Iglesia nos ha hablado de un fuego purificador, como explica san Gregorio Magno en sus Diálogos: “Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, como lo afirma Aquel que es la Verdad al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos colegir que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, y otras en el siglo futuro”.


¿Por qué existe el Purgatorio?

¿Acaso Dios es tan riguroso que no tolera ni la más mínima imperfección, limpiándola con terribles penas? Es una pregunta que puede hacerse con facilidad.

En primer lugar debemos considerar que después de nuestra muerte no seremos juzgados según nuestro criterio personal, pues “la mirada de Dios no es como la mirada del hombre, porque el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón” (1 Sam 16, 7) Estaremos ante la presencia de un Juez sumamente santo y perfecto, y en su Reino “nada impuro puede entrar” (Ap 21, 27) En efecto, ante la presencia de Dios, de su Luz purísima, el alma percibe en sí cualquier pequeño defecto, juzgándose ella misma indigna de tal majestad y grandeza. Santa Catalina de Génova, gran mística del siglo XV, dejó una obra muy profunda sobre la realidad del Purgatorio y del Infierno.

Explica lo siguiente: “Digo más: en lo que a Dios concierne, veo que el paraíso no tiene puertas y que puede entrar y salir quien quiera, porque Dios es todo misericordia y sus brazos están siempre abiertos para recibirnos en la gloria; pero la divina Esencia es tan pura –infinitamente más pura de lo que la imaginación pueda concebir– que el alma, viendo en sí misma la más ligera imperfección, prefiere arrojarse ella misma en mil infiernos antes que presentarse sucia en presencia de la divina Majestad. Sabiendo entonces que el purgatorio ha sido creado para purificar, ella misma se precipita en él y encuentra ahí una gran misericordia: la destrucción de sus faltas”.

¿Qué son estas manchas que deben purificarse en la otra vida? Son resquicios de apego exagerado a las criaturas, es decir, las imperfecciones y los pecados veniales, así como la deuda temporal de los pecados mortales ya perdonados en el sacramento de la Reconciliación.

Todo esto disminuye el amor a Dios en el alma.

A causa de esta afección desordenada se establece un estado de desorden en nuestro interior, alejándonos del mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas.

Esta es la causa, como nos explica Santo Tomás, por la cual, antes de acceder a la Gloria Celestial “la justicia de Dios exige una pena proporcional que restablezca el orden perturbado” (Suma Teológica, Supl., q. 71, a. 1) Las almas se sujetan a este castigo incluso con alegría, en plena conformidad con la voluntad del Señor.

Su único deseo es verse limpias y poder configurarse con Cristo.

San Francisco de Sales nos dice que las almas en este estado “se purifican voluntariamente, amorosamente, porque Dios así lo quiere” y “porque están seguras de su salvación, con esperanza inigualable”.


La pena del Purgatorio


Los dolores sufridos en ese lugar de purificación son “tan intensos que la mínima pena del Purgatorio excede a la mayor de esta vida” (Suma Teológica, Supl., q. 71, a. 2). Incluso así, san Francisco de Sales pondera que “el Purgatorio es un feliz estado, más deseable que temible, ya que las llamas que hay en él son llamas de amor”.

¿Cómo entender que ese terrible sufrimiento esté al mismo tiempo traspasado de amor? Verdaderamente, el mayor tormento de las almas del Purgatorio –la “pena de daño”– es causado por el amor. Dicha pena consiste en el aplazamiento de la visión de Dios. El hombre, creado para amar y ser amado, descubre al abandonar esta tierra la inefable belleza de la Luz divina, y a ella tiende con todas sus fuerzas, como el ciervo sediento corre en dirección a la fuente de las aguas. Sin embargo, viendo en sí el defecto del pecado, queda privado temporalmente de tan pura presencia.

Entonces, lejos de Aquel que es la suprema y única felicidad, el alma padece sufrimiento incalculable.

A nosotros, todavía peregrinos en este valle de lágrimas, nos cuesta entender la inmensidad de tal dolor. Vivimos sin ver a Dios aunque creamos en él. Somos como ciegos de nacimiento, nunca hemos visto el Sol de Justicia, que es Dios, y aunque sintamos su calor, no podemos hacernos idea de su resplandor y grandeza.

Sin embargo, las almas benditas del Purgatorio, al abandonar el cuerpo inerte, disciernen la inefable y purísima belleza de Dios, sin que la puedan poseer inmediatamente. Santa Catalina de Génova emplea una metáfora muy expresiva para explicar este dolor: “Supongamos que en el mundo entero no hay más que un solo pan para saciar el hambre de todas las criaturas, y que con sólo verlo quedan satisfechas.

El hombre saludable tiene el instinto natural de alimentarse.

Imaginémoslo capaz de abstenerse de los alimentos sin morir, sin perder la fuerza ni la salud, pero sintiendo que su hambre crece más y más.

Pues bien, sabiendo que sólo aquel pan podrá satisfacerlo y que mientras no lo obtenga su hambre no se aliviará, sufrirá penas intolerables que serán tanto más grandes mientras más lejos se halle del pan”.

A pesar de todo, las almas del Purgatorio poseen la certeza de que algún día se saciarán plenamente con ese Pan de la Vida, que es Jesucristo, nuestro amor, y en eso difiere su sufrimiento del de los condenados al infierno, que nunca podrán acceder a la Mesa del Reino de los Cielos.

Esperanza y desesperanza es la diferencia fundamental entre ambos lugares.

Disposición de las almas en el Purgatorio

Por eso existe en las almas del Purgatorio un matiz de alegría en medio del dolor. De forma brillante lo explica el Papa Juan Pablo II en la alocución del 3 de julio de 1991: “Aunque el alma deba sujetarse, en el paso rumbo al Cielo, a la purificación de las últimas escorias mediante el Purgatorio, ella ya está llena de luz, de certeza, de alegría, porque sabe que pertenece para siempre a su Dios”.

Y santa Catalina de Génova afirma: “Tengo por cierto que en ningún otro lugar, exceptuando el cielo, puede hallarse el espíritu en una paz semejante a la que gozan las almas del Purgatorio”.

Esto se debe a que el alma queda fija en la disposición que tenía al momento de morir, o sea, a favor o en contra de Dios. La libertad humana cesa con la muerte, y habiendo muerto en la amistad con Dios, el alma del Purgatorio se amolda con toda docilidad a su santa voluntad. Esta es la raíz de una paz tan profunda en medio de terribles sufrimientos.

Santa Teresa de Jesús, por ejemplo, aconseja con vehemencia: “Esforcémonos por hacer penitencia en esta vida. ¡Qué dulce será la muerte de quien de todos sus pecados la tiene hecha, y no ha de ir al Purgatorio!” Sin embargo, su discípula santa Teresita del Niño Jesús formula de manera sorprendente su actitud frente al Purgatorio: “Si tuviera que ir al purgatorio me sentiré muy dichosa; haré como los tres hebreos en la hoguera, caminaré entre las llamas entonando el canto del amor”.

Una actitud no se contrapone a la otra, más bien se completan. Incluso si tuviéramos que pasar por un sitio tan doloroso, conservemos una confianza ilimitada en la bondad divina.

De cualquier modo, la Santa Iglesia coloca maternalmente a nuestra disposición las indulgencias, para librarnos de las penas del purgatorio. 



Ayudemos a las benditas almas


No debemos pensar sólo en nuestro destino personal; preguntémonos también cómo ayudar a las almas que allí están en espera de su liberación. Ellas no pueden hacer nada por sí mismas, pues están privadas de alcanzar méritos, y dependen de nosotros. Interceder por ellas es una bellísima y valiosa obra de misericordia, pues en cierto modo, nadie hay más desamparado que estas benditas almas.

La costumbre de rezar por las almas de los difuntos viene del Antiguo Testamento.

Diversos Padres de la Iglesia fomentaron también esta práctica, como san Cirilo de Jerusalén, san Gregorio de Nisa, san Ambrosio y san Agustín. El Concilio de Lyon enseñaba en el siglo XIII: “para aliviar estas penas, [a las almas] les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, es decir, el sacrificio de la Misa, las oraciones, limosnas y otras obras de piedad que, según las leyes de la Iglesia, han acostumbrado hacer unos fieles por otros”.

¡Cuán bella es la devoción a las benditas almas del Purgatorio! Agradable a Dios, y nos aprovecha también a nosotros, transportándonos a la verdadera dimensión cristiana de la existencia, que nos hace vivir en contacto y comunión con lo sobrenatural, con lo futuro en el sentido más pleno de la palabra. ¡Cuánto nos serán agradecidas estas pobres almas al recibir nuestro interés y nuestro auxilio! Podrán ser nuestros parientes, o hasta nuestros padres. Quizás sea incluso alguien a quien no conozcamos, pero de quien recibiremos una afectuosísima acogida en la eternidad. En el Cielo, y mientras todavía estén en el purgatorio, rezarán con ahínco por nosotros, porque Dios así se los permite.

A modo de conclusión, quisiera hacer una propuesta al lector: ore por estas almas necesitadas, ofrezca la Santa Misa, dé limosna, bríndeles sacrificios y haga que otros se vuelvan devotos fervorosos de las benditas almas.

¿Sabe quién será el más beneficiado? ¡Usted mismo!

Fuentes documentales sobre el Purgatorio

La doctrina católica sobre el Purgatorio fue definida en especial durante en los Concilios de Florencia (1438-1445) y de Trento (1545-1563) tomando como base la Escritura (2 Mac 12, 42-46; 1 Cor 3, 13-15) y la Tradición, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1030-1031).

La Constitución Dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, aborda la cuestión en su número 50.

En su solemne profesión de fe titulada Credo del Pueblo de Dios, realizada el 30 de ju­nio de 1968, el Papa Pablo VI incluye a las almas “que deben purificarse todavía en el fuego del Purgatorio” (n. 28).

El Papa Juan Pablo II se refiere al Purgatorio en varios documentos: – Mensaje al Cardenal Penitenciario Mayor de Roma, 20/3/98; – Carta al obispo de Autum, Châlon y Mâcon, Abad de Cluny, 2/6/98; – Audiencia General del 22/7/98; – Audiencia General del 4/8/99; – Mensaje a la Superiora General del Instituto de las Hermanas Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio, 2/9/2002.

Revista Heraldos del Evangelio, Nov/2006, n. 59, pag. 34 a 37


Indulgencia plenaria en el día de los muertos

- Aplicable solamente en favor de las almas del purgatorio:

El día 2 de noviembre, cuando la Iglesia conmemora el día de los muertos, los fieles católicos que visiten piadosamente una iglesia o un oratorio podrán solicitar indulgencia plenaria para las almas del purgatorio.


La indulgencia podrá ser obtenida el propio día de los muertos o con el consentimiento de un obispo, en el domingo anterior o posterior, o en la solemnidad de Todos los Santos. Esta indulgencia está incluida en la Constitución apostólica Indulgencia doctrina, en la norma número 15.

Para obtener cualquier indulgencia plenaria son necesarios algunos requisitos: rezar un Padre Nuestro, un credo, un ave maría y un gloria por las intenciones del Santo Padre. Además de estas oraciones por el Sumo Pontífice, debe ser hecha una confesión sacramental y una comunión eucarística.

Con una sola confesión sacramental se pueden ganar muchas indulgencias plenarias; en cambio, con una sola comunión eucarística y con una sola oración por las intenciones del Sumo Pontífice solamente se puede ganar una indulgencia plenaria.

Las tres condiciones pueden cumplirse algunos días antes o después de la ejecución de la obra prescrita; sin embargo, es conveniente que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se haga la obra.

Cada fiel puede rezar otra oración, según su devoción y piedad por el Romano Pontífice.





Fuente: Heraldos del Evangelio

martes, 5 de febrero de 2013

Oración de Liberación y Sanidad (Padre Moisés Lárraga)

No olvides que el efecto de toda oración obra en la plenitud de la Divina Voluntad cuando estás en Gracia de Dios.   

Sentado lo anterior, puedes usarla cuando hay problemas en casa, para lugares donde se percibe intranquilidad, para que la escuchen personas con vicios o adicciones mientras duermen si tu quieres que se liberen, para recobrar la paz en nosotros mismos, en la familia o lugares que te quitan la paz. Pero, si no te encuentras en gracia de Dios, antes de rezar, ve, confiésate y haz un firme propósito de enderezar tu vida hacia los mandamientos de Dios. La Confesión es el más efectivo exorcismo.   

Oración especialmente recomendable para romper esclavitudes con magia, brujeria, ocultismo; romper hechizos o maldiciones; para sanar el árbol genealógico; para el combate espiritual de cada día; para los que desean crecer espiritualmente pero tienen muchas trabas, etc.

Contiene Oración en lenguas....¡Leelo, rézalo, escúchalo y compártelo (Ver abajo: Video de la Oración rezada por el P. Moisés Lárraga con oración en lenguas).



OREMOS:

“En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, invoco a todos los Ángeles y a los Santos. Me dirijo a ti bendita Virgen María Madre Santísima, Reina de toda la Creación. Te pido tu bendición, tu protección y tu Intercesión. Invoco la protección y ayuda de San Miguel, el Arcángel líder de los Ejércitos Celestiales; de todos los Arcángeles y Ángeles. Me uno a la alabanza, adoración y gloria dada a nuestro Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Invoco en el Nombre de Jesús la bendición, protección, y ayuda de todos los Patriarcas, los Profetas, los Confesores, y las vírgenes y mártires; los discípulos de Jesús, los Apóstoles y de todos los Santos que han existido y que existen.

En el Nombre de Jesús entro en comunión con la Santa Iglesia de Cristo. Ratifico mi fe en el Santo Nombre de Jesús y en Su Preciosa Sangre. En el Nombre de Jesús renuncio al pecado, renuncio a Satanás y a sus trabajos de maldad; me entrego totalmente a Jesucristo para la Gloria de Dios. 

Dios Padre Todopoderoso Creador de los Cielos y de la Tierra, de todo lo invisible e invisible. Padre amadísimo: en unión con la Virgen María, los Ángeles y los Santos te hablo humildemente en el Nombre de Jesús; te exalto y magnifico por tu grandeza inigualable; te alabo por todas tus perfecciones y atributos. Te adoro y te doy gracias por el regalo de mi vida; por permitirme estar en tu Presencia Santa. Padre amado conoces mi intención; sabes que somos oprimidos por aquellos espíritus rebeldes que nos incitan al pecado y que nos hacen estar lejos de ti. Señor, yo he pecado por mi propio deseo, y te confieso mi culpa, por favor borra las huellas de mi pecado y acepta mi Oración en el Santo Nombre de Jesús. 

Señor Dios Todopoderoso en el Nombre de Jesús te pido mi liberación y la liberación de todos los que sienten la influencia del Maligno en sus vidas. En el Santo Nombre de Jesús cúbreme con su Preciosa Sangre, libérame Señor y libera a este pueblo, libera a este pueblo que escucha esta Oración. Señor Dios supremo Rey del universo, Padre de todos los espíritus ¡te alabo y te doy gracias por haberme enseñado la grandeza del Santo Nombre de tu Hijo Jesús! Me arrodillo en unión con toda rodilla en el Cielo, en la Tierra y debajo de la Tierra y confieso con toda lengua que Jesús es el Señor para tu Gloria oh Dios Omnipotente. Padre amado, te exalto y te alabo por tu generosidad con la raza humana, por aceptar el Sacrificio de tu amadísimo Hijo nuestro Señor Jesucristo, en reparación de todos nuestros pecados. Por permitir que la Preciosa Sangre de Cristo lave nuestras almas, y nos purifique de nuevo en tu Santa Imagen. 

Bendito seas Dios Padre Misericordioso, que nos has enviado a tu Hijo para que a través de su Preciosa Sangre podamos ser salvados del pecado y liberados de nuestro Enemigo el Demonio. Padre amado, por el Poder del Santo Nombre de Jesús y de su Preciosa Sangre libérame Señor de todo espíritu maligno que tenga influencia sobre mi, desátame Señor de las cadenas que me unen a la maldad ¡libérame Señor y libera a este pueblo!, libera a todos los que están escuchando esta Oración. Separa al Enemigo de mi vida y arrójalo fuera de mí, expúlsalo Señor en el Santo Nombre de Jesús. 

Cúbreme con tu Preciosa Sangre, y libera Señor a tu pueblo, libera a tus hijos. Dios Padre Todopoderoso: en el Santo Nombre de Jesús te pido que gane esta batalla, tengo fe en tu Poder, alabo tu Majestad y exalto tu Autoridad. Exalto tu Autoridad sobre el Enemigo; confío totalmente en que tú estás haciendo este trabajo para mi salvación y la salvación de aquellos por quienes rezo. Libera Señor, suspende para siempre la opresión del Maligno; establece tu dominio, ahuyenta con tu Preciosa Sangre a todos tus enemigos ¡revela tu Gloria! 

Cristo ha vencido al Demonio en la Cruz ¡saca al enemigo fuera de mi vida para tu honor y gloria! En el Santo Nombre de Jesús cúbreme con tu Preciosa Sangre Jesús, libera a tu pueblo ¡libéralo Señor! 

Señor Jesús, me arrepiento de todos los pecados que he cometido a lo largo de mi vida y te pido perdón. Señor pasa por toda mi vida desde el momento de mi concepción, y sáname del amor que me pudo haber faltado ¡lléname de tu amor!, bendice a mis padres antes de mi nacimiento, y bendice los padres de los que están escuchando esta Oración; borra cualquier lujuria que haya habido en ellos y purifícalos con tu Preciosa Sangre. Oh Dios Omnipotente que LO PUEDES TODO, bendice nuestra niñez, bendice nuestra vida desde nuestros comienzos, bendice nuestra juventud, bendice a lo largo de toda mi vida y hazte presente con autoridad para librarme de cualquier influencia diabólica que me haya perturbado o que aún esté presente en mi vida. Bendice y libera a estos que están oyendo esta Oración. Limpia nuestras almas para que quedemos blancos como la nieve; Señor Jesús libérame de cualquier resentimiento que lleve en mi corazón contra cualquier miembro de mi familia, cualquier persona que yo haya conocido a lo largo de mi vida, en tu Santo Nombre cubre con tu Preciosa Sangre, libérame Señor y libera a tu pueblo.

Libera Señor de cualquier resentimiento que yo tenga en contra mía por todos mis errores y torpezas, por todas mis fallas y caídas ¡saca Señor todas mis frustraciones en tu Santo Nombre y cúbrenos con tu Preciosa Sangre y libéranos Señor! Sana Señor de cualquier resentimiento que llevemos en contra tuya por habernos sentido ofendidos con nuestro destino, el cual es tu Santa Voluntad. En tu Santo Nombre cúbrenos con tu Preciosa Sangre y libéranos Señor. 

Señor Jesús vengo humildemente ante tu cuerpo Crucificado, ahí donde tu recibiste todas las consecuencias de nuestro pecado, nuestras enfermedades y nuestras debilidades y la muerte. Señor Jesús en tu Santo Nombre humildemente imploro tu Misericordia, y te pido por los méritos de tu Pasión, agonía y muerte, y por los méritos y las penas del Inmaculado Corazón de María que nos sanes, y que sanes a estos enfermos que están postrados en Oración, escuchando esta Oración. Ten compasión de nosotros, ten compasión de ellos y no tengas en cuenta nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia.

Señor Jesús, tú eres el mismo ayer, hoy y siempre, en tu Santo Nombre te pido que pases con tu mano Santa sanando nuestras dolencias, ungiéndonos con tu Espíritu. Tu conoces nuestros problemas, sabes cuáles son nuestras enfermedades, sabes que enfermedades tienen ellos ¡sánalos Señor! ¡Sánanos Jesús! que en tu Santo Nombre Glorioso queden sanos en este momento. 

Señor Jesús tú eres el Dios que nos sana: Hoy nos despojamos de nuestras enfermedades y te las entregamos a ti en tu Santo Nombre, para que dispongas de acuerdo a tu Misericordia; que no sea nuestra voluntad Señor sino la tuya. Has tu trabajo Señor para la Gloria de tu Santo Nombre. 

Sáname Señor Jesús por el poder de tu Santo Nombre ¡sánanos Señor Jesús por el poder de tu Nombre Glorioso!, por los méritos de tus Santas heridas, por los méritos de tu Preciosa Sangre. Amonesta sus enfermedades y derrama sobre nosotros la Gracia de la sanidad.

Señor yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. Pongo toda mi confianza en ti porque tú tienes todo el poder de sanarme, porque eres nuestro Dios Misericordioso con caridad inigualable, porque me amas y hoy has traído la salvación a mi casa y a la casa de todos estos que están escuchando. Gracias Señor Jesús por tu Santo Nombre ¡gracias Señor Jesús! ¡Gracias Virgen María por tu Intercesión! 


ORACIONES CONTRA EL MALEFICIO (del ritual griego)


Kyrie Eleison, Christe Eleison, Kyrie Eleison.

Dios nuestro Señor Soberano de los siglos Omnipotente y Todopoderoso: tú que lo has hecho todo y que lo transformas todo con tu sola Voluntad; tu que en Babilonia transformaste en rocío la llama del horno siete veces más ardiente, y que protegiste y salvaste a tus tres niños Santos. Tu que eres doctor y médico de nuestras almas; tu que eres la salvación de aquellos que se dirigen a ti, te pedimos y te invocamos: has vana, expulsa, y pon en fuga a toda potencia diabólica, toda presencia y maquinación Satánica, toda influencia maligna y todo maleficio, mal de ojo de personas maléficas y malvadas, realizadas sobre estos tus siervos. Has que en cambio de la envidia y el maleficio obtengan abundancia de bienes, fuerza, éxito y caridad. 

Tu Señor que amas a los hombres, extiende tus manos poderosas y tus brazos altísimos y potentes y ven a socorrer, y visita estas pobres imágenes tuyas, mandando sobre ellas el Ángel de la Paz; fuerte y protector del alma y el cuerpo que mantendrá alejado y expulsará a cualquier fuerza malvada. 

Todo envenenamiento y hechicería de personas corruptoras y envidiosas, de modo que debajo de ti tu suplicante protegido te cante con gratitud: “el Señor es mi Salvador y no tendré temor de lo que pueda hacerme el hombre; no tendré temor del Mal porque tu estás conmigo”, tu eres mi Dios, mi fuerza, mi Poderoso Señor. Señor de la Paz ¡Padre de los siglos futuros!

Sí Señor Dios nuestro ¡ten compasión de tu imagen y salva a tu siervo!, salva a tus siervos de todo daño o amenaza procedentes de maleficios, protégelos poniéndolos por encima de todo mal, por la Intercesión de la más que bendita y gloriosa Señora, la Madre de Dios y Siempre Virgen María, de los resplandecientes Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, de los Santos Ángeles custodios y de todos tus Santos.

ORACION CONTRA TODO MAL


Espíritu del Señor: Espíritu de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, Santísima Trinidad, Virgen Inmaculada, Ángeles, Arcángeles y Santos del Paraíso descended sobre mi, descended sobre estos ¡fúndeme Señor!, modélame Señor ¡lléname de ti y utilízame!, expulsa de mi y de todos los que están escuchándome todas las fuerzas del Mal ¡aniquílalas, destrúyelas! para que yo pueda estar bien y ellos también y hacer el bien. Expulsa de nosotros los maleficios, las brujerías, la magia negra, las misas negras, los hechizos, las ataduras, las maldiciones y el mal de ojo. La infestación diabólica, la posesión diabólica, y la obsesión y perfidia; todo lo que es mal y pecado, envidia, celos y perfidia; la enfermedad física, psíquica, moral, espiritual y diabólica. 

Quema todos estos males en el infierno, para que nunca más me toquen a mí ni a ninguna otra criatura en el mundo.
Ordeno y mando con la fuerza de Dios omnipotente, en nombre de Jesucristo Salvador, por intercesión de la Virgen Inmaculada, a todos los espíritus inmundos, a todas las presencias que me molestan, que me abandonen inmediatamente, que me abandonen definitivamente y que se vayan al infierno eterno, encadenados por San Miguel Arcángel, por San Gabriel, por San Rafael, por nuestros ángeles custodios, aplastados bajo el talón de la Virgen Santísima Inmaculada.


Jesús: reclamo mi sanación y reclamo la sanación física de estos que me escuchan; reclamo la sanación espiritual. 

Padre mío no me abandones. Jesús mío ¡ten Misericordia de mi! ¡Espíritu Santo lléname, bendíceme y fortaléceme! 

Señor Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en compañía de la Virgen María, de los Ángeles y de los Santos te bendigo, te alabo, te doy gracias y te glorifico, porque hoy está llegando la sanidad a nuestra casa, hoy está llegando la liberación. Hoy estás rompiendo las cadenas que nos amarraban, hoy has re-creado tu Imagen Santa en nuestras almas. Hoy has triunfado una vez más.

¡Gracias Señor Jesús! ¡Gracias Jesús! 

¡Aléjate de aquí Satanás, tómate tu propio veneno!, yo me cubro y cubro a todos estos con la Sangre Preciosa de nuestro Señor Jesucristo, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. 

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

ALMA DE CRISTO,  SANTIFÍCAME
CUERPO DE CRISTO, SÁLVAME
SANGRE DE CRISTO, EMBRIAGAME
AGUA DEL COSTADO DE CRISTO, LAVAME
PASIÓN DE CRISTO, CONFÓRTAME
OH BUEN JESUS, ÓYEME
DENTRO DE TUS LLAGAS, ESCÓNDEME
NO PERMITAS QUE ME APARTE DE TI
DEL MALIGNO ENEMIGO  DEFIÉNDEME
EN LA HORA DE MI MUERTE LLÁMAME, Y MÁNDAME IR A TI, 
PARA QUE CON LOS ÁNGELES Y LOS SANTOS TE ALABE Y TE BENDIGA 
POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. AMEN.


San Miguel Arcángel Príncipe de las Milicias Celestiales, con el Poder que Dios te ha conferido ¡ven con tu espada bendita a lanzar al Infierno a Satanás! y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas.

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal ¡Líbranos Señor de todo mal!

Con el Poder de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, ato y amordazo todos los espíritus malignos que están escuchándonos y junto a nosotros, y los envío a los pies de Jesucristo el Señor, para que El los envíe a su lugar y no regresen más. 

+ Bendición (cuando hay un Sacerdote).

Demos gracias al Señor porque es Bueno, porque es Eterna su Misericordia. Amén."





Fuente: Madre Celestial

domingo, 3 de febrero de 2013

ORACIONES DE SANACIÓN Y LIBERACIÓN INTERGENERACIONAL - Padre Robert De Grandis



 Consejo del Padre Robert DeGrandis: Tómalo con calma: 

"La oración puede parecer algo abrumadora y puede sensibilizar algunas áreas dolorosas. Tómalo con calma. Relájate y recuerda que Jesús es el arqueólogo. Tu no tienes que cavar. El Espíritu Santo sacará a la superficie lo que esté preparado para ser sanado”

* * *
NACIDO PARA SER LIBRE: Señor Jesús, gracias por tu presencia hoy. Se que me amas y que me estás llamando por mi nombre. Viniste a liberar a los cautivos. Gracias por Tu amor y Tu piedad que me liberan constantemente de vínculos y me llenan de Tu vida abundante. Yo te alabo, te bendigo y te adoro. Me pongo bajo tu protección, Señor, y me cubro con Tu Preciosa Sangre y pido a los Ángeles, a los santos y a Tu Madre Bendita que intercedan por mi.
"Él te libra del lazo del cazador que busca destruirte; te cubre con sus alas y será su plumaje tu refugio” (Sal. 91,3 – 4)

AUNQUE TU ME HAYAS HERIDO: Señor, me sumerjo en un perdón profundo para limpiarme de cualquier raíz de amargura o resentimiento. Centro mi oración ahora sobre la persona que más me ha fastidiado en la última semana. Perdono a esa persona desde lo más profundo de mi corazón y bendigo a esa persona. Absuelvo de toda culpabilidad a cada persona que me haya herido en el último mes. Jesús,porque te amo, digo a esas personas: “Aunque me hayan herido, yo no los voy a herir. Los entrego a Jesús, los perdono, los acepto y los amo tal y como son”. Por un acto de voluntad, perdono a todos aquellos que me han herido desde el principio de este año. Jesús, bendícelos.
"Arranquen de raíz entre ustedes los disgustos, los arrebatos, el enojo, los gritos y toda clase de maldad. Por el contrario, muéstrense buenos y comprensivos unos con otros, perdonándose mutuamente, como Dios los perdonó en Cristo. (Ef 4, 31 – 32)  

POR EL QUE MÁS ME HA HERIDO: Señor, ahora te ruego por la persona que más daño me ha hecho en la vida, la que es como el origen de todo mi dolor. Elevo esta persona a Ti, para que reciba Tu bendición.
"Sopórtense y perdónense unos a otros, si uno tiene motivo de queja contra otro”. (Col 3, 13) 

YO ME PERDONO: Señor Jesús, te pido la gracia de perdonarme de verdad por mi mayor pecado, por la mayor falta de fe en mi relación contigo. Me perdono por eso, Señor. Tú me has perdonado y ahora recibo de Ti la gracia de perdonarme de verdad.
"Que la paz de Cristo reine en sus corazones” (Co 3, 15)


SEÑOR, TE PIDO PERDÓN POR ELLOS: Señor, me pongo en Tu presencia y te pido por todos aquellos que llevan mi sangre, que no están perfectamente unidos a Ti. Señor, te pido perdón por sus culpas. Me uno a la oración de Daniel cuando intercede por su pueblo y digo: “¡Señor, Dios grande y temible, que aguardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos. Nosotros hemos pecado, hemos sido injustos y rebeldes y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus leyes” (Dn 9, 4 – 5). “... porque nos hemos sublevado contra Yahvé. De Él esperamos solamente el perdón y la misericordia” (vs. 8 – 8). “Ahora, pues, oh Dios nuestro, escucha la plegaria y las súplicas de tu siervo, y, por amor de ti mismo, haz brillar Tu Rostro sobre tu santuario devastado. Dios mío, inclina tus oídos y escucha. Abre tus ojos y mira cómo está arruinada la ciudad sobre la cual ha sido pronunciado tu Nombre. No nos apoyamos en nuestras buenas obras, sino que derramamos nuestras súplicas ante ti, confiados en tu gran misericordia. Señor, escucha; Señor, perdona; Señor, atiende. Obra, Dios mío, no tardes más, por amor de Ti mismo, ya que tu Nombre ha sido invocado sobre tu ciudad y tu pueblo”. (vs. 17 – 19)

“Sean constantes en la Oración...” (Col 4, 2)



JESÚS ES EL SEÑOR: Señor, ante ti, confieso que mis antepasados han podido estar mezclados en ocultismo, espiritismo, brujería y toda forma de buscar información en fuentes ocultas. Señor, perdona. En nombre de Jesús y con el poder del Espíritu Santo, tomo y uso la autoridad que Tu me has conferido como cristiano lleno del Espíritu. Rompo el poder del mal sobre mis antepasados con esa autoridad; acabo con todas las maldiciones, brujerías, hechizos, malos deseos, vudú, magia negra, secretos hereditarios, conocidos y desconocidos. Deshago todos los votos satánicos, pactos, ataduras y vínculos con fuerzas satánicas, corto la transmisión de esos vínculos a través de mis antepasados. Rompo los efectos de todos los vínculos mentales que haya habido con clarividentes, astrólogos, mediums, videntes ocultos y adivinos. Renuncio a cualquier participación en sesiones de adivinación y cualquier actividad con las cartas del tarot o tabla ouija, astrología y juegos ocultos de todo tipo. Renuncio a todas las formas en que Satanás me puede tener cogido. Rompo con las transmisión de todas las obras satánicas que hayan pasado a través de las generaciones. Señor, por favor, remueve de mis antepasados todos los efectos que hayan podido provocar el estar involucrados en lo oculto. Recupero cualquier territorio que haya sido entregado a Satanás por mis antepasados, y lo coloco bajo el poder de Jesucristo. Señor, por favor, c rea en mi familia hombres y mujeres sanos que estén profundamente comprometidos con Tu verdad. 

“Por eso Dios lo engrandeció y le concedió el Nombre que está sobre todo nombre, para que, ante el Nombre de Jesús, todos se arrodillen en los cielos, en la tierra y entre los muertos. Y toda lengua proclame que Cristo Jesús es El Señor, para gloria de Dios Padre”. (Fil. 2, 9 – 11)



TOCA, CURA Y HAZNOS NUEVOS: Ahora ruego para que las aguas de mi Bautismo fluyan a través de todas las generaciones pasadas, a través de mi árbol genealógico. Deja que fluya la Sangre de Jesús, que limpia y da vida, a través de cada generación; primera, segunda, tercera, cuarta, quinta, etc., hasta los primeros tiempos. Deja que la Sangre de Jesús fluya desde la Cruz a través de todos los padres y sus hijos hasta la duodécima generación, tocando y sanando íntegramente. Ahora coloco la Cruz de Jesucristo entre mi persona y cada generación de mis antepasados, y rompo la transferencia de todas las fuerzas opresoras de la vida que obran contra mí, en mí o a través de mí.

“... porque ésta es Mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que es derramada por una muchedumbre para el perdón de sus pecados” (Mt. 26, 28)



INTEGRIDAD EN EL MATRIMONIO: En nombre de Jesucristo rompo todos los patrones de profunda infelicidad matrimonial de mi árbol genealógico. Digo “NO” a toda supresión de la esposa y a todas las expresiones de falta de amor en el matrimonio. Paro todo odio, deseo de muerte, cualquier deseo o intenciones malas en las relaciones matrimoniales. Acabo con toda transmisión de violencia, venganza, rencor, todo comportamiento negativo, toda infidelidad y decepción. Pongo fin a toda transmisión codificada que impide relaciones duraderas. Renuncio a esquemas de tensión familiar, de divorcio y falta de sensibilidad, en el nombre de Jesús; acabo con todos los esquemas que estén profundamente arraigados en ese sentirse atrapado en un matrimonio infeliz y todos los sentimientos de vacío y fracaso. Padre, perdona a mis familiares por todas las formas en que han deshonrado el Sacramento del Matrimonio. Por favor, haz que en toda mi familia haya muchos matrimonios bien avenidos, llenos de amor, fe, fidelidad y cariño.

“No apagarán el amor ni lo ahogarán océanos ni ríos”( Cant. 8, 7)

SANANDO NIÑOS HERIDOS: Señor, ahora disuelvo todos los esquemas que hirieron a los niños en mi linaje. Voy contra todas las formas hirientes, los abortos, embarazos (interrumpidos) perdidos, embarazos no deseados, bebés que no hayan sido bienvenidos y nacimientos concebidos fuera del matrimonio. Renuncio a todas las formas de no valorar la vida; rechazo todos los hábitos de destrucción, abandono y secuestro, emocional y físico de niños. Digo “no más” a todos los tipos de partos difíciles o problemáticos y de gestaciones anormales. Señor, te pido perdón por todas las formas en que mis antepasados han ocasionado daño a los niños. Te pido, Señor Jesús, que intervengas personalmente, para sanar las heridas y detengas la continuidad de este modelo satánico. Padre, haz que la gente de mi linaje respete y ame a sus hijos y que les eduquen de forma que te honren. Haz que los futuros hijos de mi familia sepan lo que es ser amados profundamente.
“Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mi porque el Reino de los Cielos es de los que se asemejan a los niños” (Mt. 19, 14)

SANACIÓN DE LOS PECADOS DE LA CARNE: De nuevo me pongo ante Ti, Señor, por los pecados de mis antepasados. Ahora pongo fin a todos los caminos profundamente surcados de pecado sexual. Digo “NO” a todas las tendencias de exhibición indecente, violación, fornicación, masturbación, acoso sexual, incesto y perversión. Renuncio a toda bestialidad, masoquismo, sadismo, ninfomanía, lujuria y prostitución en mi familia. Pongo fin a toda agresión sexual, desórdenes de mi personalidad, traumas sexuales y desviación en el comportamiento. Ordeno a cada demonio que esté enganchado en estos esquemas que se marche ahora, en nombre de Jesús. Tomo la espada del Espíritu Santo para romper esta cadena de vínculos malignos. Padre, perdona y trae salud sexual e integridad donde había enfermedad. Padre, deja que todo mi linaje tenga una sexualidad sana. Deja que cada expresión sexual sea pura y agradable a ti, Señor. Te bendigo, te adoro y te alabo. Gracias por ver Tu Luz, Tu integridad y Tu bendición a través de toda esta área de mi genealogía.
“La voluntad de Dios es que se hagan santos... que cada uno sepa buscarse una esposa con santidad y respeto” (1 Tes. 4, 3 – 4)

SALUD MENTAL: Con el poder de la Sangre de Jesús rompo todos los esquemas de enfermedad mental y locura que puedan estar codificados en mi sistema ancestral. Rompo todo comportamiento anormal, antisocial, paranoias, esquizofrenias, patrones pasivos o agresivos, desórdenes de la personalidad y tics nerviosos. Rompo toda la inflexibilidad, perfeccionismo (obsesivo), patrones de comportamiento maníaco – depresivo y rarezas. Interrumpo toda herida y represión de la masculinidad; llevo a fin todas las formas generacionales de opresión y daño al espíritu femenino. Sello los caminos escondidos de autodestrucción que haya habido en mi historia familiar. Señor, llena estas áreas con tu perdón y paz. Padre, imprime en mi linaje la salud mental y la integridad. Haz que cada uno tenga la mente en Cristo. Haz que broten esquemas de mente clara, equilibrio emocional y relaciones sanas. Acaba con todos los modelos profundamente oscuros de pesadez emocional
y espiritual, incapacidad de jugar, de divertirse y de expresar alegría. Te pido, Jesús, que entre en mi linaje un espíritu risueño y alegre. Gracias, Señor Jesús. 
“... transfórmense por la renovación de su mente” ( Ro. 12, 2)

AMOR SIN TEMOR: Ahora acabo con todas las clases de miedo en mi árbol genealógico. Tomo autoridad sobre todo miedo de rechazo y miedo al fracaso. Digo “NO” a todos los miedos al agua, a los hombres, a las alturas, a los éxitos o a los fracasos, al gentío, a las mujeres, a Dios, a la muerte, a salir del hogar, a lugares cerrados, a espacios abiertos, a hablar públicamente, a viajar en avión y al dolor. Señor, deja que mi familia en todas las generaciones, sepa que no hay temor en el amor. Deja que tu amor perfecto llene toda mi historia familiar y que todo recuerdo de temor desaparezca. Te alabo, te bendigo, Señor. 
“En el amor no hay temor. El amor perfecto echa fuera el temor” (1 Jn. 4, 18)

SANANDO HÁBITOS INCORREGIBLES: Tomo la espada del Espíritu Santo y corto los efectos de hábitos incorregibles. Pongo fin a todas las formas de adicción al juego, a comprar, a hablar, a la bebida, a la comida y al abuso de fármacos. Rompo todos los moldes de acumular y derrochar recursos y talentos. Me opongo a la mezquindad y al robo. Padre, perdona y libera a mi familia de los vínculos de todos los hábitos incorregibles por Tu piedad, gracia y generosidad. 
“...Me han enviado... para sanar los corazones heridos, para anunciar a los desterrados su liberación y a los presos su vuelta a la luz” (Is. 6, 1 – 1)

SANANDO TODAS LAS ENFERMEDADES: Ordeno a todas las clases de enfermedades de mi código genético que dejen de existir. Tomo la espada del Espíritu Santo y corto todos los vínculos de cualquier clase de enfermedad: enfermedades del corazón, enfermedades de la sangre, de los riñones, hígado, páncreas, cáncer y problemas digestivos; enfermedades relacionadas con la comida (anorexia, bulimia, obesidad, peso muy bajo), úlceras y tendencias a formar tumores. Me opongo a todos los tipos de enfermedades de la mujer, problemas menstruales, hormonales, infertilidad y frigidez sexual. Rompo el vínculo de todos los problemas sexuales masculinos, impotencia, problemas de próstata y enfermedades transmitidas. También rompo las deformidades físicas, problemas de oído, inmunodeficiencias, enfermedades raras, ojos delicados, mala dentadura, pies planos. Me opongo a todo tipo de migraña, convulsiones, retraso mental, problemas pulmonares y respiratorios, alergias, artritis, reumatismo, enfermedades de la piel o de los huesos. Renuncio a toda clase de traumas físicos que hayan llegado a mí a través de las generaciones. Corto esa conexión. Extirpo la raíz, causa de todas las enfermedades físicas y debilidades inexplicables. Señor, libérame de los efectos de esos caminos de enfermedad grabados en mis
antepasados. Pon fin a su propagación. Padre, perdona a aquellos en mi familia que han elegido la enfermedad para evitar la vida; por las formas con que han afrontado las necesidades de manera insana. Haz que un nuevo modelo de “elegir la vida” fluya como río a través de mi genealogía. Te alabo, Señor. 
“...Y todos los que lo tocaban quedaban sanados” (Mc. 6, 53)

DEL CRIMEN A CRISTO: Me enfrento ahora al Maligno por todo el daño hecho por estafadores, explotadores, torturadores, chantajistas y extorsionistas en mi árbol genealógico. Cierro la puerta al daño hecho por toda clase de criminales. Toda corrupción y brutalidad que haya existido a través de mi linaje, tiene que cesar ahora, en el nombre de Jesús. Corto todas las ligaduras de venganza, comportamiento violento y explosivo y todo perjuicio causado con malicia.
“... deseamos actuar bien en todo” (Heb. 12, 18)

AMOR, NO ODIOS: Con el poder del Espíritu Santo pongo fin a todas las respuestas profundamente enraizadas en el odio; odio a otros, odio a uno mismo, odio a Dios, odio racial y
fanatismo religioso. Padre, perdona. Haz que mi árbol genealógico esté poblado por hombres y mujeres llenos de amor. Haz que de ellos brote la vida sana y sean donantes de vida y sanadores.
“Mi Mandamiento es éste: Ámense unos con otros como Yo los he amado” (Jn. 15, 12)

UNA MUERTE SUAVE Y DULCE: Ahora intercedo por todas aquellas personas en mi familia que hayan muerto en temprana edad, que no hayan sido amadas, que no hayan tenido funerales adecuados u oraciones, y que no hayan tenido un entierro lleno de amor cristino. También oro por todos aquellos que han tenido muertes terribles, con largas agonías; muertes violentas, envenenados, abaleados, muertos por fuego, por explosiones o apuñalados, ahorcados, ahogados, en acciones de guerra o matados por animales. Pongo ante ti, Señor, a todos mis antepasados que murieron de forma inexplicable y misteriosas, por accidentes o por suicidio. Haz que la transmisión de tendencias a muertes horribles y fuera de lo normal, cesen ahora. Señor, haz que tu amor que sana, que es misericordioso y que perdona, los toque con ternura. Tu, Señor, haz que desde ahora solo tengan una muerte dulce y suave. Haz que experimenten un tránsito cristiano de la vida a la muerte. Padre, haz que nadie en mi familia muera hoy sin conocer personalmente a Nuestro Señor Jesucristo.
“El que vive por la fe en Mi, no morirá para siempre” (Jn. 11, 26)

SEÑOR, HAZNOS UNA FAMILIA UNIDA: Ahora pongo fin a todo tipo de ruptura en mi genealogía. Rompo con autoridad todos los caminos de separación de la familia y de la Religión; pongo una barrera a aquellos, niños, jóvenes, adultos y padres, que intentan abandonar el hogar; me opongo a toso los que se escapan para casarse, o se escapan a la legión (grupos armados, bandas, asociaciones ilegales, etc.) o para unirse a sectas religiosas. Disuelvo todas las raíces de aislamiento, de huidas y fugas. Padre, rodea mi árbol genealógico con Tu corazón que perdona y ama. Codifica en mi familia un modelo de participación en una comunidad sana. Haz que todos estén unidos. Permite que seamos gente abierta y capaz de relacionarnos de forma entrañable.
“¡Qué bueno y agradable cuando viven juntos los hermanos!” (Sal. 133, 1)

JUSTICIA Y MISERICORDIA: Ahora me opongo a todos los esquemas de injusticia en mis antepasados. Sello todos los canales genéticos de depravación, esclavitud, encarcelamiento injusto, represión de cualquier tipo, pobreza, estrechez económica y crimen, con la Sangre de Jesús. Me opongo a todas las clases de injusticia social y política. Renuncio a todos los tipos de rechazo social. Corto todos los vínculos de brutalidad y de rechazo a la gente. Estoy en contra de todo tipo de marginación, gente sin hogar y desamparados. Me opongo a toda clase de sufrimiento por condiciones abrumadoras, climas duros e inviernos crudos. Rompo todos los patrones de hambre y abandono, traición o vergüenza pública. Padre, pon el óleo de tu Espíritu Santo en todos estos modelos de mis antepasados y sana todo recuerdo de dolor. Padre, perdona a toda la gente que les causó daño. Haz que todo mi linaje conozca modelos de justicia, condiciones de vida sana, suficiente comida, suficiente dinero, comida, seguridad y calor.
“...lo que el Señor te exige: tan sólo que practiques la justicia, que sepas amar y te portes humildemente con tu Dios” (Mi. 6, 8)

SIRVIENDO A UN SOLO DIOS: Ahora rechazo las idolatrías de las generaciones. Corto los vínculos que conecta y me atan a esos tipos de idolatría de mis parientes en épocas pasadas. Rechazo los ídolos de mi hogar: joyas, formas de transporte, comida, bebida, títulos, tierras, animales y posesiones de toda clase. Padre, perdona todo esto. Hago una santa elección para mi árbol genealógico: “solo serviremos a un solo Dios, al Dios vivo”.
“... digan hoy mismo a quiénes servirán... por mi parte, yo y los míos, serviremos a Yahvé” (Jos. 24, 15)

EL DOLOR DE SER DIFERENTES: Renuncio a todos los efectos por ser diferente que estén grabados en mi herencia. Tomo la autoridad sobre todos los efectos de color de los ojos, de la piel, del tamaño, del cuerpo y los talentos. Corto la transmisión del sufrimiento por tener diferentes idiomas, cultura, raza, color, por aquellos que han sentido que sus propios padres son feos o raros; corto la ruta del dolor transmitida por defectos visibles de nacimiento, así como también por deformidades y retrasos. Padre, las respuestas a estas y otras diferencias han podido transmitirse a través de generaciones. Por favor, Señor, cesa esta transmisión y perdona a aquellos que causaron el daño. Envía tu amor a través de las generaciones para que las toque y las sane plenamente. Gracias, Jesús. 
“... me tejiste en el seno de mi madre. Te doy gracias por tantas maravillas que Tú has ejecutado; en efecto, admirables son tus obras y mi alma bien lo sabe” (Sal. 139, 13 – 14)

SANANDO LA LENGUA: Levanto mi voz para cortar la transmisión de todo problema de comunicación, dificultad para comunicarse, miedo a hablar en público, defectos en el habla y, especialmente, el tartamudeo. Gracias, Señor, por sanar a tu gente. Me opongo a todos los medios de herir a otros verbalmente, la mentira, la calumnia, la injuria, el rumor y el chisme; me opongo a toda blasfemia, maldad y traición por la lengua. Padre, perdona; haz que mis familiares sean gente que comunique la sanación y la santidad. Gracias, Señor.
“Anunciaré todo el día tu justicia...” (Sal. 71, 4)

CORTAR DE RAÍZ: Ahora corto todos los patrones de sufrimiento interminable, incluyendo la necesidad de sufrir y la necesidad de fracasar; rompo todos los caminos de sufrimiento por sentirme inútil, indigno y sin esperanza. Quito todos los patrones repetidos de sentirme descorazonado, sin raíces y de no pertenecer a nadie. Corto todas las raíces de desesperación e indignidad, trauma emocional y parálisis. Digo “NO” a todos los patrones de rechazo, amargura, resentimiento y faltas de perdón. En nombre de Jesucristo renuncio a todos los caminos del mal, negativismo y falta de amor en mis antepasados. Señor, reclamo que quites de mi mente cualquier pensamiento obsesivo y que Tú estés dispuesto a sanar cualquier clase de vergüenza, dolor o pena, a revelar los pecados ancestrales y que Tú digas: Ahora es el momento de liberación”.
“Ya llega el hacha a la raíz de los árboles” (Lc. 3, 9)

Señor, reclamo que con un soplo de Tu Espíritu envíes perdón a través de todas mis generaciones. Gracias por tocar, sanar y hacerme nuevo, en Tu Nombre, Jesús. Amén.



ORACIÓN DE LIBERACIÓN INTERGENERACIONAL


Me pongo en presencia de Jesucristo y me someto a su señorío. “Me revisto de las armas de Dios para poder resistir las acechanzas del diablo” (efe. 6,10,11).

Me mantengo firme, en pie “ceñida mi cintura con la verdad y revestido de la justicia como coraza…” (Ef.6,14), “embrazando siempre el escudo de la fe, para poder apagar con él todos los encendidos dardos del maligno” (ef,6,16). Tomo también “el yelmo de la salvación y la espada del espíritu, que es la palabra de Dios” (ef, 6,17)

En nombre de Jesucristo crucificado, muerto y resucitado, yo ato todos los espíritus del aire; la atmósfera, el agua, el fuego, el viento, la tierra, los abismos y el infierno. También ato la influencia de cualquier alma errante o perdida que pueda estar presente, y de cualquier emisario del poder satánico o de cualquier reunión de brujas, brujos o adoradores de Satán, que puedan estar presentes de alguna forma prenatural.

Yo reclamo la sangre de Jesús en el aire, en la atmósfera, el agua, el fuego, el viento, la tierra y sus frutos que nos rodean; en los abismos y en el infierno En nombre de Jesucristo prohíbo a cada adversario que he mencionado que se comuniquen entre sí o que se ayuden entre sí de cualquier manera, y que no hagan ninguna cosa, a menos que se lo ordene en el nombre de Jesús.. En el nombre de Jesús, sello con su sangre este lugar y a todos los presentes y a toda la familia y amistades de aquellos aquí presentes y a sus hogares y posesiones y fuentes de sustento. (Repetir tres veces) 

En el nombre de Jesucristo prohíbo a cualquier espíritu perdido, a brujos, a grupos satánicos o emisarios o a cualquiera de sus asociados, inferiores, o superiores que me hagan daño o se venguen en mí, en mi familia o mis amistades, o causen deterioro o perjudiquen cualquier cosa que poseamos. En nombre de Jesucristo y por los méritos de su preciosa sangre rompo, disuelvo cada maldición, embrujo, sello, hechizo, brujería, vínculo, trampa, lazo, ardid, mentira, escollo, obstáculo, decepción, desviación o distracción, influencia o cadena espiritual; también cada enfermedad de nuestro cuerpo, alma, mente, que pueda alcanzarnos, bien en este lugar o a cualquiera de las personas, lugares y cosas antes mencionadas, por cualquier espíritu que se haga presente en nosotros por nuestros propios pecados o equivocaciones. (Repetir tres veces) 

Ahora coloco la cruz de Jesucristo entre mi persona y todas las generaciones de mi árbol genealógico y reclamo en nombre de Jesucristo que no haya comunicación directa entre ninguna de estas generaciones. Toda comunicación directa entre estas generaciones se filtrará a través de la preciosa sangre de Jesús. 

María inmaculada revísteme de la luz, poder y energía de tu fe.

Padre, por favor, ordena a los ángeles y a los santos que me asistan.

Gracias Jesús, por ser mi sabiduría, mi justicia, mi santificación, mi redención. Yo me rindo al ministerio de tu santo espíritu, y recibo con respeto tu verdadera sanación intergeneracional.

Gloria al Padre, Gloria al hijo, Gloria al Espíritu Santo como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.