jueves, 21 de febrero de 2013

La mansión eterna



Un día una señora falleció y llegó al cielo. Allí junto a las mas de cien mil personas que diariamente mueren, estaba haciendo cola para saber cuál sería su destino eterno. De pronto apareció San Pedro y le dijo:

"Vénganse conmigo y les mostraré en qué barrio está la casa que le corresponde a cada uno. Ello dependerá de la cantidad de amor que cada cual haya ofrecido a la tierra a los demás, aquí la única cuota inicial que se recibe para su habitación eterna es la caridad y el buen trabajo que hayan dado en la tierra y los fue guiando por barrios de lujo, como ella jamás pensó que pudiera existir".

Llegaron a un barrio hecho todo de oro, casas de oro, puertas doradas, paredes y techos de oro, una maravilla, y San Pedro exclamó: "Aquí están todos los que gastaron mucho dinero en ayuda de los necesitados, los que su amor hacia los demás sí les costó en vida, y fueron entrando todos los generosos, los que partieron el pan con el hambriento, los que regalaron sus vestidos a los pobres, consolaron a los presos y visitaron enfermos. La señora quiso entrar, pero un ángel la detuvo al tiempo que decía: "Perdóneme, pero usted en la tierra no dio ni migajas a los demás,  jamás dio nada que en verdad costara ni en tiempo ni en dinero, ni tampoco vestido. Este barrio es solamente para los de corazón generoso, y no la dejo entrar.

Pasaron luego a otro barrio de la eternidad. Todas las casas estaban construidas en marfil, todo blancura y elegancia nunca vista. La señora se apresuró a entrar en tan hermoso barrio, pero un ángel guardián la tomó del brazo y le dijo: "Me da pena, señora, pero este barrio es solamente para aquellos que tuvieron un trato limpio y sincero hacia los demás. Usted era una persona muy corriente en el hablar, dura, criticona y a veces hasta grosera en su trato. Y mientras los demás estaban gozosos en tomar posesión de sus lujosas casas, la pobre mujer se quedaba afuera mirando con envidia a aquellos que habían sido afortunados. Ella no pudo entrar, le faltaba la 
cuota inicial: haber tratado bien a los demás.

Siguieron luego a un tercer barrio. Todo era del más puro cristal, todo brillante y hermoso, la señora corrió a tomar posesión de una de aquellas maravillas pero el ángel portero la detuvo y le dijo muy serio: En su pasaporte dice que usted no se interesó ni poco, ni mucho por instruir a los demás y usted nunca se preocupó porque las personas con las que usted vivía se volvieran mejores, así que no hay casa para usted, le falta la cuota inicial de haber colaborado para que otros se instruyeran en las cosas del Señor.

Entristecida, la pobre mujer veía que entraban miles de personas muy alegres a tomar posesión de su casa, mientras ella, con un numeroso grupo de egoístas, era llevada, cuesta abajo hacia un barrio verdaderamente feo y asqueroso. Todas las habitaciones estaban construídas de desechos. El único material que se había utilizado para la construcción de aquellas casas eran objetos de basura. Las lechuzas sobrevolaban por ahí, ratones moraban en aquel lugar. Ella se tapó la nariz porque la fetidez era insoportable y quiso salir huyendo.

No obstante, el guardián del barrio le dijo muy seriamente: una de estas casas será su habitación. Venga a tomar posesión de ella. La mujer gritó angustiada que no, que eso era horrible, que jamás sería capaz de vivir en semejante montón de basura y el ángel le respondió: "Señora, esto es lo único que hemos podido construir con la cuota inicial que usted envió desde la tierra. Las habitaciones de la eternidad las hacemos con los materiales que las personas mandan desde el mundo. Usted solamente enviaba cada día egoísmo, malos tratos a los demás, murmuraciones, críticas, palabras hirientes, odios, tacañería y envidia, ¿Qué más hubiera podido construirle? 
Usted misma nos mandó el material para construirle su mansión, la mujer empezó a llorar y a decir que ella no quería vivir ahí y de pronto al hacer un esfuerzo para zafarse de las manos de quien quería hacerle vivir en semejante casa dio un salto...... y se despertó!

Tenía la almohada empapada en lágrimas. Sin embargo, aquella pesadilla le sirvió de examen de conciencia y desde entonces empezó a cambiar su vida y cuidar el material que enviaba como cuota inicial para la construcción de su casa eterna.

¿Te has preguntado qué clase de materiales estás enviando para que te construyan la casa donde vivirás eternamente? Aún estamos a tiempo de cambiar el tipo de material de nuestra cuota inicial. ¡Empecemos a amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos!


martes, 19 de febrero de 2013

Homilia de Benedicto XVI del domingo 17 de febrero de 2013: "Jesús debió desenmascarar y rechazar las falsas imágenes de Mesías que el tentador le proponía."

Al rezar a mediodía el penúltimo ángelus dominical de su pontificado, Benedicto XVI reflexionó con los miles de fieles y peregrinos de todo el mundo, que se dieron cita en la Plaza de San Pedro, sobre este tiempo de Cuaresma, en que invitó a pedir a Dios que la contemplación de los misterios de su pasión, muerte y resurrección, nos ayude a seguir al Señor más de cerca.


Al destacar que en el primer domingo de Cuaresma cada año se proclama el Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto, el Obispo de Roma explicó que como nos enseñan los Padres de la Iglesia, las tentaciones forman parte del “descenso” de Jesús a nuestra condición humana, al abismo del pecado y de sus consecuencias. Un “descenso” que Jesús recorrió hasta el final, hasta la muerte de cruz y hasta el infierno de la extrema lejanía de Dios. Mientras Él es la mano que Dios ha tendido al hombre, a la oveja perdida, para salvarla. 

Y como enseña San Agustín, el Sucesor de Pedro afirmó que Jesús ha tomado de nosotros las tentaciones, para darnos su victoria. Por esta razón pidió que “no tengamos miedo de afrontar, también nosotros, el combate contra el espíritu del mal”. Porque lo importante es que “lo hagamos con Él, con Cristo, el Vencedor”. Y para estar con Él, Benedicto XVI sugirió que nos dirijamos a su Madre, María, que la invoquemos con confianza filial en la hora de la prueba, porque ella nos hará sentir la poderosa presencia de su Hijo divino, “para rechazar las tentaciones con la Palabra de Cristo, y de este modo volver a poner a Dios en el centro de nuestra vida”.

El Papa también agradeció las oraciones y muestras de afecto que durante estos días los fieles de todo el mundo le han demostrado. Y pidió que sigan rezando por él y por el nuevo Papa. En sus saludos a los numerosos peregrinos procedentes de América Latina y de España, Su Santidad les dijo: Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo del Colegio sacerdotal argentino de Roma. En esta Cuaresma pidamos al Señor que la contemplación de los misterios de su pasión, muerte y resurrección nos ayude a seguirlo más de cerca. Al mismo tiempo, de corazón agradezco a todos su oración y afecto en estos días. Os suplico que continuéis rezando por mí y por el próximo Papa, así como por los Ejercicios espirituales, que empezaré esta tarde junto a los miembros de la Curia Romana. Llenos de fe y esperanza, encomendemos la Iglesia a la maternal protección de María Santísima. Muchas gracias.


Texto completo de la alocución de Benedicto XVI a la hora del ángelus dominical:

Queridos hermanos y hermanas: el miércoles pasado, con el tradicional Rito de las Cenizas, hemos entrado en la Cuaresma, tiempo de conversión y de penitencia en preparación a la Pascua. La Iglesia, que es madre y maestra, llama a todos sus miembros a renovarse en el espíritu, a re-orientarse decididamente hacia Dios, renegando el orgullo y el egoísmo para vivir en el amor. En este Año de la fe, la Cuaresma es un tiempo favorable para redescubrir la fe en Dios como criterio-base de nuestra vida y de la vida de la Iglesia. Esto implica siempre una lucha, un combate espiritual, porque el espíritu del mal, naturalmente, se opone a nuestra santificación, y trata de hacernos desviar del camino de Dios. Por esta razón, en el primer domingo de Cuaresma se proclama cada año el Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto. 

En efecto, Jesús, después de haber recibido “investidura” como Mesías – “Ungido” de Espíritu Santo – en el bautismo en el Jordán, fue conducido por el mismo Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. En el momento en que inicia su ministerio público, Jesús debió desenmascarar y rechazar las falsas imágenes de Mesías que el tentador le proponía. Pero estas tentaciones también son falsas imágenes de hombre, que en todo tiempo insidian la conciencia, disfrazándose como propuestas convincentes y eficaces, e incluso buenas. Los evangelistas Mateo y Lucas presentan tres tentaciones de Jesús, que se diversifican parcialmente sólo por el orden. Su núcleo central consiste siempre en instrumentalizar a Dios para los propios fines, dando más importancia al éxito o a los bienes materiales. El tentador es falso: no induce directamente hacia el mal, sino hacia un falso bien, haciendo creer que las realidades verdaderas son el poder y lo que satisface las necesidades primarias. De este modo, Dios se vuelve secundario, se reduce a un medio, en definitiva se hace irreal, no cuenta más, desvanece. En último análisis, en las tentaciones está en juego la fe, porque Dios está en juego. En los momentos decisivos de la vida, pero si vemos bien, en todo momento, nos encontramos frente a una encrucijada: ¿Queremos seguir al yo o a Dios? ¿Al interés individual o al verdadero Bien, lo que realmente es bien? 

Como nos enseñan los Padres de la Iglesia, las tentaciones forman parte del “descenso” de Jesús a nuestra condición humana, al abismo del pecado y de sus consecuencias. Un “descenso” que Jesús recorrió hasta el final, hasta la muerte de cruz y hasta el infierno de la extrema lejanía de Dios. De este modo, Él es la mano que Dios ha tendido al hombre, a la oveja perdida, para salvarla. Como enseña San Agustín, Jesús ha tomado de nosotros las tentaciones, para darnos su victoria. Por tanto, no tengamos miedo de afrontar, también nosotros, el combate contra el espíritu del mal: lo importante es que lo hagamos con Él, con Cristo, el Vencedor. Y para estar con Él dirijámonos a la Madre, María: invoquémosla con confianza filial en la hora de la prueba, y ella nos hará sentir la poderosa presencia de su Hijo divino, para rechazar las tentaciones con la Palabra de Cristo, y de este modo volver a poner a Dios en el centro de nuestra vida.

(María Fernanda Bernasconi – RV).


Nota: las frases en negrita son nuestras.