lunes, 5 de mayo de 2025

San Agustín - Misericordia Divina - Capítulos 37 y 38


 


MEDITACIONES

Traductor: P. TEODORO CALVO MADRID

Libro único

Capítulos 37 y 38


Capítulo 37. ORACIÓN A JESUCRISTO PARA OBTENER LA GRACIA DE VERLO

Señor Jesús, Señor piadoso, Jesús bueno, que te dignaste morir para redimirnos de nuestros pecados, y que resucitaste para nuestra justificación; te ruego por tu gloriosa resurrección que me resucites del sepulcro de todos los vicios y pecados, y que me concedas participar diariamente en la misma resurrección, o liberación de mis pecados, para que así sea digno de participar verdaderamente en tu resurrección gloriosa. ¡Jesús dulcísimo y benignísimo, amantísimo y queridísimo, el más precioso y deseable, el más amable y el más bello; tú subiste a los cielos con triunfo y con gloria, estás sentado a la derecha del Padre! Rey todopoderoso, lleva mi alma al cielo, atráela con el suave olor de tus perfumes, y haz que ayudada y sostenida por ti nunca desfallezca en su peregrinar sobre la tierra. Los labios resecos de mi alma tienen sed de ti; llévala al torrente de tus delicias para que goce de una saciedad eterna. Llévala hacia ti, fuente viva, para que apague su sed, en la medida de lo posible, en las aguas que producen vida y salvación eterna. Pues tú mismo dijiste con tu santa y bendita boca: Si alguno tiene sed, que venga a mí, y beba 134. ¡Oh fuente de vida, concede a mi alma sedienta beber siempre de ti, para que según tu promesa santa y veraz fluyan aguas vivas del centro de mi corazón! 135 Fuente de vida, llena mi mente con el torrente de tus delicias, y embriaga mi corazón con la sobria ebriedad de tu amor, a fin de que olvidado de las cosas vanas y terrenas, solamente te recuerde a ti, según lo que está escrito: Me acordé de Dios y mi alma se llenó de alegría  136.

Concédeme el Espíritu Santo, significado en aquellas aguas que prometiste dar a los que tuvieran sed. Que mi único objetivo y mi único deseo consistan en llegar a esa morada celestial, donde nos dice la fe que tú mismo ascendiste cuarenta días después de tu resurrección, a fin de que mientras mi cuerpo está todavía sujeto a la miseria presente, mi espíritu esté todo entero contigo en pensamientos y en deseos, y mi corazón esté junto a ti, mi único tesoro, único deseable, único incomparable, único digno de mi más ardiente amor. En el inmenso diluvio de esta vida, donde somos constantemente combatidos por las tempestades que nos rodean por todas partes, no encontramos ningún puerto seguro, ni ningún lugar elevado donde la paloma pueda posarse sin miedo. En ninguna parte hay paz segura ni reposo tranquilo, sino que en todas partes hay guerras y litigios y enemigos; fuera de nosotros sólo hay combates, y dentro de nosotros temores.

Como por la parte del alma pertenecemos al cielo, y por la del cuerpo a la tierra, nuestro cuerpo corruptible hace sentir su peso sobre nuestra alma. Y mi alma que no siente mucho afecto por mi cuerpo, del que es compañera, languidece y cae agotada de fatiga en los caminos donde se encuentra extraviada. Las vanidades del mundo donde vive la han llenado de heridas. Tiene hambre y sed, y yo nada puedo ofrecerle, porque yo mismo soy pobre y estoy obligado a mendigar mi propio alimento. Pero tú, Señor, Dios mío, eres la fuente inagotable de todos los bienes, y distribuyes con generosidad los alimentos de la patria celestial; concede, pues, a mi alma fatigada el alimento que necesita, devuélvela al buen camino y cura sus heridas. He aquí que está delante de la puerta, y llama con insistencia: ábrela con mano misericordiosa, te lo ruego por las entrañas de tu misericordia, que te hizo descender del cielo a la tierra; mándala que entre y se acerque a ti, repose en ti, se alimente de ti, oh pan celestial de vida y de salvación, a fin de que este alimento divino le devuelva su vigor y su fuerza y pueda así elevarse hasta el cielo, y desde el fondo de este valle de lágrimas sea llevada por las alas de sus piadosos deseos hasta los gozos eternos del paraíso.

Te ruego, Señor, que des a mi espíritu alas como de águila, a fin de que pueda alzar el vuelo y llegar, sin pararse, hasta tu espléndida morada y hasta la mansión de tu gloria. Que allí, en tus abundantes pastos y junto a las aguas abundosas, saboree en la mesa de los ciudadanos de la patria celestial los alimentos reservados para tus elegidos. ¡Oh Dios mío, descanse en ti mi corazón, que es como un ancho mar agitado por las tempestades! Tú que imperaste a los vientos y el mar, e hiciste surgir una gran tranquilidad 137, ven y camina sobre el oleaje de mi corazón, para que todo en mí se vuelva tranquilo y sereno, de modo que yo te pueda poseer como a mi único bien, y contemplarte como la luz de mis ojos, sin turbación y sin oscuridad. Que mi alma, oh Dios mío, liberada de los tumultuosos pensamientos de este siglo, se acoja a la sombra de tus alas y encuentre a tu lado un lugar de refrigerio y de paz, donde exultante de alegría clame con el profeta: En la paz de mi Dios dormiré y descansaré 138. Que mi alma, oh Dios mío, se duerma, y que en ese sueño pierda la memoria de todo lo que está debajo del cielo, y solamente se despierte para pensar en ti, según lo que está escrito: Yo duermo, y mi corazón vela 139. El alma sólo puede tener paz y seguridad, oh Dios mío, bajo las alas de tu protección. Que permanezca siempre en ti, y que sea calentada por tu divino fuego. Haz que se eleve sobre sí misma, que te contemple y que cante tus alabanzas con transportes de júbilo. Que estos deleitosos dones tuyos constituyan mi consuelo en las tormentas de esta vida, hasta que llegue a ti, que eres la paz verdadera, y donde no hay arcos, ni escudos, ni espadas, ni guerras, sino solamente suma y verdadera seguridad, tranquilidad segura, seguridad tranquila, felicidad alegre, eternidad feliz y bienaventuranza eterna, y visión bienaventurada de ti, y alabanza tuya por los siglos de los siglos. Así sea.

Oh Cristo Señor, poder y sabiduría del Padre, que pones en las nubes tu morada, y que caminas sobre las alas de los vientos, que haces de tus ángeles espíritus y ministros tuyos del fuego abrasador, te ruego y te suplico insistentemente que me concedas las ágiles plumas de la fe y las veloces alas de las virtudes, con las que pueda elevarme a la contemplación de las cosas celestiales y eternas. Se una, te lo suplico, mi alma a ti, y me reciba tu mano derecha. Me eleve sobre las cimas más altas de la tierra, y me nutra con los alimentos de la herencia celestial, por los que suspiro día y noche durante mi triste exilio sobre esta tierra, en el que mis miembros mortales quitan a mi alma todo su vigor y fuerza.

Dios mío, líbrame de las tinieblas y del peso de esta carne terrestre. Detén a mi alma errante, que se aparta sin cesar del único camino que conduce a ti. Concédele la gracia de elevarse hasta tu celeste morada, para que iluminada por los rayos de tu luz divina desprecie las cosas terrestres, aspire a las cosas del cielo, odie el pecado y ame la justicia. Pues ¿qué hay más grande y más dulce, en medio de las tinieblas y de las amarguras de esta vida, que suspirar sin cesar por las delicias infinitas de la bienaventuranza eterna, y preocuparse únicamente de los medios para llegar allí donde ciertamente podremos disfrutar de los gozos eternos?

¡Oh Dios dulcísimo y benignísimo, amantísimo y queridísimo, el más precioso y el más deseable, el más amable y hermoso!, ¿cuándo llegaré a verte? ¿Cuándo apareceré ante tu presencia? ¿Cuándo me saciaré de tu belleza? ¿Cuándo me sacarás de esta cárcel tenebrosa, para bendecir y confesar tu nombre, sin tener que arrepentirme de mis faltas? ¿Cuándo llegaré a tu magnífica y maravillosa morada, en cuyos tabernáculos los justos celebran sin cesar tu gloria con cánticos de gozo y de triunfo? Bienaventurados los que habitan en tu casa, Señor, porque te alabarán por los siglos de los siglos 140. Felices y realmente felices los que tú has elegido, y que ya tienen parte en esa herencia celestial, Tus santos, oh Dios, florecen ante tus ojos como los lirios. Están llenos de la abundancia que reina en tu morada, y beben del torrente de tus delicias 141, porque tú eres, oh Señor, la única fuente de vida. Ven ya la luz en tu luz, hasta el punto de que ellos mismos convertidos en luz, que de ti solo recibe su resplandor, brillan como soles en tu presencia. ¡Cuán admirables, cuán hermosos y deliciosos son los tabernáculos de tu mansión! Mi alma, aunque manchada por el pecado, sólo desea llegar hasta allí, porque yo, oh Señor, he amado siempre la belleza de tu casa y el lugar en que reside tu gloria 142. Sólo te pido una cosa, Señor: habitar en tu casa todos los días de mi vida 143.

Como el ciervo desea las fuentes de las aguas, así mi alma tiene deseo de ti, Dios mío. ¿Cuándo llegaré y cuándo apareceré ante ti, y cuándo veré a mi Dios, del que tiene sed mi alma? 144 ¿Cuándo le veré en la tierra de los vivientes? Pues en esta tierra de muertos no puede ser visto con los ojos mortales. ¿Qué haré, miserable de mí, oprimido por las cadenas de mi mortalidad; qué haré? Mientras vivimos en el cuerpo peregrinamos lejos de Dios 145. Pues no tenemos aquí abajo una ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad futura, ya que nuestro derecho de ciudadanía está en los cielos 146. ¡Ay de mí, que mi peregrinación se ha prolongado, y habité con los habitantes de Cedar, y mi alma vivió como extranjera durante largos años!  147¿Quién me diera alas como de paloma, para volar y descansar? 148 Pues para mí nada hay tan dulce como vivir con mi Dios, y es bueno para mí estar unido a Dios 149.

Concédeme, Señor, que mientras viva en este cuerpo frágil, esté unido a ti, según está escrito: Quien está unido a Dios, forma un espíritu con él 150. Concédeme alas para que yo pueda elevarme hasta ti, y contemplarte sin cesar, y como nada hay feliz sobre la tierra, conserva mi alma cerca de ti para que no se hunda en el abismo de este valle de tinieblas. Haz que la sombra de tierra no se interponga entre ella y tú, quitándole la vista de tu sol de justicia, y haz que no la rodeen las tinieblas impidiéndole elevar su mirada a las cosas de arriba.

Mi deseo más ardiente consiste en llegar a ese feliz estado de paz, de gozo y de luz eterna. Sostén mi corazón con tu mano, oh Señor, porque sin tu ayuda no podrá elevarse a lo que está por encima de ella. Tengo prisa de llegar a tu feliz mansión, donde reinan eternamente la paz y una tranquilidad inalterable. Sé tú el apoyo y la dirección de mi espíritu y gobiérnalo según tu voluntad, a fin de que dirigido por ti se eleve a la región de la abundancia, donde alimentas eternamente a Israel con tu santa verdad, y para que al menos con el pensamiento veloz pueda yo llegar hasta ti, suprema sabiduría que preside todas las cosas, y que todo lo conoce y gobierna.

Pero son muchas las cosas que impiden a mi alma volar hacia ti. Oh Señor, acalla todos los ruidos que surgen en mí, y haz callar a mi misma alma. Que mi alma se eleve sobre todo lo creado, y que se eleve sobre sí misma para llegar hasta ti. Haz que en ti solo, oh Creador, fije mi alma los ojos de su fe; y que tú solo seas en adelante el objeto de sus aspiraciones, pensamientos y meditaciones; que te tenga siempre presente ante los ojos y en el fondo de su corazón, como su verdadero y sumo bien y como su gozo interminable. Sin duda que hay muchas contemplaciones de las que un alma devota puede maravillosamente nutrirse, pero no hay ninguna en la que mi alma encuentre tanto sosiego y tanto gozo como en contemplarte a ti solo como único objeto de sus pensamientos. ¡Cuán grande es la abundancia de tu dulzura, oh Señor 151, y cuán maravillosamente inspiras a los corazones de los que te aman! ¡Qué admirable la suavidad de tu amor, del que disfrutan los que fuera de ti nada aman, nada buscan y nada desean pensar! ¡Bienaventurados los corazones de los que tú eres la única esperanza, y cuya única ocupación consiste en dirigirte sus plegarias a ti! Feliz quien en la soledad del silencio vela sobre sí constantemente día y noche, a fin de poder, viviendo todavía en este frágil cuerpo, pregustar tus inefables dulzuras.

Te ruego por las saludables heridas recibidas en la cruz por nuestra salvación y de las que manó la sangre preciosa que nos redimió, que bendigas también mi alma pecadora, por la que te dignaste morir; bendícela con un dardo inflamado y omnipotente de tu inmensa caridad. Porque la palabra del Señor es viva y eficaz y más penetrante que una espada de dos filos 152. ¡Oh flecha escogida entre todas, oh espada agudísima que puedes atravesar con tu poder el duro escudo del corazón humano, atraviesa mi corazón con el dardo de tu amor, para que te diga mi alma: Me has herido con tu amor, de modo que de esa herida de amor manen abundantes lágrimas día y noche!

Atraviesa, Señor, atraviesa mi alma endurecida con el dardo más poderoso de tu amor; atraviésala hasta lo más íntimo de su ser, para que mi cabeza y mis ojos se conviertan en una fuente inagotable de lágrimas. Que el ardiente deseo de contemplar tu belleza les haga derramar lágrimas día y noche, sin que nunca, en esta vida presente, pueda gustar el menor consuelo, hasta el día en que sea digno de verte en tu celestial morada, oh amado y divino esposo, mi Dios y mi Señor; que allí a la vista de tu gloria y de la belleza infinita de tu rostro lleno de dulzura y majestad, pueda adorarte humildemente con todos los elegidos que te aman, y gritar con ellos, lleno de júbilo y de exultación: Lo que deseaba ya lo veo, lo que esperaba ya lo tengo, lo que anhelaba ya lo poseo. Ya estoy unido para siempre en el cielo con aquel a quien amé con todas mis fuerzas viviendo sobre la tierra, y a quien había entregado todo el amor de mi corazón. A quien me adherí con todo mi amor, a ese mismo lo alabo, lo bendigo y lo adoro, pues él es el Dios omnipotente que vive y reina por los siglos de los siglos. Así sea.

Capítulo 38. PLEGARIA EN LA AFLICCIÓN

Ten piedad de mí, Señor: compadécete misericordiosamente; compadécete de este miserabilísimo pecador que tantas cosas indignas ha hecho y tantos males ha merecido padecer, que ha pecado asiduamente, y diariamente ha sido castigado por ti. Considerando lo mucho que he pecado, encuentro que el castigo sufrido es bien ligero en comparación con lo grave de mis faltas. Tú, Señor, eres justo, y todos tus juicios son únicamente justicia y verdad. Justo y recto eres tú, Señor Dios nuestro, y en ti no hay iniquidad. No hay ni injusticia ni crueldad en los castigos que tú infliges a los pecadores, oh Dios omnipotente y misericordioso. Cuando todavía no existíamos, nos sacaste de la nada por tu omnipotencia, y cuando estábamos perdidos por nuestras faltas nos salvaste de la perdición por un admirable efecto de tu benevolencia y de tu caridad. Lo sé y estoy cierto de que no se debe atribuir al azar todo lo que turba y agita nuestra vida, sino que tú solo, oh Señor, eres quien dispones y gobiernas todas las cosas según tus impenetrables designios. Tú solo tienes cuidado de todas las cosas, y cuidas especialmente de tus siervos que han puesto toda su esperanza en tu misericordia. Por eso te ruego y te su plica insistentemente que no me trates según la gravedad de mis pecados, por los que merecí tu ira, sino según la grandeza de tu misericordia, que es superior a todos los pecados del mundo. Tú, Señor, que infliges externamente el castigo, concédeme siempre una indeficiente paciencia interior, a fin de que mi boca no cese nunca de alabarte. Ten piedad de mí, Señor, ten piedad de mí, y ayúdame en todo lo que sabes que es útil a mi cuerpo y a mi alma. Tú que sabes todas las cosas, tú que todo lo puedes, y tú que vives por los siglos de los siglos. Así sea.

Fuente: Agustinus.it

Novena a Nuestra Señora de Fátima

 


 

 Versión PDF para imprimir folleto tríptico
» Más información

  
[Estampa de Nuestra Señora de Fátima con los pastorcitos]

OFRECIMIENTO PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Dios mío! Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Yo os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación de los ultrajes con que El es ofendido; y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón e intercesión del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pecadores.

  

ORACIÓN PREPARATORIA

Oh santísima Virgen María, Reina del Rosario y Madre de misericordia, que te dignaste manifestar en Fátima la ternura de vuestro Inmaculado Corazón trayéndonos mensajes de salvación y de paz. Confiados en vuestra misericordia maternal y agradecidos a las bondades de vuestro amantísimo Corazón, venimos a vuestras plantas para rendiros el tributo de nuestra veneración y amor. Concédenos las gracias que necesitamos para cumplir fielmente vuestro mensaje de amor, y la que os pedimos en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios, honra vuestra y provecho de nuestras almas. Así sea.

Rezar la oración del día correspondiente:

DÍAS
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9

ORACIÓN FINAL

¡Oh Dios, cuyo Unigénito, con su vida, muerte y resurrección, nos mereció el premio de la salvación eterna! Os suplicamos nos concedas que, meditando los misterios del santísimo rosario de la bienaventurada Virgen María, imitemos los ejemplos que nos enseñan y alcancemos el premio que prometen. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.


DÍA PRIMERO [Ir al principio de esta página]
Penitencia y reparación



Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, Madre de los pobres pecadores!, que apareciendo en Fátima, dejaste transparentar en vuestro rostro celestial una leve sombra de tristeza para indicar el dolor que os causan los pecados de los hombres y que con maternal compasión exhortaste a no afligir más a vuestro Hijo con la culpa y a reparar los pecados con la mortificación y la penitencia. Dadnos la gracia de un sincero dolor de los pecados cometidos y la resolución generosa de reparar con obras de penitencia y mortificación todas las ofensas que se infieren a vuestro Divino Hijo y a vuestro Corazón Inmaculado.

Meditar y rezar la oración final.

__________

DÍA SEGUNDO [Ir al principio de esta página]
Santidad de vida



Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, Madre de la divina gracia, que vestida de nívea blancura te apareciste a unos pastorcitos sencillos e inocentes, enseñándonos así cuánto debemos amar y procurar la inocencia del alma, y que pediste por medio de ellos la enmienda de las costumbres y la santidad de una vida cristiana perfecta. Concédenos misericordiosamente la gracia de saber apreciar la dignidad de nuestra condición de cristianos y de llevar una vida en todo conforme a las promesas bautismales.

Meditar y rezar la oración final.

__________

DÍA TERCERO [Ir al principio de esta página]
Amor a la oración



Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, vaso insigne de devoción!, que te apareciste en Fátima teniendo pendiente de vuestras manos el santo Rosario, y que insistentemente repetías: «Orad, orad mucho», para alejar por medio de la oración los males que nos amenazan. Concédenos el don y el espíritu de oración, la gracia de ser fieles en el cumplimiento del gran precepto de orar, haciéndolo todos los días, para así poder observar bien los santos mandamientos, vencer las tentaciones y llegar al conocimiento y amor de Jesucristo en esta vida y a la unión feliz con Él en la otra.

Meditar y rezar la oración final.

__________

DÍA CUARTO [Ir al principio de esta página]
Amor a la Iglesia



Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, Reina de la Iglesia!, que exhortaste a los pastorcitos de Fátima a rogar por el Papa, e infundiste en sus almas sencillas una gran veneración y amor hacia él, como Vicario de vuestro Hijo y su representante en la tierra. Infunde también a nosotros el espíritu de veneración y docilidad hacia la autoridad del Romano Pontífice, de adhesión inquebrantable a sus enseñanzas, y en él y con él un gran amor y respeto a todos los ministros de la santa Iglesia, por medio de los cuales participamos la vida de la gracia en los sacramentos.

Meditar y rezar la oración final.

__________

DÍA QUINTO [Ir al principio de esta página]
María, salud de los enfermos



Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, salud de los enfermos y consoladora de los afligidos!, que movida por el ruego de los pastorcitos, obraste ya curaciones en vuestras apariciones en Fátima, y habéis convertido este lugar, santificado por vuestra presencia, en oficina de vuestras misericordias maternales en favor de todos los afligidos. A vuestro Corazón maternal acudimos llenos de filial confianza, mostrando las enfermedades de nuestras almas y las aflicciones y dolencias todas de nuestra vida. Echad sobre ellas una mirada de compasión y remediadlas con la ternura de vuestras manos, para que así podamos serviros y amaros con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser.

Meditar y rezar la oración final.

__________

DÍA SEXTO [Ir al principio de esta página]
María, refugio de los pecadores



Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, refugio de los pecadores!, que enseñaste a los pastorcitos de Fátima a rogar incesantemente al Señor para que esos desgraciados no caigan en las penas eternas del infierno, y que manifestaste a uno de los tres que los pecados de la carne son los que más almas arrastran a aquellas terribles llamas. Infundid en nuestras almas un gran horror al pecado y el temor santo de la justicia divina, y al mismo tiempo despertad en ellas la compasión por la suerte de los pobres pecadores y un santo celo para trabajar con nuestras oraciones, ejemplos y palabras por su conversión.

Meditar y rezar la oración final.

__________

DÍA SÉPTIMO [Ir al principio de esta página]
María, alivio de las almas del purgatorio



Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, Reina del purgatorio!, que enseñaste a los pastorcitos de Fátima a rogar a Dios por las almas del purgatorio, especialmente por las más abandonadas. Encomendamos a la inagotable ternura de vuestro maternal Corazón todas las almas que padecen en aquel lugar de purificación, en particular las de todos nuestros allegados y familiares y las más abandonadas y necesitadas; alíviales sus penas y llévalas pronto a la región de la luz y de la paz, para cantar allí perpetuamente vuestras misericordias.

Meditar y rezar la oración final.

__________

DÍA OCTAVO [Ir al principio de esta página]
María, Reina del Rosario



Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María!, que en vuestra última aparición te diste a conocer como la Reina del Santísimo Rosario, y en todas ellas recomendaste el rezo de esta devoción como el remedio más seguro y eficaz para todos los males y calamidades que nos afligen, tanto del alma como del cuerpo, así públicas como privadas. Infundid en nuestras almas una profunda estima de los misterios de nuestra Redención que se conmemoran en el rezo del Rosario, para así vivir siempre de sus frutos. Concédenos la gracia de ser siempre fieles a la práctica de rezarlo diariamente para honraros a Vos, acompañando vuestros gozos, dolores y glorias, y así merecer vuestra maternal protección y asistencia en todos los momentos de la vida, pero especialmente en la hora de la muerte.

Meditar y rezar la oración final.

__________

DÍA NOVENO [Ir al principio de esta página]
El Inmaculado Corazón de María



Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.

ORACIÓN DE ESTE DÍA
¡Oh santísima Virgen María, Madre nuestra dulcísima!, que escogiste a los pastorcitos de Fátima para mostrar al mundo las ternuras de vuestro Corazón misericordioso, y les propusiste la devoción al mismo como el medio con el cual Dios quiere dar la paz al mundo, como el camino para llevar las almas a Dios, y como una prenda suprema de salvación. Haced, ¡oh Corazón de la más tierna de las madres!, que sepamos comprender vuestro mensaje de amor y de misericordia, que lo abracemos con filial adhesión y que lo practiquemos siempre con fervor; y así sea vuestro Corazón nuestro refugio, nuestro consuelo y el camino que nos conduzca al amor y a la unión con vuestro Hijo Jesús
.

Meditar y rezar la oración final.


1. El autor es Gregorio Martínez de Antoñana, C.M.F.


1. Oraciones | 2. Oraciones de Fátima | 3. Novena | 4. Triduo

 
Fuente: Devocionario.com