sábado, 13 de octubre de 2012

Los sábados son de María

Paseando  por otros blogs, encontré esta entrada con una evocativa canción a María. 

Dice el autor del blog citado más abajo: 
"Los sábados son "memorias opcionales" en honor a Nuestra Señora en el rezo de la Liturgia de las Horas."

Todos los sábados son de nuestra Madre del cielo , entonces.

Y añade:
"Buscando en YouTube un himno que me sirviera de introducción a la oración matutina me tropecé con esta que solía cantar en mi juventud en el coro de la escuela, escrita por el cantautor brasileño el Padre Zezinho y traducida al castellano creo que por él mismo. Esta versión la canta Cristián Pernia. Los dejo para que disfruten del vídeo y de la canción, y no se olviden de dedicarle los sábados a la Madre de Dios que es nuestra Madre."

Me pareció hermoso y lo comparto.




Fuente: http://vivificar.blogspot.com.ar/2010/05/los-sabados-son-de-maria.html#disqus_thread

domingo, 7 de octubre de 2012

7 de Octubre: Nuestra Señora del Rosario


SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO



Breve aclaración litúrgica:

Habiendo consultado al Pbro. Lic. Alejandro Bóttoli me quedó claro que en nuestra Arquidiócesis la celebración de la Virgen del Rosario tiene el rango litúrgico de Solemnidad y tiene preeminencia sobre la misa propia de este domingo. Vale decir que litúrgicamente corresponde celebrar la Misa de la Solemnidad de la Virgen del Rosario en lugar de la Misa propia del domingo XXVII durante el año. También me informó el P. Bóttoli que en su momento se establecieron las lecturas propias para esta Misa de la Virgen del Rosario. La primera lectura está tomada del Eclesiástico 24, 1.3-4.8-12.19-21 y no coincide con la que trae el tomo III del nuevo leccionario como propia para esta fiesta (He 1,12-14). Como salmo se eligió el Magnificat y como segunda lectura Ef 1,3-6.11-12. El evangelio es la Anunciación.

LA ADVOCACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO:

El origen, una práctica de oración:
(Extractado de L. Rivas, Jesús habla a su pueblo nº 8. Fiestas y Solemnidades de la Virgen, 129-131)

Así como los clérigos y religiosos recitaban el Salterio de la Biblia, los 150 salmos, los que no estaban obligados o no sabían leer acostumbraban rezar 150 padrenuestros. En cierto momento, por influjo de la devoción mariana, se originó el Salterio de la Virgen María que consistía en repetir 150 veces el saludo del Ángel y el de Isabel a María (Lc 1,28 y40). De esta práctica hay testimonios en el siglo XI.
Luego se le cambió el nombre de Salterio por el Rosario, del latín rosarium que significa florilegio, antología o compendio. Se entendía entonces el rezo del Rosario como un "obsequio de rosas" a la Virgen.
Más adelante se le agregan la meditación de los misterios y se completó el avemaría. Lo cierto es que a fines del S. XV o principios del siglo XVI ya existía el rezo del Rosario de modo muy similar al actual.

Una amplia difusión de esta devoción se atribuye a Sto. Domingo de Guzmán (+1221) y a la Orden de Predicadores (Dominicos) fundada por él, con una importante intervención del beato Alan de la Roche O.P. (+1475).

En 1571 el Papa San Pío V (que era dominico) pidió que se rezara el Rosario para que se frenara el avance de los turcos sobre Europa. El 7 de octubre de ese año tiene lugar la batalla naval en el Golfo de Lepanto, en la cual la flota de la Liga Santa vence a la de los turcos, muy superiores en número. Esta victoria militar que preservó la cristiandad el Papa Pío V la atribuyó a la intercesión de la Virgen y al rezo del Rosario, por lo que instituyó ese día, 7 de Octubre, como fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y determinó la forma en que se debía rezar el Rosario.
En el año 1573 el Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y en 1716 el Papa Clemente XI extendió esta fiesta a toda la Iglesia.


LA VIRGEN DEL ROSARIO, PATRONA DE LA CIUDAD  DE ROSARIO, PROVINCIA DE SANTA FE DE LA VERA CRUZ, ARGENTINA.

(Extractado del libro de Mons. Francisco Nuñez, Rosario y su Virgen Fundadora. Reseña Histórica.)

            Corría el año 1730 cuando el Cabildo Eclesiástico de la Ciudad de Buenos Aires, de cuyo Obispado dependía nuestro territorio, decide la creación de la parroquia o curato del Pago de los Arroyos y le asigna como Iglesia parroquial la Capilla u oratorio familiar de la Estancia de la Concepción que había construido el Capitán Domingo Gómez Recio. Dicha estancia estaba ubicada en la confluencia del arroyo Saladillo y el río Paraná, y allí se encontraba la Capilla que fuera la primera sede parroquial del Curato de los Arroyos. A su vez fue nombrado como primer párroco de la misma el P. Ambrosio Alzugaray quien trae de la ciudad de Santa Fe, en préstamo, una imagen de la Virgen del Rosario como titular y patrona de la Capilla. El segundo cura de esta parroquia o curato fue el P. Francisco de Cosio y Terán quien, considerando aquella imagen como prestada, encarga una nueva a Cádiz, España, la cual llegó a estas tierras y fue recibida con júbilo por los fieles del curato el 3 de mayo de 1773. Para entonces la sede parroquial se había trasladado ya a la Iglesia construida en 1757 para tal fin donde se emplaza la actual Catedral de Rosario. En el año 1823 se le concede a la ciudad de Rosario el título de Ilustre y fiel Villa y se reconoce a Nuestra Señora del Rosario como Patrona Jurada de la misma. En 1925, siendo párroco Mons. Nicolás Grenón, se construye el actual camarín debajo del presbiterio de la Iglesia Catedral donde se coloca para su veneración a la imagen venida de España. La misma fue corona solemnemente el 5 de Octubre de 1941 por el Cardenal Luis Copello como delegado pontificio.
            
             Por tanto es claro que Rosario nace, crece y se desarrolla bajo la protección de la Santísima Virgen del Rosario, nuestra patrona y fundadora. Que nuestra devoción hacia Ella sea a la vez un signo de gratitud por el pasado y un firme compromiso para el presente y el futuro.


ALGUNAS REFLEXIONES

           
           El texto del Eclesiástico nos dice que por orden de Yavé la Sabiduría viene a establecer su tienda en Jacob. Es una profecía de la Encarnación, de Dios que se hace hombre en María. Es de resaltar la decisión de Dios de venir a habitar en medio de su pueblo. El cumplimiento supera la promesa con la Encarnación. También el texto nos habla de la invitación hecha a los hombres de venir a gustar de la dulzura de su Presencia.
            
          En el marco de la fiesta mariana, es una invitación a llegarnos a María para encontrarnos, en ella, con el Hijo de Dios. Más aún, la intención divina de estar en medio de su pueblo, de acompañar su peregrinar por este mundo, se prolonga en el tiempo y en la historia por medio de María y del nuevo pueblo de Dios: la Iglesia. Así, podemos decir que Dios ha querido y quiere estar presente y acompañar nuestra vida como Iglesia que peregrina en Rosario. Y lo hizo y lo hace por medio de la Virgen del María del Rosario. La historia nos permite afirmar que la Iglesia de Rosario ha nacido con la presencia de María. Nuestra ciudad ha surgido bajo el amparo maternal de la Virgen del Rosario, quien también ha acompañado durante todos estos años la vida de sus habitantes. La Virgen ha protegido a esta villa "ilustre y fiel" quien la ha reconocido como su Señora y Patrona. Es importante hacer memoria de esto para no perder nuestra identidad y para renovar nuestra fidelidad a Dios y a nuestra Señora del Rosario.

            Si tomamos como primera lectura el texto de He 1,12-14  pienso que es válida la reflexión anterior. Aquí encontramos a María reunida en oración junto a los apóstoles después de la Ascensión. Es claro que María está presente en el mismo nacimiento de la Iglesia y acompaña su crecimiento y desarrollo. Cómo nos sugiere L. Rivas , esta presencia de María en la Iglesia naciente no tiene porqué reducirse a este momento sino que puede extenderse a todas las veces en que el libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice que la primitiva comunidad se reunía para orar (cf. He 2,42; 4,24; 5,5; 6,4-6).

            El evangelio de la Anunciación podemos leerlo como la vocación de María, primera discípula de Jesús.

                Poco y nada nos cuentan los evangelios del pasado de la Virgen. El evangelio va directamente al momento presente porque lo más importante es el tiempo de la salvación. Lo que el griego llama kairos, momento de intervención de Dios en la historia; momento único y de plenitud. Sólo nos dice donde vivía, la ciudad de Nazareth en Galilea; su situación civil: era virgen, pero prometida o comprometida con José; y su nombre: María. Sólo dos versículos de presentación, pues la intención del evangelista es concentrarse en lo que sigue: la vocación y elección de María. Por esto no cuenta tanto el pasado, sino más bien el futuro: lo que ella está llamada a ser en el plan de Dios, su colaboración en la misión redentora de su futuro Hijo.
           
         La anunciación significa un verdadero comienzo en la vida de María. Bien podríamos decir: en el principio era la Gracia. Justamente uno de los motivos del silencio sobre el pasado de María sería el poner de relieve la insuficiencia de los méritos humanos. María recibe por pura e incomprensible gratuidad de Dios esta llamada.

             Dios sorprendió a la Virgen y a toda la humanidad con su decisión de hacerse hombre, con la Encarnación del Verbo. Pero justamente para ello preparó a María con la gracia privilegiada de la Inmaculada Concepción. Y junto con esta Gracia la adornó con la virtud de la humildad. Porque no es suficiente, para responder plenamente a Dios, el carecer de pecado. Hace falta, por sobre todo, ser humilde. Podemos decir, entonces, que la primera condición para ser discípulo de Cristo es la humildad.

        María, por su Concepción Inmaculada, tiene desde el comienzo la humildad requerida para ser discípulo. De allí su inmediata y espontánea respuesta al anuncio del ángel: He aquí la esclava del Señor. Esta actitud humilde y sincera contrasta con la grandeza del anuncio que le hizo el ángel. María se percibe espontáneamente como instrumento de la Gracia y no hay vanagloria en ella. En cambio los demás discípulos tendrán que hacer el doloroso recorrido que los lleva al camino de la humildad. Podemos tomar el ejemplo de Pedro, que recién después de haber llorado las negaciones aprendió a no poner la confianza en sí mismo y entonces recibe la confirmación del su misión por parte del Señor (cf. Mc 16). Sí, el Señor llevó a Pedro por el camino de la humildad para que llegara a ser, de verdad, discípulo y misionero.

        Toda vida encierra un misterio que sólo se esclarece a la luz del Verbo Encarnado, de Jesucristo. Por eso para entender a María y el misterio de su Persona, el evangelio nos remite a Cristo. Ella ha sido elegida para ser su madre. Toda su vida se orienta a Él, a darle la vida humana y todo lo demás que conlleva. Su vida oculta y tal vez rutinaria de Nazareth se llena de sentido trascendente. Dios la elige, Dios la llama para ser la Madre de su Hijo.
       
     Y como toda llamada, es una invitación, no una imposición. Dios invita, golpea suavemente a la puerta y aguarda esperando la libre respuesta del hombre.

      Todo es Gracia en la vida de María. Pero no sólo Gracia. Está también la aceptación libre, la decisión personal; que en María no es otra cosa que su correspondencia a esa Gracia inicial. Sí, en el principio era la Gracia, pero Gracia recibida, aceptada, y, por tanto, fecunda. En María, diríamos, hasta biológicamente fecunda. Concebirá en su seno, dará a luz, será la Madre del Salvador.
            
     Pero esta "fecundidad biológica" fue precedida por una fecundidad espiritual. Como hermosamente nos dice san Agustín, antes de concebir en su seno, concibió la Palabra en su mente por la fe. Recibió la palabra, aceptó la palabra de Dios; creyó en la Palabra de Dios. Por esto, antes de ser Madre de la Palabra hecha carne, fue discípula de la Palabra.  Y al mismo tiempo, misionera de la Palabra ya que lo concibe para sí y para todo el mundo. Ella entenderá con el tiempo que debe acompañar la entrega libre de su propio Hijo, entregándolo también ella. Con dolor aceptará perderlo para que muchos encuentren en Él la vida. Sí, pues esta intervención de Dios marca un giro no sólo en su vida sino en la de todos los hombres, sin excepción.

  Volvamos, entonces, la mirada del corazón a María y admiremos la obra de Dios en ella. Cómo el Señor la eligió, la preservó de todo pecado, la llamó confiándole la misión de ser Madre de la Palabra.

  Ahora miramos nuestra vida y somos invitados a descubrir que también en nosotros "en el principio está la Gracia de Dios". Estamos aquí vivos porque fuimos pensados, amados, elegidos por Dios. Y hay que animarse a bendecir a Dios por esto, como nos invita el himno a los Efesios en la segunda lectura.