sábado, 4 de junio de 2016

Inmaculado Corazón de María

El Inmaculado Corazón de María en las Apariciones de Nuestra Señora de Fátima

Apariciones Posteriores y Mensajes de Nuestra Señora a Sor Lucía 
Según el relato de Sor Lucía

"Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. 
Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón"


Lucia es la mayor de los videntes. Entró en la vida religiosa con las hermanas Doroteas, con las que vivió en Pontevedra antes de entrar en la clausura Carmelita en Coimbra, Portugal donde vivió hasta la fecha de su muerte, 13 de Febrero de 2005.

Durante su vida religiosa, recibe apariciones en las cuales la Virgen Santísima le revela:

*La petición de los Cinco Primeros Sábados de Reparación 
*La visión de la Trinidad con la petición de la consagración de Rusia


Cinco primeros sábados de reparación

Trasfondo histórico

Los Sábados son tradicionalmente dedicados a la Virgen. Desde muy antiguo la Santa Iglesia, a considerado el sábado un día dedicado a intensificar la devoción Cristiana a la Santísima Virgen, Madre de Dios y nuestra amantísima Madre. Mucha gente consagraba el primer sábado del mes a la Virgen por esta intención y para reparar por las blasfemias y ultrajes en contra de ella por parte de los pecadores y de los falsos maestros.

El Papa SanPío X el 12 de Julio de 1905 emitió un decreto en el que alababa esta práctica y ofrecía indulgencias por ella. Ese mismo año en el mes de Noviembre el Santo Padre nuevamente bendijo e indulgenció la práctica tradicional de los Hijos del Corazón de María y la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María, para dedicar los primeros sábados de cada mes a esta devoción con el propósito de hacer reparación al I.C. de María.

La Virgen pide los Cinco Primeros Sábados de Reparación. La Virgen le dijo que "con el fin de prevenir la guerra, vendré para pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados de mes". La promesa hecha por Nuestra Señora a Lucia en Julio 13, 1917 de que habría una manifestación futura concerniente a la práctica de los Cinco Primeros Sábados fue cumplida el 10 de diciembre de 1925.

Lucía era postulante en el Convento de las Doroteas en Pontevedra, España cuando tiene una aparición de la Virgen sobre una nube de luz, con el Niño Jesús a su lado. La Sta. Virgen puso su mano sobre el hombro de Lucía, mientras en la otra sostenía su corazón rodeado de espinas. El niño le dijo: "Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Esta cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas."

Inmediatamente dijo Nuestra Señora a Lucía: "Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tu, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación"

 Los elementos principales de los 5 primeros sábados de reparación son:

1-confesión. Es esencial en el camino del arrepentimiento y la conversión. 
2-Eucaristía: Recibir la Santa Comunión. El primer fruto de esta devoción es el culto a la Santa Eucaristía en sus tres aspectos: sacrificio, comunión y adoración. Acompañar al Santísimo Sacramento por quince minutos.
3-rezo del Rosario con dos aspectos: oración y meditación. Se rezan cinco misterios con la meditación de los misterios.

La oración vocal del Rosario tiene siempre en su base un acto de meditación interior en los misterios de la vida, sufrimiento y gloria de nuestro Señor y de la Stma. Virgen. La jaculatoria que la Virgen pide que recemos después de cada misterio: "Oh mi Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Conduce todas las almas al cielo especialmente las que mas necesitan de tu misericordia".

Estas almas son las de los pecadores por quienes rezamos por su conversión y salvación eterna. Estos pecadores pueden ser los que están mas obstinados en su pecado sin arrepentirse, aquellos que están, sin saberlo, al borde de la muerte y están en pecado mortal. Finalmente, aquellos que por circunstancia de lugar, están lejos de la posibilidad de conseguir un sacerdote y recibir los sacramentos incluso en sus últimos momentos. Por estas pobres almas, las que están en mas necesidad de la misericordia de Dios, deben ser derramadas las eficaces oraciones de las almas cristianas, intercediendo por ellos, haciendo reparación, uniéndose en meditación con el corazón de María, Madre y Refugio de los pecadores.

Promesa de Salvación 
Aquellos que practiquen esta devoción de los cinco primeros sábados , Nuestra Señora prometió: "Yo os asistiré a la hora de vuestra muerte con las gracias necesarias de salvación". Ella no promete la salvación eterna, sino las gracias necesarias para la salvación. Hay muchos testimonios de almas que son especialmente devotas del Corazón de María, que reciben un conocimiento del cielo que la hora de su partida esta cerca. No es precisamente un anuncio de la muerte, pero si una nueva y gentil preocupación por recibir con mas dignidad los sacramentos, con una intención mas pura en todas sus acciones y se intensifica la caridad y la dedicación al apostolado. El Corazón de María va perfeccionando las almas de sus hijos hasta llegar a su encuentro decisivo con su Divino Salvador.


Espíritu de Reparación
Todos estos actos de la devoción, deben hacerse con la intención de reparar las ofensas cometidas en contra del Inmaculado Corazón de María. Aquellos que la ofenden cometen una ofensa doble: ofenden a su Divino Hijo, y ponen en peligro su salvación. Esta reparación hace énfasis en nuestra responsabilidad hacia los pecadores que no oran y no hacen reparación por sus pecados.

Esta devoción nos presenta una responsabilidad social y nos recuerda de que para ir a Dios debemos amar a nuestros semejantes y tratar de salvar sus almas. También nos enseña una forma excelente de hacerlo, a través del espíritu de reparación al I.C. de María. Hay quienes se preocupan de que se les puede olvidar en cada uno de los cinco sábados ofrecer por la intención de reparación. Pero esto se puede evitar haciendo la resolución de ofrecer esta reparación desde el primer sábado que se empieza.. "Dios mío yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, y no te aman" (el ángel a los pastorcitos de Fátima)

¿Por qué 5 Sábados? Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: "Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María: 

1-Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.

2-Contra su virginidad,

3-Contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.

4-Contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.

5-Contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.

"He aquí hija mía, por que ante este Inmaculado Corazón ultrajado, se movió mi misericordia a pedir esta pequeña reparación, y, en atención a Ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a mi Madre. En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas".

También es importante establecer un tiempo fijo para la devoción, en este caso los primeros cinco sábados de mes. Esto nos ayudará a establecer un hábito. La misma Iglesia lleva nuestra vida espiritual por ciclos litúrgicos: cuaresma, adviento...

Importancia de esta devoción

En febrero de 1926 se le apareció el Niño Jesús preguntándole si había difundido la devoción a su Santísima Madre. Lucía le contó las dificultades que tenía en llevar a cabo esta misión. Jesús le respondió que con su gracia bastaba.

En Fátima, la Virgen misma desea recomendar esta devoción, especificando "cinco primeros sábados consecutivos" enriqueciendo esta práctica con la promesa de salvación. En la última instancia, es Dios quien es ofendido por cada pecado. Por esta razón, es Dios también quien es el objeto último de cada acto de reparación de los cristianos. Nosotros no podemos comprender propiamente el mensaje celestial dado en Fátima en este punto esencial de reparación si no lo hacemos reparando directamente al Inmaculado Corazón de María. Es nuestro Señor mismo quien nos dice: "Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Esta cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas".

La predestinación de María en su Maternidad Divina, su colaboración activa en toda la obra de redención, su misión de ser madre espiritual de toda la Iglesia y de cada persona redimida por la preciosa sangre de Cristo, constituye una de las leyes básicas de la divina providencia para la aplicación efectiva de la redención en cada alma. Por lo tanto, la devoción a su Inmaculado Corazón debe ser intensificada y extendida. Consecuentemente quien ofenda a nuestra Madre, ya sea por blasfemia, por negación de su grandeza en su misión de corredención, o por tratar de despreciar la devoción a Nuestra Señora en la Iglesia o en las almas, al mismo tiempo ofende a Dios y a su providencia.

Un cristiano que comprende cuan vil son este tipo de ofensas trata de hacer reparación intensificando su amor filial y su disponibilidad a servir y trabajar arduamente para que el Reino del Corazón de María se establezca. Así responde el amor. Ambos aspectos de la reparación cristiana: primero directamente a Dios y subordinadamente al corazón de María, son manifestaciones complementarias de una misma realidad y un mismo espíritu.

Frutos de esta devoción

En toda verdadera devoción a nuestra Señora (y la devoción a su Inmaculado Corazón es expresión perfecta de la verdadera devoción) hay siempre una invitación efectiva a regresar los corazones a Cristo Salvador. Cuando se trata de aquellos que han perdido la gracia, es una llamada a la conversión, a la vida de gracia y a la salvación eterna. Cuando se trata de almas que viven en la gracia de Dios, la verdadera devoción a María, les da un fuerte impulso por avanzar por la vía de santidad y crea en ellos un espíritu de apostolado cristiano. Esta es una ley constante en la vitalidad de la Iglesia. Ya sean Instituciones Marianas, Santuarios Marianos, movimientos y peregrinaciones Marianas, siempre han sido una llamada irresistible desde el corazón maternal de María, a un regreso de estas almas a Cristo. La práctica de los cinco primeros sábados en reparación, corresponde a este nuevo capitulo de la santificación para aquellos que desean escalar la montaña del amor y de la santidad.


Visión de la Trinidad y petición de la consagración de Rusia


En Junio del 1929, Lucía estaba ya con las religiosas, Hijas Doroteas, y describe esta aparición así:

Pontevedra"...de repente toda la Capilla del convento se alumbro de una luz sobrenatural, y una Cruz de luz apareció sobre el altar, llegando hasta el techo. En la claridad de la parte superior se podía ver la cara de un hombre y su cuerpo hasta la cintura. En el pecho había una paloma de luz, y clavado en la Cruz había el cuerpo de otro hombre. Por encima de la cintura, suspendidos en el aire, podía ver un cáliz y una gran Hostia, en la cual caían gotas de sangre del rostro de Jesús crucificado y de la llaga de su costado. Estas gotas, escurriendo en la Hostia, caían en el cáliz. Debajo del brazo derecho de la cruz estaba Nuestra Señora. Era Nuestra Señora de Fátima, con su corazón Inmaculado en su mano izquierda, sin espada ni rosas, pero con una corona de espinas y llamas. Debajo del brazo izquierdo de la Cruz, grandes letras, como si fuesen de agua cristalina, que corrían sobre el Altar formando estas palabras: "Gracia y Misericordia".

Nos dice Lucía:` entendí que era el Misterio de la Santísima Trinidad que se me enseñó, y yo recibí luces acerca de este misterio, que no se me permite revelar". La Virgen le dijo: "Ha venido el momento en que Dios pide al Santo Padre que en unión con todos los obispos del mundo haga la consagración de Rusia a mi Corazón, prometiendo salvarla por este medio". Prevenía la difusión de sus errores y se adelantaba su conversión."


de Rusia por los Santos Padres

Dic.1940 -Lucía recibe permiso para escribir al Santo Padre Pío XII, pidiéndole esta consagración.
Oct. 1942 -Papa Pío XII consagra al mundo con mención especial de Rusia. 
Julio 1952 -Consagración especial solo de Rusia. -1965 -Papa Pablo VI también consagra a Rusia. 
1982 -Papa Juan Pablo II consagra el mundo al Corazón Inmaculado. 
1984 -Papa Juan Pablo II, Roma, ante la imagen de la Virgen, consagra el mundo colegialmente (con los obispos). Según Lucía, esta consagración fue conforme a los deseos de la Virgen. 
2000 -Año Jubilar, El Papa Juan Pablo II consagra colegialmente (con los obispos) el mundo y el III milenio al Inmaculado Corazón el 8 de Octubre, durante el jubileo de los obispos. En la víspera el Papa guía la oración de un rosario mundial. Sor Lucia es televisada llevando uno de los misterios desde su convento.


Almas víctimas del mensaje de Fátima: 

Las almas víctimas llevan con heroico amor grandes sufrimientos a favor de las intenciones de la Virgen. Las mas conocidas son la Beata Alejandrina Da Costa y Aminda, alma muy especial que se ofrece por el triunfo del Inmaculado Corazón. Vive 50 años de total parálisis orando desde su cama en un pequeño cuarto de Fátima para que el mensaje de Nuestra Señora sea acogido, especialmente por los jóvenes. Tuvimos el gran don de conocerla personalmente, y de que ella nos considerara: "mi amiginha" (mi amiguita). Arminda, después de grandes sufrimientos y de ser despojada de su mayor anhelo, morir en Fátima, fue a la Casa del Padre en Enero del 2001.

“La victoria, si llega, llegará por medio de María”

"Mientras entraba en los problemas de la Iglesia universal, al ser elegido Papa, llevaba en mí una convicción semejante: que también en esta dimensión universal, la victoria, si llega,será alcanzada por María. Cristo vencerá por medio de Ella, porque El quiere que las victorias de la Iglesia en el mundo contemporáneo y en el mundo futuro estén unidas a Ella”. (B. Juan Pablo II, Cruzando el Umbral de la Esperanza, página 236). 



domingo, 29 de mayo de 2016

Solemnidad, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Corpus Christi


SolemnidadSantísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Jueves*, después de la Solemnidad Santísima Trinidad
*(Donde esta solemnidad no es precepto, se celebra
el domingo después de la Solemnidad de la Santísima Trinidad)

«Mi carne es verdadera comida,
y mi Sangre verdadera bebida;
el que come mi Carne, y bebe mi Sangre,
en Mí mora, y Yo en él.»
  (Jn 6, 56-57)
Esta fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Ocurre, como en la solemnidad de la Trinidad, que lo que se celebra todos los días tiene una ocasión exclusiva para profundizar en lo que se hace con otros motivos. Este es el día de la eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos asignados en los tres ciclos de las lecturas.

 El Espíritu Santo después del dogma de la Trinidad nos recuerda el de la Encarnación, haciéndonos festejar con la Iglesia al Sacramento por excelencia, que, sintetizando la vida toda del Salvador, tributa a Dios gloria infinita, y aplica a las almas, en todos los tiempos, los frutos  extraordinarios de la Redención.  Si Jesucristo en la cruz nos salvó, al instituir la Eucaristía la víspera de su muerte, quiso en ella dejarnos un vivo recuerdo de la Pasión. El altar viene siendo como la prolongación del Calvario, y la misa anuncia la muerte del Señor. Porque en efecto, allí está Jesús como una víctima, pues las palabras de la doble consagración nos dicen que primero se convierte el pan en Cuerpo de Cristo, y luego el vino en Su Sangre, de manera que, ofrece a su Padre, en unión con sus sacerdotes, la sangre vertida y el cuerpo clavado en la Cruz.

 La Hostia santa se convierte en «trigo que nutre nuestras almas». Como Cristo al ser hecho Hijo de recibió la vida eterna del Padre, los cristianos participan de Su eterna vida uniéndose a Jesús en el Sacramento, que es el símbolo más sublime, real y concreto de la unidad con la Víctima del Calvario.

 Esta posesión anticipada de la vida divina acá en la tierra por medio de la Eucaristía, es prenda y comienzo de aquella otra de que plenamente disfrutaremos en el Cielo, porque «el Pan mismo de los ángeles, que ahora comemos bajo los sagrados velos, lo conmemoraremos después en el Cielo ya sin velos» (Concilio de Trento).

 Veamos en la Santa Misa el centro de todo culto de la Iglesia a la Eucaristía, y en la Comunión el medio establecido por Jesús mismo, para que con mayor plenitud participemos de ese divino Sacrificio; y así, nuestra devoción al Cuerpo y Sangre del Salvador nos alcanzará los frutos perennes de su Redención.

Secuencia

Alaba, alma mía, a tu Salvador; alaba a tu guía y Pastor con himnos y cánticos.

Pregona su gloria cuanto puedas, porque Él está sobre toda alabanza, y jamás podrás alabarle lo bastante.

El tema especial de nuestros loores es hoy el Pan vivo y que da Vida.
El cual no dudamos fue dado en la mesa de la Sagrada Cena a los doce Apóstoles.

Sea, pues, llena, sea sonora, sea alegre, sea pura la alabanza de nuestra alma.

Porque celebramos solemnemente el día en que este divino Banquete fue instituido.

En esta mesa del nuevo Rey, la Pascua nueva de la Nueva Ley pone fin a la Pascua antigua.

Instruídos, con sus santos mandatos, consagramos el pan y el vino, que se convierten en Hostia de salvación.

Es dogma para los cristianos, que el pan se convierte en carne, y el vino en sangre.

Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua, fuera de todo el orden de la naturaleza.

Bajo diversas especies, que son accidente y no sustancia, están ocultos los dones más preciados.

Su Carne es alimento y Su Sangre bebida; mas todo entero está bajo cada especie.

Se recibe íntegro, sin que se le quebrante ni divida; recíbese todo entero.

Recíbelo uno, recíbenlo mil; y aquél le toma tanto como éstos, pues no se consume al ser tomado.

Recíbenlo los buenos y los malos; pero con desigual resultado, pues sirve a unos de vida y a otros de condenación y muerte.
Es muerte para los malos, y vida para los buenos;  mira cómo un mismo alimento produce efectos tan diversos.

Cuando se divide el Sacramento, no vaciles, sino recuerda que Jesucristo tan entero está en cada parte como antes en el todo.

Ninguna partición hay en la sustancia, tan sólo hay partición de los accidentes, sin que se disminuya ni el estado, ni la estatura del que está representado.

He aquí el Pan de los Ángeles, hecho alimento de viandantes; es verdaderamente el Pan de los hijos, que no debe ser echado a los perros.

 Estuvo ya representado por las figuras de la antigua Ley, en la inmolación de Isaac, en el sacrificio del Cordero Pascual, y en el Maná dado a nuestros padres.

Buen Pastor, Pan verdadero, ¡oh Jesús! apiádate de nosotros. Apaciéntanos y protégenos; haz que veamos los bienes en la tierra de los vivientes.

 Tú, que todo los sabes y puedes, que nos apacientas aquí cuando somos aún mortales, haznos allí tus comensales, coherederos y compañeros de los santos ciudadanos del Cielo. Amén. Aleluya. 
Procesión del Corpus Christi
 Las procesiones son a modo de públicas manifestaciones de fe; y por eso la Iglesia las fomenta y favorece hasta con indulgencias.  Pero la más solemne de todas las procesiones es la de Corpus Christi. En ella se cantan himnos sagrados y eucarísticos de Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico y de la Eucaristía.  Algunos de los himnos utilizados tradicionalmente son:
Pange lengua;  Sacris solemniis;  Verbum supérnum;  Te Deum, al terminar la procesión;  y, Tantum ergo, al volver de la procesión,  en torno del altar para finalizar.

martes, 24 de mayo de 2016

María Auxilum Christianorum, ora pro nobis



Juan Pablo II nos ha invitado a acercarnos con el pensamiento a la Basílica de María Auxiliadora de Turín, al  “monumento a la Virgen construido por San Juan Bosco”.

“Tengo grabado en mí – decia el Santo Padre - el recuerdo del gran cuadro colocado sobre el altar mayor del santuario. En él Don Bosco quiso que se expresara la visión que tenía de la función eclesial de la Virgen, la de ser "Madre de la Iglesia y Auxilio de los cristianos" (cf. Maravigile della Madre di Dio invocata sotto il titolo di Maria Ausiliatrice, Turín 1868, pág. 6). En el cuadro, está en lo alto, iluminada por el Espíritu Santo y rodeada de los Apóstoles. El Santo había pedido al pintor Tomaso Lorenzone que reprodujera alrededor de Ella los momentos más significativos de la historia, en los que la Auxiliadora había mostrado su materna y extraordinaria protección hacia la Iglesia. El artista le dijo que necesitarían todas las paredes del templo, y no pudo plasmar en imágenes la grandiosa propuesta de Don Bosco.

“Don Bosco – expresaba el Santo Padre - como se le llama cariñosamente en todo el mundo… veneró, amó, imitó profundamente a la Virgen bajo el título de Auxilium Christianorum difundió insistentemente su devoción, vio en Ella el fundamento de toda su ya mundial obra en favor de la juventud y de la promoción y defensa de la fe. A él le gustaba decir " María misma se ha construido su casa", como subrayando el que la Virgen hubiese inspirado milagrosamente su camino espiritual y apostólico de gran educador y, de un modo más amplio, el que María hubiera sido puesta por Dios como ayuda y defensa de toda la Iglesia.”

Honremos siempre a María Auxiliadora, con la jaculatoria preferida de Don Bosco:

María Auxilium Christianorum
ora pro nobis


Reza a María Auxiliadora y verás milagros

viernes, 13 de mayo de 2016

Nuestra Señora de Fátima: 13 de mayo

Nuestra Señora de Fátima

Comenzó en una aldea de Portugal, concretamente en el municipio de Vila Nova de Ourém, dentro de la diócesis de Leiria. Los protagonistas de esta historia fueron tres pastorcillos: Lucía dos Santos y sus dos primos, los beatos Francisco Marto y Jacinta. Por tres veces, a lo largo del año 1916, tuvieron apariciones de un ángel en la colina del Cabeço y en el huerto de Lucía y las seis apariciones de la Virgen Santísima desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre del año 1917.



Las revelaciones de Fátima van más
allá de todo cuanto la Providencia ha
dicho a los hombres en la inminencia
de las grandes borrascas de la Historia
Fátima en una visión de conjunto


Tal vez les parezca útil a los lectores un análisis sucinto de los múltiples aspectos que las importantes manifestaciones de la Santísima Virgen en Fátima contienen.

or Plinio Corrêa de Oliveira

1. Presupuestos y líneas generales de las apariciones

Para entender el conjunto de visiones y comunicaciones con que Lucía, Francisco y Jacinta fueron favorecidos, hay que tener en cuenta, ante todo, la doctrina católica sobre la comunión de los santos. Las oraciones y méritos de una persona pueden beneficiar a otra. De este modo, es lógico que las oraciones, los sacrificios y el holocausto de la propia vida ofrecidos por los tres niños, máxime después de beneficiados espiritualmente por las apariciones de la Reina de todos los Santos, pueden aprovechar a un gran número de almas e incluso a naciones enteras.

Nuestra Señora vino, pues, a solicitar oraciones y sacrificios a los tres. A Jacinta y Francisco les pidió también el holocausto de la vida, ofreciéndose como víctimas expiatorias por los pecados de los hombres. A Lucía le pidió que se quedara en este mundo para el cumplimiento de una misión de la cual hablaremos más adelante.


2. La mediación universal de María Santísima

Otra noción preliminar para la comprensión de los acontecimientos de Fátima es la de la mediación universal de María Santísima. Ella actúa como Medianera suprema y necesaria —por libre voluntad de Dios— entre el Redentor ofendido y la humanidad pecadora. Por otro lado, es Medianera siempre oída y, como tal, ejerce una verdadera dirección sobre los acontecimientos. Es Medianera regia, que será glorificada con la victoria de su Corazón maternal, que será la más alta expresión de la victoria del propio Dios.

3. En Fátima, Nuestra Señora no habló solo para Portugal, sino para el mundo entero.

Hablando a los pequeños pastores, Nuestra Señora quiso hablar al mundo entero, exhortando a todos los hombres a la oración, a la penitencia y a la enmienda de vida. De modo especial habló al Papa y a la Sagrada Jerarquía, pidiéndoles la consagración de Rusia a su Corazón Purísimo.

4. La situación altamente calamitosa del mundo en nuestros días

La Madre de Dios hizo estos pedidos en vista de la situación religiosa en que se encontraba el mundo en la época de las apariciones, es decir, en 1917.

Nuestra Señora señaló dicha situación como altamente calamitosa. La impiedad y la impureza habían dominado la tierra a tal punto que para castigar a los hombres había estallado una verdadera hecatombe, que fue la Primera Guerra Mundial. Esa conflagración terminaría en breve y los pecadores tendrían tiempo para corregirse, atendiendo el pedido de Fátima.
Si ese pedido fuese oído, la humanidad conocería la paz. En caso de que no fuese oído, vendría otra guerra aun más terrible.

Y, en caso de que el mundo continuase sordo a la voz de su Reina, una suprema hecatombe de raíz ideológica y de proporción universal, implicando una grave persecución religiosa, afligiría a todos los hombres, trayendo grandes sufrimientos para el Romano Pontífice: Rusia esparcirá sus errores por el o, promoviendo guerras y personas contra la Iglesia... El Santo Padre tendrá mucho que sufrir.

5. Después de una suprema hecatombe de raíz ideológica y de proporción universal, vendrá el Reino de María

Quebrada así, a lo largo de toda una cadena de calamidades, la dura cerviz de la humanidad contemporánea, habrá una gran conversión de almas. Esa conversión será específicamente una victoria del Corazón Purísimo de la Madre de Dios: «Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará... » Será el reinado de María sobre los hombres.

6. La meditación de los tormentos eternos es eficaz y adecuada para los hombres de este siglo

Con la intención de incitar más eficazmente a la humanidad a acoger ese mensaje, Nuestra Señora hizo ver a sus tres confidentes las almas condenadas al infierno; cuadro trágico descrito por ellos de modo admirable, y apropiado para reconducir a la virtud a los pecadores endurecidos. Esa visión lúgubre muestra bien como se equivocan profundamente quienes afirman que es inadecuada para los hombres de este siglo la meditación sobre los tormentos eternos.

7. Pruebas de la autenticidad del Mensaje de Fátima

Con el fin de probar la realidad de las apariciones, y por lo tanto la autenticidad del mensaje, la Virgen dispuso tres tipos de acontecimientos:

a) La afluencia de una gran número de espectadores en el momento en que Ella hablaba a los videntes.

Aunque sólo ellos fuesen los destinatarios inmediatos del mensaje, los circunstantes, haciendo uso de la penetración psicológica común, podían cerciorarse de que los tres niños no mentían ni eran objeto de una ilusión al afirmar que estaban en contacto con Nuestra Señora, sino que realmente oían y hablaban con un ser invisible para los demás.

b) El prodigio de las transformaciones cromáticas y de los movimientos del sol. Ese prodigio se hizo ver en una zona mucho mayor que el lugar de las apariciones, a punto de no poder ser explicado por un fenómeno de sugestión colectiva (sumamente difícil de ocurrir, dicho sea de paso, con las 50 a 70 mil personas que se hallaban en Cova da Iría).

c) Se confirmó la profecía de que poco después de las apariciones de Fátima la Primera Guerra Mundial acabaría; como se confirmó también la profecía de que, no enmendándose la humanidad, otra guerra mundial estallaría. La luz extraordinaria que iluminó los cielos de Europa antes de la segunda conflagración fue un hecho observado en varios países y universalmente conocido. La Señora había prevenido a los videntes de que esa sería la señal del castigo inminente. Y el castigo vino enseguida.

d) La previsión del castigo supremo, que es la difusión del comunismo, comenzó a realizarse poco después de las apariciones. Es importante notar que la Santísima Virgen anunció que Rusia esparciría sus errores por el mundo. Pero cuando esa profecía fue hecha —13 de julio de 1917—, la expresión era más o menos ininteligible.

En efecto, el zarismo apenas acababa de caer, siendo substituido por el régimen burgués de Kerensky, y no se podía saber cuáles serían esos errores rusos, pues es evidente que no se trataba de la difusión de la religión greco-cismática, momificada y privada de toda fuerza de expansión. De este modo, la ascensión de los marxistas al poder en la infeliz Rusia, en el mes de noviembre de 1917, fue, sin duda alguna, el elocuente comienzo de la confirmación de la profecía.

Enseguida, el Partido Comunista ruso inició la propagación mundial de sus errores, lo que acentuó todavía más la coincidencia entre lo que la Virgen había anunciado y el curso de los acontecimientos.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la expansión comunista se acentuó mucho más aún, porque numerosas naciones, subyugadas mediante el fraude y la fuerza, cayeron bajo el dominio soviético. Rusia se convirtió así en un peligro mundial.

Las dos familias de almas del mundo contemporáneo

Ante estas afirmaciones de grandeza apocalíptica cabe hacer una observación. El mundo de hoy se va dividiendo cada vez más en dos familias de almas. Una de ellas considera que la humanidad es presa de una cadena de errores y de iniquidades que comenzaron en la esfera religiosa y cultural con el humanismo, el Renacimiento y la Pseudo-Reforma protestante. Dichos errores se agravaron con el iluminismo y el racionalismo, y culminaron en la esfera política con la Revolución Francesa. Del terreno político pasaron al campo social y económico, en el siglo XIX, con el socialismo utópico y con el socialismo llamado científico. Con el advenimiento del comunismo en Rusia comenzó a verificarse la transposición, incipiente pero maciza de todo ese montón de errores al orden concreto de los hechos, naciendo de ahí el imperio comunista, moloch que iba desde el corazón de Alemania hasta Vietnam. Al mismo tiempo, sobre todo a partir de la Primera Guerra Mundial, la moralidad comenzó a declinar con rapidez espantosa en Occidente, preparándolo para la capitulación ante la más audaz expresión doctrinal e institucional de la amoralidad, que es el comunismo (ya sea bajo la forma de capitalismo de Estado —hoy aparentemente en vías de extinción— ya sea bajo la nueva y ladina versión autogestionaria).

El recuerdo de la devastación causada por
la Segunda Guerra Mundial atormenta al
hombre moderno ante la perspectiva
  de un tercer conflicto universal
 
Para las incontables almas de todos los estados y condiciones de vida y naciones, que comparten este modo de pensar, el mensaje de Fátima es de lo más coherente que hay con la doctrina católica y con la realidad de los hechos.

Existe también otra familia de almas, para la cual los problemas del mundo contemporáneo tienen poca o ninguna relación con la inmoralidad y la impiedad (considerada como un desvío culpable de la inteligencia). Nacen ellos exclusivamente de equívocos involuntarios que una buena difusión doctrinal y un conocimiento objetivo de la realidad pueden disipar. Esos equívocos resultan, además, de carencias económicas; son hijos del hambre, que desaparecerán cuando en el mundo no haya más hambre, y no antes que eso.

Con el auxilio de la ciencia y de la técnica, la crisis de la humanidad se resolverá. Más aún, no teniendo el factor culpa como fondo de cuadro de las catástrofes y de los peligros en medio de los cuales nos debatimos, la noción de un castigo universal se vuelve incomprensible. Tanto más cuanto que para esta familia de almas el comunismo no es intrínsecamente malo, y con él son posibles acomodaciones que eviten persecuciones incómodas.

Por amor a la brevedad, esta descripción de las dos familias de almas esquematiza un tanto el panorama. Entre una y otra hay muchas gamas. No es nuestra intención retratarlas aquí. Las corrientes intermedias tendrán mayor o menor facilidad para comprender el mensaje de Fátima, según estén más próximas a un polo o al otro. Fátima es pues, en ese sentido, un verdadero divisor de aguas para las mentalidades contemporáneas.

De todas formas, con excepción de la parte mantenida aún en secreto, los pedidos, las amonestaciones y las profecías de Cova da Iría (todos con mero carácter de revelaciones particulares, es verdad ...) están lanzados y se van confirmando ampliamente. A los escépticos les decimos: Qui vivra verra... (Quien viva lo verá ...).

No se ha correspondido al Mensaje de Fátima

¿Se cumplirán los acontecimientos previstos en Fátima que aún no se han realizado? Eso es lo que la humanidad contemporánea se pregunta. En principio no hay cómo dudar de ello, pues una parte de las profecías ya se ha realizado con impresionante precisión, lo que prueba su carácter sobrenatural. Y, probado ese carácter, no se puede poner en duda que el mensaje celestial se cumpla hasta el fin.

Pero, alguien podría objetar que las profecías del 13 de julio de 1917 tienen un cariz condicional. Ellas se realizarán en el caso de que el Papa y los Obispos (en unión con él) no hagan la consagración de Rusia y del mundo al Inmaculado Corazón de María.

En Cova da Iría Nuestra Señora formuló dos condiciones, ambas indispensables para que se aparten los castigos con los que Ella nos amenazó.

Una de esas condiciones era la consagración. Digamos que haya sido realizada según el pedido de la Santísima Virgen. Falta la segunda condición: la divulgación de la práctica de la comunión reparadora de los cinco primeros sábados. Nos parece evidente que esa devoción no se ha propagado hasta hoy por todo el orbe católico en la medida deseada por la Madre de Dios.

Y hay aún otra condición, implícita en el mensaje, pero también indispensable: es la victoria del mundo sobre las mil formas de impiedad y de impureza que lo vienen dominando. Todo indica que esa victoria no ha sido alcanzada y que, por el contrario, nos acercamos cada vez más al paroxismo en esa materia. Así, un cambio de rumbo de la humanidad se va haciendo cada vez más improbable; y a medida que caminamos hacia ese paroxismo, más probables se hacen los castigos...


Fotografía de los tres pastorcitos poco
 después de la visión del infierno

Cabe hacer aquí una observación. Y es que, de no verse las cosas así, el mensaje de Fátima sería absurdo. Pues si Nuestra Señora afirmó en 1917 que los pecados del mundo habían llegado a un tal grado que clamaban por el castigo de Dios, no parece lógico creer en el presente que ese castigo no venga, después que esos pecados han continuado creciendo desde 1917 hasta nuestros días y el mundo se ha rehusado, obstinadamente y hasta el fin, a hacer caso a lo que fue dicho en Fátima. Sería lo mismo que si Nínive no hubiese hecho penitencia y a pesar de eso las amenazas del profeta no se hubiesen realizado.

Más aún, la misma consagración pedida por Nuestra Señora no tendrá el efecto de apartar el castigo, si el género humano sigue aferrándose cada vez más a la impiedad y al pecado, pues mientras eso sea así, la consagración estaría como que incompleta y desprovista de contenido real.

En resumen, puesto que no se operó en el mundo la inmensa transformación espiritual pedida en Cova da Iría, vamos caminando cada vez más hacia el abismo. Y, a medida que caminamos, esa transformación se va haciendo más improbable.



Los resplandores sacrales de la aurora del Reino de María

Al concluir estas reflexiones, conviene que nuestro espíritu se detenga en la consideración de las últimas perspectivas del mensaje de Fátima. Más allá de la tristeza y de los castigos sumamente probables hacia los cuales caminamos, nos esperan los resplandores sacrales de la aurora del Reino de María: Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará. Es la perspectiva grandiosa de la victoria universal del corazón regio y materno de la Santísima Virgen. Es una promesa tranquilizante, atrayente y, sobre todo, majestuosa y entusiasta.

Para evitar el castigo en la escasa medida en que es evitable; para obtener la conversión de los hombres en la modesta medida en que, según la economía común de la gracia, ella es aún obtenible antes del castigo; para apresurar cuanto sea posible la aurora bendita del Reino de María; y para ayudamos a caminar en medio de las hecatombes que tan gravemente nos amenazan, ¿qué podemos hacer?.Nuestra Señora nos, lo indica: que nos enfervoricemos en la devoción a Ella, en la oración y en la penitencia.

Para estimulamos a rezar, en la última aparición Nuestra Señora se revistió sucesivamente de los atributos propios de las advocaciones de Reina del Santo Rosario, de Madre Dolorosa y de Nuestra Señora del Carmen, indicándonos cuán grato le es ser conocida, amada y venerada así.

Igualmente, la Virgen de Fátima insistió de modo muy especial en la devoción a su Inmaculado Corazón. Ella se refirió siete veces a su Corazón en sus mensajes (y Nuestro Señor, nueve).

Así, el valor teológico de la devoción al Inmaculado Corazón de María, por lo demás ya tan comprobado, encuentra en Fátima una impresionante corroboración. Por otro lado, la insistencia de la Santísima Virgen prueba hasta la saciedad que esa devoción es eminentísimamente oportuna.

Por lo tanto, quien toma en serio las revelaciones de Fátima debe hacer de la devoción al Corazón Purísimo de María uno de los más altos objetivos de la verdadera piedad.
* Extraído de la Revista Catolicismo, nº 197, mayo de 1967

Fuente:Fátima, la gran esperanza


martes, 29 de marzo de 2016

domingo, 27 de marzo de 2016

Jesús está vivo entre nosotros. Hoy, gracias al Espíritu Santo, la divinidad del Hijo, Jesús de Nazaret, resplandece ante el mundo.


1. 'Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy al Padre' (Jn 16, 28). Jesucristo tiene el conocimiento de su origen del Padre: es el Hijo porque proviene del Padre. Como Hijo ha venido al mundo, mandado por el Padre. Esta misión (missio) que se basa en el origen eterno del Cristo) Hijo, de la misma naturaleza que el Padre, está radicada en El. Por ello en esta misión el Padre revela el Hijo y da testimonio de Cristo como su Hijo, mientras que al mismo tiempo el Hijo revea al Padre. Nadie, efectivamente 'conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo' (Mt 11, 27). El Hijo, que 'ha salido del Padre', expresa y confirma la propia filiación en cuanto 'revea al Padre' ante el mundo. Y lo hace no sólo con las palabras del Evangelio, sino también con su vida, por el hecho de que El completamente 'vive por el Padre', y esto hasta el sacrificio de su vida en la cruz.

2. Esta misión salvífica del Hijo de Dios como Hombre se lleva a cabo 'en la potencia' del Espíritu Santo. Lo atestiguan numerosos pasajes de los Evangelios y todo el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, la verdad sobre la estrecha relación entre la misión del Hijo y la venida del Espíritu Santo (que es también su 'misión') estaba escondida, aunque también, en cierto modo, ya anunciada. Un presagio particular son las palabras de Isaías, a las cuales Jesús hace referencia al inicio de su actividad mesiánica en Nazaret: 'El Espíritu del Señor está sobre mi, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor' (Lc 4,17-19; cfr. Is 61, 1-2).

Estas palabras hacen referencia al Mesías: palabra que significa 'consagrado con unción' ('ungido'), es decir, aquel que viene de la potencia del Espíritu del Señor. Jesús afirma delante de sus paisanos que estas palabras se refieren a El: 'Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír' (Cfr. Lc 4, 21).

3. Esta verdad sobre el Mesías que viene en el poder del Espíritu Santo encuentra su confirmación durante el bautismo de Jesús en el Jordán, también al comienzo de su actividad mesiánica. Particularmente denso es el texto de Juan que refiere las palabras del Bautista: 'Yo he visto el Espíritu descender del cielo como paloma y posarse sobre El. Yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu y posarse sobre El, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo. Y yo vi, y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios' (Jn 1, 32)34).

Por consiguiente, Jesús es el Hijo de Dios, aquel que 'ha salido del Padre y ha venido al mundo' (Cfr. Jn 16, 28), para llevar el Espíritu Santo: 'para bautizar en el Espíritu Santo' (Cfr. Mc 1, 8), es decir, para instituir la nueva realidad de un nuevo nacimiento, por el poder de Dios, de los hijos de Adán manchados por el pecado. La venida del Hijo de Dios al mundo, su concepción humana y su nacimiento virginal se han cumplido por obra del Espíritu Santo. El Hijo de Dios se ha hecho hombre y ha nacido de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, en su potencia.

4. El testimonio que Juan da de Jesús como Hijo de Dios está en estrecha relación con el texto del Evangelio de Lucas donde leemos que en la Anunciación María oye decir que Ella 'concebirá y dará a luz en su seno un hijo que será llamado Hijo del Altísimo' (Cfr. Lc 1, 31-32). Y cuando pregunta: '¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?', recibe la respuesta. 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios' (Lc 1, 34-35).

Si, entonces, el 'salir del Padre y venir al mundo' (Cfr. Jn 16, 28) del Hijo de Dios como hombre (el Hijo del hombre), se ha efectuado en el poder del Espíritu Santo, esto manifiesta el misterio de la vida trinitaria de Dios. Y este poder vivificante del Espíritu Santo está confirmado desde el comienzo de la actividad mesiánica de Jesús, como aparece en los textos de los Evangelios, sea de los sinópticos (Mc 1, 10; Mt 3, 16; Lc 3, 22) como de Juan (Jn 1, 32-34).

5. Ya en el Evangelio de la infancia, cuando se dice de Jesús que 'la gracia de Dios estaba en El' (Lc 2, 40), se pone de relieve la presencia santificante del Espíritu Santo. Pero es en el momento del bautismo en el Jordán cuando los Evangelios hablan mucho más expresamente de a actividad de Cristo en la potencia del Espíritu: 'enseguida (después del bautismo) el Espíritu le empujó hacia el desierto' dice Marcos (Mc 1, 12). Y en el desierto, después de un período de cuarenta días de ayuno, el Espíritu de Dios permitió que Jesús fuese tentado por el espíritu de las tinieblas, de forma que obtuviese sobre él la primera victoria mesiánica (Cfr. Lc 4, 1-14). También durante su actividad pública, Jesús manifiesta numerosas veces la misma potencia del Espíritu Santo respecto a los endemoniados. El mismo lo resalta con aquellas palabras suyas: 'si yo arrojo los demonios con el Espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios' (Mt 12, 28). La conclusión de todo el combate mesiánico contra las fuerzas de las tinieblas ha sido el acontecimiento pascual: la muerte en cruz y la resurrección de Quien ha venido del Padre en la potencia del Espíritu Santo.

6. También, después de la ascensión, Jesús permaneció, en la conciencia de sus discípulos, como aquel a quien 'ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder' (Hech 10, 38). Ellos recuerdan que gracias a este poder los hombres, escuchando las enseñanzas de Jesús, alababan a Dios y decían: 'un gran profeta se ha levantado entre nosotros y Dios ha visitado a su pueblo' (Lc 7, 16),' Jamás hombre alguno habló como éste' (Jn 7, 46), y atestiguaban que, gracias a este poder, Jesús 'hacia milagros, prodigios y señales' (Cfr. Hech 2, 22), de esta manera 'toda la multitud buscaba tocarle, porque salía de El una virtud que sanaba a todos' (Lc 6, 19). En todo lo que Jesús de Nazaret, el Hijo del hombre, hacía o enseñaba, se cumplían las palabras del profeta Isaías (Cfr. Is 42, 1 ) sobre el Mesías: 'He aquí a mi siervo a quien elegí; mi amado en quien mi alma se complace. Haré descansar asar mi espíritu sobre él...' (Mt 12, 1 8).

7. Este poder del Espíritu Santo se ha manifestado hasta el final en el sacrificio redentor de Cristo y en su resurrección. Verdaderamente Jesús es el Hijo de Dios 'que el Padre santificó y envió al mundo' (Cfr. Jn 10, 36). Respondiendo a la voluntad del Padre, El mismo se ofrece a Dios mediante el Espíritu como víctima inmaculada y esta víctima purifica nuestra conciencia de las obras muertas, para que podamos servir al Dios viviente (Cfr. Heb 9,14). El mismo Espíritu Santo (como testimonio al Apóstol Pablo) 'resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos' (Rom 8, 11), y mediante este 'resurgir de los muertos'. Jesucristo recibe la plenitud de la potencia mesiánica y es definitivamente revelado por el Espíritu Santo como 'Hijo de Dios con potencia' (literalmente): 'constituido Hijo de Dios, poderoso según el Espíritu de Santidad a partir de la resurrección de entre los muertos' (Rom 1, 4).

8. Así pues, Jesucristo, el Hijo de Dios, viene al mundo por obra del Espíritu Santo, y como Hijo del hombre cumple totalmente su misión mesiánica en la fuerza del Espíritu Santo. Pero si Jesucristo actúa por este poder durante toda su actividad salvífica y al final en la pasión y en la resurrección, entonces es el mismo Espíritu Santo el que revela que El es el Hijo de Dios. De modo que hoy, gracias al Espíritu Santo, la divinidad del Hijo, Jesús de Nazaret, resplandece ante el mundo. Y 'nadie (como escribe San Pablo) puede decir: 'Jesús es el Señor', sino en el Espíritu Santo' (1 Cor 12,3).

Jesucristo trae al Espíritu Santo (12.VIII.87)

1. Jesucristo, el Hijo de Dios, que ha sido mandado por el Padre al mundo, llega a ser hombre por obra del Espíritu Santo en el seno de María, la Virgen de Nazaret, y en la fuerza del Espíritu Santo cumple como hombre su misión mesiánica hasta la cruz y la resurrección.

En relación a esta verdad (que constituía el objeto de la catequesis precedente), es oportuno recordar el texto de San Ireneo que escribe: 'EL Espíritu Santo descendió sobre el Hijo de Dios, que se hizo Hijo del hombre; habituándose junto a El a habitar en el género humano, a descansar asar en los hombres, y realizar las obras de Dios, llevando a cabo en ellos la voluntad del Padre, transformando su vetustez en la novedad de Cristo' (Adv. haer. III, 17,1).

Es un pasaje muy significativo que repite con otras palabras lo que hemos tomado del Nuevo Testamento, es decir, que el Hijo de Dios se ha hecho hombre por obra del Espíritu Santo y en su potencia ha desarrollado la misión mesiánica, para preparar de esta manera el envío y la venid las almas humanas de este espíritu, que 'todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios' (1 Cor 2, 10), para renovar y consolidar su presencia y su acción santificante en la vida del hombre. Es interesante esta expresión de Ireneo, según la cual, el Espíritu Santo, obrando en el Hijo del hombre, 'se habituaba junto a El a habitar en el género humano'.

2. En el Evangelio de Juan leemos que 'el último día, el día grande de la fiesta, se detuvo Jesús y gritó diciendo: !Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Al que cree en mi, según dice la Escritura, ríos de agua viva manarán de sus entrañas!. Esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en El, pues aún no había sido dado el Espíritu porque Jesús no había sido glorificado'. (Jn 7, 37)39).

Jesús anuncia la venida del Espíritu Santo, sirviéndose de la metáfora del 'agua viva', porque 'el espíritu es el que da la vida...' (Jn 6, 63). Los discípulos recibirán este Espíritu de Jesús mismo en el tiempo oportuno, cuando Jesús sea 'glorificado': el Evangelista tiene en mente la glorificación pascual mediante la cruz y la resurrección.

3. Cuando este tiempo )o sea, la 'hora' de Jesús) está ya cercana, durante el discurso en el Cenáculo, Cristo repite su anuncio, y varias veces promete a los Apóstoles la venida del Espíritu Santo como nuevo Consolador (Paráclito).

Les dice así: 'yo rogaré al Padre y os dará otro Abogado que estará con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros' (Jn 14, 16)17). 'El Abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho' (Jn 14, 26). Y más adelante: 'Cuando venga el Abogado, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, El dará testimonio de mí...' (Jn 15, 26).

Jesús concluye así: 'Si no me fuere, el Abogado no vendrá a vosotros: pero, si me fuere, os lo enviaré. Y al venir éste, amonestará al mundo sobre el pecado, la justicia y el juicio...' (Jn 16, 7-8).

4. En los textos reproducidos se contiene de una manera densa la revelación de la verdad sobre el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo. (Sobre este tema me he detenido ampliamente en la Encíclica 'Dominum et Vivificantem'). En síntesis, hablando a los Apóstoles del cenáculo, la vigilia de su pasión, Jesús une su partida, ya cercana, con la venida del Espíritu Santo. Para Jesús se da una relación casual: El debe irse a través de la cruz y de la resurrección, para que el Espíritu de su verdad pueda descender sobre los Apóstoles y sobre la Iglesia entera como el Abogado. Entonces el Padre mandará el Espíritu 'en nombre del Hijo', lo mandará en la potencia del misterio de la Redención, que debe cumplirse por medio de este Hijo, Jesucristo. Por ello, es justo afirmar, como hace Jesús, que también el mismo Hijo lo mandará: 'el Abogado que yo os enviaré de parte del Padre' (Jn 15,26).

5. Esta promesa hecha a los Apóstoles en la vigilia de su pasión y muerte, Jesús la ha realizado el mismo día de su resurrección. Efectivamente, el Evangelio de Juan narra que, presentándose a los discípulos que estaban aún refugiados en el cenáculo, Jesús los saludó y mientras ellos estaban asombrados por este acontecimiento extraordinario, 'sopló y les dijo: !Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quien se los retuviereis, les serán retenidos!' (Jn 20, 22 -23).

En el texto de Juan existe un subrayado teológico, que conviene poner de relieve: Cristo resucitado es el que se presenta a los Apóstoles y les 'trae' el Espíritu Santo, el que en cierto sentido lo 'da' a ellos en los signos de su muerte en cruz ('les mostró las manos y el costado': Jn 20, 20). Y siendo 'el Espíritu que da la vida' (Jn 6, 63), los Apóstoles reciben junto con el Espíritu Santo la capacidad y el poder de perdonar los pecados.

6. Lo que acontece de modo tan significativo el mismo día de la resurrección, los otros Evangelistas lo distribuyen de alguna manera a lo largo de los días sucesivos, en los que Jesús continúa preparando a los Apóstoles para el gran momento, cuando en virtud de su partida el Espíritu Santo descenderá sobre ellos de una forma definitiva, de modo que su venida se hará manifiesta al mundo.

Este será también el momento del nacimiento de la Iglesia: 'recibiréis el poder del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el extremo de la tierra' (Hech 1,8). Esta promesa, que tiene relación directa con la venida del Paráclito, se ha cumplido el día de Pentecostés.

7. En síntesis, podemos decir que Jesucristo es aquel que proviene del Padre como eterno Hijo, es aquel que 'ha salido' del Padre haciéndose hombre por obra del Espíritu Santo. Y después de haber cumplido su misión mesiánica como Hijo del hombre, en la fuerza del Espíritu Santo, 'va al al Padre' (Cfr. Jn 14, 21). Marchándose allí como Redentor del Mundo, 'da' a sus discípulos y manda sobre la Iglesia para siempre el mismo Espíritu en cuya potencia el actuaba como hombre. De este modo Jesucristo, como aquel que 'va al Padre' por medio del Espíritu Santo conduce 'al Padre'' a todos aquellos que lo seguirán en el transcurso de los siglos.

8. 'Exaltado a la diestra de Dios y recibida del Padre la promesa del Espíritu Santo, (Jesucristo) le derramó' (Hech 2, 33), dirá el Apóstol Pedro el día de Pentecostés. 'Y, puesto que sois hijos, envió Dios a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abbá!, Padre!' (Gal 4, 6), escribía el Apóstol Pablo. El Espíritu Santo, que 'procede del Padre' (Cfr. Jn 15, 26), es, al mismo tiempo, el Espíritu de Jesucristo: el Espíritu del Hijo.

9. Dios ha dado 'sin medida' a Cristo el Espíritu Santo, proclama Juan Bautista, según el IV Evangelio. Y Santo Tomás de Aquino explica en su claro comentario que los profetas recibieron el Espíritu 'con medida', y por ello, profetizaban 'parcialmente' Cristo, por el contrario, tiene el Espíritu Santo 'sin medida': ya como Dios, en cuanto que el Padre mediante la generación eterna le da el espirar (soplar) el Espíritu sin medida; ya como hombre, en cuanto que, mediante la plenitud de la gracia, Dios lo ha colmado de Espíritu Santo, para que lo efunda en todo creyente (Cfr Super Evang S Ioannis Lectura, c. III, 1.6, nn. 541-544). El Doctor Angélico se refiere al texto de Juan (Jn 3, 34): 'Porque aquel a quien Dios ha enviado habla palabras de Dios, pues Dios no le dio el espíritu con medida' (según la traducción propuesta por ilustres biblistas)

Verdaderamente podemos exclamar con íntima emoción, uniéndolos al Evangelista Juan: 'De su plenitud todos hemos recibido' (Jn 1, 16); verdaderamente hemos sido hechos participes de la vida de Dios en el Espíritu Santo

Y en este mundo de hijos del primer Adán, destinados a la muerte, vemos erguirse potente a Cristo, el 'último Adán', convertido en 'Espíritu vivificante' (1 Cor 15, 45).

Jesucristo revela la Trinidad (19.VIII.87)

1. Las catequesis sobre Jesucristo encuentran su núcleo en este tema central que nace de la Revelación: Jesucristo, el hombre nacido de la Virgen María, es el Hijo de Dios. Todos los Evangelios y los otros libros del Nuevo Testamento documentan esta fundamental verdad cristiana, que en las catequesis precedentes hemos intentado explicar, desarrollando sus varios aspectos. El testimonio evangélico constituye la base del Magisterio solemne de la Iglesia en los Concilios, el cual se refleja en los símbolos de la fe (ante todo en el niceno-constantinopolitano) y también, naturalmente, en la constante enseñanza ordinaria de la Iglesia, en su liturgia, en la oración y en la vida espiritual guiada y promovida por ella.

2. La verdad sobre Jesucristo, Hijo de Dios, constituye, en la autorrevelación de Dios, el punto clave mediante el cual se desvela el indecible misterio de un Dios único en la Santísima Trinidad. De hecho, según la Carta a los Hebreos, cuando Dios, 'últimamente en estos días, nos habló por su Hijo' (Heb 1, 2), ha desvelado la realidad de su vida íntima, de esta vida en la que El permanece en absoluta unidad en la divinidad, y al mismo tiempo es Trinidad, es decir, divina comunión de tres Personas. De esta comunión da testimonio directo el Hijo que 'ha salido del Padre y ha venido al mundo (Cfr. Jn 16, 28). Solamente El. El Antiguo Testamento, cuando Dios 'habló por ministerio de los profetas' (Heb 1, 1), no conocía este misterio íntimo de Dios. Ciertamente, algunos elementos de la revelación veterotestamentaria constituían la preparación de la evangélica y, sin embargo, sólo el Hijo podía introducirnos en este misterio. Ya que 'a Dios nadie lo vio jamás': nadie ha conocido el misterio íntimo de su vida. Solamente el Hijo: 'el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocen' (Jn 1, 18).

3. En el curso de las precedentes catequesis hemos considerado los principales aspectos de esta revelación, gracias a la cual la verdad sobre la filiación divina de Jesucristo nos aparece con plena claridad. Concluyendo ahora este ciclo de meditaciones, es bueno recordar algunos momentos, en los cuales, junto a la verdad sobre la filiación divina del Hijo del hombre, Hijo de María, se desvela el misterio del Padre y del Espíritu Santo.

El primero cronológicamente es ya en el momento de a anunciación, en Nazaret. Según el Ángel, de hecho quien debe nacer de la Virgen es el Hijo del Altísimo, el Hijo de Dios. Con estas palabras, Dios es revelado como Padre y el Hijo de Dios es presentado como aquel que debe nacer por obra del Espíritu Santo: 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti' (Lc 1, 35). Así, en la narración de a anunciación se contiene el misterio trinitario: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Tal misterio está presente también en la teofanía ocurrida durante el bautismo de Jesús en el Jordán, en el momento que el Padre, a través de una voz de lo alto, da testimonio del Hijo 'predilecto', y ésta v acompañada por el Espíritu 'que bajó sobre Jesús en forma de paloma' (Mt 3, 16). Esta teofanía es casi una confirmación 'visiva' de las palabras del profeta Isaías, a las que Jesús hizo referencia en Nazaret, al inicio de su actividad mesiánica: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió... me envió...' (Lc 4, 18; cf. Is 61, 1).

4. Luego, durante el ministerio, encontramos las palabras con las cuales Jesús mismo introduce a sus oyentes en el misterio de la divina Trinidad, entre las cuales está la 'gozosa declaración' que hallamos en los Evangelios de Mateo (11, 25)27) y de Lucas (10, 21)22). Decimos 'gozosa' ya que, como leemos en el texto de Lucas, 'en aquella hora se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo' (Lc 10, 21 ) y dijo: 'Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos. Si, Padre, porque así te plugo. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo' (Mt 11, 25)27).

Gracias a esta inundación de 'gozo en el Espíritu Santo', somos introducidos en las 'profundidades de Dios', en las 'profundidades' que sólo el Espíritu escudriña: en la íntima unidad de la vida de Dios, en la inescrutable comunión de las Personas.

5. Estas palabras, tomadas de Mateo y de Lucas, armonizan perfectamente con muchas afirmaciones de Jesús que encontramos en el Evangelio de Juan, como hemos visto ya en las catequesis precedentes. Sobre todas ellas, domina la aserción de Jesús que desvela su unidad con el Padre: 'Yo y el Padre somos una sola cosa' (Jn 10, 30). Est afirmación se toma de nuevo y se desarrolla en la oración sacerdotal (Jn 17) y en todo el discurso con el que Jesús en el cenáculo prepara a los Apóstoles para su partida en el curso de los acontecimientos pascuales.

6. Y propiamente aquí, en la óptica de esta 'partida', Jesús pronuncia las palabras que de una manera definitiva re velan el misterio del Espíritu Santo y la relación en la que El se encuentra con respecto al Padre y el Hijo El Cristo que dice: 'Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí', anuncia al mismo tiempo a los Apóstoles la venida del Espíritu Santo y afirma: Este es 'el Espíritu de verdad, que procede del Padre' (Jn 15, 26). Jesús añade que 'rogará al Padre o para que este Espíritu de verdad sea dado a los Apóstoles, para que 'permanezca con ellos para siempre' como 'Consolador' (Cfr. Jn 14,16). Y asegura a los Apóstoles: 'el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre' (Cfr. Jn 14, 26). Todo ello, concluye Jesús, tendrá lugar después de su partida, durante los acontecimientos pascuales, mediante la cruz y la resurrección: 'Si me fuere, os lo enviaré' (Jn 16, 7).

7. 'En aquel día vosotros sabréis que yo estoy en el Padre', afirma aún Jesús, o sea, por obra del Espíritu Santo se clarificará plenamente el misterio de le unidad del Padre y del Hijo: 'Yo en el Padre y el Padre en mí'. Tal misterio, de hecho, lo puede aclarar sólo 'el Espíritu que escudriña las profundidades de Dios' (Cfr. 1 Cor 2, 10), donde en la comunión de las Personas se constituye la unidad de la vida divina en Dios. Así se ilumina también el misterio de la Encarnación del Hijo, en relación con los creyentes y con la Iglesia, también por obra del Espíritu Santo. Dice de hecho Jesús: 'En aquel día (cuando los Apóstoles reciban el Espíritu de verdad) conoceréis (no solamente) que yo estoy en el Padre, (sino también que) vosotros (estáis) en mi y yo en vosotros' (Jn 14, 20). La Encarnación es, pues, el fundamento de nuestra filiación divina por medio de Cristo, es la base del misterio de la Iglesia como cuerpo de Cristo.

8. Pero aquí es importante hacer notar que la Encarnación, aunque hace referencia directamente al Hijo, es 'obra' de Dios Uno y Trino (Concilio Lateranense IV). Lo testimonia ya el contenido mismo de a anunciación (Cfr. Lc 1, 26-38). Y después, durante todas sus enseñanzas, Jesús ha ido 'abriendo perspectivas cerradas a la razón humana' (Gaudium et Spes, 24), las de la vida íntima de Dios Uno en la Trinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Finalmente, cumplida su misión mesiánica, Jesús, al dejar definitivamente a los Apóstoles, cuarenta días después del día de la resurrección, realizó hasta el final lo que había anunciado: 'Como me envió mi Padre, así os envío yo' (Jn 20, 21). De hecho, les dice: 'Id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo' (Mt 28, 19).

Con estas palabras conclusivas del Evangelio, y antes de iniciarse el camino de la Iglesia en el mundo, Jesucristo entregó a ella la verdad suprema de su revelación: la indivisible Unidad de la Trinidad.

Y desde entonces, la Iglesia, admirada y adorante, puede confesar con el evangelista Juan, en la conclusión del prólogo del IV Evangelio, siempre con la íntima conmoción: 'A Dios nadie le vio jamás; Dios unigénito, que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer' (Jn 1, 18).

Catequesis Juan Pablo II