miércoles, 8 de diciembre de 2021

Inmaculada Concepción de María

 


Santísima Virgen María - Inmaculada Concepción de María






"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..." (Bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX )


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La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción. 

Como demostraremos, esta doctrina es de origen apostólico, aunque el dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.

 "...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)

La Concepción: Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica  procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana.

Cuando hablamos del dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la concepción de Jesús quién, claro está, también fue concebido sin pecado. El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir María es la "llena de gracia" desde su concepción.

La Encíclica "Fulgens corona", publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la Santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre»

Fundamento Bíblico

La Biblia no menciona explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción, como tampoco menciona explícitamente muchas otras doctrinas que la Iglesia recibió de los Apóstoles. La palabra "Trinidad", por ejemplo, no aparece en la Biblia. Pero la Inmaculada Concepción se deduce de la Biblia cuando ésta se interpreta correctamente a la luz de la Tradición Apostólica. 

El primer pasaje que contiene la promesa de la redención (Genesis 3:15) menciona a la Madre del Redentor. Es el llamado Proto-evangelium, donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, la semilla de la mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Ella será exaltada a la gracia santificante que el hombre había perdido por el pecado. Solo el hecho de que María se mantuvo en estado de gracia puede explicar que continúe la enemistad entre ella y la serpiente. El Proto-evangelium, por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá un redentor.  Junto a El se manifestará su obra maestra: La preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal.

En Lucas 1:28 el ángel Gabriel enviado por Dios le dice a la Santísima Virgen María «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.». Las palabras en español "Llena de gracia" no hace justicia al texto griego original que es "kecharitomene" y significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con Dios. Aunque este pasaje no "prueba" la Inmaculada Concepción de María ciertamente lo sugiere.

El Apocalipsis narra sobre la «mujer vestida de sol» (Ap 12,1).  Ella representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la Santísima Virgen, en virtud de una gracia singular. Ella es toda esplendor porque no hay en ella mancha alguna de pecado. Lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.


Los Padres de la Iglesia y la Inmaculada

Los Padres se referían a la Virgen María como la Segunda Eva (cf. I Cor. 15:22), pues ella desató el nudo causado por la primera Eva.

  • Justín (Dialog. cum Tryphone, 100),

  • Ireneo (Contra Haereses, III, xxii, 4),

  • Tertuliano (De carne Christi, xvii),

  • Julius Firm cus Maternus (De errore profan. relig xxvi),

  • Cyrilo of Jerusalem (Catecheses, xii, 29),

  • Epiphanius (Hæres., lxxviii, 18),

  • Theodotus of Ancyra (Or. in S. Deip n. 11), and

  • Sedulius (Carmen paschale, II, 28).

También se refieren a la Virgen Santísima como la absolutamente pura San Agustín y otros.  La iglesia Oriental ha llamado a María Santísima la "toda santa"


InmaculadaEn el siglo IX se introdujo en Occidente la fiesta de la Concepción de María, primero en Nápoles y luego en Inglaterra.

Hacia el año 1128, un monje de Canterbury llamado Eadmero escribe el primer tratado sobre la Inmaculada Concepción donde rechaza la objeción de San Agustín contra el privilegio de la Inmaculada Concepción, fundada en la doctrina de la transmisión del pecado original en la generación humana.

La castaña, escribe Eadmero, «es concebida, alimentada y formada bajo las espinas, pero que a pesar de eso queda al resguardo de sus pinchazos». Incluso bajo las espinas de una generación que de por sí debería transmitir el pecado original, María permaneció libre de toda mancha, por voluntad explícita de Dios que «lo pudo, evidentemente, y lo quiso. Así pues, si lo quiso, lo hizo».

Los grandes teólogos del siglo XIII presentaban las mismas dificultades de San Agustín: la redención obrada por Cristo no sería universal si la condición de pecado no fuese común a todos los seres humanos. Si María no hubiera contraído la culpa original, no hubiera podido ser rescatada. En efecto, la redención consiste en librar a quien se encuentra en estado de pecado.

El franciscano Juan Duns Escoto, al principio del siglo XIV, inspirado en algunos teólogos del siglo XII y por el mismo San Francisco (siglo XIII, devoto de la Inmaculada), brindó la clave para superar las objeciones contra la doctrina de la Inmaculada Concepción de María. El sostuvo que Cristo, el mediador perfecto, realizó precisamente en María el acto de mediación más excelso: Cristo la redimió preservándola del pecado original. Se trata una redención aún más admirable: No por liberación del pecado, sino por preservación del pecado.

Escoto 
preparó el camino para la definición dogmática. Dicen que su inspiración le vino al pasar por frente de una estatua de la Virgen y decirle: "Dignare me laudare te: Virgo Sacrata"  (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti).

1. ¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha del pecado original? - Sí, a Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para Él.

2. ¿Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original? -
Sí, Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.

3. ¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace? Todos respondieron: Lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.

Entonces Scotto exclamó: Luego
1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original.
2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha
3. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace.

Méritos: María es libre de pecado por los méritos de Cristo Salvador. Es por El que ella es preservada del pecado. Ella, por ser una de nuestra raza humana, aunque no tenía pecado, necesitaba salvación, que solo viene de Cristo. Pero Ella singularmente recibe por adelantado los méritos salvíficos de Cristo. La causa de este don: El poder y omnipotencia de Dios.

Razón: La maternidad divina. Dios quiso prepararse un lugar puro donde su hijo se encarnara.

Frutos:
1-María fue inmune de los movimientos de la concupiscencia. Concupiscencia: los deseos irregulares del apetito sensitivo que se dirigen al mal.

2-María estuvo inmune de todo pecado personal durante el tiempo de su vida. Esta es la grandeza de María, que siendo libre, nunca ofendió a Dios, nunca optó por nada que la manchara o que le hiciera perder la gracia que había recibido. 

El dogma de la Inmaculada Concepción de María no ofusca, sino que más bien pone mejor de relieve los efectos de la gracia redentora de Cristo en la naturaleza humana. Todas las virtudes y las gracias de María Santísima las recibe de Su Hijo. La Madre de Cristo debía ser perfectamente santa desde su concepción. Ella desde el principio recibió la gracia y la fuerza para evitar el influjo del pecado y responder con todo su ser a la voluntad de Dios. A María, primera redimida por Cristo, que tuvo el privilegio de no quedar sometida ni siquiera por un instante al poder del mal y del pecado, miran los cristianos como al modelo perfecto y a la imagen de la santidad que están llamados a alcanzar, con la ayuda de la gracia del Señor, en su vida.

En torno a las ideas de Escoto se suscitó una gran controversia. Después de que el Papa Sixto IV aprobara, en 1477, la misa de la Concepción, esa doctrina fue cada vez más aceptada en las escuelas teológicas.

EPapa Sixto IV, en 1483, casi 4 siglos antes del dogma, había extendido la fiesta de la Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente.


Fue valioso también el aporte del mundo universitario. Las universidades de París, Maguncia y Colonia y, en España, la de Valencia (1530), Granada, Alcalá (1617), Salamanca (1618) y otras proclamaron a María Inmaculada como Patrona. Sus doctores, al recibir el grado, hacían voto y juramento de enseñar y defender la doctrina de la Inmaculada Concepción de María.


La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María tiene un llamado para nosotros:
1-Nos llama a la purificación. Ser puros para que Jesús resida en nosotros.
2-Nos llama a la consagración al Corazón Inmaculado de María, lugar seguro para alcanzar conocimiento perfecto de Cristo y camino seguro para ser llenos del Espíritu Santo.

"Con la Inmaculada Concepción de María comenzó la gran obra de la Redención, que tuvo lugar con la sangre preciosa de Cristo. En Él toda persona está llamada a realizarse en plenitud hasta la perfección de la santidad" Juan Pablo II, 5-XII-2003.


Respuesta a los argumentos contra la Inmaculada Concepción de María.

1- Argumento: La Inmaculada  Concepción contradice la enseñanza de San Pablo: "todos han pecado y están lejos de la presencia salvadora de Dios" (Romanos 3:23). 

Respuesta católica: Si fuéramos a tomar las palabras de San Pablo "todos han pecado" en un sentido literal absoluto, Jesús también quedaría incluido entre los pecadores. Sabemos que esta no es la intención de S. Pablo ya que después menciona que Jesús "no conoció pecado" (2Cor 5,21; Cf. Hebreos 4:15; 1 Pedro 2:22). 

El dogma de la Inmaculada Concepción de María no contradice la enseñanza Paulina en Rm 3:23 sobre la realidad pecadora de la humanidad en general, la cual estaba encerrada en el pecado y lejos de Dios hasta la venida del Salvador. San Pablo enseña que Cristo nos libera del pecado y nos une a Dios (Cf. Efesios 2:5).  Esta es la enseñanza del Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales». Pero Jesús tiene la potestad para preservar a su Madre del pecado aplicando a ella los méritos de su redención.

San Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rom 5,12.18). El paralelismo entre Adán y Cristo se completa con el de Eva y María: La mujer tuvo un papel importante en la caída y lo tiene también en la redención. 

San Ireneo, Padre de la Iglesia del siglo II, presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado que mancha a toda la humanidad no puede entrar en el Redentor y su colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador. 
Entonces, lo que Pablo declara en forma general para toda la humanidad no incluye a Jesús y a María.

2- Argumento: Según algunos, María reconoce que ella era pecadora y que necesitó ser rescatada por la gracia de Dios (Lucas 1: 28, 47).
Respuesta católica: Que María se declarara pecadora es falso. Que ella se declarara salvada por Dios es cierto. En Lc 1:48 ella reconoce que fue salvada. ¿De qué? Del dominio del pecado, por gracia de Dios. Pero para eso no tuvo que llegar a pecar. Dios la salvó preservándola del pecado.

El dogma de la Inmaculada Concepción de María no niega que ella fue salvada por Jesús. En María las gracias de Cristo se aplicaron ya desde el momento de su concepción. El hecho de que Jesús no hubiese aún nacido no presenta obstáculo pues las gracias de Jesús no tienen barreras de tiempo y se aplicaron anticipadamente en su Madre. Para Dios nada es imposible. 

¿Cómo sabemos que La Virgen María fue concebida sin pecado? La fe católica reconoce que la revelación Bíblica necesita ser interpretada a la luz de la Tradición recibida de los Apóstoles y según el desarrollo dogmático que, por el Espíritu Santo, ha ocurrido en la Iglesia. De esta manera lo que esta ya en la Biblia en forma de semilla se llega a entender cada vez mejor.  


 Juan Pablo II sobre La Inmaculada Concepción

1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación.

Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastara la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta la serpiente bajo sus pies.

Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto por consiguiente, no atribuye a María sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

2. En el mismo texto bíblico, además se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya –al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera– la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre» (MS 45 [1953], 579).

La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.

3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capitulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12, 1). La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer­comunidad está descrita con los rasgos de la mujer­Madre de Jesús.

Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2, 35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.

Por ultimo, el Apocalipsis invita a reconocer mas particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.

4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.

El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer» (Sal 50, 7; Jb 14, 2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5, 12. 18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no conoció pecado» (2 Co 5, 21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundo el pecado» (Rm 5, 20).

Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.

San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.


Llena de Gracia, el nombre mas bello de María.
Benedicto XVI, 2006

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos hoy una de las fiestas de la bienaventurada Virgen más bellas y populares: la Inmaculada Concepción. María no sólo no cometió pecado alguno, sino que quedó preservada incluso de esa común herencia del género humano que es la culpa original, a causa de la misión a la que Dios la había destinado desde siempre: ser la Madre del Redentor.

Todo esto queda contenido en la verdad de fe de la Inmaculada Concepción. El fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el Ángel dirigió a la muchacha de Nazaret: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lucas 1, 28). «Llena de gracia», en el original griego «kecharitoméne», es el nombre más bello de María, nombre que le dio el mismo Dios para indicar que desde siempre y para siempre es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesús, «el amor encarnado de Dios» (encíclica «Deus caritas est», 12).

Podemos preguntarnos: ¿por qué entre todas las mujeres, Dios ha escogido precisamente a María de Nazaret? La respuesta se esconde en el misterio insondable de la divina voluntad. Sin embargo, hay un motivo que el Evangelio destaca: su humildad. Lo subraya Dante Alighieri en el último canto del «Paraíso»: «Virgen Madre, hija de tu hijo, humilde y alta más que otra criatura, término fijo del consejo eterno» (Paraíso XXXIII, 1-3). La Virgen misma en el «Magnificat», su cántico de alabanza, dice esto: «Engrandece mi alma al Señor… porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lucas 1, 46.48). Sí, Dios se sintió prendado por la humildad de María, que encontró gracia a sus ojos (Cf. Lucas 1, 30). Se convirtió, de este modo, en la Madre de Dios, imagen y modelo de la Iglesia, elegida entre los pueblos para recibir la bendición del Señor y difundirla entre toda la familia humana.

Esta «bendición» es el mismo Jesucristo. Él es la fuente de la «gracia», de la que María quedó llena desde el primer instante de su existencia. Acogió con fe a Jesús y con amor lo entregó al mundo. Ésta es también nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y la misión de la Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y entregarlo al mundo «para que el mundo se salve por él» (Juan 3, 17).

Queridos hermanos y hermanas: la fiesta de la Inmaculada ilumina como un faro el período de Adviento, que es un tiempo de vigilante y confiada espera del Salvador. Mientras salimos al encuentro de Dios, que viene, miremos a María que «brilla como signo de esperanza segura y de consuelo para el pueblo de Dios en camino» («Lumen gentium», 68). Con esta conciencia os invito a uniros a mí cuando, en la tarde, renueve en la plaza de España el tradicional homenaje a esta dulce Madre por la gracia y de la gracia. A ella nos dirigimos ahora con la oración que recuerda el anuncio del ángel.
 


ORACIONES

Oración a la Inmaculada Virgen María

Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra Santa e
Inmaculada Concepción pura y sin mancha.
¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción y
vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo la humildad,
la caridad, una gran pureza de corazón,
de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida y una santa muerte.
Amén"


 


NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Comienza el 30 de Noviembre para preparar la fiesta de la Inmaculada Concepción (8 de Diciembre).

Otras novenas: 
Purísima; novena   Inmaculate Conception; Novena -Maximilian Kolbe

Oraciones para todos los días de la novena:

Señal de la cruz

Canto

Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Ante vuestra divina presencia reconozco que he pecado muchas veces y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de haberos ofendido. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo no volver a caer más, confesarme y cumplir la penitencia que el confesor me imponga. Amén.

Oración preparatoria
Dios te salve, María, llena de gracia y bendita más que todas las mujeres, Virgen singular, Virgen soberana y perfecta, elegida para Madre de Dios y preservada por ello de toda culpa desde el primer instante de tu Concepción; así como por Eva nos vino la muerte, así nos viene la vida por ti, que, por la gracia de Dios, has sido elegida para ser madre del nuevo pueblo que Jesucristo ha formado con su sangre.

A ti, purísima Madre, restauradora del caído linaje de Adán y Eva, venimos confiados y suplicantes en esta Novena, para rogarte nos concedas la gracia de ser verdaderos hijos tuyos y de tu Hijo Jesucristo, libres de toda mancha de pecado. Acordaos, Virgen Santísima, que habéis sido hecha Madre de Dios, no sólo para vuestra dignidad y gloria, sino también para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Acordaos que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro haya sido desamparado.

No me dejéis pues a mí tampoco, porque si no, me perderé; que yo tampoco quiero dejaros a Vos, antes bien cada día quiero crecer más en vuestra verdadera devoción. Y alcanzadme principalmente estas tres gracias: la primera, no cometer jamás pecado mortal; la segunda, un gran aprecio de la virtud, y la tercera, una buena muerte. Además dadme la gracia particular que os pido en esta Novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestra y bien de mi alma.

[Oración particular del día (ver abajo)]

Oración final
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patris a la Santísima Trinidad, y luego pide lo que por intercesión de la Inmaculada Concepción deseas conseguir de la Novena.

Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea,
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza.
A ti, celestial Princesa,
Virgen sagrada María,
Te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión!
¡No me dejes, madre mía!

Cantos


DÍA PRIMERO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como preservaste a María del pecado original en su Inmaculada Concepción y a nosotros nos hiciste el gran beneficio de libramos de él por medio de tu santo bautismo, así Te rogamos humildemente nos concedas la gracia de portarnos siempre como buenos cristianos, regenerados en Ti, Padrenuestro Santísimo.


DÍA SEGUNDO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como preservaste a María de todo pecado mortal en toda su vida y a nosotros nos das gracia para evitarlo y el sacramento de la confesión para remediarlo, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de no cometer nunca pecado mortal, y si incurrimos en tan terrible desgracia, la de salir de él cuanto antes, por medio de una buena confesión.


DÍA TERCERO
Oración particular

¡Oh santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como preservaste a María de todo pecado venial en toda su vida, y a nosotros nos pides que purifiquemos más y más nuestras almas, para ser dignos de Ti, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de evitar los pecados veniales y de procurar y obtener cada día más pureza y delicadez de conciencia.



DÍA CUARTO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como libraste a María del pecado y le diste dominio perfecto sobre todas sus pasiones, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de ir domando nuestras pasiones y destruyendo nuestras malas inclinaciones, para que Te podamos servir con verdadera libertad de espíritu y sin imperfección ninguna.


DÍA QUINTO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como desde el primer instante de su Concepción diste a María mas gracia que a todos los Santos y Angeles del cielo, así Te rogamos humildemente por intercesión de tu Madre Inmaculada nos inspires un aprecio singular de la divina gracia que Tú nos adquiriste con tu sangre y nos concedas el aumentarla más y más con nuestras buenas obras y con la recepción de tus santos sacramentos, especialmente el de la comunión.


DÍA SEXTO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como desde el primer instante infundiste en María, con toda plenitud, las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo, así Te suplicamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas a nosotros la abundancia de estos mismos dones y virtudes, para que podamos vencer todas las tentaciones y hagamos muchos actos de virtud dignos de nuestra profesión de cristianos.


DÍA SEPTIMO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como diste a María, entre las demás virtudes, una pureza y castidad eximia, por la cual es llamada Virgen de las Vírgenes, así Te suplicamos, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la dificilísima virtud de la castidad, que no se puede conservar sin tu gracia, pero que tantos han conservado mediante la devoción de la Virgen y tu protección.


DÍA OCTAVO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como diste a María la gracia de una ardentísima caridad y amor de Dios sobre todas las cosas, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas un amor sincero a Ti, oh Dios y Señor nuestro, nuestro verdadero bien, nuestro bienhechor, nuestro Padre, y que antes queramos perder todas las cosas que ofenderte con un solo pecado.


DÍA NOVENO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como has concedido a María la gracia de ir al cielo y de ser en él colocada en el primer lugar después de Ti, así Te suplicamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas una buena muerte, que recibamos bien los últimos sacramentos, que expiremos sin mancha ninguna de pecado en la conciencia y vayamos al cielo para siempre gozar en tu compañía y la de nuestra Madre, con todos los que se han salvado por ella.


LETANÍA A LA VIRGEN

Señor, tened piedad de nosotros.
Cristo, tened piedad de nosotros.
Señor, tened piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escuchadnos, Cristo, escuchadnos,
Dios, Padre celestial. Tened piedad de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo. Tened piedad de nosotros.
Dios, Espíritu Santo. Tened piedad de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios. Tened piedad de nosotros.


A las siguientes contestamos: “Ora pro nobis” o “Ruega por nosotros”

Santa María,
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la Divina Gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre inviolada,
Madre y virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de exaltación,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso insigne de devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la alianza,
Puerta del Cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consoladora de los afligidos,
Auxilio de los Cristianos,
Reina de los Ángeles,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,
Reina, concebida sin pecado original,
Reina, asunta a los Cielos,
Reina del santísimo Rosario,
Reina de la Paz,

Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Perdonadnos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Escuchadnos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Tened piedad de nosotros.

V. Rogad por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.

ORACIÓN

Os rogamos, Señor Dios, que nos concedáis a vuestros siervos gozar de continua salud de alma y cuerpo; y que por la intercesión de la siempre Virgen Santa María, seamos libres de las tristezas de esta vida y gocemos de las eternas alegrías del cielo. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.


Fuente: Corazones.org 

sábado, 27 de noviembre de 2021

27 de noviembre: festividad de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

Origen de la Medalla

En 1830, la Santísima Virgen se apareció en París, calle del Bac, número 140, a Santa Catalina Labouré, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl.

El mensaje principal de estas apariciones ocurridas el 18 de julio y el 27 de noviembre de dicho año fue presentar al mundo una medalla en la que la Virgen aparece como Inmaculada, Reina, Corredentora y Mediadora de las gracias. La Santísima Virgen en persona presentó Santa Catalina el modelo de esta medalla y le dijo:

Haz acuñar una medalla conforme a este modelo. Todas las personas que la lleven pendiente del cuello recibirán grandes gracias. Sí; las gracias serán abundantes para las personas que la lleven con confianza.



Santa Catalina anotó minuciosamente los detalles del anverso y el reverso y confió el mensaje de la Virgen a su Director, el Padre Aladel, C.M. Este, asegurado de la veracidad de la vidente, permitió que se acuñara el modelo.

Y ASÍ NACIÓ LA MEDALLA DE LA VIRGEN: LA MEDALLA MILAGROSA


Aprobación Eclesiástica

EN JUNIO DE 1832 empezaba la distribución de las primeras medallas en París y provincias de Francia. El Arzobispo de Paris, monseñor De Quelen, recibió la primera medallla y para probar su eficacia la colocó bajo la almohada de un sacerdote apóstata, enfermo de gravedad. A las pocas horas, el sacerdote abjuró de sus errores y pidió confesión. Las gentes empezaron a recibir favores extraordinarios al contacto de esta nueva medalla de la Virgen. Entre las conversiones más ruidosas está la del judío Alfonso Ratisbonne. La demanda de medallas rebasó todos los cálculos.

En los cuatro primeros años, el señor M. Vachette, primer grabador de la medalla, tuvo que cuñar 2.047.238 medallas, a un ritmo de casi 45,000 por mes. EN 1836, monseñor De Quelen, Arzobispo de París nombró un Tribunal Eclesiástico para proceder a una rigurosa investigación canónica de todo lo referente a las apariciones de Santa Catalina y del origen y efectos de la medalla. Después de diecinueve sesiones e infinidad de interrogatorios, el Juez concluyó que:

CONSIDERANDO:

LA RAPIDEZ extraordinaria con que la Medalla se ha propagado según la información oficial suministrada al Tribunal.

EL NUMERO asombroso de medallas acuñadas y distribuidas.

LOS PRODIGIOS clamorosos obtenidos.

LAS GRACIAS especialísimas que los fieles han recibido. . . parecen señales por las que el cielo quiere confirmar la autenticidad de las apariciones y la verdad de su contenido. Y:

 PUEDE APROBARSE LA ACUÑACIÓN Y PROPAGACIÓN DE LA MEDALLA

Monseñor De Quelen en Exhortación Pastoral recomendó a los Fieles de su Archicofradía que llevaran la Medalla y repitieran la jaculatoria grabada en su contorno: Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos



Los Papas y la Medalla Milagrosa

GREGORIO XVI autorizó la acuñación de la medalla para toda la Iglesia. El mismo la colocó sobre su mesa de estudio, al pie del crucifijo y la daba a las muchas personas que le visitaban.

PIO IX aprobó la Archicofradía de la Medalla Milagrosa en la Parroquia de San Ginés de Madrid, en febrero de 1845. Este Pontífice impulsó la propagación de la medalla que siempre consideró como prenuncio del dogma de la Inmaculada Concepción. Pío IX fue quien aprobó que pudiera instituirse en todo el mundo la Asociación de Hijas de María, usando como emblema la Medalla Milagrosa.

LEON XIII es el Pontífice que más privilegios ha otorgado a la medalla. El primero fue conceder 300 días de indulgencias, cuatro veces al día, a cuantos dijeran cuatro veces la invocación: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos! 

Este Pontífice instituyó en 1894 la fiesta del 27 de noviembre y concedió indulgencia plenaria a todos las fieles que arrepentidos, confesados y habiendo comulgado, visitaran en dicho día cualquier iglesia u oratorio anejo a las casas de los Padres Paúles o de las Hijas de la Caridad.

PIO X facilitó el que todos los fieles puedan pertenecer a la Asociación de la Medalla Milagrosa con sólo recibir la imposición canónica de la medalla y llevaría colgada del cuello, sin necesidad de inscribir sus nombres en registro especial.

Concedió 100 días de Indulgencia * cada vez * se repita la Invocación: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos! 

BENEDICTO XV enriqueció también con privilegios especiales la Medalla Milagrosa, entre otros, 100 días de indulgencia cada día "sólo" por lievar puesta la Medalla Milagrosa.

PIO XI concedió "in perpetuum" 300 días de indulgencia a todos lost fieles cuantas veces reciten la jaculatoria: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!

Este Pontífice sentía gran entusiasmo por la estatua de la Milagrosa, en la primera fase de su segunda aparición, sosteniendo el globo terráqueo en sus manos. Y fue él quien la intituló REINA DE LAS MISIONES Y REINA DEL MUNDO.

PIO XII no dudó en canonizar a sor Catalina Labouré. la Vidente de la Virgen e instrumento inmediato para la acuñación de la medalla. Su canonización es la aprobación indirecta, pero irrebatible, de la veracidad y autenticidad de la medalla.

JUAN XXIII fue el gran devoto de la Milagrosa, quien cuando apenas era ayudante de la Congregación de Propaganda Fide supo convencer a todos para que Nuestra Señora del Globo (la Milagrosa en su primera aparición del 27 de noviembre) fuese reconocida y proclamada como Reina de las Misiones.

PABLO VI acaba de enriquecer los cultos a la Virgen Milagrosa otorgando nuevas y múltiples indulgencias a cuantos asistan un día siquiera a los Triduos o Novenarios en su honor o se impongan esta sagrada medalla.




Los Santos modernos se enamoran de la Medalla

SANTA BERNARDITA era Hija de María y llevaba la cinta azul y la Medalla Milagrosa.

SANTA TERESITA desde muy pequeña llamaba a la Milagrosa la Virgen de la sonrisa. Ella le curó de una gravísima enfermedad. Su nombre figura entre las Hijas de María insignes.

EL SANTO CURA DE ARS la veneraba en su parroquia y mandaba a sus penitentes postrarse ante Ella.

SANTA MARIA GORETTI, también Hija de María, llevaba la Medalla Milagrosa cuando prefirió la muerte al pecado.

SANTA MICAELA DE SANTÍSIMO SACRAMENTO se enamoró de la Medalla Milagrosa durante su estancia en París y la llevó toda su vida. Tradujo al español las primeras publicaciones acerca de la medalla.

LOS MÁRTIRES DE UGANDA entraron en la hoguera del martirio con la Medalla Milagrosa
colgando de su cuello.

SAN JUAN BOSCO Y SAN ANTONIO MARIA CLARET profesaron también tierna devoción a esta medalla prodigiosa.

LOS BEATOS JUSTINO DE JACOBOIS y JUAN GABRIEL PERBOYRE fueron los Apóstoles de la Medalla como misloneros de Abisinia y China. respectivamente.

LOS NUEVOS MÁRTIRES DE LA CHINA ROJA la veneran y conservan como talismán, instruidos como están por los Padres Paúles franceses, que tenían en China más de veinte Vicariatos y habían logrado en sus territorios jurisdiccionales casi dos millones de cristianos. 

La Medalla que cubre la tierra


La consigna que la Virgen dio a Santa Catalina y ésta urgió toda su vida, hasta en la misma
agonía, fue que se PROPAGARA, que se distribuyera la medalla:

“HAY QUE PROPAGARLA . . .” fueron las palabras que más repitió durante su vida.

Estos deseos de la Santísima Virgen, expresados por Santa Catalina, han sido durante ciento tres años, “santo y seña” de los Padres Paúles, y las Hijas de la Caridad, a quienes ha confiado principalmente lá Santísima Virgen la propagación de su medalla.

HOY. EN DIA la medalla cubre las tierra. La conocen los malgaches de Madagascar y en la India; en China, Australia, lo mismo que en Inglaterra, Alemania o Polonia tiene altares y se la venera con culto especial.

ESTADOS UNIDOS reparte anualmente alrededor de cinco millones de medallas.

ARGENTINA distribuye un promedio de 500.000.

BRASIL, un millón.

FRANCIA alcanza cifras astronómicas, ya que solamente los peregrinos que visitan la Capilla del Bac, en París, se acercan al millón en estos últimos años.

ESPAÑA, a través de las 1.200 Residencias de Hijas de la Caridad y las 40 de Padres Paúles, distribuye anualmente más de un millón de medallas en Hospitales, Clínicas y Consultorios, iglesias de culto y en las Misiones Populares.

Podemos decir que el una cuarta parte de los españoles conocen y muchos llevan con devoción la medalla que por antonomasia es LA MEDALLA MILAGROSA.


ASOCIACIÓN CENTRAL DE LA INMACULADA DE LA MEDALLA MILAGROSA
ALONSO CANO, 16
teléfono 257 94 54
MADRID - 3
(Con licencia eclesiástica)







domingo, 21 de noviembre de 2021

Solemnidad de Cristo Rey del Universo

CRISTO REY

¿…Ergo rex es tu?... Tu dicis quia rex sum ego.?… ¿Con que tú eres rey?... Así es, como dices: Yo soy rey.?(San Juan 18, 37)? …instaurare omnia in Christo…? …restaurar todo en Cristo…?(San Pablo a los Efesios 1, 10)


 Cristo Rey - Cabeza de la Iglesia católica 
por Él fundada y conducida


“Gran cosa es el amor, bien sobremanera grande; él solo hace ligero todo lo pesado, y lleva con igualdad todo lo desigual, pues lleva la carga sin carga, y hace dulce y sabroso lo amargo... porque el amor nació de Dios, y no puede aquietarse con todo lo creado, sino con el mismo Dios”. -Tomás Kempis-

Jesucristo, Rey del Universo - Pero ¿cuál es la "verdad" que Cristo vino a testimoniar en el mundo? 

Toda su existencia revela que Dios es amor:  por tanto, esta es la verdad de la que dio pleno testimonio con el sacrificio de su vida en el Calvario. La cruz es el "trono" desde el que manifestó la sublime realeza de Dios Amor:  ofreciéndose como expiación por el pecado del mundo, venció el dominio del "príncipe de este mundo" (Jn 12, 31) e instauró definitivamente el reino de Dios. Reino que se manifestará plenamente al final de los tiempos, después de que todos los enemigos, y por último la muerte, sean sometidos (cf. 1 Co 15, 25-26). Entonces el Hijo entregará el Reino al Padre y finalmente Dios será "todo en todos" (1 Co 15, 28). El camino para llegar a esta meta es largo y no admite atajos; en efecto, toda persona debe acoger libremente la verdad del amor de Dios. Él es amor y verdad, y tanto el amor como la verdad no se imponen jamás:  llaman a la puerta del corazón y de la mente y, donde pueden entrar, infunden paz y alegría. Este es el modo de reinar de Dios; este es su proyecto de salvación, un "misterio" en el sentido bíblico del término, es decir, un designio que se revela poco a poco en la historia.

A la realeza de Cristo está asociada de modo singularísimo la Virgen María. A ella, humilde joven de Nazaret, Dios le pidió que se convirtiera en la Madre del Mesías, y María correspondió a esta llamada con todo su ser, uniendo su "sí" incondicional al de su Hijo Jesús y haciéndose con él obediente hasta el sacrificio. Por eso Dios la exaltó por encima de toda criatura y Cristo la coronó Reina del cielo y de la tierra. A su intercesión encomendamos la Iglesia y toda la humanidad, para que el amor de Dios reine en todos los corazones y se realice su designio de justicia y de paz.


El cristiano puede, y necesita, encontrar a Cristo en la intimidad de la oración —contándole y escuchándole— y a través de los sacramentos. Benedicto XVI, en su exhortación apostólica Sacramentum charitatis, relaciona todos ellos con la Eucaristía, «fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia». La actualización de los misterios salvadores de Cristo en la misa, la comunión eucarística, y la presencia de Jesús sacramentado en nuestros sagrarios serían suficientes para volvernos locos de amor si tuviéramos más fe. La Penitencia expresa también la maravilla de un Dios que perdona; y todos los restantes sacramentos, que son un remedio para cada necesidad de los hombres. Jesús nació, vivió nuestra vida, fue crucificado, resucitó y ascendió a los cielos. «Pero el cristiano puede, en la oración y en la Eucaristía, tratarle como le trataron los primeros doce, encenderse con su celo apostólico, para hacer con Él un servicio de corredención, que es sembrar la paz y la alegría» ( Es cristo que pasa ).


Jesucristo, Rey

 

Pueden ser multitud los que gritan “¡No tenemos más rey que el César!”, y quizás llegarán a ser legión, pero nosotros debemos declarar que no conseguirán destruir la tríada Dios-hombre-mundo, que no conseguirán diluir la religión católica a un vergonzante cúmulo de vaguedades laicizantes, materialistas y falsamente liberalizantes.


Hoy se celebra la festividad de Jesucristo, Rey del Universo. Esta festividad la instituyó el Papa Pío XI el 11 de marzo de 1925, a los 1.600 años del Concilio de Nicea. Posteriormente la fecha fue movida para que esta festividad cerrase el año litúrgico.

Los motivos: ante unas sociedades y Estados occidentales cada vez más alejados de Jesucristo, más ateos e incluso más opuesto y en declarada lucha contra Jesucristo, el Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que -por encima de cualquier institución política, económica, social o cultural- nos debemos a Jesucristo. Porque no tenemos más rey que Jesucristo. Además, al cerrar el año litúrgico, Cristo queda destacado como centro de toda la historia universal que, desde su encarnación, dejó de ser un círculo que siempre se repite para ser una línea -con más o menos sinuosidades- que va del Alfa al Omega.

¿Qué es este reino? ¿Cómo es? El propio Jesucristo nos habla de él en el capítulo 13 de Mateo, y el mismo evangelista nos cuenta qué ocurrirá cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono (Mt.25:31-46). Aunque sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo.

La Iglesia tiene el encargo de predicar y extender el reinado de Jesucristo entre los hombres. Su predicación y extensión debe ser el centro de nuestra vida tanto familiar, social o laboral como personal e íntima. Es así como se va instaurando el Reino de Cristo en el mundo. Sin embargo el Papa Pío XI vio como la sociedad y los estados occidentales cada vez se alejaban más de este objetivo de vida.

Durante aquellas primeras décadas del siglo XX el relativismo, el materialismo, el laicismo y el ateísmo se extendieron por todos los rincones del planeta. Las consecuencias fueron terribles: persecuciones contra la Iglesia y los católicos (Rusia, Méjico, España, la Segunda Guerra Mundial, el ascenso del comunismo en el mundo). Tras la reconstrucción, en la segunda mitad del siglo XX y en esta primera década del siglo XXI, los mismos males denunciados por Pío XI vuelven a enseñorearse de corazones y mentes.

Parece, hoy más que nunca, que las sociedades y Estados occidentales hubiesen expulsado a Jesucristo de sus vidas, creen posible prescindir de Dios. Han rebajado al cristianismo ante las demás religiones y filosofías para acabar identificándolo con una secta peligrosa porque denuncia a esta sociedad incrédula, escéptica y desconfiada; y porque denuncia al Estado que pretende erguirse en rey y ponerse en lugar de Jesucristo.

El Estado presente legisla y actúa contra Dios, a quien pretende sustituir. Nos machaca con arengas de mercantilización publicitaria para convencernos que le dejemos dominarlo todo y recibamos alegres su opresión y tiranía. Se nos asegura que el Estado nos salvará de todas las crisis, nos salvará de la ignorancia, nos salvará de la desdicha y del desconsuelo y nos colmará de bienes y derechos.

Y así, todos juntos de la mano del “nuevo dios” llegaremos a una Nueva Era universal de justicia y paz, de tolerancia y democracia, de bienestar y prosperidad que resplandecerá con una Nueva Arquitectura y un Nuevo Arquitecto. Y nos dirá que el oscurantismo de la Iglesia, del Papa, de los sacerdotes, de los púlpitos y confesionarios ha sido liquidado. Y proclamarán: sea el Estado, Nueva Arquitectura y, su cabeza, el Nuevo Arquitecto.

La Iglesia no ha sido ajena a esta machacona acción propagandística infiltrándose -en su seno- las mentalidades e ideas relativizadoras, materialistas, secularizadoras y laicistas, antiritualistas e incluso antilitúrgicas. Fue este proceso de infiltración el que llevó al Papa Pablo VI a determinar que:
"De una fisura el humo de satanás ha entrado en el templo de Dios: la duda, la incertidumbre, lo problemático, la inquietud, el descontento ocurre a diario (...) Nosotros hubiésemos creído que al día siguiente del Concilio hubiese sido un día de sol para la Iglesia. Pero encontramos nuevas tormentas. Nosotros buscamos cavar nuevos abismos en lugar de rellenarlos" (29 de Junio, 1972).

El cardenal Virgilio Noé, responsable de la liturgia vaticana durante el pontificado del Pablo VI, en una entrevista al portal Roma Petrus, asegura que el Papa se refería a todos esos sacerdotes, obispos y cardenales que no adoran correctamente a Dios, debido a una interpretación equivocada del Concilio Vaticano II, queriendo distorsionar la figura y mensaje de Jesucristo, la liturgia y la moral y vida cristiana.

Ante esta situación los católicos debemos, más que nunca, proclamar que Jesucristo es Rey de reyes, Rey de las naciones, Rey de los pueblos, Rey de las instituciones, Rey de las sociedades, Rey de la organización política y económica, Rey de la ordenación social y cultural, Rey de todo lo visible e invisible.

Pueden ser multitud los que gritan “¡No tenemos más rey que el César!”, y quizás llegarán a ser legión, pero nosotros debemos declarar que no conseguirán destruir la tríada Dios-hombre-mundo, que no conseguirán diluir la religión católica a un vergonzante cúmulo de vaguedades laicizantes, materialistas y falsamente liberalizantes; que no conseguirán imponer teologías inventadas e ideadas para esclavizar al ser humano. Debemos decir alto y claro que este trueque fraudulento no triunfará.

Nosotros seguiremos pidiendo: “Venga a nosotros tu Reino”. Y sin duda está viniendo día a día, cada vez que un alma se convierte, cada vez que una persona acrecienta en piedad y santidad, cada vez que se hacen vivas las obras de misericordia, cada vez que nos saludamos y nos despedimos como hermanos en Dios.

“¿Eres Dios?” preguntó Caifás. Jesucristo respondió: “Tu lo dices”. Por su parte Pilato le inquirió a que declarase su realeza: “¿eres Rey?”. Jesucristo respondió: “Yo soy Rey, tú lo has dicho”. A las puertas de la muerte -que antecede a la Resurrección, que es el triunfo sobre el Mal- Jesucristo proclama públicamente, solemnemente, que Él es Rey. Su Reino está inserto en la Historia pasada, presente y futura de la Humanidad. Va con nosotros porque Él es “el Camino, la Verdad y la Vida”.

Ya algunos pastores de Belén y seguidamente aquellos reyes, sabios o astrólogos que siguieron la Estrella; supieron ver en aquel bebé -acostado en un pesebre- al Rey del Universo. Y así lo reconocieron y proclamaron. Por eso le ofrecieron oro como Rey, incienso como Dios y mirra como hombre. Desde entonces son muchos los han seguido y siguen este ejemplo, y han declarado y declaran públicamente que Él es Rey. Y por esta declaración han sido y son insultados, ultrajados, desahuciados, heridos, asesinados, eliminados. Pero por eso mismo son modelo de fidelidad en Jesucristo, modelo de vida que la Iglesia pone a nuestra disposición para que tomemos ejemplo de ellos. Se llaman Mártires de la Fe.

Sí, Mártires, aunque haya muchos que -desde fuera e incluso desde dentro de la Iglesia- se avergüencen e incluso se burlen de ellos, o sencillamente quieran mirar y que miremos hacia otra parte y que no les reconozcamos. Y no reconocerles es no reconocer al propio Jesucristo. ¡Ay de aquellos que de Él se avergüenzan!, quien no le defienda delante de los hombres no le defenderá Él delante del Padre (Mt.10, 32-33).

Los ciudadanos y gobernantes cristianos no podemos actuar como si Cristo no estuviese presente en la historia y en nuestra vida cotidiana, o como si no fuese la clave de toda existencia. Es la festividad de Cristo, Rey. Reconozcámosle, proclamémosle, adorémosle y recémosle como lo hicieron por primera vez los pastores de Belén, los sabios llegados de Oriente y tantos hombres, mujeres y niños que han entregado su vida por Él hasta el Martirio. Clamemos también nosotros: ¡Viva Cristo, Rey! 

Antonio Ramón Peña Izquierdo, Dr. en Historia Moderna y Contemporánea.
http://www.religionenlibertad.com/opiniones/jesucristo-rey

Fuente: Conoceréislaverdad.org