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martes, 3 de enero de 2023

3 de enero: Santísimo Nombre de Jesús

 

Honramos el Nombre de Jesús no porque creamos que exista un poder intrínseco escondido en las letras que lo componen, sino porque el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos a través de Nuestro Santo Redentor. Para agradecer estas bendiciones reverenciamos el Santo Nombre, así como honramos la Pasión de Cristo honrando su Cruz (Colvenerius, "De festo SS. Nominis", IX). Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús; está a la cabeza de todas nuestras empresas, como indicaba el emperador Justiniano I en su libro de leyes: "En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones". El Nombre de Jesús, invocado con confianza:

  • Brinda ayuda en las necesidades corporales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Mc. 16,17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hch. 3,6; 9,34) y vida a los muertos (Hch. 9,40).
  • Da consuelo en las pruebas espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador el padre del hijo pródigo y del buen samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.
  • Nos protege de Satanás y sus artimañas, ya que el diablo le teme al Nombre de Jesús, quien lo ha vencido en la Cruz.
  • En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre." (Jn. 16,23). Por lo tanto, la Iglesia concluye todas sus oraciones con las palabras: "Por Jesucristo Nuestro Señor", etc.

Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Flp. 2,10).

Un amante especial del Santísimo Nombre fue San Bernardo, quien habla de él en los términos más brillantes en muchos de sus sermones. Pero los promotores más destacados de esta devoción fueron San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano. Llevaron consigo a sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad. Les recomendaban a sus oyentes que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas (cf. Seeberger, "Key to the Spiritual Treasures", 1897, 102). Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta devoción era nueva, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V. Pero San Juan Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el Papa no sólo permitió el culto al Santo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en Santa María en Ara Coeli en Roma.

El emblema o monograma que representa el Santo Nombre de Jesús consiste de tres letras: IHS. En la mal llamada Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: IHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santo Nombre. Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Algunos dicen equivocadamente sostienen que las tres letras son las iniciales de "Jesús Hominum Salvator" (Jesús Salvador de los Hombres). Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. En consecuencia se inventó una nueva explicación del emblema, que pretendía explicar que los clavos eran originalmente una "V", y que el monograma significaba "In Hoc Signo Vinces" (En Esta Señal Vencerás), palabras que, de acuerdo a un relato legendario, vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvian (312).

Se dice que Urbano IV y Juan XXII concedieron una indulgencia de treinta días a aquellos que añadieran el nombre de Jesús al Avemaría o se hiciesen una genuflexión, o al menos inclinasen sus cabezas al escuchar el Nombre de Jesús (Alano, "Psal. Christi et Mariae", I, 13, y IV, 25, 33; Michael ab Insulis, "Quodlibet", V; Colvenerio, "De festo SS. Nominis", X). Esta afirmación puede ser cierta; pero fue gracias a los esfuerzos de San Bernardino que se difundió en Italia la costumbre de añadir el Nombre de Jesús al Ave María, y de ahí a la Iglesia Universal. Pero hasta el siglo XVI era desconocida en Bélgica (Colven., op. cit., X), mientras que en Baviera y Austria los fieles aún añaden al Avemaría las palabras: "Jesús Christus" (ventris tui, Jesús Christus). El Papa Sixto V (2 de julio de 1587) concedió una indulgencia de cincuenta días a la jaculatoria: "¡Alabado sea Jesucristo!”, con la respuesta "Ahora y por siempre", o "Amén".

En el sur de Alemania los campesinos se saludan entre ellos con esta fórmula piadosa. Sixto V y Benedicto XIII concedieron una indulgencia de cincuenta días para todo aquél que pronuncie el Nombre de Jesús reverentemente, y una indulgencia plenaria al momento de la muerte. Estas dos indulgencias fueron confirmadas por Clemente XIII, el 5 de septiembre de 1759. Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús y de María ("¡Jesu!", "Maria"!) podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904. Es también necesario, para ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús.

Fuente: Holweck, Frederick. "Holy Name of Jesus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/07421a.htm>.

Traducido por Armando Llaza Corrales.



EL SANTISIMO NOMBRE DE JESUS

El Santísimo Nombre de Jesús, invocado por los fieles desde los comienzos de la Iglesia, comenzó a ser venerado en las celebraciones litúrgicas en el siglo XIV. San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron el culto al Nombre de Jesús: "Yahweh es salvación" con el monograma del Santo Nombre: IHS (abreviación del nombre de Jesús en Griego, ιησουσ, y añadiendo el nombre de Jesús al Ave María.  Como fiesta litúrgica fue introducida en el siglo XVI. En 1530 el Papa Clemente VII concedió por vez primera a la Orden Franciscana la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús.

EL FUNDAMENTO DE LA FE ES EL NOMBRE DE JESUS MEDIANTE EL CUAL SOMOS CONSTITUIDOS HIJOS DE DIOS - San Bernardino de Siena

 

Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lagrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia.

No pienses en un nombre de poder, menos en uno de venganza, sino de salvación. Su nombre es misericordia, es perdón. Que el nombre de Jesús resuene en mis oídos, porque su voz es dulce y su rostro bello.

No dudes, el nombre de Jesús es fundamento de la fe, mediante le cual somos constituidos hijos de Dios. La fe de la religión católica consiste en el conocimiento de Cristo Jesús y de su persona, que el luz del alma, franquicia de la vida, piedra de salvación eterna. Quien no llegó a conocerle o le abandonó camina por la vida en tinieblas, y va a ciegas con inminente riesgo de caer en el precipicio, y cuanto más se apoye en la humana inteligencia,tanto más se servirá de un lazarillo también ciego, al pretender escalar los recónditos secretos celestiales con sólo la sabiduría del propio entendimiento, y no será difícil que le acontezca, por descuidar los materiales sólidos, construir la casa en vano, y, por olvidar la puerta de entrada, pretenda luego entra a ella por el tejado.
 
No hay otro fundamento fuera de Jesús, luz y
puerta, guía de los descarriados, lumbrera de la fe para todos los hombres, único medio para encontrar de nuevo al Dios indulgente, y, una vez encontrado, fiarse de él; y poseído, disfrutarle. Esta base sostiene la Iglesia, fundamentada en el nombre de Jesús.
 
El nombre de Jesús es el brillo de los predicadores, porque de Él les viene la claridad luminosa, la validez de su mensaje y la aceptación de su palabra por los demás. ¿De dónde piensas que procede tanto esplendor y que tan rápidamente se haya propagado la fe por todo el mundo, sino por haber predicado a Jesús? ¿Acaso no por la luz y dulzura de este nombre, por el que Dios nos llamó y condujo a su gloria? Con razón el Apóstol, a los elegidos y predestinados por este nombre luminoso, les dice: en otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijo de la luz.
 
¡Oh nombre glorioso, nombre regalado, nombre amoroso y santo! Por ti las culpas se borran, los enemigos huyen vencidos, los enfermos sanan, los atribulados y tentados se robustecen, y se sienten gozosos todos. Tú eres la honra de los creyentes, tú el maestro de los predicadores, tú la fuerza de los que trabajan, tú el valor de los débiles. Con el fuego de tu ardor y de tu celo se enardecen los ánimos, crecen los deseos, se obtienen los favores, las almas contemplativas se extasían; por ti, en definitiva, todos los bienaventurados del cielo son glorificados.
 
Haz, dulcísimo Jesús, que también nosotros reinemos con ello por la fuerza de tu santísimo nombre.
 
San Bernardino de Siena

Fuentes: Aciprensa y Corazones.org 

martes, 4 de enero de 2022

3 de enero: Santísimo Nombre de Jesús

 


EL SANTISIMO NOMBRE DE JESUS

El Santísimo Nombre de Jesús, invocado por los fieles desde los comienzos de la Iglesia, comenzó a ser venerado en las celebraciones litúrgicas en el siglo XIV. San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron el culto al Nombre de Jesús: "Yahweh es salvación" con el monograma del Santo Nombre: IHS (abreviación del nombre de Jesús en Griego, ιησουσ, y añadiendo el nombre de Jesús al Ave María.  Como fiesta litúrgica fue introducida en el siglo XVI. En 1530 el Papa Clemente VII concedió por vez primera a la Orden Franciscana la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús.

EL FUNDAMENTO DE LA FE ES EL NOMBRE DE JESUS MEDIANTE EL CUAL SOMOS CONSTITUIDOS HIJOS DE DIOS - San Bernardino de Siena

 

Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los
patriarcas, esperado con ansiedad , demandado con
gemidos, invocado con suspiros, requerido con
lagrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia.

No pienses en un nombre de poder, menos en uno
de venganza, sino de salvación. Su nombre es
misericordia, es perdón. Que el nombre de Jesús
resuene en mis oídos, porque su voz es dulce y su
rostro bello.

No dudes, el nombre de Jesús es fundamento de la
fe, mediante le cual somos constituidos hijos de
Dios. La fe de la religión católica consiste en el
conocimiento de Cristo Jesús y de su persona, que
el luz del alma, franquicia de la vida, piedra de
salvación eterna. Quien no llegó a conocerle o le
abandonó camina por la vida en tinieblas, y va a
ciegas con inminente riesgo de caer en el precipicio,
y cuanto más se apoye en la humana inteligencia,
tanto más se servirá de un lazarillo también ciego,
al pretender escalar los recónditos secretos
celestiales con sólo la sabiduría del propio
entendimiento, y no será difícil que le acontezca,
por descuidar los materiales sólidos, construir la
casa en vano, y, por olvidar la puerta de entrada,
pretenda luego entra a ella por el tejado.
 
No hay otro fundamento fuera de Jesús, luz y
puerta, guía de los descarriados, lumbrera de la fe
para todos los hombres, único medio para encontrar
de nuevo al Dios indulgente, y, una vez encontrado,
fiarse de él; y poseído, disfrutarle. Esta base
sostiene la Iglesia, fundamentada en el nombre de
Jesús.
 
El nombre de Jesús es el brillo de los predicadores,
porque de Él les viene la claridad luminosa, la
validez de su mensaje y la aceptación de su palabra
por los demás. ¿De dónde piensas que procede tanto
esplendor y que tan rápidamente se haya propagado
la fe por todo el mundo, sino por haber predicado a
Jesús? ¿Acaso no por la luz y dulzura de este
nombre, por el que Dios nos llamó y condujo a su
gloria? Con razón el Apóstol, a los elegidos y
predestinados por este nombre luminoso, les dice:
en otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora sois luz
en el Señor. Caminad como hijo de la luz.
 
¡Oh nombre glorioso, nombre regalado, nombre
amoroso y santo! Por ti las culpas se borran, los
enemigos huyen vencidos, los enfermos sanan, los
atribulados y tentados se robustecen, y se sienten
gozosos todos. Tú eres la honra de los creyentes, tú
el maestro de los predicadores, tú la fuerza de los
que trabajan, tú el valor de los débiles. Con el fuego
de tu ardor y de tu celo se enardecen los ánimos,
crecen los deseos, se obtienen los favores, las almas
contemplativas se extasían; por ti, en definitiva,
todos los bienaventurados del cielo son
glorificados.
 
Haz, dulcísimo Jesús, que también nosotros
reinemos con ello por la fuerza de tu santísimo
nombre.
 
San Bernardino de Siena


Fuente: Corazones.org

viernes, 3 de enero de 2020

SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS



El Santísimo Nombre de Jesús, sólo ante el cual se dobla toda rodilla, en los cielos, en la tierra, en los abismos, para gloria de la Divina Majestad: así comienza el día 3 de enero del Martyrologium Romanum, promulgado el 29 de junio de 2001.

Ha sido una buena noticia para toda la Iglesia. El nombre más grande que existe bien merecía un día fijo en el calendario cristiano. Por un tiempo iba unido a la fiesta de la Circuncisión del Señor, en la Octava de Navidad, 1 de enero, que luego fue sustituida por la de Santa María Madre de Dios. Una buena noticia, sí: un día, cercano a la Navidad, para celebrar el Santísimo Nombre de Jesús.

JESÚS, «YAHVÉ SALVA»

Antes que el Verbo de Dios encarnado hubo otros que llevaron ese nombre bendito: Josué (= Jesús), el sucesor de Moisés al frente de Israel; Jesús hijo de Sirac, autor del Eclesiástico; Jesús hijo de Eliezer y padre de Er, en la genealogía de Cristo. El significado siempre es el mismo: Yehósúa o Yesúa, que quiere decir Yahvé salva. Pero sólo Jesucristo realiza lo que su nombre significa, y lo hace en beneficio del hombre caído al que viene a salvar.

El nombre de Jesús es elegido por Dios, según anuncia el ángel Gabriel a María: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús (Lc 1, 31). Luego, el ángel le explicará a José el significado del nombre: María, tu mujer... dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados (Mt 1, 20-21). Al llegar el momento, María y José cumplieron lo que el cielo les había indicado: Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (Lc 2, 21).

Sólo Jesús podía reemplazar su nombre por el Yo personal, y ese Yo tenía toda la fuerza del Dios que salva: Yo iré a curarle (Mt 8, 5), anuncia al centurión que le pide la curación de su criado. Jesús realiza todos los prodigios en su propio nombre. Hasta su propia resurrección: Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días (In 2, 19). Sin embargo, los discípulos de Jesús sólo en su nombre podrán hacer prodigios: Echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y, si beben veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos (Mc 16, 17-18). Es lo que hicieron los apóstoles Pedro y Juan, cuando el tullido les pidió limosna, y Pedro le dijo: No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar (Hch 3, 6). Pedro estaba convencido de haber hecho un favor a un enfermo..., pues quede bien claro que ha sido el nombre de jesucristo Nazareno... Ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos (Hch 4, 8-12).

Pablo, el enamorado de Cristo Jesús, en un arrebato de fe y de exaltación espiritual, exclama entusiasmado ante el Señor que se despoja de su rango, y toma condición de esclavo, y se rebaja hasta someterse a una muerte de cruz: Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (Flp 2, 6-11).

LUZ, ALIMENTO, MEDICINA

Ante el inmenso poder del «Nombre-sobre-todo nombre», no podía la Iglesia permanecer indiferente. Y en la vida cristiana de todos los siglos ha habido siempre testimonios elocuentes que han enardecido a oyentes o lectores para que invocaran el nombre de Jesús con fe, con amor, con entusiasmo. En toda la época patrística hay una constante a favor de la devoción sin reservas al nombre de Jesús, que sigue la línea mar-cada por los apóstoles. Esa corriente ha llegado hasta nuestros días, alentada por tantas iniciativas eclesiales, entre las que des-taca la de Ignacio de Loyola (->31 de julio), que eligió como anagrama y nombre de su Compañía: IHS, nombre de Jesús, que suele traducirse Jesús salvador de los hombres.

En el siglo XII se alza la voz del gran Bernardo de Claraval (>20 de agosto), para exclamar que el nombre de Jesús es luz, es alimento, es medicina1.

1. Sermón 15 sobre el Cantar de los Cantares, n. 6.

«¿De dónde crees que llega la luz tan intensa y veloz de la fe a todo el mundo, sino de la predicación del nombre de Jesús? ¿No nos llamó Dios a su maravilloso resplandor por la luz de este nombre? Iluminados por su luz, que nos hace ver la luz, exclamará Pablo con razón: Antes, sí, erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor (...).

»Mas el nombre de Jesús no es sólo luz, también es alimento. ¿No te sientes reconfortado siempre que lo recuerdas? ¿Hay algo que sacie tanto el espíritu del que lo medita? ¿O que pueda reparar tanto las fuerzas perdidas, fortalecer las virtudes, incrementar los hábitos buenos y honestos, fomentar los afectos castos? Todo alimento es desabrido si no se condimenta con este aceite; insípido, si no se sazona con esta sal. Lo que escribas me sabrá a nada, si no encuentro el nombre de Jesús. Si en tus controversias y disertaciones no resuena el nombre de Jesús, nada me dicen. Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón.

»Y también es medicina. ¿Sufre alguno de vosotros? Si penetra Jesús en su corazón y de allí pasa a la boca, inmediata-mente clareará la luz de su nombre y, disipándose toda oscuridad, volverá la serenidad. ¿Ha cometido alguien un delito? ¿Corre desesperado tras el lazo de la muerte? Si invoca el nombre de la vida, al punto respirará alientos de vida. ¿Quién se obstinó ante este nombre de salvación en la dureza de su corazón, en la indolencia de su desidia, en el rencor de su alma, en la molicie de su acedía? Si alguna vez se le agotó a alguien la fuente de las lágrimas, ¿no se le arrasaron de repente los ojos y corrió mansamente su llanto al invocar a Jesús? ¿Quién temblaba aterrado ante un peligro y no recobró al instante la con-fianza, venciendo el miedo, cuando recurrió al poder de su nombre? Cuando alguien fluctuaba zarandeado en un mar de dudas, ¿no vio brillar la certeza en cuanto invocó la luz de este nombre? Si pronunció este grito de socorro, ¿le faltaron las fuer-zas al que, a punto de desaparecer, se desesperaba en la adversidad?

»Éstas son las enfermedades y achaques del alma; pero he aquí su gran remedio. Si necesitas pruebas, te dice: Invócame el día del peligro; yo te libraré y tú me darás gloria. Nada como él reprimirá la violencia de la ira, sosegará la pasión de la soberbia, curará la llaga de la envidia, reducirá el furor de la lujuria, extinguirá el fuego de la sensualidad, apagará la sed de la avaricia, eliminará el prurito de todo apetito vergonzoso.

»Cuando pronuncio el nombre de Jesús, evoco el recuerdo de un hombre manso y humilde de corazón, bueno, sobrio, casto, misericordioso, el primero por su rectitud y santidad. Evoco al mismo Dios todopoderoso, que me convierte con su ejemplo y me da fuerzas con su ayuda. Todo esto revive en mí, cuando escucho el nombre de Jesús. De su humanidad extraigo un testimonio de vida para mí; de su poder, fuerzas. Lo primero es un jugo medicinal; lo segundo es como un estímulo al exprimirlo. Y con ambos me preparo una receta que ningún médico puede superarla.

»Aquí tienes, alma mía, tu catálogo, resumido en la esencia de este nombre, Jesús, salvífico de verdad, que nunca falló en cualquier epidemia. Llévalo siempre en tu corazón. Tenlo siempre a mano, para que todos tus sentimientos y acciones te lleven a Jesús. Él precisamente te ha invitado a que procedas así: Grábame como un sello en tu brazo, como un sello en tu corazón (...). El nombre de Jesús enderezará tus malas obras y perfeccionará las defectuosas; y controlará tus sentimientos, para que no se adulteren, o para que se orienten cuando se desvíen.»

Largo texto de San Bernardo, que bien merecía la pena evocar.

LA FUERZA DE LOS DÉBILES

La elocuencia y entusiasmo con que San Bernardo exaltó el nombre de Jesús influyeron poderosamente en los escritores posteriores. En el siglo XIII, San Buenaventura (-15 de julio), iniciado en los misterios del reino a la sombra, del gran Francisco de Asís (-4 de octubre), hace mención de las exclamaciones de San Bernardo cuando habla del nombre de Jesús con estas palabras2:

Éste es el nombre sacratísimo, vaticinado por los profetas, anunciado por el ángel, predicado por los apóstoles, deseado de todos los santos. ¡Oh nombre virtuoso, gracioso, gozoso, delicioso, glorioso! Virtuoso, porque desbarata a los enemigos, restaura las fuerzas, recrea los ánimos. Gracioso, porque tenemos en él el fundamento de la fe, la firmeza de la esperanza, el aumento de la caridad, el complemento de la justicia. Gozoso, porque «es júbilo en el corazón, melodía en el oído, miel en la boca», esplendor en la mente. Delicioso, porque rumiándolo nutre, pronunciándolo deleita, invocándolo unge, escribiéndolo recrea, leyéndolo instruye. Nombre verdaderamente glorioso, pues dio vista a los ciegos, andar a los cojos, oído a los sordos (Cf. Hch 3, 6), palabra a los mudos, vida a los muertos. ¡Oh bendito nombre, que tales efectos de su virtud ostenta! ¡Alma!, ya escribas, ya leas, ya enseñes, ya ejecutes cualquiera otra labor, nada te agrade, nada te deleite, sino Jesús. Llama, pues, Jesús al niño espiritualmente nacido de ti. Jesús, esto es, Salvador, en el destierro y miseria de esta vida. Sálvete Jesús de la vanidad del mundo que te combate, de los engaños del ene-migo que te molesta, de la fragilidad de la carne que te atormenta.

«Clama, alma devota, cercada de tantas miserias, clama a Jesús y dile: ¡Oh Jesús, Salvador del mundo, sálvanos, pues con tu cruz y con tu sangre nos redimiste! Ayúdanos, ¡oh Señor Dios nuestro! Sálvanos, digo, ¡oh dulcísimo Jesús, oh Salvador!, es-forzando a los débiles, consolando a los afligidos, socorriendo a los frágiles, consolidando a los vacilantes.

»¡Oh, cuánta dulzura sintió muchas veces, después de la imposición del bendito nombre, la Virgen María, feliz madre natural y verdadera madre espiritual, cuando entendió que, en virtud de este nombre, eran lanzados los demonios, multiplicados los milagros, iluminados los ciegos, curados los enfermos, resucitados los muertos! Pues de la misma manera tú, alma, madre espiritual, te has de alegrar y gozar, cuando en ti y en los otros echas de ver que tu bendito Hijo Jesús ahuyenta los demonios en la remisión del pecado, alumbra los muertos al conferir la gracia, cura los enfermos, sana los cojos, endereza los paralíticos y contraídos, robusteciendo su espíritu, a fin de que sean fuertes y varoniles por la gracia los que antes eran flacos y cobardes por la culpa. ¡Oh dichoso y bienaventurado nombre, que mereció contener tan grande virtud y eficacia!»

2 Las cinco festividades del Niño Jesús, 3.

En la primera mitad del siglo XV, destacó San Bernardino de Siena (-20 de mayo), de la misma escuela de Francisco, en la predicación del nombre de Jesús, cuya devoción propagó a su paso por pueblos y ciudades. De él son estas palabras, que la Iglesia recuerda en el día de su memoria litúrgica3:

3 Sermón 49, sobre el glorioso Nombre de Jesucristo, 2.

«El nombre de Jesús es la luz de los predicadores, pues es su resplandor el que hace anunciar y oír su palabra. ¿Por qué crees que se extendió tan rápidamente y con tanta fuerza la fe por el mundo entero, sino por la predicación del nombre de Jesús? ¿No ha sido por esta luz y por el gusto de este nombre como nos llamó Dios a su luz maravillosa? Iluminados todos y viendo ya la luz en esta luz, puede decirnos el Apóstol: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor; caminad como hijos de la luz.

»Es preciso predicar este nombre para que resplandezca y no quede oculto. Pero no debe ser predicado con el corazón impuro o la boca manchada, sino que hay que guardarlo y exponerlo en un vaso elegido.

»Por esto dice el Señor, refiriéndose al Apóstol: Ese hombre es un vaso elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos, reyes y a los israelitas. Un vaso -dice- elegido por mí, como aquellos vasos elegidos en que se expone a la venta una bebida de agradable sabor, para que el brillo y esplendor del recipiente invite a beber de ella; para dar a conocer-dice- mi nombre.

»Pablo hablaba del nombre de Jesús en sus cartas, en sus milagros y ejemplos. Alababa y bendecía el nombre de Jesús (...).

»»Por eso la Iglesia, esposa de Cristo, basándose en su testimonio, salta de júbilo con el profeta, diciendo: Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas, es decir, siempre. El profeta exhorta igualmente en este sentido: Cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su salvación, es decir, Jesús, el Salvador que él ha enviado.„

JESÚS, SALVADOR DE CUERPOS Y ALMAS

El beato Angélico (-18 de febrero) supo captar la profunda unión de su padre Domingo de Guzmán -8 de agosto) con Cristo, en ese expresivo cuadro de Domingo abrazado a la cruz, embelasado ante el rostro ensangrentado de Cristo. En su escuela se han formado grandes seguidores de Jesús, en sus iglesias nacieron y se cultivaron las cofradías del Santísimo Nombre, entre sus discípulos está, por ejemplo, el Beato Enrique Seuze (o Susón: -25 de enero) que grabó a fuego en su pecho el nombre de Jesús, o la apasionada por su Esposo celestial Santa Catalina de Siena (-29 de abril), o el cantor del Nombre de Jesús fray Luis de Granada (-31 de diciembre). Así escribía el gran predicador de Granada en el Siglo de Oro de la lengua española, dejando de lado otros nombres y quedándose sólo con el de Jesús, Salvador y Liberador4:

4 Meditaciones de la Vida de Cristo, cap. III, 2.

«Después de circuncidado el niño, dice el evangelista que le pusieron por nombre Jesús (Lc 2, 21), que quiere decir Salvador.

»Este glorioso nombre fue primero pronunciado por boca de los ángeles, porque el ángel que trajo la embajada a la Virgen, dijo que le llamarían por nombre Jesús (Lc 1, 31), y el que aparesció a Joseph en sueños, le dijo lo mismo; y añadió la razón del nombre diciendo: Porque él hará salvo a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21).

»Bendito sea tal nombre, y bendita tal salud, y bendito el día que tales nuevas fueron dadas al mundo. Hasta aquí, Señor, todos los otros salvadores que enviaste al mundo, eran salva-dores de cuerpos, y eran salvadores de carne, que ponían en salvo las haciendas y las casas y las viñas, y dejaban perdidas las almas, hechas tributarias del pecado y por él subjectas al enemigo. Pues ¿qué le aprovecha al hombre conquistar y señorear al mundo, si él queda esclavo del pecado, por donde venga después a perderlo todo? Pues para remedio de este mal es agora enviado este nuevo Salvador, para que sea cumplida salud de todo el hombre, que, salvando las ánimas, remedie los cuerpos y, librando de los males de culpa, libre también de los males de penas, y así deje a todo el hombre salvo (...).

¡Oh bienaventurada salud, digna de tal Salvador y de tal Señor! Desee cada uno la salud y los bienes que quisiere, anteponga las cosas de la tierra a las del cielo, tenga en más la muerte del cuerpo que la del ánima: mas yo desearé con el santo patriarca esta salud, y desfallescerá mi ánima, deseándola con el profeta David (Sal 118, 81). Sálvame, Señor, de mis pecados, líbrame de mis malas inclinaciones, sácame del poder de estos tiranos, no me dejes seguir el ímpetu bestial de mis pasiones, defiende la dignidad y la gloria de mi ánima, no permitas que yo sea esclavo del mundo y tenga por ley de mi vida el jucio de tantos locos, líbrame de los apetitos de mi propria carne, que es el mayor y más sucio de todos los tiranos, líbrame de los vanos deseos y de los vanos temores y vanas esperanzas del mundo, y sobre todo esto líbrame de tu enemistad, de tu ira y de la muerte perdurable, que se sigue de ella; y concedida esta libertad y esta salud, reine quien quisiere en el mundo, y gloríese en el señorío de la tierra y de la mar, porque yo con el profeta solamente me gloriaré en el Señor, y alegrarme he en Dios mi Salvador (Ha 3, 18).»

SEA EL SEÑOR PARA TI: JESÚS, SALVADOR

«Pues ésta es la salud que vino el Señor a dar al mundo -sigue diciendo fray Luis de Granada-, y ésta es la que se significa por este nuevo nombre que hoy le ponen de Jesús. De manera que cuando el cristiano oye este nombre, ha de representar en su corazón un Señor tan misericordioso, tan hermoso, tan poderoso, que disipa todo el ejército del demonio, que despoja de sus fuerzas a la muerte, que pone silencio al pecado, que quita la jurisdicción al infierno, que saca los que están captivos en manos de estos tiranos, y los limpia de la fealdad de sus cárceles, y los restituye en tanta hermosura, que los ojos de Dios se aficionan a ellos, y los abraza su bondad, y los hace reinar eternalmente consigo. Porque tres males principales, entre otros muchos, nos vinieron del pecado, que son muerte, infierno y servidumbre del demonio; y por esto, quien nos libró del pecado, junto con él nos libró de todos estos enemigos, y nos dio prenda y certidumbre de vida perpetua, de compañía con la vida de Dios, de gracia y amistad con él, de favores de su poder, de dones de su liberalidad, y de segura posesión de todos los bienes. Porque todo esto se pierde por el pecado, y todo se gana por Jesucristo, y por esto con mucha razón le fue puesto tan divino nombre. ¡Oh nombre glorioso, nombre dulce, nombre suave, nombre de inestimable virtud y reverencia, inventado por Dios, traído del cielo, pronunciado por los ángeles, y deseado en todos los siglos! De este nombre huyen los demonios, con él se espantan los poderes infernales, por él se vencen las batallas, por él callan las tentaciones, con él se consuelan los tristes, a él se acogen los atribulados, y en él tienen su esperanza todos los pecadores.

»Éste es el nombre de que la esposa hablando con el esposo en los Cantares, dice: Olio derramado es tu nombre (Ct 1, 2) (...). Tenga, pues, este Señor para sí, llamarse Hijo de Dios, resplandor de la gloria, imagen de la divina substancia, palabra del Padre, virtud del Omnipotente, heredero de todas las cosas, Rey de los reyes y Señor de los señores. Tenga para sí llamarse Cristo, que quiere decir ungido, pues él fue ungido como gran profeta, como rey y como sacerdote. Porque como profeta nos enseñó con su doctrina, y como sacerdote nos reconcilió con su Padre, y como rey nos ha de coronar con eterno galardón. Tenga, pues, él para sí todos estos títulos y excelencias, mas para ti sea Jesús, que quiere decir Salvador, para que él te salve y libre de la vanidad del mundo, de los engaños del demonio, y de las malas inclinaciones de la carne. Y pues estás cercado de tantas miserias, llama a este Señor, y dile: Sálvanos, Señor, Salvador del mundo, pues con tu sangre y con tu cruz nos redimiste, esfuerza al flaco, consuela al triste, y ayuda al enfermo, y levanta al caído.

»Éste es el nombre que vence los demonios, alumbra los ciegos, resuscita los muertos y sana todo género de enfermedades (...). ¡Oh dichoso y bienaventurado nombre de tanta virtud y eficacia, el cual unas veces alegra las ánimas, mas otras llega a embriagarlas y hacerlas salir de sí con la grandeza de su dulzura!»

Sólo en Jesús está la salvación -Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás-: aclamemos a Jesús, el Señor.

Jesús es el más seguro valedor ante el Padre Dios —Yo os aseguro: Si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará (In 16, 23)—: oremos en su Santo Nombre.

El Santo Nombre de Jesús es siempre estímulo para vivir, para trabajar por su reino, para mantener vivos el amor y la esperanza: En tu nombre, echaré las redes (Lc 5, 5).

José A. Martínez Puche, O.P.

Fuente: mercaba.org