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domingo, 2 de octubre de 2022

2 de octubre: Santos Ángeles Custodios

 


ANGEL DE LA GUARDA

"Ángel de Guarda, dulce compañía,
no me desampares ni de noche ni de día.
Amén."

"Ángel de Dios, que eres mi custodio,
pues la bondad divina me ha encomendado a ti,
ilumíname, dirígeme, guárdame.
Amén.

"Entonces mi ángel irá delante de ti"

Ex 23, 23
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Desde la infancia a la muerte, la vida de humana esta rodeada de su custodia. "Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida". Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. CIC 336

La vida humana comienza en el momento de la concepción. Es en ese momento que Dios crea nuestra alma y se deduce que es entonces cuando se nos asigna el ángel custodio. Los ángeles custodios están encargados de velar por cada uno de nosotros, protegiéndonos de los peligros y alentando nuestra vida en Cristo. Deberíamos ser agradecidos con nuestro ángel e invocar su protección y guía.

Fundamentos Bíblicos:
Exodo 23, 20-23a: Así habla el Señor: «Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado. Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él. Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios. Entonces mi ángel irá delante de ti.»

Mateo 18,10: Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos.

San Basilio: "Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida" (cf. San Basilio, Adv, Eunomium, III, 1; véase también Santo Tomás, S. Th., I, q. 11, a. 3).

La Iglesia recomienda el recurso a su protección. La Iglesia celebra la fiesta de los ángeles custodios desde el Siglo XVII. Fue instituida por el Papa Clemente X.

Muchos santos han dado testimonio de una bella relación con sus ángeles custodios: Sta. Francisca Romana veía a su ángel custodio>>>

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Oración

Angel santo de la guarda,
compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas,
ni de noche ni de día.

Aunque espíritu invisible,

sé que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones
y cuentas todos mis pasos.

En las sombras de la noche,
me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho
tus alas de nácar y oro.

Angel de Dios,
que yo escuche tu mensaje y que lo siga,
que vaya siempre contigo
hacia Dios, que me lo envía.

Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.

En presencia de los ángeles,
suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo.
Amén.

Himno de la Liturgia de las Horas

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El Catecismo de la Iglesia Católica
Los ángeles #328-336: La existencia de los ángeles, una verdad de fe.

328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.

¿Quiénes son los ángeles?

329 San Agustín dice respecto a ellos: "Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus" ("El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel"). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20).

330 En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello. Cristo "con todos sus ángeles"

331 Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles... (Mt 25, 31). Le pertenecen porque fueron creados por y para El: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él" (Col 1, 16).

Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?" (Hb 1, 14).

332 Desde la creación y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal protegen a Lot, salvan a Agar y a su hijo, detienen la mano de Abraham, la ley es comunicada por su ministerio (cf Hch 7, 53), conducen el pueblo de Dios, anuncian nacimientos y vocaciones, asisten a los profetas, por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el de Jesús.

333 De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce "a su Primogénito en el mundo, dice: `adórenle todos los ángeles de Dios'" (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios... (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús, sirven a Jesús en el desierto, lo reconfortan en la agonía, cuando El habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos como en otro tiempo Israel. Son también los ángeles quienes "evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación, y de la Resurrección de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles, éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor.

Los ángeles en la vida de la Iglesia

334 De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles.

335 En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo; invoca su asistencia (así en el "Supplices te rogamus..." ["Te pedimos humildemente..."] del Canon romano o el "In Paradisum deducant te angeli..." ["Al Paraíso te lleven los ángeles..."] de la liturgia de difuntos, o también en el "Himno querúbico" de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios).

336 Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. "Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida". Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.

Los Nueve Coros de ángeles.

Jerarquía
Desde el Seudo Dionisio (siglo VI), Padre de la Iglesia, suelen enumerarse tres jerarquías con tres coros cada una, sumando un total de nueve Coros u Ordenes Angélicos.

Primera Jerarquía: (Estos ángeles de la mas alta jerarquía se dedican exclusivamente a glorificar, amar y alabar a Dios en su presencia). Serafines, Querubines y Tronos.

Segunda Jerarquía: Dominaciones, Virtudes y Potestades (gobiernan el espacio y las estrellas. Son los responsables del universo entero).

Tercera Jerarquía: Principados, Arcángeles y Ángeles. Son los que intervienen en todas nuestras necesidades; esto lo vemos también en la Biblia, cuando se nos presenta la intervención de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael, vemos que directamente intervienen en la vida de los hombres, cada uno con su propia misión dada por el mismo Dios. También se les ha dado la misión de proteger naciones, ciudades e Iglesias. La visión del profeta Daniel es la que confirma esta misión. (Dn 7 y 8) El cuidado de la Iglesias se confirma con el pasaje de Ap. 1:20 cuando se refiere a los Ángeles de las siete Iglesias.

Algunos autores y Místicos, dividen a los ángeles entre asistentes al Trono Divino, y Mensajeros de Dios para cumplir diversas misiones por encargo suyo. Así por ejemplo, el Libro de Tobías tiene como personaje central al Arcángel Rafael, el cual desempeña un oficio protector admirable y nos muestra el Amor de Dios manifestado en el ministerio de los Ángeles: "Yo soy Rafael, uno de los siete Santos Ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tiene entrada ante la majestad del Santo" (To. 12,15).

Fuente: corazones.org 

 

miércoles, 2 de octubre de 2019

Santos Ángeles Custodios: 2 de octubre


¿En algún o varios momentos de tu vida has olvidado a tu Ángel de la Guarda? 
Aquí hay ocho razones contundentes para que siempre lo tengas presente.
1. Te acompaña desde la concepción
Cada ser humano desde el momento de su concepción tiene un Ángel de la Guarda. Dice el Catecismo en el numeral 336: “Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión”. Asimismo, añade una frase de San Basilio Magno: “Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un Ángel como protector y pastor para conducir su vida”.
Con estas afirmaciones se entiende que la misión del Ángel de la Guarda es la de velar por cada uno, protegiéndonos de los peligros y alentando nuestra vida en Cristo. Por ello San Juan María Vianney (el Cura de Ars) indicaba: “Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que acompaña al alma cuando va a Misa”.
2. Su existencia no es un invento, se fundamenta en la Biblia
La existencia de los ángeles, una verdad de fe. En la Biblia, desde el Antiguo Testamento hay numerosas citas que hablan de los ángeles que custodian, como en Éxodo (23, 20-21): “Yo voy a enviar un Ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado. Respétalo y escucha su voz”.
De igual manera en el Nuevo Testamento, Jesús dice (Mt. 18,10): “Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus Ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial”.
3. Son compañeros cercanos de los santos
Muchos santos han dado testimonio de la inseparable relación que tuvieron con sus Ángeles Custodios. Entre ellos tenemos a San Francisco de Sales, Santa Teresita del Niño Jesús, San Pío de Pietrelcina, San Josemaría Escrivá, entre otros.
Se dice que Santa Francisca Romana (1384-1440), patrona de los conductores, tuvo la fortuna de ver a su Ángel de la Guarda, quien velaba por ella día y noche. La santa lo describe así: “Era de una belleza increíble, con un cutis más blanco que la nieve y un rubor que superaba el arrebol de las rosas”.
“Sus ojos, siempre abiertos tornados hacia el cielo, el largo cabello ensortijado tenía el color del oro bruñido. Su túnica llegaba al suelo y era de un blanco algo azulado y, otras veces, con destellos rojizos. Era tal la irradiación luminosa que emanaba de su rostro, que podía leer maitines en plena media noche”.
4. Protege en los momentos difíciles
En el siglo IV San Basilio Magno decía que "todo fiel tiene a su lado un Ángel como protector y pastor, para llevarlo a la vida". Por su parte, San Bernardo de Claraval enseñaba que los Ángeles Custodios son demostración de que "el cielo no descuida nada que pueda ayudarnos", por lo cual pone "a nuestro lado estos espíritus celestes para que nos protejan, nos instruyan y nos guíen".
En una ocasión San Juan Bosco narró que el día de la fiesta del Ángel de la Guarda, recomendó a sus muchachos que en los momentos de peligro invocaran a su Ángel Custodio. En aquella semana dos jóvenes obreros estaban en un andamio altísimo alcanzando materiales y de pronto se partió la tabla y ambos se vinieron abajo.
Uno de ellos recordó el consejo del santo y exclamó: “¡Ángel de mi guarda!”. Cayeron sin sentido y cuando sus compañeros fueron a verlos, encontraron que uno había muerto, pero el que había invocado al Ángel Custodio recobró el conocimiento y subió la escalera del andamio como si nada le hubiera pasado. Luego el muchacho contó que al invocar a su ángel sintió que le ponían por debajo una sábana, que lo bajaban suavemente y que después de eso ya no recordaba más.
5. Son poderosos servidores de Dios
El Catecismo en el numeral 329 especifica que “con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan ‘constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos’ (Mt 18, 10), son ‘agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra’ (Sal 103, 20).
San Bernardo Abad en uno de sus sermones indicó que “ellos, los que nos guardan en nuestros caminos, no pueden ser vencidos ni engañados, y menos aún pueden engañarnos. Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente”.
6. Acuden velozcemnete cuando se les llama
Santo Tomás de Aquino detalló en la Summa Theologica que “la rapidez de movimiento del ángel no se mide por la cantidad de su poder, sino de acuerdo con la determinación de su voluntad”.
Los ángeles no están obligados por un cuerpo material como nosotros, para que puedan moverse muy rápido, a la velocidad de “pensamiento”. Si se le pide al ángel Custodio que ayude a alguien más, este estará de vuelta inmediatamente.
7. La veneración a los Ángeles Custodios es legítima
En el 2002 la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos declaró en el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia que la devoción popular a los Santos Ángeles “es legítima y buena”.
Sin embargo, precisó, el fiel debe tener cuidado con algunos pensamiento erróneos, como: “creer que el mundo y la vida están sometidos a una lucha incesante entre Ángeles y demonios, en la cual el hombre resulta arrollado por poderes superiores a él, ante los que no puede hacer nada; o interpretar de una manera esquemática y simplista, casi infantil, algunas acontecimientos de su vida atribuyendo al Maligno incluso las pequeñas contradicciones, y por el contrario, al Ángel Custodio los éxitos y logros”.
También hay que rechazar, señala, “el uso de dar a los Ángeles nombres particulares, excepto Miguel, Gabriel y Rafael, que aparecen en la Escritura”.
8. Se les puede invocar en todo momento y lugar
Se les puede invocar en todo momento. Sin embargo, la tradición de la Iglesia recomienda saludar e invocar al Ángel de la guarda durante el día, especialmente con las siguientes oraciones:
Ángel de Dios,
que eres mi custodio,
pues la bondad divina
me ha encomendado a ti,
ilumíname, guárdame, defiéndeme
y gobiérname. Amén.
Oración II
Ángel de mi guarda,
dulce compañía,
no me desampares
ni de noche ni de día.
No me dejes solo
que me perdería.
Hasta que amanezca
en los brazos
de Jesús, José y María
Amén.

Fuente: Aciprensa

martes, 2 de octubre de 2018

Fiesta de los Santos Ángeles Custodios: 2 de octubre


En la Sagrada Biblia la palabra Ángel significa "Mensajero". Un espíritu purísimo que está cerca de Dios para adorarlo, y cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres humanos.

Ya en el siglo II el gran sabio Orígenes decía: "Los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y proteja".

Y se basa esta creencia en la frase del Salmo 90: "A sus ángeles ha dado órdenes Dios, para que te guarden en tus caminos". Y en aquella otra frase tan famosa de Jesús: "Cuidad de no escandalizar a ninguno de estos pequeñuelos, porque sus ángeles están siempre contemplando el rostro de mi Padre Celestial". Y Judit en la Biblia al ser recibida como libertadora de Betulia exclamaba: "El ángel del Señor me acompañó en el viaje de ida, en mi estadía allá , y en el viaje de venida".

En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de la cárcel llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman: "Será su ángel" (Hechos 12, 15).

Ya en el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta a los  Ángeles de la Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy famosa al Ángel de la Guarda. Dice así: "Ángel del Señor, que por orden de su piadosa providencia eres mi guardián, custódiame en este día (o en esta noche) ilumina mi entendimiento, dirige mis afectos, gobierna mis sentimientos, para que jamás ofenda a Dios Señor. Amén".

En el año 1608 el Sumo Pontífice extendió a toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día 2 de octubre.

Consejos de un santo: San Bernardo en el año 1010 hizo un sermón muy célebre acerca del Ángel de la Guarda, comentando estas tres frases: Respetemos su presencia (portándonos como es debido). Agradezcámosle sus favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar). Y confiemos en su ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan).

San Juan Bosco narra que el día de la fiesta del Ángel de la Guarda, un dos de octubre, recomendó a sus muchachos que en los momentos de peligro invocaran a su Ángel Custodio y que en esa semana dos jóvenes obreros estaban en un andamio altísimo alcanzando materiales y de pronto se partió la tabla y se vinieron abajo. Uno de ellos recordó el consejo oído y exclamó: "Ángel de mi guarda!". Cayeron sin sentido. Fueron a recoger al uno y lo encontraron muerto, y cuando levantaron al segundo, al que había invocado al Ángel Custodio, este recobró el sentido y subió corriendo la escalera del andamio como si nada le hubiera pasado. Preguntado luego exclamó: "Cuando vi que me venía abajo invoqué a mi Ángel de la Guarda y sentí como si me pusieran por debajo una sábana y me bajaran suavecito. Y después ya no recuerdo más".  Así lo narra el santo.




"Y ¿cuáles son los caminos de los ángeles santos? Aquellos de que habló el Unigénito de Dios; diciendo: Veréis a los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del hombre. El ascenso, pues, y el descenso son sus caminos: el ascenso por sí; el descenso, o más bien condescendencia, por nosotros. De modo que aquellos bienaventurados espíritus suben por la contemplación de Dios y bajan por la compasión que tienen de ti, para guardarte en todos tus caminos, Suben al rostro de Dios, bajan a cumplir su voluntad, porque a sus ángeles mandó te guardasen. Mas ni aun bajando pierden la vista de la gloria, pues siempre miran la cara del Padre". (San Bernardo de Claraval).



SAN BERNARDO DE CLARAVAL: 
SERMÓN XII   -   (sobre los ángeles custodios).

Sobre el verso 11: «porque él mandó a sus ángeles cerca de ti
 para guardarte en todos tus caminos»; 
y sobre el 12: «en palmas te llevarán...»

1. Dijimos en el sermón de ayer, si recordáis, que los caminos de los espíritus malignos eran presunción y obstinación; y no callamos el motivo de decir esto. 
Más no creyera desencaminado el que por otra vía investiguemos ahora sus perversos caminos.. Pues aunque por todos los medios procuran ellos ocultarlos, descubre y decláranos de muchas maneras el Espíritu Santo en las santas Escrituras cuáles sean las tretas de los malignos. Leemos de todos ellos que los impíos merodean en torno nuestro. Y de su príncipe leemos que da vueltas sin cesar, buscando a quién devore. Lo cual el también se ve obligado a confesar entre los hijos de Dios, pues siendo preguntado de dónde venia: Vengo, dijo, de dar vuelta a la tierra, y la he recorrido toda. Llamemos, pues, a sus caminos, rodeo y cerco: de éste usa contra nosotros, de aquél consigo mismo. Siempre se subleva y siempre es derribado. Su soberbia puja siempre y siempre es humillada, ¿ Quizá no es esto rodeo? Quien anda, si, mas no adelanta. ¡.Ay del que sigue este rodeo y nunca se aparta de la propia voluntad! Si pretendieres apartarle de ella, aparecerá que va siguiendo algo; pero en el engaño. Es rodeo suyo; está disponiendo volver por otro lado; no se le puede arrancar en modo alguno de su propia voluntad. Por doquier anda afanoso, por todas partes quiere huir, pero queda siempre pegado a su voluntad propia.



2. Pero, si malo es el rodeo propio, mucho peor es el cerco ajeno; y es principalmente el que hace diablo al espíritu malo. 
Pero ¿de qué modo baja aquel espíritu soberbísimo para asaltar al hombre miserable? Mira el rodeo que da el impío. y por ahí lo entenderás. Sus ojos miran todo lo que es sublime, mas también registran curiosamente lo bajo, para envanecerse con más orgullo, y para que, llegando a pisar al humilde, le parezca con esto ser más, según está escrito: Mientras el impío se enorgullece, abrásase el pobre. ¡Qué perversamente el ángel malo imita a los ángeles buenos, que suben y bajan! Él sube con ansias de vanidad y baja con la envidia de su malignidad. Así como es engañosa su subida, es cruel su bajada: estando él destituido de misericordia y de piedad, como dijimos ayer. Pero si bajan los malignos para asaltamos, demos gracias a aquel Señor por cuyo mandato bajan también los ángeles benignos para socorrernos, para guardarnos en todos nuestros caminos. No sólo harán esto, sino que en las palmas de las manos te llevarán, para que no caiga en piedra tu pie.




3. ¡Qué lección, hermanos, qué amonestación, qué consolación tan grande nos ofrecen estas palabras de la Escritura! 
¿Qué salmo, entre todos los demás, esfuerza tan magníficamente a los pusilánimes, despierta a los negligentes, enseña a los ignorantes? Por eso dispuso la Providencia divina que especialmente en este tiempo de la Cuaresma tuviesen sus fieles de continuo en su boca los versículos de este salmo. No parece haberse tomado pie para ello sino del abuso que de este salmo hizo el diablo, para que en esto mismo aquel malicioso siervo sirva a los hijos de Dios, aunque a pesar suyo. ¿Qué podía ser para él tan molesto y para nosotros tan gustoso como el contribuir a nuestro bien su malicia misma? A sus ángeles mandó Dios te guarden en todos tus caminos. Alaben al Señor sus misericordias y sus maravillas con los hijos de los hombres. Confiesen y digan entre l as naciones qué magníficamente ha usado de sus piedades con ellos. ¿Quién es el hombre, Señor, para que te manifiestes a él, o por qué aplicas a él tu corazón? Aplicas a él tu corazón y solícito cuidas, En fin, le envías tu Unigénito, diriges a él tu Espíritu, le prometes tu gloria. Y para que nada haya en el cielo que deje participar en nuestro cuidado, envías aquellos bienaventurados espíritus a ejercer su ministerio para bien nuestro, los destinas a nuestra guarda, les mandas sean nuestros ayos. Poco era para tí haber hecho ángeles tuyos a los espíritus; hácelos también ángeles de los pequeñuelos, pues escrito está: los ángeles de éstos están viendo siempre la cara del Padre. A éstos espíritus tan bienaventurados hácelos ángeles tuyos para con nosotros y nuestros para contigo.


 4. Dios mandó a sus ángeles el cuidar de ti. 
¡Admirable dignación y verdaderamente amor de extrañable caridad! ¿Quién los mandó, a quiénes, para quién, qué les mandó? Consideremos cuidadosamente esto, hermanos míos; encomendemos fielmente a la memoria tan apreciable mandato.

 ¿Quién lo mandó? ¿ De quién son ángeles? ¿ De quién son los preceptos que ejecutan ? ¿De quién es, la voluntad a que obedecen? Verdaderamente a sus ángeles mandó Dios para tí, a que te guarden en todos tus caminos, y aun para que te lleven en sus manos. La suma Majestad mandó a los ángeles, y mandó a los ángeles suyos, a aquellos espíritus tan sublimes, tan dichosos, tan próximos, tan inmediatos a Él, tan familiarmente allegados a El y verdaderamente de su casa.

Mandólos a ti. ¿Quién eres tú, Señor, y quién es el hombre para que pongas en él tu corazón o el hijo del hombre para que tanto le aprecies? ¡Como si el hombre no fuera corrupción y él hijo del hombre un gusano!

Pero ¿qué mandó acerca de ti? ¿Quizá escribió contra tí amarguras? ¿Acaso les mandó que muestren su poder contra esta hoja que arrebata el viento, y que persigan esta paja seca? ¿O que quiten de delante al impío, para que no vea la gloria de Dios? Esto se ha de mandar algún día, pero no está todavía mandado. No te apartes del socorro del Altísimo, persevera bajo la protección del Dios del cielo, no sea que alguna vez se mande esto de ti. No se mandará contra aquel a quien protegiere el Dios del cielo, sino en favor suyo. Por bien suyo se dilata todavía el mandarlo, para que todo sea por causa de los elegidos. Por donde vemos en el Evangelio que, disponiéndose los criados a recoger al punto la cizaña sembrada después del trigo, el providente Padre de familia les dice: Dejad que ambos crezcan hasta la siega, no sea que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis con ella el trigo. Mas ¿cómo el buen grano se podrá conservar hasta el tiempo de la recolección? Este es precisamente el objeto del mandato que Dios ha impuesto a sus ángeles para mientras vivamos en la tierra.


 5. A sus ángeles les mandó te guarden. 
¡Oh tú, que eres trigo entre cizaña, grano entre paja, lirio entre espinas! Demos gracias a Dios, hermanos míos, démosle gracias por mí y por vosotros. Un precioso depósito me había encomendado, que es el fruto de su cruz y el precio de su sangre. Mas no se contentó con esta custodia tan poco segura, tan poco eficaz, tan frágil, tan deficiente; por lo cual puso de guardianes a los ángeles custodios sobre los muros del alma. Y cierto, aun aquellos que parecen muros inexpugnables necesitan de estas defensas.


 6. A sus ángeles mandóles guardarte en todos tus caminos. 
¡Cuánta reverencia debe infundirte, cuánta confianza debe darte! Reverencia por su presencia, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Anda siempre con toda circunspección, como quien tiene presente a los ángeles en todos tus caminos. En cualquier parte, en cualquier lugar, aun el más oculto, ten reverencia al ángel de tu guarda. Y, ¿cómo te atreverías a hacer en su presencia lo que no harías estando yo delante? ¿Dudas acaso que esté presente al no verle? ¿Qué fuera si le vieses? ¿Qué si le tocases? ¿Qué si le olieses? Advierte que no sólo por la vista se comprueba la presencia de las cosas. Ni aun todas las cosas corporales se sujetan a los ojos: ¡cuánto más trascenderán las espirituales a todo sentido corpóreo, y deberán más bien investigarse espiritualmente!
Si consultas a la fe, ella te prueba que no te falta la presencia del ángel. Y no me pesa el haber dicho que la fe lo prueba, cuando el Apóstol la define: Prueba cierta de las cosas que no se ven. Están, pues, presentes, y están presentes para tu bien: no sólo  están contigo sino que están para tu defensa. Están presentes para protegerte, están presentes para provecho tuyo. ¿Con qué pagarás al Señor por todos los bienes que te ha hecho, pues a El sólo debe tributarse el honor y la gloria? ¿Por qué a El sólo? Porque El es quien lo mandó, y todo don precioso no es de otro sino suyo.


7. Pero aunque Él lo mandó, no debemos ser ingratos con aquellos que le obedecen con tanto amor y nos amparan en tanta indigencia. Seamos, pues, devotos, seamos agradecidos a custodios tan dignos de aprecio, correspondamos a su amor, honrémosles cuanto podamos, cuanto debemos. Mas todo amor y  honor deben ir dirigidos a aquel Señor de cuya mano, así ellos como nosotros recibimos el poderle amar y honrar y merecer ser amados y honrados. Porque no se ha de creer que al decir el Apóstol: A solo Dios sea honor y gloria, pretendió contradecir a las palabras del profeta que dice que también los amigos de Dios deben ser honrados de un modo peculiar. Pienso yo que esta expresión del Apóstol es muy semejante a otra también suya en que dice: No debáis a nadie sino el mutuo amor; pues no quería contrajesen otras deudas que éstas especialmente, habiendo dicho poco antes: Pagad a todos lo debido: al que se le debe honor, dadle honor; y otras cosas por el estilo. Y para que entiendas más plenamente qué sentía en uno y en otro pasaje y  qué nos amonestaba en ellos, repara que no se divisan los astros menores cuando brillan los rayos del sol. ¿Pensaremos acaso que falten entonces las estrellas o que se hayan apagado? De ningún modo, sino que, cubiertas de alguna manera con la mayor claridad del sol, no pueden entonces presentarse a la vista. Así el amor, que de suyo es superior a otra cualquiera deuda, como si fuera solo debe en nosotros reinar; de suerte que todo lo que se debe a los demás lo embeba en sí y por amor lo hagamos todo.

Así sí también debe prevalecer el honor divino y en alguna manera como perjudicar a los otros todos, para que sólo Dios, no precisamente sea honrado ante todos, sino en todos. Lo mismo debes tener por dicho acerca del amor. Porque ¿qué pudo dejar fuera de él para los demás quien todo su corazón, toda su alma y todas sus fuerzas dió a su Señor y Dios en el amor?

En El, pues, hermanos míos, amemos afectuosamente a sus ángeles como a quienes han de ser un día coherederos nuestros, siendo por ahora abogados y tutores puestos por el Padre y colocados por El sobre nosotros. Ahora somos hijos de Dios, aunque todavía no se manifiesta lo que seremos; por cuanto, siendo todavía párvulos, estamos bajo abogados y tutores, sin diferir ahora en nada de los siervos...


 8. Mas aunque somos tan pequeños y nos queda aún tan largo, y no sólo tan largo, sino tan peligroso camino, ¿Qué temeremos teniendo tales custodios? 
Ni pueden ser vencidos ni engañados, y mucho menos pueden engañar los que nos guardan en todos nuestros caminos. Fieles son, prudentes son, poderosos son. ¿De qué temblamos? Solamente sigámosles, juntémonos a ellos, y perseveraremos bajo la protección del Dios del cielo. Considera cuánto necesitas esta protección y custodia en todos tus caminos. En sus manos, dice, te llevarán, para que no tropiece tu pié  en piedra. ¿Te parece poco que haya piedras de tropiezo en el camino? Mira lo que sigue: Andarás sobre el áspid y el basilisco, y hollarás al león y al dragón. ¡Qué necesario es el hayo para que guíe y proteja al párvulo metido en tales peligros! Pues bien: En sus manos, dice, te llevarán, te guardarán en tus caminos y te acompañarán por doquiera que vayas. Y no permitirán que seas tentado por encima de tus fuerzas, sino que te llevarán en sus manos para que evites los tropiezos. ¡Qué fácilmente pasa el que es llevado en tales manos! ¡Qué suavemente nada, según el vulgar proverbio, aquel cuya barba otro sustenta!


 9. Siempre, pues, que vieres levantarse alguna tentación o amenazar alguna tribulación, invoca a tu guarda, a tu conductor, al protector que Dios te asignó para el tiempo de la necesidad y de la tribulación. 
Dale voces y dile: ¡Sálvanos, Señor, que perecemos!. No duerme ni dormita, aunque por breve tiempo disimule alguna vez; no sea que con mayor peligro te precipites de sus manos, si ignoras que ellas te sustentan. Espirituales son estas manos, como también lo son los auxilios que a cada uno de los elegidos prestan, según sea el peligro y la dificultad que han de superar más o menos grande.

Quiero, para mayor claridad, poner un ejemplo de lo que juzgo más comunes, y que pocos de vosotros habrá dejado de experimentar. ¿Se turba alguno de vosotros con mayor vehemencia por alguna incomodidad corporal, o alguna aflicción por las cosas del mundo; o desmaya con acidia de espíritu y caimiento del ánimo? Pues entonces es cuando ya comienza a ser tentado más allá de lo que pueden sus fuerzas: ya dará golpe y tropezará en la piedra si no hay quien le socorra. Pero ¿ cuál es esta piedra? Entiendo que es aquella Piedra de tropiezo 'y escándalo, en la cual, si alguno tropezare, se lastimará, pues aquel sobre quien cayere le hará pedazos; esta Piedra angular no es otra que aquella Piedra escogida y preciosa, Cristo Jesús. Tropezar en esta Piedra es quejarse de él, escandalizarse por el abatimiento de espíritu y la turbación. Así, necesita el socorro del ángel, de los angélicos consuelos y de las angélicas manos, ese hombre que ya desmayó, ya casi tropezó contra la Piedra. Y verdaderamente tropieza contra la Piedra el que se queja, murmura y quizá blasfema de la Providencia, estrellándose a sí propio, y no aquel contra quien viene dar con furia.


 10. Juzgo que hombres como éstos algunas veces son levantados como con dos manos por los ángeles, 
para que sin sentirlo ellos, por decirlo así, pasen por encima del tropiezo del que tanto recelaban; y no se admiran poco después, así de la facilidad que sienten en sí mismos en adelante como de haber superado la anterior dificultad.

¿Queréis saber que entiendo yo por estas dos manos? Dos conocimientos vivos que se excitan en nuestra alma, cuando se presentan o más bien se pintan e imprimen en nuestro corazón, por una parte la brevedad de la tribulación y por otra la eternidad del premio eterno, a fin de que en lo íntimo del afecto sintamos y consideremos que el momento breve y leve de nuestra tribulación produzca arriba en nosotros un peso eterno de gloria. ¿Quién no creerá que tan buenas sugerencias son obra de los ángeles buenos, siendo, por el contrario, cierto que las malas proceden de los malos? Familiarizaos con los ángeles, hermanos míos; frecuentad con asidua meditación y devota oración a los que os asisten para vuestra custodia y consolación.


martes, 2 de octubre de 2012

2 de octubre: día de los Santos Ángeles Custodios



Los Santos Ángeles de la Guarda

En la Sagrada Biblia la palabra Ángel significa “Mensajero”. Un espíritu purísimo que está cerca de Dios para adorarlo, y cumplir sus órdenes  y llevar sus mensajes a los seres humanos.
(Hay un librito muy bueno: "Tu amigo el Ángel", de Ángel Peña, acerca de nuestros amigos incondicionales, los ángeles, que podrás leer o descargar haciendo clic aquí
  
Ya en el siglo II el gran sabio Orígenes decía: “Los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y proteja”.

Y se basa esta creencia en la frase del Salmo 90: “A sus ángeles ha dado órdenes Dios, para que te guarden en tus caminos”. Y en aquella otra frase tan famosa de Jesús: “Cuidad de no escandalizar a ninguno de estos pequeñuelos, porque sus ángeles están siempre contemplando el rostro de mi Padre Celestial”. Y Judith, en la Biblia, al ser recibida como libertadora de Betulia, exclamaba: “El ángel del Señor me acompañó en el viaje de ida, en mi estadía allá, y en el viaje de venida”.

En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro al ser sacado de la cárcel llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman: “Será su ángel” (Hechos 12, 15).

También en el crudo y terrible momento de Getsemaní, Jesús fue consolado por un ángel de Dios. En efecto, la noche anterior a su crucifixión, Nuestro Señor sudó agua y sangre ante la oleada de angustia que lo acometió y, al elevar su oración al Padre en la que rogó que, de ser posible, apartara de Él “este cáliz” (la muerte en la cruz) pero “Que no se haga mi voluntad, sino la tuya”, de inmediato recibió el Divino Consuelo: Dios Padre le envió un ángel que recogió sus sagradas lágrimas y confortó su alma abrumada por una "tristeza de muerte". 

Consejos de un santo: San Bernardo en el año 1010 hizo un sermón muy célebre acerca del Ángel de la Guarda, comentando estas tres frases: Respetemos su presencia (portándonos como es debido). Agradezcámosle sus favores (que son muchos más de los que nos podemos imaginar). Y confiemos en su ayuda (que es muy poderosa porque es superior en poder a los demonios que nos atacan y a nuestras pasiones que nos traicionan).

Invocando al Ángel de la Guarda

Ángel de mi guarda,
mi dulce compañía,
no me desampares ni de noche ni de día,
hasta que me pongas en los brazos de Jesús, José y María.

           
                                                                   Meditación


Los ángeles nos acompañan en adoración. Son ministros del Señor, infinitamente bueno. Es voluntad de Dios que nos ayuden a adorarle.

Los ángeles presiden las reuniones del culto cristiano, como se ve por las oraciones de la Iglesia. La liturgia es una participación de la que celebran los ángeles en el Cielo. Unámonos a ellos con reverencia para alabar a Dios. Su ministerio consiste en inspirarnos con fe y amor a que realicemos dignamente nuestra adoración. Nos preparamos internamente para recibir los Sacramentos, pues la Iglesia los invoca en nuestra ayuda.

Los ángeles nos ayudan contra el mal. Ellos nos ayudan en la lucha contra el diablo. El Nuevo Testamento nos pide que tengamos fe en Dios, fe en Cristo, y que usemos las armas de Dios. Dios envió sus ángeles para darnos la ayuda que necesitamos contra el mal. Este es su misterio en la obra de nuestra salvación, continuando la batalla una vez comenzada contra Lucifer y sus ángeles rebeldes.

Nos inspiran pensamientos contra las insinuaciones diabólicas y nos invitan a que acudamos a Dios en oración. Solo en el Cielo conoceremos lo mucho que realmente nos han ayudado en la lucha contra el diablo.

Los ángeles anhelan nuestra salvación. Con los ángeles participamos de la vida divina, y somos como ellos criaturas de Dios en Cristo Jesús. Por eso, ellos anhelan nuestra salvación; que juntos con ellos glorifiquemos a Dios y disfrutemos viendo su gloria.

Con gozo los ángeles aceptan las misiones que Dios los encomienda para nuestra santificación. Vencedores de los demonios, los ángeles nos protegen contra los enemigos del alma. Haríamos bien pidiéndoles que nos asistan para rechazar las tentaciones del Malo.

Los ángeles, además, presentan nuestras oraciones ante Dios acompañando con sus plegarias nuestras peticiones. Nos conviene, pues, encomendarnos a ellos especialmente en los momentos difíciles y sobre todo en la hora de la muerte, para que nos defiendan de los ataques del enemigo y lleven nuestras almas al Cielo.

Tenemos Ángel de la Guarda. Hay algunos ángeles con misión de cuidar de las almas en particular. Se les llaman Angeles de la Guarda. Es doctrina tradicional de los primeros escritores de la Iglesia, basada en textos de la Sagrada Escritura y fundada sobre razones sólidas. Lo prueba el hecho de haber establecido la fiesta en honor de los Angeles de la Guarda.

El Creador no abandona las criaturas a que dio existencia; les proporciona cuanto necesiten para lograr su perfección natural. Cristo murió por todos y para todos mereció los medios de salvación. La asistencia de los ángeles es parte del plan de Dios para salvar a todas las gentes.
Los ángeles también oran por nosotros. En las vidas de los santos observamos que se comunican frecuentemente con los ángeles. Comunicación fundada en la sencilla fe de que espíritus invisibles a quienes el amor induce a orar por las personas en particular y por las comunidades ante el trono de Dios.

Los ángeles ayudan ante todo en el campo espiritual y sobrenatural. Esto lleva consigo su solicitud por las necesidades corporales en la medida en que éstas se relacionan con la salvación y santificación.

Debemos amar y venerar al propio Angel de la Guarda, por que él nos mantiene en comunicación con el Cielo. Ha sido siempre y continúa siendo nuestro devoto amigo, dispuesto en todo momento a ayudarnos en nuestro camino del Cielo.

Honrando a nuestro Angel de la Guarda, honramos a Dios al mismo tiempo, pues lo representan en la tierra. Es gran honor tener por amigo a criatura tan bella y leal a Dios.

La Palabra de Dios

“He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado.

Pórtate bien en su presencia y escucha su voz; no le seas rebelde, que no perdonará vuestras transgresiones, pues en él está mi Nombre.  Ex 23, 20-21

Que Él dará orden sobre ti a sus ángeles de guardarte en todos tus caminos.

Te llevarán ellos en sus manos, para que en piedra no tropiece tu pie; Sal 91, 11-12

«Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos.  Mt 18, 10”
  

Oraciones

Oración propia de la novena

Padre Celestial, Creador de cielo y tierra, te alabo y te doy gracias porque, además de crear el mundo visible, has creado los cielos y los innumerables espíritus. Los creaste con todo esplendor, dotados de poder y de entendimiento, y dándoles en abundancia las riquezas de tu gracia.

Te alabo y te doy gracias por haber derramado estas bendiciones sobre los ángeles buenos, en especial sobre mi Angel de la Guarda, y por haberles premiado con la gloria eterna cuando pasaron el tiempo de prueba. Ahora rodean tu trono para siempre jubilosos: Santo, santo, santo, ¡Señor Dios de los ejércitos! El cielo y la tierra están llenos de tu gloria. ¡Hosanna en las alturas!

Hijo eterno de Dios, te rindo honor como al Rey de los ángeles. Tú mismo te has dignado nombrarte y actuar como ellos viviendo entre nosotros, como Angel y Mensajero de Dios. Fuiste el compañero fiel y el constante guía del pueblo escogido. Por tu encarnación viniste a ser el embajador de nuestro Padre celestial y el Mensajero del gran decreto de la Redención.

Para tu mayor gloria, amable Rey de los ángeles, deseo alabar y honrar a tus servidores, los santos ángeles, en especial a mi Angel de la Guarda. En unión de los santos ángeles te adoro y reverencio como mi Salvador y mi Dios.

Espíritu Santo, divino Artista, Dedo de la mano de Dios, con tu poder y amor creaste los ejercito de los ángeles para adorar y servir a Dios. Lo cumplen con fidelidad constante y pronta obediencia. Con amor ferviente y santo celo ejecutan tus órdenes. Divino Espíritu, Tú nos creaste también a semejanza tuya y nos convertiste en templos vivos de nuestras almas.
Te doy gracias por habernos dado tus santos ángeles, que nos ayudan, protegen y guían para que perseveremos en tu gracia durante el viaje de la vida y lleguemos salvos a nuestro hogar del Cielo. Ayúdame a escuchar atentamente sus órdenes para cumplir perfectamente tu santa voluntad y hallar al mismo tiempo felicidad en esta vida y en la venidera.

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en honor de los santos ángeles te pido que, si es tu voluntad, me concedas esta gracia particular (mencione el favor que desea)


Oración a los ángeles

Angeles y Arcángeles, Tronos y Dominaciones, Principados y Poderes. Virtudes de los Cielos, Querubines y Serafines alaben al Señor por siempre.
Alaben al Señor todos sus ejércitos, siervos que cumplen su voluntad.
Santo Angel que confortaste a Jesucristo, nuestro Señor, ven y confórtanos a nosotros también. ¡Ven, no tardes!

Oración a nuestro Angel de la Guarda

Querido Angel de la Guarda, por la misericordia de Dios me has sido dado para que seas fiel compañero de mi destierro en este mundo. Te honro y amo como amigo devoto a quien Dios ha encomendado el cuidado de mi alma inmortal. Te doy gracias de todo corazón por tu amor y constante cuidado de mí.

Queridísimo amigo-Angel, te pido me guardes y protejas a mí, pobre pecador. Guíame por el camino de la vida. Amonéstame contra cualquier ocasión de pecado, llena mi alma de saludables pensamientos y decidido ánimo de practicar la virtud. Intercede para que yo participe de tu ardiente celo en el servicio de Dios y con devoción ame su divina voluntad.

Perdóname querido ángel por haber menospreciado con tanta frecuencia tus consejos y no haber hecho caso de tus consejos y no haber hecho de tus inspiraciones. Procuraré en lo futuro obedecerte con decisión y fidelidad. Tú sabes lo que vale mi alma a los ojos de Dios. No me permitas olvidar que fue redimida por la preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Que ninguna mancha de pecado desfigure la belleza de mi alma, ningún mal pensamiento o acción me prive de la dignidad de hijo de Dios. No permitas que sirva de escándalo, ni sea ocasión de pecado para otros destruyendo así la obra que Cristo ha realizado en sus almas con su dolorosísima Pasión y Muerte.

Querido Angel Guardián, haz que yo disfrute de tu protección en este peligroso camino de la vida hasta alcanzar mi eterno hogar en el Cielo donde, en unión contigo y los demás Angeles y Santos, alabe para siempre la misericordia que Dios tiene conmigo. Amén.


Oración final

¡Oh Dios! Por tu providencia te has complacido en mandar tus santos ángeles para que nos protejan, nos defiendan siempre, nos custodien y disfrutemos de su compañía.

¡Señor! Te suplicamos visites nuestro hogar y alejes todas las asechanzas del enemigo. Que tus santos ángeles habiten nuestra casa y nos custodien en paz. Tu bendición siempre nos acompañe.

¡Todopoderoso y eterno Dios! En tu amable providencia has designado a todos desde el día de su nacimiento un ángel particular para que sea Guardián de su cuerpo y alma. Concédeme amar y honrar al mío de tal modo que, protegido por sus gracias, y con su ayuda, merezca contemplarte en su compañía y la de todos los ejércitos celestiales, la gloria de tu rostro en el Reino celestial. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.