jueves, 8 de marzo de 2018

Hora Santa en honor a las Cinco Llagas de Jesús

Hora Santa en honor a las Cinco Llagas de Jesús

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         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en honor a las Cinco Llagas de Jesús y en reparación y expiación por nuestros pecados, los de nuestros antepasados y los del mundo entero.
        
         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

         Inicio del rezo del Santo Rosario Misterios Dolorosos. Enunciación del Primer Misterio del Santo Rosario

         Meditación

Jesús, un grueso clavo de hierro, duro y frío, atraviesa tus pies, colocados uno encima del otro, abriéndote profundas heridas en los empeines y haciendo brotar abundante sangre. El dolor que te produce el hierro que perfora tus pies, se agudiza a cada instante, tanto más, cuanto que, a pesar de estar crucificado, necesariamente debes utilizar los pies y elevarte, apoyándote en ellos, para no morir de asfixia, a causa de la crucifixión, y este movimiento aumenta el dolor de las heridas de los pies a una intensidad tal, que te da la sensación de que mueres a cada instante. Jesús, de esta manera reparas y expías por los que utilizan sus pies para cometer toda clase de pecados; por los que, utilizando los pies con los que fueron creados, se dirigen a cometer toda clase de crímenes. Jesús, por las sacrosantas heridas de tus pies, y por los dolores lancinantes que en ellas sufriste y por la Sangre Preciosísima que en por ellas derramaste, no permitas que nuestros pasos se dirijan en dirección al pecado; dirige sus pasos y los nuestros, por el Camino Real de la Cruz, el Camino del Calvario, el único camino que conduce al cielo. Amén.

Silencio para meditar.
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Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, un grueso clavo de hierro, duro y frío, atraviesa tu mano derecha, de lado a lado, fijándola al madero de la cruz, abriendo una herida profunda y dolorosísima, y provocando la salida de abundante Sangre. El dolor se hace tanto más agudo, no solo porque el clavo ha desgarrado la piel y los músculos, sino porque ha tocado un nervio, el nervio mediano, lo cual te provoca un dolor similar a cuando se arroja agua a punto de ebullición sobre la piel sana. Pero además, la inflamación del nervio ha provocado la contracción de los dedos pequeño y anular, y la extensión de los dedos pulgar, índice y medio; con esto, indicas la sumisión de tu naturaleza humana, compuesta por alma y cuerpo, indicada por los dedos pequeño y anular, a la naturaleza divina, indicada en los dedos extendidos, al ser asumida hipostáticamente en tu Persona divina, la Segunda de la Trinidad. De esta manera, no solo expías los pecados de violencia irracional que el hombre ejerce contra su hermano, levantando sus manos para herirlo, para matarlo, para asesinarlo de las más diversas maneras, principalmente a través del aborto, de la eutanasia y de las guerras, sino que este gesto que realizas con tu mano derecha crucificada, es un gesto de bendición, con lo cual indicas que además de perdonarnos, nos bendices. Jesús, por la sacrosanta herida de tu mano derecha, por el dolor agudísimo que sufriste y por la Sangre Preciosísima que por ella derramaste, perdona los pecados de violencia cometidos en todo el mundo, especialmente el aborto, y haz que los hombres elevemos nuestras manos hacia nuestros hermanos, nunca para herirlos ni para hacerles daño, sino siempre y solo para hacerles el bien en tu Nombre. Amén.


Silencio para meditar.
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Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, un grueso clavo de hierro, duro y frío, atraviesa tu mano izquierda, de lado a lado, fijándola al madero de la cruz; al tiempo que desgarra piel y músculos, hace salir con profusión Sangre Preciosísima en abundancia, mientras te provoca un dolor que, por la intensidad, te hace creer que mueres mil veces. Con tu mano izquierda crucificada, expías y reparas por los pecados de quienes, impía y sacrílegamente, elevan sus manos para atacar tu Presencia en la Eucaristía, provocando sacrilegios y ultrajes de todo tipo; expías los pecados de quienes elevan sus manos para profanar la Santa Misa, de diversas maneras; expías los pecados de quienes, movidos por un odio satánico, destruyen las imágenes que te representan a Ti, a la Virgen, a los santos, a los ángeles; expías por los pecados de quienes profanan, asaltan, roban y queman iglesias católicas; expías los pecados de los sectarios que, usando sacrílegamente el nombre de Dios, persiguen, secuestran, torturan, fusilan y degüellan a los cristianos, por el solo hecho de pertenecer “a la nación de la cruz”; expías por los pecados de quienes elevan sus manos para orar a ídolos satánicos, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte y muchos otros más; expías los pecados de quienes elevan sus manos para cometer toda clase de brujerías, de espiritismo, de ocultismo, de magia negra y realizan misas negras; expías los pecados de quienes atentan, de una y mil maneras, contra la religión verdadera, utilizando la razón, oponiendo la fe a la ciencia y esparciendo el ateísmo en todas sus formas. Jesús, por la sacrosanta herida de tu mano izquierda, por el dolor lacerante que en ella experimentaste, por la Sangre Preciosísima que a través de ella derramaste, te suplicamos que no les tengas en cuenta, a nuestros hermanos, el horrible pecado que significa levantar la mano con violencia contra la Eucaristía y la Religión revelada; te suplicamos, Jesús, que les perdones el pecado de violencia que cometen al perseguir y matar a los cristianos y profanar y quemar las iglesias y las imágenes sagradas, y les concedas la gracia de la contrición perfecta del corazón, para que te conozcan y te amen en la Eucaristía y así, conociéndote y amándote en la Eucaristía, salven sus almas. Amén.


Silencio para meditar.
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Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, una gran corona cubre tu Santa Cabeza, y esta corona está formada por gruesas, grandes, duras y filosas espinas, las cuales, penetrando profundamente en tu cuero cabelludo, llegan hasta los huesos del cráneo, provocándote dolores tan intensos, que la agonía es para Ti un estado continuo, segundo a segundo. Con la corona de espinas, expías nuestros pecados de pensamientos, nuestros malos pensamientos, nuestros pensamientos malos de todo tipo: de ira, de venganza, de odio, de lujuria, de pereza, de malicia, de usura, de vanidad, de soberbia, de traición, de envidia. Todo tipo de mal pensamiento, consentido, es decir, convertido en pecado por nuestro libre albedrío, que dice “sí” a la tentación, se materializa en las gruesas, duras y filosas espinas que forman la enorme corona que cubre tu Sagrada Cabeza, provocándote un dolor insoportable y haciendo salir un torrente inagotable de tu Sangre Preciosísima, que desde la coronilla de tu Cabeza, se desliza por tu Rostro, escurre por la barba, y cae en tu Sagrado Pecho. Si nuestros pensamientos malos, consentidos, es decir, convertidos en pecados, nos producen placer, por la concupiscencia, a Ti, oh Jesucristo, por el contrario, te producen los dolores más acerbos y lacerantes que puedan ser concebidos, y son los dolores producidos por tu coronación de espinas. Jesús, por las abundantes y dolorosísimas heridas que te provocaron las duras y filosas espinas que, desgarrando tu cuero cabelludo y llegando hasta los huesos del cráneo, hicieron brotar ríos abundantes de tu Sangre, más Preciosa que el oro, te suplicamos, amadísimo Jesús Eucaristía, que no solo impidas que jamás consintamos a ningún mal pensamiento de ningún tipo, por pequeño que sea, sino que tengamos tus mismos pensamientos, santos y puros, los pensamientos que Tú tienes, coronado de espinas. Te lo pedimos por los méritos, la intercesión y los dolores del Inmaculado Corazón de María. Amén.

                                                                Silencio para meditar.
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Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Enunciación del Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación

         Jesús, una vez que expiraste en la cruz, un soldado romano atravesó tu Costado con el acero duro y frío de una lanza, haciendo brotar, al instante, Sangre y Agua, como un manantial de misericordia con el cual inundaste el mundo entero. Con el Agua de tu costado, lavas nuestros pecados; con tu Sangre; nos santificas; y esto sucede porque con la Sangre y el Agua, contenidos en tu Sagrado Corazón, brotó con ellos el Espíritu Santo, que nos perdona y nos santifica. Jesús, me arrodillo ante Ti, crucificado, y te adoro, y  beso tus sagrados pies clavados en la cruz y pido que tu Sangre caiga sobre mí, para que quite mis pecados, de una vez y para siempre, y para que, en lugar de los pecados, tu Sangre deje en mi alma tu gracia divina, gracia que me hace participar de la Vida de la Santísima Trinidad, la vida de los hijos de Dios. Jesús, por la lanza que atravesó tu Costado, provocándole a tu Madre, la Virgen, un dolor agudísimo, te suplico la gracia de no solo no tener malos deseos y sentimientos, sino de tener los mismos deseos y sentimientos del Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María. Amén.

         Meditación final
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Jesús, crucifícame contigo, para que mis pecados queden lavados con tu Sangre; Jesús, crucifícame contigo, para que Yo muera en Ti y así pueda nacer en Ti a la vida nueva de los hijos de Dios; Jesús, crucifícame contigo, para que yo sea, en Ti, una víctima de la Divina Justicia y de la Divina Misericordia, ofrecida al Padre, por manos de María Virgen, por la salvación de mis hermanos; Jesús, crucifícame contigo, para que las ofensas y ultrajes que te hacen en la cruz y en la Eucaristía, los reciba yo en lugar tuyo, y así al menos tengas un poco de descanso en tus dolores.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”

jueves, 1 de marzo de 2018

Mensaje de conversión

Señales




En varias apariciones la Santísima Virgen ha prometido señales que dejará en el mundo, en los lugares de sus manifestaciones, para que la gente se convierta. Pero también nos dice María que trabajemos ya desde ahora en nuestra conversión personal, porque cuando lleguen esas señales ya quedará muy poco tiempo a nuestra disposición para convertirnos.

Así que no perdamos tiempo ni esperemos esas señales pasivamente, porque, además, no sabemos si llegaremos a ver dichas señales. ¿Quién nos garantiza que no moriremos pronto, antes de ver alguna señal del cielo? Y sabemos que siempre debemos estar preparados, es decir, en gracia de Dios, para partir hacia la eternidad, porque en el momento de la muerte tenemos lo que se llama el juicio particular, donde somos juzgados por Jesucristo Juez, y allí se decide nuestro destino eterno.

Seamos prudentes como las cinco vírgenes de la parábola, y no como las vírgenes necias, sino hagamos acopio del aceite para nuestras lámparas, es decir, practiquemos alguna devoción que tenga promesas de vida eterna, para asegurarnos nuestra muerte en gracia de Dios, porque cuando llegue el momento, el caos reinante no nos dejará tiempo y modo de convertirnos. Ahora que todo está en relativa paz aún, no desperdiciemos este precioso tiempo de gracia y preparación que el Cielo nos regala a través de María, para acercarnos a Dios definitivamente.

sábado, 24 de febrero de 2018

CONSAGRACIÓN DE LOS HIJOS AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

Consagración de los hijos al Inmaculado Corazón de María

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POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios Nuestro. En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.

-ACTO DE CONTRICCIÓN: ¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

- CREDO: Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Creo en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro. Amen.
- Rezamos un Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
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ACTO DE CONSAGRACIÓN

Oh, Virgen mía, Oh, Madre mía, yo te ofrezco enteramente a tu Inmaculado Corazón a mi hijo .......... y te consagro su cuerpo y su alma, sus  pensamientos y sus acciones.

Tú que eres la Madre de Cristo y que conoces perfectamente los rasgos de Su corazón, de su mente y su carácter, te pido que lo moldees, formes y le enseñes a ser como Él, para que así sea imagen viviente de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. 

Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre éste mi hijo ...........  el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Que viva en la virtud de la castidad según su estado y que la modestia y el pudor, impidan que entre en él toda impureza, irrespeto o manipulación del cuerpo.

Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de los pecadores y ancla firme de salvación, a Ti quiero hoy consagrarte mi hijo ........ En estos tiempos de gran batalla espiritual, de la lucha entre la oscuridad y la luz, entre la verdad y la mentira, entre los valores familiares auténticos y la permisividad destructiva, te pido lo recibas en tu Corazón, lo refugies en tu manto virginal, lo defiendas con tus brazos maternales y lo lleves por el camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús.

Madre Santísima, al consagrar mi hijo ..........  a tu Corazón Inmaculado te imploro a ti que eres Omnipotencia Suplicante que te  reconozca como Madre y Maestra. Que te abra su corazón para que el fruto de esta consagración le permita alcanzar la plenitud de comunión con el Corazón de Cristo. 

Oh Madre, a través de la consagración de mi hijo ............ , te entrego y encomiendo su vida, sus alegrías, sus luchas, sus sufrimientos, sus triunfos, todo lo que es, todo lo que sueña, todo lo que posee, todo lo que siente. Lo encomiendo a tu cuidado maternal, a tu intercesión y a tu guía, para que seas la Estrella que lo lleva en camino seguro y perfecto, al Corazón de Cristo. Por lo tanto, con confianza en tu promesa, de que al final tu Inmaculado Corazón triunfará,  consagro mi hijo ...... a Tu Corazón como medio seguro para que viva consagrado al Corazón de Jesús.

Tú que eres nuestra Madre espiritual, ayúdalo a crecer en la vida de la gracia, a vivir plenamente injertado en la vida divina que recibió en el Bautismo. Llévalo de la mano por caminos de santidad y no permitas que caiga en pecado mortal o que desperdicie las gracias ganada por Cristo en el sacrifico de la Cruz. 

Tú que eres Maestra de las almas, enséñale a ser dócil como Tú, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad que nos enseña tu Hijo a través de la Iglesia y su Magisterio.

Tú que eres Mediadora de las gracias, sé el canal seguro por el cual  reciba las gracias de conversión, de luz, de discernimiento, de fidelidad, de sabiduría, de santidad y de unión que provienen del Sagrado  Corazón de Cristo. 

Tú que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa siempre puesta en mi hijo ....... , y aunque no perciba sus propias necesidades, acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que le hace falta.

Tú que estás singularmente asociada al Sacrificio Redentor de Cristo, guarda a este tu hijo .......  , en la fidelidad ante la Cruz. Que en los momentos de sufrimiento, no busque su propio bienestar, sino acompañar a los que sufren. Que en los momentos de aridez y desolación se mantenga fiel al compromiso adquirido ante Dios en el Bautismo y que los dolores, soledades, sacrificios y luchas sepa vivirlos con aceptación en unión a tu Hijo Crucificado.

Que ame al prójimo como Cristo nos enseñó! Ayúdalo a vivir siempre cristianamente y envuélvelo en tu ternura. Que tu Corazón Inmaculado reine en su corazón para que así Jesucristo sea amado, escuchado, consolado y obedecido en su alma, pensamientos, sentimientos, emociones y acciones. Líbralo de todo mal y peligro de alma y cuerpo, y guárdalo guardes dentro de Tu Corazón Inmaculado. 

Que su casa interior, como la tuya de Nazaret, llegue a ser un oasis de paz y felicidad por:
  -  el cumplimiento de la voluntad de Dios,
  -  la práctica de la caridad,
  -  y el abandona a la Divina Providencia.

Dígnate, Madre nuestra, transformar su corazón y nuestro hogar en un pequeño cielo, consagrados todos a tu Corazón Inmaculado. 

Corazón Inmaculado de María, ¡sálvanos!

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jueves, 22 de febrero de 2018

El árbol de la Cruz

El árbol de la cruz

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Una vez una persona andaba buscando al Señor. Le habían hablado de una invitación que hacía a todos para llegar hasta su Reino, donde dicen que tenía reservada una morada para cada uno de sus amigos, y él también tenía ganas de ser amigo del Señor. ¿Por qué no? Si otros lo habían logrado, ¿qué le impedía a él llegar a ser uno de ellos?

Averiguando acerca del paradero, se enteró de que el Señor se había ido monte adentro con un hacha, a fin de preparar para cada uno de sus amigos, lo que necesitaría para el viaje y se marchó a buscarlo. Los golpes del hacha lo fueron guiando hasta una isleta. Atravesó el bosque tratando de acercarse al lugar de donde provenían los golpes. Al fin llegó y se encontró con el mismísimo Señor que estaba preparando las cruces para cada uno de sus amigos, antes de partir hacia su casa, a fin de disponer un lugar para cada uno.

-¿ Qué estás haciendo? -le preguntó el joven al Señor.

-Estoy preparando a cada uno de mis amigos la cruz con la que tendrán que cargar para seguirme y así poder entrar en mi Reino.

-¿Puedo ser yo también uno de tus amigos? -volvió a preguntar el muchacho-

-¡Claro que sí! -le dijo Jesús-. Es lo que estaba esperando que me pidieras. Si quieres serlo de verdad, tendrás que tomar también tu cruz y seguir mis huellas. Yo tengo que adelantarme para ir a prepararles un lugar.

-¿Cuál es mi cruz, Señor?

-Esta que acabo de hacer. Sabiendo que venías y viendo que los obstáculos no te detenían, me dispuse a preparártela especialmente y con cariño para ti.

La verdad que muy, muy preparada no estaba. Se trataba prácticamente de dos troncos cortados a hacha, sin ningún tipo de terminación ni arreglos. Las ramas de los troncos habían sido cortadas de abajo hacia arriba, por lo que sobresalían pedazos por todas partes. Era una cruz de madera dura, bastante pesada, y sobre todo muy mal terminada. El joven al verla pensó que el Señor no se había esmerado demasiado en preparársela. Pero como quería realmente entrar en el Reino, se decidió a cargarla sobre sus hombros, comenzando el largo camino, con la mirada en las huellas del Maestro. Y cargó la incómoda cruz. Hizo también su aparición el diablo, es su costumbre hacerse presente en estas ocasiones, y en aquella circunstancia no fue diferente, porque donde anda Dios, acude el diablo.

Desde atrás le pegó el grito al joven que ya se había puesto en camino.

-¡Olvidaste algo! Extrañado por aquella llamada, miró hacia atrás y vio al diablo muy comedido, que se acercaba sonriente con el hacha en la mano para entregársela.

-Pero ¿cómo? ¿ También tengo que llevarme el hacha? - preguntó molesto el muchacho.

-No sé -dijo el diablo haciéndose el inocente. Pero creo es conveniente que te la lleves por lo que pueda pasar en el camino. Por lo demás, sería una lástima dejar abandonada un hacha tan bonita.

La propuesta le pareció tan razonable, que sin pensar demasiado, tomó el hacha y reanudó su camino. Duro camino, por varios motivos. Primero, y sobre todo, por la soledad. Él creía que lo haría con la visible compañía del Maestro. Pero resulta que se había ido, dejando solo sus huellas.

Siempre la cruz encierra la soledad, y a veces la ausencia que más duele en este camino es la de no sentir a Dios a nuestro lado. Algo así como si nos hubiera abandonado.

El camino también era duro por otros motivos. En realidad no había camino. Simplemente eran huellas por el monte. Hacía frío en aquel invierno y la cruz era pesada. Sobre todo, era molesta por su falta de terminación. Parecía como que las salientes se empeñaran en engancharse por todas partes a fin de retenerlo. Y se le incrustaban en la piel para hacerle más doloroso el camino.

Una noche particularmente fría y llena de soledad, se detuvo a descansar en un descampado. Depositó la cruz en el suelo, a la vez que tomó conciencia de la utilidad que podría brindarle el hacha. Quizá el Maligno -que lo seguía a escondidas- ayudó un poco arrimándole la idea mediante el brillo del instrumento.

Lo cierto es que el joven se puso a arreglar la cruz. Con calma y despacito le fue quitando los nudos que más le molestaban, suprimiendo aquellos muñones de ramas mal cortadas, que tantos disgustos le estaban proporcionando en el camino. Y consiguió dos cosas.

Primero, mejorar el madero. Y segundo, consiguió reunir un montoncito de leña que le vino como mandado a pedir para prepararse una hoguera con el que calentar sus manos ateridas. Y así esa noche durmió tranquilo.

A la mañana siguiente reanudó su camino. Y noche a noche su cruz fue mejorada, pulida por el trabajo que en ella iba realizando.

Mientras su cruz mejoraba y se hacía más llevadera, conseguía también tener la madera necesaria para hacer fuego cada noche.

Casi se sintió agradecido al demonio porque le había hecho traerse el hacha consigo. Después de todo había sido una suerte contar con aquel instrumento que le permitía el trabajo sobre su cruz.

Estaba satisfecho con la tarea, y hasta sentía un pequeño orgullo por su obra de arte. La cruz tenía ahora un tamaño razonable y un peso mucho menor. Bien pulida, brillaba a los rayos del sol, y casi no molestaba al cargarla sobre sus hombros. Achicándola un poco más, llegaría finalmente a poder levantarla con una sola mano como un estandarte para así identificarse ante los demás como seguidor del crucificado. Y si le daban tiempo, podría llegar a acondicionarla hasta tal punto que llegaría al Reino con la cruz colgada de una cadenita al cuello como un adorno sobre su pecho, para alegría de Dios y testimonio ante los demás.

Y de este modo consiguió su meta, es decir, sus metas. Porque para cuando llegó a las murallas del Reino, se dio cuenta de que gracias a su trabajo, estaba descansado y además podía presentar una cruz muy bonita, que ciertamente quedaría como recuerdo en la Casa del Padre.

Pero no todo fue tan sencillo. Resulta que la puerta de entrada al Reino estaba colocada en lo alto de la muralla. Se trataba de una puerta estrecha, abierta casi como una ventana a un altura imposible de alcanzar.

Llamó a gritos, anunciando su llegada. Y desde lo alto se le apareció el Señor invitándolo a entrar.

-Pero, ¿cómo, Señor? No puedo. La puerta está demasiado alta y no la alcanzo.

-Apoya la cruz contra la muralla y luego trepa por ella utilizándola como escalera -le respondió Jesús-. Yo te dejé a propósito los nudos para que te sirviera. Además tiene el tamaño justo para que puedas llegar hasta la entrada.

En ese momento el joven se dio cuenta de que realmente la cruz recibida habia tenido sentido y que de verdad el Señor la había preparado bien. Sin embargo, ya era tarde. Su pequeña cruz, pulida, y recortada, le parecía ahora un juguete inútil. Era muy bonita pero no le servía para entrar. El diablo, astuto como siempre, había resultado mal consejero y peor amigo.

Pero, el Señor es bondadoso y compasivo. No podía ignorar la buena voluntad del muchacho y su generosidad en querer seguirlo. Por eso le dio un consejo y otra oportunidad.

-Vuelve sobre tus pasos. Seguramente en el camino encontrarás a alguno que ya no puede más, y ha quedado aplastado bajo su cruz. Ayúdale tú a traerla. De esta manera tú le posibilitarás que logre hacer su camino y llegue. Y él te ayudará a ti a que puedas entrar...

domingo, 11 de febrero de 2018

Festividad de Notre Dame de Lourdes

Oraciones a Nuestra Señora de Lourdes

"Yo soy la Inmaculada Concepción"

La Virgen María se apareció 18 veces a Bernadette Soubirous, entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, en la gruta de Massabielle de Lourdes, cerca del río Gave.

Nuestra Señora de Lourdes que aparece a Bernadette en la mitad del siglo XIX, cuando la incredulidad y el materialismo dominados por todas partes (1858), la Virgen Inmaculada de Lourdes quiso hacer un signo evangélico. En unos años, irían a verla todos aquellos que buscaban perdón, sanando la mente y el cuerpo; los pobres vendrían a escuchar las Buenas Nuevas. Desde entonces, gracias al desarrollo de los medios de comunicación, la gruta de Massabielle se ha convertido en un lugar de reunión favorito para los cristianos de todas las naciones que están experimentando la caridad vivida entre hermanos y sellar su unidad en la Eucaristía. María, en quien la Iglesia reconoce la imagen de la ciudad santa, es honrada en las orillas del río Gave por una inmensa multitud que prefigura la nueva Jerusalén misma.

Notre-Dame-de-Lourdes.jpg

Oración a Nuestra Señora de Lourdes:
"María, te mostraste a Bernadette en el hueco de la roca. En el frío y la sombra del invierno trajiste la calidez de la presencia, la luz y la belleza. ¡En el hueco de nuestras vidas oscuras, en el vacío del mundo donde el mal es poderoso, trae esperanza, restaura la confianza! Tú, que eres la Inmaculada Concepción, ayuda a los pecadores que somos. Danos la humildad de la conversión, el coraje de la penitencia. Enséñanos a orar por todos los hombres. Guíanos a las fuentes de la vida real. Haznos peregrinos caminando en tu Iglesia. Agudiza en nosotros el hambre de la Eucaristía, el pan del camino, el pan de la vida. En ti, María, el Espíritu Santo realiza maravillas: por su poder, él te ha colocado con el Padre, en la gloria de tu Hijo, vivo para siempre. Mira con ternura las miserias de nuestros cuerpos y nuestros corazones. Brilla para todos, como una luz suave, al paso de la muerte. Con Bernadette, te rezamos, María, en la sencillez de los niños. Permítenos entrar, como ella, en el espíritu de las Bienaventuranzas. Entonces, de aquí en adelante, comenzaremos a conocer la alegría del Reino y cantar con ella: "¡Magnificat! ¡Gloria a ti, Virgen María, feliz sierva del Señor, Madre de Dios, hogar del Espíritu Santo! Amen» 

Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros! 
Santa Bernadette, ruega por nosotros! 


Oración a Nuestra Señora de Lourdes por Juan Pablo II: 
"¡Ave María, mujer de fe, primera entre los discípulos! Virgen, Madre de la Iglesia, ayúdanos a dar siempre cuenta de la esperanza que hay en nosotros, confiando en la bondad del hombre y en el amor del Padre. Enséñanos a construir el mundo desde adentro: en la profundidad del silencio y la oración, en la alegría del amor fraterno, en la fecundidad irremplazable de la Cruz. Santa María, Madre de los creyentes, Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros. Que así sea !" 


Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros! 
Santa Bernadette, ruega por nosotros!