viernes, 14 de septiembre de 2018

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

Exaltación de la Santa Cruz 
14 de setiembre

Esta fiesta recuerda dos acontecimientos relacionados con la Santa Cruz de Cristo. El primero corresponde al descubrimiento de la Cruz realizado por Santa Elena, madre del emperador Constantino el Grande, ocurrido el 14 de septiembre del año 320. Tras el descubrimiento Santa Elena mandó construir la basílica del Santo Sepulcro. El segundo acontecimiento recuerda la recuperación de la cruz de manos de los persas, que había sido trasladada a Persia por el rey Cosroes, como botín de guerra después de apoderarse de Jerusalén y matar en ella a muchos miles de cristianos. Catorce años después Heraclio, rey de Constantinopla, venció a Cosroes y entró en Jerusalén portando la cruz que repuso en el monte Calvario. Este hecho ocurrió el 3 de mayo del año 629 y desde entonces el pueblo cristiano celebra con toda solemnidad la fiesta de la Exaltación de la Cruz.

Carta a los amigos de la Cruz
San Luis María Grignon de Montfort


La Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz 
en Jerusalén antiguamente

La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz que se celebra el 14 de septiembre tiene su origen en Jerusalén. Es el aniversario de la Dedicación de los edificios construidos por el Emperador Constantino para proteger y magnificar los lugares donde Jesucristo Nuestro Señor llevó a cumplimiento su Misterio Pascual de Muerte y Resurrección. 

El Gólgota - Martyrium ligados a la muerte, la Anástasis (Sepulcro) a la Resurrección. El día de la inauguración se vincula al día del hallazgo de la Santa Cruz del Señor y a al aniversario de la dedicación del tempo de Salomón. Con la inauguración de estos edificios nace un nuevo tipo de liturgia. 

La acción litúrgica de Jerusalén se adapta a ellos y se inspira en el misterio que contienen y se renueva en las celebraciones. De ahí, entre otras razones, de la importancia de esta fiesta de su Dedicación comparable a Pascua y a Epifanía. De la lectura del Itinerario de Egeria salta a la vista que las grandes fiestas de Jerusalén no se celebran aisladas en sí mismas, sino que engloban a todas las demás fiestas, es decir, todo el misterio de Cristo. 

La razón estriba en la duración de ocho días de las tres grandes fiestas. Durante la octava se recorren los diversos lugares relacionados con el misterio pascual para celebrar en ellos la eucaristía en cada uno de ellos. Al tiempo de duración de las fiestas ha de vincularse el adorno, luces, vestidos litúrgicos que dan vistosidad y alegría a las celebraciones. Son realmente fiestas y de ellas gozan los fieles de Jerusalén y a ellas son atraídos los fieles de las regiones circunstantes.

Tiene encanto especial el relato que la peregrina Egeria (Itinerario 48-49) hace de esta fiesta en el siglo IV:
"Se llama día de las Encenias al que fue consagrada la iglesia que está en el Gólgota y que llaman Martirio. También la santa iglesia que hay en la Anástasis, es decir en el lugar donde resucitó el Señor después de la Pasión, fue consagrada a Dios en el mismo día. Se celebra, pues, con gran solemnidad las Encenias (dedicación) de estas iglesias, porque en este mismo día se encontró la cruz del Señor. Y es por eso por lo que se instituyó que el día en que se consagraran por primera vez las santas iglesias supradichas, fuera el día en que se encontró la cruz del Señor, para que las fiestas se celebrasen al mismo tiempo y en el mismo día, con toda alegría. Y esto se encuentra en las santas Escrituras que era día de Encenias aquel en que el santo Salomón, después de terminar la casa de Dios que había edificado, se presentó ante el altar de Dios y oró, como está escrito en los libros de los Paralipómenos (Crónicas).

Cuando llegan las fiestas de las Encenias se celebran durante ocho días, pues muchos días antes comienzan a reunirse de todas partes muchedumbres, no solo de monjes y apotactites (ascetas caracterizados por sus ayunos) de diversas provincias, es decir, tanto de Mesopotamia como de Siria, Egipto y Tebaida, donde hay muchos monazontes (monjes), sino también de todos los lugares y provincias; pues no hay ninguno que deje de encaminarse este día a Jerusalén para celebrar tanta alegría y tan solemnes fiestas.

También los seglares, tanto hombres como mujeres de todas las provincias, se reúnen igualmente con ánimo piadoso durante estos días en Jerusalén, para asistir a la sagrada solemnidad. Asimismo en estos días se reúnen en Jerusalén, por lo menos, más de cuarenta o cincuenta obispos, y con ellos acuden muchos de sus clérigos. ¿Y, qué más? Se cree incurrir en gran pecado el que durante estos días no ha participado en una solemnidad tan grande, a no ser que haya tenido un grave impedimento que le haya apartado de su buen propósito. Durante estos días de las Encenias, el ornato de las iglesias es el mismo que en Pascua y Epifanía. El primer día y el segundo se procede en la Iglesia Mayor, que se llama Martirio. Luego, el tercer día, se procede Eleona, es decir, en la iglesia que hay en el monte desde el cual subió el Señor a los cielos después de su pasión, en el interior de cuya iglesia está la gruta en la que el Señor enseñaba a sus Apóstoles en el monte Olivete. El cuarto día…" (interrupción y final del manuscrito de Egeria).

La denominación de la Exaltación de la Cruz deriva probablemente de un rito del cual informa el Leccionario Armenio de Jerusalén (s. V) que se hace el día siguiente a la Dedicación, el día 14 de septiembre. El Leccionario se expresa del modo siguiente: "El 13 de septiembre, Dedicación de los santos lugares de Jerusalén… El segundo día [día 14], se hace asamblea en el Santo Martirio y se realiza el mismo canon. Y el mismo día, se muestra la venerable Cruz a toda la asamblea" (cap. 67-68). 

Fray Enrique Bermejo Cabrera

Fuente: es.custodia.org

ORACIÓN A LA SANTA CRUZ
ORACIÓN A LA SANTA CRUZ
¡Oh Santa Cruz! Madero Hermoso en donde murió mi Señor para darme eterna luz y librarme del contrario, ante ti me humillo y reverente imploro a mi Señor Jesucristo que por los padecimientos que sobre ti recibió en su Santísima Pasión me conceda los bienes espirituales y corporales que me convengan.
Elevada ante el mundo, eres faro luminoso que congregas a tu rededor a la cristiana grey para entonar cantos de Gloria al Cristo Rey, al Dios Hombre que siendo dueño de todo lo creado, permitió ser crucificado sobre Ti para la redención del genero humano.
Sobre ti se operó el asombroso misterio de la redención del mundo, desde entonces libra al cristiano de la culpa original, puede llamarse Hijo de Dios Eterno y aspirar a la gloria celestial.
Bendita seas! por los siglos de los siglos, fuiste entre los paganos signo de valor y afrenta y hoy eres emblema del cristiano y esperanza para ser perdonado por el sublime sacrificio de mi Señor Jesucristo, a quien esperamos servir y honrar por toda la eternidad. Amen
¡Santa Cruz de mi Jesús, que expiró para darnos luz, yo te doy mi reverencia, oh preciosa y Santa Cruz!.
El camino que nos marques en el mundo seguiremos, que a la Cruz siempre abrazados con su signo venceremos.
A tus plantas hoy me encuentro, mi Divino Redentor.
Haz que con su santa paciencia, carguen en el mundo mi Cruz.
Oh Dios Omnipotente que sufriste en la Cruz la muerte, para redimirnos de nuestros pecados, oh Santa Cruz de Jesucristo, sé mi verdadera luz, oh Santa Cruz de Jesucristo, ten piedad de mí, oh Santa Cruz de Jesucristo, sé mi esperanza, oh Santa Cruz de Jesucristo, aleja de mí todo temor a la muerte.
Oh Santa Cruz de Jesucristo, derrama en mi alma el bien, oh Santa Cruz de Jesucristo, aleja de mi todo mal, oh Santa Cruz de Jesucristo, hazme entrar en el camino de la salvación, oh Santa Cruz de Jesucristo, presérvame de todos los accidentes, temporales y corporales para que pueda adorarte siempre, así como a Jesús Nazareno a quién imploro para que tenga piedad de mí.
Haz que el espíritu maligno visible o invisible huya de mi por todos los siglos de los siglos. Amén.
En honor de la preciosa Sangre de Jesucristo y de su penosa muerte, en honor de su Resurrección y de su Encarnación Divina, por medio de la cual puede conducirnos, a la vida eterna: que así como es cierto que Jesucristo nació en Navidad, que fue Crucificado en Viernes Santo, que José y Nicodemus quitaron a Jesucristo de la Cruz y que Jesucristo subió al cielo, que así se digne libertarme de los ataques de mis enemigos, tanto visibles como invisibles desde hoy y por los siglos de los siglos. Amén.
Dios Todopoderoso, entre tus manos entrego mi alma, Jesús, María, José, Ana y Joaquín.
Jesús mío, por la amargura que sufriste por mí en la Santa Cruz, principalmente cuando Tu Alma tan sagrada se separó de Tu Cuerpo, ten piedad de mi alma cuando se separe de este mundo.
¡Oh Jesús! concédeme el valor necesario para soportar mi cruz a imitación Tuya, enséñame a llevar con paciencia todos los sufrimientos, que mi temor a ellos se convierta en virtud.
Que la Omnipotencia del Padre se digne de cubrirme con la sabiduría del Espíritu Santo.
Dígnate recibirme y conducir mi alma a la vida eterna.
Amén.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

El Dulce Nombre de María

Dulce Nombre de María



Fiesta: 12 de Septiembre


Origen de la fiesta: Victoria en la batalla de Viena, 1683>>

Jesús Marí Ballester

Ha sido Lucas en su evangelio quien nos ha dicho el nombre de la doncella que va a ser la Madre e Dios: "Y su nombre era María". El nombre de María, traducido del hebreo Miriam", significa, Doncella, Señora, Princesa.

Estrella del Mar, feliz Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris stella. El nombre de María está relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética con María. También tiene relación con "mirra", que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume.

En el Cantar de los Cantares, el esposo visita a la esposa, que le espera con las manos humedecidas por la mirra. "Yo vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger el bálsamo y la mirra". "He mezclado la mirra con mis aromas. Me levanté para abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, y mis dedos mirra que fluye por la manilla de la cerradura". Los Magos regalan mirra a María como ofrenda de adoración. "Y entrando a la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus cofres, le ofrecieron oro, incienso y mirra". La mirra, como María, es el símbolo de la unión de los hombres con Dios, que se hace en el seno de María. Maria es pues, el centro de unión de Dios con los hombres. Los lingüistas y los biblistas desentrañan las raíces de un nombre tan hermoso como María, que ya llevaba la hermana de Moisés, y muy común en Israel. Y que para los filólogos significa hermosa, señora, princesa, excelsa, calificativos todos bellos y sugerentes.



EL NOMBRE Y LA MISION



En la Historia de la Salvación es Dios quien impone o cambia el nombre a los personajes a quienes destina a una misión importante. A Simón, Jesús le dice: "Tú te llamas Simón. En adelante te llamarás Kefá, Pedro, piedra, roca, porque sobre esta roca edificaré mi Iglesia". María venía al mundo con la misión más alta, ser Madre de Dios, y, sin embargo, no le cambia el nombre. Se llamará, simplemente, MARIA, el nombre que tenía, y cumple todos esos significados, pues como Reina y Señora la llamarán todas las generaciones. María, joven, mujer, virgen, ciudadana de su pueblo, esposa y madre, esclava del Señor. Dulce mujer que recibe a su niño en las condiciones más pobres, pero que con su calor lo envuelve en pañales y lo acuna. María valiente que no teme huir a Egipto para salvar a su hijo. Compañera del camino, firme en interceder ante su hijo cuando ve el apuro de los novios en Caná, mujer fuerte con el corazón traspasado por la espada del dolor de la Cruz de su Hijo y recibiendo en sus brazos su Cuerpo muerto. Sostén de la Iglesia en sus primeros pasos con su maternidad abierta a toda la humanidad. María, humana. María, decidida y generosa. María, fiel y amiga. María fuerte y confiada. María, Inmaculada, Madre, Estrella de la Evangelización.
Fuente: Corazones.org

sábado, 8 de septiembre de 2018

Natividad de la Santìsima Virgen María


La natividad de la Virgen María

María como modelo de Jesús y de todos los hombres.


Por: P. Jesús Martí Ballester | 



Dice una antigua Tradición, que la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a la piscina de Bezatha. La Liturgia Oriental celebra su nacimiento cantando poéticamente que este día es el preludio de la alegría universal, en el que han comenzado a soplar los vientos que anuncian la salvación. Por eso nuestra liturgia nos invita a celebrar con alegría el nacimiento de María, pues de ella nació el sol de justicia, Cristo Nuestro Señor.
Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
En la plenitud de los tiempos, María se convirtió en el vehículo de la eterna fidelidad de Dios. Hoy celebramos el aniversario de su nacimiento como una nueva manifestación de esa fidelidad de Dios con los hombres.

El Evangelio

Nada nos dice el Nuevo Testamento sobre el nacimiento de María. Ni siquiera nos da la fecha o el nombre de sus padres, aunque según la leyenda se llamaban Joaquín y Ana.

Éste nacimiento es superior a la Creación, porque es la condición de la Redención. Y, sin embargo, la Iglesia celebra su nacimiento. Con él celebramos la fidelidad de Dios. “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” Romanos 8,28. Y es motivo de alegría gozosa y permanente de todos y cada uno de los llamados.

No sabemos cómo se cumplirá, pero tampoco sabemos como nace el trigo, y cómo se forja la perla en la ostra. Pero nacen y crecen y se forjan. La inteligencia humana, por aguda que sea, tiene su límite y ya no puede alcanzar más. Cerrar los ojos ante el misterio, sabiéndonos llamados por Dios, y “desbordar de gozo en el Señor” Salmo 12, 6.

Todo lo que sabemos de su nacimiento es legendario y se encuentra en el evangelio apócrifo de Santiago, según el cual Ana, su madre, se casó con un propietario rural llamado Joaquín, galileo de Nazaret. Su nombre significa "el hombre a quien Dios levanta", y, según san Epifanio, "preparación del Señor". Descendía de la familia real de David. Llevaban ya veinte años de matrimonio y el hijo tan ansiado no llegaba.

Los hebreos consideraban la esterilidad como un oprobio y un castigo del cielo. Eran los tales menospreciados y en la calle se les negaba el saludo. En el templo, Joaquín oía murmurar sobre ellos, como indignos de entrar en la casa de Dios. Esta conducta se ve celebrada en Mallorca, en una montaña que se llama Randa, donde existe una iglesia con una capilla dedicada a la Virgen.

En los azulejos que cubren las paredes, antiquísimos, el Sumo Sacerdote riñe con el gesto a San Joaquín, esposo de Santa Ana, quien, sumiso y resignado, parece decir: No puede ser, no he podido tener hijos. Sabemos que su esterilidad dará paso a María. Joaquín, muy dolorido, se retira al desierto, para obtener con penitencias y oraciones la ansiada paternidad.

Ana intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de un hijo. Recordó a la otra Ana de las Escrituras, de que habla el libro de los Reyes: habiendo orado tanto al Señor, fue escuchada, y así llegó su hijo Samuel, quien más tarde sería un gran profeta. Y así también Joaquín y Ana vieron premiada su constante oración con el nacimiento de una hija singular, María, concebida sin pecado original, y predestinada a ser la madre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.
De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale su luz clara y digna
de ser pura eternamente:
el alba más clara y bella
no le puede ser igual,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
EL NACIMIENTO

Nace María. Nace una niña santa. Nada se nota en ella hasta que crece y comienza a hablar, a expresar sus sentimientos, a manifestar su vida interior. A través de sus palabras se conoce el espíritu que la anima.

Se dan cuenta sus padres: esta niña es una criatura excepcional. Se dan cuenta sus compañeras: que se sienten atraídas por el candor de la niña y, a la vez, sienten ante ella recelo, respeto reverencial. Sus padres no saben si alegrarse o entristecerse. Para conocer lo sobrenatural hace falta tiempo y distancia. No ha habido nunca ningún genio contemporáneo; al contrario, siempre es considerado como un loco, un ambicioso o un soberbio.

Los niños hacen lo que ven hacer a los mayores. La niña santa no imita los defectos de los mayores y obra según sus convicciones. Cuando nació Juan Bautista, la gente se preguntaba "¿qué va a ser este niño?" (Lc 1,79). De María se preguntarían lo mismo. Ella comprende que, aunque quisiera hablar de lo mucho que lleva dentro, debe callar. Y tiene que vivir en completa soledad, de la que es un reflejo, el aislamiento del niño que crece entre gente mayor.

María, llena de gracia, vivía como perfectísima hija de Dios, entre hombres que habían perdido la filiación divina, habían pecado, y sentían la tentación y sus inclinaciones al pecado. El hombre conoce la diferencia que hay entre lo bueno y lo malo, y cuando obra el mal, percibe la voz de la conciencia.

Antes de pecar, la percibe y la desatiende, durante el pecado, la acalla con el gozo del pecado, después de pecar, la oye y quisiera no oírla. Este es el conocimiento del mal, que no procede de Dios, sino de haberse separado de Él. María no conoce el mal por experiencia, sino por infusión de Dios. No había pecado nunca. Por eso no entendía a la gente y se sentía sola.

Experimentaba que sólo ella era así. Si hubiera vivido en un desierto, no hubiera padecido tanto, pero en Nazaret, aldea pequeña, con fama de pendenciera y poca caritativa, es tenida por orgullosa, la que era la más humilde. Como los niños viven su mundo aparte de los mayores, así tiene que vivir María entre su gente.

Mujer comprometida

Y una mujer así, ¿nos puede comprender?, ¿puede ser nuestra madre? Sí porque María es una mujer comprometida con todo el género humano. María fue la pobre de Yahvé. Los pobres de Dios nunca preguntan, nunca protestan. Se abandonan en silencio y depositan su confianza en las manos del Señor y Padre.

Con el Concilio hemos recuperado la Biblia, libro prohibido en mis años de juventud. También la Liturgia en castellano. También la Iglesia, no como una pirámide, sino como pueblo de Dios. De la misma manera hemos de recuperar a María, como Hermana en la fe, Madre en la fe. María peregrinó en la fe como todos los cristianos. Se abandonó a Dios. Pudo ser lapidada, al quedarse encinta, pudo ser repudiada... Es la pobre de Yahvé.

Querríamos saber más cosas de María 

El evangelio nos dice muy poco de Ella. Pero, si bien lo miramos, implícitamente nos dice mucho, todo. Porque Jesús predicó el Evangelio que, desde que abrió los ojos, vio cumplido por su Madre. Los hijos se parecen a sus padres. Jesús sólo a su Madre. Era su puro retrato, no sólo en lo físico, en lo biológico, sino también en lo psíquico y en lo espiritual.

Cada hombre, según las leyes mendelianas de los cromosomas y los genes, hereda de su padre y de su madre. Decía un sacerdote que su padre decía: "mi hijo es treballaor com yo y listo com sa mare".

Cuando Jesús pronuncia el sermón de las Bienaventuranzas, está pintando a su Madre: Pobres de espíritu, Mansos, Pacientes, Humildes, Misericordiosos, Trabajadores de la Paz. Nos ha dado su Retrato.

Sus actitudes vitales son idénticas las de la Madre y el Hijo: en el momento decisivo de su vida María le dice al Ángel: "Hágase en mi"... En el momento de comenzar su Hora, Jesús dice lo mismo "Hágase". Cuando nos enseña su carné de identidad, María nos dice que es "la esclava del Señor".

Cuando Jesús nos presenta el suyo, nos dice que es "manso y humilde de corazón". Jesús predicó las bienaventuranzas porque las había vivido. Y las vivió porque las había visto vivir a su Madre. Por eso la quiso y la hizo Inmaculada, porque tenía que ser su madre y su educadora en la fe.

Las imágenes

En algunas imágenes aparece Santa Ana sentada como una auténtica abuela. Tiene en sus rodillas a María, quien con una apariencia muy maternal, tiene en las suyas al niño Jesús. Tres generaciones, sentada cada una en las rodillas de la otra. Gracias, Dios nuestro, por esta dimensión tan humana de la fe católica.

Esforcémonos por vivir como María, niña, adolescente, novia limpia, madre cariñosa y solícita, trabajadora, paciente en la pobreza, en las persecuciones y humillaciones, en las adversidades. Educadora con la palabra y la vida de su hijo, de sus hijos, que somos todos.

Así seremos motivo de consuelo y de gozo para “quien nos predestinó, nos llamó, nos predestinó, justificó, glorificó” Romanos 8,24.

Jesús Martí Ballester

jmarti@ciberia.es
Fuente: es.catholic.net

lunes, 3 de septiembre de 2018

Mensaje de la Santìsima Virgen en Medjugorje del 25 de agosto de 2018



25 de agosto de 2018

"Queridos hijos, este es un tiempo de gracia. Hijitos, oren más y hablen menos, y dejen que Dios los guíe por el camino de la conversión. Yo estoy con ustedes y los amo con mi amor maternal. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!"


Reflexión del P. Francisco Verar



viernes, 31 de agosto de 2018

Hoy es fiesta de San Ramón Nonato, patrón de las embarazadas y parturientas


Se dice que San Ramón nació en una familia noble de España por el 1200. Se le dio el sobrenombre de “non natus” (no nacido) porque su madre murió en el parto, antes que él viera la luz. Por este hecho es tradicionalmente considerado patrón de las embarazadas, parturientas (las que van a dar a luz), parteras y recién nacidos. 
Ingresó a la orden de los Mercedarios, comunidad que acababa de fundar San Pedro Nolasco con la misión de rescatar a los cristianos que los musulmanes tomaban como prisioneros. Después de dos o tres años de sus votos perpetuos sucedió al fundador en el servicio de “rescatador de cautivos”.
Fue enviado al norte de África con una gran suma de dinero y rescató a muchos esclavos. Cuando se le acabaron los recursos económicos, San Ramón Nonato se ofreció como rehén por la libertad de algunos prisioneros que se encontraban en una difícil situación  y a punto de perder la fe.
Este sacrificio del Santo exasperó a los infieles y lo trataron con suma crueldad, pero no lo mataron porque el magistrado principal buscaba ganar mucho dinero con su rescate. San Ramón aprovechó el “trato humano” que le brindaban para poder salir a la calle, confortar a los cristianos y convertir musulmanes.
El gobernador al enterarse, lo condenó a morir empalado, pero por los intereses económicos, solo fue flagelado. Esto no desalentó al Santo, quien continuó ayudando y evangelizando. Como castigo se le azotó en las esquinas de la ciudad, le perforaron los labios con hierro candente y le pusieron un candado en la boca, cuya llave tenía sólo el gobernador.
Durante unos ocho meses San Ramón vivió en esta penosa situación hasta que San Pedro Nolasco pudo enviar a algunos miembros de la orden a rescatarlo.
San Ramón regresó a España por obediencia y más adelante fue nombrado cardenal por el Papa Gregorio IX. El Santo permaneció sencillo y no cambió ni sus vestidos, ni su pobre “celda” del convento de Barcelona.
Más adelante el Papa le pidió que fuera a Roma y emprendió el viaje como un religioso humilde. Al llegar a Cardona, a unos diez kilómetros de Barcelona, le sorprendió una violenta fiebre y partió a la Casa del Padre el 31 de agosto de 1240.
Fuente: ACIprensa

Nuestra Señora de las Lágrimas

Hoy se celebra a la Virgen de las Lágrimas, 
que llora e intercede por el mundo


Hoy se celebra a la Virgen de las Lágrimas, una advocación que surgió en Siracusa (Italia), donde una imagen del Corazón Inmaculado de María derramó lágrimas de “dolor” y “esperanza” por el mundo, como resaltó San Juan Pablo II.

El hecho se produjo en 1953, en la casa del humilde matrimonio de Angelo Lannuso y su esposa Antonina Lucia Giusti, quienes tenían la figura mariana, de yeso con relieve, que colgaba encima del lecho matrimonial y que derramó lágrimas por cuatro días, entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre.

La imagen era un regalo de bodas y, cuando lloró, la primera en verla fue Antonina que estaba embarazada de su primer hijo.

Según señala Famiglia Cristiana, las autoridades eclesiásticas fueron muy prudentes con lo ocurrido. El párroco Giuseppe Bruno llegó hasta la casa del matrimonio acompañado de varios expertos, entre los cuales estaba el doctor Michele Cassola, abiertamente ateo.

En el lugar, los expertos que serían luego parte de la comisión investigadora, también fueron testigos de las lágrimas de la Virgen. Luego de esto la imagen no derramó más lágrimas.

El líquido recogido fue sometido a diversos análisis que fueron comparados con lágrimas de un adulto y un niño de dos años y siete meses.

Cassola, que dirigía la comisión, no tenía explicación científica para lo que revelaron los estudios: el líquido derramado por la imagen mariana era efectivamente el que corresponde a las lágrimas humanas. El informe se dio a conocer el 9 de septiembre de 1953.

Tres meses después, el 12 de diciembre de 1953 día en que la Iglesia celebra a la Virgen de Guadalupe, los obispos de la región de Sicilia unánimemente declararon que efectivamente la imagen de la Madre de Dios había llorado.

El 17 de octubre de 1954, el Papa Pío XII se refirió a este hecho prodigioso y, en un radiomensaje al congreso mariano regional de Sicilia dijo: “¿Comprenderán los hombres el arcano lenguaje de estas lágrimas? ¡Oh las lágrimas de María? En el Gólgota eran lágrimas de dolor por Jesús y de tristeza por el pecado del mundo. ¿Todavía llora por las nuevas llagas en  el Cuerpo místico de Jesús?”.

“¿O llora por tantos hijos en quienes el error y la culpa han extinguido la vida de gracia y ofenden gravemente la majestad divina? ¿O son lágrimas de espera por el regreso ya tarde de otros hijos, que un día fueron fieles y que ahora son arrastrados por falsos espejismos entre las huestes de los enemigos de Dios?”

La gran cantidad de fieles que iba a venerar la milagrosa imagen hizo que se edificara un santuario en 1968, que luego fue renovado en 1994. La consagración la realizó ese año San Juan Pablo II el día 6 de noviembre.

En el marco de su visita pastoral a Catania y Siracusa, el Papa peregrino dijo que las lágrimas de la Virgen “testimonian la presencia de la Madre Iglesia en el mundo”.

“Son lágrimas de dolor por cuantos rechazan el amor de Dios, por las familias separadas o que tienen dificultades, por la juventud amenazada por la civilización de consumo y a menudo desorientada, por la violencia que provoca aún tanto derramamiento de sangre, y por las incomprensiones y los odios que abren abismos profundos entre los hombres y los pueblos”, añadió.

El 5 de mayo de 2016, el Papa Francisco presidió la vigilia de oración “para secar las lágrimas” en el marco del Jubileo de la Misericordia, ocasión para la cual fue llevado el relicario de la Virgen de las lágrimas hasta el Vaticano.

En esa oportunidad, el Santo Padre resaltó que “al lado de cada cruz siempre está la Madre de Jesús. Con su manto, ella enjuga nuestras lágrimas. Con su mano nos ayuda a levantarnos y nos acompaña en el camino de la esperanza”.

Dos años después, el 25 de mayo de 2018, Francisco presidió nuevamente una liturgia en presencia del relicario con las lágrimas de la Virgen.

En la capilla de la Casa Santa Marta donde reside, el Santo Padre afirmó: “Han traído desde Siracusa la reliquia de las lágrimas de la Virgen. Hoy están ahí, y rezamos a la Virgen para que nos dé a nosotros y también a la humanidad, porque tenemos necesidad, el don de las lágrimas, que nosotros podamos llorar por nuestros pecados y por tantas calamidades que hacen sufrir al pueblo de Dios y a los hijos de Dios”.

Este año y en el marco del 65 aniversario del prodigio de las lágrimas, el Santuario de Siracusa ha elegido como tema de reflexión para los fieles “Por el llanto de la Madre todavía hay esperanza para los hijos”, tomadas de unas palabra del Papa Francisco pronunciadas el 4 de enero de 2017.

Este viernes 31 de agosto, la Misa solemne por el aniversario será presidida por el Arzobispo de Siracusa, Mons. Salvatore Pappalardo.

El Santuario Mariano de Siracusa recibe aproximadamente a un millón de personas que peregrina hasta ese lugar cada año.

Fuente: ACIprensa

miércoles, 22 de agosto de 2018

Santa Marìa, Reina del Universo

María,  Reina del Universo

La coronación de la Virgen tiene el significado de proclamar la realeza de Nuestra Señora.

En el acto de coronarla proclamamos:

1. Que la Virgen María es Reina del Universo no sólo en sentido metafórico, sino también en sentido estricto, literal y propio.

El fundamento principal de la realeza de María es su divina maternidad, que la eleva al orden hipostático y la une indisolublemente con su divino Hijo Rey universal.

2. Que María es también Reina del Universo también por derecho de conquista, como Corredentora de la humanidad.

3. Que la potestad regia de María, aunque muy propia y verdadera, no es total y absoluta como la de su Hijo, sino limitada y relativa, o sea recibida y participada de la de Jesucristo.

4. Que en sentido analógico y en plena dependencia y subordinación a la realeza de Jesucristo, corresponde también a María la triple potestad legislativa, judicial y en el reino de Cristo.

5. Que a semejanza y en perfecta dependencia de Jesucristo el reino de María no es un reino temporal y terreno, sino más bien un reino eterno y universal: reino de verdad y de vida, de santidad, de gracia, de justicia, de amor y de paz.

6. Que María empezó a ser reina en el momento mismo en que concibió por obra del Espíritu Santo a Jesucristo Rey; reafirmó su realeza por derecho de conquista con su compasión al pie de la cruz de Jesús; la ejerció sobre la Iglesia primitiva sobre los apóstoles y primeros discípulos del Señor, y sigue y seguirá ejerciéndola eternamente en el cielo sobre todos los seres creados.


Coronándola reina de una nación en particular, los fieles de ese pueblo proclaman el reinado de María en particular sobre los corazones de los hijos de esa tierra y su sumisión filial.


Catequesis de S.S. Juan Pablo II Audiencia General de los Miércoles, 23 de julio de 1997

1. La devoción popular invoca a María como Reina. El Concilio, después de recordar la asunción de la Virgen «en cuerpo y alma a la gloria del cielo», explica que fue «elevada (...) por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte» (Lumen gentium, 59).

En efecto, a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el concilio de Éfeso la proclama «Madre de Dios», se empieza a atribuir a María el título de Reina. El pueblo cristiano, con este reconocimiento ulterior de su excelsa dignidad, quiere ponerla por encima de todas las criaturas, exaltando su función y su importancia en la vida de cada persona y de todo el mundo.

Pero ya en un fragmento de una homilía, atribuido a Orígenes, aparece este comentario a las palabras pronunciadas por Isabel en la Visitación: «Soy yo quien debería haber ido a ti, puesto que eres bendita por encima de todas las mujeres tú, la madre de mi Señor, tú mi Señora» (Fragmenta: PG 13, 1.902 D). En este texto se pasa espontáneamente de la expresión «la madre de mi Señor» al apelativo «mi Señora», anticipando lo que declarará más tarde san Juan Damasceno, que atribuye a María el título de «Soberana»: «Cuando se convirtió en madre del Creador, llegó a ser verdaderamente la soberana de todas las criaturas» (De fide orthodoxa, 4, 14: PG 94 1.157).

2. Mi venerado predecesor Pío XII en la encíclica Ad coeli Reginam, a la que se refiere el texto de la constitución Lumen gentium, indica como fundamento de la realeza de María, además de su maternidad, su cooperación en la obra de la redención. La encíclica recuerda el texto litúrgico: «Santa María, Reina del cielo y Soberana del mundo, sufría junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (MS 46 [1954] 634). Establece, además, una analogía entre María y Cristo, que nos ayuda a comprender el significado de la realeza de la Virgen. Cristo es rey no sólo porque es Hijo de Dios, sino también porque es Redentor. María es reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque, asociada como nueva Eva al nuevo Adán, cooperó en la obra de la redención del género humano (MS 46 [1954] 635).

En el evangelio según san Marcos leemos que el día de la Ascensión el Señor Jesús «fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16, 19). En el lenguaje bíblico, «sentarse a la diestra de Dios» significa compartir su poder soberano. Sentándose «a la diestra del Padre», él instaura su reino, el reino de Dios. Elevada al cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo.

Observando la analogía entre la Ascensión de Cristo y la Asunción de María, podemos concluir que, subordinada a Cristo, María es la reina que posee y ejerce sobre el universo una soberanía que le fue otorgada por su Hijo mismo.

3. El título de Reina no sustituye, ciertamente, el de Madre: su realeza es un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le fue conferido para cumplir dicha misión.

Citando la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, el Sumo Pontífice Pío XII pone de relieve esta dimensión materna de la realeza de la Virgen: «Teniendo hacia nosotros un afecto materno e interesándose por nuestra salvación ella extiende a todo el género humano su solicitud. Establecida por el Señor como Reina del cielo y de la tierra, elevada por encima de todos los coros de los ángeles y de toda la jerarquía celestial de los santos, sentada a la diestra de su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, obtiene con gran certeza lo que pide con sus súplicas maternal; lo que busca, lo encuentra, y no le puede faltar» (MS 46 [1954] 636-637).

4. Así pues, los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto no sólo no disminuye, sino que, por el contrario, exalta su abandono filial en aquella que es madre en el orden de la gracia.

Más aún, la solicitud de María Reina por los hombres puede ser plenamente eficaz precisamente en virtud del estado glorioso posterior a la Asunción. Esto lo destaca muy bien san Germán de Constantinopla, que piensa que ese estado asegura la íntima relación de María con su Hijo, y hace posible su intercesión en nuestro favor. Dirigiéndose a María, añade: Cristo quiso «tener, por decirlo así, la cercanía de tus labios y de tu corazón; de este modo, cumple todos los deseos que le expresas, cuando sufres por tus hijos, y él hace, con su poder divino, todo lo que le pides» (Hom 1: PG 98, 348).

5. Se puede concluir que la Asunción no sólo favorece la plena comunión de María con Cristo, sino también con cada uno de nosotros: está junto a nosotros, porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro itinerario terreno diario. También leemos en san Germán: «Tú moras espiritualmente con nosotros, y la grandeza de tu desvelo por nosotros manifiesta tu comunión de vida con nosotros» (Hom 1: PG 98, 344).

Por tanto, en vez de crear distancia entre nosotros y ella, el estado glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida.

Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la salvación para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue concedida. Es una Reina que da todo lo que posee compartiendo, sobre todo, la vida y el amor de Cristo.




miércoles, 15 de agosto de 2018

La Asunción de María


Asunción de María

Que asunta hoy al cielo, sea siempre nuestra Madre, 

guía y compañera de camino hasta la eternidad.

Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer 


En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! Y dijo María: Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia- como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Reflexión

Celebramos hoy una de las fiestas más grandes de la Sma. Virgen: la festividad de su Asunción a los cielos.

Todos conocemos el contenido del misterio del día de hoy: María fue llevada al cielo con su cuerpo y con su alma. Ella es el único ser humano - a excepción de su Hijo Jesús - que está en el cielo con su cuerpo. Esa es la verdad de fe que el Papa Pio XII ha dogmatizado en el año 1950.

Pero, ¿por qué este privilegio? Sabemos que María ha tenido en su cuerpo inmaculado a Cristo, el Hijo de Dios, y le ha dado un cuerpo humano. Y el Hombre-Dios está con su cuerpo glorioso en el cielo. Conviene, por eso, que también su Madre participe en esta incorruptibilidad y glorificación del cuerpo. Y así está también Ella con su cuerpo transfigurado en el cielo.

La Asunción es así como la coronación de su vida y nos da una visión más clara de Ella. Es compañera y ayudante de Cristo durante toda su vida: desde la encarnación hasta la cruz, y ahora también lo es en el cielo. Y así participa en el Reino de Cristo y de la Sma. Trinidad.

Por eso es la más poderosa abogada del cielo. Y como está con su cuerpo, está también con su corazón humano, con su corazón maternal. Y porque no solo es la Madre de Cristo, sino también nuestra Madre, entendemos cómo y por qué actúa siempre desde el cielo por nosotros, sus hijos. Y entendemos también por qué nos acoge y nos arraiga en su corazón de Madre.


Y ahora nos preguntamos: ¿qué quiere decirnos Dios por medio de este dogma de la Asunción? La Virgen glorificada en el cielo es un signo de esperanza y de promesa para todos nosotros. En Ella podemos ver prefigurado nuestro propio destino.

La idea de la muerte hace temblar a muchos hombres, incluso a muchos cristianos. Es natural cierto temor ante lo desconocido, como también el dolor por la separación de una persona querida.

Pero para muchos no se trata sólo de esto: En el fondo no creen que también nuestros cuerpos resucitarán como el de Cristo. Piensan que después de la muerte llevaremos una especie de vida a medias, como hombres incompletos, como ánimas.

María, en el misterio de su Asunción en cuerpo y alma, nos recuerda que la plenitud del hombre se alcanzara precisamente más allá de la muerte.
Recién allá Cristo colmará nuestra alma y nuestro cuerpo de su vida nueva. Recién allá se alcanzará nuestra liberación definitiva, que incluye también la liberación de la muerte. Por eso, sólo Cristo es nuestro verdadero liberador, que nos resucitará a todos.

La Sma. Virgen fue la primera. Ella mereció seguirle a Cristo antes que nadie en su Resurrección, porque como nadie le siguió aquí en la tierra. Por eso, desde el cielo, María nos recuerda también la importancia de esta vida terrenal. Es en nuestra lucha diaria, en medio de este mundo, donde se va conquistando poco a poco nuestra propia Resurrección. Así habrá una continuidad total entre nuestra vida en la tierra y nuestra vida en el cielo.

Por lo demás, podemos preguntarnos también: ¿por qué Dios quiso proclamar este dogma de la Asunción recién en el siglo XX? Porque consta, que esta fe en su glorificación corporal es de lo más antiguo en la Iglesia.

Me parece que Dios quiso manifestar, en la imagen de la Asunta, la dignidad del cuerpo humano y, muy especialmente, la dignidad del cuerpo de la muerte. Cada mujer nació para ser un reflejo de María, para irradiar esa nobleza y realeza de Ella. Cuando encontramos niñas y mujeres así, nos emocionan, porque son como un recuerdo de María.

Sin embargo, nuestro mundo de hoy se esfuerza por destruir esta imagen noble de la mujer. Trata de reducirla a la simple categoría de instrumento de placer. Basta mirar los quioscos de revistas o la propaganda de las películas, para ver la imagen de mujer que se le vende hoy a las personas.

No podremos construir un país más cristiano, si no forjamos también un tipo nuevo y digno de mujer, según la imagen de María. El idealismo, la moral y la fecundidad de un pueblo se mantiene o desmorona con sus mujeres.

Queridos hermanos, hoy en esta fiesta queremos pedirle a la Asunta que Ella siempre nos recuerde la dignidad y nobleza a que toda mujer está llamada.

Con Ella, la mujer revestida del Sol y coronada de estrellas, queremos estar, un día todos juntos en el cielo. Pidámosle, por eso, también que Ella vele maternalmente por cada uno de nosotros y nos conduzca a la Casa del Padre.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt