domingo, 5 de abril de 2020

La entrada de Jesús en Jerusalen

LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN


(Icono de Theofhanes de Creta. 1546. Monasterio Stavronikita del Monte Athos. Grecia.)



Texto bíblico: Mateo 21, 1-17


INTRODUCCIÓN

"Enterrados junto a Ti, oh Cristo Dios nuestro, mediante el bautismo, a través de Tu resurrección no hemos hecho dignos de la vida inmortal. Por ello ensalzando Te cantamos: Hosanna en lo más alto de los cielos, bendito Aquél que viene en el nombre del Señor". (Apolytikion y kontakion de la festividad).


La Fiesta

La primera noticia de la celebración de la Entrada de Jesús en Jerusalén nos llega por el Diario de Viaje de la peregrina Egeria, que se remonta a los años 381-384.



"...Cuando empieza la hora undécima se lee el texto evangélico en el los niños con ramos y con palmas van al encuentro del Señor, diciendo: Bendito Aquél que viene en el nombre del Señor...."

Desde el siglo II, la entrada triunfal de Cristo en la Ciudad Santa ha sido considerada una de las grandes afirmaciones del mesianismo.

Se lee, en efecto, en la obra de Justino, Dialogo con Trifón: "La entrada de Jesús en Jerusalén no ha realizado en sí el poder que lo ha hecho cristo, pero ha indicado a los hombres que él era Cristo." Con el tiempo, la conmemoración jerosolimitana creció en importancia y en solemnidad de forma que en el siglo VI era de uso en casi todas las Iglesias orientales, mientras que en Occidente se menciona un siglo más tarde, en las obras de Isidoro de Sevilla (+ 636).


La iconografía

Las primeras representaciones iconográficas de la fiesta, se remontan a mediados del siglo IV, y son esenciales: Cristo a lomos de un asno, a su paso se extienden los mantos y se agitan las ramas en señal de alegría.



Dichas representaciones nos muestran a Cristo sentado "de lado" y no a horcajadas. El motivo debemos buscarlo len la transformación de la representación de "naturalista" a "simbólica", por lo que la cabalgadura se convierte en un "trono" del Cristo-Rey.

En el manual de iconografía de Dionisio de Furná, de alrededor de 1700, ejemplifica la escena tal y como se representa en la ilustración. La estabilidad del esquema iconográfico se debe sobre todo al hecho de que el elemento inspirador ha sido exclusivamente el relato de los Evangelistas.

El Pollino




Los enviados fueron y hallaron el pollino como les dijo. Mientras lo desataban, sus dueños les dijeron: "¿ Por qué desatáis el pollino?" Ellos respondieron: "El Señor lo necesita".

"Cristo -comenta Crisóstomo- en esta ocasión realiza dos profecías: una mediante sus actos y la otra con sus palabra. realiza la primer montando una burra, y la segunda realizando las palabras del profeta Zacarías que había predicho que el rey habría montado en un asno. Y realizando la antigua profecía da comienzo a una nueva era prefigurando con sus actos lo que habría ocurrido después. Es decir, Cristo aquí preanuncia la llamada a los gentiles, que hasta ahora han vivido como animales impuros; junto a ellos Él descansará y estos vendrán a Él y le seguirán. Así la realización de una profecía marca el inicio de otra." "Tú, asido al pollino - se canta en uno de los himnos de la fiesta-, prefiguras la conversión de las gentes indomables de la incredulidad a la fe."

El asno representa el elemento instintivo del hombre, una vida desarrollada toda ella en el plano terrestre y sensual. Simbólicamente por tanto el espíritu debe "montar sobre la materia, como Cristo hace sobre el asno. La teología "monta", está por encima de cualquier conocimiento humano y sensible.

Crisóstomo dice que "aquí el pollino representa a la Iglesia y al pueblo nuevo que hasta entonces era impuro y se hace puro cuando Jesús se sienta sobre él. Notad aquí como se mantiene la relación entre la imagen y la realidad. Los Apóstoles desatan a los animales: pues son los Apóstoles lo que han llamado a los judíos como a nosotros a la fe, y por ellos hemos sido conducidos a Cristo."

Las montañas




"Quien confía en el Señor -dice el salmista- es como el monte Sión: no vacila, está asentado para siempre. Los montes ciñen Jerusalén y así circunda el Señor a su pueblo ahora y por siempre."


La montaña que se yergue generalmente a la izquierda es el Monte de los Olivos, del que Jesús bajó para entrar en Jerusalén; no obstante, sus significados simbólicos son numerosos. Cuando en la cumbre presenta dos cimas, se quiere evocar el motivo de la doble naturaleza de Cristo: la divina y la humana. En cualquier caso es la montaña mesiánica, la Sión santa, "madre de todos los pueblos", morada divina. que el Salmista había celebrado, como residencia del rey de Israel y lugar del templo, en el corazón de la antigua Jerusalén, y de la que el profeta Isaías había dicho: "El monte de la casa del Señor será establecido como cabeza de los montes, y será ensalzado sobre los collados. (...) Él alzará su mano sobre el monte de la hija de Sión."

La montaña, en los iconos está frente a Jerusalén, se yergue y se despliega en toda su mole, ocupando un espacio visual mayor que la ciudad; por sus laderas se ve bajar al Señor y sus discípulos hacia Jerusalén, la ciudad encerrada en sus murallas.


Los discípulos




En algunas representaciones Cristo mira a los Apóstoles, el pueblo nuevo, y ellos realizan un gesto de bendición típicamente sacerdotal: "pues son los Apóstoles los que han llamado a los judíos como a nosotros a la fe, y por ellos hemos sido conducidos a Cristo."


Por un momento, antes del escándalo de la Pasión, son protagonistas y partícipes del triunfo del Maestro. Han ejecutado sus ordenes, han puesto sus mantos sobre el asno, lo han aclamado con sus cantos, antes de la futura dispersión, y gozan por la revelación mesiánica de su Maestro, pregustando un triunfo que no será definitivo ni a su medida.

En el flanco de la montaña se abre un antro del que parecen salir los Apóstoles que siguen a Cristo. Representa la cueva del Monte de los Olivos "en la que enseñaba el Señor", como se puede leer en el Diario de Egeria. La gruta es una vorágine negra, que representa a las tinieblas. Y los discípulos encarnan al pueblo que caminaba en tinieblas y que vio una gran luz, "sobre los que habitan en la tierra de sombras de muerte."

Ellos son el pueblo nuevo, "el cortejo del Cristo-Rey, sacerdote y víctima, que aparece entre los fieles".

"Antes era la noche -escribe el teólogo Nicolás Cabasilas (1320-1390)- cuando la impotencia era absoluta y ninguno sabía donde caminar, reinando aún la noche sobre la tierra: quien camina en las tinieblas no sabe a donde va."

"Multiplicaste la alegría, has hecho grande el júbilo -profetizó Isaías-. gozan ante ti, como gozan los que recogen mies, como se alegran los que se reparten la presa (...) porque (...) tiene sobre los hombros la soberanía y se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la Paz."

Y mientras Jesús se acercaba a la bajada del Monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, exultante, comenzó a loar a Dios en voz alta, se lee en el Evangelio de Lucas.


La Palmera




En el centro de las representaciones, se hallan Cristo, y sobre el fondo, la palmera de la que los niños sacan ramas para festejar al Hijo de David. En Jerusalén, aún a mediados del siglo IV, una tradición local indicaba la palmera de la cual habían sido cortadas la ramas para aclamar a Cristo. La presencia de la palmera, sin embargo, no es tanto el recuerdo de un hecho histórico sino un elemento simbólico. "Y brotará un retoño del tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre el que se posará el espíritu del Señor. (...) En aquel día el renuevo de la raíz de Jesé se alzará como estandarte para los pueblos...." 


La palmera es una imagen mesiánica: llena el vacío entre el monte de Dios -la Divinidad- y la ciudad -la humanidad.

Cristo




Solo el Cristo lleva nimbo. Pues Él es el único Santo: "Yo soy Aquél que soy", como se lee en los brazos de su nimbo crucífero. Su túnica es púrpura regia y su manto azul dorado, porque la púrpura de su carne -su humildad- ha sido envuelta por su divinidad.


Tiene entre las manos el rollo de nuestras deudas "el documento escrito de nuestra deuda, cuyas condiciones nos eran desfavorables".


Cristo está sentado de forma innatural sobre el pollino. Está sentado en el trono del Rey pacífico y manso; y su mirada triste, vuelta al pueblo que le acoge, parece reproducir las palabras de Romano el Meloda: "Me estoy acercando a tu entrada: Te rechazaré, te renegaré, no porque te odie, sino porque advierto tu odio hacia mi y hacia los míos".



Jesús se acerca como Esposo. la liturgia oriental hace resonar el tropario: "Que viene el esposo, salid a recibirlo" Una exhortación a la vigilancia y una palabra reveladora de la situación de Jesús que va a dar la vida por su Esposa, la iglesia.


Los niños




Su pequeñez contrasta en el icono con las medidas de los otros personajes; son los pequeños del Reino que Jesús defiende en sus aclamaciones. Es el triunfo de la inocencia, la elocuencia de los niños, la manifestación de los que acogen el Reino con su sencillez. 

El Domingo de Ramos es la fiesta de los niños y la iconografía dedica a ellos gran atención. Ellos no se preguntan: "¿Quien es éste?"; son, en cambio, lo que con sus gritos: "Hosanna al Hijo de David" suscitaron la indignación de escribas y fariseos.


El episodio de los niños que van al encuentro del Señor con los ramos no está reflejado en los Evangelios, por lo que se trata de una tradición local. 

Los niños entonces realizan la profecía del rey David: "Por la boca de los niños y de los que maman has dado argumento contra tus adversarios para reducir al silencio al enemigo y al rebelde."


El Pueblo




Frente a Jesús está el grupo de los habitantes de Jerusalén. No todos son enemigos. pero su actitud hierática y su rostro adusto parecen identificarse con la recriminación que algunos le hacen, pidiendo que haga callar a los niños. Jesús es signo de contradicción. El ingreso que ha organizado en la ciudad Santa, en un tiempo en que se junta mucha gente por la Pascua, su tolerancia ante las aclamaciones mesiánicas, es una autentica provocación.


El grupo, a la entrada de la ciudad santa, parece representar esa actitud de hostilidad, de rechazo y finalmente de condena con que Jesús será sacado de esa ciudad en la que entra solemnemente, cargado con la cruz de la ignominia y de la muerte.

Volvamos la vista al icono, contemplemos al Señor sentado en el asno, y recordemos que es el Rey, el Siervo, el Esposo, el Mesías. El icono proyecta en el futuro la imagen del crucificado y del Resucitado.

Fuente: mercaba.org




jueves, 2 de abril de 2020

San Juan Pablo II


Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.
Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.


Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años.
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.
Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.
Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.
Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.
Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.


Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 1 de mayo de 2011.
El Santo Padre Francisco lo canonizó, junto a Juan XXIII, el 27 de abril del 2014.


Oración  a San Juan Pablo II 

¡Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo dónanos tu bendición!

Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús.

Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra.

Bendice las familias, ¡bendice cada familia!

Tú advertiste el asalto de satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia.

Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz.

Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios. Amén.


Fuente: Aciprensa




miércoles, 25 de marzo de 2020

Solemnidad de la Anunciación

 María en la Anunciación del Señor
Catequesis de Juan Pablo II


 

Relato de la Anunciación
Evangelio según San Lucas (Lc 1,26-38)


Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue.

 La fe de la Virgen María
Catequesis de Juan Pablo II (3-VII-96)

1. En la narración evangélica de la Visitación, Isabel, «llena de Espíritu Santo», acogiendo a María en su casa, exclama: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45). Esta bienaventuranza, la primera que refiere el evangelio de san Lucas, presenta a María como la mujer que con su fe precede a la Iglesia en la realización del espíritu de las bienaventuranzas.

El elogio que Isabel hace de la fe de María se refuerza comparándolo con el anuncio del ángel a Zacarías. Una lectura superficial de las dos anunciaciones podría considerar semejantes las respuestas de Zacarías y de María al mensajero divino: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad», dice Zacarías; y María: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» (Lc 1,18.34). Pero la profunda diferencia entre las disposiciones íntimas de los protagonistas de los dos relatos se manifiesta en las palabras del ángel, que reprocha a Zacarías su incredulidad, mientras que da inmediatamente una respuesta a la pregunta de María. A diferencia del esposo de Isabel, María se adhiere plenamente al proyecto divino, sin subordinar su consentimiento a la concesión de un signo visible.

Al ángel que le propone ser madre, María le hace presente su propósito de virginidad. Ella, creyendo en la posibilidad del cumplimiento del anuncio, interpela al mensajero divino sólo sobre la modalidad de su realización, para corresponder mejor a la voluntad de Dios, a la que quiere adherirse y entregarse con total disponibilidad. «Buscó el modo; no dudó de la omnipotencia de Dios», comenta san Agustín (Sermo 291).

2. También el contexto en el que se realizan las dos anunciaciones contribuye a exaltar la excelencia de la fe de María. En la narración de san Lucas captamos la situación más favorable de Zacarías y lo inadecuado de su respuesta. Recibe el anuncio del ángel en el templo de Jerusalén, en el altar delante del «Santo de los Santos» (cf. Ex 30,6-8); el ángel se dirige a él mientras ofrece el incienso; por tanto, durante el cumplimiento de su función sacerdotal, en un momento importante de su vida; se le comunica la decisión divina durante una visión. Estas circunstancias particulares favorecen una comprensión más fácil de la autenticidad divina del mensaje y son un motivo de aliento para aceptarlo prontamente.

Por el contrario, el anuncio a María tiene lugar en un contexto más simple y ordinario, sin los elementos externos de carácter sagrado que están presentes en el anuncio a Zacarías. San Lucas no indica el lugar preciso en el que se realiza la anunciación del nacimiento del Señor; refiere, solamente, que María se hallaba en Nazaret, aldea poco importante, que no parece predestinada a ese acontecimiento. Además, el evangelista no atribuye especial importancia al momento en que el ángel se presenta, dado que no precisa las circunstancias históricas. En el contacto con el mensajero celestial, la atención se centra en el contenido de sus palabras, que exigen a María una escucha intensa y una fe pura.

Esta última consideración nos permite apreciar la grandeza de la fe de María, sobre todo si la comparamos con la tendencia a pedir con insistencia, tanto ayer como hoy, signos sensibles para creer. Al contrario, la aceptación de la voluntad divina por parte de la Virgen está motivada sólo por su amor a Dios.

3. A María se le propone que acepte una verdad mucho más alta que la anunciada a Zacarías. Éste fue invitado a creer en un nacimiento maravilloso que se iba a realizar dentro de una unión matrimonial estéril, que Dios quería fecundar. Se trata de una intervención divina análoga a otras que habían recibido algunas mujeres del Antiguo Testamento: Sara (Gn 17,15-21; 18,10-14), Raquel (Gn 30,22), la madre de Sansón (Jc 13,1-7) y Ana, la madre de Samuel (1 S 1,11-20). En estos episodios se subraya, sobre todo, la gratuidad del don de Dios.

María es invitada a creer en una maternidad virginal, de la que el Antiguo Testamento no recuerda ningún precedente. En realidad, el conocido oráculo de Isaías: «He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7,14), aunque no excluye esta perspectiva, ha sido interpretado explícitamente en este sentido sólo después de la venida de Cristo, y a la luz de la revelación evangélica.

A María se le pide que acepte una verdad jamás enunciada antes. Ella la acoge con sencillez y audacia. Con la pregunta: «¿Cómo será esto?», expresa su fe en el poder divino de conciliar la virginidad con su maternidad única y excepcional.

Respondiendo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1,35), el ángel da la inefable solución de Dios a la pregunta formulada por María. La virginidad, que parecía un obstáculo, resulta ser el contexto concreto en que el Espíritu Santo realizará en ella la concepción del Hijo de Dios encarnado. La respuesta del ángel abre el camino a la cooperación de la Virgen con el Espíritu Santo en la generación de Jesús.

4. En la realización del designio divino se da la libre colaboración de la persona humana. María, creyendo en la palabra del Señor, coopera en el cumplimiento de la maternidad anunciada.

Los Padres de la Iglesia subrayan a menudo este aspecto de la concepción virginal de Jesús. Sobre todo san Agustín, comentando el evangelio de la Anunciación, afirma: «El ángel anuncia, la Virgen escucha, cree y concibe» (Sermo 13 in Nat. Dom.). Y añade: «Cree la Virgen en el Cristo que se le anuncia, y la fe le trae a su seno; desciende la fe a su corazón virginal antes que a sus entrañas la fecundidad maternal» (Sermo 293).

El acto de fe de María nos recuerda la fe de Abraham, que al comienzo de la antigua alianza creyó en Dios, y se convirtió así en padre de una descendencia numerosa (cf. Gn 15,6; Redemptoris Mater, 14). Al comienzo de la nueva alianza también María, con su fe, ejerce un influjo decisivo en la realización del misterio de la Encarnación, inicio y síntesis de toda la misión redentora de Jesús.

La estrecha relación entre fe y salvación, que Jesús puso de relieve durante su vida pública (cf. Mc 5,34; 10,52; etc.), nos ayuda a comprender también el papel fundamental que la fe de María ha desempeñado y sigue desempeñando en la salvación del género humano.

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 5-VII-96]

sábado, 21 de marzo de 2020

Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje del 18 de marzo de 2020 : un llamado al arrepentimiento y a la conversión - Reflexión del Padre Francisco Verar.

18 de marzo de 2020
MENSAJE DE MARÍA REINA DE LA PAZ


Mensaje de la Virgen María Reina de la Paz del 18 de marzo de 2020 desde Medjugorje; Bosnia Herzegovina

“¡Queridos hijos! Mi Hijo, en cuanto Dios, siempre ha mirado más allá del tiempo. Yo, como Su Madre, a través de Él veo en el tiempo. Veo cosas hermosas y cosas tristes. Pero veo que aun hay amor y que hay que hacer que éste se conozca.

Hijos míos, no pueden ser felices si no se aman unos a otros, si no tienen amor en cada situación y en cada momento de su vida. Yo, como Madre, vengo a ustedes por medio del amor para ayudarlos a conocer el verdadero amor y a conocer a mi Hijo. Por eso los llamo a que, de nuevo, tengan cada vez más sed de amor, fe y esperanza. La única fuente de la que pueden beber es la confianza en Dios, mi Hijo.

Hijos míos, en tiempos de inquietud y de renuncia, sólo busquen el rostro de mi Hijo. Solo vivan sus palabras y no teman. Oren y amen con sentimientos sinceros, con buenas obras, y ayuden a que el mundo cambie y mi Corazón triunfe. Como mi Hijo, yo les digo que se amen unos a otros, porque sin amor no hay salvación. ¡Les doy las gracias, hijos míos!”.

La Virgen le dijo a Mirjana que no tendrá más la aparición extraordinaria del día 2 de cada mes. Por lo cual la verá, de ahora en adelante, solo el 18 de marzo.




jueves, 19 de marzo de 2020

San José de Nazaret

SAN JOSÉ
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ESPOSO DE MARÍA y PADRE VIRGINAL DE JESUS
FIESTA: 19 de marzo
Modelo de padre y esposo, patrón de la Iglesia universal, de los trabajadores, de infinidad de comunidades religiosas y de la buena muerte.
A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca esta de Jesús y de la Stma. Virgen María.
Nuestro Señor fue llamado "hijo de José" (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55).
No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Stma. Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a el como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!
San José es llamado el "Santo del silencio" No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue "santo" desde antes de los desposorios. Un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.
Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación. 
San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli.  Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.
Según San Mateo 13:55 y Marcos 6:3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación.
Si el matrimonio de San José con La Stma. Virgen ocurrió antes o después de la Encarnación aun es discutido por los exegetas. La mayoría de los comentadores, siguiendo a Santo Tomás, opinan que en la Anunciación, la Virgen María estaba solo prometida a José.  Santo Tomás observa que esta interpretación encaja mejor con los datos bíblicos.
Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y San José tendría quizás de 18 a 20 años de edad cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, humilde carpintero...ejemplo para todos nosotros.
La literatura apócrifa, (especialmente el "Evangelio de Santiago", el "Pseudo Mateo" y el "Evangelio de la Natividad de la Virgen María", "La Historia de San José el Carpintero", y la "Vida de la Virgen y la Muerte de San José) provee muchos detalles pero estos libros no están dentro del canon de las Sagradas Escrituras y no son confiables.
Amor virginal
Algunos libros apócrifos cuentan que San José era un viudo de noventa años de edad cuando se casó con la Stma. Virgen María quien tendría entre 12 a 14 años. Estas historias no tienen validez y San Jerónimo las llama "sueños". Sin embargo han dado pie a muchas representaciones artísticas. La razón de pretender un San José tan mayor quizás responde a la dificultad de una relación virginal entre dos jóvenes esposos. Esta dificultad responde a la naturaleza caída, pero se vence con la gracia de Dios. Ambos recibieron extraordinarias gracias a las que siempre supieron corresponder. En la relación esposal de San José y la Virgen María tenemos un ejemplo para todo matrimonio.  Nos enseña que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios.  San José y María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús.  La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma mas pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.
El matrimonio fue auténtico, pero al mismo tiempo, según San Agustín y otros, los esposos tenían la intención de permanecer en el estado virginal. (cf.St. Aug., "De cons. Evang.", II, i in P.L. XXXIV, 1071-72; "Cont. Julian.", V, xii, 45 in P.L.. XLIV, 810; St. Thomas, III:28; III:29:2).
Pronto la fe de San José fue probada con el misterioso embarazo de María. No conociendo el misterio de la Encarnación y no queriendo exponerla al repudio y su posible condena a lapidación, pensaba retirarse cuando el ángel del Señor se le apareció en sueño:

"Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Angel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mat. 1:19-20, 24).

Unos meses mas tarde, llegó el momento para S. José y  María de partir hacia Belén para apadrinarse según el decreto de Cesar Augustus. Esto vino en muy difícil momento ya que ella estaba en cinta. (cf. Lucas 2:1-7).

En Belén tuvo que sufrir con La Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació el hijo de la Virgen. El atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. Cual sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y mas tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él".(Lucas 2:33).

Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Mateo 2:13.  San José obedeció y tomo responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.

San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto.   Esto representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada. 

Una vez mas por medio del ángel del Señor, supo de la muerte de Herodes: "«Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.»  El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel.  Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea". Mateo 2:22.
Fue así que la Sagrada Familia regresó a Nazaret. Desde entonces el único evento que conocemos relacionado con San José es la "pérdida" de Jesús al regreso de la anual peregrinación a Jerusalén (cf. Lucas 2, 42-51).  San José y la Virgen lo buscaban por tres angustiosos días hasta encontrarlo en el Templo.  Dios quiso que este santo varón nos diera ejemplo de humildad en la vida escondida de su sagrada familia y su taller de carpintería.
Lo mas probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaá ni se habla mas de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.
Según San Epifanius, San José murió en sus 90 años y la Venerable Bede dice que fue enterrado en el Valle de Josafat. Pero estas historias son dudosas. 


La devoción a San José se fundamenta en que este hombre "justo" fue escogido por Dios para ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra.  Durante los primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía principalmente a los mártires. Quizás se veneraba poco a San José para enfatizar la paternidad divina de Jesús. Pero, así todo, los Padres (San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San José.  Según San Callistus, esta devoción comenzó en el Oriente donde existe desde el siglo IV, relata también que la gran basílica construida en Belén por Santa Elena había un hermoso oratorio dedicado a nuestro santo.

San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes" El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento. "Y así se desarrollaba el carácter de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.
En el Occidente, referencias a (Nutritor Domini) San José aparecen  en el siglo IX en martirologios locales y en el 1129 aparece en Bologna la primera iglesia a él dedicada.  Algunos santos del siglo XII comenzaron a popularizar la devoción a San José entre ellos se destacaron San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudiz y Santa Brígida de Suecia. Según Benito XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), "La opinión general de los conocedores es que los Padres del Carmelo fueron los primeros en importar del Oriente al Occidente la laudable práctica de ofrecerle pleno culto a San José".
En el siglo XV, merecen particular mención como devotos de San José los santos Vicente Ferrer (m. 1419), Pedro d`Ailli (m. 1420), Bernadino de Siena (m. 1444) y Jehan Gerson (m. 1429).  Finalmente, durante el pontificado de Sixto IV (1471 - 84), San José se introdujo en el calendario Romano en el 19 de Marzo. Desde entonces su devoción ha seguido creciendo en popularidad.  En 1621 Gregorio XV la elevó a fiesta de obligación. Benedicto XIII introdujo a San José en la letanía de los santos en 1726.
San Bernardino de Siena  "... siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada? " Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.
Los franciscanos fueron los primeros en tener la fiesta de los desposorios de La Virgen con San José. Santa Teresa tenía una gran devoción a San José y la afianzó en la reforma carmelita poniéndolo en 1621 como patrono, y en 1689 se les permitió celebrar la fiesta de su Patronato en el tercer domingo de Pascua. Esta fiesta eventualmente se extendió por todo el reino español. La devoción a San José se arraigo entre los obreros durante el siglo XIX.  El crecimiento de popularidad movió a Pío IX, el mismo un gran devoto, a extender a la Iglesia universal la fiesta del Patronato (1847) y en diciembre del 1870 lo declaró Santo Patriarca, patrón de la Iglesia Católica. San Leo XIII y Pío X fueron también devotos de San José. Este últimos aprobó en 1909 una letanía en honor a San José.
Santa Teresa de Jesús   "Tomé por abogado y señor al glorioso San José." Isabel de la Cruz, monja carmelita, comenta sobre Santa Teresa: "era particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado."
"No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo...No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea mas aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a El se encomiendan...Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y vera por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devocion..." -Sta. Teresa.
San Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar: "¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?" José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.

Bibliografía: Souvay, Charles L., Saint Joseph, Catholic Encyclopedia,   Encyclopedia Press, Inc. 1913.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Las armas espirituales que propone San Juan Bosco para combatir las pestes

(GaudiumPress – 13/3/2020) –
En tiempos de la pandemia de Coronavirus es fácil caer presa de la angustia y la desesperación, pero poniendo la mirada y la confianza en Dios y en la Santísima Virgen se superará esta prueba. Varios santos, a lo largo de la historia, han sido testimonio de fe y confianza en momentos de dificultad. Uno de ellos fue San Juan Bosco, quien en 1854 – pocos años antes de que fundara la Congregación Salesiana-, vivió junto con sus hijos espirituales – cerca de cien adolescentes del oratorio de Turín- la epidemia del cólera que por entonces afectó fuertemente a la ciudad italiana.
El Padre Ángel Peña, OAR, en el libro “Vivencias de Don Bosco”, citando a Juan Bautista Lemoyne, biógrafo del santo de la juventud, narra que en julio de 1854 se presentaron los primeros casos de cólera en Turín; una epidemia que comenzaba a asomarse y a generar pánico entre los ciudadanos, pero Don Bosco, con una gran confianza en Nuestro Señor y en la Santísima Virgen, calmó los ánimos de los jóvenes diciéndoles: “Si cumplen lo que yo les digo, se librarán del peligro. Ante todo deben vivir en gracia de Dios, llevar al cuello una medalla de la Santísima Virgen que yo bendeciré y regalaré a cada uno y rezará cada día un padrenuestro, un avemaría y un gloria con la oración de san Luis Gonzaga, añadiendo la jaculatoria: Líbranos, Señor, de todo mal”.
Pasaron los días y la epidemia fue creciendo exponencialmente hasta causar la muerte a un setenta por ciento de los afectados. Muchos de los que contraían la enfermedad eran dejados en el abandono, sin ayuda ni asistencia, incluso por sus propios familiares. Los sepultureros también se vieron obligados a ingresar a las casas para poder sacar a los cadáveres ya corrompidos. Todo esto sucedía en el vecindario donde se hallaba el oratorio, donde Don Bosco siempre estuvo con sus hijos espirituales, aconsejándoles, con las precauciones pertinentes, pero, sobre todo, llamándolos a mantenerse en estado de gracia ante Dios.
En una ocasión les dijo: “Les recomiendo que hagan mañana una buena confesión y comunión para que pueda ofrecerlos a todos juntos a la Santísima Virgen, rogándole que los proteja y defienda como a hijos suyos queridísimos”.
El santo les explicó, además, que la causa de este mal era sin duda el pecado y que “si todos ustedes se ponen en gracia de Dios y no cometen ningún pecado mortal, les aseguro que ninguno será atacado por el cólera”; pero que si alguno se obstinaba en ser enemigo de Dios u ofenderle de manera grave, no podía garantizar que la enfermedad no llegase a ellos. Pero todos los hijos espirituales de San Juan Bosco hicieron caso a su padre y varios, por solicitud del propio fundador de los salesianos, se ofrecieron como voluntarios para socorrer a los enfermos, sin que les pasase nada, ninguno se enfermó de cólera.
Sobre ello resalta el Padre Ángel Peña en su libro: “En aquel tiempo, los alumnos del internado, con Don Bosco y su madre, formaban una gran familia de casi cien personas. Estaban instalados en un lugar donde el cólera causó muchos estragos, y que, lo mismo a la derecha que a la izquierda, cada casa tuvo que llorar sus muertos. Después de cuatro meses de pasada la epidemia, de tantos como eran, no faltaba ni uno. El cólera los había cercado, había llegado hasta las puertas del Oratorio, pero como si una mano invisible le hubiera hecho retroceder, obedeció, respetando la vida de todos”.
San Juan Bosco no dudó en mostrar su gratitud a Dios y la Virgen por proteger la vida de sus jóvenes. Así que el 8 de diciembre de 1854 – en la fecha en que el Papa Pío IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción -, dijo estas palabras a sus hijos: “Demos gracias, queridos hijos, a Dios, que razones tenemos para ello; porque, como ven, nos ha conservado la vida en medio de los peligros de la muerte. Más para que nuestra acción de gracias sea agradable, unamos a ella una cordial y sincera promesa de consagrar a su servicio el resto de nuestros días, amándolo con todo nuestro corazón, practicando la religión como buenos cristianos, guardando los mandamientos de Dios y de la Iglesia, huyendo del pecado mortal, que es una enfermedad mucho peor que el cólera y la peste”.
Entre los jóvenes se encontraban Miguel Rua, Juan Cagliero y Luis Anfossi, quienes más adelante serían parte del grupo con los cuales Don Bosco fundaría la Congregación Salesiana.
Con información de “Vivencias de Don Bosco”, Padre Ángel Peña, OAR.
Fuente: es.gaudiumpress.org

jueves, 5 de marzo de 2020

Mensajes de la Santísima Virgen dados en Medjugorje el 25 de febrero y el 2 de marzo de 2020 - Reflexión del Padre Francisco Verarpm en

Mensaje del 25 de febrero de 2020 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina
“Queridos hijos, en este tiempo de gracia, quiero ver sus rostros transformados en oración. Ustedes están tan inundados por las preocupaciones terrenales que ni siquiera sienten que la primavera está a las puertas. Hijitos, ustedes son llamados a la penitencia y a la oración. Así como la naturaleza lucha en silencio por una vida nueva, también ustedes están llamados a abrirse a Dios en oración, en quien encontrarán la paz y el calor del sol primaveral en sus corazones. ¡Gracias queridos hijos por haber respondido a mi llamado!”



Mensaje del 2 de marzo de 2020 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina


“Queridos hijos: su amor puro y sincero atrae mi corazón materno. Su fe y confianza en el Padre Celestial son rosas fragantes que me ofrecen: el ramo de rosas más hermoso, compuesto de sus oraciones, de obras de misericordia y amor. Apóstoles de mi amor, ustedes que se esfuerzan por seguir sinceramente a mi Hijo con un corazón puro, ustedes que sinceramente lo aman, sean ustedes los que ayuden, sean un ejemplo para quienes aún no han conocido el amor de mi Hijo. Pero, hijos míos, no solo con palabras sino también con obras y sentimientos puros con los que glorifican al Padre Celestial. Apóstoles de mi amor, es tiempo de vigilia y a ustedes les pido amor; no es para juzgar a nadie, porque el Padre Celestial juzgará a todos. Les pido a ustedes que amen, que difundan la verdad, porque la verdad es antigua: ella no es nueva, ella es eterna. Ella es la verdad. Ella da testimonio de la eternidad de Dios. Lleven la luz de mi Hijo y dispersen la oscuridad que quiere cada vez más envolverlos. No tengan miedo: por la gracia y el amor de mi Hijo estoy con ustedes. Les doy las gracias.”