martes, 4 de diciembre de 2018

Te alabo, Padre, por haber revelado estas cosas a los pequeños



 Junto al Papa Benedicto XVI reflexionamos sobre la oración de Jesús de alabanza al Padre por “por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. 

En esa oportunidad, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana. (Mt 11,25-30).


Los evangelistas Mateo y Lucas (cf. Mt 11, 25-30 y Lc 10, 21-22) nos transmitieron una «joya» de la oración de Jesús, que se suele llamar Himno de júbilo o Himno de júbilo mesiánico. Se trata de una oración de reconocimiento y de alabanza, como hemos escuchado. En el original griego de los Evangelios, el verbo con el que inicia este himno, y que expresa la actitud de Jesús al dirigirse al Padre, es exomologoumai, traducido a menudo como «te doy gracias» (Mt 11, 25 y Lc 10, 21). Pero en los escritos del Nuevo Testamento este verbo indica principalmente dos cosas: la primera es «reconocer hasta el fondo» —por ejemplo, Juan Bautista pedía a quien acudía a él para bautizarse que reconociera hasta el fondo sus propios pecados (cf. Mt 3, 6)—; la segunda es «estar de acuerdo». Por tanto, la expresión con la que Jesús inicia su oración contiene su reconocer hasta el fondo, plenamente, la acción de Dios Padre, y, juntamente, su estar en total, consciente y gozoso acuerdo con este modo de obrar, con el proyecto del Padre. El Himno de júbilo es la cumbre de un camino de oración en el que emerge claramente la profunda e íntima comunión de Jesús con la vida del Padre en el Espíritu Santo y se manifiesta su filiación divina. Esto es clave para poder entender el texto que compartimos hoy.

Jesús se dirige a Dios llamándolo «Padre». Este término expresa la conciencia y la certeza de Jesús de ser «el Hijo», en íntima y constante comunión con él, y este es el punto central y la fuente de toda oración de Jesús.

Tal vez en este día podamos detenernos para distinguir en qué me siento realmente hijo del Padre Dios, qué aspectos de mi vida se saben abrazados por la paternidad de Dios y entonces allí me descubro serenamente pequeño para alabarlo y bendecirlo. Y en qué la rebeldía, la falta de aceptación de mis límites, no vivo como hijo del Padre, sino en el enojo y en la no compresión.

Lo vemos claramente en la última parte del Himno, que ilumina todo el texto. Jesús dice: «Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Lc 10, 22). Jesús, por tanto, afirma que sólo «el Hijo» conoce verdaderamente al Padre. Todo conocimiento entre las personas —como experimentamos todos en nuestras relaciones humanas— comporta una comunión, un vínculo interior, a nivel más o menos profundo, entre quien conoce y quien es conocido: no se puede conocer sin una comunión del ser. En el Himno de júbilo, como en toda su oración, Jesús muestra que el verdadero conocimiento de Dios presupone la comunión con él: sólo estando en comunión con el otro comienzo a conocerlo; y lo mismo sucede con Dios: sólo puedo conocerlo si tengo un contacto verdadero, si estoy en comunión con él. Por lo tanto, el verdadero conocimiento está reservado al Hijo, al Unigénito que desde siempre está en el seno del Padre (cf. Jn 1, 18), en perfecta unidad con él. Sólo el Hijo conoce verdaderamente a Dios, al estar en íntima comunión del ser; sólo el Hijo puede revelar verdaderamente quién es Dios.

La aceptación y el querer lo que el Padre quiere, en el mundo de la aceptación, de la sencillez y de la pobreza es donde también la buena noticia puede llegar. Es un pedirle al Padre que siga abrazando a todos con su ternura. La alabanza de Jesús se constituye en un clamor al Padre para que continúen la obra que están haciendo. Esta buena noticia solo es recibida por los pequeños porque saben en brazos del Padre, así como Él lo está en este vínculo de mutuo conocimiento.

Al nombre «Padre» le sigue un segundo título, «Señor del cielo y de la tierra». Jesús, con esta expresión, recapitula la fe en la creación y hace resonar las primeras palabras de la Sagrada Escritura: «Al principio creó Dios el cielo y la tierra» (Gn 1, 1). Orando, él remite a la gran narración bíblica de la historia de amor de Dios por el hombre, que comienza con el acto de la creación. Jesús se inserta en esta historia de amor, es su cumbre y su plenitud. En su experiencia de oración, la Sagrada Escritura queda iluminada y revive en su más completa amplitud: anuncio del misterio de Dios y respuesta del hombre transformado. Pero a través de la expresión «Señor del cielo y de la tierra» podemos también reconocer cómo en Jesús, el Revelador del Padre, se abre nuevamente al hombre la posibilidad de acceder a Dios.

Esta es la voluntad del Padre, y el Hijo la comparte con gozo. Dice el Catecismo de la Iglesia católica: «Su conmovedor “¡Sí, Padre!” expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer del Padre, de la que fue un eco el “Fiat” de su Madre en el momento de su concepción y que preludia lo que dirá al Padre en su agonía. Toda la oración de Jesús está en esta adhesión amorosa de su corazón de hombre al “misterio de la voluntad” del Padre (Ef 1, 9)» (n. 2603). De aquí deriva la invocación que dirigimos a Dios en el Padrenuestro: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo»: junto con Cristo y en Cristo, también nosotros pedimos entrar en sintonía con la voluntad del Padre, llegando así a ser sus hijos también nosotros. Jesús, por lo tanto, en este Himno de júbilo expresa la voluntad de implicar en su conocimiento filial de Dios a todos aquellos que el Padre quiere hacer partícipes de él; y aquellos que acogen este don son los «pequeños».

Pero, ¿qué significa «ser pequeños», sencillos? ¿Cuál es «la pequeñez» que abre al hombre a la intimidad filial con Dios y a aceptar su voluntad? ¿Cuál debe ser la actitud de fondo de nuestra oración? Miremos el «Sermón de la montaña», donde Jesús afirma: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). Es la pureza del corazón la que permite reconocer el rostro de Dios en Jesucristo; es tener un corazón sencillo como el de los niños, sin la presunción de quien se cierra en sí mismo, pensando que no tiene necesidad de nadie, ni siquiera de Dios.

Es interesante también señalar la ocasión en la que Jesús prorrumpe en este Himno al Padre. En la narración evangélica de Mateo es la alegría porque, no obstante las oposiciones y los rechazos, hay «pequeños» que acogen su palabra y se abren al don de la fe en él. El Himno de júbilo, en efecto, está precedido por el contraste entre el elogio de Juan Bautista, uno de los «pequeños» que reconocieron el obrar de Dios en Cristo Jesús (cf. Mt 11, 2-19), y el reproche por la incredulidad de las ciudades del lago «donde había hecho la mayor parte de sus milagros» (cf. Mt 11, 20-24). Mateo, por tanto, ve el júbilo en relación con las expresiones con las que Jesús constata la eficacia de su palabra y la de su acción: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: lo ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!» (Mt 11, 4-6).

Hemos gustado por un momento la riqueza de esta oración de Jesús. También nosotros, con el don de su Espíritu, podemos dirigirnos a Dios, en la oración, con confianza de hijos, invocándolo con el nombre de Padre, «Abbà». Pero debemos tener el corazón de los pequeños, de los «pobres en el espíritu» (Mt 5, 3), para reconocer que no somos autosuficientes, que no podemos construir nuestra vida nosotros solos, sino que necesitamos de Dios, necesitamos encontrarlo, escucharlo, hablarle. La oración nos abre a recibir el don de Dios, su sabiduría, que es Jesús mismo, para cumplir la voluntad del Padre en nuestra vida y encontrar así alivio en el cansancio de nuestro camino.

Padre Javier Soteras

Material en base a la Catequesis del Papa Benedicto XVI en la Audiencia General del 7 de diciembre del 2011

Fuente: Radio María

viernes, 16 de noviembre de 2018

Novena de abandono a la Voluntad de Dios


Novena del Abandono a la Voluntad de Dios

Padre Dolindo Ruotolo fue un sacerdote napolitano (1882-1970), estigmatizado milagroso y “portavoz del Espíritu Santo”.

El padre Ruotolo tuvo una extraordinaria comunicación con Jesús a lo largo de su vida heroica, una vida totalmente dedicada a Dios y a la Santa Madre María. Se refirió a sí mismo como “el viejito de Nuestra Señora” y el Rosario era su compañero constante.

Como se puede ver en esta novena mucho de lo que nuestro Señor quiere vuela frente a la normal inclinación humana y la razón. Sólo podemos ascender a este nivel de pensamiento a través de la gracia de Dios y la ayuda del Espíritu Santo.

Debemos dejar de lado nuestros problemas, dejar de preocuparnos y tratar de resolverlos nosotros mismos. Debemos creer, confiar y permitir que nuestro Señor nos rescate de nosotros mismos y suministre nuestros deseos, necesidades y resuelva nuestros problemas como sólo Él puede.

Jesús, ocúpate Tú de ello, deben ser las primeras palabras que vienen a la mente y fluyen de nuestros labios. Después de todo, hemos intentado hacer cosas a nuestra manera y mira donde ésta nos tiene.

Simplemente haz lo que dice la oración, abramos nuestros corazones y mentes en amor y cerremos nuestros ojos en confianza y pídele a Jesús que Él se encargue de todo, Él lo hará.

Día 1
¿Por qué se confunden al preocuparse? Dejadme a Mí el cuidado de vuestros negocios y todo mantendrá la calma. Les digo que todo acto de verdadera, ciega y completa rendición a Mí, me produce el efecto que deseáis y  resuelve toda complicada situación.

O Jesús, yo me entrego a Ti, ¡ocúpate de todo!
(Repítelo 10 veces)

Día 2
Entregarse a Mí no significa ni inquietarse, ni estar amargado, ni perder la esperanza. Está en contra de esta entrega, profundamente en contra, la preocupación, el estar nervioso y pensar en las consecuencias de todo. Es como la confusión que sienten los críos cuando les piden a su madre atender a sus necesidades, y luego intentan ocuparse de esas necesidades por sí mismos con el fin de que sus intentos se entrometan en el camino de su madre. Rendir significa cerrar plácidamente los ojos del alma, rechazar los pensamientos de tribulación y ponerse en Mi cuidado, para que sólo Yo actúe, diciendo “Ocúpate tu”.

O Jesús, yo me entrego a Ti, ¡ocúpate de todo!
(Repítelo 10 veces)

Día 3
¡Cuántas cosas realizo cuando el alma, tanto en sus necesidades espirituales como en aquellas materiales, se vuelve a Mí, me mira y diciéndome: “Jesús, ocúpate Tú de ello”, cierra los ojos y reposa. Obtenéis pocas gracias cuando os atormentáis por producirlas, sin embargo tenéis muchísimas cuando la oración es un encomendarse plenamente a Mí. En el dolor, vosotros oráis para que yo obre, pero para que obre como creéis que debo obrar… No os dirigís a Mí, sino que queréis que Yo me adapte a vuestras ideas; no sois enfermos que piden al médico que les cure, sino que le sugerís la cura. No obréis así, sino orad como os he enseñado en el Padrenuestro:
Santificado sea tu nombre, es decir, sed glorificado en esta necesidad mía.
Venga a nosotros tu reino, o sea, todo contribuya a tu reinado en nosotros y en el mundo.
Hágase tu voluntad así en la tierra, como en el cielo, es decir, dispón Tú, en esta necesidad, como mejor te parezca en lo tocante a nuestra vida temporal y eterna.
Si me decís de verdad: “hágase tu voluntad”, que es lo mismo que decir: “Jesús, ocúpate Tú de ello”, Yo intervendré con toda mi omnipotencia y venceré las mayores dificultades.

O Jesús, yo me entrego a Ti, ¡ocúpate de todo!
(Repítelo 10 veces)

Día 4
Mira, ¿tú ves que la enfermedad apremia en vez de menguar? No te turbes, cierra los ojos y dime con confianza: hágase tu voluntad, “Jesús, ocúpate Tú de ello”.
Te digo que así lo haré y que intervendré como médico, y que hasta obraré un milagro cuando fuere menester. ¿Ves que el enfermo empeora? No te desanimes, sino cierra los ojos y di: “Jesús, ocúpate Tú de ello”. Te digo que yo me ocuparé, y que no hay medicina más poderosa que una intervención mía de amor. Me ocuparé de ello sólo cuando cerréis los ojos.

O Jesús, yo me entrego a Ti, ¡ocúpate de todo!
(Repítelo 10 veces)

Día 5
Y cuando Yo os tenga que liderar por un camino diferente al que vais, Yo os prepararé; os llevaré en brazos; dejaré que os encontréis, como cuando los niños duermen en brazos de sus madres, al otro lado del río. Lo que os preocupe y os duele inmensamente son vuestra razón, vuestros pensamientos y preocupaciones, y vuestro deseo de afrontar lo que os afecta.

O Jesús, yo me entrego a Ti, ¡ocúpate de todo!
(Repítelo 10 veces)

Día 6
No descansáis nunca, queréis valorarlo todo, escudriñarlo todo, pensar en todo, y os abandonáis así a las fuerzas humanas, o peor, a los hombres, confiando en su intervención. Es esto lo que obstaculiza, impide mis palabras y mis cálculos. ¡Oh, como deseo vuestro abandono para beneficiaros!, ¡Y cuanto me aflijo al veros turbados! Satanás tiende precisamente a esto: a turbaros para apartaros de Mi acción y arrojaros a la merced de las iniciativas humanas.
Confiad por eso sólo en Mí, reposad en Mí, abandonaos a Mí en todo.

O Jesús, yo me entrego a Ti, ¡ocúpate de todo!
(Repítelo 10 veces)

Día 7
Yo obro milagros en proporción del pleno abandono en Mí, y a la ausencia de preocupaciones vuestras. ¡Yo derramo tesoros de gracia cuando vosotros estáis en la plena pobreza! Si apreciáis vuestros recursos, por pocos que sean, o si los buscáis, os halláis en el campo natural de las cosas, que es a menudo frecuentemente obstaculizado por Satanás. Ningún razonador o ponderador ha hecho milagros, ni siquiera entre los santos: obra divinamente quien se abandona a Dios.
Cuando veas que las cosas se complican, di con los ojos del alma cerrados: “Jesús, ocúpate Tú de ello”. Y distráete, apártate de ti porque tu mente es penetrante… y para ti es difícil ver el mal y tener confianza en Mí. Haz así para con todas tus necesidades; obrad así todos y veréis grandes, continuos y silenciosos milagros. Os lo aseguro por mi amor. Yo me ocuparé de ello, os lo aseguro.

O Jesús, yo me entrego a Ti, ¡ocúpate de todo!
(Repítelo 10 veces)

Día 8
Cerrad los ojos y dejaos llevar por la fluida corriente de Mi gracia; cerrad los ojos y no penséis en el presente, alejando, del futuro, los pensamientos, igual que lo haríais de la tentación. Reposad en Mí, confiad en mi bondad y os prometo por mi amor que si decís “Jesús, ocúpate tu” que Yo me ocuparé de todo; Yo os consolaré, os liberaré y os guiaré.

O Jesús, yo me entrego a Ti, ¡ocúpate de todo!
(Repítelo 10 veces)

Día 9
Rogad siempre con esta disposición de abandono y tendréis gran paz y grandes frutos, incluso cuando Yo os concedo la gracia de la inmolación de reparación y de amor, que importa el sufrimiento. ¿Te parece imposible?
Cierra los ojos y di con toda el alma: “Jesús, ocúpate Tú de ello”. No temas, me ocuparé de ello y bendecirás mi Nombre humillándote. Mil plegarias no valen lo que un solo acto de abandono vale: recordadlo bien. No hay novena más eficaz que esta:

¡Oh Jesús me abandono en Ti, OCÚPATE TÚ DE ELLO!
(Repítelo 10 veces)


Madre, soy tuyo ahora y siempre.
A través de ti y contigo siempre quiero pertenecer completamente a Jesús.

Amén

martes, 6 de noviembre de 2018

Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje del 25 de octubre de 2018




“Queridos hijos, ustedes tienen la gran gracia de ser llamados a una vida nueva a través de los mensajes que les doy. Hijitos, este es un tiempo de gracia, un tiempo y un llamado a la conversión, para ustedes y las generaciones futuras. Por eso los invito, hijitos, oren más y abran su corazón a mi Hijo Jesús. Yo estoy con ustedes, los amo a todos y los bendigo con mi bendición maternal. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”


jueves, 1 de noviembre de 2018

Solemnidad de todos los Santos

Solemnidad de Todos los Santos
1ro. de noviembre

La Iglesia nos manda echar en este día una mirada al cielo, que es nuestra futura patria, para ver allí con San Juan, a esa turba magna, a esa muchedumbre incontable de Santos, figurada en esas series de 12,000 inscritos en el Libro de la Vida, - con el cual se indica un número incalculable y perfecto, - y procedentes de Israel y de toda nación, pueblo y lengua, los cuales revestidos de blancas túnicas y con palmas en las manos, alaban sin cesar al Cordero sin mancilla. Cristo, la Virgen, los nueve coros de ángeles, los Apóstoles y Profetas, los Mártires con su propia sangre purpurados, los Confesores, radiantes con sus blancos vestidos, y los castos coros de Vírgenes forman ese majestuoso cortejo, integrado por todos cuantos acá en la tierra se desasieron de los bienes caducos y fueron mansos, mortificados, justicieros, misericordiosos, puros, pacíficos y perseguidos por Cristo. Entre esos millones de Justos a quienes hoy honramos y que fueron sencillos fieles de Jesús en la tierra, están muchos de los nuestros, parientes, amigos, miembros de nuestra familia parroquial, a los cuales van hoy dirigidos nuestros cultos. Ellos adoran ya al Rey de reyes y Corona de todos los Santos y seguramente nos alcanzarán abundantes misericordias de lo alto. 

Esta fiesta común ha de ser también la nuestra algún día, ya que por desgracia son muy contados los que tienen grandes ambiciones de ser santos, y de amontonar muchos tesoros en el cielo. Alegrémonos, pues, en el Señor, y al considerarnos todavía bogando en el mar revuelto, tendamos los brazos, llamemos a voces a los que vemos gozar ya de la tranquilidad del puerto, sin exposición a mareos ni tempestades. Ellos sabrán compadecerse de nosotros, habiendo pasado por harto más recias luchas y penalidades que las nuestras. Muy necios seríamos si pretendiéramos subir al cielo por otro camino que el que nos dejó allanado Cristo Jesús y sus Santos.


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Los Santos

La Sagrada Biblia llama "Santo" a aquello que está consagrado a Dios. La Iglesia Católica ha llamado "santos" a aquellos que se han dedicado a tratar de que su propia vida le sea lo más agradable posible a Nuestro Señor.



Hay unos que han sido "canonizados", o sea declarados oficialmente santos por el Sumo Pontífice, porque por su intercesión se han conseguido admirables milagros, y porque después de haber examinado minuciosamente sus escritos y de haber hecho una cuidadosa investigación e interrogatorio a los testigos que lo acompañaron en su vida, se ha llegado a la conclusión de que practicaron las virtudes en grado heroico.

Para ser declarado "Santo" por la Iglesia Católica se necesita toda una serie de trámites rigurosos. Primero una exhaustiva averiguación con personas que lo conocieron, para saber si en verdad su vida fue ejemplar y virtuosa. Si se logra comprobar por el testimonio de muchos que su comportamiento fue ejemplar, se le declara "Siervo de Dios". Si por detalladas averiguaciones se llega a la conclusión de que sus virtudes, fueron heroicas, se le declara "Venerable". Más tarde, si por su intercesión se consigue algún milagro totalmente inexplicable por medios humanos, es declarado "Beato". Finalmente si se consigue un nuevo y maravillosos milagro por haber pedido su intercesión, el Papa lo declara "santo".

Para algunos santos este procedimiento de su canonización ha sido rapidísimo, como por ejemplo para San Francisco de Asís y San Antonio, que sólo duró 2 años. Poquísimos otros han sido declarados santos seis años después de su muerte, o a los 15 o 20 años. Para la inmensa mayoría, los trámites para su beatificación y canonización duran 30, 40,50 y hasta cien años o más. Después de 20 o 30 años de averiguaciones, la mayor o menor rapidez para la beatificación o canonización, depende de que obtenga más o menos pronto los milagros requeridos.

Los santos "canonizados" oficialmente por la Iglesia Católica son varios millares. Pero existe una inmensa cantidad de santos no canonizados, pero que ya están gozando de Dios en el cielo. A ellos especialmente está dedicada esta fiesta de hoy.

La Santa Biblia afirma que al Cordero de Dios lo sigue una multitud incontable.

En el cielo están San Chofer de bus y Santa Lavandera de ropa. San Mensajero y Santa Secretaria. Santa Madre de familia y San Gerente de Empresa. San Obrero de construcción y San Agricultor. San Colegial y Santa Estudiante. Santa Viuda, Santa Solterona, Santa Niña y Santa Anciana. San Sacerdote, San Obispo, San Pontífice, San Limosnero, San Celador, Santa Cocinera, San Arrendatario y San Millonario, y muchos más que amaron a Dios y cumplieron sus deberes de cada día.

Señor Jesús: que cada uno de nosotros logremos formar también parte un día en el cielo para siempre del número de tus santos, de los que te alabaremos y te amaremos por los siglos de los siglos. Amén.



Esta es la voluntad de Dios: Que lleguemos a la santidad.

martes, 30 de octubre de 2018

Halloween: el mundo del Bien y del Mal: Padre Elías Cavero Domínguez

“SED SANTOS 
COMO VUESTRO PADRE CELESTIAL
ES SANTO”

Oración
Padre Eterno, en el nombre de Jesús, permíteme comulgar espiritualmente todas las Hostias que han sido y serán robadas para ser profanadas en cualquier parte del mundo, en este día. Antes de que sean tocadas estas Hostias permíteme comulgar la esencia que hay en ellas, que es tu Cuerpo Sacratísimo y es tu Sangre bendita. Ven al refugio de mi corazón; deseo pedirte perdón, abrazarte, besarte y amarte para después depositarte en los brazos de tu Madre Santísima, a fin de que María desagravie, repare, adore y bendiga tu Corazón dolido por la ingratitud del hombre. Amen.  





Buenos días mis queridos hermanos,  ya cercanos a la fiesta de todos los Santos y ante la promoción que se hace a una fiesta ocultista y satánica: llamada halloween…

Con el fin de:

* Pedir a nuestro Señor que nos haga santos.
* Dar el honor que corresponde a una fiesta tan importante como la fiesta de todos los Santos.

* Reparar el dolor que se causa al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María; la participación de tantos en esa fiesta ocultista y satánica (halloween);  muchos por ignorancia,  otros intencionadamente...celebran en ése día al mal,  festejan el cumpleaños de Satanás, a las brujas y al horror.

* Nosotros a cambio celebraremos la víspera y el día de todos los santos y con nuestro rosario realizaremos una cadena de oración rezando el Santo Rosario que cubrirá todo el día 31 de octubre y el 1 de noviembre.



Pediremos a nuestro Señor que ponga los medios para que lleguemos a la santidad, celebraremos el Amor de Jesús y la vida de tantos seres humanos que alcanzaron la santidad como producto de caminar día a día buscando agradar y servir a Dios;  llegar a ser santos para cumplir su mandato: 

“SED SANTOS COMO VUESTRO PADRE CELESTIAL ES SANTO”

(Mt 5, 48)


Enlaces relacionados:




viernes, 26 de octubre de 2018

Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje del 2 de octubre de 2018


“Queridos hijos, los invito a ser valientes, a no desistir, porque el bien más pequeño y el más pequeño signo de amor, vencen sobre el mal cada vez más visible. Hijos míos, escúchenme, para que el bien pueda vencer, para que puedan conocer el amor de mi Hijo. Esta es la dicha más grande: los brazos de mi Hijo que abrazan; Él, que ama el alma, Él, que se ha dado por ustedes y siempre y nuevamente se da en la Eucaristía; Él, que tiene palabras de vida eterna. Conocer su amor, seguir sus huellas, significa tener la riqueza de la espiritualidad. Esa es la riqueza que da buenos sentimientos y ve el amor y la bondad en todas partes. Apóstoles de mi amor, con el calor del amor de mi Hijo, sean como los rayos del sol que calientan todo en torno a sí.
Hijos míos, el mundo tiene necesidad de apóstoles del amor, el mundo tiene necesidad de muchas oraciones: pero de oraciones con el corazón y con el alma, y no solo de aquellas que se pronuncian con los labios. Hijos míos, tiendan a la santidad, pero en humildad; en la humildad que le permite a mi Hijo realizar, a través de ustedes, lo que Él desea.
Hijos míos, sus oraciones, sus palabras, pensamientos y obras, todo esto les abre o les cierra las puertas del Reino de los Cielos. Mi Hijo les ha mostrado el camino y les ha dado esperanza, y yo los consuelo y los aliento. Porque, hijos míos, yo he conocido el dolor, pero he tenido fe y esperanza. Ahora tengo el premio de la vida en el Reino de mi Hijo. Por eso, escúchenme: ¡tengan valor y no desistan! ¡Le doy las gracias!”



martes, 23 de octubre de 2018

Mensaje de la Santísima Virgen en Medjugorje del 25 de septiembre de 2018




“Queridos hijos, también la naturaleza les ofrece signos de su amor a través de los frutos que les da. También ustedes, con mi venida, han recibido dones y frutos en abundancia. Hijitos, en qué medida han respondido a mi llamado, Dios lo sabe. Yo los invito: ¡No es tarde, decídanse por la santidad y la vida con Dios en gracia y en paz! Dios los bendecirá y les dará el ciento por uno, si confían en Él. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

lunes, 22 de octubre de 2018

22 de octubre: San Juan Pablo II



"¡No tengáis miedo de mirar a Cristo!" 
Tienen necesidad de esas palabras los pueblos y las naciones del mundo entero. Es necesario que en su conciencia resurja con fuerza lo certeza de que existe Alguien que tiene en sus manos el destino de este mundo que pasa ( ... ) Y este Alguien es Amor (cfr. 1 Jn 4,76): Él es el único que puede dar plena garantía de las palabras "¡No tengáis miedo!" 

San Juan Pablo II.
del libro Cruzando el Umbral de la Esperanza.


ORACIÓN A SAN JUAN PABLO II

¡Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo dónanos tu bendición!

Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús.

Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra.

Bendice las familias, ¡bendice cada familia!

Tú advertiste el asalto de Satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia.

Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz.

Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios. Amén.

Cardenal Angelo Comastri 
Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano