sábado, 2 de marzo de 2019

El desierto en el camino hacia el corazón de Dios

“Él te condujo por el desierto, y en esa tierra seca y sin agua ha hecho brotar para ti un manantial de agua de la roca dura” (Dt 8,15).


Te invito a entrar en una experiencia de Jesús en el desierto: en soledad de comunión, en el silencio del encuentro, en la presencia amorosa de Dios en ti, y la tuya en Él.

El desierto te expone, en desnudez total, ante el misterio de Dios que envuelve. Nada ni nadie podrá interferir tu encuentro, “lo verás cara a cara, y llevarás su nombre en tu frente” (Ap 22,4). Sé consciente de que el lenguaje del Amor te es revelado como don del Espíritu que te capacita para entenderlo y vivirlo.
El desierto es el lugar del despojo del propio yo. La inmensa aridez que te rodeará, hará desaparecer de ti todas aquellas cosas que no son imprescindibles en tu vida. Desnudará tu alma, y te despojará de todo, incluso de lo que consideras como más amado.

Te acercará al encuentro con Dios, porque la vaciedad en la que vivirás, te hará plenamente disponible para Él, postrado ante el misterio insondable de su voluntad.

El desierto es indispensable para todo aquel que busca a Dios, fijos los ojos en Jesús, alentado por la nostalgia que el Espíritu hizo nace en ti gracias al don del agua que te dio vida.

El desierto te libera, te deja desnudo delante de Él, te ayuda a comprender las cosas desde dentro, desde otra perspectiva que todo tiene en Dios.

En el desierto la oración se simplifica mucho: descubres que orar es ser simplemente tú, ante Él. Porque nada ni nadie te condiciona, te limitarás a estar, en la transparencia de tu realidad ante Dios, al que buscas porque lo añoras, con un amor cada vez más fuerte. Y aprendes a vivir con un amor confiado, abandonado, en medio del desierto, y sumergido en el mar del Amor… consumido por su agua.

El Pueblo de Israel caminó por el desierto durante cuarenta años. Moisés vivió en él antes de acoger la misión que Dios le quería confiar.

Jesús fue al desierto para enfrentarse a los cuarenta días de tentación y de prueba, en los que se preparó para la predicación del Reino, después de haber vivido en la plena voluntad del Padre que lo había enviado al mundo, para ser Palabra visible y cercana del Amor Salvador de Dios.

María vive sus años de Nazaret, en el silencio de una vida oculta en la sencillez de lo cotidiano, como un tiempo largo de desierto en el que se prepara para acoger el misterio del proyecto de amor del Padre para ella, en el Espíritu.

Pablo cruza el desierto en el camino de conversión a Damasco. Allí experimenta la fuerza de la luz que, deslumbrándole, le hace caer del caballo e iniciar un intenso proceso de conversión.

El desierto también es indispensable para ti. Será un tiempo de gracia, ya que es una etapa por la cual ha de pasar todo aquel que quiera dar fruto en Dios. Descubrirás la necesidad del silencio, de la interiorización y de la renuncia a todo lo superfluo, para que Dios pueda construir en ti su Reino y hacer crecer, en cada uno, el espíritu interior, la vida de intimidad con Dios, en el diálogo directo con Él.

El Espíritu que te ha conducido al desierto, te llevará a mantenerte en una comunión interior en la fe, la esperanza y la caridad.

Después, purificado por la fe, alentado por la esperanza confiada, y transformado por el Amor que te invade, podrás dar fruto, en la medida en la que tu ser interior se ha dejado convertir al Amor.

En el silencio de María, en el abandono confiado en las manos del Padre, en la comunión sincera y cordial con los hermanos, “manteniendo tu mirada en Jesús”, entra en el camino interior del desierto, porque necesitas andar por sendas de paz y de encuentro hacia el océano de Amor que es Dios.

Senderos de silencio
El objetivo de tus primeros pasos, en esta experiencia espiritual que estás iniciando, es sencillo y claro: En la serenidad y en la paz, busca el silencio. Reencuéntrate con la unificación interior en Él.

Tu camino se desenvuelve habitualmente en un entorno de actividad, más o menos intensa. Desde tu opción por Jesús se supone que lo vives todo en una perspectiva de fe. Ahora, se te va a pedir que te reencuentres con el núcleo central de tu opción de vida, que es Él, y en una actitud de amor, vives en disponibilidad tu relación fraterna, y el don que haces de ti mismo en la cotidianeidad de tu tierra. Todo ha de ser expresión de un mismo y único amor que se vive en ti.

En él vives en la armonía y el equilibrio interior, en la paz y la serenidad del alma. No olvides el objetivo final: ser coherente con tu opción de vida y las exigencias que comporta. Tu coherencia tendrá su raíz en el amor, y su fruto será también la ofrenda que haces de ti mismo.

Podrás afirmar: Amor… Amor… Amor… sólo quiero dar amor, comunicarlo. Sólo quiero amar… entrar a descubrir el misterio que encierra el Amor.

Es el corazón de la vida, es el alma del silencio: abres tu vida al Misterio del proyecto de Dios para ti. En el silencio, el Espíritu correrá el velo que lo cubre.

Déjate guiar por Él. Porque el encuentro con el amor, muchas veces, se hace en una ruta de pura fe, en el que, aunque no lo sientas, estás viviendo en la ruta del amor.

De este amor que vives y experimentas en tu encuentro “cara a cara” con el Señor Jesús, nacerá como un manantial de agua que, después, revertirá en bondad, comprensión, compasión y ternura en tu relación con los demás.

En el itinerario de tu corazón hacia Dios, el desierto será indispensable para ti.
Entra en él, a pie descalzo, disponible para encontrar la voluntad de Dios para ti, en el misterio del Reino.

“No debáis nada a nadie, sólo sois deudores en el amor” (Rm 13,8)

miércoles, 20 de febrero de 2019

Santos Jacinta y Francisco Marto



En Aljustrel, pequeño pueblo situado a unos ochocientos metros de Fátima, Portugal, nacieron los pastorcitos que vieron a la Virgen María: Francisco y Jacinta, hijos de Manuel Pedro Marto y de Olimpia de Jesús Marto. También nació allí la mayor de los videntes, Lucía, de la que hablaremos más tarde.
-Francisco nació el día 11 de junio, de 1908.
-Jacinta nació el día 11 de marzo, de 1910.
Desde muy temprana edad, Jacinta y Francisco aprendieron a cuidarse de las malas relaciones, y por tanto preferían la compañía de Lucía, prima de ellos, quien les hablaba de Jesucristo. Los tres pasaban el día juntos, cuidando de las ovejas, rezando y jugando.
Entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, a Jacinta, Francisco y Lucía, les fue concedido el privilegio de ver a la Virgen María en el Cova de Iría. A partir de esta experiencia sobrenatural, los tres se vieron cada vez más inflamados por el amor de Dios y de las almas, que llegaron a tener una sola aspiración: rezar y sufrir de acuerdo con la petición de la Virgen María. Si fue extraordinaria la medida de la benevolencia divina para con ellos, extraordinario fue también la manera como ellos quisieron corresponder a la gracia divina.
Los niños no se limitaron únicamente a ser mensajeros del anuncio de la penitencia y de la oración, sino que dedicaron todas sus fuerzas para hacer de sus vidas un anuncio, mas con sus obras que con sus palabras. Durante las apariciones, soportaron con espíritu inalterable y con admirable fortaleza las calumnias, las malas interpretaciones, las injurias, las persecuciones y hasta algunos días de prisión. Durante aquel momento tan angustioso en que fue amenazado de muerte por las autoridades de gobierno si no declaraban falsas las apariciones, Francisco se mantuvo firme por no traicionar a la Virgen, infundiendo este valor a su prima y a su hermana. Cuantas veces les amenazaban con la muerte, ellos respondían: "Si nos matan no importa; vamos al cielo." Por su parte, cuando a Jacinta se la llevaban supuestamente para matarla, con espíritu de mártir, les indicó a sus compañeros, "No se preocupen, no les diré nada; prefiero morir antes que eso."
Fuente: Aciprensa

lunes, 11 de febrero de 2019

11 de febrero: Nuestra Señora de Lourdes







El Santuario de Nuestra Señora de Lourdes en directo


Nuestra Señora de Lourdes


La Historia - Lourdes, Francia

El 11 de febrero de 1858, Bernadette, una niña de catorce años, recogía leña en Massbielle, en las afueras de Lourdes, cuando acercándose a una gruta, una de viento la sorprendió y vio una nube dorada y a una Señora vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas, que parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal, en su cintura tenia una ancha cinta azul, sus manos juntas estaban en posición de oración y llevaba un rosario.

Bernadette al principio se asusto, pero luego comenzó a rezar el rosario que siempre llevaba consigo, al mismo tiempo que la niña, la Señora pasaba las cuentas del suyo entre sus dedos, al finalizar, la Virgen María retrocedió hacia la Gruta y desapareció. Estas apariciones se repitieron 18 veces, hasta el día 16 de julio.

El 18 de febrero en la tercera aparición la Virgen le dijo a Bernadette: "Ven aquí durante quince días seguidos". La niña le prometió hacerlo y la Señora le expresó "Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro".

La noticia de las apariciones se corrió por toda la comarca, y muchos acudían a la gruta creyendo en el suceso, otros se burlaban.


Santa Bernardet
Santa Bernardette

En la novena aparición, el 25 de febrero, la Señora mando a Santa Bernadette a beber y lavarse los pies en el agua de una fuente, señalándole el fondo de la gruta. La niña no la encontró, pero obedeció la solicitud de la Virgen, y escarbó en el suelo, produciéndose el primer brote del milagroso manantial de Lourdes.

En las apariciones, la Señora exhortó a la niña a rogar por los pecadores, manifestó el deseo de que en el lugar sea erigida una capilla y mando a Bernadette a besar la tierra, como acto de penitencia para ella y para otros, el pueblo presente en el lugar también la imito y hasta el día de hoy, esta práctica continúa.

El 25 de marzo, a pedido del párroco del lugar, la niña pregunta a la Señora ¿Quien eres?, y ella le responde: "Yo soy la Inmaculada Concepción".

Luego Bernadette fue a contarle al sacerdote, y él quedo asombrado, pues era casi imposible que una jovencita analfabeta pudiese saber sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, declarado por el Papa Pío IX en 1854.

En la aparición del día 5 de abril, la niña permanece en éxtasis, sin quemarse por la vela que se consume entre sus manos.

El 16 de julio de 1858, la Virgen María aparece por última vez y se despide de Bernadette.

En el lugar se comenzó a construirse un Santuario, el Papa Pío IX le dio el titulo de Basílica en 1874. Las apariciones fueron declaradas auténticas el 18 de Enero 1862.

Lourdes es uno de los lugares de mayor peregrinaje en el mundo, millones de personas acuden cada año y muchísimos enfermos han sido sanados en sus aguas milagrosas. La fiesta de Nuestra Señora de Lourdes se celebra el día de su primera aparición, el 11 de febrero. 

El mensaje de la Virgen

El Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes, Francia, en 1858, puede resumirse en los siguientes puntos:

1- Es un agradecimiento del cielo por la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, que se había declarado cuatro años antes (1854), al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como Madre y modelo de pureza para el mundo que está necesitado de esta virtud.

2- Es una exaltación a la virtudes de la pobreza y humildad aceptadas cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de su mensaje.

3- Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la Cruz. La Santísima Virgen le repite que lo importante es ser feliz en la otra vida, aunque para ello sea preciso aceptar la cruz.

4- Importancia de la oración, del rosario, de la penitencia y humildad (besando el suelo como señal de ello); también, un mensaje de misericordia infinita para los pecadores y del cuidado de los enfermos


Santa Bernardette

Santa Bernadette Soubirous: nació el 7 de enero, de 1844, en el pueblo de Lourdes, Francia. Su nombre era Marie Bernard, pero la llamaban Bernadette. Su salud era precaria, desde niña fue asmática, tiempo después de las apariciones, fue admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. En julio de 1866 comenzó su noviciado y el 22 de septiembre de 1878 pronunció sus votos, falleció unos meses después, el día 16 de Abril de 1879.

La vida de Bernadette, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades y humillaciones, soporto muchos dolores, tenia tuberculosis, un tumor en la rodilla, problemas en los oídos.

En los primeros años con las monjas, la Santa jovencita sufrió mucho, no solo por su mala salud, sino también a causa que la Madre superiora del lugar que no creía en sus enfermedades, inclusive decía que cojeaba de su pierna para llamar la atención. 

Como religiosa se dedicó a ser asistente de enfermería y más tarde cuando ya estuvo muy mal de salud, fue sacristán. Antes de morir dijo: "Ruega Señora por esta pobre pecadora".


Santa Bernardita Incorrupta
 Santa Bernardita Incorrupta

30 años más tarde, su cadáver fue exhumado, y hallado en perfecto estado de conservación, unos años después, poco antes de su Beatificación, efectuada el 12 de Junio de 1925, se realizó un segundo reconocimiento del cuerpo, el cual seguía intacto.

Bernadette fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Su cuerpo incorrupto todavía puede verse en el Convento de Nevers, dentro de un féretro de cristal. La festividad de la Santa se celebra el 16 de Abril.

La Piedad de Bernardette vence las pruebas

Sta Bernardette
Sta Bernardette

Dos virtudes resaltaban en Bernardette: la piedad y la modestia. Para ser piadoso no es necesario ser sabio. Aún cuando se hizo religiosa, ella misma decía que no sabía como orar y sin embargo pasaba largas horas en oración. Y su oración no era mecánica, sino que le hablaba a Dios y a la Virgen como se habla con una persona cara a cara. Era pues una oración del corazón, intensa, honesta y eficaz.

Amaba la oración. Ella sabía muy bien como rezar el Santo Rosario el cual siempre llevaba en su bolsillo. Lo tenía en sus manos cuando se le apareció la Virgen. Su primer gesto en momentos de cualquier prueba o dificultad era siempre tomar su rosario y empezar a recitarlo.

La pequeña escogida por la Virgen tendría mucho que sufrir hasta el día de su muerte, tanto sufrimientos morales como físicos; pero nunca debemos olvidar que Dios guía a esta pequeña niña y que ella era responde con humildad, abandono, fe y coraje. Bernardette poseía además virtudes que serían criticadas durante toda su vida como "defectos". Por este error de la gente se puso en duda también la autenticidad de las apariciones.

Esta niña de solo 14 años (cumplidos en Enero 7 1858), tuvo que ser sabia, firme, extraordinariamente valiente y saber discernir, para poder enfrentarse con las personas que trataban de disuadirla, entre ellas sacerdotes, obispos, jefes de la policía, procuradores, etc.

Para tener una idea de la fortaleza interior y la capacidad de su juicio, podemos ver algunas de las frases que dijo durante los interrogatorios a los que tuvo que someterse. Después de que el Procurador Imperial, el señor Dutor, hizo quedarse de pie por mucho tiempo a Bernardette y a su mamá, al fin les dijo condescendientemente:

-"Ahí hay sillas. Pueden sentarse"

Bernardette respondió: "No. Pudiéramos ensuciárselas."

En otra ocasión, cuando le preguntaron sobre el idioma en que le habló la Virgen, Bernardette dijo:
-"Ella me habló en dialecto"

-"La Virgen María no pudo haber hablado en dialecto", le respondieron, "Dios y la Virgen no hablan dialecto".

A lo que ella respondió: "¿Cómo podemos saber nosotros dialecto si ellos no lo hablan?"

-"Oh, ¿por qué piensa que me habló en Francés? ¿puedo yo hablar en Francés?"

En la doceava aparición Bernardette le acercó un rosario a la Virgen. Un sacerdote le preguntó después de la aparición: ¿Así que ahora también bendices rosarios?

Bernardette se rió y dijo: "Yo no uso una estola, ¿o sí?"

Otro le preguntó: "Así que Bernardette, ahora que la Virgen te ha prometido que irás al cielo, no necesitas preocuparte del cuidado de tu alma".

Bernardette: "Pero Padre, yo solo iré al cielo si me porto correctamente"

Sus interrogatorios serían de largas horas, algunas veces días enteros; y sus interrogadores trataban de engañarla para que contradijera sus declaraciones. Pero ella se mantenía alerta, en guardia, sabiendo que ellos no querían la verdad, sino probar que lo había inventado todo.

Bernardette tuvo que enfrentarse frecuentemente con el párroco de Lourdes, Abbé Peyramale, quién tenía fama por su mal genio. Sin embargo todas las veces que nuestra santa fue a verlo, a pesar del temor que sentía, nunca se echó atrás, sino que siempre vencía su natural miedo. Su voluntad de cumplir con lo que la Virgen le había encargado podía mucho más que el mal genio del sacerdote.

Y así vemos como Bernardette cumple los deseos de la Virgen a pesar de grandes obstáculos y de sus propias flaquezas. Al final, en el último día de las apariciones, el 25 de marzo de 1858, la Virgen revela su identidad dándole a Bernardette la prueba que tanto pedía su párroco para creerle.

Las palabras de la Virgen, "Yo Soy la Inmaculada Concepción" , fueron las que derrumbaron de una vez por todas el muro de la incredulidad en el corazón de párroco, quién se convirtió desde ese momento en su más grande defensor y apoyo, usando su mismo temperamento contra los que atacaban a la niña.

A diferencia de otras apariciones, como La Salette, Pointman, Fátima, Knock, Beuraing, exceptuando la Medalla Milagrosa; Bernardette era la única vidente. No tenía otros que corroborasen el testimonio y le sirviesen de apoyo. Su única fuente de fortaleza era la misma Virgen Santísima. Pero esta era suficiente para ella.

Llegaría un tiempo donde sus cualidades, su fuerza interior, su rapidez al contestar, todas usadas para defender las Apariciones de la Virgen, se usarían en su contra. Aquellos que la apoyaban sabían entender sus grandes virtudes, pero para los que la criticaban eran sus grandes defectos. A su fortaleza interna le llamaban terquedad; a su rapidez en responder le llamaban insolencia. Una vez en el Convento de San Gildard, en Nevers, cuando fue acusada de tener amor propio, ella dibujó un círculo y puso la marca del dedo en el centro del mismo y dijo: "Que el que no tenga amor propio ponga su dedo aquí" (indicando la marca del centro).

Las apariciones fueron para Bernardette un regalo inmerecido, un regalo que que en si mismo no la hizo santa. Era un regalo para el mundo, pero que al mismo tiempo por su admirable correspondía a la gracia, la llevaría a la santidad.

Hemos de tener claro que Santa Bernardita no fue canonizada por haber visto a la Virgen Santísima, sino por haber subido por la escalera de la santidad a través de enormes pruebas y cruces. Para ser santo no es necesario haber tenido grandes experiencias místicas. Es suficiente tener estas dos cosas: humildad y amor. Es en la asidua oración y en la vida de virtud que el amor se expresa a sí mismo.

Después de las apariciones

Lourdes
Lourdes

La humilde jovencita escogida para tan gran misión, permaneció después de las apariciones como era antes, es decir la Virgen se encargo de conservarla sencilla, humilde y modesta. No le gustaban el bullicio ni la popularidad.

Pasaba como una mas, excepto por sus virtudes, por su inocencia, su candor y rectitud en su obrar. Hizo su primera comunión el mismo ano 1858, el 3 de junio, día de Corpus Christi. Nada espectacular sucedió excepto que ella había piadosamente recibido a Jesús.

Dios seguía visitándola, no con brillantes apariciones, sino por la prueba amarga de los sufrimientos: de la incomprensión, burla, casi siempre estaba enferma, soportaba dolores de toda clase, recogida y resignada con paciencia. Sufría de asma crónica, tuberculosis, vómitos de sangre, aneurisma, gastralgia, tumor de una rodilla, caries en los huesos, abscesos en los oídos que le ocasionaron sordera, que esta se le quito hasta un poco antes de su muerte.

La Virgen le dijo a Bernardette: "No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo". Y estas palabras de la Virgen se cumplieron plenamente en nuestra santa. Mucho tuvo que sufrir durante su vida hasta su muerte a los 35 años. La salud de Bernardette era muy delicada, muchas veces tenía que estar en cama con fiebre; tenía días bien críticos con ataques de asma que muchas veces eran bien dolorosos.

Muchos encontraban cura en la fuente de Lourdes, pero no Bernardette. Un día le preguntaron: "¿No tomas del agua de la fuente? Estas aguas han curado a otros, ¿por qué no a ti? Esta pregunta insidiosa pudo haberse convertido en una tentación para Bernardette en no creer en la aparición, pero ella no se turbó. Le respondió:

"La Virgen Santísima quizás desea que yo sufra. Lo necesito"

¿Porqué tu más que otros?
- "El buen Dios solo lo sabe".

¿Regresas algunas veces a la gruta?
- "Cuando el Párroco me lo permite".

¿Porqué no te lo permite todo el tiempo?
- "Porque todos me seguirían".

Antes habías ido aún cuando se te había prohibido.
- "eso fue porque fui presionada."

La Virgen Santísima te dijo que serías feliz en el otro mundo, así que estas segura de ir al cielo.
- "Oh no, eso será solo si obro bien".

¿Y no te dijo Ella que hacer para ir al cielo?
- "Nosotros lo sabemos muy bien; no es necesario que yo lo diga".


Últimos años en Lourdes

Bernardette no podía recibir en su casa el cuidado que ella necesitaba para su frágil salud y el gran número de visitantes curiosos le causaban fatiga. Viendo esta necesidad, Abbé Peyramale pidió a la Superiora del Hospicio de Lourdes que acogiera a la niña. Le dijo:

"Es con ustedes que la niña debe estar. Ustedes pueden darle el cuidado que ella necesita en todos los aspectos".

En el año 1860, las Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían el hospital y la escuela, le ofrecieron un asilo titular. Desde aquel día permaneció bajo su techo, con su salud delicada, pero con su consigna de siempre: no llamar la atención de nadie. Aún cuando sus padres ya se habían mudado de la cárcel y vivían en un molino, le dieron permiso sin dificultades de permanecer con las hermanas. Su madre lloró por su partida pero sabía que era por el bienestar de la niña.

En el hospicio Bernardette fue asignada bajo el cuidado de la Hermana Elizabeth, quien le debía enseñar a leer y escribir mejor. Bernardette tenía 16 años, era julio de 1860. La superiora le dijo a la Hna. Elizabeth: "se dice que ella no es muy inteligente, mira a ver si es posible hacer algo con ella".

La Hna. Elizabeth al entrar en contacto con Bernardette diría: "Encuentro en ella una inteligencia muy viva, un candor perfecto y un corazón exquisito". Ella diría a la madre superiora: "Mi querida Madre, la han engañado. Bernardette es muy inteligente y asimila muy bien la doctrina que se le da."

Sin ser brillante, Bernardette adquirió gran cantidad de conocimiento elemental. En su tiempo en el hospicio, permaneció siendo una niña de su edad. Era recta, sincera, piadosa pero traviesa, muy vivaz, a quien le encantaba reír, jugar y bromear. Muchas veces la ponían a cuidar niños más pequeños, como era la costumbre en las escuelas elementales y Bernardette se mostraba tan joven y juguetona como la más pequeña niña.

Uno de los niños diría mas tarde:

"Bernardette era tan simple. Cuando le pedían que nos cuidara, lo hacía de una manera tal, que parecía otra niña jugando con nosotros, que no nos hacía pensar tanto en su aventura milagrosa. Criados con este pensamiento de que nuestra compañera había visto a la Virgen, lo considerábamos tan natural como un niño de hoy día que ha visto al presidente de la república".

Bernardette era completamente natural en su comportamiento diario, sin embargo era muy seria tocante a su vida cristiana.

Al crecer, Bernardette tuvo como toda joven, sus momentos de vanidad, queriendo estar arreglada y lucir bien. Pero todas estas vanidades pasaron por ella rápidamente y sin dejar ningún rastro en su corazón.

Decía la Hna. Victorina: "La fiebre pasó rápidamente y no dañó su profunda piedad".

La comunidad contaba con las oraciones de Bernardette. Un día una religiosa, la Madre Alejandrina, sufrió una torcedura y el médico le mandó a tener reposo. Pero ella era muy activa y le pidió a Bernardette que le pidiera a la Virgen que la curara. Bernardette inmediatamente fue a rezar ante la estatua de la Virgen en la capilla. Oró con todo su corazón. ¿Qué pasó?... no sabemos nada más que al otro día el doctor encontró a la Madre Alejandrina ocupada en su trabajo, como si nada hubiese pasado.


La vocación religiosa

La Virgen Santísima le dio una gracia especial al llamarla a la vida religiosa. Parece que nunca Bernardette consideró en serio el matrimonio. A los 19 o 20 años, en 1863, la vocación de ser religiosa se le presentó claramente. Había considerado vagamente ser carmelita, pero no fue difícil hacerle comprender que su salud era muy delicada para enfrentar los rigores del Carmelo.

Fue el Obispo Forcade de Nevers, que tenía en su diócesis la Casa Madre de las Hermanas de la Caridad del hospicio y la escuela de Lourdes, quien contribuyó definitivamente en su orientación. El le preguntó cuáles eran sus intenciones para el futuro y ella le respondió: "Señor Obispo, todo lo que pido es quedarme en esta casa como una sierva"

Pero hija mía, ¿no has pensado en llegar a ser una religiosa como las hermanas a las que tan apegada estás?

- "Oh, Señor Obispo, nunca he creído que esto pudiese ser para una ignorante y pobre niña como yo. Usted sabe bien que soy pobre y no tendría la dote necesaria".

No es la pobreza lo que debe detenerte. Se puede hacer una excepción a la regla y recibir a una joven sin dote, si ella tiene signos claros de vocación".

- "Señor Obispo, sus palabras me han tocado profundamente, le prometo que pensaré en ellas" .

Bernardette comprendía que una decisión como esta no se hace sin consideración y reflexión. El Obispo estaba muy complacido con su prudencia y le recomendó que se tomara su tiempo e hiciera su decisión con completa libertad y sin apresuramiento.

En Agosto de 1864, Bernardette dijo a la Madre Superiora del Hospicio:
"Madre mía, he orado mucho para saber si estoy llamada a la vida religiosa. Creo que la respuesta es "sí". Yo quisiera entrar en su congregación si soy aceptada. Permítame pedirle que le escriba al Obispo".

En respuesta la superiora abrazó a Bernardette y sus lágrimas de gozo fueron su afectuosa respuesta.

Habiendo hecho su elección, más ataques de enfermedad y la necesidad de tratar varios remedios retardaron la puesta en práctica de su promesa.

En 1866 escribió: "Estoy mas presionada que nunca a dejar el mundo. Ahora he decidido definitivamente y espero dejarlo pronto".

Por fin llegó el gran día a comienzos de Julio de 1866, tenía 22 años de edad. Por última vez fue a la amada gruta donde su despedida fue de todo corazón. "¿Ven la gruta?, era mi cielo en la tierra". Al día siguiente se despidió de su familia y en Julio 4 1866, Bernardette dejó su pueblo natal para nunca más volver.

Antes de partir improvisa una oración tomando como pauta el Magnificat: acción de gracias por la pobreza de su esclava. Se dirige directamente a María: "Si, Madre querida, tu te has abajado hasta la tierra para aparecerte a una débil niña..Tu, reina del cielo y la tierra, has querido servirte de lo que había de mas humilde según el mundo".

La religiosa, la Santa

Se va para comenzar su noviciado. Llegaron al convento de las Hermanas de la Caridad de Nevers, el 7 de julio de 1866 en la noche. El domingo Bernardette tuvo un ataque de nostalgia que le llevó a estar llorando todo el día.  La animaban diciéndole que este era un buen signo ya que su vida religiosa debía empezar con sacrificio. En los anales de la Casa Madre se lee:

"Bernardette es en realidad todo lo que de ella hemos oído, humilde en su triunfo sobrenatural; simple y modesta a pesar de que todo se le ha unido para elevarla. Ella ríe y es dulcemente feliz aunque la enfermedad se la está comiendo. Este es el sello de la santidad, sufrimiento unido a gozo celestial."

Hermana María Bernarda

Ni la superiora, la hermana Josefina Imbert, ni la maestra de novicias Madre María Teresa Vausou, entendían el tesoro que se les había confiado. Sí, admitían que la Virgen se le apareció, pero la veían tan "ordinaria", que tenían dificultad en ver santidad en ella. Su idea de santidad aparentemente era diferente a la de la Iglesia.

En el proceso diocesano de Beatificación, el Reverendo P. Peach, profesor de teología dogmática en el seminario de Moulins, les dijo a sus estudiantes:

"El testimonio llegó a esto, que Bernardette era muy ordinaria. Pero cuando se les preguntó si ella era fiel a las reglas, si tenía que ser corregida por desobediencia o en referencia a la pobreza y castidad, todas se apresuraron a decir: "Oh no, nada de eso".

¿Por qué sus superioras la juzgaban tan mal?; solo se puede encontrar respuesta en que era parte de la Providencia Divina para la santificación de Bernardette. De manera particular la Maestra de Novicias, Madre María Teresa Vauzou, quién fue la causante de muchos sufrimientos espirituales de Bernardette durante los 13 años que vivió en el convento. La Madre María, quien era estimada por su ojo agudo y su penetración psicológica, nunca fue capaz de leer en esta alma límpida su íntima unión con Dios, ni tampoco su total abandono a los deseos de su divina voluntad, la cual formaba su vida interior.

Bernardette, sin haber estudiado sobre la formas de oración, pasaba horas en ella, recitando su rosario con gran fervor. Vivía en unión perpetua con la Virgen Santísima y a través de Ella con Jesucristo.

"Bernardette estaba totalmente perdida en Dios".

Al recibir el hábito de postulante, recibió su nombre de religiosa el cual sería su mismo nombre bautismal, Sor María Bernarda.

Profesión anticipada

Tres semanas después de haber recibido el hábito, Bernardette enfermó de gravedad con un nuevo ataque de tuberculosis y tuvo que ser puesta en la enfermería.

Esta crisis de sofocación asmática y de tos fue tan seria que el médico pensaba que su muerte era inminente.

La Madre Superiora llamó al Obispo y este le administró el Sacramento de Extrema Unción, pero ella no pudo recibir el Viático porque constantemente estaba vomitando sangre. Pensando que Bernardette estaba a punto de morir, la Madre Superiora quiso darle el consuelo de pronunciar sus votos. Habló con el Obispo, y la comunidad dio su aprobación unánime.

Sabiendo lo que iban a hacer, Bernardette respondió con una sonrisa de agradecimiento. Fue el Obispo Forcade quien presidió la ceremonia. Bernardette dio su consentimiento por medio de signos ya que no podía hablar. Entonces le fue dado el velo de profesa. Se pensaba que estaba a punto de morir, pero Bernardette siempre ponía su salud en las manos de la Virgen.

La nueva religiosa se durmió y se despertó a la mañana siguiente en un estado de felicidad que ella declaró a su Superiora:  

"Mi Reverenda Madre, usted me hizo hacer la profesión religiosa porque pensaba que iba a morir. Bueno, mire no voy a morir" .

La Madre Superiora entonces le respondió: "Tonta, tú sabías que no ibas a morir y no nos lo dijiste. En este caso, si no has muerto para mañana en la mañana, te quitaré el velo".

Y la hermana María Bernarda, con admirable sumisión heroica, le respondió simplemente:

"Como usted desee, reverenda Madre". 

Y a pesar del dolor que esto le causaba, supo aceptar este cáliz que el Señor le enviaba.

Su madre murió en Diciembre 8, 1866, tenía 45 años y esta fue una de las tristezas más grandes que experimentó. En medio de su dolor dijo al Señor:

"¡Mi Dios, tú lo has querido! Yo acepto el cáliz que me das. Que tu Nombre sea bendito".

Durante su noviciado, Bernardette fue tratada más severamente y quizás más cruelmente que las otras novicias. Sus compañeras decían: "No es bueno ser Bernardette". Pero ella lo aceptaba todo y veía en ello la mano de Dios.
Bernardette profesó el 30 de octubre de 1867 con el nombre de Sor María Bernarda. Tenía 23 años. Sin embargo, la felicidad de ese momento fue teñida por una ruda humillación.

Cuando llegó el momento de distribuir a las nuevas profesas los trabajos, la Madre Superiora respondió a la pregunta del Obispo: "¿Y la hermana Marie Bernard?, "Oh, Señor Obispo, no sabemos que hacer. Ella no es buena para nada". Y prosiguió: "Si desea, Señor Obispo, podemos tratar de usarla ayudando en la enfermería". A lo cual el Obispo consintió. La hermana Marie Bernard recibió el dolor de esta humillación en su corazón, pero no protestó, ni lloró, simplemente aceptó el cáliz.

Otro cáliz que pronto tomaría fue la muerte de su padre en 1871, 6 años después que su mamá. Supo de la muerte de su papá, a quien no había visto mas desde que dejó Lourdes, pero sabía que había muerto en la fe.

Una hermana la encontró llorando a los pies de la estatua de la Virgen y cuando la hermana la iba a consolar ella le dijo:

"Mi hermana, siempre ten una gran devoción a la agonía de nuestro Salvador. El sábado en la tarde le oré a Jesús en agonía por todos aquellos que morirían en ese momento, y fue precisamente en el mismo momento en que mi padre entró a la eternidad. Que consuelo para mí el quizás haberle ayudado".

Muchas tribulaciones tuvo que pasar; humillaciones, grandes y pequeñas se apilaban sobre ella y ella decía:

"Cuando la emoción es demasiado fuerte, recuerdo las palabras de nuestro Señor, "Soy Yo, no tengan miedo". El rechazo y humillaciones de mis Superioras y compañeras inmediatamente agradezco a nuestro Señor por esta gran gracia. Es el amor de este Buen Maestro el que hará desaparecer el árbol del orgullo en sus malas raíces. Mientras más pequeña me hago, más crezco en el Corazón de Jesús."

A Bernardette se le concedió un gran regalo al comienzo de 1874. Había sido asistente de enfermería, un trabajo que amaba mucho, pero sus fuerzas se diminuían.

Después de un ataque de bronquitis en el otoño de 1873, por el cual tuvo que ir al hospital, se determinó que estaba muy débil para seguir ayudando en la enfermería y se le dio el trabajo de menos esfuerzo físico en el Convento, el cual era al mismo tiempo el más importante, y el cual ella amó mucho más que el de ayudante de enfermería; la nombraron asistente de sacristán.

Su nueva posición le daba la oportunidad de pasar mucho tiempo en la capilla, cerca del Santísimo Sacramento. Estaba casi sin supervisión, lo que le permitía hablarle al Señor en el Tabernáculo, sin que nadie pensara que ella era extraña.

Manejaba todos los artículos sagrados con gran reverencia. El corporal, los purificadores y las albas los trataba consciente que Jesús Encarnado los había tocado durante el Sacrificio de la Eucaristía. Por eso no permitía que nadie le ayudase en este ministerio.

Pero este regalo no duró por mucho tiempo ya que su salud constantemente empeoraba. A partir de 1877 no es más que una inválida. Se le provee cuidado lo más posible y ella obedece todas las prescripciones.

Pronunció sus votos perpetuos el 22 de septiembre de 1878, en un tiempo en que se sentía mejor. Pero no duró mucho. Al siguiente 11 de diciembre, retornó a la enfermería, para nunca más salir. Sus últimos meses fueron muy difíciles, haciéndole pasar por la noche oscura del alma. Perdió confianza, la paz del corazón y la certeza del cielo. Fue tentada al desánimo y desesperación. Pensaba que era indigna de la salvación. Este fue su cáliz más amargo y su sufrimiento mayor.

También sufría mucho físicamente. La cama le causó tener la espalda repleta de llagas. Su pierna tuberculosa se le reventó. Desarrolló abscesos en los oídos, los que la hicieron prácticamente sorda por un tiempo. Si no hubieran sido tan evidentes sus síntomas, nadie se hubiese sospechado que estaba enferma. Su actitud tan serena y gozosa no manifestaba el profundo sufrimiento que padecía. No perdió su fortaleza y su aceptación.

A una hermana le dijo que iba a orar para que el Señor le mandara consolación, ella le respondió: "No, no, no consolación, solo fortaleza y paciencia" .

Bernardette padeció su pasión durante la Semana Santa de 1879. El día 16 de Abril de 1879 rogó a las religiosas que la asistían que rezaran el rosario, siguiéndolo ella con gran fervor. Al acabar un Ave María, sonrió como si se encontrara de nuevo con la Virgen de la Gruta y murió. Eran las 3:15 PM.

Sus últimas palabras fueron la conclusión del Ave María: "Santa María, Madre de Dios, ruega por mí pobre pecadora....pecadora...".

Su cuerpo fue puesto en la pequeña Capilla Gótica, situada en el centro del jardín del Convento y la que estaba dedicada a San José. Fue en esta Capilla en la que, después de 30 años, en Septiembre 22, 1909, reconocieron el cuerpo, en vista al proceso de Beatificación diocesano. El cuerpo fue hallado en perfecto estado de preservación. Su piel dura, pero intacta, mantuvo su color. Hubo un segundo reconocimiento en Abril 18, 1925, poco antes de su Beatificación el 12 de Junio de 1925.
Bernardette fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Y celebramos su fiesta el día en que partió a la casa del Padre, el 16 de abril.
Lourdes se ha convertido en el santuario Mariano mas visitado de Europa y el segundo en el mundo, después del Santuario de la Virgen de Guadalupe en México. Infinidad de enfermos han sido sanados en las aguas milagrosas de Lourdes, pero el mayor milagro siguen siendo las muchísimas conversiones del corazón.

Santa Bernardette todavía se puede observar incorrupta en su capilla en Nevers, dentro de un féretro de cristal donde parece estar dormida. Su dulzura y paz aun toca los corazones.

Santa Bernardette todavía se puede observar incorrupta en su capilla en Nevers, dentro de un féretro de cristal donde parece estar dormida. Su dulzura y paz aun toca los corazones.

¡Santa Bernardette, ruega por nosotros!


Fuente: EWTN

sábado, 9 de febrero de 2019

Bendición apostólica con indulgencia plenaria "in articulo mortis"

La bendición apostólica es un sacramental con el que se concede la indulgencia plenaria (bajo las condiciones usuales), pero no la absolución de las censuras eclesiásticas. Esta bendición no se puede dar durante el año santo del jubileo. Un rasgo especial de la misma es la bendición apostólica in articulo mortis, o sea la bendición que se da a los que están en peligro de muerte por sacerdotes que posean la facultad requerida. El Papa Benedicto XIV prescribió una fórmula; para ganar la indulgencia es necesario recibir los sacramentos, invocar el Santísimo Nombre de Jesús, y resignarse a la voluntad de Dios. En los países de misión los obispos pueden subdelegar en cada sacerdote la concesión de esta indulgencia (5 de abril de 1772). No se suspende por un jubileo. 

Fuente: https://ec.aciprensa.com/wiki/Bendici%C3%B3n_apost%C3%B3lica


INDULGENCIA PLENARIA A LA HORA DE LA MUERTE PARA IR AL CIELO SIN PASAR POR LAS DURAS PENAS DEL PURGATORIO

ES IMPORTANTE CONOCER ESTO, TANTO PARA NUESTROS FAMILIARES Y AMIGOS COMO PARA NOSOTROS MISMOS.



A lo largo de mi vida he visto como muchos buenos y piadosos católicos no conocen del precioso regalo, en forma de indulgencia plenaria, que nos ofrece la Iglesia a la hora de morir. Ciertamente, son muchos los que por ignorancia - tanto propia como del clero - llegan a morir sin recibir tan piadosa bendición. Este acto, realizado con fe, otorga la indulgencia plenaria a la hora de la muerte a los enfermos. Así pues, todo su dolor, sufrimiento, incomodidades, etc serán ofrecidas al buen Señor para expiar la culpa de nuestros pecados aún en vida, para así, a la hora de morir, evitar los horribles pero buenos tormentos del muy Santo Purgatorio. Así pues, si se muere en estado de gracia y luego de recibir la Indulgencia Plenaria In Articulo Mortis (que aplica a la hora de morir, y no a la hora en que se realiza la bendición) el alma de ese buen católico será prometida, al igual que el buen ladrón al lado de Cristo en el Calvario:

El ladrón dijo a Jesús: "Acuérdate de mi cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc. 23:42,43).

Aquí os dejo, pues, el ritual intacto de la Indulgencia in Articulo Mortis.

¡Leedlo y meditadlo! ¡Dejad que Cristo, Dios mismo, os hable!

Tarea: Imprimir esta indulgencia y regalársela a al menos un sacerdote. También, deben dar a conocer esto a sus hermanos, en especial a los más piadosos y a aquellos que se encuentran en agonía. Realicen, además, alguna otra indulgencia por los benditas ánimas del Santo Purgatorio.
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El ritual se puede descargar e imprimir con más facilidad aquí.
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RITUAL DE LA BENDICIÓN APOSTÓLICA CON

INDULGENCIA PLENARIA 
"IN ARTICULO MORTIS"
(Ritual Romano, tít. VI, cap. 6) 
¡Señor, ten misericordia de nostros y del mundo entero!


I- Advertencias previas.
1. Cuando se da la Bendición Apostólica en seguida después de la Sagrada Unción o del Santo Viático, se comienza por la oración Clementissime, teniendo sin embargo en cuenta la rúbrica no. 4.

La Bendición Apostólica con indulgencia plenaria en el momento de la muerte suele darse después del Sacramento de la Penitencia, de la Eucaristía y de la Extremaunción a aquellos enfermos que la pidieron cuando estaban sanos de espíritu y en plena posesión de sus facultades, o que verosímilmente la hubieran pedido, o que dieron signos de contrición; debe darse a estas mismas personas, incluso si después se encuentran privados del uso de la lengua y de los otros sentidos, o si cayeron en delirio o demencia. En cambio debe negarse absolutamente a los excomulgados, a los impenitentes y a los que mueren manifiestamente en pecado mortal.

2. El Párroco o el Sacerdote que asiste al enfermo, revestido con la sobrepelliz y la estola morada, entra en la habitación donde se encuentra recostado el enfermo y dice: Pax huic dómui, etc. Luego rocía al enfermo, a la habitación y a los presentes con el agua bendita, diciendo la antífona: Aspérges me, etc.

3. Si el enfermo quiere confesarse, escuche su confesión y absuélvalo. Si no pide confesarse, indúzcalo a hacer un buen acto de contrición; si hay tiempo, instrúyalo brevemente sobre la virtud y eficacia de esta bendición; Luego enséñele y exhórtelo a invocar el santísimo nombre de Jesús, al menos en su corazón, a llevar de buen grado las molestias y dolores de la enfermedad en expiación de la vida pasada, y a ofrecerse a Dios, dispuesto a aceptar en adelante todo lo que le plazca, y a morir con paciencia en satisfacción de las penas que ha merecido pecando.

4. Instrucción y preces.

Luego consuélelo con palabras santas, despertando en él una esperanza firme, de que obtendrá, por efecto de la liberalidad divina, la remisión de las penas debidas y la vida eterna: con este fin podrá hablar al enfermo con las palabras siguientes u otras semejantes.

NOTA: DONDE SE OFRECE LA TRADUCCIÓN LATÍN-ESPAÑOL, EL SACERDOTE PUEDE ELEGIR CUAL DE LAS DOS TRADUCCIONES UTILIZAR.

II – Instrucción
Voy a darte, hermano mío, la Bendición Papal. Es una gracia más que el Señor te concede en tu enfermedad. Es también una demostración del amor y solicitud de la Iglesia por el bien de tu alma.

La Bendición Papal es una bendición extraordinaria, que el Santo Padre hace llegar a los enfermos por intermedio de los Sacerdotes. Por la Bendición Apostólica se perdona toda la pena temporal debida por los pecados. El efecto de esa absolución se aplica en el momento de la muerte, pero el derecho a recibir tan extraordinario beneficio se adquiere desde el momento en que se da la Bendición. En nombre del Papa vengo, pues, a darte este regalo espiritual.

Ofrece a Dios, con toda resignación, los sufrimientos e incomodidades de tu enfermedad, en expiación de tus pecados; entrégate en sus manos para que disponga de ti y de todas tus cosas, inclusive de tu propia vida, como le agradare.

Invoca ahora el nombre de Jesús con todo tu corazón para que te dispongas a ganar esta indulgencia, y continúa repitiendo este nombre de salvación durante toda tu enfermedad.

Repite interiormente:
III - Preces

V. Para que mis sufrimientos y enfermedades sean aceptados en expiación de mis culpas. R. ¡Óyeme, Jesús!

V.
 Para que en todo me conforme con tu voluntad. R. ¡Óyeme Jesús!

V. Para que no se pierda en mi alma el mérito de tu pasión R. ¡Óyeme, Jesús!

V. Para que me seas propicio en el día del juicio. R. ¡Óyeme, Jesús!

V. Para que mi esperanza no desfallezca.
R. ¡Óyeme, Jesús!

V. Para que no sea confundido eternamente. 
R. ¡Óyeme, Jesús!

V. Para que mi alma alcance la gloria de la compañía. de los santos. 
R. ¡Óyeme, Jesús!
IV- Breve acto de contrición.

¡Jesús, mi Señor y Redentor! Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confío en que por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén.
V - Versículos y oraciones.

Luego se dicen las preces, que sin embargo podrán omitirse.


V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor. R. Adjutórium nostrum in nómine Dómini.
R. Que hizo el cielo y la tierra. 
R. Qui fécit caelum et terram.
 
Antífona. No te acuerdes, Señor, de las culpas de tu siervo (sierva) ni tomes venganza de sus pecados.
Antíphona. Ne reminiscáris, Dómine, delícta fámuli tui (fámulas tuae): neque vindíctam sumas de pecátis ejus .

V Señor, ten piedad de nosotros.
R. Señor, ten piedad de nosotros.

V Kyrie, eléison.
R. Kyrie, eléison.


V Cristo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, ten piedad de nosotros.
V. Christe, eléison,
R. Christe, eléison.


V Señor, ten piedad de nosotros.
R. Señor, ten piedad de nosotros.

V Kyrie, eléison.
R. Kyrie, eléison. 


Sacerdote. Padre Nuestro...
Sacerdos. Pater noster...

V Y no nos dejes caer en la tentación.
R. Mas líbranos del mal.

V Et ne nos indúcas in tentatiónem.
R. Sed líbera nos a malo.


V. Salva a tu siervo (sierva) Señor.
R. Dios mío, porque espera en ti.

V. Salvum (-am) fac servum tuum (ancíllam tuam)
R. Deus meus, sperántem in te.


V. Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.

V. Dómine, exáudi oratiónem meam.
R. Et clamor meus ad te véniat.


V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

V. Dóminis vobíscum.
R. Et cum spítitu tuo.


V Nuestro auxilio está en el nombre del Señor. V Adjutórium nostrum in nómine Dómini.

CLEMENTÍSIMO Señor, Padre misericordioso y Dios de todo consuelo, Tú que no quieres que perezca ninguno de cuantos creen en Ti, conforme a la inmensidad de tu misericordia mira propicio a tu siervo (sierva) N., a quien recomiendan la verdadera fe y la esperanza cristiana. Vísitalo (visítala) para que lo (la) salves y concédele benignamente el perdón de todos sus pecados, por los méritos de la pasión y muerte de tu Hijo Jesucristo. Que cuando salga el alma de su cuerpo, encuentre en Ti un Juez indulgente, y que, purificada de toda mancha en la sangre de tu mismo Hijo, merezca pasar a la vida eterna. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. R. Amen .

CLEMENTÍSSIME Deus, Pater misericordiárum, et Deus totíus consolatiónis, qui néminem vis períre in te credéntem, atque sperántem; secúndum multitúdinem miseratiónum tuárum réspice propítius fámulum tuum N., que m (fámulam tuam N., quam) tibi vera fides, et spes christiána comméndant. Vísita eum (eam) in salutári tuo, et per Unigé niti tui passiónem et mortem, ómnium ei delictórum suórum remissiónem, et véniam cleménter indúlge: ut ejus ánima in hora éxitus sui te júdicem propitiátum invéniat, et in sánguine ejúsdem Fílii tui ab omni mácula ablúta, transíre ad vitam mereátur perpétuam. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum. R. Amen .
VI - Confesión general.

Se hace la confesión general, que podrá omitirse si ya se ha rezado.

Yo, pecador ...

Confíteor Deo …
Hecha la confesión general del modo habitual, en latín o en lengua vulgar, el sacerdote dice en singular: 

Misereátur tui, etc., Indulgéntiam ... tuórum tríbuat tibi, etc.

SacerdoteDios omnipotente tenga misericordia de ti, y, perdonados tus pecados, te lleve a la vida eterna. R. Amén. Sacerdos. Misereátur tui, omnípotens Deus, et dimíssis peccátis tuis, perdúcat te ad vitam aeternam. R. Amén.

El Señor omnipotente y misericordioso te conceda indulgencia, absolución y remisión de tus pecados. R. Amén. Indulgéntiam, absolutiónem et remissiónem peccatórum tuórum tríbuat tibi omnípotens et miséricors Dóminus. R. Amén.

VII - Bendición Apostólica.
Luego, elevando la mano derecha hacia el enfermo, da la Bendición:

Dóminus noster Jesus Christus, Fílius Dei vivi, qui beáto Petro Apóstolo suo dedit potestátem ligándi, atque sol di, per suam piísimam misericórdiam recípiat confesiónem tuam, et restítuat tibi stolam primam, quam in Baptísmate recepísti: et ego facultáte mihi ab Apostólica Sede tribúta, indulgéntiam plenáriam et remissiónem ómnium peccatórum tibi concédo. In nómine Patris, et Fílii, ╬ et Spíritus Sancti. R. Amén.

VIII - Conclusión.
Per sacrosáncta humánre reparatiónis mystéria remíttat tibi omnípotens Deus omnes prteséntis et futúrae vitae poenas, paradísi portas apériat, et ad gáudia sempitérna perdúcat. R. Amen.

Benedícat te omnípotens Deus, Pater, et Fílius, ╬ et Spíritus Sanctus. R. Amen.


IX - En los casos de cierta urgencia.

En caso de necesidad es suficiente decir:

Ego, facultáte mihi ab Apostólica Sede tribúta, indulgéntiam plenáriam et remissiónem ómnium peccatórum tibi concédo, et benedíco te. In nómine Patris, et Fílius, ╬ et Spíritus Sanctus.
R. Amen.
X - Rúbricas.

Cuando esta Bendición Apostólica se imparte a varios enfermos a la vez, se dice todo lo anterior una sola vez, cambiando solamente el singular por el plural.

Luego rece el sacerdote las oraciones de la Recomendación del alma con la mayor devoción posible, y exhorte a los familiares y presentes que recen al mismo tiempo por el moribundo.

Catecismo Tradicional.


Fuente: http://www.catolicidad.com/2014/07/indulgencia-plenaria-la-hora-de-la.html