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jueves, 6 de abril de 2023

Jesús en el Jueves Santo: La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio y la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní

 


†  Sagrada Liturgia-Jueves Santo




JUEVES SANTO

El Jueves Santo se celebra: La Última Cena; El Lavatorio de los pies; La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio y la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní




 

 

La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo, ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo recogimiento, ser espectador de todo lo que aconteció 'en la noche en que iban a entregarlo'. Y por otro lado, el mismo Señor Jesús nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.

En este sentido, el Evangelio de San Juan presenta a Jesús 'sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía' pero que, ante cada hombre, siente tal amor que, igual que hizo con sus discípulos, se arrodilla y le lava los pies, como gesto inquietante de una acogida incansable.

San Pablo completa el retablo recordando a todas las comunidades cristianas lo que él mismo recibió: que aquella memorable noche la entrega de Cristo llegó a hacerse sacramento permanente en un pan y en un vino que convierten en alimento su Cuerpo y Sangre para todos los que quieran recordarle y esperar su venida al final de los tiempos, quedando instituida la Eucaristía.

La Santa Misa es entonces la celebración de la Cena del Señor en la cuál Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión, "mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." (Mt 28, 26).

Él quiso que, como en su última Cena, sus discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el vino: "Hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19).

Antes de ser entregado, Cristo se entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y real de su muerte antes de su Pasión. Por eso "cuando comemos de ese pan y bebemos de esa copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que vuelva" (1 Cor 11, 26).

De aquí que podamos decir que la Eucaristía es memorial no tanto de la Ultima Cena, sino de la Muerte de Cristo que es Señor, y "Señor de la Muerte", es decir, el Resucitado cuyo regreso esperamos según lo prometió Él mismo en su despedida: " un poco y ya no me veréis y otro poco y me volveréis a ver" (Jn 16,16).

Como dice el prefacio de este día: "Cristo verdadero y único sacerdote, se ofreció como víctima de salvación y nos mandó perpetuar esta ofrenda en conmemoración suya". Pero esta Eucaristía debe celebrarse con características propias: como Misa "en la Cena del Señor".

En esta Misa, de manera distinta a todas las demás Eucaristías, no celebramos "directamente" ni la muerte ni la Resurrección de Cristo. No nos adelantamos al Viernes Santo ni a la Noche de Pascua.

Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo). "Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).

Por eso esta Eucaristía debe celebrarse lo más solemnemente posible, pero, en los cantos, en el mensaje, en los signos, no debe ser ni tan festiva ni tan jubilosamente explosiva como la Noche de Pascua, noche en que celebramos el desenlace glorioso de esta entrega, sin el cual hubiera sido inútil; hubiera sido la entrega de uno más que muere por los pobre y no los libera. Pero tampoco esta Misa está llena de la solemne y contrita tristeza del Viernes Santo, porque lo que nos interesa "subrayar"; en este momento, es que "el Padre nos entregó a su Hijo para que tengamos vida eterna" (Jn 3, 16) y que el Hijo se entregó voluntariamente a nosotros independientemente de que se haya tenido que ser o no, muriendo en una cruz ignominiosa.

Hoy hay alegría y la iglesia rompe la austeridad cuaresmal cantando él "gloria": es la alegría del que se sabe amado por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio que le costamos a Cristo.

Podríamos decir que la alegría es por nosotros y el dolor por Él. Sin embargo predomina el gozo porque en el amor nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.

Podemos decir que hoy celebramos con la liturgia (1a Lectura). La Pascua, pero la de la Noche del Éxodo (Ex 12) y no la de la llegada a la Tierra Prometida (Jos. 5, 10-ss).

Hoy inicia la fiesta de la "crisis pascual", es decir de la lucha entre la muerte y la vida, ya que la vida nunca fue absorbida por la muerte pero si combatida por ella. La noche del sábado de Gloria es el canto a la victoria pero teñida de sangre y hoy es el himno a la lucha pero de quien lleva la victoria porque su arma es el amor.


 

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Fuente: Corazones.org 

jueves, 9 de abril de 2020

Hora Santa Jueves Santo

Hora Santa Jueves Santo


LA HORA SANTA

Uno de los ritos del Jueves Santo, dentro de la celebración de la Cena del Señor, es la reserva del Pan consagrado para la adoración de los fieles. Es lo que en nuestra tradición conocemos como "la vela del Santísimo ante el Monumento" (altar donde se deposita el Cuerpo del Señor).

Nació como un gesto práctico en siglos XIII-XIV para favorecer la adoración en la tarde-noche del Jueves Santo. Antes este monumento era una especie de "sepulcro" donde se guardaban las formas, incluso se enterraban, se colocaban guardias a los lados, se ponían emblemas fúnebres, e incluso se representaban dramas teatrales sobre el entierro de Jesús. Como vestigio de todo esto ha quedado la hora santa. Hoy día, este momento consiste en una oración breve, profunda, meditativa, de alabanza, iniciando la Pascua del Señor.

Introducción

Jesús ha vivido unos momentos intensos. Los discípulos quieren descansar, pero no le dejan solo. Esta tarde nuestra iglesia, nuestros grupos eran el Cenáculo. Jesús repetía sus palabras y sus signos... Fueron tantos y tan densos que queremos recordarlos, volver a meditarlos. Esta noche todos nosotros somos Getsemaní. Cristo está aquí. Y nosotros también para adorar y agradecer su entrega en el Pan y el Vino nuevos y para iniciar el misterio pascual de su muerte y resurrección.

Canto

1. PRIMER MOMENTO: REZAMOS

• En tu noche de entrega, en tu noche de soledad, en tu hora difícil, en tu lucha y agonía, Oremos: R/ nosotros queremos rezar contigo. • Cuando todos te abandonan, cuando Judas te traiciona, cuando el Sanedrín prepara tu condena, Oremos: R/nosotros queremos estar contigo. • Cuando los discípulos duermen, Oremos: R/nosotros queremos velar contigo. • Cuando los soldados te prenden, Oremos: R/ nosotros queremos defenderte. • Cuando Pedro te niega tres veces, Oremos: R/ nosotros queremos confesarte.

LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 14,..-34.:

Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo: Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.» Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea. Pedro replicó: -Aunque todos caigan, yo no. Jesús le contestó: Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres. Pero él insistía: Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y los demás decían lo mismo. Fueron a una finca, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí mientras voy a orar. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo: Me muero de tristeza: quedaos aquí velando. 

Palabra del Señor

Silencio. Después, canto.

Lo más importante no es... * Que yo te busque, sino que tú me buscas en todos los caminos. * Que yo te llame por tu nombre, sino que tú tienes el mío tatuado en la palma de tus manos. * Que yo te grite cuando no tengo ni palabra, sino que tú gimes en mí con tu grito. * Que yo tenga proyectos para ti, sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro. * Que yo te comprenda, sino que tú me comprendes en mi último secreto. * Que yo hable de ti con sabiduría, sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera. * Que yo te guarde en mi caja de seguridad, sino que yo soy una esponja en el fondo de tu océano. * Que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas, sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas. * Que yo trate de animarme, de planificar, sino que tu fuego arda dentro de mis huesos. * Porque ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte... Si tú no me buscas, llamas y amas primero? El silencio agradecido es mi última palabra y mi mejor manera de encontrarte.

2. SEGUNDO MOMENTO

Es el momento de la verdad, de la entrega, de la valentía. Jesús está dispuesto a aceptar las consecuencias de su vida, las consecuencias de su fidelidad a Dios y a los demás: tomar la cruz y salvar al mundo, el que podamos vivir y morir con esperanza. Pero la muerte no hace gracia a nadie.

Esta noche te pedimos ser como tú. Atentos al Padre y a los hermanos. Con esa entereza, esa confianza. Nosotros somos débiles y muchas veces pecadores que desaparecemos ante el primer problema, que huimos, que no tenemos fuerzas, que no nos comprometemos lo suficiente. Somos un poco Pedro que incluso te negó. Que sepamos vivir “nuestra hora”, y la hora de cada día.

LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 14, 35-38.

Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
- ¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro: -Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil. 

Palabra del Señor

Jesús nos dice esta noche que es posible orar al Padre desde toda situación humana. En la angustia, en la debilidad, en la enfermedad, en las persecuciones, en los terremotos. También en la fiesta, en la alegría, cuando estamos bien. Se puede hablar con el Padre, siempre. Porque el Padre está con Jesús, con nosotros, con todos. Silencio. Después, canto.

ORACIÓN Y MEDITACIÓN Lo más importante no es... * Que yo te busque, sino que tú me buscas en todos los caminos. * Que yo te llame por tu nombre, sino que tú tienes el mío tatuado en la palma de tus manos. * Que yo te grite cuando no tengo ni palabra, sino que tú gimes en mí con tu grito. * Que yo tenga proyectos para ti, sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro. * Que yo te comprenda, sino que tú me comprendes en mi último secreto. * Que yo hable de ti con sabiduría, sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera. * Que yo te guarde en mi caja de seguridad, sino que yo soy una esponja en el fondo de tu océano. * Que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas, sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas. * Que yo trate de animarme, de planificar, sino que tu fuego arda dentro de mis huesos. * Porque ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte... Si tú no me buscas, llamas y amas primero? El silencio agradecido es mi última palabra y mi mejor manera de encontrarte.

3.- TERCER MOMENTO

Señor, gracias por quedarte con nosotros. No llegamos a alcanzar lo que es tu presencia en la Eucaristía, en la Escritura, pero creemos en ti. Eres luz, fuerza, amor. Es de noche, pero nos iluminas, te sientes débil ahora, pero sigues dando fuerza, nos pides que amemos, pero tú nos amas primero. Gracias por tu presencia. No olvidamos que muchos se sienten solos hoy día, que están enfermos, que sufren, que son perseguidos a causa de la justicia, que no puden dar de comer a sus hijos, que sufren la guerra de lsopoderosos,... Es un buen Getsemaní muy actual y muy vivo; pero ahí estás tú. También nosotros queremos estar unidos a todas esas personas; contigo en ellos, Señor. 

LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 14,39-42.

De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo: -Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega. 

Palabra del Señor

• Silencio. Después, canto.

ES CONVENIENTE Y NECESARIO QUE SIEMPRE Y EN TODO LUGAR DEMOS GRACIAS A DIOS POR JESUCRISTO:

• Por el misterio pascual de tu muerte y resurrección. R/ Te damos gracias, Señor. • Por el pan y el vino de la Eucaristía. R/ Te damos gracias, Señor. • Por haberte quedado con nosotros. R/ Te damos gracias, Señor. • Por haber bajado hasta nuestros infiernos. R/ Te damos gracias, Señor. • Por tu amor hasta la muerte. R/ Te damos gracias, Señor. • Por tu presencia permanente. R/ Te damos gracias, Señor. • Por la fuerza de tu resurrección R/ Te damos gracias, Señor. • Por el aliento de tu Espíritu. R/ Te damos gracias, Señor. • Por esta hora de oración. R/ Te damos gracias, Señor. • Por tu amor sin límites R/ Te damos gracias, Señor. • Porque siendo Dios, te arrodillas y a servir nos enseñas. R/ Te damos gracias, Señor. • Por tus palabras que reconfortan y sanan. R/ Te damos gracias, Señor. • Por todos los dones que nos concedes. R/ Te damos gracias, Señor. • Por olvidar nuestras traiciones e incoherencias. R/ Te damos gracias, Señor. • Por tu amor sin tregua y sin fronteras. R/ Te damos gracias, Señor. • Por la Madre que al pie del madero nos dejas. R/ Te damos gracias, Señor. • Por la comunidad cristiana que de ti . R/ Te damos gracias, Señor.

4. CUARTO MOMENTO

Llega la hora de la traición, el momento cumbre. Jesús se entrega en servicio por todos. Parece como si todo estuviera perdido. Las tinieblas se ríen de la luz; el odio parece triunfar sobre el amor. La muerte parece regodearse de la vida. Y, en la oración, Jesús ha vencido la angustia, ha recobrado las fuerzas, y sale decidido a proclamar la fuerza del amor, la belleza de la vida, la gratuidad de la luz.

LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 14,46-50.

-Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo: -¡Maestro! Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja ’al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo: -¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras. . Y todos lo abandonaron y huyeron. 

Palabra del Señor

Oración:

Señor te quedas solo; será un rato. Nosotros siempre estamos aquí contigo, esperando tu amor definitivo Tú eres realmente, el Cristo, el que ha de venir. Tú eres el amor de Dios. Un amor que ayuda, acoge, alienta, abraza; un amor de amigo, de padre, de alguien que no nos abandona. Haznos ser más seguidores tuyos, que podamos parecernos a ti que acojamos a todos con un corazón grande como el tuyo. En el triduo Pascual que celebramos queremos ser como Tú, y estar más cerca de ti y de nuestros hermanos necesitados. Silencio. Después, canto.

PRECES- ORACIÓN DE PETICIÓN:

Quisiéramos poner ante nuestros ojos a cuantos están marcados por el dolor y la angustia, por la soledad o el sinsentido, por la desgracia y la tortura, por la marginación y la miseria, por la enfermedad o la cárcel, por la humillación y condena a muerte... En todas Cristo sigue su agonía.

Pedimos:

• Por los agonizantes y enfermos terminales, que además de los paliativos, no les falte el ángel del consuelo. Roguemos al Señor • Por los que viven en la miseria y el olvido, que lleguen a todos sus gritos silenciosos. Roguemos al Señor • Por los que son víctimas del terror, de la guerra, de los secuestros y la tortura, que a todos nos interpele su martirio. Roguemos al Señor • Por los ancianos que no son queridos y se sienten solos, que encuentren personas que los acompañen y valoren. Roguemos al Señor • Por las mujeres maltratadas, víctimas de la violencia de género, la prostitución, que puedan recuperar su dignidad y su libertad. Roguemos al Señor • Por los niños esclavizados, vendidos, prostituidos, militarizados, que encuentren los medios para rehacer sus vidas. Roguemos al Señor • Por los que no tienen trabajo, por los fracasados, que no les falten nuevas oportunidades. Roguemos al Señor • Por todos los que están marcados por el desamparo o el vicio y las adicciones, que no pierdan la esperanza de una liberación. Roguemos al Señor • Por los inmigrantes, que tienen que afrontar tantos riesgos y separaciones, que puedan ser integrados socialmente y alcanzar sus proyectos. Roguemos al Señor • Por ……. Oremos: Oh Jesús, que luchaste y sufriste la agonía de Getsemaní, acompaña y conforta a cuantos se encuentran en esas noches tristes.

Recemos la oración de la fraternidad: PADRENUESTRO. Canto

CONSIDERACIÓN FINAL

Hemos pasado un rato acompañando al Señor. Las prolongadas horas de la agonía de Jesús han transcurrido ya para dar lugar a una jornada de tormentos y aflicciones y a las tres últimas horas de agonía sobre la cruz. Son acontecimientos que conmueven a todo creyente. Sin embargo, sería un error presentar separados o siquiera distantes el misterio de la Pasión y el de la Resurrección del Señor. Celebremos la Pasión a través de la visión gloriosa de Cristo resucitado. En el silencio de la fe, adoremos y demos gracias.

ORAMOS: Como yo os he amado. Pedimos que nos ayude a sentir esta noche la fuerza de su amor, y su amistad y su ternura. Queremos pedir a Jesús que nos enseñe a amar como él y que nos capacite para amar como él.

BENDICIÓN FINAL: "QUE OS AMÉIS COMO YO OS HE AMADO"

Jesús en el Jueves Santo



Jueves Santo
Jueves en que Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía, también conocido como la Última Cena.


Por: Teresa Vallés | Fuente: Catholic.net




Significado de la celebración

El Jueves Santo se celebra:
  •  La Última Cena.
  •  El Lavatorio de los pies,
  •  La institución de la Eucaristía y del Sacerdocio
  • La oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní.
En la mañana de este día, en todas las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a los sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos.

En la Misa vespertina, antes del ofertorio, el sacerdote celebrante toma una toalla y una bandeja con agua y lava los pies de doce varones, recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena.

a) Lecturas bíblicas:

Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14; Primera carta del apóstol San Pablo a los corintios 11, 23-26; Evangelio según San Juan 13, 1-15.

b) La Eucaristía

Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene, se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la salvación.
Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos.

c) El lavatorio de los pies

Jesús en este pasaje del Evangelio nos enseña a servir con humildad y de corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que esta no es la única vez que Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros.

d) La noche en el huerto de los Olivos

Lectura del Evangelio según San Marcos14, 32-42.:

Reflexionemos con Jesús en lo que sentía en estos momentos: su miedo, la angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su compromiso por cumplir la voluntad de Dios, su obediencia a Dios Padre y su confianza en Él. Las virtudes que nos enseña Jesús este día, entre otras, son la obediencia, la generosidad y la humildad.

Los monumentos y la visita de las siete iglesias

Se acostumbra, después de la Misa vespertina, hacer un monumento para resaltar la Eucaristía y exponerla de una manera solemne para la adoración de los fieles.
La Iglesia pide dedicar un momento de adoración y de agradecimiento a Jesús, un acompañar a Jesús en la oración del huerto. Es por esta razón que las Iglesias preparan sus monumentos. Este es un día solemne.

En la visita de las siete iglesias o siete templos, se acostumbra llevar a cabo una breve oración en la que se dan gracias al Señor por todo su amor al quedarse con nosotros. Esto se hace en siete templos diferentes y simboliza el ir y venir de Jesús en la noche de la traición. Es a lo que refieren cuando dicen “traerte de Herodes a Pilatos”.

La cena de pascua en tiempos de Jesús

Hace miles de años, los judíos vivían en la tierra de Canaán, pero sobrevino una gran carestía y tuvieron que mudarse a vivir a Egipto, donde el faraón les regaló unas tierras fértiles donde pudieran vivir, gracias a la influencia de un judío llamado José, conocido como El soñador.

Después de muchos años, los israelitas se multiplicaron muchísimo en Egipto y el faraón tuvo miedo de que se rebelaran contra su reino. Ordenó matar a todos los niños varones israelitas, ahogándolos en el río Nilo. Moisés logró sobrevivir a esa matanza, pues su madre lo puso en una canasta en el río y fue recogido por la hija del faraón.
El faraón convirtió en esclavos a los israelitas, encomendándoles los trabajos más pesados.

Dios eligió a Moisés para que liberara a su pueblo de la esclavitud. Como el faraón no accedía a liberarlos, Dios mandó caer diez plagas sobre Egipto.

La última de esas plagas fue la muerte de todos los primogénitos del reino.
Para que la plaga no cayera sobre los israelitas, Dios ordenó a Moisés que cada uno de ellos marcara la puerta de su casa con la sangre de un cordero y le dio instrucciones específicas para ello: En la cena, cada familia debía comerse entero a un cordero asado sin romperle los huesos. No debían dejar nada porque al día siguiente ya no estarían ahí. Para acompañar al cordero debían comerlo con pan ázimo y hierbas amargas. La hierbas amargas ayudarían a que tuvieran menos sed, ya que tendrían que caminar mucho en el desierto. El pan al no tener levadura no se haría duro y lo podían llevar para comer en el camino. Les mandó comer de pie y vestidos de viaje, con todas sus cosas listas, ya que tenían que estar preparados para salir cuando les avisaran.

Al día siguiente, el primogénito del faraón y de cada uno de los egipcios amaneció muerto. Esto hizo que el faraón accediera a dejar a los israelitas en libertad y éstos salieron a toda prisa de Egipto. El faraón pronto se arrepintió de haberlos dejado ir y envió a todo su ejército para traerlos de nuevo. Dios ayudó a su pueblo abriendo las aguas del mar Rojo para que pasaran y las cerró en el momento en que el ejército del faraón intentó pasar.

Desde ese día los judíos empezaron a celebrar la pascua en la primera luna llena de primavera, que fue cuando Dios los ayudó a liberarse de la esclavitud en Egipto.
Pascua quiere decir “paso”, es decir, el paso de la esclavitud a la libertad. El paso de Dios por sus vidas.

Los judíos celebran la pascua con una cena muy parecida a la que tuvieron sus antepasados en la última noche que pasaron en Egipto.

Las fiesta de la pascua se llamaba “Pesaj” y se celebraba en recuerdo de la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto. Esto lo hacían al llegar la primavera, del 15 al 21 del mes hebreo de Nisán, en la luna llena.
Los elementos que se utilizaban en la cena eran los siguientes:
  • El Cordero: Al salir de Egipto, los judíos sacrificaron un cordero y con su sangre marcaron los dinteles de sus puertas.
  • Karpas: Es una hierba que se baña en agua salada y que recuerda las miserias de los judíos en Egipto.
  • Naror: Es una hierba amarga que simboliza los sufrimientos de los hebreos durante la esclavitud en Egipto. Comían naror para recordar que los egipcios amargaron la vida sus antepasados convirtiéndolos en esclavos.
  • Jarose: Es una mezcla de manzana, nuez, miel, vino y canela que simboliza la mezcla de arcilla que usaron los hebreos en Egipto para las construcciones del faraón.
  • Matzá: Es un pan sin levadura que simboliza el pan que sacaron los hebreos de Egipto que no alcanzó a fermentar por falta de tiempo.
  • Agua salada: Simboliza el camino por el Mar Rojo.
  • Cuatro copas de vino: Simbolizan cuatro expresiones Bíblicas de la liberación de Israel.
  • Siete velas: Alumbran dan luz. Esta simbolizan la venida del Mesías, luz del mundo.
    La cena constaba de ocho partes:
1. Encendido de las luces de la fiesta: El que presidía la celebración encendía las velas, todos permanecían de pie y hacían una oración.

2. La bendición de la fiesta (Kiddush): Se sentaban todos a la mesa. Delante del que presidía la cena, había una gran copa o vasija de vino.
Frente a los demás miembros de la familia había un plato pequeño de agua salada y un plato con matzás, rábano o alguna otra hierba amarga, jaroses y alguna hierba verde.
Se servía la primera copa de vino, la copa de acción de gracias, y les daban a todos los miembros de la familia. Todos bebían la primera copa de vino. Después el sirviente presentaba una vasija, jarra y servilleta al que presidía la celebración, para que se lavara sus manos mientras decía la oración. Se comían la hierba verde, el sirviente llevaba un plato con tres matzás grandes, cada una envuelta en una servilleta. El que presidía la ceremonia desenvolvía la pieza superior y la levantaba en el plato.

3. La historia de la salida de Egipto (Hagadah) Se servían la segunda copa de vino, la copa de Hagadah. Alguien de la familia leía la salida de Egipto del libro del Éxodo, capítulo 12. El sirviente traía el cordero pascual que debía ser macho y sin mancha y se asaba en un asador en forma de cruz y no se le podía romper ningún hueso. Se colocaba delante del que presidía la celebración les preguntaba por el significado de la fiesta de Pesaj. Ellos respondían que era el cordero pascual que nuestros padres sacrificaron al Señor en memoria de la noche en que Yahvé pasó de largo por las casas de nuestros padres en Egipto. Luego tomaba la pieza superior del pan ázimo y lo sostenía en alto. Luego levantaba la hierba amarga.

4.Oración de acción de gracias por la salida de Egipto: El que presidía la ceremonia levantaba su copa y hacía una oración de gracias. Colocaba la copa de vino en su lugar. Todos se ponían de pie y recitaban el salmo 113.

5. La solemne bendición de la comida: Todos se sentaban y se bendecía el pan ázimo y las hierbas amargas. Tomaba primero el pan y lo bendecía. Después rompía la matzá superior en pequeñas porciones y distribuía un trozo a cada uno de los presentes. Ellos lo sostenían en sus manos y decían una oración. Cada persona ponía una porción de hierba amarga y algo de jaroses entre dos trozos de matzá y decían juntos una pequeña oración.

6. La cena pascual: Se llevaba a cabo la cena.

7. Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición.- Cuando se terminaban la cena, el que presidía tomaba la mitad grande de la matzá en medio del plato, la partía y la distribuía a todos los ahí reunidos. Todos sostenían la porción de matzá en sus manos mientras el que presidía decía una oración y luego se lo comían. Se les servía la tercera copa de vino, “la copa de la bendición”. Todos se ponían de pie y tomaban la copa de la bendición.

8. Bendición final: Se llenaban las copas por cuarta vez. Esta cuarta copa era la “Copa de Melquisedec”. Todos levantaban sus copas y decían una oración de alabanza a Dios. Se las tomaban y el que presidía la ceremonia concluía la celebración con la antigua bendición del Libro de los Números (6, 24-26).
Día de la Caridad:

En México, los obispos, han establecido que el Jueves Santo sea el día de la caridad. El objetivo de esto no es llevar a cabo una colecta para los pobres, sino mas bien el impulso de seguir el ejemplo de Jesús que compartió todo su ser.

Sugerencias para vivir esta fiesta:

jueves, 18 de abril de 2019

Jueves Santo: Soy lo que rezo

YO SOY LO QUE REZO

Nos situamos en este día de jueves santo: celebramos el día del Amor fraterno  que quedará reflejado en la celebración en el gesto del ofertorio. También es el día de servicio, como veremos en el lavatorio de los pies.  Es un día lleno de contenido, como lo son todos los de la Semana Santa pero es ciertamente el día que tenemos, por eso quiero llamarlo el día del Amén.

Decir «amén» es proclamar que se tiene por verdadero lo que se acaba de decir, con miras a ratificar una proposición o a unirse a una plegaria. Por eso, expresado en forma conjunta o grupal en el ámbito de un servicio divino u oficio religioso también significa ‘estar de acuerdo’ con lo expresado en tal ocasión.

Para el cristiano decir amén es confirmar y comprometerse, es responder a la pregunta de Dios de manera positiva y resuelta.

Para llegar a ese Amén pronunciado por Jesús con su vida entera, y de manera más expresa con su “hágase tu Voluntad y no la mía” en Getsemaní, hemos de hacer un camino, un camino que pasa ineludiblemente por el camino de la oración.

¿Hacia dónde mira Jesús a lo largo de su vida?  ¿A quién mira desde niño? Nuestra mirada ha de ser como la de Jesús, claramente como la de él. Solo así podremos hacer que nuestro discipulado sea tan auténtico que emanemos entrega y respuesta.

Jesús mira al Padre, siempre. Desde niño lo encontramos “ocupado en las cosas de su Padre”, cuando su madre le busca responde de manera adulta: “¿por qué me buscabais? No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” (Lc 2,49). La primera vez que se sabe buscado está ocupado en la oración. Más adelante, en Getsemaní, cuando los soldados le buscan, otra vez, también está ocupado en la oración.  Su vida oculta en el silencio de Nazaret, desapercibido, fecundó su corazón dócil a la mirada contemplativa, esa que desnuda corazones y remueve espíritus. Jesús ve el corazón humano porque primero ha entrado en el nivel más profundo del suyo propio y se ha hecho uno con Dios. Solo así pudo Cristo amar hasta el extremo, solo así pudo vencer las tentaciones del poder, de la soberbia, la ambición y del éxito. Solo así pudo morir gritando en una cruz. Sencillamente porque pronunció un amén que había sido tatuado en el alma.

Este Jesús que nos apasiona pero al que nos cuesta decir que sí, por si nos pide caminos que no deseamos seguir, era profundamente libre y profundamente claro. Para poder darse a los demás, era necesario darse primero al Padre, por eso buscaba tiempos largos de oración. Los sarmientos solo pueden dar fruto si fluye de ellos la fuerza de la vida (Jn. 15,1-5). En los tres años de vida pública Jesús, además de sanar, enseñar y tratar con fariseos, se reservaba muchos tiempos de soledad y silencio para dedicarlos a la oración, y así procuraba enseñarles a sus discípulos. Acudía a descampados, montañas, también al templo o a la sinagoga. En cuanto podía buscaba espacios para entrar en lo secreto. Y así les enseñaba a sus discípulos. Tras un tiempo de misión les dice:

“Venid vosotros a solas a un lugar deserto a descansar un poco” (Mc6,30-31), como queriendo bajarles los humos, “mirad al Padre, mirad al Padre!”

La oración, esa relación íntima y personal con su Padre es lo que hace de Jesús un hombre auténtico, un hombre libre, un hombre creyente. En la oración no busca solucionar problemas, solventar dificultades, no, busca encontrarse con su Padre, solo. Lo demás vendrá por añadidura.

Es su mirada dirigida a Dios la que permite que Jesús, en Getsemaní, no se dé la media vuelta y rechace lo que viene. Podía haber dicho hasta aquí, si muero, si sigo lo que me pides ¿qué harán estos sin mí?, tantos enfermos, tanta gente necesitada…

Pero no, una vez más, Jesús mira a su Padre:”Amén, que se haga lo que tú quieres. Confío”. En los momentos más duros el maestro se vuelve discípulo de nuevo y grita en la oración, no discierne con la cabeza, no hace una lista de pros y contras. Vuelve su corazón al corazón de su Padre buscando latir al mismo ritmo para poder seguir adelante. Solo ahí está la fuerza y la esperanza.

Por eso, ahora, hoy,… ¿hacia dónde dirijo mi mirada en este jueves santo?, ¿hacia quién la dirijo habitualmente?  En los momentos duros de la vida, o en los que te sientes más bendecido, ¿hacia dónde se dirige tu alma?

¿Es Jesús el único Señor de tu historia?

Quienes seguimos a Cristo, tú también, estamos llamados a desnudar nuestra alma ante la mirada tierna de Dios. No pierdas tiempo exponiendo todas tus limitaciones todos tus errores.  Jesús murió (mañana lo viviremos de nuevo) con los brazos extendidos para acoger todo eso. Suelta tus cobardías e incertidumbres. Levántate, camina de nuevo hacia él, hazlo mil veces, todos los días. Levántate pronunciando amén.

Para no dar vueltas sobre ti mismo necesitas tener tiempos encuentros largos en silencio con Dios. No tengas miedo, no esperes intuiciones mágicas o respuestas urgentes. Jesús trabaja en tu interior a su ritmo, dale tiempo, espérale, póstrate ante él como en Getsemaní, ten paciencia, está construyendo en ti un alma hermosa. Pero… pronuncia Amén.

A veces la oración es sencillamente un tiempo de espera. Lo sembrado dará fruto, pero tan importante es el tiempo de la siembra como el de la espera en el silencio y la oscuridad. Cuando parece que no hay nada, como en Getsemaní, algo se está gestando. Pronuncia Amén.

No podemos seguir a Jesús si no somos personas orantes. Recuerda esto: eres lo que rezas.

Repito, Jesús no habría podido traspasar el momento de Getsemaní y los acontecimientos posteriores si su vida no hubiera estado enraizada en Dios. En esa noche de absoluta oscuridad, cuando Jesús no ve nada es cuando vuelve con mayor intensidad su mirada hacia su padre buscando compañía y consuelo (“si me acuesto en el abismo allí te encuentro”, dice el salmista). En ese momento de profunda debilidad Jesús es más él mismo, y se produce el milagro del encuentro absoluto entre el Padre y el Hijo. Y pronuncia Amén.

No estamos exentos de esa vivencia nosotros, siempre y cuando la fuente de toda nuestra vida sea Dios.

Seguimos a un Hombre que, en los estertores de la muerte, su última acción es rezar con el pecho abierto a la humanidad:”Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.



jueves, 29 de marzo de 2018

El lavado de los pies y la fuente de bronce: significado

El lavatorio de los pies. Significado y consecuencias.

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Lavar los pies de los huéspedes o visitas, era una labor que debía realizar un sirviente de la casa cuando llegaba algún invitado. Nuestro Señor Jesucristo, como lo hubiera hecho el más humilde de los esclavos, tomó un lebrillo (vasija de barro más ancha por el borde que por el fondo, comúnmente llamado lavatorio; se quitó su manto y tomando una toalla comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Pedro, confundido, sin poder entender realmente tal acto, resistió esta actitud de su Maestro, no era posible que Jesús realizara una tarea propia de un esclavo. Pero era necesario que Jesús, Dios hecho hombre, les mostrara tan vital enseñanza.

En más de una ocasión este pasaje bíblico se ha prestado para diversas interpretaciones y no menos debates;… sin embargo, más que la humildad, el Señor nos está enseñando la práctica del servicio. El Señor dijo: “Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho,. Vosotros también hagáis” (Juan 13:15) No hay dudas que como discípulos del Maestro, debemos estar también dispuestos a servir; …servir de cualquier forma que glorifique a Dios..

El Señor dijo: “Me llamáis Maestro”; pues bien, quienes lo reconocemos así como Maestro, nos estamos colocando en el lugar del discípulo, y como tales, debemos estar de acuerdo en que el servicio humilde es característico de Cristo y por lo tanto, también debe ser el nuestro.

Pedro no comprendía todavía, que para ser líder, necesitaba ser siervo; como le dijo el Señor, “lo entendió después”. Para aquellos que están sobre otros, es difícil servir a los que están bajo su dirección o autoridad; pero el Señor dijo: “Debéis lavar los pies los unos a los otros” (vers. 14); pues el servicio debe ser no solo a algunos, sino;… despojándonos de “puestos”, “nombres”, “títulos”, “categorías” etc., debemos servirnos los unos a los otros. (“lavarnos los pies los unos a los otros”)

Nuestro Señor Jesucristo no lavó los pies de sus discípulos con el solo propósito de promover entre ellos la amabilidad o el servicio humilde; sino también para dejarnos conscientes de una enseñanza mucho mayor, y por cierto, más necesaria aún.

Para entender esto, lo que tampoco Pedro podía entender todavía (“Lo que yo hago, tu no entiendes ahora; más lo entenderás después” vers. 7); debemos remitirnos a lo que era el Tabernáculo en el tiempo de Moisés.

La “fuente de bronce” estaba ubicada entre el altar de bronce y el Tabernáculo, ésta, no servía para ofrecer sacrificios, sino para lavarse en ella. Dios lo estableció como estatuto perpetuo: “También se lavarán las manos y los pies, y no morirán. Y lo tendrán por estatuto perpetuo” (Exodo 30:21), de modo que Aarón y sus hijos (como sacerdote) debían lavar allí sus pies cada vez que entraban al tabernáculo o al altar para ministrar (ofrecer sacrificio)

La necesidad del mandato de lavarse los pies era un acto de purificación, el sacerdote no podía entrar al Santuario, si no se lavaba o purificaba antes sus pies. El sacerdote antes de entrar o presentarse ante Dios, debía lavarse de cualquier contaminación, tanto de sus manos, (actitudes incorrectas provocadas voluntaria o involuntariamente) como de los pies (consecuencias de la contaminación adquirida en ocasiones involuntariamente al “andar” sobre esta tierra); literalmente en la misma forma que al andar podemos ensuciar nuestros pies o calzados, así también en un sentido espiritual, ensuciamos nuestra condición espiritual.

El acto ceremonial de lavarse los pies en la Fuente de bronce, permitía que el sacerdote pudiera entrar a gozar de la presencia y comunión con Dios; para luego, oficiar con libertad por sí mismo y por todo el pueblo. 

El lavado de pies era un requisito indispensable, es decir, si el sacerdote no se lavaba los pies, no podía entrar al Santuario. Como esa ordenanza fue dada como estatuto perpetuo, es necesario que así sea, pero ahora, en el “Santuario divino o celestial”; se practica como el Señor Jesucristo dejó establecido la lavar los pies a sus discípulos. Así como el Bautismo es continuidad de la circuncisión;… el reposo del Señor, lo es del día sábado;… la cena del Señor lo es de la pascua, etc. Así también el lavado de pies, es la continuidad de la ceremonia de lavarse en la Fuente de bronce.

Volvamos a nuestro Maestro;… sabiendo él, que le quedaba poco tiempo para morir en la cruz; enseñó a sus discípulos esta vital necesidad; lavarse los pies; cuando Pedro no quiso aceptar que el Señor le lavara los pies, él le respondió: “Si no te lavares, no tendrás parte conmigo” (vers. 8), semejantemente a como el sacerdote no podía entrar a oficiar a Dios sin antes lavarse los pies; ahora el creyente no puede entrar ante la presencia de Dios, gozar de la comunión y armonía con Dios, si antes no se lavare de contaminaciones que haya podido adquirir en el “camino”.

Hasta ese momento; antes de morir; el Señor Jesús había estado con sus discípulos; toda relación con Dios, había sido a través de su persona para los discípulos; pero ahora que el no estaría ya más con ellos; les correspondería a ellos, individualmente, relacionarse con Dios, y por tanto, debían aprender a lavarse antes de entrar a la presencia de Dios. Ahora, con la muerte de Jesús, quedaría el camino abierto al “Santuario celestial”; y les correspondería a ellos entrar a una relación directa y personal con Dios; por lo tanto, era necesario que ellos; cuales sacerdotes; aprendieran la necesidad del lavado de pies para entrar a la presencia de Dios y realizar también el oficio del sacerdocio a favor de la Iglesia de Cristo.

Cuando Pedro escucho de su Maestro que “Si no te lavaba no tendría parte con él”, a pesar de no entender el significado de aquel acto del Maestro (“Lo que yo hago, tu no entiendes ahora, más lo entenderás después” vers. 7), le pidió: “Señor, no solo mis pies, más aún las manos y la cabeza”; Jesús le responde: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, más está todo limpio” (vers. 10).

Aquel que fue “lavado” por la Sangre de Jesucristo (todo su ser), no es necesario repetir lo que fue hecho una vez y para siempre; pero acontece a veces, que a causa de la naturaleza (carne) que está en el creyente lavado, ha faltado, ha pecado, ha manchado sus pies en el camino; … pero no se trata de ser convertido de nuevo (crucificando de nuevo a Cristo), sino se trata ahora de que sus pies sean lavados, tantas veces como sea necesario hacerlo, y aún cada vez que necesitemos allegarnos a Dios; debemos pedir al Señor que nos lave (nuestros pies) con su Sangre , de toda contaminación, para poder “tener parte con el”; … para entrar al “Santuario” y adorarle, pedirle e interceder.

El Señor Jesucristo es quien lava nuestros pies; solamente su sangre limpia toda contaminación de carne y de espíritu, de pecado en nosotros; es un acto que solo le corresponde a él. Al decir: “Debéis lavar los pies los unos a los otros” (vers. 14) no quiere decir que tengamos nosotros la facultad de limpiarnos de pecados los unos a los otros; no, (más que “a quien remitiereis los pecados o retuviereis”, que es tema aparte), sino que es aquí, donde entra nuestra parte: el “servir unos a otros” (“Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis”) … el instruir a nuestros hermanos de la necesidad de lavarnos los pies, de que nadie minimice las faltas que en ocasiones llevamos, y con las cuales no podemos acercarnos a Dios, sin antes habernos arrepentido;… de instruir en cuanto a la gran diferencia de “contaminarse o ensuciarse” los pies mientras caminamos peregrinando sobre este mundo;… y la de pecar voluntariamente.. que es hacer lo malo, vivir en pecado y por tanto en abierta oposición a Dios y sin temor o arrepentimiento;… y es en éste caso, que se aplica el “ya no queda ofrenda por el pecado” (Heb. 10:26 Heb. 6:4-6)

Instruir en estas cosas, enseñar de la eficacia del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo para ser restaurado; recordando siempre, sin embargo, que todos los recursos divinos están; a nuestra disposición para no ceder al pecado, como está escrito: “estas cosas os escribo para que no pequéis (1 Juan 2:1) ; ayudar a nuestros hermanos que cayeren en falta, servirles en beneficio del reino de Dios; honrara nuestros hermanos;… esa es nuestra parte del mandato “lavaos los unos a los otros”.

La “Fuente de bronce”, había sido construida con los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del Tabernáculo (Ex. 38:8) Aún lo que es objeto de vanidad, debe ser considerado y dejado antes de entrar a la presencia de Dios; lo que ha sido preferentemente en la mujer motivo de debilidad (la vanidad) debe ser considerado una “contaminación” de la cual es necesario limpiarse y apartarse –aunque el oficio del sacerdocio es exclusivo del varón- la mujer debe presentarse a Dios “en ornato agradable, … porque así se ataviaban las santas mujeres que esperaban en Dios” (1 Pedro 3:5)

La práctica literal del lavado de pies como se hacía en el Antiguo testamento, se puede hacer ocasionalmente cuando Dios nos concede la oportunidad. En el tiempo de los apóstoles se practicaba con las visitas, misioneros, huéspedes, peregrinos etc. Las viudas debían contar con la experiencia de “haber lavado los pies de los santos” (1 Tim. 5:10) El lavado de pies físicamente, es una experiencia maravillosa; que solo puede valorizar quien la haya vivido; sentir la presencia del Señor en los momentos que se está lavando los pies de algún creyente, es lo menos que se habrá de experimentar. Ojalá todo cristiano viva esta experiencia a lo menos una vez en su vida.

El lavado de pies de los “santos” (espiritualmente) tiene un sentido muy cierto: solo un creyente que ha experimentado la obra de Dios dentro de su corazón, que ha nacido de nuevo, y que por lo tanto es “santo”; puede lavarse los pies; esto es un privilegio y una restauradora experiencia reservada solo a los santos; quien no ha sido partícipe de la obra de Dios, antes tiene que “lavarse todo” en la Sangre del Cordero de Dios.
Pretender gozar de lo que está reservado exclusivamente para los santos, es una falacia y un engaño del corazón.

Reunir hombres; mendigos, pordioseros, pobres etc. etc. (como lo hace cierta religión) para lavarles los pies, haciendo alarde de “humildad”; es más bien para satisfacer la necesidad de “ser vistos”, ya que el lavado de pies físicamente, es la experiencia de una ocasión fortuita (sin haberla provocado) y no un acto o show preparado a propósito y con gente que lo más probable, nunca han experimentado el perdón de sus pecados ni el oficio de la Sangre de Cristo; por lo tanto mal podrían acceder a un privilegio dado a los santos, y mucho menos tendrán lugar de “lavarse los pies” si PREVIAMENTE la sangre de nuestro Señor Jesucristo no les ha “lavado todo el cuerpo: “quien está limpio, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio”.

jueves, 24 de marzo de 2016

Jueves Santo: La institución de la Eucaristía



Jesús celebra la Pascua rodeado de los suyos. Todos los momentos de esta Última Cena reflejan la Majestad de Jesús, que sabe que morirá al día siguiente, y su gran amor y ternura por los hombres. 

Jesús encomendó la disposición de lo necesario a sus discípulos predilectos: Pedro y Juan. Los dos Apóstoles se esmeran en los preparativos. Pusieron un especial empeño en que todo estuviera perfectamente dispuesto. 

Jesús se vuelca en amor y ternura hacia sus discípulos. Es una cena testamentaria; es una cena afectuosa e inmensamente triste, al tiempo que misteriosamente reveladora de promesas divinas, de visiones supremas. Lo que Cristo hizo por los suyos puede resumirse en estas breves palabras de San Juan: los amó hasta el fin (Juan 13, 1). 

Hoy meditamos en ese amor de Jesús por cada uno de nosotros, y en cómo estamos correspondiendo: en el trato con Él, en los actos de desagravio, en la caridad con los demás, en nuestro amor a la Eucaristía... 

Jesús realiza la institución de la Eucaristía, anticipa de forma sacramental –Lucas 22, 19-20: “mi Cuerpo entregado”... “mi Sangre derramada”– el sacrificio que va a consumar al día siguiente en el Calvario. Jesús se nos da en la Eucaristía para fortalecer nuestra debilidad, acompañar nuestra soledad y como un anticipo del Cielo. 

Meditación y Reflexiones Cristianas: La última cena del SeñorJesús, aquella noche memorable, dio a sus Apóstoles y sus sucesores, los obispos y sacerdotes, la potestad de renovar el prodigio hasta el final de los tiempos: Haced esto en memoria mía (Lucas 22, 19; 1 Corintios 2, 24). Junto con la Sagrada Eucaristía instituye el sacerdocio ministerial. 

Jesús se queda con nosotros. Jesús es el mismo en el Cenáculo y en el Sagrario. Esta tarde-noche, cuando vayamos a adorarle en el Monumento, nos encontraremos con Él que nos ve y nos reconoce. Le contaremos lo que nos ilusiona y lo que nos preocupa y le agradeceremos su entrega amorosa. Jesús siempre nos espera en el Sagrario. 

Jesús habla a sus Apóstoles de su inminente partida, y es entonces cuando enuncia el Mandamiento Nuevo, proclamado, por otra parte, en cada página del Evangelio: Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Juan 15, 12). 

Hoy, Jueves Santo, podemos preguntarnos si nos conocen como discípulos de Cristo porque vivimos con finura la caridad con los que nos rodean, mientras recordamos, cuando está tan próxima la Pasión del Señor, la entrega de María al cumplimiento de la Voluntad de Dios y al servicio de los demás. 

La inmensa caridad de María hace que se cumpla, también en Ella, la afirmación de Cristo: nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos (Juan 15, 13).