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sábado, 8 de abril de 2023

Sábado Santo: la soledad de María

 

†  Sagrada Liturgia-Sábado Santo


SABADO SANTO
Aciprensa
 


"Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección (Circ 73).

Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro. Callan las campanas y los instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en voz baja. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.

La Cruz sigue entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad.

Es el día de la ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por qué me has abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro.Descansa: "consummatum est", "todo se ha cumplido".

Pero este silencio se puede llamar plenitud de la palabra. El anonadamiento, es elocuente. "Fulget crucis mysterium": "resplandece el misterio de la Cruz."

El Sábado es el día en que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: "nosotros esperábamos... ", decían los discípulos de Emaús.

Es un día de meditación y silencio. Algo parecido a la escena que nos describe el libro de Job, cuando los amigos que fueron a visitarlo, al ver su estado, se quedaron mudos, atónitos ante su inmenso dolor: "se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande" (Job. 2, 13).

Eso sí, no es un día vacío en el que "no pasa nada". Ni un duplicado del Viernes. La gran lección es ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre María, está la Iglesia, la esposa. Callada, como él.

El Sábado está en el corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte del Viernes y la resurrección del Domingo nos detenemos en el sepulcro. Un día puente, pero con personalidad. Son tres aspectos - no tanto momentos cronológicos - de un mismo y único misterio, el misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado:

"...se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo...se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, es decir conociese el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero".

Vigilia Pascual

La celebración es el sábado por la noche, es una Vigilia en honor del Señor, según una antiquísima tradición (Ex. 12, 42), de manera que los fieles, siguiendo la exhortación del Evangelio (Lc. 12, 35 ss), tengan encendidas las lámparas como los que aguardan a su Señor cuando vuelva, para que, al llegar, los encuentre en vela y los haga sentar a su mesa.

La Vigilia Pascual se desarrolla en este orden:


Breve Lucernario

Se bendice el fuego. Se prepara el cirio en el cual el sacerdote con un punzón traza una cruz. Luego marca en la parte superior la letra Alfa y en la inferior omega, entre los brazos de la cruz marca las cifras del año en curso. A continuación se anuncia el Pregón Pascual.

Liturgia de la Palabra

En ella la Iglesia confiada en la Palabra y la promesa del Señor, media las maravillas que desde los comienzos realizó Dios con su pueblo.

Liturgia Bautismal

Se llama a los catecúmenos, quienes son presentados ante el pueblo por sus padrinos: si son niños serán llevados por sus padres y padrinos. Se hace la renovación de los compromisos bautismales.

Liturgia de la Eucaristía

Al acercarse ya el día de la Resurrección, la Iglesia es invitada a participar en el banquete eucarístico, que por su Muerte y Resurrección, el Señor preparó para su pueblo. En él participan por primera vez los neófitos.

Toda la celebración de la Vigilia pascual se realiza durante la noche, de tal manera que no se vaya a comenzar antes de iniciarse la noche, o se termine la aurora del Domingo.

La Misa, aunque se celebre antes de la media noche, es la Misa Pascual del Domingo de Resurrección. Los que participan en esta misa, pueden volver a comulgar en la segunda Misa de Pascua.

El sacerdote y los ministros se revisten de blanco para Misa. Prepárense cirios para todos los que participan en la Vigilia.


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Fuente: Corazones.org 

sábado, 16 de abril de 2022

Sábado Santo: Acompañemos a María en su soledad rezando la Corona a los siete dolores de la Santísima Virgen

 




F
RANCISCA SIERRA GÓMEZ - ORAR CON EL EVANGELIO (C)  

Acompañemos a María

en su soledad 

Sábado Santo 

Hoy es Sábado Santo. Tú, Jesús, has muerto. Todo es tristeza, soledad,  ausencias, añoranzas… Tú descansas ya y nosotros, junto a tu Madre, estamos  reunidos con ella. Tu Madre se ha quedado sin su Hijo. Le ha visto sufrir tanto…  Le ha acompañado en los momentos buenos y malos, y ahora… sola. Pero  esa soledad de María es como una espera a una transformación, a una  resurrección.  

Tú has muerto. Pero Jesús, ¿Qué es lo que me quieres decir con tu  muerte, con esa soledad de tu Madre? Que junto con tu Madre, para resucitar  tengo que morir; que junto con tu Madre, para resucitar tengo que llevar al  sepulcro toda mi historia. Quiero llevar al sepulcro mi forma de pensar, mi  forma de actuar, mi forma de amar, mis muertes, mis rebeldías, mis orgullos,  mis faltas de esfuerzo… todo ahí, con tu Madre. Y en esa soledad de tu Madre,  en ese amor de Madre resucitaré a una vida distinta, a la alegría, al amor. Hoy  estoy con tu Madre acompañándola y estoy con ella transformándome. Tus  heridas me han curado, tu muerte me ha curado. Tu Madre me insiste que  deje todo ahí: mis gestos, mis detalles… todo. Todo está ahí. El día de la Madre,  que siempre ayuda a sus hijos, pero que me enseña la gran lección de la  muerte de su Hijo Jesús.  

Con ella paso todo el día. Le suplico, le pido que arroje de mí todo y que mi tristeza se convierta en alegría, mi falta de amor en servicio, mi entrega en una fuerza que arrase en comunicar tu mensaje, Jesús. Acompaño a la Madre. Madre de la Soledad, que en tus gestos está marcada la tristeza y el sufrimiento, pero que tu corazón está lleno de amor, de esperanza y de alegría porque sabes que esa muerte de tu Hijo es para gloria y alegría y resurrección de cada uno de nosotros...  Me quedo contigo, Madre mía. Hazme sentir también ese dolor que tú tienes, esa alegría que tú tienes. Acompáñame en esta transformación y ayúdame en este día de soledad, silencio… No hay ruido… El ritmo popular de  procesiones se para… Esperamos ansiosos la resurrección y la alegría de tu  Hijo... Y con esa alegría y con esa espera, acompañada de ti y no  separándome de ti me intentaré poco a poco transformar dejando, hiriendo,  depositando en el sepulcro de tu Hijo todo, en el sepulcro de ti, Jesús… ¡todo!  

Virgen de la Soledad, quiero acompañarte, quiero sufrir contigo,  enséñame a superar todo lo negativo que tú ves, sobre todo esas faltas de  amor, esas faltas en que omito y que no percibo que tengo que amar más.  

Virgen de la Soledad, ayúdame, ayúdame a hacer la transformación con paz,  con silencio, con alegría, besando las heridas de tu Hijo y depositando en  cada una de ellas todo mi ser y toda mi historia.  

Día de Sábado Santo. Acompañemos a la Madre.  

Acompañemos a María en su soledad.  

Que así sea. 

 


"Y a ti, Madre, una espada de dolor te atravesará el corazón..."
(Lucas 2, 35)


NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
CORONA DE LOS 7 DOLORES


"El camino para penetrar en los sufrimientos del Hijo es penetrar en los sufrimientos de la Madre. "

Cardenal J. H. Newman.
Sermón para el Dom. III de Cuaresma. Ntra. Sra. en el Evangelio


1º Dolor [Ir al principio de esta página]

La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Dios te salve, María,…

2º Dolor [Ir al principio de esta página]

La huida a Egipto con Jesús y José.

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.

Dios te salve, María,…

3º Dolor [Ir al principio de esta página]

La pérdida de Jesús.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

Dios te salve, María,…

4º Dolor [Ir al principio de esta página]

El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Dios te salve, María,…

5º Dolor [Ir al principio de esta página]

La crucifixión y la agonía de Jesús.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

Dios te salve, María,…

6º Dolor [Ir al principio de esta página]

La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.

Dios te salve, María,…

7º Dolor [Ir al principio de esta página]

El entierro de Jesús y la soledad de María.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…

Dios te salve, Maria,…
Gloria al Padre .


1. La Santísima Virgen María manifestó a Sta. Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:

  • Pondré paz en sus familias.
  • Serán iluminados en los Divinos Misterios.
  • Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
  • Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
  • Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
  • Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
  • He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría. 

  • Fuente:Devocionario


Sábado Santo y Vigilia Pascual ¿Qué sucedió en este día?

 

12 cosas que debes saber sobre el Sábado Santo y la Vigilia Pascual

¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTE DÍA, Y CÓMO LO CELEBRAMOS?

Sábado Santo y la Vigilia Pascual

Cada vez que profesamos el Credo decimos que Jesús «descendió a los infiernos». El Sábado Santo es el día que conmemora este acontecimiento.

(JimmyAkin.com/InfoCatólica) Cada vez que profesamos el Credo decimos que Jesús «descendió a los infiernos». El Sábado Santo es el día que conmemora este acontecimiento. ¿Qué sucedió en este día, y cómo lo celebramos?.

Aquí hay 12 cosas que debes saber sobre este día.

1. ¿Qué pasó el primer Sábado Santo?

Aquí en la tierra, los discípulos de Jesús lloraron su muerte y, puesto que era un día de reposo, descansaron.

Lucas observa que las mujeres regresaron a casa «Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.» (Lc 23,56).

En la tumba, los guardias que habían estado allí vigilaban el lugar para asegurarse de que los discípulos no robaran el cuerpo de Jesús.

Mientras tanto . . .

2. ¿Qué le sucedió a Jesús mientras estaba muerto?

Según el Catecismo de la Iglesia Católica:

633 La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios (cf. Sal 6, 6; 88, 11-13).

Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cf. Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el «seno de Abraham» (cf. Lc 16, 22-26).

«Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos» (Catecismo Romano, 1, 6, 3).

Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los condenados (cf. Concilio de Roma, año 745: DS, 587) ni para destruir el infierno de la condenación (cf. Benedicto XII, Libelo Cum dudum: DS, 1011; Clemente VI, c. Super quibusdam: ibíd., 1077) sino para liberar a los justos que le habían precedido (cf. Concilio de Toledo IV, año 625: DS, 485; cf. también Mt 27, 52-53).

634 «Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva ...» (1 P 4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación.

Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención.

3. ¿Cómo conmemoramos este día?

Según el documento principal que rige las celebraciones relacionadas con la Pascua, Paschale Solemnitatis:

73. Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y el ayuno su resurrección. Se recomienda con insistencia la celebración del Oficio de Lectura y de las Laudes con participación del pueblo (cf. n. 40). Cuando esto no sea posible, prepárese una celebración de la Palabra o un ejercicio piadoso que corresponda al misterio de este día.

74. Pueden ser expuestas en la iglesia a la veneración de los fieles la imagen de Cristo crucificado, o en el sepulcro, o descendiendo a los infiernos, ya que ilustran el misterio del Sábado santo, así como la imagen de la Santísima Virgen de los Dolores de los fieles.

El ayuno también se aconseja, pero no es obligatorio, en este día.

4. ¿Se celebran los sacramentos el Sábado Santo?

En su mayor parte, no. Paschale Solemnitatis explica:

75. Hoy la Iglesia se abstiene absolutamente del sacrificio de la Misa. La sagrada Comunión puede darse solamente como viático. No se conceda celebrar el matrimonio, ni administrar otros sacramentos, fuera de la Penitencia y la Unción de los enfermos.

La prohibición de celebrar misa se aplica a la parte del día antes de la misa de la Vigilia pascual, que se considera ya domingo.

El bautismo en peligro de muerte también está permitido.

5. ¿Qué es la Vigilia Pascual?

La Vigilia Pascual es la conmemoración litúrgica de la fiesta, celebrada la noche anterior a la fiesta (del Domingo de Resurrección).

El término proviene de la palabra latina vigilia, que significa «vigilia», y que se usaba porque los fieles permanecían despiertos para orar y hacer ejercicios devocionales en anticipación de la fiesta.

La Vigilia Pascual es la vigilia en la que se celebra la noche antes de la Pascua.

Según Paschale Solemnitatis:

80. Ya desde su comienzo la Iglesia ha celebrado con una solemne vigilia nocturna la Pascua anual, solemnidad de las solemnidades. Precisamente la resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza, y por medio del Bautismo y de la Confirmación somos injertados en el misterio pascual de Cristo, morimos con Él, somos sepultados con Él y resucitamos con Él, para reinar con Él para siempre.

Esta Vigilia es también espera de la segunda venida del Señor.

6. ¿Cuándo se celebrará la Vigilia de Pascua?

Paschale Solemnitatis explica:

78. «Toda la celebración de la Vigilia pascual tiene lugar por la noche, no debe comenzar antes del anochecer, sino que debe terminar antes del amanecer del domingo».

Esta regla debe tomarse según su sentido más estricto. Reprehensible son los abusos y prácticas que se han deslizado en muchos lugares en violación de este fallo, en el que se celebra la Vigilia Pascual a la hora del día que se acostumbra celebrar las Misas dominicales anticipadas.

Las razones que se han adelantado en algunos sectores para la anticipación de la Vigilia pascual, como la falta de orden público, no se proponen en relación con la noche de Navidad ni otras reuniones de diversa índole.

7. ¿Qué ocurre en la Vigilia Pascual?

Según Paschale Solemnitatis:

81. La orden para la Vigilia pascual está organizada de modo que después del servicio de la luz y la Proclamación de Pascua (que es la primera parte de la Vigilia)

La Santa Iglesia reflexiona sobre las obras maravillosas que el Señor Dios realizó para su pueblo desde los primeros tiempos (la segunda parte o Liturgia de la Palabra)

Al momento en que, junto con los nuevos miembros renacidos en el Bautismo (tercera parte)

Ella es llamada a la mesa preparada por el Señor para su Iglesia -la conmemoración de su muerte y resurrección- hasta que él venga (cuarta parte).

8. ¿Qué sucede durante el rito lucernario?

Según Paschale Solemnitatis:

82. La primera parte consiste en una serie de acciones y gestos simbólicos que conviene realizar con tal dignidad y expresividad que su significado propio sugerido por las moniciones y las oraciones, pueda ser realmente percibido por los fieles. En el lugar adecuado y fuera de la iglesia, en cuanto sea posible, se preparará la hoguera destinada a la bendición del fuego nuevo, cuyo resplandor debe ser tal que disipe las tinieblas e ilumine la noche.

Prepárese el cirio pascual que, para la veracidad del signo, ha de ser de cera, nueva cada año, único, relativamente grande, nunca ficticio, para que pueda evocar realmente que Cristo es la luz del mundo. La bendición del cirio se hará con los signos y las palabras propuestas por el Misal o con otras, aprobadas por la Conferencia de Obispos (88).

83. La procesión en la que el pueblo entra a la iglesia se ilumina únicamente por la llama del cirio pascual. Del mismo modo que los hijos de Israel durante la noche eran guiados por una columna de fuego, así los cristianos siguen a Cristo resucitado. Nada impide que a las respuestas "Demos gracias a Dios" se añada a alguna aclamación dirigida a Cristo.

La llama del cirio pascual pasará poco a poco a las velas que los fieles tienen en sus manos, permaneciendo aún apagadas las lámparas eléctricas.

9. ¿Qué sucede durante la Proclamación de Pascua?

Según Paschale Solemnitatis:

84. El diácono proclama el pregón pascual, magnífico poema lírico que presenta el misterio pascual en el conjunto de la economía de la salvación. Si fuese necesario, o por falta de un diácono o por imposibilidad del sacerdote celebrante, puede ser proclamado por un cantor. Las Conferencias Episcopales pueden adaptar convenientemente este pregón introduciendo en él algunas aclamaciones de la asamblea.

10. ¿Qué sucede durante las lecturas de la Escritura?

Según Paschale Solemnitatis:

85. Las lecturas de la Sagrada Escritura constituyen la segunda parte de la Vigilia. Describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuya plácida meditación se facilita a los fieles con el canto del salmo responsorial, el silencio y la oración del sacerdote celebrante.

La estructura restaurada de la Vigilia presenta siete lecturas del Antiguo Testamento entresacadas de los libros de la Ley y de los Profetas, ya utilizadas frecuentemente en las antiguas tradiciones litúrgicas de Oriente y Occidente, y dos del Nuevo Testamento, es decir la lectura del Apóstol y del Evangelio. De esta manera, la Iglesia "comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas", interpreta el misterio pascual de Cristo. Por lo tanto, en la medida en que sea posible, léanse todas las lecturas indicadas para conservar intacta la índole propia de la Vigilia pascual que exige una cierta duración.

Sin embargo, si las circunstancias pastorales aconsejan que se reduzcan aún el número de las lecturas, léanse al menos tres lecturas del Antiguo Testamento, de manera que estén representadas la Ley y los Profetas; nunca se puede omitir la lectura del capítulo 14 del Éxodo, con su cántico.

87. Terminada la lectura del Antiguo Testamento, se canta el himno "Gloria a Dios", se hacen sonar las campanas según las costumbres de cada lugar, se dice la oración colecta y de este modo se pasa a las lecturas del Nuevo Testamento. Se lee la exhortación del Apóstol sobre el Bautismo entendido como inserción en el misterio pascual de Cristo.

Después, todos se levantan y el sacerdote entona por tres veces el "Aleluya", elevando gradualmente la voz, y repitiéndolo la asamblea. Si fuese necesario, el salmista o cantor entona el "Aleluya", que el pueblo prosigue intercalando la aclamación entre los versículos del salmo 117, tan a menudo citado por los apóstoles en la predicación pascual. Sigue el anuncio de la Resurrección del Señor con la lectura del Evangelio, culmen de toda la liturgia de la Palabra.

Terminada la proclamación del Evangelio no se omita a la homilía, aunque sea breve.

11. ¿Qué sucede durante la liturgia bautismal?

Según Paschale Solemnitatis:

88. La liturgia bautismal es la tercera parte de la Vigilia. La pascua de Cristo y nuestra se celebra ahora en el sacramento. Esto se manifiesta más plenamente en aquellas Iglesias que poseen la fuente bautismal, y más aún cuando tiene lugar la iniciación cristiana de adultos, o al menos el bautismo de niños. Aun en el caso en que no haya bautizos en las iglesias parroquiales se hace la bendición del agua bautismal. Si esta bendición no se hace en la fuente bautismal sino en el presbiterio, el agua bautismal debe ser trasladada después al baptisterio, donde será conservada durante todo el tiempo pascual. Donde no hayan bautizos ni se deba bendecir el agua bautismal, hágase la bendición del agua para la aspersión de la asamblea, a fin de recordar el bautismo.

89. A continuación tiene lugar la renovación de promesas bautismales introducidas por la monición que hace el sacerdote celebrante. Los fieles, de pie y con las velas encendidas en sus manos responden a las interrogaciones. Después tiene lugar la aspersión: de esta manera los gestos y las palabras que los acompañan recuerdan a los fieles el bautismo que, un día, recibieron. El sacerdote celebrante hace la aspersión pasando por toda la nave de la iglesia, mientras la asamblea canta la antífona "Vidi aquam" u otro canto de índole bautismal.

12. ¿Qué sucede durante la liturgia eucarística?

Según Paschale Solemnitatis:

90. La celebración de la eucaristía es la cuarta parte de la Vigilia, y su punto culminante, porque es el sacramento pascual por excelencia, memorial del sacrificio de la cruz, presencia de Cristo resucitado, consumación de la iniciación cristiana y pregustación de la pascua eterna.

91. Hay que poner mucho cuidado para que la liturgia eucarística no se haga con prisa; es muy conveniente que todos los ritos y las palabras que los acompañan alcancen toda su fuerza expresiva: la oración universal, en la que los neófitos participan por primera vez como fieles, ejercitando su sacerdocio real; la procesión de las ofrendas, en las que convienen que participen los neófitos, si los hay; la plegaria eucarística primera, segunda, tercera, a ser posible cantada, con sus embolismos propios; la comunión eucarística que es el momento de la plena participación en el misterio que se celebra. Durante la comunión es oportuno cantar el salmo 117, con la antífona "Aleluya, aleluya, aleluya", u otro canto que represente la alegría de la Pascua.

92. Es muy conveniente que en la comunión de la Vigilia pascual se alcance la plenitud del signo eucarístico, es decir, que se administre el sacramento bajo las especies del pan y del vino. Los Ordinarios del lugar juzguen sobre la oportunidad de una tal concesión y de sus modalidades.

 

Fuente: Infocatólica

sábado, 11 de abril de 2020

Rosario de los siete dolores de la Santísima Virgen María


 
"Y a ti, Madre, una espada de dolor te atravesará el corazón..."
(Lucas 2, 35)

Explicación de la Devoción y Oración

Devoción
Siempre los cristianos han aprendido de la Virgen a mejor amar a Jesucristo. La devoción a los Siete Dolores de la Virgen María se desarrolló por diversas revelaciones privadas.
La Virgen comunicó a Santa Brígida de Suecia (1303-1373):
"Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios."
Nuestra Señora prometió que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores:
1. "Yo concederé la paz a sus familias."
2. "Serán iluminadas en cuanto a los divinos Misterios."
3. "Yo las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos.»
4. "Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de mi divino Hijo o a la salvación de sus almas."
5. "Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré cada instante de sus vidas."
6. "Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de su Madre.
7. "He conseguido de mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la felicidad eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su consuelo y gozo eterno."
Según San Alfonso María Ligorio, Nuestro Señor reveló a Santa Isabel de Hungría que El concedería cuatro gracias especiales a los devotos de los dolores de Su Madre Santísima:
1. Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.
2. Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegerá muy especialmente a la hora de su muerte.
3. Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el cielo. 4. Encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.
Meditar los siete Dolores de Nuestra Madre Santísima es una manera de compartir los sufrimientos  más hondos de la vida de María en la tierra.
La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre, al día siguiente de la Exaltación de la Santa Cruz. Al pie de la Cruz, donde una espada de dolor atravesó el corazón de María, Jesús nos entregó a Su Madre como Madre nuestra poco antes de morir. En respuesta a esta demostración suprema de Su amor por nosotros, digamos cada día de nuestras vidas: "Sí, Ella es mi Madre. Jesús, yo la recibo y Te pido que me prestes Tu Corazón para amar a María como Tú la amas."
Se reza un Padrenuestro y siete Ave Marías por cada dolor de la Virgen. Al mismo tiempo le pedimos que nos ayude a entender el mal que hemos cometido y nos lleve a un verdadero arrepentimiento. Al unir nuestros dolores a los de María, tal como Ella unió Sus dolores a los de su Hijo, participamos en la redención de nuestros pecados y los del mundo entero.
Acto de Contrición
Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos mis pecados. Humildemente suplico Tu perdón y por medio de Tu gracia, concédeme ser verdaderamente merecedor de Tu amor, por los méritos de Tu Pasión y Tu muerte y por los dolores de Tu Madre Santísima. Amén.
(Se aconseja leer del Evangelio las citas que acompañan a cada dolor)


Primer Dolor - La profecía de Simeón 
(cf. Lucas 2,22-35)
Qué grande fue el impacto en el Corazón de María, cuando oyó las tristes palabras con las que Simeón le profetizó la amarga Pasión y muerte de su dulce Jesús. Querida Madre, obtén para mí un auténtico arrepentimiento por mis pecados.
-Padr
enuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre



Segundo Dol
or - La huida a Egipto 
(Mateo 2,13-15)
Considera el agudo dolor que María sintió cuando ella y José tuvieron que huir repentinamente de noche, a fin de salvar a su querido Hijo de la matanza decretada por Herodes. Cuánta angustia la de María, cuántas fueron sus privaciones durante tan largo viaje. Cuántos sufrimientos experimentó Ella en la tierra del exilio. Madre Dolorosa, alcánzame la gracia de perseverar en la confianza y el abandono a Dios, aún en los momentos más difíciles de mi vida.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre


Tercer Dolo
r - El Niño perdido en el Templo 
(Lucas 2,41 -50)
Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que había perdido a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo encontraron en el templo. Madre querida, cuando el pecado me lleve a perder a Jesús, ayúdame a encontrarlo de nuevo a través del Sacramento de la Reconciliación.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre



Cuarto Dolor - María se encuentra con Jesús camino al Calvario (IV Estación del Vía Crucis)
Acércate, querido cristiano, ven y ve si puedes soportar tan triste escena. Esta Madre, tan dulce y amorosa, se encuentra con su Hijo en medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Consideren el tremendo dolor que sintieron cuando sus ojos se encontraron - el dolor de la Madre bendita que intentaba dar apoyo a su Hijo. María, yo también quiero acompañar a Jesús en Su Pasión, ayúdame a reconocerlo en mis hermanos y hermanas que sufren.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

Quinto Dolor - Jesús muere en la Cruz (Juan 19,17-39)
Contempla los dos sacrificios en el Calvario - uno, el cuerpo de Jesús; el otro, el corazón de María. Triste es el espectáculo de la Madre del Redentor viendo a su querido Hijo cruelmente clavado en la cruz. Ella permaneció al pie de la cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a Sus enemigos. Sus últimas palabras dirigidas a Ella fueron: "Madre, he ahí a tu hijo." Y a nosotros nos dijo en Juan: "Hijo, he ahí a tu Madre." María, yo te acepto como mi Madre y quiero recordar siempre que Tú nunca le fallas a tus hijos.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre


Sexto Dolor - María recibe el Cuerpo de Jesús al ser bajado de la Cruz 
(Marcos 15, 42-46)
Considera el amargo dolor que sintió el Corazón de María cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su regazo. Oh, Madre Dolorosa, nuestros corazones se estremecen al ver tanta aflicción. Haz que permanezcamos fieles a Jesús hasta el último instante de nuestras vidas.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre



Séptimo Dolor -Jesús es colocado en el Sepulcro
 (Juan 19, 38-42)
¡Oh Madre, tan afligida! Ya que en la persona del apóstol San Juan nos acogiste como a tus hijos al pie de la cruz y ello a costa de dolores tan acerbos, intercede por nosotros y alcánzanos las gracias que te pedimos en esta oración. Alcánzanos, sobre todo, oh Madre tierna y compasiva, la gracia de vivir y perseverar siempre en el servicio de tu Hijo amadísimo, a fin de que merezcamos alabarlo eternamente en el cielo.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre


Oración final
Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad. Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y dolores. Protégeme siempre. Amén.

 Fuente: Corazones.org

sábado, 20 de abril de 2019

Sábado Santo


"Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección (Circ 73).

Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro.Callan las campanas y los instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en voz baja. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío.

La Cruz sigue entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad.

Es el día de la ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por qué me has abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro.Descansa: "consummatum est", "todo se ha cumplido".

Pero este silencio se puede llamar plenitud de la palabra. El anonadamiento, es elocuente. "Fulget crucis mysterium": "resplandece el misterio de la Cruz."

El Sábado es el día en que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: "nosotros esperábamos... ", decían los discípulos de Emaús.

Es un día de meditación y silencio. Algo parecido a la escena que nos describe el libro de Job, cuando los amigos que fueron a visitarlo, al ver su estado, se quedaron mudos, atónitos ante su inmenso dolor: "se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande" (Job. 2, 13).

Eso sí, no es un día vacío en el que "no pasa nada". Ni un duplicado del Viernes. La gran lección es ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre María, está la Iglesia, la esposa. Callada, como él.

El Sábado está en el corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte del Viernes y la resurrección del Domingo nos detenemos en el sepulcro. Un día puente, pero con personalidad. Son tres aspectos - no tanto momentos cronológicos - de un mismo y único misterio, el misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado:

"...se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo...se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, es decir conociese el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero".

sábado, 31 de marzo de 2018

Sábado santo: la soledad y el dolor de María, madre del Amor crucificado

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Sermón del siervo de Dios, el agustino recoleto padre Mariano Gazpio (+1989) –cuyo proceso de beatificación-canonización está en su andadura–, que invita a contemplar a la virgen María, en pie junto a la Cruz, unida al sacrificio redentor de su Hijo Jesús y como consoladora de los afligidos.

"Stabant autem iuxta crucem Jesu mater eius et soror matris eius Maria Cleophæ et Maria Magdalena. Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena" (Jn 19, 25).

El sagrado Evangelio, con la sencillez y sublimidad propia del Espíritu Santo, nos presenta a nuestro divino Redentor, Cristo Jesús, pendiente de la cruz y, en expresión del apóstol San Pablo, "ofreciendo al eterno Padre plegarias y súplicas con grande clamor y lágrimas".

A la vez nos presenta a María santísima, madre de Jesús, acompañada del discípulo amado san Juan, de María de Cleofás y de María Magdalena, puesta de pie junto a la cruz de Jesús con santa modestia y gravedad, atenta a cuanto su amado Hijo hacía y decía, fija su mente en el divino misterio que se realizaba, y tomando con el corazón traspasado de pena y de dolor pero en todo sumisa a la divina voluntad y repitiendo desde lo íntimo de su ser como en otro tiempo: "Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum tuum - He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra", la parte que le correspondía en aquella divina ofrenda y santo sacrificio. (...).

Mucha e importante es la materia que nos ofrece este inolvidable misterio, pero tan solo voy a hablarles brevemente del martirio de María santísima, de su conformidad con la divina voluntad y de su oficio de consoladora de los afligidos. 

Imploremos antes la ayuda de la divina gracia 
por mediación de nuestra Reina y Señora, 
saludándola con el ángel… Ave María.


Martirio de María santísima
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Las palabras, que un día dirigió en Jerusalén el anciano Simeón a la madre de Jesús, "Mira, este niño está destinado para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para blanco de contradicción, y una espada traspasará tu propia alma", cumpliéronse fielmente durante toda la vida de nuestro Señor Jesucristo y sobre todo en el tiempo de su sacratísima pasión y muerte de cruz.

Quién podrá apreciar y comprender, fuera de Dios, nuestro Señor, la extensión, la profundidad y la amargura de los sufrimientos del corazón de la santísima virgen María, al ver a Jesús niño perseguido por el rey Herodes, al no encontrar a su hijo Jesús entre los suyos a la vuelta de Jerusalén pasada la fiesta, al contemplar a Jesús en su casita de Nazaret ignorado de todos y por tanto tiempo; y en la vida pública, viendo a Jesús pasar por todas partes haciendo el bien y, sin embargo, ser espiado y criticado, blasfemado y perseguido por escribas y fariseos, príncipes de los sacerdotes y ancianos del pueblo; y en el tiempo de su pasión y muerte de cruz lo ve escupido y abofeteado, escarnecido y vilipendiado, flagelado y coronado de espinas como rey de burlas, pospuesto a Barrabás, condenado a muerte, cargando él mismo con la cruz a cuestas, crucificado y pendiente de la cruz.

Otra causa además, amadísimos fieles, contribuía a aumentar su pena y dolor sin límites: ver la situación que tomaba su propio pueblo, el pueblo llamado de Dios, el pueblo de los patriarcas y de los profetas, que, cifrando su gloria en el Esperado de las gentes, en el anunciado Mesías, ahora, lleno de odio y enloquecido, clama y grita contra Jesús: "Crucifícale, crucifícale… Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos…"

El apóstol san Pablo, enamorado del misterio de Cristo crucificado, exclamaba diciendo: "No soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí"; pues este santo apóstol, al palpar en su predicación evangélica la incredulidad y dureza de corazón de los judíos, con gran sentimiento y pena nos dice en su epístola a los Gálatas: "estoy poseído de una profunda tristeza y de continuo dolor en mi corazón, hasta desear yo mismo el ser apartado de Cristo por mis hermanos, los israelitas"; consideren ahora, amadísimos fieles, qué tristeza, angustia y congoja sentiría el bondadoso corazón de María santísima al presenciar este crimen tan horrendo de su pueblo, esta apostasía tan cínica de su gente, por lo cual la divina Justicia le enviaría un castigo ejemplar y "tribulación tal que no la hubo semejante desde el principio del mundo".

Esta fue la espada de dos filos que traspasó el alma de esta Virgen dolorosísima, a quien con sobrada razón nuestra santa madre Iglesia titula en la letanía con el nombre de "Regina martirum, Reina de los mártires".

"Mide la grandeza de sus dolores y tormentos", dice san Jerónimo, por la grandeza de su amor y de aquí infiere que, habiendo amado María santísima a su hijo Jesús más que todos los mártires, debió padecer al pie de la cruz más dolor que todos ellos. Además advierte que "los mártires lo fueron muriendo por Cristo, pero la madre de Jesús lo fue sufriendo juntamente con Cristo".

"No se admiren, amadísimos fieles, exclama san Bernardo, que se diga que María, madre de Jesús, fue mártir en el alma, pues la fuerza del dolor traspasó su santísima alma, y con sobrada razón la llamamos Reina de los mártires".

El martirio de la santísima virgen María fue lento, pues duró toda su vida; fue penosísimo por ser martirio del corazón; y fue intensísimo en proporción al amor que profesaba a Cristo Jesús, su Hijo amado y único, su Creador y Redentor, su Dios y Señor, su Vida, su Amor.

La caridad infinita que nos profesaba el Hijo de María hízole morir en una cruz por librarnos del pecado y de la muerte eterna, y alcanzarnos la dicha de ser hijos de Dios con derecho a la patria celestial; y la caridad de María, madre de Dios, le condujo al martirio del corazón por amor a su Hijo y compasión de todo el género humano. Agradezcamos a Cristo Jesús tal fineza de amor y a María, nuestra madre, su generosísima compasión. Veamos ahora cómo soportó esta Virgen dolorosísima el martirio del corazón.

Conformidad con la voluntad de Dios: Leemos en la epístola [de san Pablo] a los Hebreos estas palabras: "El Hijo de Dios, al entrar en el mundo, dice a su eterno Padre: Heme aquí que vengo, según está escrito de mí… para cumplir, oh Dios, tu voluntad"; y en el evangelio de san Juan dice Jesús a sus apóstoles: "mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado y dar cumplimiento a su obra"; en la oración del Huerto repetidas veces dice Jesús a su eterno Padre: "Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya"; y poco antes de morir dijo: "Todo se ha cumplido", a saber, "se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz". La norma o regla de vida de nuestro Señor Jesucristo fue la obediencia, "factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis", como dice el apóstol san Pablo.

De igual manera, la norma o regla de vida de la santísima Virgen fue la expresión dirigida al arcángel san Gabriel, dando su consentimiento para ser Madre de Dios: "Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbum tuum - He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra".

La Madre de Dios durante toda su vida, copiando en sí todas y cada una de las virtudes que su divino hijo Jesús practicaba en la vida retirada de Nazaret, en la vida pública de evangelización y en su sacratísima pasión, cumplió perfectísimamente la voluntad del Altísimo; por eso la invoca nuestra santa madre Iglesia en la letanía con el título de "Speculum justitiæ - Espejo de justicia", en que se refleja perfectamente la vida y virtudes del divino maestro Jesús.

María santísima, estando al pie de la cruz de su Hijo, supo entrelazar admirablemente sus angustias y aflicciones, sus penas y dolores, su admirable martirio del corazón, con el ejercicio de virtudes sublimes y caridad suma de Dios y del prójimo. En medio de tantas injurias, desprecios, sarcasmos y tormentos, que veía sufrir a su divino Redentor, Cristo Jesús, esta Virgen Dolorosa, asemejándose al divino maestro, muestra profunda humildad, heroica paciencia, inalterable fortaleza, completa resignación a la voluntad de Dios y compasión del género humano ilimitada, diciendo en su bondadoso corazón al eterno Padre a una con Jesucristo, rogando por todos los pecadores: "Padre mío, perdónalos, porque no saben lo que hacen".

Nuestro divino Redentor, que en la última cena se nos da como manjar y bebida, que en su sacratísima pasión derrama por nosotros toda su preciosísima sangre, que estando pendiente en la cruz ruega encarecidamente a su Padre por nosotros pecadores, no contento aún de tales finezas de amor para con el hombre, estando para morir y dirigiéndose al discípulo amado san Juan, mostrándole a su amadísima madre, le dice: "Ecce mater tua" y a María santísima le dice: "Ecce filius tuus", constituyendo a la santísima virgen María en refugio de los pecadores y consoladora de los afligidos. ¿Cabe mayor amor en Jesús y en María?

Veamos cómo ha cumplido siempre este oficio de consoladora de afligidos esta madre dolorosísima.

Consoladora de afligidos: Los apóstoles, los discípulos del Señor, aquellas piadosas mujeres que seguían al divino Maestro, todos aquellos fieles de la primitiva Iglesia, en las horas de prueba y de tribulación, ¿dónde encontraron alivio a sus penas, consuelo a su aflicción, consejo a sus dudas, sino en María, madre de Jesús, y madre cariñosa de todos los apenados y atribulados?

Qué escenas tan tiernas y consoladoras presentaría el Cenáculo los días del viernes santo, sábado santo y domingo de Resurrección, en que la santísima Virgen consolaría a cada uno de los apóstoles, de los discípulos, de las piadosas mujeres, recordándoles las enseñanzas del divino maestro, animándoles a esperar el gran triunfo de la Resurrección, prometido por nuestro señor Jesucristo al predecirles su pasión y muerte, terminando siempre con esta sentencia: "et tertia die resurget - y resucitará al tercer día", palabras que la santísima Virgen las conservaba en su corazón sacratísimo.

Después de la Resurrección de Jesús, de su Ascensión a los cielos y de la venida del Espíritu Santo, la virgen María fue la maestra de los apóstoles y de los discípulos del Señor, la compañera de las piadosas mujeres, la madre de toda la naciente Iglesia, el paño de lágrimas de todos los atribulados; y, subida en cuerpo y alma a los cielos, ha continuado siendo no solo la reina y señora de todo lo creado, sino la madre de misericordia y la consoladora de todos cuantos acuden a ella solicitando alguna gracia.

Si estudiamos con detención la liturgia de la santa madre Iglesia, notamos en seguida la piedad y confianza de todas las almas buenas de todos los tiempos, para con esta singular criatura, digna madre de Dios y madre nuestra.

¿Y por qué nuestra santa madre Iglesia tiene tanto cuidado en enseñar a sus fieles desde la más tierna edad, además del Padre nuestro, dos oraciones dedicadas a nuestra amadísima madre celestial, a saber, el Ave María y la Salve, y los cristianos de todo el mundo sienten verdadero fervor al recitar estas dos santas oraciones, sino por ser María el "consuelo de los afligidos" en sus necesidades, tribulaciones y angustias, como lo testifican sus gracias y favores concedidos en todo lugar y tiempo?

Cuántas veces, amadísimos fieles, habréis recitado con fervor y confianza la oración atribuida a san Bernardo, "Acordaos, oh piadosísima Madre, que jamás se oyó decir que ninguno de cuantos han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de vos"; y la razón nos la da mi gran padre san Agustín al decirnos: "como es mejor que todos los santos, así es más solícita de nuestro bien que todos ellos".

Acudamos, amadísimos fieles, con entera confianza y filial amor en todas nuestras necesidades a esta madre de misericordia, consoladora de afligidos; imitemos su paciencia, su resignación y conformidad con la voluntad divina, y de ese modo sentiremos la ayuda de Dios, nuestro Señor, y la consolación espiritual, concedida por mediación de María santísima.

Han oído brevemente cómo María santísima es reina de los mártires por haber sufrido al pie de la Cruz el martirio del corazón; han visto cómo aprendió de Jesús la conformidad con la voluntad de Dios, nuestro Señor; y últimamente han visto qué maternalmente cumple su oficio de consoladora de afligidos…

Oh madre dolorosísima… Grandes favores y prerrogativas os concedió el Altísimo en su milagrosa concepción y grandes aflicciones habéis soportado con vuestro divino hijo Jesús el día de su memorable pasión y muerte… proporcionándoos el Altísimo de esta manera una corona de inmensa gloria para que, así como estuvisteis sufriendo las ignominias de vuestro divino Hijo en la tierra, participéis hoy en el cielo de sus triunfos y sus glorias… Alcanzadnos también a todos nosotros, tus hijos, la gracia de seguir vuestros santos ejemplos en vida, para conseguir en el cielo la dicha de cantar por eternidad de eternidades las misericordias de Dios, nuestro Señor, y vuestras glorias. 

Gracia que a todos les deseo.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén".