domingo, 17 de abril de 2022

Cristo ha resucitado ¡Aleluya!

 

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS ES LA VERDAD CULMINANTE DE NUESTRA FE EN CRISTO

Cristo ha resucitado ¡Aleluya! Feliz Pascua de Resurrección



La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz


(Catecismo de la Iglesia Católica) Al tercer día resucitó de entre los muertos

638 «Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús» (Hch 13, 32-33). La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:

Cristo ha resucitado de los muertos,

con su muerte ha vencido a la muerte.

Y a los muertos ha dado la vida.

(Liturgia bizantina: Tropario del día de Pascua)

I. El acontecimiento histórico y transcendente

639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya san Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: «Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce:» (1 Co 15, 3-4). El apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que recibió después de su conversión a las puertas de Damasco (cf. Hch 9, 3-18).

El sepulcro vacío

640 «¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24, 5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo (cf. Jn 20,13; Mt 28, 11-15). A pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24, 3. 22- 23), después de Pedro (cf. Lc 24, 12). «El discípulo que Jesús amaba» afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y, al descubrir «las vendas en el suelo», «vio y creyó» (Jn 20, 2.6.8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. Jn 20, 5-7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn 11, 44).

Las apariciones del Resucitado

641 María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús (cf. Mc 16,1; Lc 24, 1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del Sábado (cf. Jn 19, 31. 42) fueron las primeras en encontrar al Resucitado (cf. Mt 28, 9-10; Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1 Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» (Lc 24, 34).

642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles –y a Pedro en particular– en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los Apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y de los que la mayor parte aún vivían entre ellos. Estos «testigos de la Resurrección de Cristo» (cf. Hch 1, 22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los Apóstoles (cf. 1 Co 15, 4-8).

643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por Él de antemano (cf. Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan a los discípulos abatidos («la cara sombría»: Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y «sus palabras les parecían como desatinos» (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua «les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado» (Mc 16, 14).

644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24, 39). «No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados» (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, «algunos sin embargo dudaron» (Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un «producto» de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació –bajo la acción de la gracia divina– de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.

La Resurrección como acontecimiento transcendente

647 «¡Qué noche tan dichosa –canta el Exultet de Pascua–, sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos!». En efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede decir cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida, fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los Apóstoles con Cristo resucitado, no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en aquello que transciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al mundo (cf. Jn 14, 22) sino a sus discípulos, «a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo» (Hch 13, 31).

Fuente: Infocatólica

sábado, 16 de abril de 2022

Sábado Santo: Acompañemos a María en su soledad rezando la Corona a los siete dolores de la Santísima Virgen

 




F
RANCISCA SIERRA GÓMEZ - ORAR CON EL EVANGELIO (C)  

Acompañemos a María

en su soledad 

Sábado Santo 

Hoy es Sábado Santo. Tú, Jesús, has muerto. Todo es tristeza, soledad,  ausencias, añoranzas… Tú descansas ya y nosotros, junto a tu Madre, estamos  reunidos con ella. Tu Madre se ha quedado sin su Hijo. Le ha visto sufrir tanto…  Le ha acompañado en los momentos buenos y malos, y ahora… sola. Pero  esa soledad de María es como una espera a una transformación, a una  resurrección.  

Tú has muerto. Pero Jesús, ¿Qué es lo que me quieres decir con tu  muerte, con esa soledad de tu Madre? Que junto con tu Madre, para resucitar  tengo que morir; que junto con tu Madre, para resucitar tengo que llevar al  sepulcro toda mi historia. Quiero llevar al sepulcro mi forma de pensar, mi  forma de actuar, mi forma de amar, mis muertes, mis rebeldías, mis orgullos,  mis faltas de esfuerzo… todo ahí, con tu Madre. Y en esa soledad de tu Madre,  en ese amor de Madre resucitaré a una vida distinta, a la alegría, al amor. Hoy  estoy con tu Madre acompañándola y estoy con ella transformándome. Tus  heridas me han curado, tu muerte me ha curado. Tu Madre me insiste que  deje todo ahí: mis gestos, mis detalles… todo. Todo está ahí. El día de la Madre,  que siempre ayuda a sus hijos, pero que me enseña la gran lección de la  muerte de su Hijo Jesús.  

Con ella paso todo el día. Le suplico, le pido que arroje de mí todo y que mi tristeza se convierta en alegría, mi falta de amor en servicio, mi entrega en una fuerza que arrase en comunicar tu mensaje, Jesús. Acompaño a la Madre. Madre de la Soledad, que en tus gestos está marcada la tristeza y el sufrimiento, pero que tu corazón está lleno de amor, de esperanza y de alegría porque sabes que esa muerte de tu Hijo es para gloria y alegría y resurrección de cada uno de nosotros...  Me quedo contigo, Madre mía. Hazme sentir también ese dolor que tú tienes, esa alegría que tú tienes. Acompáñame en esta transformación y ayúdame en este día de soledad, silencio… No hay ruido… El ritmo popular de  procesiones se para… Esperamos ansiosos la resurrección y la alegría de tu  Hijo... Y con esa alegría y con esa espera, acompañada de ti y no  separándome de ti me intentaré poco a poco transformar dejando, hiriendo,  depositando en el sepulcro de tu Hijo todo, en el sepulcro de ti, Jesús… ¡todo!  

Virgen de la Soledad, quiero acompañarte, quiero sufrir contigo,  enséñame a superar todo lo negativo que tú ves, sobre todo esas faltas de  amor, esas faltas en que omito y que no percibo que tengo que amar más.  

Virgen de la Soledad, ayúdame, ayúdame a hacer la transformación con paz,  con silencio, con alegría, besando las heridas de tu Hijo y depositando en  cada una de ellas todo mi ser y toda mi historia.  

Día de Sábado Santo. Acompañemos a la Madre.  

Acompañemos a María en su soledad.  

Que así sea. 

 


"Y a ti, Madre, una espada de dolor te atravesará el corazón..."
(Lucas 2, 35)


NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
CORONA DE LOS 7 DOLORES


"El camino para penetrar en los sufrimientos del Hijo es penetrar en los sufrimientos de la Madre. "

Cardenal J. H. Newman.
Sermón para el Dom. III de Cuaresma. Ntra. Sra. en el Evangelio


1º Dolor [Ir al principio de esta página]

La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Dios te salve, María,…

2º Dolor [Ir al principio de esta página]

La huida a Egipto con Jesús y José.

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.

Dios te salve, María,…

3º Dolor [Ir al principio de esta página]

La pérdida de Jesús.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

Dios te salve, María,…

4º Dolor [Ir al principio de esta página]

El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Dios te salve, María,…

5º Dolor [Ir al principio de esta página]

La crucifixión y la agonía de Jesús.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

Dios te salve, María,…

6º Dolor [Ir al principio de esta página]

La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.

Dios te salve, María,…

7º Dolor [Ir al principio de esta página]

El entierro de Jesús y la soledad de María.

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…

Dios te salve, Maria,…
Gloria al Padre .


1. La Santísima Virgen María manifestó a Sta. Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:

  • Pondré paz en sus familias.
  • Serán iluminados en los Divinos Misterios.
  • Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
  • Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
  • Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
  • Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
  • He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría. 

  • Fuente:Devocionario


Sábado Santo y Vigilia Pascual ¿Qué sucedió en este día?

 

12 cosas que debes saber sobre el Sábado Santo y la Vigilia Pascual

¿QUÉ SUCEDIÓ EN ESTE DÍA, Y CÓMO LO CELEBRAMOS?

Sábado Santo y la Vigilia Pascual

Cada vez que profesamos el Credo decimos que Jesús «descendió a los infiernos». El Sábado Santo es el día que conmemora este acontecimiento.

(JimmyAkin.com/InfoCatólica) Cada vez que profesamos el Credo decimos que Jesús «descendió a los infiernos». El Sábado Santo es el día que conmemora este acontecimiento. ¿Qué sucedió en este día, y cómo lo celebramos?.

Aquí hay 12 cosas que debes saber sobre este día.

1. ¿Qué pasó el primer Sábado Santo?

Aquí en la tierra, los discípulos de Jesús lloraron su muerte y, puesto que era un día de reposo, descansaron.

Lucas observa que las mujeres regresaron a casa «Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.» (Lc 23,56).

En la tumba, los guardias que habían estado allí vigilaban el lugar para asegurarse de que los discípulos no robaran el cuerpo de Jesús.

Mientras tanto . . .

2. ¿Qué le sucedió a Jesús mientras estaba muerto?

Según el Catecismo de la Iglesia Católica:

633 La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios (cf. Sal 6, 6; 88, 11-13).

Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cf. Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el «seno de Abraham» (cf. Lc 16, 22-26).

«Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos» (Catecismo Romano, 1, 6, 3).

Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los condenados (cf. Concilio de Roma, año 745: DS, 587) ni para destruir el infierno de la condenación (cf. Benedicto XII, Libelo Cum dudum: DS, 1011; Clemente VI, c. Super quibusdam: ibíd., 1077) sino para liberar a los justos que le habían precedido (cf. Concilio de Toledo IV, año 625: DS, 485; cf. también Mt 27, 52-53).

634 «Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva ...» (1 P 4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación.

Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención.

3. ¿Cómo conmemoramos este día?

Según el documento principal que rige las celebraciones relacionadas con la Pascua, Paschale Solemnitatis:

73. Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y el ayuno su resurrección. Se recomienda con insistencia la celebración del Oficio de Lectura y de las Laudes con participación del pueblo (cf. n. 40). Cuando esto no sea posible, prepárese una celebración de la Palabra o un ejercicio piadoso que corresponda al misterio de este día.

74. Pueden ser expuestas en la iglesia a la veneración de los fieles la imagen de Cristo crucificado, o en el sepulcro, o descendiendo a los infiernos, ya que ilustran el misterio del Sábado santo, así como la imagen de la Santísima Virgen de los Dolores de los fieles.

El ayuno también se aconseja, pero no es obligatorio, en este día.

4. ¿Se celebran los sacramentos el Sábado Santo?

En su mayor parte, no. Paschale Solemnitatis explica:

75. Hoy la Iglesia se abstiene absolutamente del sacrificio de la Misa. La sagrada Comunión puede darse solamente como viático. No se conceda celebrar el matrimonio, ni administrar otros sacramentos, fuera de la Penitencia y la Unción de los enfermos.

La prohibición de celebrar misa se aplica a la parte del día antes de la misa de la Vigilia pascual, que se considera ya domingo.

El bautismo en peligro de muerte también está permitido.

5. ¿Qué es la Vigilia Pascual?

La Vigilia Pascual es la conmemoración litúrgica de la fiesta, celebrada la noche anterior a la fiesta (del Domingo de Resurrección).

El término proviene de la palabra latina vigilia, que significa «vigilia», y que se usaba porque los fieles permanecían despiertos para orar y hacer ejercicios devocionales en anticipación de la fiesta.

La Vigilia Pascual es la vigilia en la que se celebra la noche antes de la Pascua.

Según Paschale Solemnitatis:

80. Ya desde su comienzo la Iglesia ha celebrado con una solemne vigilia nocturna la Pascua anual, solemnidad de las solemnidades. Precisamente la resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza, y por medio del Bautismo y de la Confirmación somos injertados en el misterio pascual de Cristo, morimos con Él, somos sepultados con Él y resucitamos con Él, para reinar con Él para siempre.

Esta Vigilia es también espera de la segunda venida del Señor.

6. ¿Cuándo se celebrará la Vigilia de Pascua?

Paschale Solemnitatis explica:

78. «Toda la celebración de la Vigilia pascual tiene lugar por la noche, no debe comenzar antes del anochecer, sino que debe terminar antes del amanecer del domingo».

Esta regla debe tomarse según su sentido más estricto. Reprehensible son los abusos y prácticas que se han deslizado en muchos lugares en violación de este fallo, en el que se celebra la Vigilia Pascual a la hora del día que se acostumbra celebrar las Misas dominicales anticipadas.

Las razones que se han adelantado en algunos sectores para la anticipación de la Vigilia pascual, como la falta de orden público, no se proponen en relación con la noche de Navidad ni otras reuniones de diversa índole.

7. ¿Qué ocurre en la Vigilia Pascual?

Según Paschale Solemnitatis:

81. La orden para la Vigilia pascual está organizada de modo que después del servicio de la luz y la Proclamación de Pascua (que es la primera parte de la Vigilia)

La Santa Iglesia reflexiona sobre las obras maravillosas que el Señor Dios realizó para su pueblo desde los primeros tiempos (la segunda parte o Liturgia de la Palabra)

Al momento en que, junto con los nuevos miembros renacidos en el Bautismo (tercera parte)

Ella es llamada a la mesa preparada por el Señor para su Iglesia -la conmemoración de su muerte y resurrección- hasta que él venga (cuarta parte).

8. ¿Qué sucede durante el rito lucernario?

Según Paschale Solemnitatis:

82. La primera parte consiste en una serie de acciones y gestos simbólicos que conviene realizar con tal dignidad y expresividad que su significado propio sugerido por las moniciones y las oraciones, pueda ser realmente percibido por los fieles. En el lugar adecuado y fuera de la iglesia, en cuanto sea posible, se preparará la hoguera destinada a la bendición del fuego nuevo, cuyo resplandor debe ser tal que disipe las tinieblas e ilumine la noche.

Prepárese el cirio pascual que, para la veracidad del signo, ha de ser de cera, nueva cada año, único, relativamente grande, nunca ficticio, para que pueda evocar realmente que Cristo es la luz del mundo. La bendición del cirio se hará con los signos y las palabras propuestas por el Misal o con otras, aprobadas por la Conferencia de Obispos (88).

83. La procesión en la que el pueblo entra a la iglesia se ilumina únicamente por la llama del cirio pascual. Del mismo modo que los hijos de Israel durante la noche eran guiados por una columna de fuego, así los cristianos siguen a Cristo resucitado. Nada impide que a las respuestas "Demos gracias a Dios" se añada a alguna aclamación dirigida a Cristo.

La llama del cirio pascual pasará poco a poco a las velas que los fieles tienen en sus manos, permaneciendo aún apagadas las lámparas eléctricas.

9. ¿Qué sucede durante la Proclamación de Pascua?

Según Paschale Solemnitatis:

84. El diácono proclama el pregón pascual, magnífico poema lírico que presenta el misterio pascual en el conjunto de la economía de la salvación. Si fuese necesario, o por falta de un diácono o por imposibilidad del sacerdote celebrante, puede ser proclamado por un cantor. Las Conferencias Episcopales pueden adaptar convenientemente este pregón introduciendo en él algunas aclamaciones de la asamblea.

10. ¿Qué sucede durante las lecturas de la Escritura?

Según Paschale Solemnitatis:

85. Las lecturas de la Sagrada Escritura constituyen la segunda parte de la Vigilia. Describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuya plácida meditación se facilita a los fieles con el canto del salmo responsorial, el silencio y la oración del sacerdote celebrante.

La estructura restaurada de la Vigilia presenta siete lecturas del Antiguo Testamento entresacadas de los libros de la Ley y de los Profetas, ya utilizadas frecuentemente en las antiguas tradiciones litúrgicas de Oriente y Occidente, y dos del Nuevo Testamento, es decir la lectura del Apóstol y del Evangelio. De esta manera, la Iglesia "comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas", interpreta el misterio pascual de Cristo. Por lo tanto, en la medida en que sea posible, léanse todas las lecturas indicadas para conservar intacta la índole propia de la Vigilia pascual que exige una cierta duración.

Sin embargo, si las circunstancias pastorales aconsejan que se reduzcan aún el número de las lecturas, léanse al menos tres lecturas del Antiguo Testamento, de manera que estén representadas la Ley y los Profetas; nunca se puede omitir la lectura del capítulo 14 del Éxodo, con su cántico.

87. Terminada la lectura del Antiguo Testamento, se canta el himno "Gloria a Dios", se hacen sonar las campanas según las costumbres de cada lugar, se dice la oración colecta y de este modo se pasa a las lecturas del Nuevo Testamento. Se lee la exhortación del Apóstol sobre el Bautismo entendido como inserción en el misterio pascual de Cristo.

Después, todos se levantan y el sacerdote entona por tres veces el "Aleluya", elevando gradualmente la voz, y repitiéndolo la asamblea. Si fuese necesario, el salmista o cantor entona el "Aleluya", que el pueblo prosigue intercalando la aclamación entre los versículos del salmo 117, tan a menudo citado por los apóstoles en la predicación pascual. Sigue el anuncio de la Resurrección del Señor con la lectura del Evangelio, culmen de toda la liturgia de la Palabra.

Terminada la proclamación del Evangelio no se omita a la homilía, aunque sea breve.

11. ¿Qué sucede durante la liturgia bautismal?

Según Paschale Solemnitatis:

88. La liturgia bautismal es la tercera parte de la Vigilia. La pascua de Cristo y nuestra se celebra ahora en el sacramento. Esto se manifiesta más plenamente en aquellas Iglesias que poseen la fuente bautismal, y más aún cuando tiene lugar la iniciación cristiana de adultos, o al menos el bautismo de niños. Aun en el caso en que no haya bautizos en las iglesias parroquiales se hace la bendición del agua bautismal. Si esta bendición no se hace en la fuente bautismal sino en el presbiterio, el agua bautismal debe ser trasladada después al baptisterio, donde será conservada durante todo el tiempo pascual. Donde no hayan bautizos ni se deba bendecir el agua bautismal, hágase la bendición del agua para la aspersión de la asamblea, a fin de recordar el bautismo.

89. A continuación tiene lugar la renovación de promesas bautismales introducidas por la monición que hace el sacerdote celebrante. Los fieles, de pie y con las velas encendidas en sus manos responden a las interrogaciones. Después tiene lugar la aspersión: de esta manera los gestos y las palabras que los acompañan recuerdan a los fieles el bautismo que, un día, recibieron. El sacerdote celebrante hace la aspersión pasando por toda la nave de la iglesia, mientras la asamblea canta la antífona "Vidi aquam" u otro canto de índole bautismal.

12. ¿Qué sucede durante la liturgia eucarística?

Según Paschale Solemnitatis:

90. La celebración de la eucaristía es la cuarta parte de la Vigilia, y su punto culminante, porque es el sacramento pascual por excelencia, memorial del sacrificio de la cruz, presencia de Cristo resucitado, consumación de la iniciación cristiana y pregustación de la pascua eterna.

91. Hay que poner mucho cuidado para que la liturgia eucarística no se haga con prisa; es muy conveniente que todos los ritos y las palabras que los acompañan alcancen toda su fuerza expresiva: la oración universal, en la que los neófitos participan por primera vez como fieles, ejercitando su sacerdocio real; la procesión de las ofrendas, en las que convienen que participen los neófitos, si los hay; la plegaria eucarística primera, segunda, tercera, a ser posible cantada, con sus embolismos propios; la comunión eucarística que es el momento de la plena participación en el misterio que se celebra. Durante la comunión es oportuno cantar el salmo 117, con la antífona "Aleluya, aleluya, aleluya", u otro canto que represente la alegría de la Pascua.

92. Es muy conveniente que en la comunión de la Vigilia pascual se alcance la plenitud del signo eucarístico, es decir, que se administre el sacramento bajo las especies del pan y del vino. Los Ordinarios del lugar juzguen sobre la oportunidad de una tal concesión y de sus modalidades.

 

Fuente: Infocatólica

Examen de conciencia en la Pasión del Señor

 Por Jorge de la Cueva (fallecido en 2020), cortesía de la revista Magníficat.

NdR: Los misterios de la pasión que vivimos estos días santos son ocasión privilegiada para confrontar nuestras vidas con quien ha dado la suya por nosotros. El examen de conciencia es mucho más mirar y dejarnos mirar por Cristo que mirarnos a nosotros mismos. Es la mirada redentora de Cristo la que suscitará en nosotros el movimiento de conversión y amor a él.

Institución de la Eucaristía: Perdón por los pecados contra la Eucaristía: rutina, indiferencia, falta de atención y de preparación, falta de vida eucarística.

Oración en Getsemaní: Perdón por mis fallos en la oración: desgana, distracciones, abandono en la sequedad. 

Sudor de Sangre: Perdón por la huida ante el dolor y las dificultades, por no valorar el sufrimiento de Jesucristo, por no acompañarlo en su agonía.

Los apóstoles dormidos: Perdón por la desidia, por la facilidad de apelar al cansancio como excusa, por la indiferencia ante el sufrimiento ajeno.

Prendimiento: Perdón por las faltas contra la justicia, contra la caridad, por las ofensas, la falta de consideración, las groserías y desplantes.

Huida de los discípulos: Perdón por mis cobardías, respetos humanos, anti-testimonios, por no seguir a Cristo hasta el final.

Juicio del Sanedrín: Perdón por la inclinación a juzgar y condenar, las faltas de misericordia, detracciones, calumnias.

Las negaciones de Pedro: Perdón las negaciones de mi ser de cristiano con palabras, obras, actitudes, silencios culpables.

Noche triste: Perdón por mi falta de compañía y ayuda al triste, al necesitado, al solo, al que sufre.

Juicio de Pilato: Perdón por la condescendencia ante las presiones injustas, ante las corrientes de la mayoría, ante los criterios del mundo.

Juicio de la multitud: Perdón por la ira, los arrebatos, odios, ataques a las personas.

Jesús pospuesto a Barrabás: Perdón por rebelarme a ser pospuesto, minusvalorado, por el rechazo sistemático de la humillación, por la vanidad, por la soberbia.

Juicio de Herodes: Perdón por no callar cuando debo, por no soportar las injurias o el ridículo; por los desprecios y humillaciones que causo a otros.

Flagelación: Perdón por mi falta de consideración al Cuerpo eucarístico de Cristo y mi irreverencia ante el sagrario.

Coronación de de espinas: Perdón por los pecados de pensamiento, de deseo, de malas intenciones, por el afán desmedido de coronas de éxito ante un Cristo coronado de espinas.

El rey de burlas: Perdón por las burlas y bromas hirientes, por las críticas y comentarios punzantes.

«Ecce homo»: Perdón por no considerar la gravedad de mi pecado ante un Cristo deshecho en el cuerpo y en la fama.

Lavatorio de manos: Perdón por los pecados de hipocresía, por los disimulos culpables.

Sentencia de cruz: Perdón por no reaccionar ante las injusticias sociales o infligidas a otros y sí hacerlo enseguida cuando son contra nosotros.

La cruz a cuestas: Perdón por la huida sistemática de cualquier cruz, olvidado de su sentido redentor y santificador.

El cirineo: Perdón por no compartir los pesos que soportan mis hermanos, sin ver en ello el privilegio de participar en la cruz de Cristo.

Caídas: Perdón por rehusar levantarme de mis caídas y mi falta de afán de enmienda, por los propósitos quebrantados, por la facilidad de desistir y abandonar el buen empeño, por olvidar la llamada continua de Dios a caminar hacia la santidad.

Mujeres de Jerusalén: Perdón por no ser solidarios y compasivos con los males del mundo.

Expolio: Perdón por los pecados de impureza en pensamientos, miradas, curiosidades, palabras y obras; por las faltas de pudor, por las concesiones a modas y costumbres inmorales, por admitir fácilmente la permisividad del mundo.

Crucifixión: Perdón por las infidelidades a las obligaciones de todo género, por las negligencias en el cumplimiento del deber.

 Cristo levantado en la cruz: Perdón por las faltas de dolor, arrepentimiento de los pecados y firme propósito de la enmienda.

Reparto de las vestiduras: Perdón por mi codicia, por la falta de respeto a lo ajeno.

«Padre, perdónalos»: Perdón por los rencores y resistencia a perdonar las ofensas.

El ladrón perdonado: Perdón por la dureza en reconocerme culpable, por no acudir a recibir el perdón, por las negligencias en el sacramento de la penitencia.

«Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»: Perdón por mi deserción y abandono en la desolación y en la oscuridad de las tribulaciones.

María al pie de la cruz: Perdón por las faltas a la fidelidad y al testimonio cristiano, por no tomar en serio el compromiso de la fe.

«He ahí a tu Madre»: Perdón por la falta de una intensa devoción mariana y su irradiación a los demás.

«Tengo sed»: Perdón por el olvido de las obras de misericordia, por la falta de mortificaciones, especialmente en comida y bebida.

Hiel y vinagre: Perdón por amargar a otros con mis palabras y obras, por las frases hirientes.

«Todo lo he cumplido»: Perdón por no buscar con empeño la voluntad de Dios, por el olvido de la vocación y misión que el Señor nos asigna en este mundo.

Muerte: Perdón por no morir al amor propio, por no hacer muerte en mí a través del vencimiento y olvido de mí mismo.

La lanzada: Perdón por esos pecados que más hieren el Corazón de Cristo y de su Iglesia.

Sangre y agua: (Símbolo de los sacramentos) Perdón por la poca estima de la vida sacramental, por no valorar mi condición de bautizado y ser fiel a sus consecuencias.

«Pietá»: Perdón por no unirme a María en su dolor, ni ser su consuelo con una entrega total.

Sepultura: Ante un Cristo aniquilado y vencido, aparece en terrible contraste nuestra soberbia, altanería, autosuficiencia y orgullo.

Fuente: Infovaticana