La Iglesia Católica celebra hoy la solemnidad de SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS.
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Por su parte, la administración del blog desea compartir en esta esperanzadora fiesta de María, en tanto Madre nuestra, esta poesía de autor y título desconocidos:
¿Recuerdas cuando niño, postrado en tus altares,
mis súplicas te enviaba, dulce Madre de Dios,
y en dulce arrobamiento, sin cuitas ni pesares,
te hablaba con fe ciega mi amante corazón?
Con la confianza ciega que inspiras Tú, María
de Madre de dulzura, de Madre de bondad
postrado ante tus plantas la mirra te ofrecía
de mi filial cariño, de mi inocente edad.
Tú no has olvidado, mi Madre de Ternura,
porque Tú el amor no pagas con negra ingratitud,
aquellas mis plegarias, sinceras y tan puras,
que siempre resbalaban de mi alma en la quietud.
Hoy todo ha cambiado celeste protectora.
Con lirios ya tu frente no puedo coronar,
de mi alma se ha eclipsado el sol de aquella aurora,
dejándome en tinieblas... Do marcho... ¡ya no sé!
Y cual dijo aquel niño arrodillado
junto a tu altar ya no volverá a rezar,
porque de negras penas, mi alma atribulada
para implorar tu ayuda... ¡más bien he de llorar!
¡Oh, Madre! Tú conoces de mi alma las congojas
Tú has visto poco a poco marchita mi ilusión.
¡Qué fiero torbellino me arrebató sus hojas
dejándome sin flores, sombrío el corazón...
Tú sabes las tinieblas que envuelven ya mi alma
desde que el mundo infame me la propuso herir
que peregrina a solas, oscura y sin calma,
donde mi planta reposa me obliga a combatir.
¡Oh, Madre! ¡Cuántas veces ya dudo de mi vida,
del sol y las estrellas que plugo Dios crear!
Porque este mundo que jura fe mentida
¡me enseña hasta de todo, Dios mío, a desconfiar!
Perdóname, María, mi Madre de los Cielos,
si en los locos desvaríos contigo ingrato fui
si como en otros días, no te pedí consejo,
si en mis fatales ansias no me acordé de Ti.
Perdóname, María, si en ratos de locura
tu nombre sacrosanto mi espíritu olvidó
Tú sabes la terrible, la amarga desventura
que duerme aquí en mi pecho, ¡Tú sabes mi dolor!
Perdóname María y escúchame propicia
pues de tu amor precisa mi pobre corazón.
Perdóname que calmen mis ansias tus caricias
y en tu regazo duerma después de tu perdón.
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