El Rosario franciscano
San Francisco "circundaba de amor indecible a la Madre del Señor Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad y haber tenido misericordia de nosotros. En ella sobre todo, después de Cristo, ponía toda su confianza y por eso la hizo abogada suya y de sus hermanos. Ayunaba en su honor con gran devoción, desde la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo hasta la fiesta de la Asunción" (Buenaventura, Leyenda Mayor, 9,3).
Los siete gozos de la Virgen es una devoción franciscana parecida al Rosario. Se remonta al siglo XV y está en el origen de la corona de siete misterios que muchos franciscanos y franciscanas llevan colgada en el cordón. Es una oración muy sencilla, asequible para todos los que desean honrar a la Virgen María, reviviendo con ella algunos misterios de la vida de su Hijo Jesucristo.
La corona franciscana consta de 72 avemarías, con la meditación de las siete principales alegrías que la Virgen experimentó a lo largo de los 72 años que, según la tradición, duró su peregrinación por este mundo.
Introducción
- Dios mío, ven en mi auxilio.- Señor, date prisa en socorrerme.
- Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Primer gozo - El ángel Gabriel anuncia a María el Nacimiento de Jesús.
- Lc 1,30-31.38 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, Virgen de la escucha, tú eres la llena de gracia,
tú eres la humilde esclava del Señor.
Tú has dado libremente tu sí al anuncio del ángel
y te has convertido en madre del Hijo de Dios hecho hombre.
Enséñanos a decir siempre sí al Señor, aunque nos cueste.
- Lc 1,39-42 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Tú, María, madre del Señor, llevando a Jesús, que ha tomado cuerpo
en ti, vas a visitar con gozosa premura a la anciana prima Isabel,
para ponerte a su servicio. A tu saludo, su hijo es santificado
por la presencia del Salvador. Enséñanos, Madre de Dios,
a anunciar y llevar siempre a Jesús a los demás.
Tercer gozo - Jesús, Hijo de Dios, nace de la Virgen María.
- Lc 2,6-7 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, madre siempre Virgen, en la pobreza de una cueva
has dado a luz a Jesús, venido al mundo para nuestra salvación.
Tú adoras como Hijo de Dios al que has engendrado.
Guíanos por el camino de una fe viva en Jesús, nuestro Señor y Salvador.
- Mt 2,1.11 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, pobre y humilde de corazón, enséñanos a no juzgar,
sino a confiar únicamente en la misericordia de Dios,
que no hace distinción de personas. Porque, si nuestra fe
no se traduce en obras, muchos "magos" nos irán por delante
en el reino de los cielos.
Quinto gozo - María y José encuentran al niño Jesús en el Templo.
- Lc 2,43.46.48-49 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, Virgen del silencio, tú saltas de gozo al encontrar
a Jesús en el templo de Jerusalén, y adoras el misterio
del Hijo de Dios Creador, que en Nazaret vive obediente a sus criaturas.
Enséñanos a buscar siempre a Jesús y a vivir en su obediencia.
- Hc 1,14; 2,1-4 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, fuente del gozo, tú eres la madre del Señor resucitado.
Él es quien ha vencido la muerte. El es nuestra esperanza
en el camino de la vida. Enséñanos, María, a vencer la muerte del
egoísmo, para vivir en la resurrección del amor.
Séptimo gozo - María es elevada al cielo y coronada como reina y primicia de la humanidad redimida.
- Ap 11,19; 12,1 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, Reina de los ángeles y de los santos, coronada
de gloria y honor en el gozo sin fin del paraíso,
tú brillas delante de nosotros como estrella de la mañana.
Enséñanos, Madre, a caminar por el mundo con la mirada puesta
allá donde está el gozo auténtico y definitivo.
Letanías de nuestra Señora
Se recitan las Letanías Lauretanas u otras semejantes.
Saludo a la Virgen
Se puede decir la Salve, o el siguiente Saludo de San Francisco:
Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios,
que eres Virgen hecha Iglesia,
y elegida por el Santísimo Padre del Cielo,
consagrada por él con su santísimo Hijo amado
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la que estuvo y está toda la plenitud de la gracia, y todo bien.
Salve, palacio suyo; salve, tienda suya;
salve, casa suya, salve, vestidura suya;
salve, sierva suya; salve, madre suya,
y todas vosotras, virtudes santas, que por la gracia y la iluminación
del Espíritu Santo sois infundidas en el corazón de los creyentes,
para que de infieles se vuelvan fieles a Dios.
Conclusión
Oremos: Oh Dios, que en la gloriosa resurrección de tu Hijo has devuelto la alegría al mundo entero, concédenos por intercesión de la Virgen María poder gozar de las alegrías sin fin de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
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