El 4 de Junio de 1887 (apenas unos meses antes de la muerte del Santo), Don Bosco narró:
“He visto a Nuestra Señora la Virgen María en un Sueño y me ha reprochado mi silencio acerca del buen uso que se debe hacer de las riquezas. Entre otras cosas me dijo: que muchas almas se condenan por faltar contra el sexto y el noveno mandamiento, pero que hay también muchas que se pierden por haber hecho mal uso de las riquezas. Y se quejaba Ella de que los sacerdotes no se atrevan a hablar de este argumento desde la cátedra sagrada”. (MB 13,361).
Don Bosco había hablado mucho y muy fuertemente acerca de la gran responsabilidad de quien no le da un fin social a sus riquezas.
Claramente había dicho a los ricos en sus conferencias:
“Si ahora no dais voluntariamente parte de vuestras riquezas a los necesitados, un día las tendréis que dar obligados por el puñal que os pondrán enfrente. Dad, dad mucho, antes de que los pobres lleguen al límite de su capacidad de aguante y os vengan a exigir con violencia lo que deberíais haber repartido de buena gana”.
Y él deseaba escribir un libro acerca de la gran responsabilidad que tiene cada uno de hacer de sus riquezas algo que redunde en bien de todos. Pero muchos le decían que él era muy exagerado a este respecto, y que no convenía hablar de estos temas. Así que no se atrevió a escribir su deseado libro.
Después de este Sueño llamó al Padre Francesia y le pidió que escribiera una obra acerca de este tema tan importante. Poco después apareció un libro de dicho sacerdote, bajo el título de “Al Paraíso por medio de las riquezas”.
Don Bosco siempre creyó en la frase de Jesús:
“Dad limosna según vuestras posibilidades y todo será puro para vosotros” (Lucas 11,41)
San Juan Bosco y María Auxiliadora y los famosos sueños del Santo. Págs. 191 a 192 P. Eliécer Sálesman. Apostolado Bíblico Católico. Carrera 6° N° 27-63 Sur (B. 20 de Julio) Tel: 2093366. Bogotá
ACERCA DE LA OBLIGACIÓN DE DAR LIMOSNA
El 14 de junio de 1887 habló así nuestro Santo:
“Hace unas noches soñé que se me aparecía la Santísima Virgen y me reprochaba por haberme callado últimamente acerca de la grave obligación de dar limosna.
Y me dijo: “Mire, que aunque uno sea sacerdote puede perderse por pecados contra el sexto y el séptimo mandamiento”. Y me insistió en que son muchos los que se pierden por no haber hecho buen uso de las riquezas, por hacer uso indebido de sus bienes, y no repartir lo suficiente a los pobres. Y añadió: “Si los que tienen bienes de fortuna repartieran entre huérfanos y pobres lo que no les resulta muy necesario, sería mucho mayor el número de los que lograrían salvarse. Pero desafortunadamente son muchos los que se guardan para ellos solos sus riquezas y esto será su perdición”.
NOTA: Desde hacía varios años venía Don Bosco hablando muy fuertemente a los ricos y a todos los que tenían algunos bienes de fortuna, acerca del gravísimo deber que tiene todo cristiano de compartir sus bienes con los necesitados. Muchos lo criticaban por esto y hasta lo querían acusar ante las autoridades eclesiásticas por hablar tanto acerca de los graves peligros que les esperan a los que tienen bienes si no los comparten con los necesitados. El santo repetía: “Si ahora no reparten voluntariamente sus bienes a los pobres, un día ellos vendrán con un puñal u otra arma en las manos y se lo quitarán a la fuerza”.
Y se quejaba de que a muchos sacerdotes les da pena insistirle a la gente acerca de lo grave que es la obligación de dar limosnas, y limosnas proporcionadas a lo que cada uno tiene o gana. (No migajas que no se sienten. Que eso sería un engañarse uno a sí mismo. Si lo que se da a los demás no cuesta nada, eso no es dar, es sólo un engañarse. La limosna debe empobrecer en algo al que la regala).
Repetía y repetía que el recomendar a los otros que se dediquen a dar limosnas generosas es hacerles un gran favor, porque según dijo Tobías en la Santa Biblia: “La limosna borra multitud de pecados”.
Pero lo criticaban tanto por enseñar esto, dispuso callarse últimamente. Y fue entonces cuando se le apareció la Santísima Virgen en persona a regañarlo por haberse callado y a recordarle que aunque uno sea sacerdote puede perderse si vive pecando contra el sexto mandamiento o no reparte debidamente sus bienes a los pobres.
Después de este sueño el santo llamó al Padre Bonete, buen escritor, y le dijo:
-Por favor: redacte un libro acerca de la grave necesidad y obligación que tiene todo buen cristiano de dar limosnas. Y repártanlo por todas partes.
El Padre Bonete publicó ese libro al año siguiente, unos meses después de la muerte del santo. El título del libro era: “Cómo ganarse el cielo dando limosnas en la tierra”.
Es curioso que ésta es quizás la última aparición de la Santísima Virgen a Don Bosco, y la hizo para insistirle en un tema importantísimo para la salvación: Dar limosnas. Ayudar a los pobres con toda generosidad. No hacer mal uso de las riquezas.
Ahora existe un libro muy hermoso acerca de este tema (cuya lectura recomendamos como enormemente provechosa). Su título es: “CÓMO HACERSE RICO PARA EL CIELO, DANDO LIMOSNAS EN LA TIERRA” por Sálesman. En ese bello libro está lo que San Juan Bosco enseñaba acerca de la grave obligación que cada uno tiene de dar limosnas según sus posibilidades, y además otros muchos ejemplos muy hermosos. No dejemos de leerlo, su lectura puede ser de gran provecho.
LOS SUEÑOS DE SAN JUAN BOSCO, P. Eliécer Saloman, Apostolado Bíblico Católico,
3° Edición Diciembre de 2001, Editorial Centro Don Bosco, Av. Eldorado N° 65-96, Bogotá, D.C. -Colombia, Página 493 a 495
RICOS QUE LLEGAN A SER POBRES
El 9 de agosto de 1887 Don Bosco narró el siguiente sueño:
“Vi en sueños que muchos dueños de fincas buscaban pastos para sus animales y no los encontraban. Y decían:
-¿Qué haremos que no hay con qué alimentar los ganados?
Y otros respondían:
-Tendremos que matar el ganado y comernos la carne. Como en tiempos de José en Egipto: aquí las vacas flacas devorarán a las vacas gordas.
Luego vi unas maletas muy bien cerradas que nadie lograba abrir. Al fin pude abrir una de ellas y estaba totalmente llena de dinero. Y una voz me dijo:
-Es el dinero de los ricos que pasará a los pobres, mientras que los ricos no lo podrán emplear. Muchos ricos perderán lo que tienen y serán expropiados”.
NOTA: Había aquí avisos de sequías y veranos muy grandes que iban a llegar a los agricultores y ganaderos, y la reafirmación de una verdad que Don Bosco iba predicando en esos años de ciudad en ciudad: “Si los ricos no comparten voluntariamente con los pobres repartiendo generosamente con ellos sus riquezas, un día violentamente les quitarán lo que poseen. Lo que podrían dar por las buenas (ganando así mucho premio para el cielo) y no lo quieren dar, lo perderán un día por medio de la violencia, pero ya sin méritos ni premios para la eternidad”. Y la historia de las revoluciones y de los continuos secuestros de ricos ha venido demostrando que sí se cumple este penoso aviso.
Páginas 486-487
LOS CASTIGOS DE LOS PECADORES
El 3 de abril de 1887 habló así Don Bosco:
“Anoche vi en sueños los castigos que esperan a los pecadores. Y lo que vi es tan terrible que si los que me oyen pudieran verlo, o se dedicarían a una vida santa o saldrían huyendo llenos de susto. Primero oí un estruendo y un griterío como los que se sienten cuando hay un terrible terremoto. Luego vi un enorme horno donde muchos ardían y lanzaban lastimosos quejidos. Y una voz me dijo: “Muchos se dedican en esta tierra a todos los goces y después padecerán horribles sufrimientos”.
Luego vi allí sufriendo a muchas personas horrendamente deformadas. Y eran de los nuestros. Y al verlos sufrir tanto y oírles tantos lamentos exclamé:
-¿Pero no habrá algún modo de que paguen sus pecados y no tengan que venir a sufrir tantos tormentos?
Y una voz me respondió:
Que paguen sus pecados con plata y oro. Con limosnas a los pobres, pero también con otra plata y otro oro preciosos: las oraciones frecuentes, las confesiones y comuniones fervorosas servirán mucho para librarse de los sufrimientos que esperan a quienes viven cometiendo pecados.
NOTA: Don Bosco se despertó muy angustiado y lloraba al narrar este sueño. Allí vio destinados a muy terribles castigos a muchos de sus amigos que manchaban sus almas con frecuentes pecados. Afortunadamente la voz del cielo le anunció unos modos prácticos para librarse de aquellos castigos: orar, dar limosnas y recibir con fervor y frecuencia los santos sacramentos, especialmente la Sagrada Eucaristía.
Páginas 492-493
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