"María se ha de llamar nuestra electa y este nombre ha de ser maravilloso y magnífico. Los que le invocaren con afecto devoto, recibirán copiosísimas gracias; los que le estimaren y pronunciaren con reverencia, serán consolados y vivificados; y todos hallarán en él remedio de sus dolencias, tesoros con que enriquecerse, luz para que los encamine a la vida eterna" La primera festividad a María, la Virgen, nació en Oriente, hacia el siglo V. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió como dedicación de una Iglesia a María, tradición que se relaciona con el actual Santuario de Santa Ana... España fue la primera en solicitar y obtener de la Santa Sede autorización para celebrar la fiesta del Dulce Nombre. Y esto acaeció en el año 1513. La festividad se realizaba en el centro de España durante muchos años. La primera diócesis que celebró esta fiesta fue la de Cuenca. Pero la onomástica tiene fecha propia, el 12 de Septiembre. En 1683, el Papa Inocencio XI declaró oficial una fiesta para perpetuar la victoria que los austriacos y polacos, mandados por Juan Sobieski, consiguieron de los turcos ese año en Viena. Juan Sobieski se preparó al combate recibiendo el Pan de los fuertes y oyendo devotamente la santa misa, y todo el ejército polaco siguió el ejemplo de su rey. "La hora histórica de la batalla definitiva de Viena sonó al alborear el límpido sol del día 12 de septiembre" —dice S. S. Pío XII en el radiomensaje con motivo de la beatificación de Inocencio XI—. El ejército de socorro, dirigido por Juan Sobieski, atacó a los asaltantes. Una inesperada tormenta de granizo cayó sobre el campamento de los turcos. Antes de la noche, la victoria sonreía a las fuerzas cristianas que se habían lanzado al combate invocando el Nombre de María. Si como instrumento de liberación Dios había escogido al rey de Polonia, unánimes afirman los críticos e historiadores que el artífice primario de esta misma liberación fue el papa Inocencio, y éste, a su vez, con humildad conmovedora, atribuyó el mérito y la gloria de aquella jornada al favor y socorro de María. Por eso quiso dedicar este luminoso día de septiembre a la fiesta de su Santísimo Nombre.
EL NOMBRE DE MARÍA
María (aram. מרים Mariam ) es el nombre que se usa en los evangelios para referirse a la madre de Jesús de Nazaret. Para los cristianos católicos, ortodoxos, anglicanos y otros grupos cristianos orientales, son más usadas las expresiones «Santísima Virgen María», «Virgen María» y «Madre de Dios». En el Islam se usa el nombre árabe Maryam. Sabiendo la importancia que tiene el nombre para los Israelitas, es innegable que el nombre de María le fue impuesto a la Santísima Virgen por sus padres Joaquín y Ana; muy comúnmente se admite que este nombre le fue sugerido por inspiración divina, es decir que, movidos ellos interiormente por el Espíritu Santo prefirieron este nombre a todos los demás. Una sola mujer encontramos en el A. T. que lleva este nombre, es la hermana de Moisés, en tiempos de Jesús aparecen muchas mujeres con el nombre de María. Para los hebreos el nombre no era un simple apelativo, estaba íntimamente ligado a la persona, por ello usaban nombres que describirían la personalidad, el carácter, así es muy usada la expresión "su nombre será tal" cuando se quería designar una misión o carácter especial al niño por nacer. María es un nombre conocido en el Antiguo Testamento por haber sido nombre de la hermana de Moisés y Aarón, originalmente escrito como Miryām, la versión de los Setenta lo menciona como Mariám (Mαριαμ), el cambio en la primera vocal señala tal vez la pronunciación corriente, la del arameo, que se hablaba en Palestina antes del nacimiento de Cristo. Al igual que con los nombres de Moisés y Aarón, que fueron tomados con sumo respeto, el de María no se usó más como nombre común, pero la actitud cambió con el tiempo y fueron puestos como señal de esperanza por la era mesiánica. En el texto griego del Nuevo Testamento, en la versión de los Setenta, el nombre usado era Mariám. María sería probablemente la forma helenizada de la palabra. ¿Qué significados tiene según la etimología, ese nombre cuyo misterioso sentido sólo Dios nos podría explicar? Si, como algunos creen, deriva del idioma egipcio, su raíz es mery, o meryt, que quiere decir muy amada. Según otros, la significación sería Estrella del mar. Si el nombre de María proviene del siríaco, la raíz es mar, que significa Señor. El padre Lagrange opina que los hebreos debieron utilizar el nombre de María con el significado de Señora, Princesa. Nada más conforme a la noble misión de la humilde Virgen nazarena. Otro tercer grupo de filólogos e intérpretes sostienen que la palabra María es de origen estrictamente hebreo. Y sus diversas y preciosas significaciones son las siguientes:
Primera. Mar amargo, de la raíz mar y jam. María fue un verdadero mar de amargura, desde que en el templo, cuando la presentación de su Hijo, vislumbró la silueta cárdena y dolorida del Calvario. Y un mar de amargura desbordante en la pasión y muerte de Jesús.
Segunda. Rebeldía, de la raíz mar. Ella, la omnipotencia suplicante, vence a las satánicas huestes. "El nombre de María —escribe el padre Campana— es de una energía singular y tiene en sí una fuerza divina para impetrar en favor nuestro la ayuda del cielo."
Tercera. Estrella del mar. Le cantamos Ave, Maris Stella! ¡Y con qué arrebatador encanto glosa y profundiza San Bernardo esta expresiva metonimia!
Cuarta. Señora de mí linaje. Frase muy justa y apropiada a la prerrogativa nobilísima de ser Madre de Dios, Reina de todo lo creado.
Quinta. Esperanza. Significado más alegórico que etimológico, pero lleno de inefable consuelo. Porque Ella, Spes nostra, es el camino de la felicidad, el arco iris que señala un pacto de armonía entre Dios y los hombres. "Bienaventurado el que ama vuestro nombre, oh María —exclama San Buenaventura—, porque es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la hace reportar frutos de justicia."
Sexta. Elevada, grande, de ram. San Agustín y San Juan Crisóstomo coinciden en adjudicarle el excelso sentido de "Señora y Maestra".
Séptima. Iluminada, iluminadora. Está llena de luz. Sostiene en sus brazos la luz del mundo. Es pura y diáfana. "El nombre de María indica castidad", dice San Pedro Crisólogo.
LA VENERACIÓN DEL NOMBRE DE MARÍA
Deliciosamente narra sor María Jesús de Agreda, en su Mística Ciudad de Dios, la escena en la cual la Santísima Trinidad, en divino consistorio, determina. dar a la "Niña Reina" un nombre. Y dice que los ángeles oyeron la voz del Padre Eterno, que anunciaba: "María se ha de llamar nuestra electa y este nombre ha de ser maravilloso y magnífico. Los que le invocaren con afecto devoto, recibirán copiosísimas gracias; los que le estimaren y pronunciaren con reverencia, serán consolados y vivificados; y todos hallarán en él remedio de sus dolencias, tesoros con que enriquecerse, luz para que los encamine a la vida eterna". Y a ese nombre, suave y fuerte, respondió durante su larga, humilde y fecunda vida, la humilde Virgen de Nazaret, la que es Madre de Dios y Señora nuestra. Y ese nombre, "llave del cielo", como dice San Efrén, posee en medio de su aromática dulzura, un divino derecho de beligerancia y una seguridad completa de victoria. Por eso su fiesta lleva esa impronta: Acies ordinata. La veneración que muchos santos tienen por esto nombre nos lo reflejan en sus recomendaciones, por ejemplo, S. Pedro Canisio nos dice: “Si hay entre los mortales algún nombre tan hermoso, preclaro y lleno de gracia que merece ser escrito, leído, alabado, pintado y esculpido, es el de María, ya que es digno de estar siempre ante los ojos, en los oídos y en las mentes de todos los hombres y de ser pronunciado privada y públicamente con inmensa reverencia”. San Estanislao de Kostka escribía el nombre de María al margen de la página de los cuadernos con esta jaculatoria: “¡Oh María, sedme propicia!”. San Germán, patriarca de Constantinopla nos invita a que pronunciemos frecuentemente el nombre de María: “Como la respiración es indicio cierto de vida para nuestro cuerpo, así tu nombre Santísimo, proferido incesantemente por los labios de tus siervos, es, no sólo indicio seguro, sino también causa de vida, de alegría y de auxilio”. Se nos recomienda que pronunciemos el nombre de María como jaculatoria, San Bernardino de Siena dice que “por esto nombre se purifica el corazón, se ilumina la mente, se inflama el alma, se ablanda el pecho, se endulza el gusto y el afecto se hermosea”. La Iglesia nos invita a que pensemos, veneremos y apreciemos este nombre por eso el 12 de septiembre se celebra el Santísimo nombre de María.
MARIA: EL PODER DE SU NOMBRE por San Alfonso de Liguori
Ricardo de San Lorenzo dice "que no hay ayuda más poderosa en ningún nombre, ni hay ningún otro nombre dado a los hombres, después, del de Jesús, desde el cual se brinde tanta salvación a los hombres como desde el nombre de María." Continúa diciendo "que la invocación con devoción de este dulce y sagrado nombre conduce a la adquisición de gracias superabundantes en esta vida y un muy alto estado de gloria en la próxima." Luego del muy sagrado nombre de Jesús, el nombre de María es tan rico en bondades, que no hay otra forma de que las almas devotas reciban tanta gracia, esperanza y ternura el la tierra y en el cielo. Por eso Ricardo de San Lorenzo "invita a los pecadores a servirse de este gran nombre," porque esto sólo bastará para curarlos de todos los males y "no hay trastorno, por malo que sea, que no se someta inmediatamente al poder del nombre de María." El beato Raimundo Jordano dice "que no importa lo endurecido y falto de confianza que pueda estar un corazón, el nombre de esta Bendita Virgen tiene tanta eficacia que con tan sólo pronunciarlo ese corazón de ablandará maravillosamente." Además se sabe muy bien y lo experimentan dia a dia los seguidores de María, que su nombre poderoso tiene la fortaleza particular que se necesita para superar las tentaciones contra la pureza. En suma, "Tu nombre, O Madre de Dios, está lleno de gratias y bendiciones divinas." como dice San Metodio. Tanto es así que San Buenaventura declara, "que tu nombre, Oh María, no puede pronunciarse sin traer alguna gratia a aquel que lo hace con devoción...permitenos, Oh Señora, que a menudo podamos acordamos de nombrarte con amor y confianza; ya que esta práctica muestra la posesión de la gratia divina, o bien es una petición para que la recobremos pronto. Por otro lado, Tomas a Kempis afirma "que los demonios temen a la Reina del cielo a tal punto que sólo con oír pronunciar su gran nombre, huyen de la persona que lo dice como si se tratara del fuego ardiente." La misma Virgen Bendita reveló a Santa Brigida "que no hay pecador en la tierra, por más apartado que pueda estar del amor de Dios, del cual el demonio no esté inmediatamente obligado a huir, si se invoca su sagrado nombre con la determinación de arrepentirse." En otra ocasión repitió lo mismo al santo, diciendo "que todos los demonios veneran y temen su nombre hasta tal punto que al oirlo inmediatamente ailojan las garras con las cuales sujetan el alma cauvita." Nuestra Señor Bendita también le dijo a Santa Brigida "que del mismo modo que los ángeles rebeldes huyen de los pecadores que invocan el nombre de María, los ángeles buenos se approximan a las almas justas que pronuncian su nombre con devoción."
PROMESAS
Las promesas de ayuda que hizo Jesucristo son un verdadero consuelo para aquellos que tienen devoción por el nombre de María; porque un dia según lo oyó Santa Brígida, El prometió a Su santísma Madre que concedería tres gracias especiales a quienes invocaran ese nombre sagrado con confianza: primero, que El les concedería la contrición perfecta por sus pecados; segundo, que sus pecados serian expiados y tercero, que El les daría la fortaleza para alcanzar la perfección y a la larga, la gloria del paraíso. Y luego nuestro Divino Salvador agragró "porque tus palabras, Oh Madre Mía, son tan dulces y agradables para Mi, no puedo negarte lo que me pides." San Efren llega a decir "que el nombre de María es la llave de las puertes del cielo," en las manos de aquellos que la invocan con devoción. Y por eso no es casualidad que San Buenaventura diga "que María es la salvación de todos los que recurren a ella." "¡Oh Dulcisimo Nombre! Oh María, quién serás Tú que tu nombre sólo es tan amable y lleno de gracia," exclama el beato Enrique Suso. Déjanos por lo tanto, aprovechar siempre los hermosos consejos que nos da San Bernardo en estas palabras: "En los peligros, en las perplejidades, en los casos dudosos, piensa en María, recurre a María, no dejes que abandone tus labios; no dejes que se aparte de tu corazón."
LOS NOMBRES DE JESÚS Y MARÍA
Cuando haya peligro de perder la gracia divina, debemos pensar en María invocar su nombre junto con el de Jesús; PORQUE ESOS DOS NOMBRES SIEMPRE VAN JUNTOS. Oh, entonces nunca permitamos que esos dos nombres tan dulces abandonen nuestro corazón o se alejen de nuestros labios, porque nos darán la fortaleza, no sólo para no dejarnos vencer, sino también para conquistar todas nuestras tentaciones. "La invocación de los nombres sagrados de Jesús y María," dice Tomas a Kempis, "es una oración breve que es tan dulce para la mente como poderosa para proteger a aquellos que la usan contra los enemigos de su salvación, así como también es fácil de recordar."
LA HORA DE LA MUERTE
Así vemos que el santísimo nombre de María es tan dulce para sus sequidores durante la vida, debido a las abundantes gracias que Ella les consigue. Pero será aún más dulce para ellos en la muerte debido al final tranquilo y santo que les asegurará. Permítenos entonces, devoto lector, que le roguemos a Dios nos conceda que en la muerte, el nombre de María sea la última palabra en nuestros labios. Esta fue la oración de San Germano; "Que el último movimiento de mi lengua sea para pronunciar el nombre de la Madre de Dios;" qué dulce, qué segura es aquella muerte que está acompañada y protegida por la pronunciación de este nombre; ya que Dios sólo concede la gracia de invocarlo a aquellos a quienes El está por salvar. El Padre Sertorio Caputo, de la compañia de Jesús, exhortó a todos aquellos a punto de morir a que pronuncien el nombre de María frecuentemente; porque este nombre de vida y esperanza, cuando se repite a la hora de la muerte es suficiente para hacer huir a los demonios y para confortar a dichas personas en su sufrimiento. Bendito sea el hombre que ama Tu nombre, María," exclama San Buenaventura. "¡Si, verdaderamente bendito es aquel que ama tu dulce nombre, Oh Madre de Dios! Ya que" continúa diciendo, "tu nombre es tan glorioso y admirable que nadie que lo recuerda tiene temor alguno a la hora de la muerte." Tal es su poder, que ninguno de aquellos que lo invocan a la hora de la muerte temen los ataques de sus enemigos. San Camilo de Lellis instó a los miembros de su comunidad a recordarles a aquellos que están por morir que pronuncien a menudo los santos nombres de Jesús y María. Según era su costumbre al asistir a personas que estaban en su última hora. Oh, que podamos terminar nuestras vidas como lo hizo el Padre Capuchino, Fulgencio de Ascoli, quien expiró cantando, "¡Oh María, Oh María, la más bella de las criaturas! Permitenos ir juntos." Permitenos concluir con la tierna oración de San Buenaventura: "Te Pido a Ti, oh María, por la gloria de tu nombre, que vengas y Te reúnas con mi alma cuando se vaya de este mundo y la lleves en tus brazos."
Et Nomen Virginis Maria
Anagrama del Dulce Nombre de María
"Y el nombre de la virgen era María. Digamos también, acerca de este nombre, que significa estrella de la mar, y se adapta a la Virgen Madre con la mayor proporción. Se compara María oportunísimamente a la estrella; porque, así como la estrella despide el rayo de su luz sin corrupción de sí misma, así, sin lesión suya dió a luz la Virgen a su Hijo. Ni el rayo disminuye a la estrella su claridad, ni el Hijo a la Virgen su integridad. Ella, pues, es aquella noble estrella nacida de Jacob, cuyos rayos iluminan todo el orbe. cuyo esplendor brilla en las alturas y penetra los abismos; y, alumbrando también a la tierra y calentando más bien los corazones que los cuerpos, fomenta las virtudes y consume los vicios. Esta misma, repito, es la esclarecida y singular estrella, elevada por necesarias causas sobre este mar grande , espacioso, brillando en méritos, ilustrando en ejemplos.
¡Oh!, quienquiera que seas y te sientas arrastrado por la impetuosa corriente de este mundo, náufrago de la galerna y la tormenta, sin estribo en tierra firme, no apartes tu vista del resplandor de esta estrella si no quieres ser oprimido de las borrascas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella. invoca a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, vuelve los ojos a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no erras si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no te corromperás; si te protege, no temes; si Ella es tu guia, no te fatigarás; si ella te ampara, llegarás felizmente al puerto; y así, en ti mismo experimentarás con cuánta razón se dijo: Y el nombre de la virgen era María..."
¡Oh!, quienquiera que seas y te sientas arrastrado por la impetuosa corriente de este mundo, náufrago de la galerna y la tormenta, sin estribo en tierra firme, no apartes tu vista del resplandor de esta estrella si no quieres ser oprimido de las borrascas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella. invoca a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, vuelve los ojos a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no erras si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no te corromperás; si te protege, no temes; si Ella es tu guia, no te fatigarás; si ella te ampara, llegarás felizmente al puerto; y así, en ti mismo experimentarás con cuánta razón se dijo: Y el nombre de la virgen era María..."
(San Bernardo, super missus est.")
Historia
Ocho días después del nacimiento de la Virgen, sus padres le impusieron el nombre de María. La liturgia, que ha fijado algunos días después de Navidad la fiesta del santo nombre de Jesús, ha querido instituir también la fiesta del santo nombre de María poco después de su Natividad. Celebrada primero en España, esta fiesta fue extendida a toda la Iglesia por el papa Inocencio XI, en 1683, para agradecer a María la victoria que acababa de ganar Juan Sobieski, rey de Polonia, contra los turcos, que asediaban a Viena y amenazaban a Occidente.
El nombre hebreo de María, en latín Domina, significa Señora o Soberana; y eso es ella en realidad por la autoridad misma de su Hijo, soberano Señor de todo el universo. Gocémonos en llamar a María Nuestra Señora, como llamamos a Nuestro Señor Jesucristo; pronunciar su nombre es afirmar su poder, implorar su ayuda y ponernos bajo su maternal protección.El hecho de que la Santísima Virgen lleve el nombre de María es el motivo de esta festividad, instituida con el objeto de que los fieles encomienden a Dios, a través de la intercesión de esta Santa Madre, las necesidades de la Iglesia, le den gracias por su omnipotente protección y sus innumerables beneficios, en especial los que reciben por las gracias y la mediación de la Virgen María.
Sobre la poderosa invocación del santo nombre de María
Los reyes fugitivos de sus estados recuperan el trono por la poderosa invocación del santo Nombre de María.
En el año 1683 los turcos, orgullosos con los triunfos que habían alcanzado en Alemania, formaron el proyecto de llevar sus conquistas hasta el Danubio y el Rin, y amenazando a toda la cristiandad pasaron a sitiar a Viena con un ejército de 2oo.óoo hombres. El espanto fue general: los habitantes abandonaban los pueblos, y la gente huía por todas partes: el emperador Leopoldo no teniendo suficientes tropas para resistir al ejército otomano, se salvó saliendo precipitadamente de Viena en el momento en que los enemigos llegaban por el lado opuesto para formalizar el sitio. En la víspera de la Asunción los turcos abrieron la trinchera, y la adelantaban con increíble rapidez: por colmo de la desgracia, el fuego había prendido en la iglesia de los escoceses y penetrado al arsenal; mas por una visible protección de la Virgen, en el mismo día de su Asunción, el fuego se contuvo por todo el tiempo que fue necesario para sacar la pólvora y pertrechos. Un beneficio tan señalado de la Virgen reanimó el valor casi abatido de los sitiados: el continuo fuego de los sitiadores y las bombas que destruían los edificios, no impedían a los habitantes asistir a las iglesias para implorar el divino socorro de día y de noche, ni a los predicadores exhortar a los fieles a que pusiesen toda la confianza en su poderosa intercesora. El 31 de agosto los turcos habían adelantado tanto sus obras, que los sitiados y sitiadores se batían varias veces en el mismo foso con las estacas de la empalizada. Viena, el baluarte de la cristiandad , estaba casi reducida a cenizas, cuando en el día de la Natividad de la Virgen santísima, habiendo los cristianos redoblado sus plegarias y su devoción, recibieron como por milagro la noticia cierta del pronto socorro que aguardaban, y del cual comenzaban a desconfiar. En efecto: al día siguiente, segundo día de la octava de la Natividad de la Virgen, se vio toda la montaña de Kalemberg cubierta de tropas aliadas: era el gran Sobieski Rey de Polonia, al frente de un ejército poco numeroso en verdad, pero fuerte con el socorro de Dios. Este Rey llegó el 12 á la capilla de san Leopoldo con el príncipe Carlos de Lorena: oyeron la misa, y el mismo Rey quiso ayudarla de rodillas, y con los brazos extendidos en cruz, menos en las ocasiones en que había de servir al sacerdote: recibió la santa comunión, y después de haberse puesto a sí mismo y a todo su ejército bajo la protección de la Virgen santísima, después que todas sus tropas recibieron la bendición dada en nombre del santo Padre, el Rey se levantó, y lleno de una santa confianza dijo: “Avancemos bajo la protección poderosa de la Madre de Dios”. Cuando el pequeño ejército de cristianos observó desde lo alto de la montaña las innumerables tropas de infieles, se persuadió íntimamente que solo del cielo podía venirle la victoria; y realmente todo fue milagroso. Después de un choque dado bruscamente, el Kan de los tártaros fue el primero que se decidió por la fuga, habiéndole seguido el gran Visir bramando de coraje, viéndose obligado por la precipitación con que hubo de escaparse, a abandonar en el campo todos los bagajes, las municiones de boca y guerra, toda la artillería que ascendía a 180 piezas, y el grande estandarte de Mahoma, habiendo tenido asimismo la pérdida de diez mil hombres muertos.Juan Sobieski entró en Viena con el emperador Leopoldo, y él mismo fue el que entonó el Te Deum. Después de esta victoria hacía llevar siempre consigo una imagen de nuestra Señora de Loreto hallada milagrosamente, con dos ángeles que sostenían una corona colocada encima de la cabeza de la Virgen santísima: y en la mano de cada uno de los ángeles hizo el Rey poner una tabla con esta inscripción: "Por medio de esta imagen de María seré vencedor".
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