He revivido en estas “Horas-Santas” desde el Huerto de los Olivos de Getsemaní, más allá del torrente Cedrón, lo insólito de la siguiente escena, el Ángel de Dios consolando a nuestro Maestro “Jesús- el Hijo de Dios”. A mí se me presenta mi realidad al contemplar la impresionante escena. El Ángel hubo de venir porque a Jesús le hemos fallado nosotros, los hombres. Le han fallado sus discípulos, después de lo que nos había revelado en la mismísima “Última-Cena” y como después nos revelo la forma de orar y de pedir lo importante para no caer en la tentación, El nos ha buscado como apoyo en esta última noche para estar cercanos a El, estar a su lado, que estuviéramos despiertos ante este tiempo para acompañar su Oración con nuestras oraciones. “Velad y orad”. Pero me he visto durmiendo, como también todos sus apóstoles, tres veces ha venido El para llamarme a la oración y en las tres hemos terminado vencidos por el sueño, y me han dolido profundamente sus palabras “¿no habéis podido velar una hora conmigo?” y al final “Ahora ya podéis dormir y descansar”, ha sido para mí la frase más triste que he podido escuchar en toda mi vida. Le he fallado, como ellos le habían fallado; cuando más nos necesitaba como apoyo de nosotros, sus amigos, cuando nos lo había pedido y además lo esperaba… nos hemos quedado durmiendo. Es por esto que los ángeles, alerta a los sentimientos de Jesús, y sobre todo en sus últimas horas antes de su Pasión y muerte, han escuchado su petición, su ruego, y han visto como hemos desatendido su solicitud y petición de acompañarlo, y se han apresurado a llenar con su presencia solícita el vacío de nosotros, dormidos en este tiempo. El Ángel de Getsemaní ha venido porque nosotros le fallamos.
Esto me llama a sacar esta lección para mí, (…y para todos los que al leer esto, “escuchen” desde su interior) mientras que no llegue el final de los días que Dios tiene para cada uno, intentar no fallarle a quien necesite mi apoyo, mi presencia o mi consuelo, aunque sea en silencio. Nunca hacer oídos sordos cuando algún hermano me llame, a no disimular ni salir huyendo ante el dolor ajeno, a no dormirme cuando mis amigos sufren. Aquí y ahora oímos todos días eso de –persona de apoyo-, todos podríamos serlo, todos necesitamos apoyo y todos podemos darlo; creo que para ello, Jesús, me ha llamado a sacudir este tipo de sueño, a alejar la tentación de mí comodidad, a dominar el miedo…, … Él dice en un riguroso y alentador presente “¡Ánimo!: Yo he vencido al mundo”. En esta instantánea del “huerto de Getsemaní”, Jesús y su Ángel me llaman a acompañar cuando el mayor consuelo es la presencia, aunque sea en silencio, ya sea en el dolor constante y tedioso o ante una próxima agonía. Tal vez parezca un disparate pero ¿por qué dejar que otros hagan lo que Jesús puede estar manifestando como la voluntad del Padre sobre nuestra vida en un momento concreto de nuestra historia?, el mejor apoyo creo que puede ser un gesto, una llamada, o en persona, un silencio en los labios y una muestra de cariño mirando a los ojos del que puede estar representando al siervo doliente de YAHVÉ (YHWH).
Quiero terminar esta crónica, del ángel-fraterno, agradeciendo precisamente al Ángel de Getsemaní su gesto tan humanitario con Jesús; que cuando los hombres le fallamos al “Hijo del DIOS-Supremo”, Él, el Ángel de los Olivos, se apresuró a tomar nuestro sitio y acompañando a Jesús, supliera mi descuido, nuestros descuidos y lo acompañara y animara. El ángel hizo bien su santo trabajo, creo que tomó nuestro Santo-oficio-fraterno y lo hizo suyo. Ahora al tener la oportunidad de recuperarlo nosotros, podremos decir que al acompañar o consolar a otros fraternalmente estamos haciendo Oficio de Ángeles.
Creo firmemente que podemos ser ángeles de Getsemaní, o ángeles de Paz (olivo) en los huertos de esta vida, en medio de todos los tipos de sufrimientos, luchas y agonías silenciosas, que vive nuestra generación.
Boanerges
Fuente: abandono.com
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