jueves, 11 de diciembre de 2025

San Agustín: MEDITACIONES

 

MEDITACIONES

Traductor: P. TEODORO CALVO MADRID

Libro único

Capítulo 9. INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh Amor divino del Padre todopoderoso, y del Hijo amado, con el que formas una sola y santa comunión! Espíritu Santo, consolador de los afligidos, infunde en lo más hondo de mi corazón tu fuerza y tu virtud, fija ahí tu morada, y alumbra con tu brillante resplandor los lugares más recónditos y oscuros de esa morada tanto tiempo abandonada. Que desde ahora la abundancia de tu rocío fecunde la sequedad y la esterilidad de mi alma. Que las saetas de tu amor penetren en los repliegues más secretos de mi corazón y curen todas mis heridas. Que tu fuego saludable reanime mi tibieza e indiferencia, y que todo mi ser sea abrasado por tus divinas llamas. Haz que beba del torrente de tus delicias para que después no sienta ningún gusto por las dulzuras ponzoñosas del mundo. Júzgame, Señor, y separa mi causa de la del pueblo no santo 29Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios 30. Creo que en el corazón donde desciendes a habitar, allí estableces también la morada del Padre y del Hijo. Feliz, por lo tanto, quien merece tenerte por huésped, porque el Padre y el Hijo establecerán en él su morada 31. Ven, pues, cuanto antes, consolador benignísimo del alma dolorida, su auxilio en el tiempo próspero y en la tribulación. Ven a purificarnos de nuestros crímenes y a curar nuestras heridas. Ven, tú que sostienes a los débiles y que levantas a los caídos. Ven, Señor, a enseñarnos la humildad y a librarnos del orgullo. Ven, Padre de los huérfanos, protector de las viudas, esperanza de los pobres y confortador de los decaídos. Ven, estrella de los navegantes, puerto y refugio de los náufragos. Ven, singular ornato de todos los vivientes, y única salvación de los que mueren. Ven, el más santo de los espíritus, ven y compadécete de mí; haz que me ajuste enteramente a ti, y dígnate descender hasta mí, a fin de que, según la multitud de tus misericordias, tu grandeza no desprecie mi nada, ni tu omnipotencia mi debilidad. Te lo pido en nombre de Jesucristo, mi Salvador, que Dios como el Padre y como tú, vive y reina contigo en tu santa unidad, por los siglos de los siglos. Así sea.

Capítulo 10. ORACIÓN DEL ALMA HUMILDE

Oh Señor, sé y confieso que no merezco tu amor, mientras que tú sí mereces el mío. No merezco ser tu servidor, mientras que tú mereces ser servido por tus criaturas. Concédeme, Señor, que yo sea digno de ti, así como he sido indigno hasta este día. Haz, según tu santa voluntad, que deje de ofenderte con mis pecados, para que pueda servirte según es mi deber. Concédeme conservar, regular y terminar mi vida, de modo que pueda dormir en paz y descansar. Haz que mi muerte no sea más que un reposado sueño, un descanso con seguridad y una seguridad en la eternidad. Así sea.

Capítulo 11. PROFESIÓN DE FE EN LA SANTÍSIMA TRINIDAD

A ti, Dios Padre no engendrado; a ti, Hijo unigénito; a ti, Espíritu Santo Paráclito; santa e indivisible Trinidad: con todo el corazón y con toda la boca, te confesamos, te alabamos, y te bendecimos; a ti la gloria por los siglos de los siglos. Así sea.

Capítulo 12. CONTEMPLACIÓN DE LAS PERFECCIONES DE DIOS

Oh Trinidad soberana, única virtud y majestad indivisible, nuestro Dios omnipotente: a ti te confieso, yo, el último de tus siervos y el menor miembro de tu santa Iglesia. Te confieso y te glorifico con el debido sacrificio de alabanza, según el conocimiento y el poder que te has dignado conceder a tu siervo. Y como no tengo dones exteriores que pueda presentarte, te ofrezco lo que hay dentro de mí, y que debo a tu misericordia, los votos de alabanza y de gloria de tu santo nombre provenientes de una fe sincera y de una conciencia pura. Creo con todo mi corazón, Rey del cielo y Señor de la tierra, y te confieso con mi boca Padre, Hijo y Espíritu Santo, trino en las personas y único en la sustancia, verdadero Dios omnipotente, cuya naturaleza es una, santa, espiritual, invisible e infinita. En ti todo es perfecto y sin defecto. Tu grandeza es independiente de toda extensión, y tu bondad de toda cualidad. Tu eternidad no está sujeta al tiempo, ni tu vida a la muerte, ni tu poder y tu fuerza a alguna debilidad, ni tu verdad a alguna mentira. Estás todo en todas partes y sin lugar; estás presente en todo lugar sin ninguna posición; todo lo llenas sin extensión. Estás en todas partes sin que nada te encierre; llenas todo el espacio sin hacer ningún movimiento. Estás en todas las cosas y lugares sin pararte en ellos. Creaste todos los seres sin tener necesidad de nada, y lo que has creado lo gobiernas sin trabajo ni fatiga. Sin comienzo, tú eres el comienzo de todo. Sin sufrir ningún cambio, eres el hacedor de todo lo que está sujeto a cambio. Tú eres infinito en tu grandeza, omnipotente en tu poder y en tu fuerza, supremo en tu bondad, inapreciable en tu sabiduría, terrible en tus consejos o designios, justo en tus juicios, impenetrable en tus pensamientos, verdadero en tus palabras, santo en tus obras, abundante en tus misericordias, paciente con los pecadores y clemente con los arrepentidos. Tú eres siempre el mismo desde toda la eternidad, siempre inmortal y siempre inmutable. No hay espacio que pueda dilatarte, ni hay lugares o receptáculos que puedan contenerte o contraerte. Tu voluntad es invariable, de modo que ninguna necesidad puede corromperte, ni ninguna tristeza turbarte, ni ningún gozo ablandarte. Nada olvidas, y la memoria no tiene nada que recordarte. Para ti no pasa el pretérito, ni el futuro se sucede, porque no has tenido inicio ni crecimiento, ni tampoco tendrás fin, ya que vives antes de todos los siglos, y deberás vivir eternamente por los siglos de los siglos. Eres eternamente digno de toda alabanza, de toda gloria y de todo honor. Tu reino y tu poder no tendrán fin, sino que durarán infinitos, inalterables e inmortales por los siglos de los siglos. Así sea.

Fuente: Agustinus.it

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