Y allí comienza lo que llamamos la vida oculta de Jesús, desde donde bebé hasta los 30 años, hasta las Bodas de Caná, estará sujeto a sus padres José y María, de allí que estamos invitados a contemplar este icono de la Sagrada Familia.
Contemplar es mirar con los ojos del alma. Es en este ámbito de la familia donde se aprenden los valores y lamentablemente los disvalores. Un niño aprende lo que ve.
Un niño que es maltratado o golpeado aprende a ser maltratador, a ser golpeador. Un niño que descubre que muchas cosas de su entorno son mentira, promiscuidad, engaño, aprende a engañar y a mentir.
Por el contrario cuando un niño se cría en ambientes de diálogo, de franqueza, después el mundo se va a encargar de mostrarle otra cosa pero va a tener la semilla en lo más profundo del corazón y tener conciencia de lo que está bien y lo que está mal.
Y hoy no solamente este mensaje es para el arquetipo de familia en cual nos hemos criado –papá, mamá y niños–, sino en esos nuevos tipos de familias que también tienen que tener lugar: familias ensambladas, familias en las que abuelos o tías cumplen roles de padre o madre. Generalmente son noticias aquellos que cumplen estos roles, porque desoyendo alguna voz natural ven ocasión de maltrato o abuso, pero la mayoría no hace esto. Aunque siempre es novedad el avión que se cayó y no los miles que llegan a destino.
Entonces es hermoso contemplar este universo grandísimo de modos de familia. No solamente el matrimonio de varón y de mujer con sus niños, con todas las dificultades que esto puede llegar a tener. Sino también todos los modos de convivencia donde personas se aman, se respetan y transmiten valores como el amor al hombre, a Dios y a la comunidad.
La Sagrada Familia de Nazaret tiene que ser una oportunidad y un tiempo donde nos animamos a abrir nuestro corazón y nuestra cabeza para darnos cuenta de que estos valores universales no están pasados de moda. Los valores de fidelidad, de verdad, de amor, de solidaridad, de compromiso y de palabra empeñada siguen en vigencia, y es en el entorno donde nos criamos donde se maman.
Que esos lugares sagrados sean respetados por todos, comenzando por el Estado. Que haya siempre trabajo digno para que haya pan dignamente conseguido para nuestras mesas, con un corazón en paz.
En familia, con amigos o solos, pero siempre contemplando esta imagen, de María sosteniendo al niño en sus brazos y la protección silenciosa de José. Que lo tengamos en nuestro corazón y en nuestra vida.
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