sábado, 22 de octubre de 2022

22 de octubre: San Juan Pablo II - "No tengan miedo de mirarlo a Él. ¡Buscad a Cristo!



Juan Pablo II

(Karol Wojtyla; Wadowice, Cracovia, 1920 - Roma, 2005) Papa de la Iglesia católica (1978-2005). Elegido para el solio de Pedro en octubre de 1978, cuando ocupaba el puesto de cardenal-arzobispo de Cracovia, el prelado polaco Karol Wojtyla fue el primer pontífice no italiano en más de cuatro siglos.


Juan Pablo II

Hijo de un oficial de la administración del Ejército polaco y de una maestra de escuela, de joven practicó el atletismo, el fútbol y la natación; fue también un alumno excelente y presidió diversos grupos estudiantiles. Desarrolló además una gran pasión por el teatro, y durante algún tiempo aspiró a estudiar literatura y convertirse en actor profesional.

Durante la ocupación nazi de Polonia compaginó sus estudios y su labor de actor con el trabajo de obrero en una fábrica, para mantenerse y evitar su deportación o encarcelamiento. Fue miembro activo de la UNIA, organización democrática clandestina que ayudaba a muchos judíos a encontrar refugio y escapar de la persecución nazi.

En tales circunstancias, la muerte de su padre le causó un profundo dolor. La lectura de San Juan de la Cruz, que entonces buscó como consuelo, y la heroica conducta de los curas católicos que morían en los campos de concentración nazi fueron decisivas para que decidiera seguir el camino de la fe. Mientras se recuperaba de un accidente, el futuro pontífice decidió seguir su vocación religiosa, y en 1942 inició su formación sacerdotal. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, fue ordenado sacerdote (1 de noviembre de 1946), amplió sus estudios en Roma y obtuvo el doctorado en Teología en el Pontifico Ateneo Angelicum.

De regreso a Polonia desarrolló una doble actividad evangelizadora y docente: llevó a cabo su labor pastoral en diversas parroquias obreras de Cracovia e impartió clases de ética en la Universidad Católica de Lublin y en la Facultad de Teología de Cracovia. En 1958 fue nombrado auxiliar del arzobispo de Cracovia, a quien sucedió en 1964. Ya en esa época era un líder visible que a menudo asumía posiciones críticas contra el comunismo y los funcionarios del gobierno polaco. Durante el Concilio Vaticano II destacó por sus intervenciones sobre el esquema eclesiástico y en los debates acerca de la constitución pastoral Gaudium et spes, dedicada al papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo.

En 1967 el Papa Pablo VI lo nombró cardenal, y el 16 de octubre de 1978, a la edad de cincuenta y ocho años, fue elegido para suceder al papa Juan Pablo I, fallecido tras treinta y cuatro días de pontificado. De este modo se convirtió en el primer Papa no italiano desde 1523, y en el primero procedente de un país del bloque comunista. Desde sus primeras encíclicas, Redemptoris hominis (1979) y Dives in misericordia (1980), Juan Pablo II exaltó el papel de la Iglesia como maestra de los hombres y destacó la necesidad de una fe robusta, arraigada en el patrimonio teológico tradicional, y de una sólida moral, sin mengua de una apertura cristiana al mundo del siglo XX. Denunció la Teología de la Liberación, criticó la relajación moral y proclamó la unidad espiritual de Europa.

El 13 de mayo de 1981 sufrió un grave atentado en la Plaza de San Pedro del Vaticano, donde resultó herido por los disparos del terrorista turco Mehmet Ali Agca. A raíz de este suceso, Juan Pablo II tuvo que permanecer hospitalizado durante dos meses y medio. El 13 de mayo de 1982 sufrió un intento de atentado en el Santuario de Fátima durante su viaje a Portugal. Sin embargo, el pontífice continuó con su labor evangelizadora, visitando incansablemente numerosas regiones, en especial los países del Tercer Mundo de África, Asia y América del Sur.

Igualmente, siguió manteniendo contactos con numerosos líderes religiosos y políticos, destacando siempre por su carácter conservador en cuestiones doctrinales y por su resistencia a la modernización de la institución eclesiástica. Entre sus encíclicas cabe mencionar Laborem exercens (El hombre en su trabajo, 1981), Redemptoris mater (La madre del Redentor, 1987), Sollicitudo rei socialis (La preocupación social, 1987), Redemptoris missio (La misión del Redentor, 1990) y Centessimus annus (El centenario, 1991).

Entre sus exhortaciones y cartas apostólicas destacan Catechesi tradendae (Sobre la catequesis, hoy, 1979), Familiaris consortio (La familia, 1981), Salvifici doloris (El dolor salvífico, 1984), Reconciliato et paenitentia (Reconciliación y penitencia, 1984), Mulieris dignitatem (La dignidad de la mujer, 1988), Christifidelis laici (Los fieles cristianos, 1988) y Redemptoris custos (El custodio del Redentor, 1989). En Evangelium vitae (1995) trató las cuestiones del aborto, las técnicas de reproducción asistida y la eutanasia. Ut unum sint (Que todos sean uno, 1995) fue la primera encíclica de la historia dedicada al ecumenismo. En 1994 publicó el libro Cruzando el umbral de la esperanza.

El pontificado de Juan Pablo II no estuvo exento de polémica. Su talante tradicional le llevó a sostener algunos enfoques característicos del catolicismo conservador, sobre todo en lo referente a la prohibición del aborto y los anticonceptivos, la condena del divorcio y la negativa a que las mujeres se incorporen al sacerdocio. Sin embargo, también fue un gran defensor de la justicia social y económica, abogando en todo momento por la mejora de las condiciones de vida en los países más pobres del mundo.

Tras un proceso de intenso deterioro físico que le impidió cumplir en reiteradas ocasiones con las habituales apariciones públicas en la plaza de San Pedro, Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005. Su desaparición significó para algunos la pérdida de uno de los líderes más carismáticos de la historia reciente; para otros implicó la posibilidad de imaginar una Iglesia católica más acorde a la sociedad moderna. En cualquier caso, su muerte ocurrió en un momento de revisionismo en el seno de la institución, de una evaluación sobre el protagonismo que ha de tener en el mundo contemporáneo y el que pretende tener en el del futuro. Su sucesor, Benedicto XVI, anunció ese mismo año el inicio del proceso para la beatificación de Juan Pablo II, que tuvo lugar el 1 de mayo de 2011. El 27 de abril de 2014 fue canonizado, junto con Juan XIII, en una ceremonia oficiada por el papa Francisco, que había sido elegido pontífice en marzo de 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI.

S.S. Benedicto XVI recuerda a Juan Pablo II en el segundo aniversario de su muerte

«Nosotros, que estuvimos cerca de él, pudimos aprovecharnos, y por este motivo damos gracias a Dios, pero también pudieron beneficiarse cuantos le conocieron desde lejos, pues el amor del Papa Wojtyla por Cristo se desbordó, por así decir, en toda región del mundo, a causa de su fuerza e intensidad».

«¿La estima, el respeto y el afecto que creyentes y no creyentes le expresaron en el momento de su muerte no son acaso un elocuente testimonio?», preguntó.

«El intenso y fecundo ministerio pastoral, y aún más el calvario de la agonía y de la muerte serena de nuestro querido Papa dieron a conocer a los hombres de nuestro tiempo que Jesucristo era verdaderamente su “todo”».

«La fecundidad de este testimonio, lo sabemos, depende de la Cruz», que en la vida de Karol Wojtyla «no fue sólo un palabra».

«Especialmente con el avance lento, pero implacable de la enfermedad, que poco a poco le desnudó de todo, su existencia se hizo una oferta total a Cristo, anuncio viviente de su pasión, con la esperanza llena de fe de la resurrección».

«Desde hace mucho tiempo se preparaba para ese último encuentro con Jesús» y, «como su divino Maestro, vivió la agonía en oración». «Murió rezando. Verdaderamente se durmió en el Señor».

«El perfume de la fe, de la esperanza y de la caridad del Papa llenó su casa, llenó la Plaza de San Pedro, llenó la Iglesia y se propagó a todo el mundo», siguió recordando con emoción.

«Lo que sucedió después de su muerte fue, para quien cree, fue efecto de ese “perfume” que alcanzó a todos, cercanos y alejados, y les atrajo hacia un hombre que Dios conformó paulatinamente con su Cristo», aclaró.

«El querido Juan Pablo II», concluyó, «desde la casa del Padre --estamos seguros-- no deja de acompañar el camino de la Iglesia».
 


RECORDANDO A JUAN PABLO II
Jesus Marti Ballester

De él dijo el Cardenal Wyszynski, arzobispo de Varsovia: "Entre los cardenales se buscaba un hombre de fe ardiente, de ferviente oración y celo pastoral, además de un hombre de buen corazón, benévolo hacia los hombres, afable, de gran sensibilidad y cuyos ojos se volvieran al mundo con el amor de Dios". Fue elegido Karol Wojtyla, con una biografía brillante, juvenil, deportiva, filósofo, excelente y profundo teólogo, místico, forjado en San Juan de la Cruz y en Santa Teresa y cultivador de nuestros maestros de la mística del siglo de Oro, profesor universitario, viajero, poeta, hombre de fe. Me contó el Cardenal Narciso Jubany, arzobispo de Barcelona, que después del cónclave comentó con otros cardenales: “Me da la impresión de que este muchacho, no se está dando cuenta de dónde se ha metido”.

En el Kremlin temblaron. Ha caído el comunismo. ¿Lo esperaban ellos? Parece que sí, pues lo quisieron liquidar. La Virgen en el día de Fátima, le salvó de la muerte; dice él: -"Una mano disparó la bala, pero otra mano guió el proyectil". "Al principio de mi pontificado, me dijo el cardenal Wyszynki: Si el Señor te ha llamado, debes introducir a la Iglesia en el tercer milenio"... "con la oración, con diversas iniciativas, pero he visto que no basta: era necesario introducirla en el sufrimiento" (29 mayo 1994). Y ese es hoy su máximo empeño, junto con la unión de las Iglesias. Juan Pablo II es un tipo incómodo para casi todos: conservadores, progresistas, marxistas, neoliberales, socialdemócratas, feministas, homosexuales... Esto no le impide, sin embargo, ser también un rebelde, un disconforme. Seguramente es todavía pronto para juzgarlo. Pero sin él, el siglo XX será mucho más difícil de entender. Marcará historia, él mismo es una parte de esa historia.

Antes de su elección, escribía yo que estaba deseando que nos presidiera un Papa que metiera a toda la Iglesia en Ejercicios Espirituales, quería decir, que nos dedicara a la oración. Juan Pablo II ha colmado mi deseo, comenzando por él mismo. Escribe el Cardenal Suenens: "Ora hasta provocar envidia", decía de él Paul de Haes, uno de sus compañeros de estudio en Roma. De hecho se inclina y se pliega en dos. Al verle como postrado durante su acción de gracias en la Capilla Sixtina, creí que se sentía mal. Encarna la oración en todo su cuerpo y, en ese momento parece tener diez años más. Pero cuando se inclina y sonríe, rejuvenece de un extraño modo". Podría citar datos interminables, pero me limito a recoger su Carta Apostólica: "Novo Millenio ineunte": Es necesario un cristianismo que se distinga ante todo en el arte de la oración. El Año jubilar ha sido un año de oración personal y comunitaria -más intensa. Pero sabemos bien que rezar tampoco es algo que pueda darse por supuesto. Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del divino Maestro, como los primeros discípulos: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1). En la plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos: «Permaneced en mí, como yo en vosotros» (Jn 15,4). Esta reciprocidad es el fundamento mismo, el alma de la vida cristiana y una condición para toda vida pastoral auténtica. Realizada en nosotros por el Espíritu Santo, nos abre, por Cristo y en Cristo, a la contemplación del rostro del Padre. Aprender esta lógica trinitaria de la oración cristiana, viviéndola plenamente ante todo en la liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial, pero también de la experiencia personal, es el secreto de un cristianismo realmente vital, que no tiene motivos para temer el futuro, porque vuelve continuamente a las fuentes y se regenera en ellas.

El arzobispo Giovanni Battista Re, uno de los colaboradores más cercanos de Juan Pablo II, dibuja la personalidad del Santo Padre desde la perspectiva que le da el ser sustituto de la Secretaría de Estado, que despacha diariamente con él.. Dice que lo que más le impresiona de la persona de Juan Pablo II es la intensidad de su oración, manifestación de una profunda y viva comunión con Dios. En el transcurso de estos años, en los que he tenido la alegría y el privilegio de trabajar junto a él y de acompañarle en sus viajes, he podido constatar personalmente que este 264º Papa, este pastor profundamente humano, este intelectual de extraordinario vigor, este líder que arrastra a la juventud, es ante todo un hombre de oración. Es impresionante cómo se abandona: se nota un dejarse llevar que le es connatural, y que le absorbe como si no hubiera problemas y compromisos urgentes que le llaman a la vida activa. Su actitud en la oración es recogida y, a la vez, natural y desprendida: testimonio de una comunión con Dios intensamente arraigada en su alma; expresión de una oración convencida, saboreada, vivida. Por la mañana temprano está en la capilla, absorto en la meditación y en el coloquio con Dios, antes de comenzar la Misa. Durante el día, el paso de una ocupación a otra está marcado por una breve oración. Con una invocación, después, inicia cada una de las páginas que a diario llena, escribiendo con caligrafía pequeña el texto de homilías, discursos y documentos. Conmueve la facilidad, la espontaneidad y la prontitud con que pasa del contacto humano con la gente al recogimiento del coloquio íntimo con Dios. El Papa se prepara para los distintos encuentros que tendrá en el día o durante la semana rezando por ellos. Recuerdo, por ejemplo, que en 1982, cuando el Papa llegó a Madrid en su primera visita a España, el entonces Nuncio apostólico, Monseñor Antonio Innocenti, se despertó muy pronto. Descendió a la planta baja a las 5.30 de la mañana, convencido de no encontrar aún a nadie, ya que el desayuno estaba previsto para las 6.30 y la salida del Papa de la Nunciatura a las 7. Monseñor Innocenti recorrió las habitaciones para verificar que todo estuviera en orden, y empezó por la capilla. Se sorprendió al ver que la luz estaba encendida. Abrió la puerta y vio al Papa arrodillado ante una estación del Viacrucis. Era viernes y era un día con un programa que iba desde las 7 de la mañana hasta las 9 de la noche, y el Papa a las 5.30 ya estaba en la capilla para hacer el Viacrucis. -Antes de cualquier decisión importante, Juan Pablo II reza mucho. Cuanto más trascendente es la decisión, más prolongada es la oración. Puedo afirmar que las decisiones más importantes han sido maduradas durante semanas y semanas de oración. En su vida existe una admirable síntesis entre oración y acción. La fuente de la fecundidad de su actuación está precisamente en la oración. Este Papa tan dinámico y dedicado al servicio del hombre; este Papa que aparece también ante los ojos de quien no acoge el mensaje cristiano como defensor y heraldo de las aspiraciones del hombre, declara que tiene un compromiso prioritario: el de orar. El Papa ha cumplido ochenta años: sus pasos parecen cansados, su rostro sufrido, sin embargo esto parece que agranda el valor de sus gestos.
 

Fuente: Corazones.org

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