jueves, 29 de marzo de 2018

El lavado de los pies y la fuente de bronce: significado

El lavatorio de los pies. Significado y consecuencias.

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Lavar los pies de los huéspedes o visitas, era una labor que debía realizar un sirviente de la casa cuando llegaba algún invitado. Nuestro Señor Jesucristo, como lo hubiera hecho el más humilde de los esclavos, tomó un lebrillo (vasija de barro más ancha por el borde que por el fondo, comúnmente llamado lavatorio; se quitó su manto y tomando una toalla comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Pedro, confundido, sin poder entender realmente tal acto, resistió esta actitud de su Maestro, no era posible que Jesús realizara una tarea propia de un esclavo. Pero era necesario que Jesús, Dios hecho hombre, les mostrara tan vital enseñanza.

En más de una ocasión este pasaje bíblico se ha prestado para diversas interpretaciones y no menos debates;… sin embargo, más que la humildad, el Señor nos está enseñando la práctica del servicio. El Señor dijo: “Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho,. Vosotros también hagáis” (Juan 13:15) No hay dudas que como discípulos del Maestro, debemos estar también dispuestos a servir; …servir de cualquier forma que glorifique a Dios..

El Señor dijo: “Me llamáis Maestro”; pues bien, quienes lo reconocemos así como Maestro, nos estamos colocando en el lugar del discípulo, y como tales, debemos estar de acuerdo en que el servicio humilde es característico de Cristo y por lo tanto, también debe ser el nuestro.

Pedro no comprendía todavía, que para ser líder, necesitaba ser siervo; como le dijo el Señor, “lo entendió después”. Para aquellos que están sobre otros, es difícil servir a los que están bajo su dirección o autoridad; pero el Señor dijo: “Debéis lavar los pies los unos a los otros” (vers. 14); pues el servicio debe ser no solo a algunos, sino;… despojándonos de “puestos”, “nombres”, “títulos”, “categorías” etc., debemos servirnos los unos a los otros. (“lavarnos los pies los unos a los otros”)

Nuestro Señor Jesucristo no lavó los pies de sus discípulos con el solo propósito de promover entre ellos la amabilidad o el servicio humilde; sino también para dejarnos conscientes de una enseñanza mucho mayor, y por cierto, más necesaria aún.

Para entender esto, lo que tampoco Pedro podía entender todavía (“Lo que yo hago, tu no entiendes ahora; más lo entenderás después” vers. 7); debemos remitirnos a lo que era el Tabernáculo en el tiempo de Moisés.

La “fuente de bronce” estaba ubicada entre el altar de bronce y el Tabernáculo, ésta, no servía para ofrecer sacrificios, sino para lavarse en ella. Dios lo estableció como estatuto perpetuo: “También se lavarán las manos y los pies, y no morirán. Y lo tendrán por estatuto perpetuo” (Exodo 30:21), de modo que Aarón y sus hijos (como sacerdote) debían lavar allí sus pies cada vez que entraban al tabernáculo o al altar para ministrar (ofrecer sacrificio)

La necesidad del mandato de lavarse los pies era un acto de purificación, el sacerdote no podía entrar al Santuario, si no se lavaba o purificaba antes sus pies. El sacerdote antes de entrar o presentarse ante Dios, debía lavarse de cualquier contaminación, tanto de sus manos, (actitudes incorrectas provocadas voluntaria o involuntariamente) como de los pies (consecuencias de la contaminación adquirida en ocasiones involuntariamente al “andar” sobre esta tierra); literalmente en la misma forma que al andar podemos ensuciar nuestros pies o calzados, así también en un sentido espiritual, ensuciamos nuestra condición espiritual.

El acto ceremonial de lavarse los pies en la Fuente de bronce, permitía que el sacerdote pudiera entrar a gozar de la presencia y comunión con Dios; para luego, oficiar con libertad por sí mismo y por todo el pueblo. 

El lavado de pies era un requisito indispensable, es decir, si el sacerdote no se lavaba los pies, no podía entrar al Santuario. Como esa ordenanza fue dada como estatuto perpetuo, es necesario que así sea, pero ahora, en el “Santuario divino o celestial”; se practica como el Señor Jesucristo dejó establecido la lavar los pies a sus discípulos. Así como el Bautismo es continuidad de la circuncisión;… el reposo del Señor, lo es del día sábado;… la cena del Señor lo es de la pascua, etc. Así también el lavado de pies, es la continuidad de la ceremonia de lavarse en la Fuente de bronce.

Volvamos a nuestro Maestro;… sabiendo él, que le quedaba poco tiempo para morir en la cruz; enseñó a sus discípulos esta vital necesidad; lavarse los pies; cuando Pedro no quiso aceptar que el Señor le lavara los pies, él le respondió: “Si no te lavares, no tendrás parte conmigo” (vers. 8), semejantemente a como el sacerdote no podía entrar a oficiar a Dios sin antes lavarse los pies; ahora el creyente no puede entrar ante la presencia de Dios, gozar de la comunión y armonía con Dios, si antes no se lavare de contaminaciones que haya podido adquirir en el “camino”.

Hasta ese momento; antes de morir; el Señor Jesús había estado con sus discípulos; toda relación con Dios, había sido a través de su persona para los discípulos; pero ahora que el no estaría ya más con ellos; les correspondería a ellos, individualmente, relacionarse con Dios, y por tanto, debían aprender a lavarse antes de entrar a la presencia de Dios. Ahora, con la muerte de Jesús, quedaría el camino abierto al “Santuario celestial”; y les correspondería a ellos entrar a una relación directa y personal con Dios; por lo tanto, era necesario que ellos; cuales sacerdotes; aprendieran la necesidad del lavado de pies para entrar a la presencia de Dios y realizar también el oficio del sacerdocio a favor de la Iglesia de Cristo.

Cuando Pedro escucho de su Maestro que “Si no te lavaba no tendría parte con él”, a pesar de no entender el significado de aquel acto del Maestro (“Lo que yo hago, tu no entiendes ahora, más lo entenderás después” vers. 7), le pidió: “Señor, no solo mis pies, más aún las manos y la cabeza”; Jesús le responde: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, más está todo limpio” (vers. 10).

Aquel que fue “lavado” por la Sangre de Jesucristo (todo su ser), no es necesario repetir lo que fue hecho una vez y para siempre; pero acontece a veces, que a causa de la naturaleza (carne) que está en el creyente lavado, ha faltado, ha pecado, ha manchado sus pies en el camino; … pero no se trata de ser convertido de nuevo (crucificando de nuevo a Cristo), sino se trata ahora de que sus pies sean lavados, tantas veces como sea necesario hacerlo, y aún cada vez que necesitemos allegarnos a Dios; debemos pedir al Señor que nos lave (nuestros pies) con su Sangre , de toda contaminación, para poder “tener parte con el”; … para entrar al “Santuario” y adorarle, pedirle e interceder.

El Señor Jesucristo es quien lava nuestros pies; solamente su sangre limpia toda contaminación de carne y de espíritu, de pecado en nosotros; es un acto que solo le corresponde a él. Al decir: “Debéis lavar los pies los unos a los otros” (vers. 14) no quiere decir que tengamos nosotros la facultad de limpiarnos de pecados los unos a los otros; no, (más que “a quien remitiereis los pecados o retuviereis”, que es tema aparte), sino que es aquí, donde entra nuestra parte: el “servir unos a otros” (“Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis”) … el instruir a nuestros hermanos de la necesidad de lavarnos los pies, de que nadie minimice las faltas que en ocasiones llevamos, y con las cuales no podemos acercarnos a Dios, sin antes habernos arrepentido;… de instruir en cuanto a la gran diferencia de “contaminarse o ensuciarse” los pies mientras caminamos peregrinando sobre este mundo;… y la de pecar voluntariamente.. que es hacer lo malo, vivir en pecado y por tanto en abierta oposición a Dios y sin temor o arrepentimiento;… y es en éste caso, que se aplica el “ya no queda ofrenda por el pecado” (Heb. 10:26 Heb. 6:4-6)

Instruir en estas cosas, enseñar de la eficacia del sacrificio de nuestro Señor Jesucristo para ser restaurado; recordando siempre, sin embargo, que todos los recursos divinos están; a nuestra disposición para no ceder al pecado, como está escrito: “estas cosas os escribo para que no pequéis (1 Juan 2:1) ; ayudar a nuestros hermanos que cayeren en falta, servirles en beneficio del reino de Dios; honrara nuestros hermanos;… esa es nuestra parte del mandato “lavaos los unos a los otros”.

La “Fuente de bronce”, había sido construida con los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del Tabernáculo (Ex. 38:8) Aún lo que es objeto de vanidad, debe ser considerado y dejado antes de entrar a la presencia de Dios; lo que ha sido preferentemente en la mujer motivo de debilidad (la vanidad) debe ser considerado una “contaminación” de la cual es necesario limpiarse y apartarse –aunque el oficio del sacerdocio es exclusivo del varón- la mujer debe presentarse a Dios “en ornato agradable, … porque así se ataviaban las santas mujeres que esperaban en Dios” (1 Pedro 3:5)

La práctica literal del lavado de pies como se hacía en el Antiguo testamento, se puede hacer ocasionalmente cuando Dios nos concede la oportunidad. En el tiempo de los apóstoles se practicaba con las visitas, misioneros, huéspedes, peregrinos etc. Las viudas debían contar con la experiencia de “haber lavado los pies de los santos” (1 Tim. 5:10) El lavado de pies físicamente, es una experiencia maravillosa; que solo puede valorizar quien la haya vivido; sentir la presencia del Señor en los momentos que se está lavando los pies de algún creyente, es lo menos que se habrá de experimentar. Ojalá todo cristiano viva esta experiencia a lo menos una vez en su vida.

El lavado de pies de los “santos” (espiritualmente) tiene un sentido muy cierto: solo un creyente que ha experimentado la obra de Dios dentro de su corazón, que ha nacido de nuevo, y que por lo tanto es “santo”; puede lavarse los pies; esto es un privilegio y una restauradora experiencia reservada solo a los santos; quien no ha sido partícipe de la obra de Dios, antes tiene que “lavarse todo” en la Sangre del Cordero de Dios.
Pretender gozar de lo que está reservado exclusivamente para los santos, es una falacia y un engaño del corazón.

Reunir hombres; mendigos, pordioseros, pobres etc. etc. (como lo hace cierta religión) para lavarles los pies, haciendo alarde de “humildad”; es más bien para satisfacer la necesidad de “ser vistos”, ya que el lavado de pies físicamente, es la experiencia de una ocasión fortuita (sin haberla provocado) y no un acto o show preparado a propósito y con gente que lo más probable, nunca han experimentado el perdón de sus pecados ni el oficio de la Sangre de Cristo; por lo tanto mal podrían acceder a un privilegio dado a los santos, y mucho menos tendrán lugar de “lavarse los pies” si PREVIAMENTE la sangre de nuestro Señor Jesucristo no les ha “lavado todo el cuerpo: “quien está limpio, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio”.

miércoles, 28 de marzo de 2018

Los dolores morales de Cristo


Dice Fulton Sheen, en “Vida de Cristo”:

“Sólo hay un pasaje en la historia de nuestro Señor en que se nos diga que entonó un cántico, y ello fue después de la última cena, cuando salió de la casa para encaminarse hacia la muerte, y sufrir su agonía y congoja en el huerto de Getsemaní. “Y cuando hubieron cantado un himno, salieron al monte de los Olivos”. Mc 14, 26

Los cautivos de Babilonia colgaron sus arpas en los sauces porque sus corazones eran incapaces de hacerles entonar un cántico en tierra extraña. El manso cordero no abre la boca cuando es conducido al matadero, pero el verdadero Cordero de Dios, cantó lleno de gozo ante la perspectiva de la redención del mundo. (...)
“Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea”. Mt 26, 32. “Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba hágase tu voluntad”. Mt 25. 39

En esta plegaria estaban envueltas sus dos naturalezas, la divina y la humana. Él y el Padre eran uno; no se trataba de «Padre nuestro», sino de «Padre mío». Seguía inquebrantable la conciencia del amor de su Padre. Pero, por otro lado, su naturaleza humana sentía miedo a la muerte como castigo por el pecado. La natural aversión que el alma humana experimentó ante el castigo que el pecado merece fue sobrellevada por la divina sumisión a la voluntad del Padre. (…)

Esta escena queda envuelta en el halo de un misterio que ninguna mente humana puede penetrar de un modo adecuado. Sólo podemos suponer de una manera vaga el horror psicológico de los momentos progresivos de temor, ansiedad y tristeza que le dejaron postrado antes de que se hubiera descargado un solo golpe sobre su cuerpo. Se ha dicho que los soldados temen más la muerte antes de la hora cero del ataque, que durante el ardor de la batalla. La lucha activa suprime el temor a la muerte, temor que se presenta al ánimo cuando uno lo contempla en la inactividad. (…) Es muy verosímil que la agonía en el huerto le ocasionara mayores sufrimientos incluso que el dolor físico de la crucifixión, y quizá sumió a su alma en regiones de más obscuras tinieblas que ningún otro momento de la pasión, con la excepción tal vez de cuando en la cruz clamó: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27, 46)

Sus sufrimientos humanos eran completamente diferentes de los de un simple hombre, puesto que, sobre tener inteligencia humana, Jesús poseía una inteligencia divina. (…) En el caso de nuestro Señor debemos mencionar dos cosas que le diferencian de nosotros.
Primeramente, lo que predominó en su mente no era el dolor físico, sino el mal moral o el pecado.

Había ciertamente ese natural temor a la muerte debido a su naturaleza humana, pero no era un temor tan vulgar como éste el que dominaba en su agonía. Era algo mucho más mortal que la muerte.

Sobre su corazón gravitaba el peso del misterio de la iniquidad del mundo. En segundo lugar, además de su entendimiento humano, que se había desarrollado por medio de la experiencia, poseía el entendimiento infinito de Dios, que conoce todas las cosas y ve como presente tanto el pasado como el futuro.

Los pobres humanos llegan a estar tan acostumbrados al pecado, que no se dan cuenta de su horror. Los inocentes comprenden el horror del pecado mucho mejor que los pecadores. La única cosa de la que el hombre nunca aprende algo por experiencia es pecar. Un pecador se infecta con el pecado. Llega a compenetrarse tanto con el pecado, que incluso puede considerarse a sí mismo virtuoso, de la misma manera que el que tiene fiebre puede creer que no está enfermo. Únicamente la persona virtuosa, que se encuentra fuera de la corriente del pecado, es la que puede mirar hacia el mal de la misma manera que un médico observa una enfermedad, y comprende todo el horror del mal.

Lo que nuestro Señor contempló en aquellos momentos de agonía no eran precisamente los -azotes que le darían los soldados o los clavos con que taladrarían sus manos y sus pies, sino más bien el terrible peso del pecado del mundo y el hecho de que el mundo se disponía a renegar de su Padre al rechazarle a Él, su divino Hijo.

¿Hay ciertamente algo peor que la exaltación de la propia voluntad
contra la amorosa voluntad de Dios, el deseo de ser un dios para sí mismo, tachar de locura la sabiduría de Jesús, y su amor de falta de ternura? La aversión que sentía no era por el duro lecho de la cruz, sino hacia la participación que el mundo tenía en construirla. Quería que el mundo pudiera ser salvado de perpetrar: la más negra acción jamás llevada a cabo por los hijos de los hombres, la de matar a la Bondad Suprema, a la Verdad y al Amor. 

Los grandes caracteres y las grandes almas son como las montañas: atraen las tormentas. Sobre sus cabezas retumban los truenos; en torno a sus cimas brillan los relámpagos y lo que parece ser la ira de Dios. Allí, en aquellos momentos, se encontraba el alma más solitaria y triste que el mundo había conocido, el Señor en persona. Más alto que todos los hombres, alrededor de su cabeza parecía azotar la tormenta de la iniquidad. Parecía un camafeo en el que se hubiera resumido la historia de toda la humanidad, el conflicto entre la voluntad de Dios y la voluntad del hombre. Darse cuenta de cómo experimentó Dios la oposición de las voluntades humanas, es algo que trasciende el poder humano. Tal vez lo que más se aproxima a ello es lo que un padre siente ante el extraño poder de la obstinada voluntad de sus hijos, que se oponen y desprecian la persuasión, el cariño, la esperanza o el temor del castigo. Un poder tan intenso reside en un cuerpo tan ligero y en una mente tan pueril; sin embargo, es la débil imagen de los hombres cuando han pecado voluntariamente. 

¿Qué otra cosa es el pecado, sino un principio independiente de sabiduría y una fuente de felicidad que trabaja por su cuenta, como si no hubiera Dios? El Anticristo no es sino el desarrollo incontrolado de la propia voluntad. Éste fue el momento en que nuestro Señor, en obediencia a la voluntad de su Padre, tomó sobre sí las iniquidades del mundo y se convirtió en víctima expiatoria. 

Sintió toda la agonía y tortura de aquellos que niegan la culpa o pecan impunemente y no hacen penitencia. Era el preludio de la terrible deserción que Él había de soportar y pagar a la justicia de su Padre, la deuda debida por nosotros; ser tratado como un pecador. Fue tratado como un pecador aunque en Él no había pecado. Fue esto lo que ocasionaba su agonía, la agonía más grande que jamás ha visto el mundo.

Así como los que sufren miran el pasado y el futuro, también el Redentor miraba el pasado y todos los pecados que en todo tiempo se habían cometido; miraba también el futuro, todo pecado que se cometería hasta el fin del mundo. No era el pasado dolor lo que traía al momento presente, sino más bien todo acto manifiesto de maldad y todo oculto pensamiento vergonzoso. Allí estaba el pecado de Adán, cuando como cabeza de la humanidad perdió para todos los hombres la herencia de la divina gracia; allí estaba Caín, teñido con la sangre de su hermano; allí estaban las abominaciones de Sodoma y Gomorra; la ingratitud de su propio pueblo, que había adorado a las falsas deidades; la grosería de los paganos, que se habían revelado incluso contra la ley natural; todos los pecados: los
pecados cometidos en el campo, que hicieron sonrojarse a la naturaleza entera; los pecados cometidos en la ciudad, en la fétida atmósfera de pecado de la ciudad; pecados de los jóvenes, por los cuales estaba traspasado el tierno corazón de Jesús; pecados de los viejos, que ya debían haber dejado la edad de pecar; pecados cometidos en la obscuridad, donde se creía que no llegaba la mirada de Dios; pecados cometidos a la luz y que hacían incluso estremecer a los malvados; pecados que se resisten por su horror a toda descripción, demasiado terribles para que se les pueda nombrar:  ¡Pecado! ¡pecado! ¡pecado! (...)

Vio los votos matrimoniales quebrantados, las mentiras, las calumnias, los adulterios, los homicidios, las apostasías... Todos estos crímenes se acumularon en sus manos como si hubieran sido cometidos por Él. Los malos deseos pesaban sobre su corazón cual si Él los hubiera concebido. Las mentiras y los cismas gravitaban sobre su mente como si de ella fueran producto. En sus labios parecía haber blasfemias como si realmente las hubiera proferido. Desde los cuatro puntos cardinales las pútridas miasmas del pecado del mundo venían, sobre Él a modo de inundación; como un nuevo Sansón, tomó sobre sus espaldas toda la culpa del mundo como si fuera culpable, pagando la deuda en nuestro nombre a fin de que pudiéramos una vez más tener acceso al Padre. Se estaba preparando mentalmente, por así decir, para el gran sacrificio, poniendo sobre su alma sin pecado los pecados de un mundo delincuente. "Para la mayoría de los hombres el peso del pecado es algo tan natural como el de los vestidos que llevan, pero para Jesús el contacto de lo que los hombres tan fácilmente aceptan era la más terrible de las agonías. " (...)

Él pecado se halla en la sangre. Todos los médicos lo saben: incluso los no iniciados pueden darse cuenta de ello. La embriaguez brilla en los ojos, en las mejillas. La avaricia está escrita en las manos y en la boca. La lujuria aparece también en los ojos. No hay libertino, criminal, fanático o perverso que no tenga su odio o su envidia impresos en cada centímetro de su cuerpo, en cada célula de su cerebro.

Si el pecado está en la sangre, debe ser derramado. (...)

Cualquier alma puede imaginar, aunque no sea más que vagamente, la clase de lucha que Jesús tuvo que librar aquella noche de luna en el huerto de Getsemaní. Todo corazón sabe algo de esto. Nadie llega a cierta edad sin que haya reflexionado sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodea, y sin  conocer la terrible tensión que el pecado ha causado en su alma. Las faltas y locuras cometidas no se borran del registro de la memoria; las píldoras somníferas no pueden imponerles silencio; los psicoanalistas no pueden suprimirlas con sus explicaciones. Puede que la alegría propia de la juventud las haga perderse en un recuerdo vago, desdibujado, pero nunca faltarán instantes de silencio, en un lecho de enfermo, en noches de insomnio, en alta mar, un momento de tranquilidad, un instante en que la inocencia se refleja en el rostro de un niño, cuando estos pecados, como espectros o fantasmas, aparecerán con todo su horror en nuestras conciencias. (...) 

Por terribles que sean las agonías y torturas de un alma, no serán más que una gota perdida en el océano de la culpa humana que el Salvador sintió como propia en el huerto. “
Fulton Sheen, “Vida de Cristo”, Nº 41


Coloquio: Oh Corazón de Jesús, Oh Vos todo amor, os ofrezco estas humildes oraciones por mí mismo y por todos aquellos que se unen en espíritu a mí para adoraros. Oh Santísimo Corazón de Jesús me propongo renovar estos actos de adoración por mí mismo, miserable pecador, y por todos aquellos que se han asociado a vuestra adoración hasta el último suspiro. Os encomiendo, Oh Jesús, la Santa Iglesia vuestra querida Esposa y nuestra dulce Madre, a los que practican la justicia, todos los pobres pecadores, los afligidos, los moribundos y todo el género humano. No sufráis que vuestra sangre se haya derramado en vano por ellos, y dignaos aplicar sus méritos al alivio de las benditas almas del purgatorio, en particular por aquellos que en su vida os han devotamente adorado. (P. Hurtado)

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...


martes, 27 de marzo de 2018

Meditación Martes Santo



IMITACIÓN DE CRISTO 
(Kempis)

Libro Segundo - Capítulo XI: 

Cuán pocos son los que aman la Cruz de Cristo. 

1. Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su reino celestial, mas muy pocos que lleven su cruz. Tiene muchos que desean la consolación, y muy pocos que quieran la tribulación. 

Muchos compañeros halla para la mesa, y pocos para la abstinencia. Todos quieren gozar con El, mas pocos quieren sufrir algo por El.

Muchos siguen a Jesús hasta el partir del pan, mas pocos hasta beber el cáliz de la pasión. Muchos honran sus milagros, mas pocos siguen el vituperio de la cruz. 

Muchos aman a Jesús, cuando no hay adversidades. Muchos le alaban y bendicen en el tiempo que reciben de El algunas consolaciones: mas si Jesús se escondiese y los dejase un poco, luego se quejarían o desesperarían mucho. 

2. Mas los que aman a Jesús, por el mismo Jesús, y no por alguna propia consolación suya, bendícenle en toda la tribulación y angustia del corazón, tan bien como en consolación. Y aunque nunca más les quisiese dar consolación, siempre le alabarían, y le querrían dar gracias. 

3. ¡Oh! ¡Cuánto puede el amor puro de Jesús sin mezcla del propio provecho o amor! ¿No se pueden llamar propiamente mercenarios a los que siempre buscan consolaciones? ¿No se aman a sí mismos más que a Cristo, los que de continuo piensan en sus provechos y ganancias? ¿Dónde se hallará alguno tal, que quiera servir a Dios de balde? 

4. Pocas veces se halla ninguno tan espiritual, que esté desnudo de todas las cosas. Pues ¿quién hallará el verdadero pobre de espíritu y desnudo de toda criatura? Es tesoro inestimable y de lejanas tierras. Si el hombre diere su hacienda toda, aún no es nada. Si hiciere gran penitencia, aún es poco. Aunque tenga toda la ciencia, aún está lejos: y si tuviere gran virtud y muy ferviente devoción, aún le falta mucho; le falta cosa que le es más necesaria. Y esta ¿cuál es? Que dejadas todas las cosas, se deje a sí mismo y salga de sí del todo, y que no le quede nada de amor propio. Y cuando ha hecho todo lo que conociere que debe hacer, aún piense no haber hecho nada. 

5. No tenga en mucho que le puedan estimar por grande, mas llámese en la verdad siervo sin provecho, como dice Jesucristo. Cuando hubiereis hecho todo lo que os está mandado, aún decid: Siervos somos sin provecho. Y así podrás ser pobre y desnudo de espíritu, y decir con el profeta: Porque uno solo y pobre soy. Ninguno todavía hay más rico, ninguno más poderoso, ninguno más libre, que aquel que sabe dejarse a sí y a toda cosa, y ponerse en el más bajo lugar. 

Libro Segundo - Capítulo XII: 

Del camino real de la Santa Cruz 

1. Esta palabra parece dura a muchos: Niégate a ti mismo, toma tu cruz, y sigue a Jesús. Pero mucho más duro será oír aquella postrera palabra: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno. Pues los que ahora oyen y siguen de buena voluntad la palabra de la cruz, no temerán entonces oír la palabra de la eterna condenación. Esta señal de la cruz estará en el cielo, cuando el Señor vendrá a juzgar. Entonces todos los siervos de la cruz, que se conformaron en la vida con el crucificado, se llegarán a Cristo juez con gran confianza. 

2. Pues que así es, por qué teméis tomar la cruz, por la cual se va al reino? En la cruz está la salud, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa de los enemigos, en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, en la cruz está la fortaleza del corazón, en la cruz está el gozo del espíritu, en la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección de la santidad. No está la salud del alma, ni la esperanza de la vida eterna, sino en la cruz. Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna. Él vino primero, y llevó su cruz y murió en la cruz por ti; porque tú también la lleves, y desees morir en ella. Porque si murieres juntamente con El, vivirás con El. Y si fueres compañero de la pena, lo serás también de la gloria. 

3. Mira que todo consiste en la cruz, y todo está en morir en ella. Y no hay otra vía para la vida, y para la verdadera entrañable paz, sino la vía de la santa cruz y continua mortificación. Ve donde quisieres, busca lo que quisieres, y no hallarás más alto camino en lo alto, ni más seguro en lo bajo, sino la vía de la santa cruz. Dispón y ordena todas las cosas según tu querer y parecer, y no hallarás sino que has de padecer algo, o de grado o por fuerza: y así siempre hallarás la cruz. Pues, o sentirás dolor en el cuerpo, o padecerás tribulación en el espíritu. 

4. A veces te dejará Dios, a veces te perseguirá el prójimo: lo que peor es que muchas veces te descontentarás de ti mismo, y no serás aliviado, ni refrigerado con ningún remedio ni consuelo; mas conviene que sufras hasta cuando Dios quisiere. Porque quiere Dios que aprendas a sufrir la tribulación sin consuelo, y que te sujetes del todo a El, y te hagas más humilde con la tribulación. Ninguno siente así de corazón la pasión de Cristo, como aquel a quien acaece sufrir cosas semejantes. Así que la cruz siempre está preparada, y te espera en cualquier lugar; no puedes huir dondequiera que estuvieres, porque dondequiera que huyas, llevas a ti contigo, y siempre hallarás a ti mismo. Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete fuera, vuélvete dentro, y en todo esto hallarás cruz. Y es necesario que en todo lugar tengas paciencia, si quieres tener paz interior, y merecer perpetua corona. 

5. Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te llevará, y guiará al fin deseado, adonde será el fin del padecer, aunque aquí no lo sea. Si contra tu voluntad la llevas, cargaste, y hácestela más pesada: y sin embargo conviene que sufras. Si desechas una cruz, sin duda hallarás otra, y puede ser que más grave. 

6. ¿Piensas tu escapar de lo que ninguno de los mortales pudo? ¿Quién de los Santos fue en el mundo sin cruz y tribulación? Nuestro Señor Jesucristo por cierto, en cuanto vivió en este mundo, no estuvo una hora sin dolor de pasión. Porque convenía, dice, que Cristo padeciese, y resucitase de los muertos, y así entrase en su gloria. Pues ¿cómo buscas tú otro camino sino este camino real, que es la vida de la santa cruz? 

7. Toda la vida de Cristo fue cruz y martirio<, y tú ?buscas para ti holganza y gozo? Yerras, te engañas si buscas otra cosa sino sufrir tribulaciones; porque toda esta vida mortal está llena de miserias, y de toda parte señalada de cruces. Y cuanto más altamente alguno aprovecharé en espíritu, tanto más graves cruces hallará muchas veces, porque la pena de su destierro crece más por el amor. 

8. Mas este tal así afligido de tantas maneras, no está sin el alivio de la consolación; porque siente el gran fruto que le crece con llevar su cruz. Porque cuando se sujeta a ella de su voluntad, toda la carga de la tribulación se convierte en confianza de la divina consolación. Y cuanto más se quebranta la carne por la aflicción, tanto más se esfuerza el espíritu por la gracia interior. Y algunas veces tanto es confortado del afecto de la tribulación y adversidad, por el amor y conformidad de la cruz de Cristo, que no quiere estar sin dolor y tribulación: porque se tiene por más acepto a Dios, cuanto mayores y más graves cosas pudiere sufrir por El. Esto no es virtud humana, sino gracia de Cristo, que tanto puede y hace en la carne flaca, que lo que naturalmente siempre aborrece y huye, lo acometa y acabe con fervor de espíritu. 

9. No es según la condición humana llevar la cruz, amar la cruz, castigar el cuerpo, ponerle en servidumbre; huir las honras, sufrir de grado las injurias, despreciarse a sí mismo, y desear ser despreciado; sufrir toda cosa adversa y dañosa, y no desear cosa de prosperidad en este mundo. Si miras a ti, no podrás por ti cosa alguna de éstas: mas si confías en Dios, El te enviará fortaleza del cielo, y hará que te estén sujetos el mundo y la carne. Y no temerás al diablo tu enemigo, si estuvieses armado de fe, y señalado con la cruz de Cristo. 

10. Dispónte, pues, como buen y fiel siervo de Cristo, para llevar varonilmente la cruz de tu Señor crucificado por tu amor. Prepárate a sufrir muchas adversidades y diversas incomodidades en esta miserable vida; porque así estará contigo Jesús adondequiera que fueres; y de verdad que le hallarás en cualquier parte que te escondas. Así conviene que sea, y no hay otro remedio para evadirse del dolor y de la tribulación de los males, sino sufrir. Bebe afectuosamente el cáliz del Señor, si quieres ser su amigo, y tener parte con El. Remite a Dios las consolaciones, para que haga con ellas lo que más le agradaré. Pero tú dispónte a sufrir las tribulaciones, y estímalas por grandes consuelos; porque no son condignas las pasiones de este tiempo para merecer la gloria venidera, aunque tú solo pudieses sufrirlas todas. 1

11. Cuando llegares a tanto, que la aflicción te sea dulce y gustosa por amor de Cristo, piensa entonces que te va bien; porque hallaste el paraíso en la tierra. 

12. Cuando te parece grave el padecer, y procuras huírlo, crees que te va mal, y dondequiera que fueres, te seguirá la tribulación.  Si te dispones para hacer lo que debes, es a saber, sufrir y morir, luego te irá mejor, y hallarás paz. Y aunque fueres arrebatado hasta el tercer cielo con San Pablo, no estarás por eso seguro de no sufrir alguna contrariedad. Yo (dice Jesús) le mostraré cuántas cosas le convendrán padecer por mi nombre. Debes, pues, padecer, si quieres amar a Jesús, y servirle siempre. 

13. ¡Ojalá que fueses digno de padecer algo por el nombre de Jesús! ¡Cuán grande gloria te resultaría! ¡Cuánta alegría a todos los Santos de Dios! ¡Cuánta edificación sería para el prójimo! Todos alaban la paciencia, pero pocos quieren padecer. Con razón debieras sufrir algo de buena gana por Cristo; pues hay muchos que sufren graves cosas por el mundo. 

14. Ten por cierto que te conviene morir viviendo; y cuanto más muere cada uno a sí mismo, tanto más comienza vivir para Dios. Ninguno es suficiente para comprender cosas celestiales, si no se humilla a sufrir adversidades por Cristo. No hay cosa a Dios más acepta, ni para ti en este mundo más saludable, que padecer de buena voluntad por Cristo. Y si te diesen a escoger, más debieras desear padecer cosas adversas por Cristo, que ser recreado con muchas consolaciones; porque así le serías más semejante, y más conforme a todos los Santos. No está, pues, nuestro merecimiento ni la perfección de nuestro estado en las muchas suavidades y consuelos, sino más bien en sufrir grandes penalidades y tribulaciones. 

15. Porque si alguna cosa fuera mejor y más útil para la salvación de los hombres que el padecer, Cristo lo hubiera declarado con su doctrina y con su ejemplo. Pues manifiestamente exhorta a sus discípulos, y a todos los que desean seguirle, a que lleven la cruz, y dice: Si alguno quisiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Así que leídas y bien consideradas todas las cosas, sea esta la postrera conclusión: Que por muchas tribulaciones nos conviene entrar en el reino de Dios.

sábado, 24 de marzo de 2018

El Arzobispo de La Plata llamó a los sacerdotes a movilizar a los fieles en la Marcha por la vida que se realizará el 25 de marzo en la ciudad de Buenos Aires.

Monseñor Héctor Aguer convoca a los sacerdotes a movilizarse contra el aborto

 Aguer convocó a los sacerdotes a movilizarse contra el aborto
El Arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, pidió hoy "encarecidamente" a los sacerdotes de la diócesis que movilicen a los fieles a participar de la llamada "Marcha por la Vida" contra la legalización del aborto, que se realizará en la cuidad de Buenos Aires el domingo 25 de marzo.
En la última edición del programa Claves para un mundo mejor, que se emite los sábados, Aguer había dicho que en el debate por la legalización del aborto "se juega algo muy importante, se juega el futuro de la patria, el de la Argentina. Creo no cometer una salvajada si digo que la mayoría de la corporación periodística hace campaña a favor del aborto".
La "Marcha por la Vida" se realizará el próximo domingo 25 de marzo cuando se conmemora el “Día de los derechos del niño por nacer”, instaurado por Carlos Saúl Menem en 1998 en relación a la fiesta cristiana de la Anunciación (según la doctrina, cuando Jesucristo fue concebido en el seno de María). La consigna se reactualizó en la últimas horas y ahora, directamente es una “Campaña Nacional contra el aborto”.
El llamado es “de vida o muerte” porque “si los políticos no defienden la vida de los niños por nacer, lo debe hacer el pueblo argentino”.
La Marcha partirá a las 15 desde Plaza Italia hacia la Facultad de Derecho, en la Ciudad de Buenos Aires.
En un comunicado difundido hoy por el Arzobispado se recuerda que Aguer llamó reiteradamente a defender la vida humana desde la concepción. 
"Nosotros defendemos la vida y luchamos, especialmente, para que se reconozca la cualidad plenamente humana del embrión, del feto, del niño por nacer. ¿Por qué hacemos eso? Lo hacemos porque hay evidencias científicas indiscutibles y, además, porque Nuestro Señor Jesucristo fue un niño por nacer, formado virginalmente por la acción del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María. Fue un feto parido virginalmente por la Virgen María", destacó.
Agregó que "nosotros queremos defender la vida desde el instante de la concepción y queremos decir 'No al crimen del aborto'. Esto supone también que el Estado en lugar de legalizar el aborto, en lugar de despenalizarlo totalmente, lo que debe hacer es ayudar para que los niños nazcan y puedan ser criados y educados como deben serlo".
"Todo el mundo sabe que muchas veces el aborto es el recurso que sigue a un embarazo no deseado, y esto tiene mucho que ver con lo que pasa hoy día, con ese pansexualismo general, con esa falta de criterio por la cual desde muy chicos, ya desde la primera adolescencia, empiezan con las relaciones sexuales. No están preparados para eso, no están preparados para ser padres y madres… No basta el "cuidarse", el "cuidarlos" repartiendo preservativos y anticonceptivos. Es preciso ayudar a que se formen integralmente, y reconozcan que el acto sexual tiene un doble significado, unitivo y procreativo", concluyó.



Tras el mensaje de la cúpula la Iglesia argentina sobre el aborto, el cual no es del todo combativo como muchos esperaban, el Arzobispo de La Plata, Monseñor Héctor Aguer, salió a dejar en claro que él sí presentará batalla y que buscará arrastrar a la Curia a un fuerte debate público, con demostraciones callejeras multitudinarias. Más allá de algunas declaraciones altisonantes contra Macri, advirtió: “Se pronunció la Comisión Ejecutiva, no toda la Iglesia”.

“Tenemos que tomar conciencia clara que no podemos obedecer legislaciones que tiene un valor legal pero que son ilegítimas, injustas”.

Monseñor Aguer también está sólo dentro dentro de la Comisión Permanente de la CEA. 

El religioso platense también hizo un llamado general al levantamiento de lo sacerdotes: “Estar en contra del aborto no es de derecha”. En donde sí encontrará apoyo es en su otro auxiliar, Nicolás Baisi, quien lo ayudó a organizar la “Marcha por la Vida” del 27 de septiembre pasado frente al Congreso de la Nación.

“Tenemos que tomar conciencia clara que no podemos obedecer legislaciones que tiene un valor legal pero que son ilegítimas, injustas”. Para fundamentar esto, citaba a teólogos del Siglo III que llamaba a los “cristianos a resistir”.


viernes, 23 de marzo de 2018

EL ABORTO Y EL DEMONIO

Por José Mª Montiu de Nuix, sacerdote, doctor en filosofía, matemático, socio de CiViCa

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S. S. Juan Pablo II afirmó la especial gravedad del aborto: “Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado presenta características que lo hacen particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio, como ‘crímenes nefandos’ (JUAN PABLO II, Encíclica. Evangelium Vitae, n. 58). Más aún, estamos ante una mole gigantesca, monstruosamente horrible, formada por muchos millones de abortos.

¿Qué hay detrás de tantos abortos? Ha de existir una causa explicativa de la existencia de cifra tan astronómica. No hallándosele una causa visible, ¿no habrá una causa oculta? No pudiendo ser una causa débil, ¿no habrá una causa dotada de gran poder destructivo? No pareciendo que la humanidad por si sola sea capaz de engendrar tragedia tan macro – cósmica, ¿no contribuirá a cifra tan lamentable algo que esté situado más allá del hombre? ¿Hay seres inteligentes no humanos capaces de promover especialmente el desencadenamiento de una energía más destructiva que una potente bomba atómica? Hasta aquí el planteamiento de la cuestión.

La infalible palabra de Dios revela la existencia del diablo. Así, p. e., en Apocalipsis 12, 9. También lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, p. e., en los números 391 y 2851. Dicha existencia ha sido además afirmada por los últimos Papas: el Papa Francisco,…Resulta muy conocido que el diablo es muy dañino. Así, en el mismo lenguaje corriente se expresa que algo es muy terrible diciendo que es diabólico.

Se puede pues lógicamente conjeturar que debajo de número tan crecido de abortos ha de existir una actuación diabólica. El exorcista Christian Curty, autor del libro L’avortement vu par un exorciste (El aborto visto por un exorcista), obra que se inicia con una carta adjunta del arzobispo Mons. Jean – Pierre Cattenoz, relaciona aborto y demonio. Opina esto desde su experiencia de atención a mujeres que sufrían mucho. Detectó reiteradamente que eran mujeres que habían abortado y en las que, con cierta frecuencia, creyó, además, descubrir una concreta influencia diabólica.

No disuena con esto el hecho de que la sed de sangre del demonio no se ha apagado con la muerte del Hijo de Dios en el Calvario. Su odio al Hijo de Dios se extiende a los nuevos hijos de Dios y a las que pueden ponerlos en el mundo, las mujeres encintas. Y, precisamente, en el aborto, siempre hay dos víctimas. Una de ellas, la madre. Además, los hijos concebidos y aún no nacidos que presentan malformaciones se identifican especialmente con el Hijo de Dios, a tenor de Mt. 25, 31-46.

En suma, se puede concluir que el abanico formado por el elevado número de abortos, por el hecho de haber sido abortados tantos que presentan malformaciones y por los no infravalorables trastornos psíco-físicos de las abortistas, que pueden llegar hasta el suicidio, requiere de un horizonte de inteligibilidad explicativo, el cual es la misma existencia del diablo. Es esto algo que merece ser reflexionado muy atentamente.

Fuente: civica.com.es

lunes, 19 de marzo de 2018

San José Patrono de las Familias

SAN JOSÉ
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Afirma Santo Tomás de Aquino que "hay tres cosas que Dios no podría haber hecho más sublimes de lo que son: la Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, la gloria de los elegidos y la incomparable Madre de Dios, de quien se dice que Dios no pudo hacer ninguna madre superior. Podéis acrecentar una cuarta cosa, en loor de San José. Dios no pudo hacer un padre más sublime que el Padre adoptivo del Hombre-Dios".

A lo que agrega el melifluo San Bernardo: "Ya que todo lo que pertenece a la esposa pertenece también al esposo, podemos pensar que José puede distribuir como le parezca los ricos tesoros de gracia que Dios confió a María, su casta Esposa".

"Además, en el transcurso de los años pasados en Nazaret, Jesús colmó el corazón de San José con ternura de amor tal como jamás ningún padre creado la sintió ni sentirá, 'no sólo - como dice el Padre Huguet- para que José lo pudiese amar como Hijo, sino para que pudiese amar a todos los hombres como a sus hijos, pues, del mismo modo que todos somos hijos de María, así lo somos también de San José. (...) Y después de la devoción a la Santísima Virgen, nada hay más agradable a Dios ni más provechoso para nuestra almas que la devoción al santo Patriarca San José'".

"Habiéndosele concedido a Santa María Magdalena de Pazzis -una de las más gloriosas Santas hijas de Nuestra Señora del Escapulario- contemplar en un éxtasis la gloria de San José, exclamó: 'José, unido como está a Jesús y a María, es como una estrella resplandeciente que protege a las almas que bajo el estandarte de María, traban la batalla de la vida'".

"Cuando Santa Teresa fundó el primer monasterio de la Reforma del Carmelo, le dijo Nuestro Señor: 'Deseo que sea dedicado a San José y lleve su nombre. Este santo guardará una de las puertas y la Santísima Virgen la otra y Yo estaré entre vosotras'".

"Otra vez, se encontraba Santa Teresa en una sencilla iglesia de los Padres Dominicos, cuando sintió que alguien le colocaba sobre los hombros un hermosísimo manto. Durante unos instantes, no vio quién se lo ponía, pero poco después reconoció a la Santísima Virgen y a Su bendito Esposo San José. La Santa experimentó en su corazón una gran alegría. María habló y mientras Santa Teresa escuchaba esa voz celestial, tuvo la impresión de apretar en su mano la de la Virgen. 'Estoy tan satisfecha de que lo hayas consagrado a San José [a su primer convento de la reforma carmelitana] que puedes pedir lo que quieras para tu convento, con la certeza absoluta de que lo recibirás'. Los dos Santos Esposos colocaron entonces en las manos de Teresa una piedra preciosa de gran valor y dejaron a la Santa inundada de la más pura alegría y del más ardiente deseo de ser enteramente consumida por la fuerza del amor divino".

"Un día, al salir de su monasterio, dos religiosos carmelitas encontraron a un venerable anciano que avanzaba en dirección a ellos. Se puso entre los dos y les preguntó de dónde eran. El mayor respondió que eran Carmelitas.

-Padre- preguntó entonces el desconocido- ¿por qué vosotros, los Carmelitas, tenéis tanta devoción a San José?

El religioso dio varias razones, subrayando principalmente que Santa Teresa había tenido esa devoción y la había inculcado en aquellos que la siguieron. Cuando el padre terminó de hablar, el desconocido dijo:

-'Hacedme caso y tened a San José la misma devoción que tuvo Santa Teresa; todo cuanto le pidiereis, lo alcanzaréis'.

Y diciendo esto, desapareció".

No me acuerdo hasta ahora, decía Santa Teresa, de haberle suplicado cosa a San José que haya dejado de hacer.

Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este Bienaventurado Santo.

No he conocido de persona que deveras le sea devoto que no la vea más aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan.

Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no lo creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción.

ORACIÓN A SAN JOSÉ DE SANTA TERESA

Glorioso Patriarca San José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, venid en mi auxilio en estos momentos de angustia y dificultad. Tomad bajo vuestra protección las situaciones tan serias y difíciles que os encomiendo, a fin de que tengan una feliz solución. Mi bienamado Padre, toda mi confianza está puesta en Vos. Que no se diga que Os he invocado en vano y puesto que Vos podéis todo ante Jesús y María, mostradme que vuestra bondad es tan grande como vuestro poder. Amén.

ORACIÓN PARA PEDIRLE UNA BUENA MUERTE

Poderoso patrono del linaje humano, amparo de pecadores, seguro refugio de las almas, eficaz auxilio de los afligidos, agradable consuelo de los desamparados, glorioso San José, el último instante de mi vida ha de llegar sin remedio; mi alma quizás agonizará terriblemente acongojada con la representación de mi mala vida y de mis muchas culpas; el paso a la eternidad será sumamente duro; el demonio, mi enemigo, intentará combatirme terriblemente con todo el poder del infierno, a fin de que pierda a Dios eternamente; mis fuerzas en lo natural han de ser nulas: yo no tendré en lo humano quien me ayude; desde ahora, para entonces, te invoco, padre mío; a tu patrocinio me acojo; asísteme en aquel trance para que no falte en la fe, la esperanza y en la caridad; cuando tú moriste, tu Hijo y mi Dios, tu Esposa y mi Señora, ahuyentaron a los demonios para que no se atreviesen a combatir tu espíritu. Por estos favores y por los que en vida te hicieron, te pido ahuyentes a estos enemigos, para que yo acabe la vida en paz, amando a Jesús, a María y a ti, San José. Así sea.

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en la última agonía.
Jesús, José y María, recibid cuando muera, el alma mía.

sábado, 17 de marzo de 2018

Fátima - Garabandal - Akita - Medjugorje: NO ESPEREMOS MÁS PARA REGRESAR A DIOS

NUESTRA MADRE SANTÍSIMA NO SE CANSA 
DE AVISAR

EL ABOMINABLE CRIMEN DEL ABORTO

"Nada de mi ser se te ocultaba, 
cuando yo era formado en lo secreto, 
cuando era tejido en lo profundo de la tierra". 
Salmo 139


Cada aborto es una ofrenda a los demonios de las vidas soñadas y programadas por Dios. 


Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí. 
(Jeremías, 1)

Es el peor crimen contra Él, apunta derecho a su Corazón, ya horriblemente lacerado en la Cruz. Sin embargo esta matanza de los inocentes está amparada por regímenes legales.

“La sed de sangre del demonio no se ha apagado con la muerte del Hijo de Dios en el Calvario. Su odio al Hijo de Dios se extiende a los nuevos hijos de Dios y a las que pueden ponerlos en el mundo, las mujeres encintas". (Padre José Mª Montiu de Nuix)

Por cada aborto se multiplican los espíritus luciféricos. ¡Qué baratos le resultamos a Satanás! 


“Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento” 
(Oseas 4, 6). 

¿Sabemos realmente a qué conduce este crimen? Va directo contra la Divina Voluntad en la que fuimos amorosamente soñados antes de habitar el vientre materno: 


Escúchenme, islas lejanas, pongan atención, pueblos. Yavé me llamó desde el vientre de mi madre, conoció mi nombre desde antes que naciera. 
(Isaías, 49,1)

Nos rebelamos contra Dios temeraria y groseramente: 

“Después dijo Jesús a sus discípulos: "Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado!” 
(Lucas 17, 1-3).

Terrible amonestación Divina. Igual marchamos contra Dios sin miramientos, anulando vidas indefensas, en una novedosa -nunca jamás vista- y más perversa crucifixión. 


“Por sus frutos los conoceréis” 
(Mateo 7, 16). 

Señor: tenemos que quitarte del medio a cualquier precio. A Vos, que sos Dios. 

A Vos, que si retirás tu aliento del orbe, fenecería al instante toda forma de vida conocida.

A semejanza de Juan el Bautista, que avanzó preparando el camino para Aquel de quien no se consideró digno de atarle las sandalias, en inversa e infernal imitación, despejamos el terreno a los espíritus malignos. De tal saña y resultado, que otorgamos a su psicópata príncipe Satanás, de quien Juan Evangelista afirma que es "homicida desde el principio", el control y derecho legal de nuestras almas.  

la Soberbia y la Desobediencia de hacer del don de la Vida un manejo a nuestro antojo y complacencia; he ahí los anchos senderos que patrulla el viejo Diablo. 


Ojalá nuestro último suspiro nos encuentre en la comprensión de que las cosas no son a nuestro capricho: Resultado de imagen para bebés no al aborto


Sino, A TU MANERA, SEÑOR:Resultado de imagen para bebés no al aborto


 "Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre: 
 te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable. 
¡Qué maravillosas son tus obras!  
Tú conocías hasta el fondo de mi alma
 y nada de mi ser se te ocultaba, 
cuando yo era formado en lo secreto, 
cuando era tejido en lo profundo de la tierra. 

Tus ojos ya veían mis acciones, todas ellas estaban en tu Libro; 
mis días estaban escritos y señalados, 
antes que uno solo de ellos existiera. 

¡Qué difíciles son para mí tus designios! 
¡Y qué inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos!" 
(Salmo 139, 13,17)



viernes, 16 de marzo de 2018

Plegaria del bebé a punto de ser abortado

Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Angustioso llamado al Señor

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Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado? 
¿Por qué estás lejos 
de mi clamor y mis gemidos? 

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Te invoco de día, y no respondes, 
de noche, y no encuentro descanso; 


Vívida descripción de los sufrimientos

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Pero yo soy un gusano, no un hombre; 
la gente me escarnece 
y el pueblo me desprecia; 
los que me ven, se burlan de mí,

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Tú, Señor, me confiaste al regazo de mi madre; 
a ti fui entregado desde mi nacimiento, 
desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios. 
No te quedes lejos, porque acecha el peligro 
y no hay nadie para socorrerme. 

Me rodea una manada de novillos, 
me acorralan toros de Basán; 
abren sus fauces contra mí 
como leones rapaces y rugientes. 
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Soy como agua que se derrama 
y todos mis huesos están dislocados; 
mi corazón se ha vuelto como cera 
y se derrite en mi interior; 
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 mi garganta está seca como una teja 
y la lengua se me pega al paladar. 
Me rodea una jauría de perros, 
me asalta una banda de malhechores; 
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taladran mis manos y mis pies 
y me hunden en el polvo de la muerte.  
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Yo puedo contar todos mis huesos; 
ellos me miran con aire de triunfo, 
se reparten entre sí mi ropa 
y sortean mi túnica.
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Súplica para alcanzar la liberación

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 Pero tú, Señor, no te quedes lejos; 
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme.
Libra mi cuello de la espada 
y mi vida de las garras del perro. 
Sálvame de la boca del león, 
salva a este pobre de los toros salvajes. 

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Texto tomado del Salmo 22