domingo, 7 de mayo de 2023

8 de mayo: Fiesta de Nuestra Señora de Luján






Historia de Nuestra Señora de Luján

Hacia el año 1630, un cierto portugués, de nombre Antonio Faría de Sá, hacendado de Sumampa, jurisdicción  de Córdoba del Tucumán, pidió a un amigo suyo, Juan Andrea, marino, que le trajese del Brasil una imagen de la Concepción de María Santísima con el propósito de venerarla en la Capilla que estaba fabricando en su estancia. Juan Andrea cumplió el encargo y le trajo no una, sino dos imágenes de Nuestra Señora, que llegaron al puerto de Buenos Aires. Una, según el pedido, era de la Purísima Concepción; la otra, del título de la Madre de Dios con el niño Jesús dormido entre los brazos. Desde luego entendieron los arrieros tal disposición del Cielo de que la imagen de la Virgen encerrada en tal cajón debía quedarse en aquel paraje y así siguieron con la otra a su destino.

Ambas imágenes fueron colocadas en dos cajoncillos y subidas a una carreta. Al llegar a las orillas del Río Luján, en la estancia de Rosendo, los troperos se detuvieron allí para pasar la noche. Al día siguiente, una clara mañana de Mayo, queriendo proseguir el camino no pudieron mover la carreta. Admirados de la novedad pasaron a individualizar la causa y declaró el conductor del convoy: “Aquí vienen dos cajones con dos bultos de la Virgen, que traigo recomendados para una capilla de Sumampa”. Cuando abrieron el cajón, hallaron una bella imagen de Nuestra Señora de la Concepción, de media vara de alto y con las manos juntas ante el pecho. Luego de venerar la Santa Imagen la llevaron en procesión a la casa de Rosendo y sus dueños le levantaron un humilde altar. Fue entonces cuando un joven negro llamado Manuel- dijo: “Sáquese de la carreta uno de los cajones y observemos si camina”. Así se hizo, pero en vano. “Truéquense los cajones”, replicó él mismo. Entonces ocurrió que al cambiar los cajones y al tirar los bueyes la carreta se movió sin dificultad.

La Ermita de la Virgen

La Imagen de Nuestra Señora estuvo por algún tiempo guardada y venerada en la pequeña habitación de la casa de campo del Rosendo, adornada ahí con todo el decoro y respeto posible. Pero muy pronto los dueños de la estancia quisieron levantar a la milagrosa Imagen una Capilla que estaría lista hacia mediados de 1633. Fue abierta a los numerosos peregrinos que allí acudían, atraídos por las gracias que la Virgen Santísima dispensaba a sus devotos. Su construcción sería muy rústica y no pasaría de un modesto rancho, con paredes de barro, techo de paja y piso natural de tierra y por todo lujo un revoque de blanqueo; y el pequeño altar tendría una sencillez primitiva y un poco arriba del mismo estaría colocada la Santa Imagen. La Capilla o Ermita de los Rosendo no tendría más de cinco varas de largo por tres de ancho.

El mercedario Pedro de Santa María relata: “la Santa Imagen estuvo en lo de dicho Rosendo, en un Oratorio muy corto y muy venerada la Imagen de todo el Pago. Y dicho Rosendo dedicó un negro llamado Manuel al culto de la Imagen, quien cuidaba de la lámpara de dicha Señora, que incesantemente ardía”.

Ana de Matos

Hacia el año 1671, Ana de Matos, mujer acaudalada de Buenos Aires, que conocía de cerca el milagro deLuján, dolorida por el abandono en que quedaba la Santa Imagen, se acercó al Cura de la Catedral, Presbítero Juan de Oramas, medio hermano del Pbro. Diego Rosendo de Trigueros, para pedírsela o comprársela. Debido a la soledad de los campos y sin materiales convenientes no fue fácil construir una Capilla por lo que se procuró un modesto Oratorio, junto a la casa de Doña Matos. Al cuidado del culto fue puesto el Negro Manuel, su fiel servidor. Hacia el año 1677 empezó la obra de la Nueva Capilla construida con material de ladrillos cocidos y se concluyó hacia 1685 celebrando la colocación de la Imagen en su nicho.

El traslado, desde la antigua ermita hasta la casa de doña Matos se cumplió cerca del 8 de diciembre, como preparación a una nueva celebración de la Purísima Concepción. Participaron el Obispo de Buenos Aires Cristóbal de la Mancha y Velazco (1646-1673) y el Gobernador Martínez de Salazar. El 2 de octubre de 1682 doña Ana dona tierras a la Santa Imagen de Luján en estos términos: “Porque tengo mucho amor a la advocación de Nuestra Señora de la Limpia Concepción y a su Santa Imagen hago gracia y donación a dicha Imagen de todo el sitio que necesitare para la fábrica de su capilla…”. Hace la donación con la condición de que la Imagen ha de estar perpetuamente en dichas tierras; así se convertía en oficial y pública la Capilla de Nuestra Señora al pasar al dominio de la Iglesia la posesión de ese lugar sagrado y también daba origen y fundamento a la verdadera fundación de la actual ciudad de Luján.

Doña Ana de Matos murió el 25 de enero de 1698

El Negro Manuel

Rosendo dedicó a un negro llamado Manuel al culto de la Imagen quien había sido testigo del milagro. Hacia el año 1638 contrae matrimonio con una mujer criolla, llamada Beatriz, esclava de la familia González Filiano. El matrimonio fue celebrado en la humilde Ermita de la Concepción del río Luján. Beatriz fue una fiel compañera del negro Manuel y lo secundó plenamente en el empeño por mantener vivo el culto a la Santísima Virgen en la apartada Ermita de Rosendo. Beatriz falleció antes de 1670.

Del Negro Manuel, dicen las crónicas hacia el año 1648, que era de “una rara calidez y simplicidad” y que cumplió fielmente el encargo que recibiera de su primitivo amo, el conductor de las Santas Imágenes, al decirle “que era de la Virgen y que no tenía otro amo a quien servir que a la Virgen Santísima”. Por su fe en Dios el negro Manuel “con el sebo de las velas que ardían en presencia de la Santa Imagen de María

Santísima obraba prodigiosas curaciones en varios enfermos que de partes diferentes concurrían a la Capilla”: Tales curaciones las cumplía el negro esclavo sin llamar la atención de nadie, más que de la gente sencilla y devota de la Santa Virgen.

Hacia 1681, cuando todavía la Santa Imagen de la Virgen se hallaba en el Oratorio de Doña Matos y se estaba levantando la Capilla, ocurren hechos milagrosos sobre el negro Manuel que hallaba a la Virgen Santísima llena de rocío muchas mañanas, y con abrojos en el vestuario, y que empezaba él a decirle que qué necesidad tenía de salirse de su nicho, siendo poderosa para obrar cualquier maravilla, sin salirse de él. Y también esta otra frase que se le apropia “¿Cómo es que sos tan amiga de los pecadores, que salís en busca de ellos, cuando ves que te tratan tan mal?

Su muerte acaeció probablemente en 1686. “Murió el Negro Manuel en santidad, por cuyo mérito es tradición que logró su cuerpo sepultura detrás del Altar Mayor del Santuario, descansando a los pies de su bien amada Imagen de Nuestra Señora de Luján."

“El negro Manuel vestido de un costal a raíz de las carnes, y criando barba larga a manera de ermitaño, ayudó no poco a la prosecución de la obra de la Capilla, y después continuó en servicio de la gran Señora hasta la ancianidad decrépita. Hallándose en la última enfermedad dijo un día que su Ama le había revelado que había de Morir en viernes y que el Sábado siguiente lo llevaría a la gloria. En efecto, su muerte aconteció el día mismo que había dicho.”

El Padre Montalbo

Por los años 1684 sucedió que el Padre Pedro Montalbo enfermó gravemente de unos ahogos asmáticos que en poco tiempo le redujeron a tísico confirmado. Fue entonces cuando decidió ir a visitar a Nuestra Señora con ánimo de vivir o morir en su compañía.

Poco antes de llegar a la vivienda de doña Matos, era tan mal el estado en el que se encontraba que lo dieron por muerto.Lo llevaron como pudieron y el negro Manuel le ungió en el pecho con el sebo de la

lámpara y de esa manera volvió en sí. Luego le dijo que creyese que se iba a sanar perfectamente de su enfermedad, porque su Ama (así llamaba a la Virgen) lo quería como su primer Capellán, y que así había de suceder.

Luego, Manuel, tomó de los abrojos que solía guardar al despearlos del vestuario de la Imagen los mezcló con un poca de barro que sacudía de sus fimbrias, y realizó un cocimiento. Se lo dio de beber al Padre Pedro en nombre de la Santísima Virgen y con solo este remedio quedó libre de sus ahogos y enteramente sano. En agradecimiento don Pedro se quedó como Capellán de la Virgen y la sirvió diez años continuos con singular devoción y esmero, asumiendo la construcción de la capilla.

El nuevo Capellán prosiguió la obra con tal empeño que en 1685 la Imagen fue colocada en la nueva Capilla, conocida como la Capilla de Montalbo, ubicada en lo que es hoy la intersección de las calles San Martin y 9 de julio, a metros de la actual Basílica. Murió el 1 de febrero de 1701. En sede vacante, el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires creó el 23 de octubre de 1730, la parroquia de Nuestra Señora de Luján. Como primer párroco fue nombrado el doctor José de Andújar, quien ya actuaba como colaborador en esta Capellanía. Permaneció hasta 1738, año en que pasó a la Catedral de Buenos Aires.

 Nuestra Señora de Luján en la Historia argentina

El primer santuario dedicado a Nuestra Señora de Luján se inauguró el 8 de diciembre de 1763 y en él hicieron profesión de fe y se encomendaron buena parte de los próceres argentinos durante la época de la emancipación: Manuel BelgranoJosé de San MartínCornelio SaavedraDomingo FrenchNicolás de la Quintana y otros líderes y caudillos de la independencia le tributaron el homenaje de su reconocimiento.​

Al dirigirse al Paraguay al mando de una expedición, Manuel Belgrano se detuvo en Luján varios días, mandó celebrar una misa cantada el 27 de septiembre de 1810 e hizo varias visitas a Nuestra Señora en el camarín.​

Además de rendirle homenaje por su participación en la gesta de la independencia, Belgrano era recordado con especial afecto por haber residido en Luján durante 1814 y haber consagrado trofeos de guerra a la Virgen de la villa. Entre ellos se cuentan las dos banderas de división realistas arrebatadas por el Ejército del Norte al ejército del general Pío Tristán en la Batalla de Salta, y que Belgrano destinó a Nuestra Señora de Luján en acción de gracias por su protección.​

Por la patria al señor presidente y demás señores del I. C. J. y R. de la villa de Luján / General del Ejército Auxiliador del Perú/

...

Remito a V. S. dos banderas de división, que en la acción del 20 de febrero se arrancaron de la mano del enemigo, a fin de que sirva presentarlas a los pies de Nuestra Señora, a nombre del ejército de mi mando en el templo de ésa, para que se haga notorio el reconocimiento que mis hermanos de armas y yo estamos a los beneficios que el Todopoderoso nos ha dispensado por su mediación, y exciten con su vista la devoción de los fieles para que siga concediéndonos su gracia. Dios guarde V. S. muchos años.
Jujuy, 3 de mayo de 1813.​
Manuel Belgrano

También el coronel Domingo French fue gran devoto de la Virgen de Luján:​ la nombró patrona de su Regimiento N.º 3 de Infantería, y le donó dos de las banderas conquistadas en el segundo sitio de Montevideo.

En 1816, luego del cruce de los Andes y de liberar al pueblo chileno, y antes de embarcarse para iniciar su campaña al Perú, el general José de San Martín visitó el Santuario de Luján para encomendarse a Nuestra Señora. En 1823, de regreso de la gesta libertadora volvió a visitar el Santuario de Luján y dedicó a la Virgen María una de sus espadas.

Don Juan De Lezica y Torrezuri

El Alférez real Don Juan de Lezica y Torrezuri, toda una personalidad. Desde 1750, en que ejerció el cargo de Regidor del Cabildo de Buenos Aires, hasta 1776 en que desempeñó las funciones de Juez Comisario de la Real Audiencia, Lezica había ejercido empleos de dignidad. Habiendo recorrido casi toda América, se radicó finalmente en La Paz (Bolivia). Después de haber sido feliz en sus negocios y expediciones, enfermó y se vino a Buenos Aires. Desahuciado por los médicos, recordó los prodigios de la Virgen de Luján. A Ella acudió con confianza. Recuperó su salud (1737). Curado ya, Lezica volvió a sus negocios. Once años después, nuevamente enfermo, retornó a Luján. Otra vez la Virgen lo curó. Comprendió ahora que tenía una misión de gratitud que cumplir. El entonces Capellán Pbro. Carlos Vejarano le expuso la necesidad de erigir un templo a la Santa Imagen, la que en ese momento se encontraba en un galpón que reemplazaba la Capilla de Montalbo, venida abajo. Lezica se ofreció para ello.

Enterado el Obispo de Buenos Aires, Mons. Marcelino y Agramonte de las cualidades y habilidades de este Alférez Real, lo nombró Director Administrador de la obra del nuevo templo, con el título, los honores y preeminencias que las Bulas pontificias y las leyes españolas le acordaban como Fundador, bienhechor y síndico del Santuario de Nuestra Señora de Luján. Luego de vencer inmunerables dificultades de orden legal, Lezica, asesorado por los arquitectos D. Antonio Mazella y D. Joaquín Marini, comenzó la construcción del nuevo Santuario el 24 de agosto de 1754, cavándose sus cimientos hasta la tosca, y fue argamasado en su mayor parte con cal de Córdoba y una arena gruesa y especial que la tradición atribuye a un milagro de la Virgen que fuese encontrada en las inmediaciones, cuando los maestros de obra se hubieron convencido de que era imposible hacer la mezcla con la tierra de esos parajes.

Construcción de la gran Basílica

El 25 de mayo de 1889, el P. Jorge María Salvaire tomaba posesión como Párroco de Luján y Capellán de la Virgen. Después de vencer muchas dificultades, el 4 de mayo de 1890, trazados ya los planos y elegido el estilo gótico, dieron comienzo las obras de la actual Basílica.

La aprobación alentadora del Arzobispo, que asumió toda la responsabilidad, lo orientaba a no gastar en la construcción, más de lo que entrara. El entusiasmo creado, propalado por la revista La Perla del Plata-, que había sido fundada el 6 de enero de ese mismo año, fue tal que, sin aportes estatales, con la sola contribución de los fieles, los cimientos se hundieron en la tierra y los nuevos muros empezaron a aflorar y crecer.

Planos, dependencias varias -hornos de ladrillos, herrerías, taller de piedras, carpintería, etc. Todo fue previsto y montado. Cuando la Comisión objetó los planos por lo grandioso de la construcción, dijo el Arzobispo Aneiros.

La Virgen quiere este templo. Y el Pueblo argentino, cuando sabe de qué se trata, es muy generoso. Sabiendo que se trata de elevar a su Madre del Cielo una iglesia digna de Ella, se mostrará generoso. Tres años después, en 1897, León XIII creó el Obispado de La Plata -Monseñores Espinosa y Terrero- continuaron estimulando la colosal empresa. En 1904, en un marco de fervorosa solemnidad, la Sagrada Imagen de Luján fue trasladada desde el Santuario de Lezica al nuevo Camarín. En 1910, Mons. Terrero bendijo solemnemente las naves de la Basílica, habilitándolas para las celebraciones culturales mientras se continuaba la construcción del resto. El grandioso órgano de la Basílica, construido en la casa Cavaillé-Coll de París, de 49 registros reales, fue inaugurado a mediados de 1911.

Tricentenario del milagro

La aprobación alentadora del Arzobispo, que asumió toda la responsabilidad, lo orientaba a no
gastar en la construcción, más de lo que entrara. El entusiasmo creado, propalado por la revista -La Perla del Plata-, que había sido fundada el 6 de enero de ese mismo año, fue tal que, sin aportes estatales, con la sola contribución de los fieles, los cimientos se hundieron en la tierra y los nuevos muros empezaron a aflorar y crecer.

Con entusiasmo inigualable y en un clima indescriptible de fervor y devoción marianos en todos los niveles, fueron celebrados los trescientos años del Milagro de Luján. Todo el año 1930 fue dedicado a rememorar y agradecer el evento religioso de 1630.

Pero se eligió mes de octubre como tiempo más apropiado. Se consagró una semana entera de solemnidades y celebraciones.

Las notas y tañidos del sonoro campanario constantemente invitaban a fiesta. Se abrió la -Gran Semana Lujanense del Tricentenario-, domingo 5 de octubre, con la proclamación de Nuestra Señora de Luján como Patrona de las tres Repúblicas del Plata: Argentina, Paraguay y Uruguay.

A principios de 1930, Monseñor Francisco Alberti, Obispo diocesano de La Plata y de Luján, había solicitado en nombre de todo el Episcopado Argentino, Uruguayo y Paraguayo al Papa Pío XI, que se dignara declarar oficialmente a la Virgen de Luján Patrona de las tres Repúblicas. El 5 de octubre el mismo Obispo platense, en ausencia del Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Bottaro, postrado por la enfermedad, asumió la representación de todos los Arzobispos, Obispos de los tres países y proclamó ( por bula de Pío XI, del 8 de setiembre de 1930), a la Virgen de Luján como Patrona Celestial ante Dios.

 

Enfrente de la Basílica, colmando la Plaza Belgrano, Monseñor De Andrea, Obispo Titular de Temnos, enardeció a la multitud con su verbo cálido y vibrante y luego, Monseñor Dionisio Napal, tomó el juramento multitudinario, aceptando a María de Luján como Patrona y Celestial Protectora del Pueblo Argentino. Imponente fue el gesto y el grito. A indicación de Mons. Napal, con la mirada fija en la Basílica y con el brazo derecho en alto, resonó por tres veces el sí juramos de fidelidad a Dios y a la Virgen. Las campanas (fabricadas en Milán), se echaron a vuelo, y la banda entonó los himnos patrios de las tres Repúblicas. Junto al trono de la Madre, los venerables Pastores de las Iglesias Argentina, Uruguaya y Paraguaya, para depositar allí los anhelos y votos de sus pueblos. El Nuncio Apostólico, Mons. Felipe Cortesi, Delegado Papal para estas solemnidades, celebró el Pontifical. Mons. Aragone, Arzobispo de Montevideo, ocupó la Cátedra Sagrada. Actuó en la parte coral la Sociedad Polifónica Romana, bajo la dirección de Monseñor Rafael Casimiro Casimiri.


La visita del Legado Pontificio a Luján, el 15 de octubre de 1934, Cardenal Eugenio Pacelli, rubricó un día glorioso en los anales de preclaros peregrinos. "Nuestra Señora de Luján fue declarada Patrona Oficial del XXXII Congreso Eucarístico Internacional". A la Virgen de Luján le fue dedicado el sábado 13 de octubre.

Misión de Buenos Aires

En 1960 la Capital Federal, con el Gran Buenos Aires, vivieron días extraordinarios de gracia y misericordia celestiales. Dos mil misioneros argentinos y extranjeros, por mandato de los Obispos se lanzaron con entusiasmo a sembrar la semilla del Evangelio. Pero no fueron solos.

El 28 de septiembre salió de la Basílica de Luján la auténtica Imagen de Nuestra Señora en plan de Misionera. Rodríguez, Morón, Lomas de Zamora, Avellaneda, Quilmes la recibieron con entusiasmo exultante entre aplausos, cantos, bandas de música, lágrimas de emoción... Era la primera vez que llegaba por esos pueblos, semejante Misionera que convocaba multitudes y las dirigía al encuentro y reconciliación con Jesucristo Redentor y Salvador de los hombres.

De la periferia, saliendo de Avellaneda, la Santa Imagen se dirigió lentamente en blanco carruaje a la Capital Federal. Imponentes eran las multitudes que en cada barriada la aguardaban.

Según los diarios de entonces en algunos momentos del paso de la Virgen por los barrios, pareció que las casas quedaban deshabitadas. Sus moradores se habían volcado prácticamente en los balconesy aceras. Por un momento, estuvieron suspendidas todas las actividades. Peluquerías, bares, talleres mecánicos y carnicerías estaban desiertos. Sus dependientes, clientes y servidores, con sus ropas de trabajo, quisieron verla pasar y se ubicaron en el borde de las aceras.

Otra multitud que colmaba la Plaza de Mayo esperaba a la Virgen cuando llegaba a la Catedral Metropolitana . Monseñor Serafini hizo entrega de la S. Imagen al Cardenal Caggiano, Arzobispo de Buenos Aires. El Intendente de la Ciudad pronunció un discurso de bienvenida. Con este acto empezó propiamente la gran Misión llamada de Buenos Aires.

La Imagen continuó después visitando parroquias, estratégicamente elegidas, hasta el mes de noviembre. El poder de convocación que tiene la Virgen es verdaderamente asombroso. Así se manifestó en todas partes. Terminada la Gran Misión se pasó a vivir las jornadas del 1º Congreso Mariano Internacional. En los jardines de Palermo se levantó un altar, que fue el epicentro de los principales actos del Congreso.

El 14 de noviembre la S. Imagen de Luján, recibida por una inusitada multitud de su propia Ciudad, reingresaba a su querida Basílica.

Visita del Beato Juan Pablo II a la Basílica de Luján

"Vengo a orar por todos aquellos que han perdido la vida: por las víctimas de ambas partes; por las familias que sufren, como lo hice igualmente en Gran Bretaña. Vengo a orar por la paz, por una digna y justasolución del conflicto armado"

En la estación de ferrocarril, el Santo Padre fue recibido por el Obispo de Mercedes, Mons. Emilio Ogñenovich. Al aparecer el Santo Padre sobre la Avenida Ntra. Sra. De Luján se estremeció la multitud y comenzaron a agitarse las banderas y banderines entre vítores y aplausos. Luego, Juan Pablo II fue a postrarse ante la Sagrada Imagen de Luján, bajada expresamente desde su Templete dorado para ser colocada al lado del altar Papal.

Su Santidad oró ante Ella. Luego se acercó a la bendita Imagen y le colocó el estuche abierto que contenía la Rosa de Oro que, con admiración inesperada de todos, como obsequio y distinción excepcional el Santo Padre ofrendaba a Nuestra Señora de Luján.


Oración a Nuestra Señora de Luján

Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra Patria; hoy alzamos nuestros ojos y nuestros brazos hacia tí... Madre de la Esperanza, de los pobres y de los peregrinos, escúchanos...

Hoy te pedimos por Argentina, por nuestro pueblo. Ilumina nuestra patria con el sol de justicia, con la luz de una mañana nueva, que es la luz de Jesús. Enciende el fuego nuevo del amor entre hermanos.
Unidos estamos bajo la celeste y blanca de nuestra bandera, y los colores de tu manto, para contarte que: hoy falta el pan material en muchas, muchas casas, pero también falta el pan de la verdad y la justicia en muchas mentes. Falta el pan del amor entre hermanos y falta el pan de Jesús en los corazones.

Te pedimos madre, que extingas el odio, que ahogues las ambiciones desmedidas, que arranques el ansia febril de solamente los bienes materiales y derrama sobre nuestro suelo, la semilla de la humildad, de la comprensión. Ahoga la mala hierba de la soberbia, que ningún Caín pueda plantar su tienda sobre nuestro suelo, pero tampoco que ningún Abel inocente bañe con su sangre nuestras calles.
Haz madre que comprendamos que somos hermanos, nacidos bajo un mismo cielo, y bajo una misma bandera. Que sufrimos todos juntos las mismas penas y las mismas alegrías. Ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza material y espiritual y que tomados de tu mano digamos más fuerte que nunca: ¡ARGENTINA! ¡ARGENTINA, CANTA Y CAMINA!



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