Lectionario y homilías para la solemnidad
En este día rezamos por los difuntos que están en el purgatorio. Los que han ido al cielo son santos y no necesitan oración. Los que están en el infierno no pueden beneficiarse de la oración ni la desean. Solo rezamos por las difuntas almas del purgatorio. Pero como no sabemos con seguridad si un difunto está en el purgatorio (a no ser que la Iglesia lo haya declarado santo en cuyo caso está en el cielo), es bueno rezar por todos los difuntos.
Intercedemos por todos los difuntos, en especial nuestros familiares y conocidos, para que pronto se encuentren con el Señor en el cielo.
Es antigua costumbre cristiana visitar los cementerios el día de los difuntos y llevar flores como signo de amor y honra. Recordamos nuestros ancestros sobre todo en la Santa Misa ofrecida por ellos.
Santo Tomás: rezar por los difuntos es la mayor obra de misericordia, aún más que rezar por los vivos, ya que éstos pueden valerse por sí mismos.
Las tres condiciones se pueden satisfacer varios días antes o después hacer de la visita. Sin embargo es apropiado que la comunión se reciba y la oración por la intención del Santo Padre se rece en el día de la visita.
La abadía de Cluny, origen de la fiesta litúrgica de los difuntos
Aunque la costumbre de orar por los difuntos y celebrar misa por ellos es tan antigua como la Iglesia, la fiesta litúrgica por los difuntos se remonta al 2 de noviembre de 998 cuando fue instituida por San Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny en el sur de Francia.
Juan Pablo II recordó que «San Odilón deseó exhortar a sus monjes a rezar de modo especial por los difuntos. A partir del Abad de Cluny comenzó a extenderse la costumbre de interceder solemnemente por los difuntos, y llegó a convertirse en lo que San Odilón llamó la Fiesta de los Muertos, práctica todavía hoy en vigor en la Iglesia universal».
Fuente: Corazones.org
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